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domingo, 30 de abril de 2017

Extraterrestres poco comunes: Eran como protozoos gigantes, un poco más oscuros que la niebla, como una especie de color azulado, brincando alrededor del platillo, como esferas de gelatina animada.

Extraterrestres poco comunes: Eran como protozoos gigantes, un poco más oscuros que la niebla, como una especie de color azulado, brincando alrededor del platillo, como esferas de gelatina animada. 


¿Cuál es el prototipo más extendido de los extraterrestres?: Por lo general se trata de seres antropomorfos, aunque no siempre se da este hecho. Según han narrado muchos testigos de encuentros cercanos con extraterrestres así como otros tantos contactados, la mayoría de estos seres poseen cabeza, tronco y extremidades, con la única variación en su altura, color de la piel o conformación de sus rasgos faciales (algunos son macrocéfalos con ojos grandes y oscuros conocidos como grises; otros reptiloides de piel escamosa y ojos con pupilas verticales y también los hay humanos de aspecto nórdico de hasta 2 metros y medio de altura, por poner solo algunos un ejemplos).


Podría decirse que, independientemente de su planeta de origen, la evolución de todos los seres vivos hacia estadios superiores de inteligencia necesariamente habrá tenido que discurrir  desarrollando un cerebro como núcleo de todo el sistema nervioso, dotándose así mismo de dos ojos lo más cercanos posible al cerebro y obligatorios para crear una visión periférica y tridimensional del espacio. La evolución misma llevaría a estas las criaturas a mantenerse de forma erguida, desarrollando unos brazos o extremidades superiores imprescindibles para elaborar instrumentos; y en un futuro, el diseño y manipulación de todo tipo de máquinas. 


En esa conformación del prototipo de humanoide, no deberíamos olvidarnos de su capacidad para articular sonidos conscientemente, es decir, hablar; aunque con el tiempo, aquellas civilizaciones más desarrolladas en nuestra galaxia y en otras lejanas, utilicen la comunicación telepática transmitiendo ideogramas en vez de palabras; comunicación relacionada directamente con la glándula pineal situada en el centro del cerebro. Como le explicaron al contactado mexicano Pablo Hawnser extraterrestres del planeta Milburbek, la telepatía utiliza una dimensión diferenciada para llevarse a cabo, de ahí que sea instantánea y a distancias miles de años-luz.

El contactado mexicano Pablo Hawnser
Sin embargo, a todo lo dicho, caben excepciones, como si la Creación misma hubiese dejado un apartado donde otras criaturas, llamémoslas amorfas, tuviesen una oportunidad de evolución…


Hans Gustafsson y Stig Rydberg, empleados de una lavandería en  Helsingborg (Suecia) emprendieron el camino de vuelta a casa, debido a que ya eran altas horas de la madrugada. Volvían desde  Höganäs  en una furgoneta DKW Combi, tras haber pasado un rato junto con sus respectivas novias, despidiéndose de ellas en la Cafetería Kocks de Höganäs. Fue entonces, circulando junto al estrecho de Öresund en la Ruta 45 y cerca del pueblo de Domsten, que Hans Gustafsson, el conductor de la furgoneta, sintió la necesidad de defecar y detuvo el vehículo junto al claro del bosque. 


DKW Combi





Domsten (Suecia)



Según narraron los jóvenes suecos, en aquel espacio del bosque había una luz que emanaba de un objeto de 5 metros de diámetro y un metro de altura, que se sustentaba sobre tres patas. A partir de entonces  se inició el conocido como el caso Domsten, un encuentro de tercer tipo donde unas criaturas amorfas, atípicas e inusuales en los encuentros con alienígenas, intentaron secuestrar a aquellos dos jóvenes que difícilmente daban crédito a los hechos que estaban viviendo.





He incluido lo recogido en el libro Forasteros del espacio, de Brad Steiger, sobre aquellos hechos que ocurrieron allá por el año 1958 y que nos dan una visión distinta de los típicos extraterrestres y el hecho de que aquellos seres no lograsen finalmente secuestrar a dos seres humanos, tal vez porque el destino, o quizás la improvisación y reflejo de uno de ellos, lo evitase.



Del libro Forasteros del espacio, de Brad Steiger

LAS TERRIBLES MASAS DE GELATINA VOLADORA

Un informe dado por dos jóvenes, es el caso más extraño de todos en los archivos del Consejo de Defensa Sueco. De acuerdo con Hans Gustafsson y Stig Rydberg, unas horribles criaturas provenientes de un platillo volante les atacaron y trataron de raptarlos en la mañana del 20 de diciembre de 1958.
Tan fantástica como la anterior historia, es la comprobación hecha por dos psicólogos que hicieron exhaustivas pruebas con los dos jóvenes en estado de hipnosis, concluyendo que los dos suecos estaban diciendo lo que ellos consideraban la verdad y que su historia se basaba en un hecho real.
Informes detallados del intento de rapto, aparecieron en más de 70 periódicos europeos, incluyendo el St¡enska Dagbladet, Stockholt Tidnigen, Helsingborg Dagblad y el Swiss Weltaurnbote.
Habían disminuido su velocidad a 40 kilómetros por hora, a causa de una espesa niebla, aquella mañana en que se dirigían desde Hoganas a Helsingborg. Poco antes de las tres de la madrugada llegaron a un claro en el espesor del bosque que lindaba con los dos lados de la autopista. Fue ahí donde vieron la luz misteriosa.
Por el ridículo y la angustia a que serían sometidos posteriormente -por no mencionar una experiencia más horrorosa-, los dos jóvenes suecos habrían deseado seguir conduciendo en esa ocasión.



Pero no fue así: se sintieron con deseos de investigar, dejaron su coche y caminaron cautelosamente en la niebla.
“Vimos un extraño disco”, dijo Hans Gustafsson a los periodistas y oficiales. “Descansaba sobre patas de un metro de alto; parecía estar hecho de una luz peculiar, brillante y que cambiaba de color.”
Apenas tuvieron tiempo de expresar su asombro cuando súbitamente fueron enfrentados por varias “burbujas”, según Hans y Stig. “Eran como protozoos gigantes, un poco más oscuros que la niebla, como una especie de color azulado, brincando alrededor del platillo, como esferas de gelatina animada.”



Antes de que los suecos pudieran reaccionar frente a las criaturas, las masas de gelatina los estaban envolviendo, y con una poderosa fuerza de succión trataron de arrastrarlos hacia el platillo.
“La fuerza de succión que ejercían era terrorífica”, dijeron posteriormente, “y despedían un olor realmente terrible, como éter y salchicha quemada”.
Stig Rydberg dijo a los investigadores que su brazo derecho se hundió hasta el codo en una de las burbujas.
“Parecía que las criaturas podían leer mi mente. Esquivaban todos mis movimientos aún antes de que llegara a realizarlos. Su fuerza no era tan grande como la técnica con que ellos la empleaban.”



Después de desesperados momentos de frenética lucha, Rydberg se soltó de las succionadoras masas de gelatina y corrió hacia el coche, perseguido desde muy cerca por dos de estas esferas gelatinosas; violentamente abrió la puerta y presionó con celeridad la bocina, en un desesperado intento de que alguien pudiera escucharla y venir en su ayuda.
Los dos jóvenes suecos fueron salvados por el claxon. El terrible bocinazo que sacudió el ámbito en ese amanecer, pareció tener el efecto del sonido de un cuerno de caza, ordenando a la caballería a ir en su rescate, sobre las trémulas masas de gelatina. Dejando caer a Hans, a quien tenían en posición horizontal y el cual se aferraba tenazmente a uno de los postes del alumbrado, las protoplasmáticas criaturas se retiraron rápidamente al platillo brillante y remontaron el cielo.
Mientras se elevaba emitía una luz brillante y un silbido penetrante y de gran intensidad.



Casi exhaustos con la increíble aventura a la que se habían visto arrastrados, los dos suecos continuaron su viaje, acordando que debían reservarse este suceso sólo para ellos y no decir nada a nadie.
“Sabíamos que las personas solamente se reirían de nosotros si les contábamos esta fantástica historia”, dijeron posteriormente. “Y probablemente las autoridades nos enviarían a un manicomio. Además, esta publicidad no nos haría bien a ninguno de los dos.”
Pero el terrible hedor parecía perdurar en Hans y Stig. Parecía haberles herido las fosas nasales con el terrible olor y sentían una descomposición en su interior, como si los hubiesen puesto con los pies hacia arriba.
“Lo soportamos por tres días”, dijo Hans a los periodistas. “Entonces, decidimos que debíamos ver a un médico; temíamos que esos monstruos nos hubieran dañado permanentemente de alguna forma, quizá internamente.”
El médico, después de un cuidadoso y complicado examen, les dijo que él no encontraba nada anormal en ninguno de ellos. Pero el terrible y penetrante silbido aún vibraba en sus oídos y parecían atontados por el olor que las esferas habían exudado. Por último, decidieron hacer público un informe sobre su experiencia y enfrentarse a la burla y la publicidad indeseable que ellos sabían seguiría a tal revelación.


Stig Rydberg (sentado a la izquierda) y  Hans Gustafsson (sentado a la derecha)
Durante 12 horas, Stig y Hans fueron interrogados y examinados por oficiales del Consejo de Defensa Sueco, sicólogos, médicos y policías. La andanada de preguntas fue incapaz de sorprender a los dos jóvenes en alguna pequeña contradicción. Hicieron una oferta -que fue rápidamente aceptada-, que consistía en llevar a los expertos y a los reporteros al sitio en que habían visto el platillo y su extraña tripulación.
Ahí, aún visible, estaban las huellas del trípode de sostén de la nave espacial, en el suelo blando del claro. Los sicólogos concluyeron que su examen, llevado a cabo bajo profunda hipnosis, indicó que los dos jóvenes habían sido cazados definitivamente en algún misterioso campo magnético.
Se les permitió a los oficiales daneses participar en el interrogatorio de Hans y Stig, y declararon que los archivos daneses contenían una experiencia similar, la de una mujer danesa.
Ninguno de los dos jóvenes creía en “historias salvajes acerca de platillos volantes” antes de que se detuvieran a investigar aquella misteriosa luz en el claro. Ninguno de los dos volverá a dudar nuevamente acerca de tales narraciones.

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A continuación he traído un incidente ocurrido en Lonco (Chile) recogido en el libro Extraterrestres en Chile, de Jorge Eduardo Anfruns Dumont; sin duda los extraterrestres que se le presentaron a Raquel y su familia tenían una morfología atípica, diferenciada de cualquier antropoide. Este es un relato que merece la pena leerse sobre todo, porque los extraterrestres describen su propia evolución y el paso del tiempo de una forma radicalmente distinta a como intuimos los seres humanos.

Del libro Extraterrestres en Chile, de Jorge Eduardo Anfruns Dumont


Rio Biobío, Chile.
EL PAVOR Y LA PAVURA

Lonco queda situado en la ribera derecha del río Biobío, fue un terreno desaprovechado, hasta la década de los sesenta, circunstancia en la cual el plano regulador de la ciudad de Concepción comenzó a sentirse estrecho para dar acogida en su expansión física a muchos profesionales que en esa ciudad laboraban. Por esas coyunturas que aparecen una sola vez en la vida, la señora Raquel y su marido optaron por edificar su casa en Lonco, a decir verdad fueron pioneros en llegar a ese lugar donde sólo los árboles, prados y arbustos reinaban en compañía de un cielo clarísimo y mucho oxígeno para pensar, para planificar una familia y salir adelante como todos los que aspiramos cosas en la vida. Ocupada la casa, llegaron sus primeros habitantes, luego los hijos y la placidez de hacer bien el plan original. No era navidad, sin embargo existía un sutil olor a pinos, en el interior de la vivienda, que se mezclaba con finas esencias de aromos, todo esto empujado por una brisa fresca, típica de la ribera de un gran río, los pájaros se silenciaban tarde a tarde para ceder sonoridad al silencio. En esta doméstica lejanía, la dueña de casa nos enseña su experiencia.

“Esto que voy a relatar nos sucedió el año 66; nosotros nos habíamos cambiado a una casa en Lonco Oriente que en ese tiempo era un lugar semi-rural, en donde existían sólo cinco casas. Estábamos una noche nosotros durmiendo y el hijo, el mayor de ellos, un chico que tenía más o menos cuatro años que también dormía lanzó un grito y empezó a llorar, entonces, mi marido se levantó de la pieza y se quedó con él consolándolo, al tiempo que el niño le relataba que había visto en la ventana un hombre verde. Yo me había quedado en el dormitorio junto a mi guagua*, que era el menor en ese tiempo, ajena a lo que estaba ocurriendo en la otra dependencia.

*(NOTA: Niño recién nacido o de pocos meses y que todavía no camina. Leguaje coloquial  América del Sur)


Por supuesto estaba despierta y como el niño recién había llorado estaba alerta y empiezo a ver a través de mi ventana que daba al jardín entrar unas esferas que en su interior traían unas figuras como fetos y no medían más de cincuenta  centímetros, de color verde oscuro, un verde así medio grisáceo. Ojos grandes y redondos igual como se ven los ojos del feto, lo único que cambia es el color; entraron y rodearon la casa, inmediatamente me dijeron que querían llevarme a su nave, porque querían saber qué era lo que yo pensaba, debo agregar que sentí primero unos chillidos como de ratón, chillaban pero me comuniqué perfectamente con ellos en forma telepática. Entonces me negué a ir con ellos, porque no era ninguna persona extraordinaria como para que me sacaran información.


Ellos insistieron y miraron a mi hijo, vieron a la guagua que estaba al lado mío y dijeron: “Si tú no tienes información, él que es más viejo, debe saber más”.
Yo les dije: ¡No! esta es una guagua y les expliqué que  él no tenía nada en su mente, ninguna información, es sólo un pequeño.
Entonces ellos me explicaron a su vez que: En su escala evolutiva, los pequeños eran lo contrario de nosotros, eran los más viejos, y señalándome las esferas más pequeñas me dieron a entender que con el paso de los años iban a desaparecer. Supongo que los otros más grandes eran adultos jóvenes. Porque eran a la inversa de nosotros, un ciclo evolutivo inverso.

Bueno, a pesar de todo, insisten en llevarme, entonces me llevan a ver la nave; atrás de la casa existía un sitio baldío, un campo, una parte totalmente plana como una vega y ahí no había casas, no había nada, ahora hay otra población, Lonco Alto que es nueva e inmensa, bueno y al final había una nave, como un trompo girando, inmenso; al salir, les dije: “que yo no entraba”, ellos me vuelven a decir que tengo que entrar, entonces yo invoco: ¡Madre Santísima por favor ayúdame! No hago más que decir esto y ellos dicen: “La señora, la señora” y desaparecen, pero antes de irse dicen: “Tú no te vas acordar de nada”.



Mientras yo pensaba lo contrario y... me ponen una inyección, supongo que en la base de la columna vertebral, atrás. Sentí un suave pinchazo, sin dolor. Bueno, después de eso no sé si me quedé dormida, no estoy segura, pero las cosas fueron tan reales y después de esto veo unos seres maravillosos; inmensamente altos como de dos metros cincuenta, adelante una señora preciosa, pero vestida con buzo, un buzo luminoso exactamente como las luces fluorescentes, era un Ser de una belleza extraordinaria, de pelo rubio, no largo pero un rubio bien pálido, sus ojos eran como de luz, pero una luz clara y atrás de ella, había como una legión de seres que se veían hasta el infinito, como que se perdían atrás.
Los seres que acompañaban a la dama eran todos vestidos de buzo, unos con el cabello corto y otros más largos, supuse que eran hombres y mujeres. Bueno, uno sé explica así en esa forma. Y ella, la señora, me dice: “no tema, porque nosotros estamos protegidos por ellos, que no debemos tener ningún temor, para nada”. Luego que esto pasó, viene mi esposo y me cuenta lo que el niño le había relatado y yo le doy a conocer mi experiencia y le digo: “fíjate que me pusieron una inyección en la espalda”. El no me podía creer, me mira y tenía un poco de sangre, bien, mucho tiempo después yo seguía con una “costrita” ahí, pero era bien original tenía forma triangular, no era como una costra dura que deja una aguja circular, sino triangular, después de eso, como dos años atrás, se me cayó esa "costrita" y le dije a mi esposo que la dejara en el velador porque teníamos un amigo químico y él podría analizarla, ya que pareeía algo como una “película”. No era al final de cuentas una costra, era una cosa plástica. La dejé sobre el velador y...aI otro día "no estaba". Quedó una cicatriz, pero... también se borró.



Cuando el marido entró y escuchó el relato del pinchazo pensó originalmente que todo obedecía a un sueño, pero con espanto constató la presencia de sangre en el cuerpo y en el camisón de dormir, incluso aún manaba sangre. En su exposición acota: “Fueron dos cosas que me hicieron creer, el gran temor que tenía mi hijo, que me dice: andaban unos hombres, yo creí que estaba soñando, no le, di ninguna importancia, sino que todo lo contrario lo empecé a tranquilizar y hacerlo dormir, costó bastante porque estaba muy excitado. Bueno, otra relación contundente fue ver el lugar del pinchazo y  la sangre. Además el relato del niño con el de mi esposa concordaban”.

Este incidente pasó al olvido. Como cinco años más tarde, una nave del tamaño de 50 metros, aproximadamente, se posó sobre la casa iluminando todos sus contornos con algo similar a un gran foco de teatro, para ellos fue una experiencia muy gratificante, pues sintieron Paz.

Ahora, si un científico puede explicar: ¿por qué una costra no se cae en 25 años? ¿Quién podría hacerlo? ¿Por qué desapareció del velador? Es probable que en la gama de experimentación que llevan los extraterrestres con nosotros, en algunos casos la experiencia obedece a un tiempo limitado. Tal como nosotros sacamos el collar de un oso que porta un transistor, que a la vez nos sirve para rastrear su hábitat y costumbres, puede darse la ocasión en que, a nosotros, nos saquen sus “costras” una vez finalizada la búsqueda y rastreo de información sobre la especie humana. Nosotros nunca le consultamos al ratón si desea ser parte de nuestros experimentos, alguien hace algo similar con nosotros.

Con la única diferencia que el ratón no habla. Y a nosotros, cuando hablamos y escribimos todo esto, no nos creen. A fin de cuentas, ¿cuál es la diferencia?

Piénselo más de una vez; la vida tiene muchas vueltas dice el refrán, y en una de esas vueltas, “Ellos vuelven” a colocar otra costra.

El investigador chileno Jorge Eduardo Anfrúns Dumont