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domingo, 24 de enero de 2016

Alerta, el OVNI ha sufrido una AVERÍA: Lo intentaron una vez más y casi lo lograron pues faltaba una pulgada o pulgada y media para que ajustase. Se les veía exasperados, ansiosos por arreglarlo sin conseguirlo. Desenroscaron de nuevo la pieza y trabajaron en ella unos tres minutos. El que debía ser el jefe, que estaba a la izquierda, se dirigió a ellos con unos ademanes que parecían decir: “Tomadlo con calma, lo intentaremos una vez más, trataremos de ajustarlo correctamente y hacerlo funcionar”.

Alerta, el OVNI ha sufrido una AVERÍA: Lo intentaron una vez más y casi lo lograron pues faltaba una pulgada o pulgada y media para que ajustase. Se les veía exasperados, ansiosos por arreglarlo sin conseguirlo. Desenroscaron de nuevo la pieza y trabajaron en ella unos tres minutos. El que debía ser el jefe, que estaba a la izquierda, se dirigió a ellos con unos ademanes que parecían decir: “Tomadlo con calma, lo intentaremos una vez más, trataremos de ajustarlo correctamente y  hacerlo funcionar”.



¿Pueden averiarse los OVNIs? Evidentemente, sí, debido principalmente a que no dejan de ser maquinas susceptibles de tener fallos, aunque su tecnología vaya miles de años por delante de la nuestra. Aunque no son muchos los casos reportados, hay algunos que pueden darnos una idea aproximada de este hecho. Dentro de todos ellos podríamos englobar a la explosión ocurrida sobre el rio Podkamennaya, en Tunguska, Siberia, el 30 de Junio de 1908.



Si hiciésemos caso de la versión oficial diríamos que aquella explosión similar a un estallido termonuclear fue un cometa formado por hielo y que por ello no quedo ningún rastro de cráter; sin embargo existen testimonios de habitantes de aldeas próximas que dijeron haber visto un objeto cilíndrico muy grande volar de forma “errática” justamente en dirección hacia el lugar de la explosión, muy posiblemente generada por antimateria (Según explicó el físico Bob Lazar, que trabajó en el S4 del Área 51 en proyectos ultrasecretos de tecnología inversa, un componente de los “motores de los OVNIs” son generadores eléctricos mediante antimateria que alimentan a su vez generadores de antigravedad; los cuales producen una onda afásica necesaria para el vuelo y sustentación de las naves).


(Más información sobre tecnología extraterrestre en: http://elmensajedeotrosmundos.blogspot.com.es/2013/02/tecnologia-extraterrestre.html 

Existen también referencias de naves extraterrestres averiadas en el pasado remoto hace 12.000 años cerca del Tibet. Según se deduce de leyendas de habitantes en la región, una nave en apuros tuvo que aterrizar y fue incapaz de elevarse nuevamente. Sus tripulantes, unos seres macrocéfalos de pequeña estatura habrían sido precisamente quienes hicieron los muy nombrados discos Dropa. (Al parecer estos discos desaparecieron en algún lugar de China debido a la burocracia o motivos por ahora desconocidos)

Según explicaba Robert Dean, ex –Sargento Mayor de la Armada en el Alto Mando de la NATO en Bruselas, este llegó a tener acceso a documentación confidencial clasificada sobre la presencia extraterrestre en la Tierra y según leyó en “La evaluación” (el informe recopilación sobre los extraterrestres) nuestro planeta estaría siendo visitado actualmente por al menos 70 razas diferentes. Esto quiere decir, más bien, podríamos deducir, que no todas ellas poseerán el mismo desarrollo tecnológico. Seguramente en su conjunto, habrán alcanzado unos “mínimos” para los viajes interestelares, es decir, que son capaces de producir la antigravedad así como contrarrestar los efectos negativos de la relatividad. Debido a esa inevitable distancia tecnológica, tal vez “algunos de ellos estén viajando en astronaves utilitarias y otros en ferraris galácticos… y su tecnología no es infalible” Por ejemplo, cuando hablamos del estrellamiento de un OVNI en Roswell, Nuevo México, en el año 1947,  parece ser que EE.UU. se encontraría realizando por aquel entonces pruebas de algún tipo de radar muy potente capaz de desestabilizar naves extraterrestres y provocarles averías de tal gravedad que provocasen un estrellamiento.

En esta ocasión he traído algunos incidentes de naves extraterrestres averiadas, por ejemplo el ocurrido en el cráter de Ngorongoro, Tanzania que fue observado por algunos miembros de la tribu massai y que ocurrió de este modo:


OVNI AVERIADO NGORONGORO ES ASISTIDO POR OTRO MÁS GRANDE EN EL CRÁTER

Un OVNI sufrió una avería en Tanzania y tuvo que aterrizar en el cráter de Ngorongoro


Gran reserva de animales en el cráter de Ngorongoro
Varios miembros de la tribu de los Massai que se dedicaban a cuidar de su ganado en la región norte de Tanzania en África Oriental en las proximidades del cráter Ngorongoro observaron atónitos cómo un platillo volante volaba de forma extraña dando bandazos hasta realizar un aterrizaje brusco en el cráter de Ngorongoro. Rebaños de cebras, búfalos y jirafas salieron en desbandada provocando una estampida enorme. Los Massai, guerreros donde los haya y que no tienen miedo a nada cuya dieta se basa en beber sangre y leche de vaca y comer miel se acercaron hasta una distancia prudencial según testimonio de uno de ellos Adewale Ajbayenuove contado a unos miembros de un grupo de filmación de vida salvaje.

“El platillo estaba echando humo en la parte norte del cráter. Salieron unos tipos como de 1 metro y medio, parecían muñecos, estuvieron revisando alrededor del platillo. Cuando nos íbamos a acercar más para ver si les faltaba gasolina o algo una especie de tela que no se veía nos impedía avanzar. Lancé mi lanza fuertemente y quedó atrapada, rebotó y cayó allí mismo. Decidimos quedarnos viendo lo que pasaba y al cabo de un rato, no mucho, un platillo más grande sin hacer ruido apareció y se puso encima del otro averiado. Los enanos blancos se metieron en la nave. Un gran rayo de luz iluminó el platillo del suelo y lo atrajo hasta la panza del otro más grande y como si fuera una leona llevando a su cachorro. Se elevaron en el cielo y desaparecieron. Después ya pudimos acercarnos al sitio del accidente. Eso pasó en Octubre pasado. Las grandes lluvias borraron los rastros.”


Adewale Ajbayenuove mirando hacia la zona del accidente OVNI
Miembros guardas encargados de la vigilancia del Arusha National Park informaron de haber visto un objeto sobrevolando la zona en esas fechas. Aunque no les extrañó porque son habituales los vuelos de naves que no hacen ruido. Múltiples veces parecen aterrizar en el Kilimanjaro, indicó uno de los guardas de la reserva.



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 Según los datos reportados en el incidente de Tanzania, es habitual que, cuando se avería un platillo volante acuda otra nave en su auxilio, igual a  como ocurrió con un OVNI en apuros que se desestabilizó en pleno vuelo sobre Haiwatha:

OVNI averiado en HAIWATHA

FECHA: 3 de septiembre de 1955
LUGAR: Haiwatha (Iowa), EE.UU.


Estados Unidos: otro ovni en apuros

No es la primera vez que ocurre. Como ya hemos visto en 1952, también los ovnis sufren "averías". O, por lo menos, se les ve en apuros... Éste es el caso del disco visto por nueve personas en Hiawatha (Iowa, Estados Unidos) el 3 de septiembre de 1955. Según los testigos, el objeto fue visto en "apuros", y como si cayera de un lado a otro. De pronto, las nueve personas vieron un segundo ovni que se situó ál costado del objeto "averiado". Este segundo ovni permaneció junto al primero, hasta que éste dejó de agitarse y pudo estabilizarse.

Sam Stochl, fotógrafo y comisionado por el Mayor Fay Clark para tomar fotografías aéreas de Hiawatha en ese día, no supo que había captado una imagen con los dos discos hasta que reveló el film. Según Clark, "el avión volaba en esos momentos a unos 1200 pies (alrededor de 400 metros) y, por cálculos de triangulación, pudo averiguarse también que los objetos tenían unos 33 pies (10 metros) de diámetro, encontrándose quizá a unos 800 pies (250 metros) de altitud".


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En algunos casos, cuando estas naves extraterrestres sufren una avería, sus tripulantes se afanan en repararla con celeridad, tal vez porque los extraterrestres identifican a nuestro planeta como un lugar hostil; quizás porque si fuesen localizados por los terrestres en un momento de debilidad serían tal vez atacados por cazas de guerra, ya que algunas Agencias gubernamentales ambicionan esa tecnología prodigiosa. Analizando lo ocurrido en el siguiente ejemplo de OVNI averiado me llamó la atención algunas reacciones de las tripulantes muy parecidas a los seres humanos cuando están en dificultades. Nerviosismo y preocupación cuando las cosas no salen demasiado bien… Todo ocurrió en New Berlin, en una región rural de USA y recogido en la ya desaparecida revista STENDEK:



De la revista STENDEK, nº 28 Año 1977

INFORME SOBRE REPARACIÓN DE UN OVNI
25 noviembre de 1969
New Berlín (Nueva York, USA)
Investigador Ted Bloecher y Everett Brazie
INTRODUCCIÓN (Por Ted Bloecher)

El 2 de Junio de 1973 me puse en contacto por teléfono con la testigo principal, la Sra. Marianne H., manifestando mi interés en obtener un Informe de primera mano sobre su aventura; como pareció convencida de mi seriedad al respecto, me proporcionó amplios detalles sobre el incidente.
Este reportaje lo he realizado basándome en una serie de notas y en una entrevista de tres horas de duración, grabada en cinta magnetofónica. En dicha entrevista Marianne describe el aterrizaje de dos objetos en la falda de una colina cercana y su observación de la reparación durante cuatro horas, de uno de ellos por parte de ambas tripulaciones, unos doce "hombres" en total.
Se obtuvo, además, más amplia información a través de una serie de preguntas específicas formuladas a las testigos, después de nuestra entrevista del 10 de Junio, Todo ello va incluido en nuestro reportaje.


El lugar del incidente se encuentra a una milla más o menos de New Berlín, en la carretera nº 8, justamente al NO de un área conocida como " Five Corners" latitud 4200 39", longitud 7500 20", El aterrizaje de los OVNI tuvo lugar en la cima de una colina, a unos 4.200 pies al NO de la localidad donde estaban las testigos.

Fue un miércoles 24 de Noviembre de 1964. Marianne está completamente segura de la fecha ya que en 1964 se cumplió su primer aniversario de matrimonio y el 24 de Noviembre es el de bodas de sus padres. El suceso ocurrió en la madrugada del día siguiente, entre las 0,45 y las 4 ,55 aproximadamente.
Además de Marianne, que tenía por entonces 20 años, hubo otro testigo, su madre política, de profesión maestra; ambas se encontraban en casa de esta última, Marianne creció en las cercanías de New Berlín y desde 1962 a 1964 estudió en Ithaca, donde se especializó en música. Se casó en 1964 con Richard, ingeniero químico, y en la época del suceso vivían en la zona de Syracusa. El día de Acción de Gracias de 1964 Marianne y Dick visitaban a sus padres en New Berlín.
En mi opinión la testigo principal goza de entera credibilidad; su testimonio puede considerarse un reportaje verídico y exacto, dentro de lo que cabe, de lo que ella creyó ser un suceso único y real.
La narración que sigue se basa en el testimonio directo de Marianne. Aparte de ciertos arreglos para obtener una continuidad en el relato y de una selección de material, las palabras que describen lo que ocurrió en 1964 son textuales suyas.


“ESTRELLAS FUGACES"

Dick había salido de caza con mi suegro y yo me quedé con su madre para que no estuviera sola. Eran aproximadamente las 12,30 de la noche y como no podía conciliar el sueño decidí poner la televisión; proyectaban un viejo film que ya había visto varias veces, así que tomé una cerveza y salí fuera.
Aquel año había nevado mucho, sobre todo por las tardes y el tiempo solía ser nuboso, cargado y  triste. Sin embargo aquella era una noche excepcionalmente despejada y luminosa, mostrando un desacostumbrado número de estrellas y una luna muy brillante.
Una vez en el porche, como hacía frio entré por mí abrigo y volví a salir. Contemplaba las estrellas tratando de descubrir las constelaciones cuando observé una estrella fugaz;  yo estaba mirando en dirección N-NO y la estrella cayó hacia el horizonte describiendo un arco en dirección este.

Luego vi otra, solo que en vez de caer hacia el horizonte lo hizo en línea recta; la vi aproximadamente en el mismo punto que la primera. Me pareció que bajaba justo sobre la autopista (carretera nº 8 que se dirige hacia el norte desde New Berlín. Nota de T.B,) o un poco hacia el este, hacia Five Corners. A continuación siguió el curso del riachuelo más o menos paralelo a la carretera 80 que pasa delante de la casa, Comprendí que se trataba de algo muy extraño pues era claramente visible y la ladera de la colina por encima del objeto, junto al torrente y en el lado norte de la carretera se apreciaba perfectamente. Pensé que aquella era una luz excepcionalmente clara y de una luminosidad e intensidad jamás vistas por mí.  Las lámparas de mercurio son en extremo brillantes pero ésta lo era aún más.



“UN ZUMBIDO SORDO”

Además de la visión luminosa había otra cosa extraña, una especie de zumbido de abejas o como una bomba de agua funcionando en un tono constante. Mi suegra se levantó seguramente para ir al lavabo y la llamé cuando atravesó la sala de estar. Abrí la puerta y le dije:
-"Cuando termines ven aquí fuera, quiero que veas algo".
A esa hora ella solía dejar salir al perro; tenían un spaniel inglés, muy encariñado con la madre de mi esposo Dick.
En ese momento vi acercarse un coche por la carretera, procedente de New Berlín; posiblemente eran unos jóvenes de regreso a su casa. Giró a la izquierda en Five Corners y avanzó por el trozo de carretera comprendido entre la curva del río -por donde se movía el objeto- y nuestra casa. El objeto se movía a escasa velocidad y el coche siguió adelante. Un minuto más tarde apareció otro automóvil; aminoró la velocidad y enfiló un poco hacia el NO de la casa rodando como por el centro de la carretera con gran lentitud. El objeto disminuyó también su velocidad hasta casi detenerse. Finalmente se detuvo y vacilando un momento en el aire, volvió hacia mí  en dirección al segundo coche -el cual aceleró- y se puso a seguirlo.

(Nota de T.B: En aquellos momentos varias cosas sucedieron simultáneamente: la madre política de Marianne se había dirigido a la puerta, la había abierto y estaba a punto de salir cuando el objeto comenzó a retroceder velozmente hacia su nuera, que se encontraba en una pequeña elevación en el medio del camino que conducía a la casa. Marianne, alarmada por el súbito movimiento del objeto hacia ella retrocedió apresuradamente hacia el porche. El coche naturalmente, huyó disparado al tomar la recta).

Cuando aquella cosa empezó a volver atrás pensé que estaba demasiado cerca y retrocedí también; aún me encontraba bastante lejos de la puerta principal. Mi suegra, que se disponía a salir, al ver el objeto cerró la puerta asustada, aunque dejó un resquicio pues no quería abandonarme.
Dijo que aquello le parecía "algo extraño" y me pidió que regresara. Me volví y le dije que no tenía intención de hacerlo. El objeto se acercó sobre la carretera hasta unos 100 pies de la casa y se quedó quieto en el aire. Yo tenía la sensación de estar siendo observada.

“UN PERRO ASUSTADO”

Mi suegra trató de hacer salir al perro para que yo no estuviera sola pero el animal permaneció entre sus piernas y pude ver que temblaba de miedo. En esto llegó un tercer coche y aminoró la marcha; el objeto hizo lo mismo, manteniéndose a igual velocidad. Los ocupantes del vehículo parecieron asustarse pues aceleraron a fondo huyendo de allí. El objeto continuó moviéndose lentamente a través del valle siguiendo la curva del rio hasta la ladera de la colina y continuó en dirección N-NO subiendo por este lado de la montaña, a una distancia de unos 3.800 pies según la escala del mapa topográfico aquí indicado. Luego se situó justo debajo del borde de la colina. Ya no podía oír el zumbido pero seguía viendo la luz.

Mi suegra insistió "¿entrarás en casa de una vez?. Contesté que no y le pedí que me trajera los binoculares; entonces ella, que había estado mirando desde una ventana del comedor orientado al NO, me dijo que entrara pues desde allí vería mejor y no cogería frío. Hice lo que me pedía pues estaba refrescando y ya había permanecido bastante tiempo fuera. En efecto, desde la ventana pude ver mejor; así pues, entré en la casa 2 ó 3 minutos después del aterrizaje y mi suegra respiro más tranquila. El perro se rebullía a sus pies y la seguía a todas partes; había sufrido un “shock”.

(Según el horario de Marianne, entró en la casa poco después de la una de la madrugada.- Nota de Ted B.)

Desde la ventana traté de enfocar los gemelos pero no pude ver nada a causa del reflejo de la luz en las lentes.
"Muévelos un poco" me dijo mi suegra  así lo hice y conseguí ver lo que estaba sucediendo: pude apreciar cierto movimiento en torno al objeto.
" Que es lo que ves?” me preguntó;
"Puedo ver una luz y algo que se mueve alrededor… como si hubiera gente allí".

No podría describir la forma del objeto excepto que la luz parecía salir de su parte inferior y que aparentemente se sostenía sobre unas patas o soportes pues no llegaba a tocar el suelo ya que pude ver unas figuras de aspecto humano moviéndose bajo él, como cuando se repara un automóvil.

“CAJAS DE HERRAMIENTAS”

Les podía ver moviéndose en torno al vehículo portando lo que me parecieron cajas de herramientas. Eran necesarios dos hombres para transportar una de ellas. No sé decir si tenían dos o tres cajas pero sí que había más de una. Me dio la impresión de que los "hombres" se movían alrededor de algo circular y parecía haber una luz en la parte inferior del objeto, tan luminosa que era imposible a preciar la forma del mismo.

“PUEDO VERLOS”

Pedí a mi suegra que tomara los binoculares y me dijera si veía moverse alguna cosa. Así lo hizo y exclamó:”Oh, puedo verlos, no hay duda”.
Estoy segura de ello pues se puso tensa; "es cierto los veo", me dijo alarmada y tendiéndome los binoculares pues "no quería seguir contemplándoles".
Voy a describir a las “personas” que observé: Eran unos cinco o seis. Vestían una especie de trajes de buzo de color oscuro; podía distinguir perfectamente sus manos, de un tono más claro que el traje. Parecían humanos en toda su estructura: cabeza, tronco, extremidades, movimientos, etc. Se apoyaban en dos piernas y trabajaban con brazos y manos idénticos a los nuestros. Únicamente su estatura era ligeramente superior a la media (de 6 1/2 a 8 pies).
(Marianne calculó la altura basándose en la de los arbustos de la parte inferior de la colina).

Los únicos a quienes podía observar bien eran los más cercanos al objeto pues la luz los iluminaba. Pude ver que la piel del rostro, manos y cuello era más clara que la de los trajes. No creo que llevaran la cabeza cubierta, más bien me pareció que tenían cabello corto y el perfil de las caras de los que estaban bajo el vehículo en el suelo era en todo humano.



“REPARANDO EL VEHÍCULO”

Trabajaban en su vehículo como yo había visto trabajar a mi padre cuando reparaban máquinas en la granja. Parecían tener llaves inglesas, tuercas y destornilladores así como otros útiles de reparación.
Sacaron algo de la parte inferior del vehículo y lo depositaron en tierra; no recuerdo si usaban guantes. Era un equipo de unos cinco hombres.
Antes de esto y unos cinco o siete minutos después de haber entrado en casa mi suegra exclamó sorprendida: "Oh, hay otro más”. Tomé los binoculares y pude ver otro objeto que se acercó siguiendo una línea SO-NE y se detuvo sobre el borde del riachuelo, justo encima del otro vehículo. Unos cuatro o cinco " hombres" más se unieron a los primeros, los cuales en aquel momento acababan de sacar del aparato algo semejante a un motor o una fuente de energía.
Los recién llegados comenzaron a su vez a trabajar. Cortaban algo similar a un largo cable, pues se arqueaba y movía como tal; lo hacían en trozos iguales y debía de ser un trabajo duro, quizás porque era pesado o largo o embarazoso de manejar. Parecía de color oscuro y lo usaban para ajustar la pieza averiada que yacía en el suelo, debajo de donde fue extraída. Cuando empezaron a trabajar mi suegra me dijo que era la 1,15 de la madrugada.
No estoy totalmente segura si había diez o doce "hombres" pues iban y venían continuamente entre ambos vehículos, trayendo y llevando cosas.
No podía ver nada sin ayuda de los prismáticos excepto la luz (mejor dicho las dos luces). La del segundo aparato situado sobre la cresta de la colina era del tamaño de la luna llena, mientras que la del primero era tres veces mayor, si bien ambas brillaban con igual intensidad. Me dio la impresión de que la avería estaba relacionada con el tamaño de la luz.

“ASUSTADAS”

Periódicamente mi suegra me decía la hora y decidió permanecer levantada acompañándome principalmente porque "primero, no podría dormir hasta que se fueran o sucediera algo y segundo “no te dejaría aquí sola por nada del mundo".
"Además -añadió- el perro está muerto de miedo; esta casi tan asustado como yo".
Su temor era debido a que nunca antes había visto una luz como aquella. Yo en realidad no sentía ningún miedo. Me preguntó si íbamos a llamar a la policía o tal vez al Gobierno. Nos miramos y yo le dije: "La verdad me fastidiaría tener que hacerlo", "a mí también ", dijo ella; "si les avisamos -añadí yo- vendrán a molestarles con armas de fuego y ellos solo quieren arreglar su avería y marcharse".

Ambas queríamos también evitar los problemas y molestias que todo ello nos acarrearía. En aquel momento no pensamos en el posible peligro que corríamos sino en que solo trataban de reparar su vehículo y marcharse. No queríamos que nadie les molestara; estoy convencida de que ellos sabían que no avisaríamos a nadie y de que me vieron cuando aquel coche salió huyendo. Me sentía observada, al igual que mi suegra, por innumerables ojos; sé cuando alguien me observa.
“No me lo explico -me dijo- pero esto es algo entre tú, yo y la verja de madera”.También estaba segura de que ellos sabían que no avisaríamos a nadie.

Exactamente a las 4,30 por el reloj de la cocina formaron un equipo de 9 hombres; tres de ellos quedaron detrás, en torno a la pieza que reparaban. Los otros seis parecían estar sosteniendo algo o tal vez habían terminado su tarea.
No puedo asegurar si todos manejaban herramientas pero sí que trabajaban en equipo. Cuando terminaron uno de ellos que parecía ser el jefe, les hizo un gesto como indicando que se lo tomaran con calma. Entonces tomaron la pieza y la izaron verticalmente, tratando de ajustarla en la parte inferior del vehículo. Subió unas ocho pulgadas y pareció ladearse.

Al quedar recortada por la luz que terminaba allí bruscamente pude ver su parte inferior, semejante a un plato o a la base de un motor, tenía forma circular. La pieza quedó inclinada y trataron de encajarla haciéndola girar como un tornillo, sin conseguir ajustarla debidamente por tres o cuatro pulgadas. Fracasado su intento volvieron a empezar. Depositaron la pieza en el suelo trabajaron en ella otros diez minutos e intentaron colocarla de nuevo sin resultado. Repitieron la operación cortando entonces algo parecido a aquel cable pero de color más claro y en trozos más pequeños; ahora trabajaban a toda prisa.




“TRIPULACION FRUSTRADA”

Lo intentaron una vez más y casi lo lograron pues faltaba una pulgada o pulgada y media para que ajustase. Uno de ellos hizo una señal como diciendo: “no va bien, no resultará”; Se les veía exasperados, ansiosos por arreglarlo sin conseguirlo.
Desenroscaron de nuevo la pieza y trabajaron en ella unos tres minutos. El que debía ser el jefe, que estaba a la izquierda, se dirigió a ellos con unos ademanes que parecían decir: “Tomadlo con calma, lo intentaremos una vez más, trataremos de ajustarlo correctamente y de hacerlo funcionar”.
Por supuesto no pude oírle, solo interpreté sus gestos. Cuidadosamente levantaron la pieza. Había suficiente luz como para apreciar que la parte frontal del vehículo era redonda y la parte inferior cónica, pero no podría decir si la parte superior era también cónica o redondeada. Justo antes de meter la pieza en el centro –que parecía cilíndrico- una intensa luz salió de debajo del vehículo.

Finalmente consiguieron ajustarla, mostrándose muy contentos. Eran las 5,04 de la mañana. Recogieron rápidamente todos los utensilios y los tripulantes del segundo objeto corrieron hacia él. Dos de ellos llevaban una de las cajas de herramientas y corrían como si transportaran algo extremadamente pesado.
Había por lo menos otras dos cajas pues dos hombres más corrían trabajosamente por allí; parecía que estaban recogiendo los restos del cable. Luego subieron corriendo por la colina y ya no volví a verlos.
A las 5.05 el objeto situado en la cima de la colina partió. Se elevó en línea recta - no sé a qué altura- y desapareció casi instantáneamente en la dirección en que vino, Oeste-Sudeste. Un minuto después el otro subió hasta la cresta de la colina, ascendió un poco más y se disparó en la misma dirección que el primero, a igual velocidad. Y eso fue todo. Había sido una larga noche.

“SEÑALES DE ATERRIZAJE”

Al día siguiente por la tarde me levanté y dije a mi suegra: “voy a ir allá arriba”. Ella se mostró de acuerdo. Me dirigí a los dueños de la propiedad donde se habían desarrollado los hechos y les pedí permiso para subir a la colina a lo que no pusieron objeciones aunque me miraron de un modo extraño. Afortunadamente no pidieron explicaciones ni yo se las di pues seguramente no habían presenciado nada de lo ocurrido la noche anterior.
Les di las gracias y subí al automóvil con mi madre política. “No puedo subir andando hasta allí - me dijo- pero puedo observar desde el coche”. Es una mujer de estatura parecida a la mía. Bastante pesada y como padece de artritis le resulta penoso moverse y caminar.

Busqué por los alrededores y encontré en la cima de la colina y en la ladera, en el mismo lugar en que lo había visto tres sitios donde algo de forma cónica y redondeada en la parte inferior, muy pesado y espaciado en un triangulo de unos 15 a 20 pies de lado se había posado en el suelo. Formaba un ángulo como las patas de un trípode que hubiera sostenido un objeto sumamente pesado pues una de ellas se había apoyado en el suelo rocoso y había penetrado hasta la roca viva. Las huellas dejadas en terreno normal tenían unas 14 pulgadas de ancho por 18 de profundidad; el agujero menos profundo era de unas cuatro pulgadas. Había dos de estas señales una en la cima de la colina y otra en la ladera y formaban un triangulo equilátero.

“EL CABLE”

Mientras miraba por allí recordé a los hombres cortando el cable, así que bajé hacia un lugar donde crecía hierba alta y comencé a buscar. Creo que fue aquel mismo día cuando encontré unas tres pulgadas de lo que parecía ser un cable, a unos 50 o 60 pies más abajo del grupo de agujeros la parte más exterior, de forma tubular. parecía la envoltura de un cable y en el centro, que había sido cortado lateralmente se podía ver el relleno aproximadamente de una pulgada de espesor, algo que parecía tiras de aluminio muy finamente cortadas, tan largas como la envoltura y del color y el tacto del aluminio sin serlo, pues éste se arruga y aquello no lo hacía. Era una materia en extremo ligera y se podía sacar todo lo de dentro pues la envoltura había sido cortada longitudinalmente.
Esto es todo lo que encontré. El cable quedó en casa de mi suegra y allí sigue a menos que alguien lo haya tirado a la basura. Decidimos guardarlo para evitar que alguien curioseara sobre ello.
(El cable no pudo ser localizado, seguramente alguien lo tiró).


LISTA COMPLEMENTARIA DE PREGUNTAS GENERALES CON RESPUESTAS DE LA TESTIGO.
(Marianne.-)
1.-El sonido del objeto era diferente del de un helicóptero? ¿Más fuerte o más débil?
- Más débil, simplemente un zumbido.
2.-0bservó el objeto con los binoculares cuando estaba aun en el aire, antes de aterrizar?
- No.
3.-En la cinta dice Vd. que los hombres tenían cinco dedos, ¿pudo distinguirlos?
-No puedo afirmarlo. Su manera de manejar las herramientas no permitía asegurar esto, aunque no noté nada de raro en sus manos.
4. - ¿Cuantos binoculares había en la casa en aquel momento? ¿Tenia Vd. alguno más potente? - No, solo había uno de siete aumentos.
5.- ¿Como supo Vd. que las figuras eran más altas de lo normal? ¿Había algún punto de referencia -matorrales, postes de vallas, etc., que pudiera usar a tal fin?
- Sí, los matorrales de la colina tenían unos cinco pies de altura y los hombres eran de uno y medio a dos pies más altos.
6.- ¿Que anchura tenían los agujeros? ¿Se estrechaban en la punta?
- Sí, unas 14 pulgadas de ancho por 18 de profundidad.
7.- ¿Vd. dijo que algunos profundizaban hasta 13 pulgadas?
- sí, y aun más.
¿Cuanto  medían los menos profundos?
- Unas 4 pulgadas.
8.- ¿Que distancia había entre las dos series de marcas?
- de 40 a 50 pies.
9.-EI cable que Vd. halló a qué distancia se encontraba del grupo de marcas más bajo.
- A 60 pies.
10.- ¿Cuándo subió su esposo Dick con Vd. a la colina?
- El lunes siguiente, un día después de volver de caza.
¿Les acompañó alguien más?
-No.
11.- ¿Vio su esposo los agujeros?
- sí.
¿Alguien más los vio?
- No que yo sepa.
12.-Durante estos nueve años transcurridos desde entonces ¿a cuántas personas ha hablado del accidente?
A unas 10 personas.
¿Hubo alguna reacción especial?
- Sí, es toda una historia. ¿Repercusiones?.
- Si, ¡oga! ¡ja! ¡ja!.
13.-¿Hay alguna pregunta importante que haya pasado de largo desde nuestra entrevista? Si es así por favor anótela.
- sí, la hay. Vea el papel "A"
- Firmado: Marianne H. Fecha: 8/17/73.
13a).-EI perro salió a la calle poco después del suceso y pareció recuperado del susto, sin mostrar efectos posteriores.
b ).- En el dibujo la cima de la colina está demasiado próxima .
c). - Varias veces observé que los " hombres" se pasaban algo bajo el objeto, trabajando en la fuente de energía o "motor".
d).- El dibujo de la colocación –aproximada- de los hombres.
e).- Las cajas de herramientas tenían unos tres o cuatro pies de largo por uno de ancho.
f).- Había la señal de un sendero circular, como el dejado al andar sobre rastrojos de heno.
g),- Efectivamente, vi "hombres" yendo y viniendo alrededor del objeto mientras trabajaban.

Firmado: Marianne H.
Fecha: 17/6/73.

LISTA SECUNDARIA DE PREGUNTAS REFERENTES AL OBJETO Y SU TAMAÑO.

1.-¿ Podría calcular la anchura del objeto?.
- Si, de 25 a 50 pies.
2.-¿Podría calcular la longitud de sus patas?
- De 6 a 7 pies.
3.-¿Eran las patas claras u oscuras?
Claras.
¿Se adelgazaban en los extremos, tal como indica su dibujo?
- Sí
4. - ¿Puede calcular el tamaño de la luz debajo del aparato?
- Sí, medía unos 10 pies.
5.-La luz del objeto ¿era comparable a la de tres lunas llenas –según su grabación- o era menor?-
.-La luz que salía por debajo, entre las patas, tenía ese tamaño.
6.-¿Puede trazar una línea en el dibujo, en la parte inferior del objeto que señale el límite entre la luz y la sombra? ¿La línea se curva hacia arriba o hacia abajo?.
- Hacia abajo. (Ver dibujo).
7.-¿Podría calcular el tamaño de la pieza retirada?
- Tenía dos pulgadas de alto por uno de ancho.
S.- Dicha pieza ¿despedía luz por ella misma o estaba iluminada por la del aparato?
- Despedía luz por arriba solamente. (Ver dibujo). También recibía una luz muy intensa del aparato.
9.-¿0ue distancia calcula Vd. que había entre el suelo y la parte inferior del objeto o de la luz?
- De cuatro a cinco pies.
10.-¿0ue posturas adoptaron los "hombres" mientras trabajaban en la pieza bajo el aparato?.
- Sentados al ajustarla y medio tumbados al sacarla, arrodillándose y apoyándose en los codos.
11 .-¿La Iuz iluminaba el suelo alrededor?
- Desde luego.
¿ A qué distancia?.
- Hasta unos 40 pies.

Firmado: Marianne H.
Fecha: 17/6/73.

COMENTARIOS DE T. BLOECHER.

La existencia de tripulantes humanos de OVNIs, aunque pueda parecer muy improbable, no sería nada nuevo, después de este reportaje de New Berlín. Aparte de la literatura publicada referente a contactos, muchos casos de apariciones de tipo humano van estrechamente ligados a encuentros con OVNls. Por ejemplo, la tarde del 7 de Agosto de 1954 según informó un periódico local, Gabriel y Henry Coupal de 13 y 11 años, hijos de los Sres. Phillip Coupal, que vivían cerca de Hemmingford, Quebec (justo al Norte de la línea de New York, encima de Plattsburgh),  dijeron haber visto aterrizar un objeto en un campo de su granja y descender un piloto. En una entrevista grabada en cinta magnetofónica unas semanas más tarde los muchachos y su madre describían detalladamente las circunstancias del encuentro.

Los dos muchachos habían ido en su caballo a una parcela a recoger guisantes para la cena. Al oír un zumbido parecido al de las abejas Gabriel miró hacia arriba y vio un luminoso y coloreado objeto descendiendo cerca de un silo. Se detuvo a algunos pies del suelo, ennegreció y una especie de vara o mango apareció en su parte inferior que, dirigiéndose hacia el suelo, según el mayor de los niños, semejaba una escalera de mano. Un hombre muy alto apareció por una abertura del aparato. Terriblemente asustado Gabriel agarró a su hermano menor y huyeron a todo galope hacia la casa. Henry miró hacia atrás y exclamó
-" Un hombre muy grande viene hacia nosotros".
Según las notas tomadas en la entrevista grabada los chicos describían al " hombre" como de 7 a 8 pies de estatura, vestido con un ajustado traje de goma que le cubría todo el cuerpo, excepto la cabeza. Estaba bien proporcionado y llevaba en la mano algo que los muchachos describieron como una ametralladora.
Aparte de sus "grandes ojos redondos" tenía un aspecto enteramente humano, si bien su cabello negro no estaba peinado al modo usual sino que tenía un " corte" diferente y no muy largo. Estos detalles concuerdan con los seres de New Berlín.

Lo interesante de la aparición de Hemmingford es que, así como no volvieron a hacerse observaciones del "hombre alto", la Sra. Coupal informó que el objeto permaneció en las cercanías durante más de una hora después del encuentro inicial con los muchachos pareciendo que varias veces tocó tierra brevemente en la vecindad. Fue observado por gran número de personas, incluyendo al Sr. C.E.Petch, un agrónomo de Hemmingford y a las Sras. Douglas Laurie, sobre cuya casa el objeto se mantuvo en el aire unos momentos. Más adelante el Sr. Petch, examinando uno de los lugares de aterrizaje dijo haber encontrado huellas en el suelo y marcas de llantas en la hierba.

Habría que preguntarse si los detalles mencionados en este caso, que concuerdan con los de New Berlín podrían haber sido tomados " prestado" por Marianne a fin de afianzar la credibilidad de su caso o por alguna otra razón. No es en modo alguno probable, al menos en mi opinión. En este país (USA) el caso Hemmingford no fue dado a conocer en todos sus detalles en ningún tipo de literatura sobre el tema OVNI. Por ello es improbable que Marianne hubiera tenido acceso a estos detalles peculiares, aunque estuviera familiarizada con la literatura de este tipo (y no lo está). Más aún, no tiene sentido mencionar solamente detalles aislados tomados de ciertos casos como pruebas para un reportaje inventado; cada caso es completamente distinto en su conjunto y las diferencias son realmente más notables que las semejanzas.
Sin embargo esto es sumamente importante, basándome en mi entera confianza con la testigo principal, en el caso de New Berlín. Sencillamente no es persona capaz de tomar "prestados" detalles aislados de otros informes para usarlos en una historia de su invención.

"SKYLOOK" nº 92
Traducción de Isabel Mate Lopez.

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He dejado para el final, el relato donde se describe a un OVNI averiado y los hechos que acontecieron a un ingeniero en Sudáfrica. Recomiendo leerlo en su integridad pues los tripulantes de aquella astronave charlaron con H.M., (el protagonista de este encuentro) sobre las características técnicas de aquel platillo volante. El relato lo he recogido del libro “Encuentro en Sudáfrica” 25 Años de Investigación, escrito por el admirado e inigualable investigador y escritor J.J. Benítez, de quien nunca estaremos lo suficientemente agradecidos por su labor de investigación respecto al fenómeno extraterrestre.


«Encuentro» en Sudáfrica

A pesar de haberlo intentado, H. M. no pudo conciliar el sueño. Ya los quince minutos abandonó la cama. Era una noche limpia. Con miles de estrellas sobre la pequeña finca del ingeniero inglés.
«Era extraño. Yo soy hombre de costumbres sencillas y regulares. Y acostumbro a dormirme con facilidad. Pero, aquella noche... »
H. M. no podía imaginar lo que le aguardaba a escasos kilómetros de su casa de campo en la localidad de Paarl.
Él trabajaba entonces como ingeniero en la prestigiosa firma inglesa British Reostatic Company ubicada en Ciudad del Cabo.
Y, como buen inglés, había huido de la maraña humana de la capital sudafricana. Y se había instalado en «Lilly Fontein», una finca de pequeñas dimensiones, a unas treinta millas de la capital.


«... Salí al campo y permanecí unos instantes como absorto por el desconcertante hecho de no haber podido dormir.
»Pero, al instante, me dirigí al garaje donde encerraba el pequeño coche de mi mujer.
»Yo había trabajado toda la tarde en la puesta a punto del mismo. Y, hacia las once de aquella noche, un poco cansado, opté por retirarme a la casa dejando para el día siguiente la carga de la batería.
»Pero, como le digo, fue inútil. No pude conciliar el sueño y me vestí, saliendo nuevamente en dirección al utilitario de segunda mano que empleaba mí esposa para desplazarse a la ciudad.
»Y, en medio de la oscuridad, arranqué el vehículo. Y enfilé la solitaria carretera, con intención de llegar a las proximidades de una montaña llamada Drakenstein, a unos doce o quince kilómetros de la finca.
»Con aquel recorrido era más que suficiente para recargar la batería del coche...
»Mi pensamiento era llegar hasta una explanada que se extiende en la cima de la montaña y regresar.
»Y así lo hice.

»Hacia las once y cuarto de la noche terminé de remontar el puerto y entré lentamente en la explanada, a unos novecientos metros de altitud.
»Aquella zona viene a constituir una pequeña meseta que se abre al pie de uno de los elevados macizos de la montaña.
»Recuerdo que había luna. Y me percaté de que la sombra del macizo se proyectaba sobre la explanada, dejando buena parte de la misma sumida en una intensa oscuridad.
»Cuando casi había llegado al final de la planicie, decidí dar la vuelta y emprender el camino de regreso a casa. Fue entonces, al concluir el giro cuando vi a aquel hombre, en la oscuridad, con su brazo en alto y haciéndome señales para que parase...
»Pero -me pregunté-¿qué hacía aquel hombre en este lugar y vestido con aquella especie de bata blanca de laboratorio...?»

H. M. prosiguió su relato, sin percatarse de que algo había fallado. La cámara emitió un pitido anormal y Federico Gutiérrez Larraya, jefe de fotografía y su ayudante, José Fernández Jurado, cortaron la filmación, tratando de averiguar qué diablos había ocurrido.
Y el resto del equipo de Televisión Española que tomaba parte en la grabación hizo un alto, a la espera de una -suponíamos-inmediata reanudación del trabajo.
Pero todos los intentos fueron inútiles. La pesada cámara de televisión no respondía. Y sometidos a una desagradable desazón fue preciso suspender el rodaje de aquel nuestro primer programa «tras las huellas de los ovnis».
No empezaba con muy buen pie aquel tan deseado sueño de Fernando Jiménez del Oso y mío propio...

Doctor Fernando Jimenez del Oso
Meses antes -ya en pleno 1977-mi buen amigo el doctor Jiménez del Oso y yo habíamos comentado en repetidas oportunidades la necesidad de llevar a la pequeña pantalla una serie de reportajes sobre la presencia de los misteriosos «objetos volantes no identificados» en el mundo y, más concretamente, sobre los cielos de nuestro país.

Era ya el momento oportuno de hacer algo en serio. Mis archivos se encontraban repletos de casos ovni. Muchos de ellos, de gran interés. Apasionantes, diría yo.
¿Por qué no intentarlo? ¿Por qué no lanzarse a la aventura de recoger toda una selección de testimonios de personas de absoluta confianza y seriedad que hubieran visto ovnis?
Y, poco a poco, aquel sueño terminó por hacerse realidad.
Y el lunes, 24 de abril de 1978, por primera vez en España y posiblemente en todo el mundo, un equipo de televisión iniciaba el rodaje de toda una prometedora serie de programas sobre los ovnis.
Semanas antes, desde el momento en que se iniciaron los trabajos de preparación de las grabaciones, yo me propuse un objetivo tan claro como firme: intentar mostrar a cuantos pudieran contemplar estos reportajes que la realidad de los OVNIs es total. Aplastante. Definitiva.

E iban a ser los testigos -la minuciosa selección de testigos ovni-los encargados de llevar a cabo este propósito.
La selección de personas que en alguna ocasión habían tenido algún tipo de encuentro con estas naves o con sus tripulantes fue realizada por mí mismo, de acuerdo con las posibilidades que ofrecía televisión.
Sé que han quedado fuera de juego decenas de testigos que, por sí mismos, hubieran permitido la realización de espléndidos y apasionantes programas.
Pero, como digo, me obsesionaba la idea de ofrecer a los que todavía dudan el calor y el peso de las palabras de pilotos civiles y militares, de ingenieros y sacerdotes, de controladores aéreos, de radaristas, de marinos y policías...

De aquellos testigos, en fin, de los que no cabe la posibilidad de duda.
Y vaya por delante mi máximo respeto hacia campesinos, pescadores ya todos aquellos que –incomprensiblemente no son admitidos por los «medios científicos o militares» como testigos de «1ª y 2.a categorías»1 dentro del fenómeno ovni.
Y aunque en algunos de los programas fueron incluidos también los testigos de 3ª y 4ª categorías», han sido los menos -e insisto en este punto-única y exclusivamente en beneficio de las actuales exigencias de los referidos «medios científicos».

Los detractores e incrédulos necesitan testigos de total garantía. Pues bien, aquí los tienen.
Fue necesario esperar veinticuatro horas. Sólo entonces pudo reanudarse el rodaje de este nuestro primer episodio. Por esas circunstancias extrañas que rodean a televisión, la llegada de una nueva cámara se demoró todo un día. Y el equipo comenzó a impacientarse.
Pero el ingeniero -nuestro primer protagonista-es hombre paciente y cordial, como buen inglés, y supo disculparnos.

En realidad, H. M. iba a ser el único de los ochenta testigos interrogados a lo largo de nuestro arduo periplo por el país a quien no fue posible convencer para que diera su nombre. Deseaba conservar el anonimato ante las cámaras. y fue necesario rodar las diferentes escenas, así como la totalidad del relato sin que su imagen apareciera en pantalla.
Y para mayor reserva, nuestro hombre -a quien llamaremos H. M.-pidió explicarse en inglés, a fin de evitar, incluso, cualquier identificación en la empresa donde actualmente presta sus servicios como ingeniero.

Bilbao
H. M. reside en Bilbao. Tiene cincuenta y cuatro años. Está casado con una española y es considerado en su empresa -dedicada a la alta tecnología espacial-como un hombre de gran prestigio y de elevada categoría profesional y humana.
«Mi experiencia en la compañía inglesa para la que yo trabajaba en Ciudad del Cabo -me había comentado en diversas ocasiones-fue nefasta cuando intenté explicarles lo que me ocurrió en aquella famosa noche, en la montaña de Drakenstein. Por eso deseo permanecer en el anonimato.... » Pero ¿qué era lo que había sucedido aquella noche, a poco más de 35 millas de Ciudad del Cabo?

1. En la investigación ovni, las Fuerzas Aéreas establecen como testigos de 1º y 2º categorías -en orden a la «calidad" del informante-al propio personal militar, ingenieros aeronáuticos, astrónomos y meteorólogos, así como titulados universitarios, policías y periodistas, entre otros. Entre los testigos de 3º Y 4º categorías figuran comerciantes, campesinos, obreros y personas sin profesión ni estudios. (N. del a.)


-... Aquel hombre se encontraba al borde de la carretera. Solo. Y, como les decía ayer, vestía una especie de bata blanca que le llegaba hasta por debajo de las rodillas...
El ingeniero había reanudado el caso, interrumpido veinticuatro horas antes. Esta vez, todo parecía funcionar a las mil maravillas. Enrique Fernández Porras, realizador de la serie de televisión, nos hizo una señal y H. M. prosiguió con aquel -sin duda-impresionante «encuentro» ovni.
-... Y detuve el automóvil, naturalmente. En Sudáfrica es costumbre parar siempre a los que solicitan alguna ayuda en las carreteras o caminos. Allí, las distancias son largas y es frecuente encontrar colonos o automovilistas que hacen autostop.
-Pero ¿de dónde salió aquel hombre? Porque, si no recuerdo mal, usted se hallaba en lo alto de una montaña...
-En aquel momento no me di cuenta. Imaginé que de la zona oscura de la explanada. Pero allí no había casa alguna. Al menos, yo no vi luces.
Y el ingeniero prosiguió:
-... Aquel hombre se acercó hasta la ventanilla y me preguntó:
»-¿Tiene agua?
»Le contesté negativamente. Sólo en el radiador, le detallé. »Y pareció lamentarse. Entonces comentó: »
-¡Es que necesitamos agua! ... 
»La verdad es que lo vi tan necesitado que le apunté la posibilidad de conducirlo hasta un pequeño río que corre a cierta distancia.
»Aquel hombre me observó y volvió a preguntar:
»-¿Está lejos ese río?
»-No -le respondí- Quizá a medio kilómetro. Es un arroyo de montaña. Allí podríamos tomar el agua... Además -le añadí-se trata de agua muy buena. Baja de lo alto de la montaña...
» Y aquel hombre pareció conforme.


-Disculpe -interrumpí-o ¿Y en qué lengua hablaban?
-En inglés. 
-Pero ¿qué inglés: norteamericano, australiano, británico…?
-No, aquel hombre no tenía acento. Yo conozco bien a las gentes de Sudáfrica. Allí viven holandeses, indios, malayos, norteamericanos, chinos, etc., y casi todo el mundo habla inglés. Pero aquel inglés no era como el de los sudafricanos... No sabría definirles.
-¿Usted lo entendía?
-A la perfección.
Le rogué a H. M. que siguiera con la narración.
-Total, que lo invité a subir a mi coche. Y así lo hizo. Y nos dirigimos hacia el riachuelo. 
-¿Y de qué hablaron? 
-Prácticamente de nada. Entonces fue cuando le pregunté si llevaba algún recipiente para echar el agua. Me miró y contestó que no.
»-Bien -murmuré-, creo que servirá una pequeña lata de aceite que llevo ahí detrás...
»-Está bien -contestó con brevedad mi casi mudo acompañante.
»Y llegamos al arroyo. Entre los dos procedimos a lavar la lata de dos galones y medio. Lo hicimos con calma. Primero la llenamos de agua y después introdujimos arena. Y fuimos turnándonos en este menester.
»Cuando consideramos que se encontraba lo suficientemente limpia, la llenamos de agua y regresamos al vehículo.
»Y aquel hombre me rogó que regresara al mismo punto donde le había encontrado.
»Fue entonces, a corta distancia del macizo que se eleva sobre la explanada, cuando mi silencioso acompañante me señaló la zona de sombra.
»-Allí..., allí, por favor.

Al entrar en dicha área y una vez acostumbrados mis ojos a la oscuridad me percaté de la existencia, al pie del macizo, de un extraño objeto.
Estaba como a unos cien metros de la carretera y justamente en el ángulo donde no podían penetrar los rayos lunares.
-¿Y cómo era ese objeto?
-Grande. Era grande... El diámetro total sería de unos quince metros. Pero no levantaba demasiado del suelo. Quizá, desde las patas a la parte superior, unos cuatro metros.
»Y por la zona inferior vi un espacio iluminado. Distinguí unas escalerillas...
»El coche había quedado frenado y yo seguía con las manos asidas al volante. Estaba perplejo. Confundido. No acababa de comprender...

»Para cuando quise reaccionar, mi acompañante -que portaba la lata con el agua-se encaminaba ya hacia el objeto. Salí del automóvil y me quedé quieto, absorto en lo que tenía delante.
»No le voy a negar que sentí miedo. Lo tenía. Y creo que mucho. Sentía recelo. Desconfianza. ¿Qué era «aquello» que estaba ante mis ojos?
»Alguna vez había oído hablar de los «UFOS» pero yo, como ingeniero, no creía en esas bobadas...
»Sin embargo...
El inglés guardó silencio. Parecía vivir con toda intensidad aquellos minutos.
-¿Sin embargo...? -lo animé.
-Bueno, era una sensación muy extraña. «Aquello» parecía un ovni. Y yo sentía miedo. No obstante, aquel «hombre» se volvió hacia mí y me hizo una señal para que lo acompañase.
-¿Al interior del ovni? 
-Sí. Y seguí inmóvil. Pero el «hombre» insistió. Me dijo que no tuviera miedo. Y, poco a poco, fui acercándome.
»Aquel objeto tenía forma de lenteja. Y difícilmente hubiera podido ser visto desde la carretera. Todo él aparecía a oscuras, a excepción de aquella pequeña abertura inferior por la que salía la luz.
»Y mi acompañante ascendió por las escalerillas. Y yo, todavía temeroso, lo seguí... Lo que el ingeniero espacial iba a contemplar en el interior de aquel objeto no podrá ser borrado jamás de su cerebro.
-Ascendí lentamente por aquellas pequeñas escalerillas. Recuerdo que me parecieron «normales». Y también eran «normales» los zapatos o botas de mi sorprendente «amigo»...

OVNI
H. M., con su habitual tono pausado, siguió la narración. Al fondo, el equipo de TVE filmaba en absoluto silencio. Aunque cada cual se había entregado por completo a su cometido, me percaté al instante del profundo interés y curiosidad con que habían empezado a seguir el relato del ingeniero. Y eso me llenó de esperanza.
-... Al asomar mi cabeza por el hueco de la escalerilla me encontré con una sala perfectamente circular.
»Había luz. Mucha luz. Pero, aunque me esforcé por descubrir los puntos que pudieran dar origen a aquella luminosidad, no logré verlos. En realidad no los había.
»Era curioso -musitó el ingeniero inglés- Sí, era muy curioso...
-¿Por qué?
-Daba la impresión de que la luz salía de las paredes y del techo y hasta del propio piso... La verdad es que yo ardía en deseos de conocer lo que H. M. tenía ante sí. Y le apremié para que prosiguiera. -Bueno, allí, en el extremo de la sala, había otros hombres como el que yo acababa de conocer. En total, cuatro.
» Uno aparecía tumbado sobre un sillón o asiento corrido que rodeaba la totalidad del objeto. »Al parecer -y según me explicó mi acompañante-habían sufrido un pequeño accidente y aquel hombre tenía problemas.

-¿Qué tipo de accidente?
-Por lo visto -dijo mi interlocutor-, aquella nave había entrado en nuestra atmósfera con una inclinación y velocidad impropias. Y uno de los grandes ventanales se había deteriorado.
»Mi acompañante me lo mostraría después de dejar la lata en el lugar donde se encontraban los otros hombres. Y vi, en efecto, una especie de rotura que cruzaba el cristal, o lo que fuera aquello...
-¿Acompañó usted al hombre que portaba la lata hasta el grupo?
-No me lo permitió. Hizo un gesto como indicándome que no me moviera del sitio donde estaba. Al terminar de ascender las escaleras yo había permanecido inmóvil al borde mismo del hueco de la escalerilla. Y obedecí, claro.
-¿Qué hizo entonces su acompañante?
-Depositó la lata junto al grupo y, a los pocos segundos, regresó hasta mí.
-¿y qué hacían aquellos hombres?
-Atender al herido. Pero lo hacían con una gran calma. Como si aquel incidente no revistiera demasiada trascendencia.
-¿Hablaban entre sí?
-Yo no les oí. Y, ahora que recuerdo..., tampoco mostraron excesivo interés por mí. Creo que ni se volvieron a mirar...
-Bien. Vayamos por partes. ¿Cómo era aquel lugar?
-Circular. Era una sala circular. El diámetro sería inferior a los diez o quince metros. Y no era muy alta, aunque suficiente como para poder caminar erguido. El techo ofrecía un aspecto ligeramente cóncavo. Se podía caminar normalmente aunque, como digo, con cierta justeza. Y creo que la explicación podría estar en la estatura de aquellos hombres.
-¿Cómo eran?
-Más bajos que yo. Y todos iguales en altura.

Meses antes de la grabación de este programa de televisión, cuando me entrevisté con H. M. en su domicilio, recuerdo que me interesé vivamente por la talla de los tripulantes.
El ingeniero pidió al grupo de amigos allí reunidos que nos pusiéramos en pie y observó.

Después respondió:
-Aquellos hombres medían 1,60 metros, aproximadamente. y lo curioso es que todos eran de la misma estatura... Yo hubiera jurado -prosiguió H. M.-que aquellos hombres pertenecían a cualquier país...
-¿Por qué lo dice?
-Porque eran normales. Sólo la altura me extrañó.

Deseaba mantener un orden en la entrevista. Así que rogué al ingeniero que prosiguiera con la descripción del extraño objeto.
-Aquella sala tenía una especie de sillón corrido que se prolongaba a todo nuestro alrededor, excepción hecha de la parte por donde habíamos entrado.
»Por encima de este sillón vi unos grandes ventanales rectangulares, que también se alineaban a todo lo largo de la sala.
»Y recuerdo otro detalle que me llamó la atención. Aquellas ventanas no formaban ángulos. Sus esquinas eran redondeadas...

Casi sin querer me vino a la memoria una curiosa coincidencia.
Cuatro años antes de escuchar este relato, otras personas -esta vez en Perú-me habían dado la descripción de una de las naves con cuyos tripulantes aseguraban y aseguran estar en contacto.2
Pues bien, en aquella inolvidable ocasión, los miembros del IPRI me hablaron de ovnis igualmente circulares, donde la luz parecía salir de todas partes. E insistieron en el hecho concreto de la falta de esquinas y ángulos en todo el objeto.
Por supuesto, mi amigo -H. M.-no tenía ni la menor idea de la existencia de este grupo peruano. Y en cuanto al relato del ingeniero, fue en 1977 cuando se decidió a hacerlo público, a través de mí.
¿Cómo podía darse una coincidencia semejante?

-... En el centro de la sala -continuó-, vi una especie de mueble cuadrado que me recordó los cuadros de mando que había en las estaciones de ferrocarril. Tenía palancas...
-¿y asientos?
-No, no los vi. Sólo el que antes le mencionaba. El que daba la vuelta completa a la sala.
»Al entrar en la nave me fijé que por la parte posterior de aquel «mueble» había como una mesa. Creí que se trataba de algún panel de mandos, pero no vi instrumentos.
»Y me fijé bien porque, precisamente, éste es mi trabajo...

En efecto, H. M. es un gran especialista en instrumentación. De ahí que su testimonio resulte mucho más importante.
-Entonces ¿no vio usted ningún tipo de instrumentos de navegación? -Ninguno.

*2. El libro de J. J. Benítez Ovnis: 5.0.5. a la Humanidad recoge las experiencias vividas por el periodista e investigador en tierras peruanas con los miembros del llamado IPRI (Instituto Peruano de Relaciones Interplanetarias).



-¿Y qué ocurrió después?
-Al regresar el «hombre de la lata» hasta donde yo me encontraba volví a insistirle en si necesitaban un médico. Pero me respondió nuevamente que no, que no era preciso.
»-Todo está bien -contestó con amabilidad pero con firmeza y como dando por concluido el asunto del médico.
»Fue entonces cuando, señalándome el lado opuesto al que se encontraban aquellos hombres, manipulando en torno al accidentado, me preguntó:
»-¿Tiene interés en conocer alguna otra cosa...?
»Yo le dije que sí, que, como ingeniero, me gustaría saber cómo funcionaba aquel aparato...
-Pero ¿por qué le señaló a usted el lado opuesto?
-Estaba claro que no tenía interés en que me acercara al grupo de hombres.
-¿Por qué?
-No lo sé.
-Dice usted que observó cómo manipulaban en torno al herido. ¿Reparó en algún detalle más?
-No mucho. Desde luego, el que había sufrido las quemaduras estaba vivo. Eso lo vi claro. Se movía...


-¿Les preguntó usted de dónde venían?
-Sí. y el que hablaba conmigo, que quizá era el jefe o el comandante, me señaló los ventanales al tiempo que decía:
»-De allí.
-No entiendo. ¿Qué quería decir «de allí»?
-Muy sencillo -contestó H. M.-. A través de los ventanales podían verse las estrellas... Supongo que quería decir que venían del espacio.
-Pero ¿le señaló alguna estrella en particular?
-No. Sólo dijo «de allí». Y cuando yo intenté averiguar algún dato más, él cambió la conversación...
-Estaba claro que no quería decírselo...
-Exactamente.
-¿En qué zona del ovni estaban ustedes conversando?
-Caminamos hasta el centro, donde se hallaba aquel «mueble». Allí había también dos hileras de palancas que salían del piso y que alcanzaban un metro y pico de altura. Cada palanca terminaba en una «horquilla», como las que se utilizaban en los frenos de mano de los automóviles antiguos... Aquello me llamó también la atención.
-¿Y cuántas «palancas» habría?
-No sé... Quizá ocho en cada fila. Lo que sí puedo asegurarle es que cada palanca salía del interior del objeto. Pude ver perfectamente la ranura rectangular en el suelo...
-Decía usted que preguntó por el funcionamiento del aparato...
-Sí. Me intrigaba no ver paneles de mando ni instrumentación de ningún tipo. Y le pregunté:
»-¿Dónde están los motores?
»Él, sonriendo, contestó:
»-No tenemos.
»-¿Y cómo navegan?
»-Con otro sistema.
»Entonces me señaló aquella doble fila de palancas y añadió:
»-Con esto, nosotros anulamos la fuerza de la gravedad.
»Yo insistí y aquel hombre me explicó que, al dominar esta fuerza gravitacional, la nave sale materialmente despedida, pero nunca en vertical, sino tangencialmente. Es decir, bien hacia un lado o hacia el otro.
-¿Y él entró en detalles de cómo lograban ese movimiento?
-Sí. Cuando cobramos un poco más de confianza, yo le pregunté cómo podía ser aquello. Y él respondió «que resultaba curioso lo que ocurría aquí, en nuestro mundo...».
-¿Por qué?
-Él afirmó que resultaba raro que nosotros (que tenemos tantos conocimientos) no conociéramos todavía este sistema de viaje. Entonces él habló de los fluidos en un tubo. Y vino a decirme que producían el mismo efecto que la electricidad en tomo a un cable...
-¿Se refería a lo que nosotros entendemos por un electroimán?
-Sí. Y aquel hombre añadió:
»-Ustedes nunca han utilizado este tipo de «imanes» con fluidos...
»Pero ¿con un tubo? -le insistí.
»-Sí -respondió-, el efecto que se obtiene al hacer pasar un fluido por un tubo no es exactamente de fuerza magnética, sino de gravedad...
»¿Qué tipo de fluido? -pregunté de nuevo a aquel hombre.
»-Un fluido que tiene mucho peso.
»Yo pensé entonces -prosiguió diciendo el ingeniero en el mercurio. 
-¿Pronunció aquel tripulante la palabra «mercurio»?
-No. Él no lo dijo. Pero yo sí lo pensé al momento. Y el  hombre continuó y explicó que «cuando la velocidad del fluido es parecida a la de la luz o de la electricidad empieza la fuerza magnética... ».
»Pero eso es imposible -apunté-o ¿Cómo vamos nosotros a provocar esa velocidad en un fluido que se encuentra en el interior de un tubo...?
»-Sí -intervino de nuevo el hombre de la bata blanca- Es fácil...
»Y me hizo ver que, al no ser comprimible el fluido, cuando entra en el tubo sale inmediatamente por el otro lado. Entonces, la velocidad relativa es infinita...
»-Es igual que la electricidad -insistió el hombre- No es un problema. Lo único que les ocurre es que no está suficientemente probado...
»Y quedé nuevamente sorprendido cuando el hombre se refirió a los giróscopos...
»Esta fuerza la tienen desarrollada en su mundo a través de los giróscopos. A partir de un número de revoluciones se consigue un dominio de la gravedad...


Giroscopio.
»Y hablando me apuntó la posibilidad de sostener ese dominio permanente de la gravedad en el giróscopo, siempre y cuando dispusiéramos, por ejemplo, de un cable que pasara sin interrupción por el instrumento.
»Si en lugar de un cable se tratara de electricidad o del fluido, el efecto sería idéntico...
»Y yo seguí preguntando:
»-Pero, muy bien. ¿Y dónde están las bombas y el resto de las máquinas?
»-No, no tenemos -respondió él- Nosotros hemos encontrado un material que no existe aquí... Es como un «imán», pero para la gravedad. Y podemos polarizar este material en dos polos. Uno «positivo» y otro «negativo». Nosotros  disponemos de este material y lo utilizamos de tal forma que anulamos la gravedad. Con barras del mismo signo se logra una repulsión y con barras de polaridad diferente se obtiene la aproximación...
-¿Y dijo aquel hombre que este material no existe en nuestro planeta?
-Así es -repuso H. M.
-¡Pero ese material es la clave...!
-En efecto.
-¿Y no se podría fabricar en nuestro mundo?
-Eso no lo sé.
-¿Cómo prosiguió la conversación?
-El hombre siguió explicándome el funcionamiento del aparato. Me dijo que, gracias a aquellos «imanes», podían sostenerse inmóviles en el espacio o salir en una u otra dirección, pero siempre en un ángulo de 45 grados. Nunca vertical.

»Después, al cabo de quince o veinte minutos, me invitó a marchar. Pero antes me preguntó:
»-¿Quiere algo más?
»Yo, en ese momento, le dije que no y me encaminé hacia el hueco de la escalerilla.
-¿No se le ocurrió pedirle algo? Cualquier cosa. Cualquier objeto que hubiera podido demostrar con mayor verosimilitud la presencia suya en el interior de la nave...
-Pues no. Además, no vi ningún objeto suelto. Todo lo que estaba a mí alrededor, a excepción de los cinco hombres, aparecía fijo al aparato.
-¿Y salió usted del ovni?
-Claro. Caminé de nuevo hacia mi coche y me alejé con rumbo a mi casa.
-¿Cuánto tiempo permaneció en total con aquel hombre?
-Desde que yo lo encontré por primera vez, unos tres cuartos de hora, más o menos.
»Lo que puedo asegurarle es que en esos minutos, y especialmente en los veinte últimos, vi cosas muy extrañas y diferentes...
»Como ingeniero en instrumentación yo sentí un profundo interés. Aquello era distinto a todo. No sé si puede comprenderme...

Traté de asentir con la cabeza, aunque en el fondo de mi corazón sabía que esas sensaciones difícilmente pueden ser comprendidas si no se viven.
¿Para qué engañamos? Yo sentía una profunda envidia.
-... Cuando me alejaba de aquel aparato -continuó H. M.-mi cabeza daba vueltas. No podía pensar con claridad. Tomé el coche y me alejé. »Cuando empecé a rodar por la carretera todavía pude ver la luz de la escalerilla por la que yo acababa de bajar...
»Llegué a mi casa y tuve la intención de despertar a mi mujer. Pero estaba dormida y preferí acostarme. Y no sé si fue por el cansancio del día, pero me quedé profundamente dormido.
»A la mañana siguiente...
-¿Volvió usted al lugar?
-No. Tenía que trabajar. Madrugué y pensé que todo lo que yo recordaba era tan sólo un sueño. Sin embargo, al volver al coche me percaté de un detalle muy curioso: la lata del aceite no estaba en su sitio...
-¿No se la devolvieron?
-No. Y la verdad es que tampoco estaba yo como para preocuparme de una lata...
»Pero hubo otro detalle. Por más que lo intenté, aquella mañana, al acudir a mi trabajo, todo parecía girar en tomo a lo que me había ocurrido. Mis pensamientos y toda mi mente estaban sujetos a lo que acababa de vivir en la montaña.
»Y yo me preguntaba a mí mismo: ¿Cómo puede ser...? ¿Es que un simple sueño puede afectarme de esta forma...? ¿Cómo es posible, además, que lo recuerde tan nítidamente y con semejante hilo de detalles y sensaciones?
»No, no... Algo en mi corazón me decía que lo sucedido la noche anterior era real.
-¿Le llenaban por completo sus pensamientos?
-Sí. Y era totalmente anormal. Resultaba hasta angustioso... »En mi trabajo lo comenté con todos los compañeros, pero el jefe me llamó y me obligó a callar. Y, desde aquel momento, decidí guardar silencio. 
-¿Volvió usted al sitio?
-Sí, claro.
-¿Y había huellas en tierra?
-Sí. Observé cuatro puntos.
-¿Cree entonces que podía tratarse de un sueño?
-No, ahora no lo creo. Pero yo jamás me había preocupado por el asunto UFO. Es más. Ni siquiera creía. Sin embargo, tengo que reconocer que nunca había tenido un sueño semejante. Por regla general, mis sueños son muy cortos y en ellos aparecen situaciones incoherentes o absurdas. No tengo en mi memoria un «sueño» tan largo y lógico...
»Además, ¿dónde demonios estaba la lata de aceite? ...

En honor a la verdad, era difícil establecer un orden en aquel apasionante relato. Las preguntas, los pensamientos y comentarios se atropellaban los unos a los otros... y volví de nuevo, en mi interrogatorio, a uno de los capítulos que más me fascina: el aspecto físico de los tripulantes de estas naves.
-Hágame, por favor -le pedí al ingeniero-una descripción lo más exacta posible de la vestimenta y rasgos físicos de aquellos hombres...
-Llevaban una especie de bata de laboratorio que descendía hasta aquí.
Y H. M. señaló la espinilla de su pierna.
-... La sujetaba un cinturón y eran todas idénticas y del mismo color beige. Algo parecido a las batas que usan los enfermeros, pero no tan blancas.
-¿Y debajo de las batas?
-Pues, no sé... Creo que pantalones. Pienso que si hubieran llevado algo anormal yo me habría fijado. Y lo recordaría. Pero no es así. Incluso los zapatos o botas, no lo sé bien, que calzaba el que subió por las escalerillas delante de .mí eran muy parecidos a los nuestros. Le repito que no me llamaron la atención...
-¿Qué edad podían tener aquellos cinco hombres?
-El que habló conmigo parecía un poco más viejo que los otros.
-¿Qué años cree que tendría?
-Unos cuarenta.
-¿Le causó extrañeza algún otro detalle de las ropas?
-Pues no... Bueno, sí. Quizá los cierres de los cuellos de las batas. Por más que me fijé no vi cremalleras ni botones ni nada... No sabría explicar cómo se ajustaban ni cómo se cerraban o abrían...

-¿Y cómo era el cinturón?
-De unos diez centímetros de ancho y como formando una sola pieza con el resto de la bata. 
-¿Y las manos?
-Como las nuestras. Iguales. Recuerdo que las batas terminaban en una especie de muñequeras...
»Cuando permanecimos junto al riachuelo, lavando la lata, aquel hombre tomó arena y metió sus manos en el agua. Y no observé nada raro...
»Era un individuo igual que yo.
-¿También el cabello y los ojos eran semejantes a los nuestros?
-Sí, aunque observé unas frentes algo más despejadas que lo habitual. Algo así como si todos tuvieran las clásicas «entradas» en el cabello.
Pero eso tampoco es extraño...
-¿De qué color era el cabello?
-Castaño. Y todos lo tenían igual. Eso sí que era curioso. Ninguno tenía el pelo claro o negro... Todos iguales. 
-¿Se fijó en los ojos?
-No, francamente...
-¿Eran de color celeste?
-No. Ese color, seguramente, me hubiera llamado la atención.
-¿Eran fuertes, atléticos...?
-No, no... Al contrario. Las manos eran más delgadas. Más parecidas a las de las mujeres.
-¿Y barba?
-No. Nada... O bien estaban muy bien rasurados o eran imberbes.
-¿Cómo eran los movimientos de aquellos hombres?
-No le entiendo...
-Quiero decir si se movían con soltura dentro y fuera de la nave...
-Sí. Todo era normal.
-¿Piensa usted que les afectaba nuestra gravedad?
-No lo creo. Si hubiera habido algún cambio en la gravedad dentro del objeto, yo lo habría notado. Y no fue así.



-¿Observó algún cambio en la atmósfera que se respiraba en el interior del ovni?
-Tampoco.
-¿Se percató usted si su acompañante en "el coche sentía alguna curiosidad por cualquiera de los instrumentos del mismo?
-No. Cuando aquel hombre entró en mi vehículo lo hizo como cualquiera que está acostumbrado a ver y a utilizar automóviles.
-Y en el río, él tocó el agua...
-Sí, sí... Aquella corriente era fría. Bajaba de la montaña y los restos del aceite en la lata se encontraban espesos. Era, en fin, muy difícil de eliminar y necesitamos como diez minutos de trabajo para dejar limpio el recipiente. En todo ese tiempo, mi acompañante tomó arena y enjuagó la lata, al igual que yo...
»Nos turnábamos en la labor. Primero limpié yo y luego él. Cuando uno se cansaba, el otro recogía la lata y seguía frotando con arena. Y así, hasta que él estimó que estaba suficientemente limpia. Entonces la llenó de agua y regresamos al coche, que había quedado a pocos metros, junto a un puente.
-¿Hablaron de algo en particular mientras lavaban la lata?
-No, sólo comentamos los pormenores de aquel trabajo. «Pues sí, ahora parece que está más limpia..., etc.»
»-No, aún queda algo de aceite... Vamos a enjuagarla un poco más...
ȃstas fueron nuestras frases en aquellos momentos.
-Y siempre en inglés, claro.
-Siempre.
-En este sentido, ¿recuerda si el inglés de aquella persona era el clásico «inglés internacional» o conocía palabras del argot?
-Aquel hombre conocía muy bien el inglés. Tenga en cuenta que para hablar de cuestiones técnicas, como fluidos, imanes, etc., se necesita dominar bien un idioma...
-¿Tenía soltura a la hora de hablar inglés?
-Sí.
-Y los otros ocupantes del ovni, ¿hablaron también?
-Ni una palabra. Como le decía, creo que ni me miraron. Y tampoco lo hicieron con el que me acompañaba.

-Pero, escucharía usted algún ruido...
-Nada. Absolutamente nada. En el interior de aquel aparato no había sonido alguno. Nos hallábamos, además, en mitad de una montaña y el silencio era total.
»Le repito que el hombre que llevaba la lata con el agua entró delante de mí. Caminó directamente hasta el grupo y allí dejó el recipiente, regresando al instante a mi lado.
»Estaba claro para mí que el «hombre de la lata», si me permite que lo llame así, no quería que me acercase hasta el grupo que atendía al accidentado. Y permanecí al otro extremo, con todo el miedo que usted pueda imaginar...
-¿Le tocó el «hombre de la lata» en algún momento? Me refiero al hecho concreto de si le tomó por el brazo o si le puso la mano en el hombro, etc...
-No. Jamás me tocó. Sólo al despedirnos me dio su mano y yo la estreché también.

El ingeniero respondió a esta cuestión un tanto sorprendido. Pero, no por lo insólito de la pregunta en sí, sino porque, sin duda, aquella conversación nuestra le estaba trayendo recuerdos y vivencias un tanto olvidados.
-¿Cómo fue aquel apretón de manos?
-No lo recuerdo bien, pero creo que fue normal. Sus manos eran finas...
-¿Quién ofreció primero su mano: él o usted? El ingeniero volvió a sorprenderse. Sin embargo, aquella matización tenía un especial interés para mí. Si el primero en alargar su mano al despedirse había sido el tripulante, aquel gesto -eminentemente humano-me proporcionaría una nueva prueba sobre la intensa y ya prolongada observación que estas naves del espacio vienen haciendo de la Tierra y de cuanto en ella vive y se mueve.
Dispongo de numerosos datos, recogidos en cientos de investigaciones, que me hacen pensar así. Estos seres, por sistemas desconocidos para nosotros, son capaces de estudiar y conocer hasta los más insignificantes detalles del hombre y de su conducta.
Y voy más allá. Tengo la certeza de que algunas de las razas que nos visitan pueden registrar hasta nuestros propios pensamientos...
Pero tiempo habrá de analizar y profundizar en estas últimas consideraciones personales.

H. M., como digo, me miró con extrañeza. Y respondió:
-No recuerdo bien, pero creo que fue él...
-¿Usted le vio sonreír?
-Sí. Lo hizo en varias oportunidades.
-¿Cuándo?
-Siempre que yo preguntaba cosas... Y también al interrogarle sobre su lugar de origen. Mire usted, desde el primer momento en que yo entré allí, él quiso darme la sensación de que era un hombre feliz. De que yo no tenía nada que temer...
-Es decir, ¿temió usted en algún instante por su vida o por su seguridad?
-Sentí miedo, sí. Pero fue algo natural, digo yo. Un miedo a lo desconocido. A lo insólito. Pero no a aquellos hombres. Eso no.
»En realidad parecía como si estuviera entre amigos...
-Y al margen de no querer responder a su pregunta sobre el lugar de origen del ovni, ¿se negó aquel tripulante a contestar a otras cuestiones?
-No. Salvo ese punto, siempre lo hizo.
-¿Cómo era el timbre de voz?
-Normal. El que pueda corresponder a un hombre de unos cuarenta y tantos años.
-¿Y era una voz natural?
-Sí.
-Quizá usted sepa que ha habido casos en los qué los testigos han hablado también con tripulantes de ovnis y que, a veces, esa voz parecía surgir del pecho.
-No, no lo sabía. Pero aquel hombre hablaba de forma normal. Su voz salía por la garganta.
-¿Recuerda si le dejó tocar los aparatos?
-Sí. En una ocasión yo probé una de aquellas «palancas» y vi que, en efecto, se necesitaba cierta fuerza para moverlas. En otro momento, mi interlocutor me señaló uno de los instrumentos que permitían cambiar la gravedad y yo lo toqué también...
-¿Cómo eran las empuñaduras de las palancas? ¿Estaban recubiertas con algún material conocido: piel, cuero, etcétera?
-Parecía plástico y acero inoxidable... Todo metálico.
-¿Y los asientos?
-Tenían un color entre gris oscuro y azul. Y también parecían de plástico. Pero, no lo sé, porque no pude sentarme...
-¿Y cómo era el suelo?
-Metálico.
-¿De qué color?
H. M. permaneció unos segundos en silencio. Como recordando.
-Algo similar al acero. Gris... Pero no recuerdo que tuviera material alguno encima.
-¿Caminaba usted con comodidad? ¿Era silencioso?
-Sí.
-¿Qué temperatura reinaba en el interior del objeto?
-No lo recuerdo, quizá porque no encontré diferencia apreciable con el exterior.
-¿Y hacía calor en aquella época del año en Sudáfrica?
-Bueno, quizá unos veintidós grados a esas horas de la noche...
-¿Sudaba usted?
-Sí, yo sí.
-¿Y ellos?
-No. Creo que no.
-Sigamos con otros detalles de la descripción física. ¿Decía usted anteriormente que los cabellos eran cortos...?
-Sí. Y lisos. También aprecié algunas canas en el hombre que me hablaba.
-¿Qué color dominaba en sus cabellos?
-Todos tenían el mismo: como el suyo...
La respuesta del ingeniero había sido fulminante. No había dudado. Y remachó:
-Sí, todos tenían un cabello color castaño...
-¿Vio cejas?
-Sí, claro.
-¿Y qué forma tenían los ojos?
-También normales.



El tiempo destinado a la grabación de este primer programa de televisión se agotaba. Y el realizador levantó su brazo por detrás de la cámara, señalándome que abreviara. Y así lo hice, con todo el dolor de mi corazón...
-Hábleme brevemente de aquellas ventanas. Me comentaba usted en cierta ocasión que le extrañó no ver luz desde el exterior del ovni...
-Sí. De eso me di cuenta al entrar en el aparato. Mientras permanecí fuera, yo no vi más luz que la que salía por la abertura de la escalerilla. Sin embargo, una vez dentro, pude comprobar que las estrellas eran perfectamente visibles a través de los cristales... ¿Cómo podía ser? En aquella época, cuando tuvo lugar ese suceso, no se habían inventado todavía los actuales cristales que no dejan pasar la luz del interior al exterior.
-¿Cómo eran las ventanas?
-En realidad daba la sensación de ser un único ventanal circular, con las correspondientes divisiones cada setenta y cinco centímetros, más o menos.
-¿Podía tratarse de cristal?
-No pude tocarlo. Sólo sé que era algo transparente.
-¿Y a qué altura estaban del piso?
-Inmediatamente encima del respaldo de los asientos. Es decir, a un metro, aproximadamente. El asiento en sí apenas si levantaba unos cuarenta centímetros sobre el suelo.
-¿Cómo se abría la puerta del ovni?
-No lo sé con seguridad, pero pienso que hacia arriba, hacia el techo. Y le digo eso porque, al subir por la escalera, lo primero que vi, a derecha e izquierda, fueron los asientos. Eso descarta la posibilidad de que se abriera lateralmente.
-Por cierto, ¿cómo era la escalera?
-¡Oh!, no sé... Recuerdo que metálica y parecida a esas escalerillas que colocan en los aviones.

A lo largo de nuestras anteriores entrevistas H. M. me había señalado siempre un detalle de vital importancia para él en lo que al «tren de aterrizaje» del ovni se refiere.
Y en esta ocasión volvió a insistir en ello.
-Cuando años después me trasladé a España -prosiguió-, hubo algo que me llamó extraordinariamente la atención.

» Un día; caminando por Madrid, pasé ante una librería. Y quedé paralizado al ver la portada de un libro. Allí aparecía dibujado uno de esos «platillos volantes», con una especie de gran «H» en el centro. Aquella «H», precisamente, se asemejaba mucho al hueco que yo vi en la panza del ovni y en el que se introducía, sin duda, el «tren de aterrizaje» del objeto. Fue entonces, al descubrir ese dibujo, cuando mis dudas terminaron por desvanecerse. Aquello NO había sido un sueño.



El ingeniero se refería al conocido libro de mi buen amigo Antonio Ribera y de Farriols, Un caso perfecto, y en el que se recogen las fotografías e investigación sobre la polémica nave vista en San José de Valderas, en 1967. Este ovni aparece en las fotografías con una enorme y enigmática «H» en su panza.

Pero, cuando le pregunté a H. M. si conocía algo sobre el célebre asunto «UMMO», respondió que no, que aquélla era la primera vez que escuchaba esta palabra...
-¿Podría describirme el «tren de aterrizaje» de aquel objeto?
-Eran «patas» en forma de tubo.
-¿Remataban en alguna forma concreta: bolas, ruedas, etcétera?
-No sé exactamente. Imagino que usted habrá subido alguna vez en un avión...
-Asentí.
-... Pues bien, ¿podría usted decirme con detalle cómo están formados los «trenes de aterrizaje» de esos aviones?
»Para mí que tenía tres soportes, aunque tampoco estoy seguro. Quizá pudiera haber cuatro... Recuerde que estaba muy oscuro.
»Lo que vi con nitidez fueron dos de estos soportes y, en medio, la escalera. Si detrás había uno o dos soportes más, eso no se lo puedo decir. Yo pensé entonces que sólo había una tercera «pata».
-¿y qué altura tenían esos soportes?
-No mucha. Más o menos, un metro y algo. Yo no podría caminar por allí. Eso sí, parecían muy sólidos y fuertes. Y en la «panza» del objeto se distinguían con claridad unas oquedades en las que podían ser acoplados los soportes. Estaba claro que el plegamiento del «tren de aterrizaje» era «hacia dentro». Y le digo que se apreciaban con claridad esos huecos en el ovni, porque el resto del fuselaje era metálico y esa parte destacaba por su oscuridad.
-¿Cree usted que aquel «tren de aterrizaje», una vez plegado, podía ofrecer esa figura en forma de "H»?
-Sí, así es. Y eso fue lo que me llamó la atención al ver aquel libro.

--Hubo antes un detalle que se me pasó por alto. ¿Había mujeres entre aquellos cinco tripulantes?
El ingeniero sonrió.
-No creo. Al menos, todos tenían aspecto de hombre...
-¿Qué fue, H. M., lo que más le impresionó de aquellos hombres?
-Que no hablaban entre sí. Reúna usted a tres hombres de cualquier país en torno a otro, herido o enfermo, y se dará cuenta que es imposible que permanezcan callados. Y aquéllos no. Aquéllos parecían mudos. Hacían cosas, sí. Andaban de aquí para allá. Se movían. Pero no abrían la boca.
-¿Manejaban algún medicamento?
-No. Y lo curioso es que ellos tenían algo en las manos. Pero ¿de dónde lo sacaban? En las paredes no había armarios... Y tampoco en los asientos o junto a las ventanas.
-Usted es ingeniero de instrumentación. Supongo que se daría cuenta de los remaches o soldaduras...
-No había remaches por ningún lado. Todo era liso. Metálico. Y de un mismo color: como el acero inoxidable.
-¿Había algún emblema, bandera o inscripción en los aparatos, paredes o en los mismos uniformes de los tripulantes?
-No, tampoco. Todos vestían exactamente igual. Le repito que si hubiera habido algo extraño yo me habría dado cuenta en seguida.
-¿Le dijo aquel hombre para qué necesitaba el agua?
-Sí. Él dijo:
»-Tenemos un compañero que está un poco enfermo.
»Yo pensé en un principio, antes de ver el ovni que podía necesitar el agua para su coche y no hubiera importado entonces que quedara algo de aceite en la lata. Pero, al no ser así, el agua tenía que estar completamente limpia.
-Era potable, claro...
-Sí. Aquel riachuelo cae desde la montaña. Y es agua muy buena.
-Sí.
-¿Conservaba la bata blanca el tripulante enfermo?
-¿Vio usted si tenía el mismo color de piel que sus compañeros?
-No pude apreciar eso. Estuve siempre al otro lado de la sala.
-¿Se quejaba?
-No.
-¿Podía estar muerto?
-No, eso no. Yo vi cómo se movía de vez en cuando.
-Y el «hombre de la lata», ¿le preguntó algo a usted?
-No. Siempre fui yo el que interrogaba...
-¿Iban armados?
-No. Ninguno. Tampoco vi pistolas ni nada de eso...
-¿Recuerda exactamente cómo se produjo su despedida del ovni?
-Sí, perfectamente. Unos minutos antes de descender por la escalerilla, aquel hombre, sin forzarme, me fue dirigiendo hacia la entrada. Estaba claro que quería que me marchase. Es como cuando uno está con una visita en el pasillo de su casa y el dueño empieza a caminar hacia la puerta, como queriéndole decir al visitante que ya está bien y que se puede ir. Algo así.
-¿Usted se hubiera quedado más tiempo en el interior del aparato?
-Supongo que sí. El miedo había desaparecido y aquello era insólito. Después, cuando pasaron las horas y los días, me di cuenta que había un millón de preguntas que podía haberle formulado... Pero tampoco tuve mucho tiempo.
-Han pasado ya años desde aquel «encuentro». ¿Conserva usted las imágenes con claridad?
-Con total y absoluta precisión. Y creo que jamás se borrarán de mi cerebro. Aquello fue algo muy fuerte. Algo insólito en mi vida y que, supongo, no se volverá a repetir.
-¿Creía usted en los ovnis?
-Hasta ese momento, jamás me había preocupado el tema. Reconozco que era escéptico. Ahora sé que se trata de un problema serio. Y que la Humanidad tendrá que enfrentarse, tarde o temprano, con él...

Aquí se dio por concluido el rodaje del programa.
H. M. y yo somos hoy buenos amigos. Y en conversaciones posteriores he podido saber que, desde hace algunos años, el ingeniero inglés dedica buena parte de su tiempo libre a tratar de fabricar un dispositivo «antigravedad» similar al que, en aquella inolvidable noche en Sudáfrica, le fue expuesto por aquel hombre del espacio.

Pero H. M. lo lleva en riguroso secreto y no desea, por ahora, que se hagan públicos sus descubrimientos.
Por mi parte, he podido averiguar -y así lo reflejo también en mi libro Alto secreto-que algunas de las grandes potencias como USA, URSS e Inglaterra están dedicando miles de millones de pesetas a numerosos proyectos de investigación que giran precisamente en torno a este mismo tema del dominio de la gravedad. Sólo en los Estados Unidos hay ya, desde hace años, más de setenta universidades y empresas privadas que trabajan sobre ello.

Es casi seguro, en fin, que en el plazo de unos años, la navegación aérea sufrirá un revolucionario cambio. Y la clave, sin duda, estará en algún sistema similar al que un día le fue mostrado a este afortunado ingeniero en el interior de un ovni. Y mientras el equipo de TVE, y yo con ellos, brindábamos por la salud de H. M. y de Mercedes, su encantadora esposa y a la que se debe buena parte del éxito de esta entrevista, puesto que terminó de convencer al ingeniero para que rompiera su silencio de años, mis pensamientos quedaron inexplicablemente fijos en un punto de nuestra larga conversación.

¿Por qué H. M. no pudo conciliar el sueño aquella noche?
«Después de trabajar hasta muy tarde -había contado-me dirigí al dormitorio con intención de acostarme. Pero a los quince o veinte minutos tuve que levantarme. No podía dormir... »
Por un instante me vino a la mente una idea que, por supuesto, nadie puede probar. Y yo, mucho menos.
¿Pudo recibir el ingeniero algún tipo de «llamada» u «orden» de tipo telepático para que saliera con su coche a la carretera?
Es posible, naturalmente, que no fuera así y que, por el contrario, todo se debiera a la casualidad...
Sin embargo, y por razones que quizá algún día me atreva a exponer, yo, personalmente, no creo en la casualidad.
El programa estaba en marcha. Y con muchos más ánimos que en la noche precedente, el equipo se retiró del domicilio del ingeniero. Al día siguiente nos aguardaba un nuevo y apasionante rodaje.

Pero antes de abandonar Bilbao y regresar a mi casa, en Lejona, el productor del programa, Gerardo Zubiría, me preguntó si podría llevarle en mi coche hasta el aeropuerto de Sondica. En una de las mil idas y venidas a las instalaciones de carga de dicho aeropuerto para tratar de recoger la nueva cámara de televisión que llegaba de Madrid, Gerardo había tenido que abandonar su vehículo. El depósito del «124» se había quedado sin gasolina.

Y, entrada ya la noche, llegamos a las puertas del aeropuerto bilbaíno.
Gerardo sujetaba entre sus pies una lata que, minutos antes, le habían llenado en una de las gasolineras del alto de Enécuri.
Y con toda la tranquilidad del mundo nos dirigimos hacia la zona de carga del aeropuerto. Sondica no recibe tráfico aéreo durante la noche y, dado lo avanzado de la hora, las instalaciones aparecían desiertas.
Dejamos atrás la barrera que separa el área de pistas, torre de control y almacenes de carga del resto de las instalaciones y que, extrañamente, se encontraba levantada.
Y enfilamos con el coche hacia los almacenes de Iberia, donde yo había acudido ya en otras ocasiones.
En aquel instante, y quizá debido al gran cansancio del día, no me percaté del grave error que estábamos cometiendo...
Pero, segundos después de rebasar la citada barrera, la figura de uno de los vigilantes armados frente al coche me hizo caer en la cuenta de lo arriesgado de nuestra maniobra...
Detuve bruscamente el coche, consciente de mi peligroso error. Y me apresuré a hablar con dicho vigilante.
Cuando trataba de exponerle nuestras intenciones, y todavía desde el interior del vehículo, vi aparecer entre la oscuridad de la pista dos guardias civiles que colocaron sus metralletas a ambos lados de mi coche...
La verdad es que la situación no podía ser más delicada. Un coche había penetrado a altas horas de la noche en zona prohibida del aeropuerto de Bilbao. Y, para colmo, uno de los dos jóvenes que lo ocupaba llevaba una lata de gasolina entre sus piernas...
No estaba la situación en Bilbao y en el País Vasco en general en aquellos momentos como para andar con estas «bromas»...
Cuando, al fin, y medio temblando, logramos exponer nuestra situación a los agentes, uno de ellos me comentó al tiempo que me devolvía la documentación:
-Ustedes han nacido hoy... Si avanzan unos metros más los hubiéramos ametrallado.
Pero no iba a ser aquélla la única vez que mi vida corriera serio peligro a lo largo del rodaje de estos programas de televisión.

El investigador español J.J. Benitez