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domingo, 19 de octubre de 2014

Venimos de una Galaxia fuera de la vuestra, de un planeta 10 veces más grande que la Tierra; que tiene dos soles, uno grande y otro pequeño.

Venimos de una Galaxia fuera de la vuestra, de un planeta 10 veces más grande que la Tierra; que tiene dos soles, uno grande y otro pequeño.



¿Cómo es la realidad más allá de la Tierra? ¿Qué está ocurriendo realmente en los confines del Universo? Antes de dilucidar  esas cuestiones, los seres humanos deberíamos reconfigurar previamente algunos aspectos básicos de nuestra mente, asumir que lejos de toda duda el objetivo primordial de cualquier criatura inteligente sería buscar la “autocomprension” del medio que le rodea… un Universo cuyas dimensiones teóricamente se escapan a nuestro  conocimiento. Es decir, que si en un momento dado nosotros mismos no somos capaces de recapacitar sobre determinadas “inquietudes existenciales” tales como hallar un propósito  a la propia existencia, el horizonte de nuestra vida quedara reducido a una  “monótona rutina cotidiana” que otros ya se encargaran de perfilar y dirigir, como por desgracia sucede frecuentemente en la sociedad actual: Los poderosos, quienes gobiernan este planeta, organizan la sociedad a su antojo, reprograman y ocultan información transcendental como el origen de los seres humanos y  la presencia extraterrestre en este planeta (los avistamientos y testimonios de muchas personas, incluidos pilotos y astronautas dan buena prueba de ello).



Esas mismas élites terrestres conciben a su vez necesidades nefastas creadas artificialmente para el conjunto de la población, pretendiendo que de este modo sus mentes no logren definir con exactitud cuál debería ser el horizonte vital adecuado en armonía con las Leyes Naturales que rigen en mundos evolucionados (Actualmente la psique humana está determinada por el más puro materialismo, inculcaldose durante centurias el paradigma donde aquellos poderosos multimillonarios se convierten en personajes a imitar y son admirados por sus riquezas; cuando es precisamente que en otras civilizaciones extraterrestres ya han superado esas desigualdades sociales y allí en sus mundos todos los individuos contribuyen para que sus sociedades sean justas en lo material; impulsando en cada uno de ellos la búsqueda del conocimiento; propiciando las posibilidades para que todos encuentren precisamente ese discernimiento que verdaderamente conduce a una felicidad plena)

Federal Reserve System (Reserva Federal de EE.UU.)
Curiosamente en la actualidad existe suficiente información (libros e internet) como para tener una idea aproximada de cómo son esos espacios “aparentemente inaccesibles” para los seres humanos (incluidas otras dimensiones) y sin olvidarnos por supuesto de aquellos datos que han ido filtrando con el paso del tiempo los extraterrestres a través de ciertos contactados. Podemos visualizar de este modo un espacio macrocosmico; la Creación compuesta por 150.000 millones de universos (150 billones en sistema anglosajón). Si tenemos en cuenta que en cada uno de estos universos hay una media de 100.000 millones de galaxias y estimando que habría 1000 billones de sistemas solares en cada una de esas galaxias (10x1014) y ello sumado a los incesantes descubrimientos de exoplanetas “utilizando rudimentarios aparatos” nos hace indicar que la mayoría de las estrellas poseen planetas y consecuentemente, en muchos casos, formas de vida.


Por tanto, podemos llegar a la conclusión de que el fin último de la Creación debería ser necesariamente el autoconocimiento impulsado por la Suprema Fuerza Creadora, entidad que utiliza esa necesaria experimentación sobre sí misma; vislumbrándose inequívocamente una Creación de proporciones casi infinitas; de dimensiones que  posibilita emerger en ella  infinidad de seres vivos con capacidad de raciocinio. (Es obvio, que si aplicásemos la formula de Frank Drake N = R × fp × ne × fl × fi × fc × L para el cálculo de civilizaciones que existirían en nuestra galaxia, el numero se elevaría exponencialmente, eso sin tener en cuenta la cantidad de galaxias y universos de la propia creación)


Por poner un ejemplo, unos extraterrestres le explicaron a otro contactado, el español Pablo R., que la civilización de la cual procedían conocía 120.000 planetas habitados y daban por descontado que había muchos más en las fronteras estelares. Civilizaciones de muy diversos grados de evolución, mundos que establecen contactos dentro de relaciones pacificas, seres que intercambian información y se ayudan unos a los otros; que conviven entre todos ellos, ayudándose para elevar positivamente el nivel de sus propias civilizaciones;  que son capaces de interactuar en otras dimensiones y con universos paralelos… Seres cuya longevidad les permite avanzar espiritualmente hacia una perfección superior.


En esta nueva entrada he traído los hechos ocurridos en 1968 en un lugar montañoso al norte de Italia. El protagonista, sin haberlo esperado, tuvo un encuentro de tercer tipo con seres extraterrestres procedentes de otra galaxia. Al leer su narración se desprende que ese encuentro  le marcó de por vida, digamos que le cambio en lo más profundo de su ser, en su concepción existencial de “esta” realidad. Así, los extraterrestres le dijeron que venían de otra galaxia diferente a la Vía Láctea. Tomando como ejemplo la galaxia Andrómeda, que se encuentra a 2,4 millones de años luz de distancia, el encuentro con aquellos seres extraterrestres no dejaba de ser asombroso para el protagonista, ya que la propia distancia de ese viaje desde aquellos remotos lugares hasta la Tierra lo convertía en un fenómeno cuasi mágico.


Aquellos seres le explicaron que ellos salvaban esas enormes distancias utilizando el intercambio energético y que no representaban ninguna dificultad para sus naves (Otros extraterrestres, los pleyadianos,  revelaron al contactado Billy Meier* que ellos, para recorrer esas “astronómicas” distancias, primero aceleraban sus naves a velocidad lumínica y a continuación daban un segundo impulso hiper-luminico (taquionico) y entonces el tiempo se “detenía”, atravesando el espacio-tiempo sin ninguna dificultad. Otros extraterrestres también han dicho a distintos contactados, que ellos para viajar “saltan de una dimensión a otra”, “utilizando el mismo espacio pero en diferentes tiempos”, es decir, que los conceptos de viaje varían significativamente; es decir, ya no es “ir desde el punto A al punto B, sino “situarse en el punto A ó en el B”, algo así como si plegáramos una hoja de papel (el espacio) y la nave para “atravesar una distancia” no necesitase “ir” sino “elegir en qué punto situarse” ) , si bien debían tener cierto cuidado con lo que nosotros entendemos como “agujeros negros”, esos colapsos gravitatorios de donde no escapa ni siquiera la luz.


*(Con los pleyadianos a unos quinientos años luz de la Tierra, los físicos terrestres opinan que, viajando a la mayor velocidad concebible, es decir a la velocidad de la luz, un viaje desde Las Pléyades a la Tierra, y regreso, requeriría mil años, sin embargo, Meier mantenía que el sistema de propulsión pleyadiano era capaz de alcanzar velocidades de muchos millones de veces más veloces que la luz. Y que, con frecuencia  Semjase iba y volvía desde su planeta natal ERRA, y la Tierra. Los pleyadianos, añadía Meier, realizaban el viaje en siete horas.
Durante el cuarto contacto, y de nuevo en el octavo. Semjase le había explicado aspectos del sistema de propulsión que permitían a las naves luminosas pleyadianas trascender la distancia y el paso del tiempo.


El contactado Billy Meier
Para viajar a través del espacio cósmico dijo, se necesita un impulso que sobrepase muchas veces la velocidad e la luz. Pero esa propulsión solo entra en acción cuando ya se ha alcanzado dicha velocidad. Esto significa que una nave luminosa necesita por lo menos dos impulsos: uno normal que proporciona impulso hasta alcanzar la velocidad de la luz, y un segundo híper‑impulso, como vosotros lo llamaríais. Con este segundo impulso paralizamos el tiempo y el espacio. Y sólo cuando el tiempo y el espacio han dejado de existir somos capaces de viajar a distancias de años luz en una fracción de segundo. Todo se realiza de una manera tan rápida que los vivientes ni se dan cuenta.
No estoy autorizada a darte más detalles. Pero puedo decirte que vuestros círculos científicos más avanzados siguen aún trabajando sobre sistemas conocidos como impulsos emisores de luz e impulsos de taquiones. Los principios elementales ya les son conocidos. El impulso emisor de luz sirve como un sistema de propulsión normal para hacer avanzar las naves hasta los límites del espacio y del tiempo. Una vez allí, el impulso del taquión entra en acción. Se trata del sistema de híper­propulsión, que es capaz de forzar el espacio y el tiempo hasta el híper‑espacio. Nosotros empleamos otros nombres, pero los principios son exactamente los mis­mos. FUENTE: Los grandes contactados, de Manuel Navas Arcos )


Nave extraterrestre pleyadiana fotografiada por el contactado Billy Meier
En un momento dado, el protagonista de ese encuentro pidió a los extraterrestres que lo llevasen con ellos, intuyendo que quizás ello propiciaría “ese entendimiento mayor de la realidad” limitada ahora en los seres humanos: Los extraterrestres podrían explicarle de este modo el devenir de un Universo lleno de planetas y civilizaciones, el surgimiento de la propia vida, la naturaleza de la Creación ó bien, la comprensión de la Suprema Fuerza Creadora; pero desgraciadamente para él, los seres de las estrellas declinaron en su petición y ello le produjo una gran frustración. Es obvio, que a través de estos testimonios se deduce como en la psique humana siempre afloran esas preguntas que tan difícilmente encontramos contestación, sabiendo que efectivamente existimos, que contemplamos la magnificencia de la Creación… que estamos aquí para buscar una explicación a la vida misma.


Del  libro Angeles ayer, extraterrestres hoy, de la Asociación Adonai

Concluímos ahora definitivamente, con otro contacto, a su vez publicado en nuestro boletín, que aunque es reciente, arranca en cuanto a su desarrollo en la Segunda Guerra Mundial. Leamos:


Valle de los Dolomitas, Italia

AVISTAMIENTO UFO EN LOS DOLOMITAS

¡Sólo diez años después de mi desconcertante aventura, tuve la posibilidad de relatar, trámite Radio Norte de Bolzano (Italia) mi experiencia con el UFO!.

El interés del público fue, inesperadamente muy positivo, por lo cual fui invitado a Roma por la RAI, para realizar una transmisión en directo en el Primer Canal, presentado por la conocida actriz Sandra Milo. La transmisión despertó muchísimo interés entre el público. Infinidad de llamadas telefónicas, cartas, invitaciones, petición de información más detallada..., por eso quiero relatar aquí con mis sencillas palabras, en detalle, cómo se desarrolló mi aventura: En 1968 era representante de una firma de Bolzano para el Alto Adigio; dado que yo soy nativo del Valle de Fassa, prefería siempre recorrer los valles Ladinos de los Dolomitas, para poder pasar más a menudo por Campitello de Fassa, donde mi tía tiene el Sport Hotel.


Valle de Fassa, Italia
El primer sábado del mes de julio de 1968, tuve la ocasión de pasar una tarde con una muchacha holandesa, que se encontraba en San Cassiano en el Valle Badia de vacaciones. Me entretuve hasta la medianoche, después ella tenía que volver a su casa. Yo decidí entonces subir el Puerto Gardena y Sella, para llegar a Campitello donde mi tía. El tiempo no era muy propicio, a menudo, espesos bancos de niebla invadían la carretera, muchas veces llegué al borde de la misma; la visibilidad a veces era casi nula, tuve que seguir en primera. En este puerto, pensé, corría el peligro de salir de la carretera, después pensé en pararme en el primer lugar oportuno y echar una cabezada. Inmediatamente después del Puerto Gardena, tras el descenso, encontré a la izquierda una cantera de grava. Decidí pararme allí, bajé el asiento reclinable, miré la hora, era la una y algunos minutos. Estaba también un poco cansado y así me adormecí enseguida.


Puerto de Gardena
Me desperté sobresaltado, sintiendo un fuerte olor a quemado, un poco como el vapor de un tren. Bajé inmediatamente del coche y con la linterna hice una cuidadosa revisión por si acaso hubiera un cortocircuito en la instalación eléctrica, pero todo estaba en orden. Andando alrededor del coche, vi en el lado contrario de la carretera (a unos 400 m. más abajo) una extraña luz. Llegué al límite opuesto de la carretera para ver mejor, y fue de esta forma que en un momento de claridad más libre de la niebla, vi una fuerte luz, como si hubiera una terraza de un albergue iluminada con neón. Volví al coche, cogí la linterna decidido a ir a ver mejor (el lugar lo conocía como la palma de mi manó, en aquellos parajes no había ni albergues ni casas, lo máximo alguna choza para heno). Bajando la rampa con la linterna, me estaba acercando al prado donde estaba aquella luz. De repente la niebla se aclaró completamente y en aquel instante se me presentó a la vista un enorme objeto plateado envuelto por una extraña luz ovalada.



En aquel momento me vino a la memoria un eremita que conocí en Rodas en el lejano 1942. (Debo relatar esta historia anterior, con el fin de que se comprenda mejor mi comportamiento hacia los UFO). En el año 1942, estaba en el aeropuerto de Gadurra, que se hallaba en el centro de la isla de Rodas, en el Mediterráneo oriental, próximo a Turquía. Estaba agregado al Comando de aviación italiano y alemán en calidad de intérprete. En aquel tiempo había la más negra miseria entre la población civil y todos los días venían ancianos y niños al aeropuerto para pedir un pedazo de pan, o sobras de todo tipo. Como yo estaba siempre en medio de oficiales superiores, tenía mucha más libertad de movimiento que cualquier otro, nadie se atrevía a hacerme ninguna observación, por lo cual podía circular libremente por las mesas, y arramblar con cuanto podía para aliviar los sufrimientos de tanta pobre gente. Entre los muchos que venían a mendigar, había una muchachita de unos 12 años, muy delgada, con ojos negros muy dulces. Era muy tímida y no se atrevía nunca a intentar coger algo con violencia como los demás, por lo cual, reservaba siempre al final algo bueno para ella. Un día le pregunté su nombre y si eran muchos de familia. Me dijo que se llamaba “Hava”, que tenía sólo la madre y que era griega. (Supe después que Hava era un nombre turco, me dijo probablemente que era griega, porque en aquellos tiempos había fuerte fricción entre las dos comunidades).


Me dijo también que con mucha frecuencia, parte de la comida la llevaba a un santo, que se encontraba en la montaña, que tendría más de cien años, y que no bajaba nunca al pueblo. Sólo ella le podía hablar y llevarle algo, él no dejaba acercarse a nadie. De momento la historia me parecía inverosímil, pensé que lo diría para obtener más cosas de mí. Un día me dijo que le había hablado al santón de mí, diciéndole que era muy bueno, que procuraba siempre ayudar a los pobres, me dijo que este santón me conocería con mucho gusto y se alegraría si fuera con ella a verlo. Así al instante, no era fácil decidir subir a la montaña con una muchachita, por el hecho de que era probable acabar en una celada, pero Hava insistió diciéndome que no corría ningún peligro. Para poderme ausentar del aeropuerto sin correr el riesgo que me vinieran a buscar, había pensado un truco; como los dos comandos no se llevaban bien, especialmente los oficiales superiores, iba donde el comandante italiano y le decía que los alemanes me querían para hacer traducciones, él me respondía siempre: “Vete, basta con que estés fuera del alcance de los comepatatas”. Y asimismo, después fui donde el oficial alemán, diciéndole que el comando italiano me deseaba para hacer traducciones y él siempre me respondía de la misma manera: “Basta con que me ponga fuera de los comespaghetti”. Y de este modo me ausentaba con frecuencia para correr por las calles.


Isla de Rodas, Grecia.
Fue así que una buena mañana, temprano, con Hava, subí al monte para ver a este santón. Llevé conmigo pan y conservas. Después de poco más de dos horas, llegamos al lugar, y allí bajo un espontón de roca, vi a este santón. Cerca de él había dos cabritas de las que probablemente extraía leche. Me impresionó enseguida su flaqueza, su piel oscura y ennegrecida como el papel de calco; la barba, los cabellos largos y blancos, y su mirada que era muy viva, con ojos negros como la pez. Quise darle la mano, pero él me saludó levantando el brazo y me dijo con una voz que parecía provenir del abismo: “Jasu, esi, kala”, que quiere decir: “Ciao, tú eres bueno”. Inmediatamente después nos hicimos amigos. Iba con frecuencia a verle, incluso sin Hava. El hablaba griego y turco pero nos entendíamos igualmente bien, porque yo entendía el griego y lo hablaba un poco, lo demás me lo traducía Hava, que hablaba bastante bien el italiano. Así fue cómo él me enseñó diversas cosas: a deducir el carácter de la persona por su fisonomía y por el modo de caminar; a leer los signos más importantes de la mano; a hacer gimnasia cerebral, como él me dijo, que consiste en ponerse en la posición de loto y concentrarse en respirar y expirar aire, comenzando por el bajo vientre hasta el cerebro. Esto sirve para desintoxicar el organismo. Me enseñó una oración mágica con palabras griegas antiguas, que dichas con lentitud a la misma hora, potenciarían mi campo magnético, aumentando el fluido cósmico a mis células. Me dijo también que si con el tiempo hubiera alcanzado un buen grado de concentración, él me daría una señal de su presencia con un perfume de rosas y de muguete. Esto lo he conseguido algunos años después de la guerra, todo el cuarto parecía una tienda de flores durante más de veinte minutos.



Un día subiendo a verle con Hava, lo encontré sentado en la posición de loto, estaba rígido como una estatua; los ojos cerrados y su respiración apenas era perceptible. Quise tocarle para ver qué ocurría, pero Hava con un grito me dijo que no lo tocara, que moriría al instante. También me dijo que de cuando en cuando, se ponía en aquella posición durante dos días incluso. Aquel día bajé un poco desconcertado, pensando que nunca le había tocado. Tengo que decir que yo en aquel tiempo estaba completamente a oscuras sobre esoterismo, astrología y prácticas yoguicas. Después de un par de días, volví con Hava; lo hallamos como de costumbre, sentado en el suelo mientras acariciaba a una de las dos cabras, y como de ordinario, era muy feliz cada vez que le íbamos a ver.


Le pregunté qué hacía en aquella posición, casi en catalepsia, por si acaso estuviera enfermo. Me sonrió y me miró como no me había mirado nunca. Sentí pasar su mirada a través de todo el cuerpo, como si hubiera recibido una ligera sacudida, después me dijo: “Quizás sea difícil para tí comprender lo que te voy a decir, pero tal vez es bueno que tu lo sepas. De todas formas, en el futuro te podrá ser útil”. Me dijo que en cada particular situación cósmica, puede viajar con su “yo” en el espacio y visitar los planetas. Me dijo también que hay infinidad de planetas habitados por seres como nosotros en parte, y también completamente distintos a nosotros, con un grado de civilización y una evolución técnica, con la que nosotros ni siquiera soñamos.

Me dijo además, que la mayor parte de ellos tienen medios de transporte que en comparación nuestros aviones, hacen reír. Con un bastón me hizo diseños en el suelo para que viera cómo serían más o menos estos vehículos espaciales. Yo al momento pensé que deliraba, por la edad que tenía; quizás él intuyó mi pensamiento y me dijo que en mi vida tendría ocasión para desmantelar mi escepticismo. Le pregunté si no podía en algún modo ayudarme en mi futuro; me respondió que no me preocupara, que siguiera la voz de mi conciencia, que mi camino estaría siempre iluminado. Me dijo después que perderíamos la guerra y que volvería feliz a casa. “La paz, sin embargo, no durará mucho”, me dijo, “antes del fin de nuestro siglo, nuestro planeta entrará en una fase muy crítica, muy peligrosa. No puedo decirte más”.

Conque, volviendo al disco volante, pensé que había llegado el momento de lo que me predijo el eremita. Me aproximé cautelosamente; el corazón me latía alocado y las venas del cuello se me hincharon hasta casi estallar, pero no porque tuviera miedo, yo no había tenido nunca miedo de nada -esto es una cosa que yo ignoro- sólo la emoción que experimentaba, me ponía completamente excitado. A medida que me aproximaba, lo veía siempre más nítido. Llegando a unos 50 metros, lo pude ver íntegro en su forma; parte de la niebla se había aclarado en torno a él. Tendría un diámetro de unos 60 metros, arriba tenía como una cúpula transparente. El disco estaba apoyado sobre tres enormes pies, que en parte estaban hundidos en el suelo. Del suelo al disco habría dos metros.

En el lado derecho observé como un robot, que se apoyaba en el suelo con tres piernas, el cuerpo estaba formado por un cilindro que tenía en el centro como un anillo de una luminosidad ligeramente anaranjada. En la parte superior tenía como 4 largos brazos con tentáculos, asía la parte externa del disco. Todo él sería de unos 5 metros de alto, mientras que el disco tendría unos 6 metros de altura hasta la cúpula. Todo él estaba envuelto por una intensa luz ovalada que no producía sombras. Había igual luz por todas partes y con la misma intensidad. Lo extraño era que esta luz terminaba cerca de 1 metro del límite de la luz que envolvía al disco, como si fuera cortada de golpe.


Walther Rizzi nos habla de su encuentro con los extraterrestres en el Puerto de Gardena, Italia

Hacía un fuerte calor y el olor era intenso, como el de un generador recalentado, pero era soportable. Llegando cerca de 1 metro del límite de la luz que envolvía al disco, me sentí de golpe bloqueado, como si fuera de plomo; tenía también dificultad para respirar. En aquel momento, del centro inferior del UFO, se abrió como una trampilla de unos dos metros de diámetro, y una intensa luz anaranjada con el centro de color violeta, salió hasta el suelo. En medio de ella bajó, como volando, un ser con traje espacial plateado oscuro y un casco transparente que partía de las espaldas y envolvía toda la cabeza. Apenas bajó a tierra, el haz de luz que emanaba de la abertura, se apagó, y él vino hacia mí con largos pasos como si no tocara el suelo.

Aquel ser era de unos 160 cms de altura. Apenas estuvo cerca de mí, esto es, en el límite de la luz que envolvía al disco, levantó el brazo derecho en señal de saludo como el eremita, y sus maravillosos ojos se cruzaron con los míos, produciéndome una dulce turbación y liberándome de toda preocupación. Me sentía libre y ligero como una pluma; una extraña sensación de felicidad me invadió, casi eufórica, y yo miraba con avidez a aquella magnífica criatura.
El se hallaba a menos de un metro de mí y, con aquella luz más clara que la del sol, podía mirar y escrutar cada detalle suyo. La cabeza era, en la parte de arriba, más voluminosa que la nuestra, con cabellos cortos como una pelliza de color avellana; los ojos mucho más grandes que los nuestros y más distantes entre ellos, oblicuos hacia arriba; lo blanco era de color avellana muy claro, semejante al de los cabellos; el iris de un verde esmeralda con reflejos azules; la pupila era oblicua como la de los gatos. La nariz muy pequeña, también parecida a la de los gatos, ligeramente más oscura que la piel de la cara, que era de color oliva claro. Las orejas muy pequeñas y unidas a la cabeza. La boca sutilísima; al ver sus labios me vinieron a la memoria los de Greta Garbo. El cuello delgado y un poco más largo que el nuestro. La piel parecía lisa como la goma; poda girar la cabeza completamente hacia atrás sin producir ninguna arruga en el cuello. Su espalda era muy ancha, y las caderas estrechas. Lo que más me impresionó fueron los brazos y las piernas; la parte unida al cuerpo era de gran longitud, más larga que el resto. Las manos estaban enguantadas, por eso no pude hacerme una idea de cómo serían los dedos. Los pies eran también distintos de los nuestros; tenían la parte inferior de la pierna como una articulación de un caballo.


Nave nodriza grabada en Brasil, en Julio de 2012

Llevaba una especie de zapatos con forma de zueco abajo. En torno al talle tenía como un cinturón de unos 10 cms de anchura y un espesor de 3 dedos; alrededor de él había como botones cuadrados luminiscentes naranja pálido. Quise preguntarle en italiano qué hacía allí y de dónde venía. No tuve ni siquiera tiempo de formular con mi boca lo que quería preguntarle, ya que en mi cerebro supe la respuesta, como si la hubiera sabido siempre. Quedé asombrado de esto. Cada vez que se me ocurría preguntarle algo, ya sabía en mi cerebro la respuesta; pensé que él me leía el pensamiento y, en efecto, todo nuestro coloquio se realizó de este modo. Me hizo comprender que venía de una galaxia fuera de la nuestra, que su planeta era unas 10 veces más grande que el nuestro, con dos soles, uno grande y otro pequeño; por eso tenían un largo día, un largo crepúsculo y una noche cortísima; de este modo tienen siempre una temperatura constante. Habitan únicamente la parte central de su planeta; tienen enormes Polos como los nuestros; asimismo, la vegetación es semejante a la nuestra, con variaciones en la misma, como fruta parecida a la que nosotros consumimos, pero mucho más nutritiva. Hay montañas altísimas, mares, lagos y desiertos como aquí. La fauna es en parte, semejante a la de nuestro planeta, pero también muy distinta; no hay animales carnívoros como aquí, viven todos en perfecta armonía.



Ellos no necesitan trabajar como nosotros, tienen todo automatizado; no existe ninguna clase de moneda, porque todos tienen lo que necesitan. Tienen ciertamente una jerarquía, pero en sustancia todos son iguales. Se sirven de una clase de simios, que proveen la recogida de la fruta y las verduras. Son vegetarianos, no tienen enfermedades y no envejecen como nosotros. Ellos viven calculando nuestro tiempo, de tres a cinco mil años. Mueren por agotamiento de energía cósmica. Tienen aparatos regeneradores de energía para sus células; por esto son inmunes a enfermedades. De todas formas, me hizo entender que ellos tienen un conocimiento completamente distinto de la muerte en comparación con el nuestro. Estaban allí porque estudian todos los planetas de los sistemas solares y de las galaxias, así también a nuestro planeta, del cual saben toda su historia y su futura evolución.

El robot les sirve para revisiones del disco, como también para trabajos pesados y, de modo principal, para explorar ciertos planetas donde ellos, por su composición química u otra causa, no pueden bajar del disco. De la misma manera que escrutaba intensamente a aquel ser maravilloso, así también a su traje espacial, que le hacía parecer como si estuviera fundido en su interior, dado que no conseguía ver juntas o costuras de ninguna clase. Me hizo comprender que tienen la cabeza más grande que la nuestra, porque poseen el doble de nuestro cerebro y está completamente activo (quien no lo supiera, sólo el 4% de nuestro cerebro está activo). Me dijo también que ellos solamente con las ondas del cerebro, pueden hacer cosas que no podemos ni siquiera imaginar.



Me parecía muy robusto bajo el traje espacial, con aquella espalda tan ancha. Me hizo comprender que su estructura es la mejor para adaptarse a su planeta, además de que la presión atmosférica es de un nivel superior a la nuestra. Sus pulmones están mucho más desarrollados, para poder mandar aire al cerebro y purificar el líquido que corre por sus venas, cuya composición es distinta de la de nuestra sangre. Como aquel ser emanaba una gran fascinación, quise preguntarle si era una mujer o un hombre; en este momento me sonrió por vez primera, yo sin embargo, me llevé un poco de chasco porque en lugar de dientes, tenía sólo dos filas blanquísimas. Pensé que tenía que ser muy viejo, a pesar de todo, si tenía una dentadura tan extraña. Me leyó enseguida el pensamiento, porque sonrió todavía más y me hizo comprender que ellos no se sirven de los dientes como nosotros; no matan animales para comer su carne como hacemos nosotros y sus organismos son mucho más simples que los nuestros.

No tienen tampoco todas las vísceras que tenemos nosotros y nos distinguen poco de los animales en este sentido. Ellos solo tienen corazón, pulmones, cerebro y músculos, que están en ellos muy desarrollados, en comparación con nosotros y un aparato digestivo.

En aquella especie de mochila que llevaba sobre la espalda y de donde salían dos tubos lisos hasta el casco, muy probablemente llevaba el aire que necesitaba para respirar. En efecto, me hizo comprender también que nuestra atmósfera es, en primer lugar, demasiado ligera respecto de la de su planeta y, en particular, también la composición es en parte diferente. De todas formas, sobre ciertos planetas en los que el desarrollo es semejante al suyo, se detienen durante algún tiempo sin el aparato respiratorio.


Según el testigo, los labios de Greta Garbo tenían cierta similitud con los del extraterrestre.
También me explicó que ellos para tener hijos, no se acoplan como los animales, como hacemos nosotros. En este momento quise preguntarle si creían en Dios; él me miró como si le hubiera preguntado una bestialidad y con una mirada que me atravesaba de parte a parte, casi como si quisiera reprocharme, me dijo: "Todo el universo es Dios, los planetas, las piedras, el mar, el aire, la hierba, toda cosa viviente; por consiguiente, también yo y tú formamos parte. Antes que ellos somos parte de Dios; por lo cual, de todas nuestras acciones, sean buenas o malas, recibimos por reflejo beneficios positivos o negativos, que serán determinantes en la escala de evolución de nuestro espíritu en las sucesivas reencarnaciones, hasta alcanzar la perfección". Este concepto lo comprendí mucho más tarde estudiando las religiones. Poder expresar el estado de ánimo que experimentaba al tener a aquella maravillosa criatura delante, no puedo. Yo estaba ávido de saber y de ver. Pienso que no en todas las preguntas con que le importunaba me quería dar una respuesta exhaustiva.



De vez en cuando miraba la astronave, para ver si había alguna soldadura o junta, tornillos, etc. etc. ...Pero todo era liso como el vidrio. Quise preguntarle de qué material estaba fabricado, me dijo que la composición del metal de la nave, era, al menos, mil veces más resistente que cualquier metal de los que nosotros somos capaces de fabricar. Y que, de todas formas, nosotros no tenemos posibilidad de construir una aleación semejante. A mi derecha, en la parte exterior del disco, aquel robot cogía con los cuatro tentáculos el lado externo del disco y lo hacía girar ligeramente. La parte superior giraba hacia una parte, y la inferior hacia la otra; en suma, las dos partes giraban una en sentido contrario a la otra y, al mismo tiempo, se movían hacia abajo. Quise preguntarle si la punta exterior, asimismo, la tenían para partir los meteoritos con su enorme velocidad. A esta pregunta mía él sonrió de nuevo, pensaba que le había preguntado una nueva cretinada. Me dijo que cogiera una piedra que se encontraba en el suelo cerca de mis pies y que intentara lanzarla sobre la cúpula del vehículo espacial. Me incliné para coger aquel guijarro, era grueso como una patata, pesaba medio kilo. En la posición en que me hallaba no podía arrojar la piedra porque estaba demasiado debajo del disco; tuve que retroceder un par de pasos. Llegando al punto desde donde podía ver la cúpula bien, ésta se iluminó de naranja claro y vi a otro extraterrestre, sin traje espacial, muy parecido a él, que con aquellos largos brazos me hacía señales de saludo, que yo intercambié. Para realizar un buen tiro, dado que la cúpula era bastante alta, giré un par de veces sobre mí mismo y lancé el guijarro con todas mis fuerzas. Apenas llegó a su altura, partió desde un anillo que rodeaba la cúpula, como un hilo de luz violeta que golpeó la piedra, haciéndola estallar con un ruido sordo, no dejando caer ni siquiera la más pequeña brizna; prácticamente desapareció.



Me aproximé de nuevo a él y me hizo entender que desintegran los meteoritos en parte y los demás los esquivan, lo mismo que a ciertos planetas errantes, pero que, de todas formas, ellos viajan en el interespacio con discos madre, que pueden llegar a un diámetro de 5 Km o más. Asimismo, en ellas hay miles de individuos que pueden vivir como en su planeta, produciendo todo lo que se necesita en el disco mismo y, además, pueden embarcar diferentes naves, más grandes y más pequeñas y de otras formas, conforme a las tareas que deben desarrollar.



La parte exterior del disco que vi girar, me dijo que era el propulsor de su nave; la energía la obtienen de los campos magnéticos que hay en el espacio y que regulan la fuerza de atracción y de repulsión de los planetas. Esta energía es inagotable y terrible, de ella obtienen igualmente los medios de defensa. A propósito de defensa, quise preguntarle enseguida si nunca encontraban enemigos o podía existir peligro para ellos en el espacio. Me respondió medio sonriendo que ellos no tienen enemigos y que de todas formas, no buscan causar conflictos en ningún planeta. Por lo que respecta a un peligro en el espacio, lo único a lo que deben estar muy atentos, es a ciertos planetas que tienen una terrible atracción magnética, que solo rozando el margen de tal energía, se verían absorbidos en el vértice central sin esperanza (¿serían los famosos agujeros negros?...fueron descubiertos en 1971). Yo le pregunté: “Si desarrolláis una enorme velocidad... ¿cómo y cuánto tiempo empleáis para pasar de una galaxia a otra?”. Me miró de nuevo con gran intensidad y me hizo comprender que ellos las distancias pueden eliminarlas al instante, mediante transferencia de energía.



En este momento quise preguntarle cómo no intervienen nunca con sus avanzadas técnicas, para ayudarnos o enseñarnos algo, y si nunca llegaría el tiempo en que nuestra tecnología alcanzaría su nivel. Me miró con una expresión casi triste, haciéndome comprender que ellos deben respetar la Ley Cósmica, que veta toda interferencia sobre cualquier problema; y por lo que respecta a la evolución técnica, me dijo que en el próximo futuro no la alcanzaríamos porque nuestro planeta está todavía en fase de ajustamiento: “En un próximo futuro, será inevitable una catástrofe que modificará el 80% de la actual configuración de nuestro planeta, con la consecuencia de que solo una mínima parte de los seres vivientes se salvarán, pudiendo vivir solo sobre una estrecha faja del planeta”.



Algo semejante me había dicho en su día también el eremita. Lo que, de todas formas, no me había asustado, porque, tengo que decir, que de la muerte tengo una concepción completamente distinta que la de la mayoría de mis semejantes -desdichadamente-. Mirando de vez en cuando hacia el robot, advertí que se estaba reduciendo; el cilindro se acortó con las piernas; el anillo que circundaba el cilindro se encendió con una luz fosforescente naranja con reflejos lilas, y rozando el suelo, se dirigió hacia el centro del disco, del cual bajó de nuevo aquella extraña luz, y allí subió como absorbido. Comprendí que se estaban yendo y un espanto me invadió el alma, al pensar que no le volvería a ver más.

Quise pedirle que me llevara con ellos. Sería lo mismo para mí si no volviera. Pero él me hizo entender que esto era absolutamente imposible; mi organismo no soportaría ni siquiera un instante sus vibraciones magnéticas. Le pedí entonces, si no podía, al menos, darme algo suyo; también esto me denegó. Entonces cogido por la desesperación, me arrodillé, y llorando le rogué que no me abandonara de ese modo. Entonces él me inmovilizó con su maravillosa mirada, dándome al instante una sensación de paz y de tranquilidad y, al mismo tiempo extendió su brazo derecho y rozando mi hombro izquierdo, me sentí levantar del suelo como si fuera una pluma. Alargué después las piernas para tocar el suelo, y me dijo: “Eres muy valeroso, has tenido dos veces fortuna; primero, si hubieras llegado sólo un metro más adelante, habrías sido desintegrado por nuestro campo magnético protector; segundo, has tenido la posibilidad de conocernos y vernos como realmente somos”. Después levantó el brazo derecho en señal de saludo y retrocediendo con sus largos pasos, rozando sólo el suelo, se dirigió hacia el centro de la nave, donde también él fue absorbido arriba.

La luz desapareció y de la puerta no quedó ninguna señal. Yo entretanto, fui empujado lejos del disco por una fuerza desconocida; a pesar de cuanto hice, no conseguí pararme. Era como si fuese el aire quien me empujara. Llegando a unos 300 metros del vehículo, pude pararme. Con emoción me puse a mirar la partida. La luz ovalada que envolvía al disco se debilitaba lentamente. Vi retirarse las tres patas que sostenían al disco; también aquí, apenas metidas dentro, no vi más la menor huella, como si los orificios se hubieran soldado de nuevo. En la cúpula vi después a los seres extraterrestres, asomaban sólo con la cabeza y los largos brazos, haciéndome siempre señales de saludo que yo intercambiaba como un loco. Debo decir todavía, que tendría 1,60 m de altura, era un poco más bajo que yo.

Me sorprendió que apenas retiradas las tres patas, la nave permaneció inmóvil a dos metros del terreno, suspendida en el aire. Sentí después un leve rumor, y la parte exterior del disco comenzó a girar, un trozo en un sentido, y el otro al contrario. Al mismo tiempo, sentí como si, durante un instante, se pusiera en movimiento una sierra circular y una luz difusa entre el amarillo-naranja, rojo y violeta, salía de las dos partes rotativas; tenía colores como los de la llama oxhídrica de soldar. En este momento, el disco comenzó a oscilar ligeramente, como si quisiera saludarme todavía. La luz sobre la cúpula se apagó; la que envolvía la nave desapareció del todo y sólo la parte exterior del rotante emanaba esta extraña luz que se intensificaba siempre más.


Ver aquel enorme objeto elevarse de ese modo, sin el menor ruido, me producía una fascinación que no puedo describiros. Después, llegado a unos tres o cuatrocientos metros de altura, emitió como un silbido durante una fracción de segundo, que casi me laceró los tímpanos; la luz se volvió blanquísima, deslumbradora y, como el relámpago, desapareció en el cielo como una bala. Yo permanecí allí atónito, si se puede decir, sólo entonces me di cuenta de que estaba empapado de sudor. El aire era muy cálido y el olor penetrante; hasta el terreno que toqué estaba tibio y la niebla se había disipado. En el cielo brillaban las estrellas y en torno mío había completa oscuridad. Intenté encender la linterna pero no funcionó; entonces arranqué a oscuras hacia el coche. Mi estado de ánimo era confuso, entre la alegría y la desesperación. Me pinché con un alfiler para convencerme de que no había soñado. Puse en marcha el coche que, entre otras cosas, tenía salido un polo y la batería estaba casi descargada, a pesar de que sabía muy bien que era deficiente al máximo, miré la hora, pero el reloj estaba parado a las tres y diez. De todos modos, me dirigí hacia el puerto Sella para bajar a Campitello donde mi tía. Por la mañana temprano me puse en un rincón del bar y comencé a hacer el croquis del UFO y a escribir todo lo que sabía. Mi primo vino a saludarme al entrar, y probablemente se había dado cuenta de que me había sucedido algo, porque me preguntó qué había proyectado. Yo procuré, con un poco de diplomacia, hacerle alusión a lo que me había pasado, pero él, por respuesta, me dijo que probablemente había cogido una fuerte borrachera (nunca he estado borracho en mi vida, soy de ideas antialcohólicas).


Bolzano, Italia
Volví a Bolzano, no me sentía muy bien, tenía un desasosiego terrible por todo el cuerpo, que me produjo unas manchas rosas, y me sentía muy débil. Intenté contar a los amigos con discreción mi historia, pero la reacción me desaconsejó insistir. Fui al lugar para fotografiar al menos, las señales dejadas por las tres patas en el terreno. Mi sorpresa fue que, en aquel cerco de unos dos metros, donde emanó aquella extraña luz sobre el terreno, la hierba era más del triple de alta que en el resto. A aquella altura, unos 2.200 m la hierba crece como máximo 20 cms Fui al coche, cogí un destornillador y una bolsa de nylon; regresé al lugar y cogí una hermosa planta con una flor roja, con raíces y tierra; puse todo en la bolsa, para llevarlo a América donde mi hija en California. El reloj tuve que tirarlo porque siempre se retrasaba; lo llevé varias veces al relojero, pero inútilmente; me compré uno nuevo. El desasosiego se me había pasado, pero las manchas continuaban. Me di cuenta de que perdía muchos cabellos. Pensé en curarme con miel cruda, yema de huevo y uvas, e hice al mismo tiempo una cura a base de píldoras con extracto de ajo; ya después de 5 ó 6 días, me sentí mejor; con el tiempo me crecieron de nuevo los cabellos.

Cincinnati, USA
En América llevé la planta a Cincinnati, a la Agencia Federal de Análisis de la Agricultura. No tuve respuesta de nadie. Regresé a Europa desilusionado, pero en mi interior me sentía privilegiado, por haber tenido tanta fortuna al encontrar a un extraterrestre y disfrutar, aún si por poco tiempo, de su presencia y de su magnífico vehículo espacial. Entretanto, mi historia ha dado la vuelta al mundo y fue tratada por las más conocidas revistas de ufología y parapsicología del globo. He sido invitado en diversos países a dar conferencias sobre el fenómeno UFO. En el Congreso Internacional de Mains, en Alemania, tuve la ocasión de encontrar a otras personas de diversos países que tuvieron también la fortuna de encontrar a los extraterrestres. Espero que la gente, con el tiempo, se convenza cada vez más de cuán pequeños y miserables somos, en comparación con el universo. Que hay millares de planetas habitados por maravillosas criaturas que viven en armonía con la naturaleza y con Dios... Quizás esta convicción nos lleve más cerca del Creador de todas estas maravillas, pero, sobre todo, pueda derrotar en nosotros el egoísmo, que es la causa de todas nuestras desgracias.



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