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martes, 30 de junio de 2015

Minius: Hace billones de años desde que los apunianos descompusieron el átomo a su mínima partícula. Con ese trabajo obtuvieron los más altos poderes, tales como la inmortalidad, el dominio sobre los iones positivos y muchos otros más.

Minius: Hace billones de años desde que los apunianos descompusieron el átomo a su mínima partícula. Con ese trabajo obtuvieron los más altos poderes, tales como la inmortalidad, el dominio sobre los iones positivos y muchos otros más.


 ¿Qué finalidad persiguen los extraterrestres? Podría deducirse que muchas y muy diversas dependiendo del grado de evolución de sus civilizaciones. A fin de cuentas, un grupo de individuos debería terminar aunando sus objetivos, comportándose como un todo frente a multitud de desafíos… Cuando alguna vez he observado en la lejanía esas naves extraterrestres siempre me asalta el pensamiento de cómo sus tripulantes verán nuestro propio planeta, la Tierra. Un lugar convulso, inestable, sacudido por guerras e incapaz de dominar catástrofes naturales como  terremotos, huracanes y erupciones volcánicas; donde una parte del planeta sufre las miserias del hambre y otra, la opulencia de la riqueza. Dirán… ¡pobres criaturas! En cierto modo, se lo debemos al sistema social establecido aquello que nos esclaviza; un mundo sometido en el cual sus individuos luchan frenéticamente por conseguir dinero en vez de cooperar por el bienestar general. Realmente se trata de un tablero de juego diseñado por los poderosos y que no contribuye precisamente a un mundo mejor.


 En el año 1960 Vitko Novi* tuvo su primer contacto con extraterrestres provenientes del  planeta llamado Apu; situado fuera nuestra galaxia la Vía Láctea. Justo cuando se produjo un apagón en la línea eléctrica, un platillo volante se posó muy cerca de la Central Hidroeléctrica y fue entonces cuando Vitko Novi acercándose hasta la nave, recrimino a dos de sus tripulantes que habían descendido de la nave, culpándoles de la avería. Más tarde Vitko supo que el causante había sido un buitre al tocar los cables eléctricos de alta tensión.

*(Vitko Novi trabajó durante muchos años como responsable de la Central Hidroeléctrica de Huallanca, en el Cañón del Pato, Departamento de Ancash, Perú)

Después de aquella visita inesperada, el Jefe de la Central tuvo la suerte de encontrarse en otras ocasiones con aquellos visitantes estelares quienes le explicaron que su civilización se encuentra millones de años más avanzada que la nuestra, a la vez que le mostraban algunos de sus adelantos técnicos inimaginables para nuestra tecnología actual. Una civilización en suma que ha logrado la inmortalidad, aunque evidentemente sea un concepto difícil de asimilar por los seres humanos: Han conseguido dominar la regeneración celular y con ello prolongar la propia existencia por tiempo indefinido.

Central Hidroeléctrica de Huallanca, en el Cañón del Pato, Departamento de Ancash, Perú)

Curiosamente, los seres humanos repetimos los mismos patrones frente a lo desconocido e inimaginable: si alguien nos dijera que aquellos extraterrestres poseen una ingenio capaz de visualizar el pasado y observar el futuro nuestra mente tal vez no lo admitiría… pero que ocurriría si nos mostraran esa máquina… ¿lo seguiríamos negando? Vitko Novi se horrorizo cuando visualizó en una de aquellas maquinas como en un futuro cercano ocurriría una catástrofe en el Callejón de Huaylas*, con miles de muertos y ciudades destruidas. Y según cuenta en su libro, intentó alertar a las autoridades, pero no le creyeron.

Sin ninguna duda, el libro  170 horas con los extraterrestres, de Vitko Novi es un texto imprescindible para situarnos en otras realidades que nos son ajenas, donde civilizaciones extraterrestres nos explican que su ultimo fin es el “cuidado de la célula viva”, es decir, de todos los seres vivos sin distinción, indistintamente del que planeta en que se hallen. Es por esa razón que los apunianos viajan de una galaxia a la otra persiguiendo un cometido que a los seres humanos bajo nuestra mentalidad materialista,  se nos puede antojar como poco rentable y es ahí donde reside verdaderamente nuestro problema: asumimos como válida la creencia impuesta por las elites gobernantes de que  dinero y  riqueza traen indefectiblemente cierta felicidad, aunque obviemos que los mismos organizadores de esta frenética competición, aquellos que marcan las reglas del juego, lo hacen solo por interés propio y son quienes dominan el tablero de juego.


 Si asumimos la presencia extraterrestre en la Tierra, con miles de avistamientos de naves  tripuladas por habitantes de otros mundos capaces de desplazarse de una galaxia a otra y detener el tiempo, es imprescindible que saquemos conclusiones; ya que de alguna manera ellos se estarían mostrando para que nuestra psique modifique algunos paradigmas erróneos, entre otros, algunos tan sencillos como entender que no estamos solos en el vecindario cósmico, que existen civilizaciones mucho más antiguas y desarrolladas que la nuestra, aunque este razonamiento choque contra nuestro “elevado ego terrestre”; sin olvidarnos que tal vez, la raza humana, sea un producto de su creación en ese camino que les lleva a expandir la vida a todos los rincones del Universo.

Siendo pragmáticos, deberíamos dejar a un lado esa “procesión” de escépticos y desinformadores que nada aportan, salvo entorpecer la evolución humana; del mismo modo, también habría que recordar a muchos estudiosos del fenómeno OVNI que no se trata de una simple recopilación de avistamientos; y que por el contrario, deberíamos esforzarnos por analizar todo el fenómeno extraterrestre en su conjunto aunque nos pueda resultar difícil a primera vista: Algo así como si en el antiguo imperio romano hubiesen tenido que analizar las consecuencias de un cambio radical en sus ideas religiosas frente al humanismo del cristianismo ó bien socialmente; verse en la obligación y necesidad de comportarse como una sociedad civilizada, respetando a todos los ciudadanos por igual, erradicando la esclavitud para que todos en conjunto caminasen hacia un mundo mejor.

Catástrofe en el Callejón de Huaylas
 *(Catástrofe en el Callejón de Huaylas, Perú: El 31 de mayo de 1970 se produjo el terremoto más devastador en la historia del Perú y posiblemente del hemisferio occidental. Su magnitud alcanzó 7,5 grados en la escala de Richter. El epicentro fue localizado en las costas de Chimbote y Huarmey, pero los mayores efectos se registraron en ciudades del Callejón de Huaylas: Huaraz, destruida casi por completo, Recuay, Carhuaz, Caraz, Huallanca, y Ranrahirca, que sufrieron daños considerables, así como las provincias costeñas del mismo departamento de Ancash que fue afectado totalmente, lo mismo que el sur del departamento de La Libertad.


La tragedia no terminó allí. El terremoto desestabilizó el pico norte del nevado Huascarán (6,655 m de altitud), provocando un alud de 15 millones de m3 de nieve, que llegó a la hermosa ciudad de Yungay en apenas 3 minutos, a una velocidad de 300 km/h, y la sepultó prácticamente con todos sus habitantes.

ESTADÍSTICAS:
Muertos: 67.000
Heridos: 150.000
Desaparecidos: 20.000
Afectados: más de 3 millones


***********************************+


(A continuación, una pequeña recopilación y resumen del libro, 170 horas con los extraterrestres, de Vitko Novi)

(Donde puede leerse el libro completohttp://www.vitkonovi.com/media/libros/170-horas/170Horas.html)

Pag. 16

Unos cien metros más allá del patio de los transformadores, y tal vez a doscientos del objeto, me encontré con dos hombres. Eran altos, de cuerpos proporcionados y hombros caídos. Vestían traje de malla finísima, muy pegado al cuerpo y de un color raro, que a primera vista parecía la lustrosa piel de una foca. El que se encontraba a mi lado izquierdo me saludó en mi dialecto natal. Por no darle importancia le conteste en español y enseguida le pregunté:
-¿Quiénes son ustedes y qué están haciendo aquí?
-No te alarmes, amigo, por favor -prosiguió en mi idioma-, Somos extraterrestres, del planeta Apu; viajamos por el espacio y cuando pasamos por esta galaxia, visitamos la Tierra, fraternalmente. Te rogamos que nos disculpes, pues nos vamos enseguida.
-Váyanse al diablo y cuenten eso de los “extraterrestres” a sus abuelas, y traten que ellas les crean que ustedes las van a volver quinceañeras, pero jamás regresen porque con su máquina de brujos han provocado el disyunte y han hecho un fuerte daño a la Siderúrgica de Chimbote al interrumpir la corriente eléctrica.





Les hablé así porque con decirme que no eran terrestres y que venían de otros mundos a visitar un lugar tan apartado como es Huallanca, no di crédito a ninguna de sus palabras. Creí que eran espías de alguna nación tecnificada y que se burlaban de mí, haciéndose pasar por extraterrestres.
-Dinos todo lo que quieras, pero la interrupción de la corriente no la hemos originado nosotros; tu Central ya tiene luz. Amigo, te rogamos que no nos juzgues mal, perdónanos, nosotros no lo olvidaremos. Todo por los demás- dijeron casi en conjunto y regresaron a la nave.
Observé la máquina y vi que estaba posada sobre tres gigantescos resortes de haces de luz. Cada uno de ellos terminaba en grandes cojines circulares, de la misma luminosidad. Una escalera que tenía terminales iguales a los resortes, unía el centro de la parte inferior de la máquina con la superficie. Los desconocidos subieron por la escalera, y ésta retrayéndose, los llevó al interior. Enseguida, los haces de luz que soportaban la máquina, también se retrajeron. Se escuchó un soplo apenas perceptible, parecido al viento, y el aparato se elevó verticalmente primero y luego zigzagueó y se perdió entre las nubes.

Huallanca, Perú
Pag. 18

MARTES 12 DE ABRIL DE 1960

Me comuniqué con un joven llamado Adrián Pérez, aficionado a la caza, que pertenecía al grupo de los trabajadores de mantenimiento y que conocía todos los caminos de las montañas. Nos reunimos en su casa y acordamos explorar la quebrada de los Cedros, ubicada a la salida del Cañón del Pato, yendo de Huallanca hacia Caraz, porque -contaban los pastores- en esa zona habían visto osos y guanacos, animales silvestres que rara vez se veían en la región del Callejón de Huaylas. Nos alistamos..., y partimos.

Al mediodía nos encontrábamos al inicio de una planicie, a cuatro mil metros sobre el nivel del mar, y decidimos descansar unos minutos para tomar algún alimento. Durante esa pausa nos pusimos de acuerdo para avanzar hasta el fin de la planicie y luego regresar al campamento.

Cañón del Pato, Perú
De pronto, Adrián se detuvo sorprendido, se quedó unos instantes inmóvil y luego me hizo una señal con la mano para que me acercara.
Avancé algunos pasos y cuando llegué a su lado, miré hacia donde él señalaba y descubrí que al centro de una pequeña pampa sin rocas, estaba la misma máquina en forma de plato, que había visto un mes antes frente a la Central Hidroeléctrica de Huallanca.

Alrededor del platillo había un rebaño de cabras y algunas ovejas. A un costado de la pampita se veían varias personas, hombres, mujeres y niños, haciendo una fogata.

Alrededor de una pequeña hoguera se encontraban sentados cuatro hombres, tres mujeres, cuatros niños y los dos desconocidos que yo ya había visto aquella noche en Huallanca, cuando se originó la disyunción, un mes antes. Los extraños sonrieron al verme, pero los lugareños se mostraron molestos por nuestra presencia.


Uno de los extraños me tendió la mano; yo le correspondí. Luego hizo igual con Pérez y eso calmó al campesino que se oponía a nuestra visita. Nos sentamos alrededor de la hoguera.

…me puse a observar a los extraños con más atención, para poder descubrir su nacionalidad. Eran altos. Por su estatura no se les podía distinguir de una u otra raza terrestre. Lo único que resaltaba eran sus hombros caídos y su talle bien proporcionado, mas -tratándose de otras características raciales- se podría asegurar que estaban formados por una mezcla de todos los pueblos de la Tierra. La forma de sus rostros semejaba la de los árabes; los ojos se parecían a los de la raza mongólica; la nariz a los de la nórdica; la barbilla daba la impresión de ser de procedencia hindú, y el color de su piel era rosado claro. Después de observarlos llegué a la conclusión de que el mayor porcentaje de sus facciones se parecían a las de la raza mongólica. Irradiaban una simpatía personal muy agradable y eso me indujo a pensar que ésta podría ser una de las razones que atraía a los campesinos.

Pensé levantarme para partir, pero uno de los extraños se acercó y se sentó a mi lado diciéndome:
-Quédate, amigo; si te gusta conversaremos. Tal vez aclararías algunas de tus dudas respecto a nosotros.
-Mi única incógnita relacionada con ustedes es: ¿Por qué están acá y qué es lo que persiguen? El extraño sonrió. Por su sonrisa constaté que mi brusco comportamiento no le había ocasionado ninguna molestia. Cogió un palito y observándolo dijo:
-Sabemos que tú no creerás lo que te vamos a explicar; ese comportamiento hacia nosotros es natural, porque las células de tu ser lo están rechazando. Pero nos agradaría que pudiera estar algunos minutos más con nosotros para conversar. Además, no debes tener miedo, tú estás armado, nosotros no. -Mientras el extraño hablaba, me di cuenta que su traje era una malla hecha de un hilo finísimo, parecido al nylon. En la parte de la malla que cubría su pecho, había quince botones alineados en cinco filas de tres. Alrededor de la cintura, de los tobillos y puños, había unas bolsitas sin aberturas, pegadas a la tela como bolsillos, unas al lado de otras, y sus zapatos eran simplemente el terminal de la malla. Tenían la cabeza cubierta con una capucha bien ajustada que era parte de la malla, dejando libre el rostro desde la frente hasta el cuello.


-Veo que a sus amigos no les agrada mi presencia- respondí, refiriéndome a los pastores que me miraban con odio.
-No te preocupes por ellos, no te harán daño, son egoístas, o como ustedes dicen, “celosos”, pero no agresivos.
-¡Nosotros!, ¿y ustedes cómo lo dicen? -pregunté burlándome.
-En nuestro idioma no hay palabra que exprese el egoísmo ni sus derivados; por ejemplo, “yo”, “mío”, “para mi...”
-Ya lo sé, va usted a decirme que vienen de otros mundos donde no hay el yo prepotente, el “mío”, el “tuyo”, el “para mí” ¡que allá la gente “vuela”, las mujeres “no paren”, las plantas “hablan” y tantas otras cosas de brujos- respondí con impaciencia.
-¿Puedo pedirte un favor?- me dijo el extraño respetuosamente.
- ¿De qué se trata?
- En mis tiempos libres acostumbro practicar ciertos ejercicios gimnásticos; los que me han visto hacerlo dicen que les ha gustado. Quisiera saber tu opinión.
- Está bien, pero no demore mucho; estoy cansado y tengo que regresar. Además, puede llover.
-No lo olvidaré- respondió el extraño y añadió mirándome: Tratándose del “yo”, en el idioma de nuestro planeta existe esta palabra, pero sólo como pronombre y no tiene otro uso que pudiera tener un significado egoístico. Tú estás pensando que nosotros somos espías terrestres, no importa, sigue sosteniendo ese pensamiento hasta que tus células comprueben lo contrario, es tu derecho.


Nevado de Huascarán

Se puso de pie. Con una capucha de material delgado y transparente, se cubrió la cabeza, rostro y cuello. Noté que de la parte que cubría las orejas, sobresalían dos pequeñas puntas de un material brillante y que no pasaban de dos centímetros de largo. Por primera vez vi que los extraños cubrían su rostro con una malla tan transparente que no alteraba en nada su forma ni color, y eso me sorprendió. El extrañó que estaba sentado a mi lado, me miró y sonriendo me dijo:
-Este aparato y los guantes lo utilizamos sólo cuando hacemos vuelos individuales, sin máquinas voladoras, para protegernos el rostro y las manos- explicó.
No le contesté nada. Tampoco le hice ninguna pregunta. Miré de nuevo al extraño que se preparaba para volar, y vi que acababa de ponerse unos guantes blancos como la nieve.

Enseguida se alejó algunos metros y apretó uno de los botones de su pechera. De pronto noté que los adminículos que tenía alrededor de la cintura, de los tobillos y puños, empezaron a inflarse tomando forma de un cono truncado. Se escuchó un soplo de viento sumamente leve, y el extraño se elevó a gran velocidad, desapareciendo entre las nubes. Pensé que para elevarse tan velozmente, había utilizado los adminículos que le proporcionaban, en alguna forma, la propulsión necesaria, y que regresaría cayendo, valiéndose de un paracaídas, pero no sucedió así. Mientras yo esperaba que el extraño volador cayera verticalmente, tal como se elevó, Pérez, que se encontraba conversando con el otro y con los campesinos, se me acercó y entusiasmado me dijo:

- ¡Mire hacia allá, señor!


Miré en la dirección que me estaba indicando y vi que el forastero regresaba planeando sobre los árboles y peñascos, volando horizontalmente a una altura de doscientos metros, igual que un ave. Me sorprendí por tan extraña demostración. Nunca había leído ni escuchado hasta entonces, que los científicos hubieran descubierto algún medio para que las personas pudieran volar individualmente como las aves, sin valerse de máquinas. La actuación del extraño originó en mí una gran sorpresa, pero eso no cambió mi opinión sobre la existencia de los extraterrestres, y mucho menos que estuvieran visitando nuestro planeta. El forastero descendió como un águila, sin hacer ruido, y se posó a mi lado. Me miró y sonriente me dijo:
- Dime, amigo, lo que acabas de ver, ¿lo pueden hacer los terrestres?
- ¿Cómo lo hiciste? -pregunté.
-Estos aparatos que tengo alrededor de mi cintura, tobillos y muñecas, se llenan de iones positivos y cuando empiezan a funcionar nos desgravitamos. Eso nos permite obtener la velocidad deseada y la posibilidad de realizar vuelos verticales, horizontales, zigzaguear, elevarnos y descender. En Apu todos hacemos vuelos individuales. Este es uno de los procedimientos que empleamos para movilizarnos en el planeta, desde hace billones de años.
-No conozco qué es un ion. Tampoco sé hasta dónde ha llegado el conocimiento científico del hombre en ese sentido; pero lo que me mostraste no es suficiente para que yo cambie mi opinión de que ustedes están utilizando inventos secretos para con esto sorprender a todos los que les vieren y así lograr sus fines.


El extraño calló por un instante, luego sonrió y me dijo: 
-Venimos del planeta llamado Apu, ubicado fuera de la galaxia Láctea. Somos protectores de la célula y la vida, por eso estamos viajando por el espacio para ayudar de modos diferentes a los demás seres, pero no para presionar con el fin de que crean en nuestra existencia y “poderes extraordinarios”.

Continuando con su narración, me contó acerca de la explosión de Apu, de la formación de las galaxias, del poblamiento de la Tierra y de otros planetas, así como muchas otras cosas desconocidas e imposibles de creer racionalmente. Los relatos del extraño originaron en mí, sentimientos de burla y simpatía a la vez.

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El contactado Vitko Novi

Un día antes, en el trabajo, un joven apellidado Quispe me contó que él conocía los caminos de la región que yo había elegido para mis próximas exploraciones, y me pidió le permitiera acompañarme. Acepté su oferta y acordamos efectuar el paseo el próximo domingo.

Pag. 27

DOMINGO 15 DE MAYO DE 1960

El sonrió y aceleró el paso. Habíamos subido a la cumbre de un escarpado cerro ubicado frente al nevado de Champara. Nos encontrábamos, pues, a más de cuatro mil metros de altura sobre el nivel del mar, y el viento frío nos agotaba.

Nevado de Champará (altitud 5.750 m.), Departamento de Áncash, en la Cordillera Blanca, Perú
Avanzamos animosamente. Minutos después nos encontrábamos ya en la cumbre de la loma. Frente a nosotros apareció, efectivamente, una llanura parcialmente atravesada por profundas zanjas formadas por algún remoto huayco, lo que contrastaba con los bosques y arbustos que crecían en algunas áreas. Nos apuramos en subir sobre un peñasco elevado para darnos cuenta de los pormenores del lugar. De pronto, a poca distancia de nosotros vimos un claro de regular extensión donde pastaban vacas, ovejas, cabras y algunos caballos, que casi cubrían el área total. Al final de la planicie destacaba una cabaña construida con palos sin labrar. Por su techo de paja a dos aguas, salía un humo blanco que se esparcía por el espacio empujado por el viento. Frente a la choza ardía una fogata. Alrededor se veían varias personas sentadas en el suelo.

El hombre que nos recibió habló a los niños pero ellos no le hicieron caso. Una de las mujeres tomó los caramelos y se los entregó a los chiquillos. Me agradeció. Enseguida arrugó la frente, se puso triste y una lágrima rodó sobre su rostro curtido por el frío de los Andes. Eso me preocupó y supliqué a Quispe que le preguntara cuál era el motivo de su desasosiego.

-Señor, gracias por la pena que siente; ella está llorando porque tiene un hijo enfermo. Hace ya nueve días el niño fue a ese cerro, subió sobre una piedra, resbaló y al caer se quebró el brazo derecho y varias costillas.

A pesar que el hospital de Huallanca se encontraba a varios kilómetros del lugar, decidí hacer el intento de trasladar al niño lo más pronto posible, para que los médicos lo auxiliaran. Comuniqué a Quispe mi decisión y le pedí que explique a la madre del niño nuestro propósito.

Esta se enfureció, entró en la cabaña desesperadamente y gritó a Quispe amenazándole con los puños; a mí me agarró del brazo y me echó afuera con una fuerza inexplicable. Caí al suelo.

Secuencia 1: OVNIs sobre Yungay (Andes peruanos, recogida en el libro UN ESTUDIO SOBRE LOS OVNIS, de Richard Greenwell FUENTE DE FOTOS: http://www.legadocosmico.com/articulos_detalle.php?id=443&tipo=Fen%C3%B3meno_Ovni


Secuencia 2: OVNIs sobre Yungay (Andes peruanos, recogida en el libro UN ESTUDIO SOBRE LOS OVNIS, de Richard Greenwell FUENTE DE FOTOS: http://www.legadocosmico.com/articulos_detalle.php?id=443&tipo=Fen%C3%B3meno_Ovni

Quispe se acercó y me dijo:
-No tema, señor, la madre del niño dice que los dioses del cielo vendrán para curar a su hijo y que no lo toque más

Quispe me agarró del hombro bruscamente.
-¡Mire para allá, señor!- gritó con desesperación. -Volteé la cabeza hacia la dirección señalada y vi que un aparato parecido a una avioneta descendía verticalmente desde las nubes. Se posó entre las cabras y ovejas sin hacer ningún ruido. Era de color diferente al de los platillos que había visto anteriormente. Pensé que se trataba de alguna maniobra militar y esperaba que desembarcaran los soldados para conversar con ellos. Al poco rato, del interior de la nave salió uno de los extraños. Vestía la malla, para mí ya familiar, pero su talle difería de los que había visto antes. Este tenía hombros como los nuestros, cadera pronunciada y era de menor estatura. Se dirigió hacia nosotros sin pisar la hierba, desplazándose en el aire a unos centímetros del suelo.
-¿Por qué anda de esa manera?- pregunté a Quispe, confundido. 
-Dicen que para no torturar a las células del césped, pisándolas- respondió éste con tono serio. Yo sonreí.

Mientras el extraño se acercaba hacia nosotros, me di cuenta que Quispe y todos los campesinos estaban arrodillados con las palmas juntas frente a la cara e inclinados hasta el suelo. Parecían estar en una ceremonia religiosa. Eso me sorprendió, pero también aclaró la incógnita sobre la llegada de los “dioses” que la madre del niño me había anunciado una hora antes. Mientras tanto, el extraño ya estaba entre nosotros. Enseguida noté que era de raza blanca y esto confirmó mis sospechas de que eran espías. Al observar con atención, me di cuenta que el visitante era mujer porque sus senos así la identificaban. Ella hizo una señal a los campesinos para que se levantaran, y éstos obedecieron sin demora. La visitante se dirigió hacia la cabaña sin hablar con nadie, entró y luego salió cargando al niño en brazos; lo llevó a la nave sin demora. Todos los presentes permanecíamos en silencio, pero en los rostros de los pastores se notaba una expresión alegre.

Los minutos transcurrían y el silencio dominaba el lugar.

De pronto vi que el niño bajaba solo por la escalerita de la nave y al llegar al suelo corrió hacia nosotros, agachándose de vez en cuando para coger las piedras, mostrando así su perfecto estado de salud. Por haberlo visto cuando estaba hinchado, no lo reconocía y pensé que éste era otro niño, miembro de la tripulación. Entonces esperé la reacción de la madre del pequeño. Aún el chiquito no había recorrido la mitad de la distancia entre la nave y nosotros, cuando su madre corrió hacia él gritando de emoción. Los presentes se abrazaban y daban gritos de alegría.


El niño no mostraba ninguna anormalidad en su organismo y eso lo demostraba con su sonrisa, su agilidad y la exigencia a su madre para que le dé de comer. Mientras yo estaba examinando al “paciente resucitado” y me asombraba de lo que acababa de suceder, la extraña médica, con un compañero suyo, ya estaba entre nosotros.

En eso, la extraña “médica” se me acercó.
-Mi nombre es Ivanka, amigo ¿Cuál es el tuyo?- habló en voz suave y en mi dialecto. Le dije mi nombre descortésmente. Ella sonrió. El nombre de la extraña trajo a mi mente la idea que ella era ciudadana de algún país europeo a cuyo servicio estaba, y empecé a tomar interés para descubrir su origen.
-Su nombre parece ser de origen eslavo, suena bonito... ¿De qué país es usted?- le pregunté en tono cortés.
-No pertenezco a ningún país. Mi patria es el universo, soy ciudadana de todos los países y hermana de todos los seres que en él existen.
-Me gusta lo que está diciendo, no sé si ciertamente piensa así, pero por lo menos sus palabras encierran en si sabiduría. Tampoco comprendo qué es lo que pretenden, más lo que acaban de hacer con el niño es una obra compasiva que merece agradecimiento.
-Amigo, te pido por favor que me trates de tú, ¿puedes?- me pidió la extraña súbitamente. 
-¿Por qué?
-Nosotros acostumbramos tratarnos de esta manera; si no te es posible hacerlo, prosigue según te agrade.
-De acuerdo- respondí afirmativamente, y luego continué- Dime, Ivanka. ¿Cómo han curado al niño con tanta perfección y en tan poco tiempo, o tal vez lo hipnotizaron a él y a todos nosotros?
-Amigo, aún no he respondido a tus dudas sobre mi identidad; lo haré ahora. Te dije que soy ciudadana de todos los países del universo y hermana de todos los seres que en él existen. Soy ciudadana de Apu. El deber innato de todo apuniano es proteger la vida celular y ayudar a los seres en cualquier lugar donde nos encontremos. Nosotros no conocemos preferencias, privilegios, cobros, favoritismos ni el ventajismo. Nuestro cariño, amor y sabiduría, son para todos los seres por igual, porque somos parte de todo lo existente en el universo.



Me sentí atolondrado por tanta filosofía que la extraña acababa de verter sobre mí en pocos momentos. Callé algunos instantes y al reaccionar le dije:
-Pero aún no me respondiste cómo han curado al niño.
-Perdóname- contestó Ivanka. -Nosotros tenemos varias formas de curar; una de las más positivas es la desintegración e integración.
-¿¡La desintegración e integración!? ¿Qué forma de curar es esa?
-Desintegramos las células del cuerpo del paciente hasta sus más pequeñas partículas, y luego integramos un cuerpo perfectamente sano, con células nuevas- me respondió.
-¿O sea que también pueden crear células?           
-Sí, amigo. Hace billones de años, desde que los apunianos descompusieron el átomo a su mínima partícula. Con ese trabajo obtuvieron los más altos poderes, tales como la inmortalidad, el dominio sobre los iones positivos y muchos otros más.
-¿Cómo se llama esa partícula mínima del átomo?- pregunté en tono jocoso.
-Se llama Minius (*), según la traducción del idioma apuniano- respondió Ivanka enfáticamente.


Escuchar una explicación tan insólita en aquel entonces, alteraría la serenidad de cualquiera. Pero como yo ya conocía las cantaletas de los extraños, sólo pensé que estaban intentando convencerme, valiéndose del hipnotismo, para que creyera en sus “superpoderes de otro mundo”.
-Escucha, Ivanka- le dije, ¿podrías hacer una demostración que me permita captar, al instante, qué es la desintegración e integración?
-Sí, amigo, lo haré con mucho agrado. Mira aquellas ovejas y cabras que están pastando allá en la pampa

Un perro ladró persiguiendo a las cuculíes que junto con las gallinas rebuscaban comida en un basural. Las aves volaron al ras del suelo hacia el rebaño, y todos miramos al inquieto perro que intentaba alcanzarlas en pleno vuelo. De pronto las ovejas y cabras desaparecieron y en su lugar aparecieron arbustos con flores diversas.
Allí estaba toda la variedad que existe en nuestro planeta. La mayor parte era desconocida para nosotros. Los campesinos se arrodillaron y se inclinaron como si estuviesen en misa. Quispe se acercó a mí, me codeó y en voz baja sugirió:
-Arrodíllese, señor, no se quede parado- No le hice caso. El se arrodilló.


En la pampa, en aquel instante, el perro era el único animal pedestre que se movía porque perseguía a las cuculíes. Un tétrico silencio dominaba el lugar y mientras tanto, yo intentaba descubrir el cómo y el por qué de aquel insólito suceso.
-¿Qué es lo que estás viendo en la pampa, amigo?- me preguntó Ivanka con tono amable.
-Veo lo que tú quieres que vea: un perro persiguiendo a varias aves y cantidades de flores que tú acabas de “sembrar” para nosotros, hipnotizándonos. -Quispe levantó la cabeza y me miró de soslayo, con enojo. En ese instante vi al compañero de Ivanka, ahora jugando con el perro que había dejado de perseguir a las cuculíes. El extraño se mostraba indiferente a las escenas que estaban sucediendo en el campo, como si aquellas flores hubieran sido sembradas muchos años antes.
-¿Quieres que volvamos a convertir las flores en cabras y ovejas?- me preguntó Ivanka, esta vez con más naturalidad.
-Conviértelas en palomas- respondí burlonamente como para desquitarme de sus, para mí, fechorías hipnotizantes a las que nos sometían.

Ella se puso de pie, me miró y sonrió con amabilidad. Extendió sus manos horizontalmente, con los dedos hacia las flores, y de pronto la pampa se llenó de palomas grandes y pequeñas. Los perros ladraron y corrieron tras de ellas persiguiéndolas. Estas volaban a unos metros del suelo, se alejaban y se posaban otra vez, picoteando la hierba. Me sorprendí. Pensé que los extraños podrían hipnotizar y sugestionar a las personas para que vieran con diferentes apariencias a las cosas y a los seres, sin que éstos cambiaran sus formas verdaderas; pero hipnotizar y sugestionar a los perros para que ellos vean, en lugar de ovejas, palomas, y que las correteen por el campo, me asombró. Sentí miedo. Ivanka comprendió mi alteración, extendió sus manos de nuevo y las cabras y ovejas aparecieron pastando como unos minutos antes. Los perros regresaron. Quispe se persignó, se levantó, vino a mi lado y en voz baja me dijo:
-¿Se ha asustado usted, señor?
-Aquí no hubo nada que me asustara- le respondí, tratando de recuperar la serenidad.


Los campesinos se levantaban persignándose y empezaban a comentar el acontecimiento. Mientras yo estaba recuperando la tranquilidad, un niño me habló algo en quechua. No le comprendí.
-Quiere que vuelvan las palomas otra vez- me tradujo Quispe. Sonreí. Eso alivió en algo mi nerviosismo. Al pequeño le había impresionado la enorme bandada y seguía pidiendo que regresaran.
-Diga al niño que pida eso a la señorita Ivanka, ella es la única que puede hacer que vuelvan las palomas- sugerí a Quispe. En eso, una cuculí voló desde el bosque; no sé si por orden de la médica o casualmente, llegó hasta nosotros y se posó sobre el hombro izquierdo del pequeño. Este la acarició y gritó lleno de alegría, llamando a su mamá para mostrarle el ave cariñosa que permanecía sobre su hombro.


Permanecí en silencio. Ivanka, Pedro, ovejas y cabras convertidas en flores, éstas convertidas en palomas y éstas en ovejas y cabras; apunianos, platillos voladores, avioncitos y tantas otras manifestaciones insólitas y extravagantes, recargaban mi mente de tanta confusión que no sabía si mejor sería huir para no soportar aquella impresión, o permanecer esperando el final del espectáculo.
-Si deseas, vamos a la nave, verás más cosas desconocidas ¿o tienes miedo?- me dijo Ivanka sonriente.

Cuando llegamos a la nave, vi que ésta se mantenía en el aire, a unos sesenta centímetros de altura sobre la superficie. Comprendí que aquella extraña forma de posarla se hacía con el propósito de no dañar las células del pasto y no hice preguntas. También descubrí que aquel aparato, por la forma de sus alas, era una avioneta aunque de modelo raro, pues su cuerpo era corto pero grueso, como de un avión de pasajeros.
-Es de alas plegables y supera la velocidad de millones de kilometros por minuto- me dijo Ivanka refiriéndose a la nave.


Las puertas, que estaban ubicadas entre las alas y la cola, se abrieron retrayéndose en las paredes cuando nos hallábamos a un metro de distancia. Desde adentro asomó un forastero semejante a los que ya conocía, pero a éste no lo había visto antes. Pensé que la nave se tambalearía por nuestro peso al subir y me puse a observar lo que ocurría cuando subía Pedro. El pisó la única escalinata que salió del interior al abrirse la puerta, y su pisada no provocó el menor movimiento en la “avioneta”. Subimos Quispe, Ivanka con un perro y yo. Adentro, una habitación ovalada, sin ángulos rectos bastante extensos y amoblada con varios sillones. En las paredes se veían varias pantallas empotradas, semejantes a las de los televisores, pero de un color agradable.

-Este es nuestro amigo Alif- me dijo Ivanka presentándome al forastero que encontramos en la nave. Le extendí la mano y le dije mi nombre. El me invitó a sentarme señalándome uno de los sillones más cercanos. En aquel instante sentí una agradable e inexplicable sensación. Me asusté; Alif me miró.
-Estás desgravitado, amigo, tu peso ahora es de ochenta gramos- me dijo sonriente.

OVNI sobre California, año 2004
Ivanka sonrió y se sentó en un sillón, a mi lado.
-Todo esto te parece muy extraño, ¿verdad?- me preguntó de repente.
-Sinceramente, sí- contesté.
-Es lógico. No es de esperar otra cosa. Yo también me sentí muy extraña cuando subí por primera vez a una nave apuniana.
-¿Cómo es eso, Ivanka? ¿Acaso tú no eres de ese planeta, Apu?- pregunté con inquietud pensando que aquellos forasteros se habían propuesto divertirse conmigo, burlándose de mi ignorancia.
-Hermano mío, cálmate por favor. Tienes derecho a opinar sobre nosotros según la inspiración celular de tu mente. Pero te aseguro que no hacemos daño a ningún ser- me dijo Ivanka suplicante. Decidí, entonces, hacer un esfuerzo para soportar hasta lo máximo.
-Hace cuarenta y siete años que soy ciudadana de Apu. Allá la gente es positiva, no existe daño, egoísmo, ambiciones ni odios, créeme, y si tomas las cosas con calma, tú solo te convencerás que es así.
-O sea... ¿tú no has nacido en Apu?- pregunté riéndome descortésmente al pensar que la extraña intentaba dominarme con engaños y que posiblemente hasta pretendería hacerme creer que era mi paisana. 
-No, amigo, soy terrícola- contestó con finura.

Dubrovnik, Croacia
-¿Dónde has nacido, entonces?
-En la ciudad de Dubrovnik, en la orilla Yugoslava del Mar Adriático- respondió ella mirándome sonriente (*)
-Eso significa que somos paisanos, ¿no es así?
-Efectivamente, es cierto. Pasé mi infausta niñez a orillas del Adriático.
-Dijiste que has pasado una niñez difícil. ¿Por qué?
-Durante mi infancia soporté todas las miserias que el egoísmo y el dinero originan, y que están manchando y torturando la vida en la Tierra. Por eso sé de sobra lo suprema que es la labor en favor de los demás, eso lo aprendí en Apu y aquí en la Tierra lo sufrí personalmente.
…Hasta ahora conozco un millón diecinueve mil catorce civilizaciones en el universo, mas no he visto ninguna que haya podido subsistir sin su propio esfuerzo planeado positivamente. La evolución y adelantos de cada una de ellas, es exactamente proporcional a la unión, el trabajo y el estudio que practican.
-¿Y qué te parecen los adelantos terrestres logrados hasta ahora?- pregunté irónicamente.
-Con el principio de este siglo ha empezado un desarrollo considerable de la vida terrestre, pero no se logrará por completo hasta que no se unan fraternalmente, lo que les permitirá organizar su trabajo, su estudio y un modo de vida sin discriminación. Mientras los terrestres sigan interrumpiendo las labores durante las dos terceras partes de cada día, encontrándose sin ocupación casi la mitad de las personas aptas para trabajar y la mayor parte de lo trabajado lo estén asignando para la guerra, la sociedad humana agonizará en la miseria- afirmó Ivanka mostrando en su rostro la preocupación. Luego prosiguió y narró episodios de su lucha para sobrevivir en la Tierra, desde que fue abandonada por sus padres, antes de cumplir diez años de vida.
…En la pared de enfrente funcionó una pantalla y en ella empezaron a desfilar todas las escenas según las contaba Ivanka. Pensé otra vez en hipnotismo o alguna otra forma de sugestionar a las personas para que vieran en las pantallas lo que pensaban.


Pedro se acercó y me dijo sonriente:
-Amigo, no es lo que estás pensando. Estas pantallas funcionan por orden del pensamiento, es cierto, pero las escenas son reales, tal como sucedieron. Los iones positivos no mienten. Una vez que la pantalla ha recibido la orden de mostrar un tema cualquiera, trabaja independientemente de todo pensamiento. Tu sorpresa y alteración son manifestaciones de tus células aún no positivadas. Para que se familiaricen se necesita algún tiempo.

- ¿Sabes? - me dijo Ivanka -, ordena a la pantalla que reproduzca tu vida, verás si hay algo de cierto en eso.

Obedecí a la extraña y pensé en mi nacimiento. Las escenas empezaron a desfilar, pero en una dimensión extraña como si el campo, las personas, los bosques y los animales, se hubieran reducido de tamaño conservando su forma y mostrando las acciones y temas hasta en el más mínimo detalle. Me parecía que podía tocar todo lo que veía. Vi mi nacimiento, mi niñez y luego mi juventud, en detalle y con escenas íntimas que nadie hubiera podido filmar para mostrármelas. También desentrañé muchas incógnitas y por qué sobre lo que había sucedido durante la Segunda Guerra Mundial y que yo ignoraba. Vi los destinos de mis amigos desaparecidos, los lugares y las escenas de cómo murieron mis compañeros, muertes detalladas de los soldados y tantos otros sucesos que antes desconocía cómo pudieron haber ocurrido. Empecé a meditar sobre lo que veía y por razonamiento lógico de los casos, llegué a la conclusión de que cada uno pudiera haber sucedido según lo veía en la pantalla.

Pedro y Alíf salieron de la nave. Ivanka hizo funcionar una pantalla más cercana a nosotros. En ella aparecieron los dos, parados a poca distancia de la puerta. De pronto se elevaron como lo hizo el apuniano cuando me mostró sus adelantos para volar individualmente, durante el encuentro anterior. Volaban a la velocidad normal de una avioneta y a unos cien metros de a superficie, zigzagueando entre los peñascos, la nieve amontonada, subiendo y bajando como las aves. Pero lo que más impresionaba era la forma, la claridad o la dimensión en la cual se percibían sus vuelos. Por donde pasaban, todo se veía como si uno estuviera allí, presente entre las cosas para tocarlas a cada una. La claridad de los colores asombraba. Daba la impresión de que todas las cosas y lugares habían sido retocados con un esmalte que agradaba y que los estábamos observando por medio de algún aparato óptico sumamente poderoso. 


-Este aparato gradúa los colores según el agrado de las células que componen el órgano óptico del observador- me dijo Ivanka interrumpiendo la observación en la pantalla, de los sitios por donde pasaban volando sus compañeros.

…En eso miré hacia Quispe y vi que estaba viendo en una de las pantallas, a Elena de Troya con toda su comitiva, con tranquilidad tan profunda como si estuviera mirando un programa de televisión en su propia casa. Me sorprendió la personalidad de la princesa griega que con su belleza había provocado una guerra sangrienta entre troyanos y griegos, hacia miles de años. Vi, pues, la gente de aquellas épocas de las cuales la historia sólo hace una mención oscura, alejada de la realidad. Su físico, su vestidura, su trato, su forma de vivir y su cultura, fueron olvidados.

…Las cosas, animales y personas que estaba mirando en la pantalla se veían tan explícitas y tan agradablemente como si me encontrara entre ellos. Cualquiera de las cosas que percibían mis ojos: los campos, personas o animales, si no me eran conocidos en detalle, tras su figura venia una minuciosa explicación de sus orígenes, usos, duración y aspectos positivos o negativos. Acepté, pues, seguir viendo aquellos reyes y príncipes de los cuales tanto había escuchado durante mi infancia.


-El hombre ignora muchas cosas todavía- interrumpió Ivanka.- Pero él no tiene la culpa de todo. Hubo tantas destrucciones y guerras, que se ha borrado hasta la última huella de muchos hechos, de tal manera que ignoramos incluso nuestro origen. Mira en esta pantalla-, me dijo señalándome una que funcionaba a su lado derecho. Volteé la cabeza y vi a Pedro y Alif en una quebrada de los nevados de Champara, posados sobre una pared hecha de bloques gigantescos de piedras de más de diez metros de alto y de un ancho similar cada uno. Montañas de hielo se levantaban sobre ellos, como si se hubieran propuesto ocultar para siempre aquella obra de los primeros trabajadores que la Tierra tuvo en su superficie.
-¿Qué es eso?- Pregunté sorprendido a Ivanka.
-Estos son restos de una ciudad apuniana, construida antes que Apu explosionara, hace billones de años.


-¿De qué explosión me hablas?- pregunté confundido por no comprender de qué se trataba.
-Me referí a la explosión de Apu, cuando nacieron el Sol y muchas galaxias- me dijo y prosiguió explicándome sobre lo ocurrido.
-¿Son grandes esas ruinas?- pregunté por curiosidad.
-Sí, son restos de una ciudad que fue la más grande de Apu en esa época, pero la explosión la destruyó y su mayor parte se dispersó por el espacio; el resto fue sepultado. Lo único que quedó de ella en la superficie, es aquella pared que vimos en la pantalla. Mira allá. Obsérvala cómo era cuando vivía gente en ella.

Miré en la pantalla y vi una ciudad de calles anchas, casas no más altas que de dos picos, construidas con bloques de piedra tan gigantescos, que en muchos casos uno solo componía la pared integra de la casa
-¿Cuál era el nombre de la ciudad?- pregunté a Ivanka.
-Simi, en apuniano- respondió ella con un acento raro.
-¿Cómo han podido cargar tan enormes piedras? ¿Tuvieron máquinas especiales para ese trabajo?- pregunté asombrado.
-No, amigo. Los apunianos han desarrollado sus facultades al máximo; uno de los resultados es el dominio de la desgravitación. A esas piedras les quitaban su peso específico y luego las trasladaban sin dificultad a los lugares deseados. También se pueden transportar por medio de la desintegración e integración, mas ese sistema se usa sólo en casos especiales. El desgravitar es más conveniente. Observa- sugirió. Y mientras yo estaba viendo en la pantalla cómo montañas de piedras desgravitadas volaban por el aire de un lugar a otro como empujadas por el viento, mi compañero Quispe me informó que el fin de aquel día, 15 de Mayo, se estaba acercando.

…En eso, Pedro y AIif entraron en la habitación, se nos acercaron y dijeron “Todo por los demás’.

-Es nuestro saludo, que ya conoces- me dijo Pedro con tono suave; se sentó en un sillón cercano y empezó a conversar con Ivanka sobre las ruinas de la ciudad de Simi y el viaje que habían realizado por los nevados de Champara. Mientras tanto, afuera oscurecía.

…Afuera llovía a cántaros. Era muy difícil caminar en la oscuridad, bajo la lluvia, por las abruptas faldas de los cerros de Champara, no teniendo más camino que un sendero hecho por las pisadas de cabras y ovejas.
-Si tú aceptas, te ofrezco mi ayuda para acompañarlos hasta Huallanca.

…No podía arriesgar en nada mi responsabilidad del trabajo y acepté la proposición de Pedro. Este apretó uno de los botones de su chaleco. Inmediatamente -a un metro de sus lados y de su cabeza- se formó un arco en forma de herradura, que alumbraba decenas de metros con luz diurna. Nos despedimos de Alif e Ivanka y... partimos.


Durante el camino no hablé con ninguno de mis acompañantes. Las rarezas que estaba experimentando producían en mi mente una sensación inexplicable que no sabía cómo calmar. Era imposible para mí, convencerme que los habitantes de otros mundos -si los hubiera- viniesen a visitar la Tierra para alojarse en las desoladas montañas de los Andes peruanos, como si ese lugar fuese un centro desde donde se observara el universo. Entonces me preguntaba qué nación de la Tierra había desarrollado sus adelantos técnicos de tal manera que las personas pudieran volar individualmente, tener conocimientos tan maravillosos como el uso de la mínima partícula existente, desintegrar e integrar la materia, quitar y devolver el peso específico y la atracción a las cosas, andar bajo la lluvia sin mojarse, generar un halo de luz diurna alrededor de su cuerpo, tener pantallas del tiempo por las cuales se pueden ver el pasado, el presente y el futuro. Estas y otras incógnitas bombardeaban mi mente originándome molestias.


…Cuando nos acercábamos a la ciudad de Huallanca, noté que Pedro se había cambiado de ropa sin detenerse un instante. En lugar de su vestimenta característica, ahora estaba vistiendo prendas de confección campesina y calzaba abarcas de jebe, igual que los pastores del lugar.
-¿Cómo te cambiaste de vestido sin detenerte?- le pregunté.
-Desintegré mi malla y la integré en forma de vestido campesino- respondió con naturalidad.
-¿Por qué hiciste eso?
-Para confundir mí presencia con la de los lugareños y no llamar la atención con mi ropa.
-¿Quién nos va ver ahora, de noche y con lluvia, cuando todos están, necesariamente, en sus casas?
-Todos, menos aquel que está sentado allí- me dijo señalando con su mano. Miré y efectivamente era cierto. Un campesino que cargaba varias cosas compradas en la ciudad, estaba descansando a unos cientos de metros de su choza.

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SABADO 4 DE JUNIO DE 1960

Para aquella excursión me alisté con la señal del alba y cuando salió el Sol yo ya estaba subiendo a los cerros en dirección al nevado de Milwaqocha, por las alturas, entre los riachuelos Cedros y Kitaraqsa. Aquel día nadie me acompañaba, por eso decidí visitar los lugares más accidentados, porque acompañado, la elección de los lugares por visitar dependía de la determinación conjunta, lo que a veces resulta contrario a los deseos de uno.

Eran las diez de la mañana cuando me encontraba en la cima de un cerro, al frente del Huaylas, sobre el Cañón del Pato. Había caminado desde las cinco de la madrugada y determiné descansar para observar con los prismáticos los altos picos de los alrededores. De pronto, descubrí, a una distancia de más o menos mil metros, un aparato de los visitantes, de igual modelo y color que el que había visto hacía ya cuatro semanas cuando me presentaron a Ivanka. Sinceramente no me gustó, pero como ya estaba en el lugar, resolví acercarme para curiosear. Después de haber descansado algunos minutos, me dirigí hacia la nave. Cuando me acerqué a unos cientos de metros, me sorprendí al ver que tras un peñasco, a corta distancia de la nave, se veía un grupo de personas. Eso me preocupó un poco porque no comprendía el idioma quechua y estaba sin acompañante que me pudiera servir de intérprete.

Decenas de metros antes de llegar, un extraño me recibió. No le había visto antes, lo que me inquietó un poco, e intenté hablarle mientras caminábamos, para disimular mi alteración.
-No te alarmes, amigo -dijo- de pronto el extraño-; a nosotros no nos molesta en nada tu procedimiento, más bien nos agrada, porque sólo investigando con empeño sincero, se consiguen la verdad y el resultado positivo.

Por la confusión no hice caso a su declaración, ni tampoco me di cuenta que el forastero con su consejo, se refería a la denuncia que hice en la comisaría hacía varios días. Ya nos encontrábamos frente a la nave, cuando de pronto la puerta se abrió y salió Ivanka. A pesar que los visitantes no me agradaban, cuando vi a Ivanka me sentí un poco calmado, tal vez porque había hablado con ella varias horas en el encuentro anterior. Me recibió sonriente y me comunicó que mi visita le agradaba.
-Es nuestro amigo Zen- me dijo presentándome al forastero que me había recibido.
-¿También es apuniano? -pregunté con serenidad.
-Sí, amigo, por supuesto. A la tierra muy pocas veces viene otra gente extraterrestre que no sea la de Apu. Para otras civilizaciones la Tierra no es tan interesante, mas para nosotros sí porque es parte de Apu y los terrícolas son nuestros hermanos -las palabras de Ivanka me sonaron a broma y sonreí-. ¿Entramos en la nave o nos sentamos aquí? -preguntó ella.
-Como quieras- respondí.
-Vamos adentro, creo que es más positivo; podemos observar en las pantallas si algo te interesa -entramos.

El interior era idéntico al de la nave anteriormente vista. Me senté en un sillón; ella se sentó frente a mí.
-¿Quién les ha contado que yo intenté denunciarles?
-Por favor, dejemos de pensar en eso, ya te he explicado nuestra opinión del caso. Olvídalo, ¿quieres?
-Está bien, me olvidaré; pero dijiste que aclarar lo confuso es positivo. ¿Por qué no me aclaras lo que estoy preguntando?
-Si quieres saberlo, mira esa pantalla, ella te va decir todo -indicó Ivanka sonriente. Miré la pantalla que me acababa de señalar. En ella aparecimos Quispe y yo despidiéndonos de Pedro, tal como lo habíamos hecho aquella noche cuando el extraño nos acompañó, alumbrándonos el camino con su halo de luz diurna. A continuación aparecieron todos los sucesos en detalle: mi despedida de Quispe, mi entrada a la casa, la meditación y análisis de las razones que me condujeron a hacer la denuncia, mi conversación con el sargento y todas las burlas que éste hizo con los guardias sobre mi declaración, después que yo había salido de la comisaría.

-Amigo, ¿Por qué te estás maltratando así? Tienes que comprender que no has hecho nada malo.
-Está bien, señorita -le dije decididamente-. He intentado denunciarlos porque no sé quiénes son ustedes ni qué están buscando en este lugar.

Ivanka soltó una carcajada. Después de reírse unos instantes me miró hablándome comprensivamente:
-Amigo mío. Puedes gritar a todo el mundo y hablarle de nuestra presencia, pero nadie te creerá ahora y quizás por mucho tiempo, más eso no interesa. Nadie debe aceptar nuestra existencia por persuasión. Por favor, nunca intentes convencer a una persona para que crea que existimos o que estamos visitando la Tierra o cualquier otro planeta.
-Procuraré no hacerlo otra vez- contesté sinceramente porque me acordé de la ironía mordaz con que el sargento reaccionó ante mi denuncia.

…De pronto, de debajo de mi asiento salió una gaveta y a continuación otra del asiento de Ivanka. La gaveta de mi sillón contenía hojas de árboles, briznas de yerbas y pétalos de flores, pero el de Ivanka, libros, revistas y muestras de tejido artesanal. Me di cuenta que cada sillón era como una cómoda compuesta de varios cajones de diferentes tamaños. Ivanka comprendió que mi curiosidad era complacida y sonrió. Quiso decirme algo pero Zen se le adelantó.
-Todos nuestros muebles y naves tienen doble fondo y paredes dobles; es positivo tener un espacio a disposición. Además, las paredes dobles son necesarias para protegernos de los fenómenos espaciales.



-¿Por qué ustedes están cargando todo esto, cuando pueden obtenerlo o transportarlo por medio de desintegración?- pregunté en tono de burla.
-Son muchas las razones por las cuales llevamos lo que has visto. Es cierto que podemos integrar y desintegrar la materia hasta en sus más pequeñas partículas; también hemos logrado obtener la inmortalidad, casi anular el tiempo, llegar a velocidades altísimas y tantos otros poderes para corregir la naturaleza y los fenómenos negativos. Pero eso no es todo. Cada instante del tiempo es diferente en su forma, duración y acontecer. Esta es la Ley de la naturaleza con la cual están relacionados los días, los años, el trabajo, la necesidad de las cosas y los medios para corregir lo negativo y obtener lo positivo. Lo que ayer fue, hoy no es, y lo de hoy mañana será distinto o no existirá. Nada es idéntico y todo tendrá diferencias y transformaciones en cada instante, mientras el movimiento sea factor principal de la existencia- subrayó.
-Dime Zen -le interrogué-. ¿Cuál es la causa que está motivando la visita de ustedes a la Tierra?- Ivanka sonrió.
-En el apuniano es congénito proteger las células y por lo tanto ayudar a los seres del universo; esa es la causa esencial de nuestra visita. Nosotros no podríamos existir sin cumplir este precepto. Estamos visitando todos los planetas y ayudamos a los que encontramos durante el viaje. La diferente frecuencia de nuestras visitas a ciertos lugares de la Tierra, guarda relación con la mayor o menor cantidad de obras que hay en cada lugar, hechas por apunianos. Estas obras datan de épocas anteriores y posteriores a la explosión de Apu. Es cierto que, como tú dices, nosotros podemos ver todo eso por las pantallas del tiempo, pero cuando ya estamos aquí, es positivo contactar con nuestras antiguas obras.



Observa la pantalla -me sugirió. Volví la cabeza y vi en la pantalla, al frente, una inmensa multitud de gente en movimiento. Luego aparecieron unas máquinas semejantes a globos, otras a platillos voladores y otras a avionetas de tamaño muy pequeño, todas estaban volando a pocos metros sobre la superficie, despidiendo desde su interior un chorro parecido al aire, pero con la fuerza suficiente para hacer desaparecer obstáculos, tales como piedras y arbustos, dejando el suelo plano y limpio. Así obtuvieron una inmensa pampa de cientos de kilómetros cuadrados, limpia como un estadio y apta para la construcción. En seguida, enormes piedras labradas a la perfección e inteligentemente guiadas, caían como copos de nieve en los respectivos lugares de construcción, de acuerdo a planos arquitectónicos, y así se construían casas y calles.


Me sorprendí viendo que las enormes piedras, con un tamaño semejante a las paredes de nuestras casas de dos pisos, cayeran tan lentamente como si fueran tiras de papel, y que una persona pudiera dirigir varias, con una sola mano o con un simple soplo. Pensé, otra vez, en la sugestión hipnótica y cerré los ojos para no seguir viendo “mentirillas” inventadas quién sabe por quiénes. Instantes después, una mano tocó mi hombro derecho. Abrí los ojos y vi a Ivanka que me observaba con atención.
-¿Cómo se llamaba o se llama ahora esa ciudad?- pregunte a Ivanka.
-Cuando terminó su construcción le dieron el nombre de Kutzak, porque así se llamaba el apuniano que dirigió la obra, palabra que con el transcurso del tiempo fue transformada en Qosqo o Cusco, nombres actuales de la ciudad. Esa fue una de las tres más importantes ciudades y centros de desembarque que hicieron los apunianos durante el segundo poblamiento de la Tierra. En aquella ciudad, Kutzak, los apunianos  establecieron la primera industria química terrestre y fue una de las mejores del espacio hasta que el diluvio la destruyó.


-¿Dijiste diluvio?- pregunté sorprendido.
-Sí, amigo- respondió Zen. -El egoísmo y la ambición originaron tempestades y cataclismos tan desastrosos que rompieron el equilibrio del planeta; así, la línea ecuatorial ocupó el lugar del meridiano y viceversa. Como consecuencia, se destruyeron las mejores construcciones que la Tierra ha tenido desde que se separó de Apu. Observa la pantalla -sugirió; le obedecí. Dirigí la mirada hacia el aparato y vi que una tremenda e increíble catástrofe atmosférica azotaba el planeta terrestre y lo envolvía en nubes. Extraños e indescriptibles huracanes, truenos, ciclones y vientos, empujaban la Tierra como si fuera hojarasca y cuando terminó aquel torbellino destructor, la superficie terrestre quedó despoblada de plantas, animales y humanos. Los polos se habían convertido en la línea ecuatorial y ésta en meridiano. El lugar donde antes había estado la inmensa pampa con la impresionante ciudad de Kutzak, se había convertido en picos y quebradas de profundos abismos, sembrados de gigantescas piedras dispersas, provenientes de aquella fantástica construcción que había sido el orgullo de la Tierra. Sólo en tres lugares se veía una cantidad considerable de ruinas por las cuales el observador se podría dar cuenta que en aquella región había existido una indescriptible construcción.
-Si, amigo, fue espantoso y muy negativo. Aquel suceso originó un irreparable retraso en los adelantos del hombre y un problema para nosotros. Ha sido también causa de varios fenómenos que surgieron y subsisten hasta ahora. A causa de aquella catástrofe se desequilibró una parte del espacio, lo que motivó que nuestras ciudades volantes tuvieran dificultades durante cientos de miles de años en sus viajes por Vía Láctea. 



El espacio es sumamente complicado, lleno de misterios, incógnitas, y lo desconocido abunda a cada paso. Estas dificultades afectan nuestras visitas a esta galaxia, mas como en las décadas actuales la Vía láctea se encuentra desplazándose por unas zonas del espacio muy positivas, aprovechamos la oportunidad para visitar todos sus planetas y sistemas; a ello también se deben nuestras frecuentes visitas y largas permanencias en la superficie terrestre. No siempre es tan fácil acercarse a cada galaxia- subrayó Zen.
-¿Qué pasó con las otras ciudades que construyeron durante el segundo poblamiento?
-Igual suerte sufrieron todas. De unas quedaron partes no destruidas o enterradas totalmente bajo el lodo, de otras nada. Pero todas fueron alcanzadas por la tempestad. Sabemos que nuestra visita sorprende a los terrestres, eso es natural. Los habitantes de otros planetas también se sorprenden cuando se encuentran con nosotros. Unos nos ven con tranquilidad, pero la mayoría se asusta. Muy pocos han comprendido que nosotros somos simples viajeros y que estamos investigando las dificultades de la vida espacial, para enterarnos por completo de lo que soportan los seres sobre los planetas poblados- terminó.

…Para los apunianos la vida de los demás seres está en primer lugar y en segundo la de ellos mismos. Las plantas, los animales y los humanos, son producto de una misma madre y todos tienen igual derecho a vivir su ciclo sin sufrimientos originados por otros- subrayó.
-Entonces ¿de qué se alimentan los apunianos?- pregunté bromeando, a pesar que ya había espectado, por la pantalla, los comedores y alimentos apunianos.
-La alimentación apuniana se compone de concentrados compuestos en su mayor parte de minerales, y otra parte de semillas y frutos de plantas- respondió Amín.
-Te mostré la vez pasada, en la pantalla, los comedores y las reglas a que me sometí cuando comí por primera vez en Apu* -interrumpió Ivanka, recordándome escenas de su vida, relatadas anteriormente-. Lo más negativo que los habitantes terrestres practican, es quitar la vida a otro ser para su alimentación u otros fines. Alimentarse de esta manera, conjuntamente con los rayos solares, es causa de la agresividad; el egoísmo y una enorme cadena de desequilibrios celulares de su organismo- subrayó.


-¿Tú has vuelto a Apu desde que nos vimos la última vez?- pregunté a Ivanka como para cambiar de tema.
-Yo si, regresé ayer; pero ellos vienen por primera vez a la Tierra. Hemos llegado juntos.
-¿Les ha gustado la vida terrestre? ¿Qué dicen? ¿Mejorará o continuará así?
-Lo fundamental, amigo, para la vida de los seres, aquí en la Tierra y en cualquier parte del universo, es la unión, el trabajo, el estudio y la paz; sin estos factores sólo hay sacrificios pero no vida Para obtener esta esencia que alimenta la vida, los terrestres deben reemplazar el dinero, la agresión y el egoísmo, por esos factores.

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DOMINGO 21 DE AGOSTO DE 1960

Habían pasado varias semanas desde que junto con Ivanka habíamos visto, en la pantalla del tiempo, la construcción de la ciudad del Cuzco y el desastre originado por las tempestades, provocadas irresponsablemente por el instinto egoísta del hombre, cualidad negativa de los habitantes de la Tierra, origen de todo lo que sigue maltratando a la humanidad e impide la unión, la evolución y el amor entre los seres.


…Durante el mes de Julio y la primera mitad de agosto, había tenido cinco encuentros con ellos, pero en ninguno vi a Ivanka. Me había acostumbrado a conversar con ella, y -fuese en broma o en serio- le tenía más confianza que a sus compañeros.

…Una de las cosas que más me inquietaba, era la incertidumbre respecto a la existencia y ubicación de las ruinas sepultadas en los nevados Champara.

…Estas inquietudes me impulsaron a realizar mi exploración aquel domingo 21 de agosto, por las faldas de los nevados del Champara. El día anterior conversé del asunto con mi amigo Quispe. Acordamos partir en las primeras horas de la madrugada, para quedarnos el mayor tiempo posible allá en las montañas.

…Nos sentamos sobre un peñasco para descansar, observando los alrededores con el prismático que Quispe se había prestado de un familiar.
-¡Allí están nuestros amigos!- exclamó Quispe de repente.
-¿A quién te refieres?- le pregunté, porque no estaba seguro si me estaba hablando de los pastores o de los visitantes.
-Esos a los que usted llama “extraños” están aterrizando con un avioncito muy brillante. ¿Quiere ver?
-No me interesa, sigue viendo y después, cuando aterricen, vamos a verlos- repliqué y miré casualmente hacia el final de la planicie. De pronto vi a una nave posándose sobre el suelo.
-¡Acaban de aterrizar, señor!- exclamó mi acompañante. 
-Sí, Quispe, los vi, vamos a visitarlos, ¿qué te parece?
-Vamos, señor, alístese- respondió él poniendo su prismático en la funda. Cogí mi zurrón y partimos.

Cuando nos acercamos a la máquina, su puerta ya estaba abierta. Una mujer y un hombre salieron de la nave. Al hombre nunca lo había visto, pero reconocí a la mujer: era Ivanka. Sentí deseos de hablarle y me dirigí hacia ellos.
-Hola, amigo, “Todo por los demás” - dijo ella al verme y me extendió la mano.
-Hola, paisana- le respondí bromeando. Ella sonrió. Me tocó el hombro como perdonando mi comportamiento y luego dijo:
-Te presento a un nuevo amigo que esta vez me está acompañando, se llama Zay*.
-Mucho gusto- dije cortésmente y le extendí la mano. El hizo lo mismo, pronunciando su nombre.
-Este es un apuniano que ha vivido en la Tierra en varias épocas, como terrícola, positivando a los terrestres. En una ocasión vivió bajo el nombre de Jesús.- Quispe se arrodilló.
-¿Acaso éste fue Jesucristo?- pregunté sorprendido.
-Sí, amigo- respondió Ivanka afirmativamente.


Su respuesta me resultó tan rara y burlona que solté una carcajada. Reí en toda voz, como si me encontrase en un circo. Quispe empezó a persignarse.
-¿Qué cosas veré hoy por las pantallas del tiempo estando al lado de Nuestro Señor Jesucristo!- pensé irónicamente.

-Eres sincero, amigo- me dijo Zay tomándome el brazo mientras nos acercábamos a la nave, después que hizo una seña a Quispe para que se levantara. En eso la escalera bajó y empezamos a subir. Ivanka pisó la escalera, luego Zay y Quispe; yo los seguí. Entramos en la nave y nos sentamos. Zay se sentó en el sillón, a mi lado derecho, Ivanka frente a mí, y Quispe a su lado-. Comprendo tu intranquilidad, nuestros encuentros son siempre casuales, por eso sorprenden. Trata de soportarlos con tranquilidad para hacerlos más positivos -me dijo Zay cortésmente-. Han pasado unos quinientos millones de años terrestres desde que los fenómenos espaciales han dificultado a los apunianos la visita frecuente a la Tierra. Recién, a comienzos de siglo, la galaxia a que pertenece la Tierra ha entrado en la zona positiva favorable a la navegación de nuestras naves y ciudades volantes. Muchos problemas de la vida terrestre estarían resueltos si se hubiera podido venir sin dificultades. Uno de los motivos de nuestras actuales frecuentes visitas, es el de positivar la mente de los hombres para que mediten y solucionen sus problemas con la razón y no con la guerra. Con muchas dificultades he venido a la Tierra en diversas épocas, después del diluvio, para colaborar con los terrícolas- subrayó.
-¿Cuántas veces has vivido en la Tierra con nombres de Terrícolas?-le pregunté.
-Quinientas cuatro, amigo- respondió él y empezó a contarme la historia de algunas...

…Siguiendo detalles, pormenores de su niñez, apareció una escena en la que él se encontraba entre niños de su barrio, amarrando con un hilo hojas secas de los árboles, hasta componer una sarta con la que formaron un cuadrado de varios decímetros; luego amarró uno de los extremos a un hilo largo, tomó el extremo libre del hilo entre sus dedos y empezó a correr. Eso hacía que la sarta de hojas se levantara del suelo como una pequeña cometa, lo que ocasionaba la admiración de todos los observadores. A mí me causó gracia y reí.
-Fue una de las demostraciones con la cual buscaba inspirar ideas en el hombre, con el objeto que pensara construir máquinas voladoras -dijo Zay mirándome-.


…-Sin embargo, no se ha conseguido muchos adelantos científicos positivos- le interrumpí.
-Se ha progresado bastante, amigo. El hombre, en los últimos siglos, ha logrado un admirable avance científico. Los terrícolas están descomponiendo el átomo y así se acercan al minius, el principal factor de la existencia. Tienen máquinas voladoras y de las que viajan sobre y debajo del agua. Tienen industrias que producen vitaminas positivas -que ustedes llaman “medicinas”- para con ellas fortalecer las células hasta cierto punto, y están empezando a construir máquinas para vuelos espaciales, semejantes a las nuestras.
-¿Acaso me vas a decir que los hombres están fabricando platillos voladores como los que tienen ustedes?- le dije riéndome en son de burla.
-Como los nuestros, exactamente, no; pero muy semejantes, sí. Este es el más reciente descubrimiento de los terrestres, por eso no está divulgado, y, además, a estas máquinas les falta todavía perfeccionar varios detalles. Observa la pantalla y te darás cuenta de todo- sugirió Zay amablemente.

Miré en la pantalla y vi algo insólito. Aquel misterioso aparato mostró un lugar de la Tierra, con bosques y praderas, en el que se veían gigantescos arsenales y decenas de vehículos en forma de platillos, semejantes a los que yo había visto en mis encuentros anteriores con los extraños. Algunos estaban terminados, otros en fabricación y a unos cuantos los pilotos los estaban sometiendo a pruebas de vuelo, zigzagueando entre las quebradas, montañas, bosques y campos. Aquellas máquinas tenían forma y color idéntico a las naves que había visto en mis dos primeros encuentros con los forasteros y volaban a una velocidad muy considerable, pero su iluminación y el zigzagueo eran muy inferiores


-No te alteres, amigo, los hombres han iniciado nuevas épocas, y por eso estamos acá, entre ellos. Existe la posibilidad que dentro de pocos siglos, los terrícolas y los apunianos vivamos como una sola familia.
-Dijiste que los vehículos en forma de platillos, fabricados por los terrestres, son inferiores a los apunianos en velocidad. ¿Podrías decirme las otras diferencias?- interrogué por curiosidad.
-Sí, por qué no. La velocidad de las máquinas fabricadas por los terrestres es apenas unas decenas de veces superior a la del sonido, mientras que las de los apunianos vuelan a cientos de millones de kilómetros por segundo. Las fabricadas por los hombres todavía no han dominado la desgravitación y dejan huellas donde se posan. Además, no tienen pantallas del tiempo ni aparatos para la desintegración e integración; tampoco iluminación positiva ni otros complementos indispensables para viajes intergalácticos perfectos. Más todas esas deficiencias serán superadas por el hombre en un futuro próximo. Y si decide sinceramente practicar la paz y la unión fraternal, para poder dedicarse por completo al estudio y al trabajo, lo conseguirá muy pronto. Observa los sucesos del futuro. Mira éste, por ejemplo- dijo señalándome la pantalla.

Miré hacia allá y vi un suceso no menos sorprendente que el primero: los hombres en sus máquinas volaron hasta la Luna y se posaron en su superficie. A continuación vi ciudades volantes dirigidas por los hombres para explorar el espacio, la visita, descenso y poblamiento de otros planetas, viajes por las galaxias, la lucha de clases en la Tierra, la desorganización del trabajo y del estudio, originada por la negatividad del dinero, y también vi una nueva organización de la sociedad terrestre, que puso fin al sufrimiento y lo convirtió en bienestar positivamente irradiado por la unión, igualdad y armonía entre todos los seres. La difícil vida terrestre se transformó de repente en un poderoso generador que iluminaba con sabiduría a nuestra galaxia y al universo. Mientras frente a mis ojos desfilaban las escenas positivas y negativas del futuro de los habitantes de la Tierra, guerras y adelantos, donde surgían los hombres con ideas y hechos creativos y favorables al bien para la vida y que por eso morían asesinados, sentí angustia, y sin poder dar crédito a lo que acababa de ver, suspiré preguntándome “¿Llegará el día en que los humanos sean amigos los unos de los otros?
-Te aseguro que vendrá. Demorará tal vez, habrá luchas y dificultades, pero la unión y el amor de los seres pondrán un día fin a toda desunión y disgregación- subrayó Zay.

Quispe se persignó. Ivanka lo miró, sonrió y dijo:
-Espero que no te hayas asustado de lo que has visto y si no tienes miedo seguiremos viendo más sucesos, ahora de esta zona- acentuó mirándome fijamente.
-No me asustaré, amiga. No importa que yo sea foráneo; me gustaría ver el futuro de esta región porque la quiero como si fuera mi tierra natal- suplicó él.
-Entonces, allí lo tienes- señaló Ivanka. De pronto, en la pantalla apreció la zona del Callejón de Huaylas. Luego el río Santa mostró su misteriosa cuenca con las ciento sesenta lagunas celosamente resguardadas por los picos nevados de la Cordillera Blanca. A continuación desfilaron los cataclismos que había soportado esa zona en el pasado, desde la explosión del planeta Apu que originó la formación de muchas galaxias. Después de hacernos ver las catástrofes pasadas, la pantalla del tiempo nos mostró las alteraciones que aquella región sufriría en el futuro.



Una avalancha, originada por el desprendimiento de un casquete glaciar del Huascarán, arrastró al pueblo de Ranrahirca. A continuación apareció otro gigantesco alud del nevado del Huascarán, que al rodar por la tierra de temperatura abrigada, originó un huayco aterrador, el cual arrastraba piedras, árboles y rocas. Llenó de lodo las quebradas y sepultó en su camino a la ciudad de Yungay y a muchos miles de personas. Luego, en la pantalla del tiempo surgió algo espantoso: un terremoto sacudía la Cordillera Blanca, la nieve se derrumbaba y las aguas de las lagunas se desbordaban originando un terrorífico aluvión que arrasó todo el territorio. Un triste y desesperante panorama reemplazó al hermoso paisaje de las aldeas y ciudades andinas. En el lugar donde habían existido plazas, parques y bellezas naturales, obras maestras de las civilizaciones inca y europea, se veían ahora rocas y barrancos que asustaban. Aquella escena me horrorizó. Miré a Zay y le pregunté consternado:
-¿Se puede evitar esa catástrofe?
-Sí, con una sincera decisión de los hombres se lograría prevenir ése y los otros cataclismos.
-¡¿Cómo?!- interrogué.
Zay se quedó pensativo unos instantes; luego respondió:
-Organizando una evacuación de todas las ciudades y aldeas que se encuentran en la región; luego se tendría que fundir los nevados con productos químicos o bombardearlos, y después, cuando termine el huayco, reforzar los bordes de las lagunas y poblar la zona de nuevo. Sé que eso es trabajoso, pero también es el único modo de evitar la catástrofe y posibilitar la tranquila vida futura en esa región, durante miles de años.
-¿Podrían ustedes impedir esa destrucción?
-En caso de encontrarnos acá cuando ocurra, sí. Lo hemos impedido varias veces, pero si estuviéremos en otro lugar en el espacio, no estará a nuestro alcance. Los obstáculos para la vida existen en todas partes del universo -continuó Zay-. Ellos, igual que los seres, son producto de casualidades. De pronto surgen, se manifiestan, actúan y se transforman. Más a nosotros, los que estamos soportando su negatividad, nos toca conocerlos científicamente para poder corregirlos. 



El planeta Apu también ha sufrido un sinnúmero de daños causados por fenómenos naturales y los seguiría sufriendo aún, si no nos hubiéramos esforzado en investigar para encontrar las soluciones. En Apu tenemos un conjunto de sabios que se dedican a estudiar, conocer y corregir los fenómenos negativos que afectan de uno u otro modo la vida en la galaxia. Para proteger la vida estamos obligados a una vigilancia permanente y a realizar trabajos especiales, tales como desinfectar el espacio, controlar las manifestaciones atmosféricas y la iluminación, regenerar las especies por medio de la fecundación de células obtenidas por síntesis química...
-¿Qué significa “regenerar las especies”, amigo?- pregunté a Zay por curiosidad.
-Las galaxias, durante sus viajes por el espacio, pasan por zonas negativas que atacan a las células en diferentes formas. Las consecuencias de esto empiezan a manifestarse después con decadencias diversas, psíquicas y físicas, que luego de un tiempo influyen en los componentes genéticos, lo cual es problemático de corregir.
-¿Cómo resuelven esa dificultad, entonces?
-Me agrada responderte, amigo -contestó Zay-. El que pregunta tiene interés por saber y eso es una cualidad positiva- recalcó. Luego prosiguió: La única manera de corregir ese fenómeno es la reproducción artificial de los seres.


-¿Cómo se logra eso?
-La sociedad apuniana practica dos maneras de procreación: una por el coito, en la Tierra considerado placer individual, y otra es por procedimiento artificial, mediante las células pro creativas producidas en laboratorio*. En sus dos formas, la procreación es lo más sagrado para los apunianos, porque es una creación celular -subrayó-. Sigue viendo la pantalla, amigo- prosiguió Zay. -Yo obedecí. En ella apareció un laboratorio equipado con unos aparatos para mí desconocidos. Un hombre de aspecto agradable, manipulaba instrumentos y mezclaba ingredientes en un envase de un material parecido a la esponja, que tenía la forma de un enorme riñón posicionado horizontalmente, y luego lo depositó en otro aparato de paredes transparentes. 
-¿Para qué sirve este artefacto?- dije de repente.
-Es la máquina acondicionada para la gestación de los futuros bebés- respondió Zay.-Estos aparatos –continuó- se encuentran impregnados densamente de iones positivos y son mucho más efectivos para el perfecto desarrollo del feto que el útero- subrayó.
-¡Mire, señor!- exclamó Quispe de repente, señalándome la pantalla. Le obedecí y vi que el operador del laboratorio extraía de aquella rara bolsa un hermoso bebé. A continuación, los hombres y mujeres empezaron a entrar al laboratorio rindiendo un afectuoso saludo, con sonrisas, besos y otras muestras de cariño al nuevo ciudadano. “¡Qué tal costumbre de recibir al recién nacido!”, medité en silencio.



-Así recibimos a los niños cuando nacen- dijo Zay cómo respondiendo a mi pensamiento. -Un niño, en Apu, es considerado hijo de todos por igual- subrayó.
-¿Te estás refiriendo, amigo, a los que nacen procreados artificialmente?- pregunté.
-A todos; la forma de procreación no influye en este sentir- respondió él.
-¿O sea que allá no existe amor paternal?- interrogué con énfasis.
-Sí, amigo, existe con mucha intensidad: cada apuniano, mujer o varón, quiere y acaricia con idéntico afecto a cualquier niño, porque él es el más tierno ciudadano de la sociedad y ésta le brinda su afecto imparcial- terminó. Pensé en mi hija. A pesar que el sentir afecto por los demás es la suprema cualidad de los seres, aquella costumbre no me gustó. Zay interpretó mi pensamiento, sonrió y mirándome dijo:
-Tienes derecho a opinar según la inspiración que generan tus células, amigo; pero esa es la manera más positiva: querer a todos los seres como a nosotros mismos, es la misión para la que nacemos- afirmó.

Las palabras de Zay suavizaron de repente mi descontento y empecé a admitir la rara costumbre de los forasteros sobre los niños y la vida. “El que es capaz de compartir con los hijos ajenos el cariño que siente por los suyos, está cumpliendo la noble misión para la cual ha nacido”, pensé recordando las palabras de Zay.

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DOMINGO 6 DE NOVIEMBRE DE 1960

Aquel día amaneció con cielo despejado y sol ardiente. Habían pasado varias semanas sin lluvia y la sequía amenazaba los sembríos en la región del Callejón de Huaylas.
A pesar que el cuarto trimestre del año es la época de lluvias para las regiones andinas, aquella vez, en esta zona, no había llovido desde el mes de septiembre. La sequía alarmaba a los agricultores, pero favorecía mis excursiones por los cerros y nevados. El día anterior, en el trabajo, conversé sobre las caminatas por los cerros, con un trabajador de la compañía, llamado José, y acordamos escalar los cerros por la orilla derecha del río Kitaraqsa.

…Durante la segunda mitad del mes de setiembre y todo el mes de octubre, había tenido varios encuentros con los forasteros. En aquellas ocasiones me explicaron parte de los misterios que nos rodean. En la pantalla del tiempo vimos los accidentes que había sufrido la población terrestre en su pasado, y algo de lo que pudiera sufrir en el futuro si los hombres no se unían fraternalmente en el estudio y en el trabajo, para corregir los fenómenos negativos que se oponen a la vida de la Tierra y a la del espacio.



…casi en el extremo de la meseta, se encontraban varios pastores con sus rebaños de cabras y ovejas.
-¿Vamos donde ellos, señor?- me dijo José refiriéndose a los pastores.
-¿Para que se asusten de nosotros?
-No se asustarán, señor, son gente buena, yo los conozco.
-¿Cómo les conoces?, ¿de qué lugar eres tú, José?- le pregunté porque ignoraba su procedencia. 
-Soy de Yungay, señor; conozco todos estos lugares como la palma de mi mano.
-¿Por qué no me lo has dicho antes?; de haberlo sabido no me hubiera preocupado por averiguar si estas alturas son transitables.
-Estamos bien ubicados, señor, éste es un lugar bonito. A continuación de esta meseta hay una pampa con varias cabañas de pastores; ellos viven allí porque se dedican a criar cabras y ovejas.
-Vamos entonces, José- le dije, alegrándome de conocer nuevas gentes y lugares. Nos dirigimos hacia los pastores. Caminamos más de media hora y cuando llegamos, éstos nos recibieron cordialmente. Apenas nos sentamos, empezaron a quejarse por la falta de lluvias. Nos explicaban la grave situación en que se encontraban sus sembríos y ganado a causa de la sequía, y eso lo atribuían a la ausencia de unos ángeles, representantes del Sol y las lluvias, que no lo visitaban hacía ya varios meses.


Cuando nos preparábamos para cambiar de lugar, detrás del nevado de Champara apareció una avioneta. En un principio pensé que se trataba de una nave del ejército que ejecutaba alguna misión militar, pero cuando se acercó me di cuenta que era una nave de los extraños. Esta descendió verticalmente y se posó sobre un claro sin producir ruido. Su presencia no alteró en nada la tranquilidad de los animales, pero los campesinos empezaron a dar gritos de alegría.
-¡Son ellos...! ¡Lluvia...! ¡Son ellos!- prorrumpían en gritos la gente y se abrazaba llena de júbilo. De pronto, todos, chicos y grandes, se arrodillaron en el suelo y empezaron a orar como si se encontrasen en la misa... yo permanecí de pie, observando. De la nave descendieron tres personas, dos hombres y una mujer. Apenas se acercaron reconocí que uno de ellos era Zay. Creí que la mujer sería Ivanka, pero no fue así. Que yo no me arrodillara provocó gran descontento entre los campesinos, y empezaron a protestar murmurando. 

-Si no nos dan lluvia, usted será culpable de lo que sufrirán nuestros sembríos y animales- me dijo José amenazándome con su puño. A pesar que estaba armado, pensé que mi comportamiento podría originar graves incidentes. Me disculpé y me arrodillé al lado de un niño. Mientras tanto, los “extraterrestres” ya estaban entre nosotros. Zay me miró sonriente.

Me extendió la mano señalando que me levantara. Correspondí a su saludo y me paré.
-No tienes por qué arrodillarte, nosotros no necesitamos esa clase de cortesía, lo sabes bien- me dijo con tono suave-. Sé que ésta es la manera en que los terrestres rinden mayor pleitesía. Pero nosotros hemos superado esa época hace billones de años. En la antigüedad, después de la explosión de Apu, nuestros antepasados no habían aún adquirido la inmortalidad, y atemorizados por la catástrofe empezaron a rendir culto al Sol. Pero luego los científicos se dieron cuenta que la solución de todo esto está en el estudio y en el trabajo, entonces los apunianos dejaron de lado las ceremonias y dieron importancia a la ciencia que se adquiere descubriendo lo oculto y perfeccionándolo mediante la práctica. Los terrícolas aún llevan en su vida el eco de aquella época apuniana, puesto que cuando nuestros antepasados poblaron por primera vez la Tierra, aún recordaban los mitos- subrayó.
La apuniana empezó a acercarse a cada uno de los campesinos suplicándoles que se pusieran de pie. Le obedecieron todos.
-Nuestra amiga se llama Lyn; a él ya lo conoces: es Pedro- me dijo Zay presentándome a sus amigos.

Nos sentamos con los campesinos y ellos suplicaron que hicieran llover. Miré mi reloj. Eran las trece horas. El Sol calentaba aquella región con toda su fuerza. Una mujer de edad avanzada se acercó a Lyn y se arrodilló a sus pies exclamando “¡Lluvia! ¡Lluvia...!” Lyn la levantó del brazo, la besó en la cara y la viejita se sentó con los demás. 

Pedro se alejó unos metros, presionó un botón de su chaleco y se elevó muy velozmente hasta ponerse fuera del alcance de nuestra vista,
-¿Donde se fue Pedro?- pregunté a Zay.
-Va a producir la lluvia para esta región- me contestó y captando mi incredulidad en lo que anunciaba, sonrió.
-Tienes razón, Zay, nunca antes había presenciado estos trabajos y tengo dudas de su resultado- le dije comprendiendo el significado de su sonrisa.
-Ya tú sabes que no nos sorprende este pensamiento. Tu opinión es propia del terrícola que considera factible sólo lo que aprueba con su razonamiento lógico. Pero observa lo que está sucediendo allá arriba, en el espacio- sugirió amablemente.


Miré en la dirección señalada y vi un haz de nubes de inmenso diámetro, como si una chimenea invisible las produjera, surcando el espacio por encima de los picos nevados de la Cordillera Blanca, a lo largo de decenas de Kilómetros. Momentos después. Pedro descendió entre nosotros. Las nubes se extendían por el cielo de la región, cubriendo todo lo que estaba al alcance de nuestra vista. Luego los negros nubarrones que acababan de expandirse, se precipitaron en lluvia.
-¿Cómo lo hiciste?- pregunté a Pedro mientras nos dirigíamos a la nave para evitar que la lluvia nos mojama.
-Hice vibrar los “minius” y iones positivos a velocidades diferentes, originando así variaciones instantáneas de temperatura. De esta manera se formaron las nubes que al condensarse produjeron la lluvia.
-¿Esto se puede hacer en cualquier lugar o sólo donde hay nevados? 
-En cualquier parte del espacio se puede hacer nubes y lluvias- respondió Pedro.
-¿Por qué ahora principiaste a hacer las nubes sobre los nevados?- volví a preguntar cuando entramos en la nave.
-Hice eso para que los lugareños piensen que las nubes fueron producidas por los nevados y que nadie intervino en su formación. La mente humana todavía está dominada por las creencias auto sugestivas, y la preeminencia de los mitos interviene de distintas maneras en la vida terrestre. Entonces hay que hacer las cosas tal como ellos creen que pueden ser, positivizándoles las células progresivamente, sin alteración, hasta que pase esta época y se den cuenta que la vida se debe a la química y al movimiento, y su persistencia, al estudio y al trabajo- subrayó.



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EPÍLOGO

El tiempo seguía su rumbo sumándose en semanas y meses. Mis experiencias con aquellos visitantes se convertían en recuerdos de sucesos insólitos, archivados en páginas de libretitas y cuadernos. No podía hablar de ello con nadie, sin que cayera en el ridículo o se me considerase desequilibrado mental. Ni yo mismo estaba muy seguro de si lo que había visto era obra de los extraterrestres, visiones producidas por el hipnotismo o los adelantos de alguna nación terrestre tecnificada. Y mientras me esforzaba para descubrir la incógnita de todo aquello, sucedió de pronto un acontecimiento desastroso que hizo modificaciones en mi opinión. El diez de enero de 1962, antes que se cumpliera un año de mi último encuentro con los apunianos, un aluvión arrasó el pueblo de Ranrahirca y originó muerte y destrucción. Me acordé que había visto aquel desastre por la pantalla del tiempo, en las naves de los “extraterrestres”. Las noticias periodísticas y la radio, informaban sobre el suceso. Yo me daba cuenta que todo había ocurrido tal como lo habían mostrado las pantallas, casi un año antes.
En el año 1963 ocurrió un acontecimiento inesperado y trágico que conmovió a la humanidad. Fue una copia fiel de lo que yo había visto en la pantalla del tiempo. En el año 1969 el hombre descendía a la superficie lunar, tal como yo había visto en las extrañas naves, casi diez años antes. Y en 1970 la tragedia sorprendió a la ciudad de Yungay y a sus habitantes...
Los sucesos que vi por aquellos aparatos -misteriosos hasta ahora- se cumplían y siguen cumpliéndose con fidelidad a lo visto, como si lo hubiera leído en una fantástica descripción novelesca. Estas realidades o coincidencias, me obligaron a hablar de aquello sólo para dejar constancia de lo sucedido, sin pensar en las consecuencias que pudieran derivarse de las opiniones de los lectores y de la ciencia.

Todo por los demás.


Vitko Novi.



Vitko Novi, conferencia 1 de 6




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