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domingo, 4 de agosto de 2019

El pueblo que desapareció: Las chozas rodeadas por la nieve estaban recluidas en el silencio, y no salía humo de ninguna chimenea... (Secuestrados por extraterrestres)

El pueblo que desapareció: Las chozas rodeadas por la nieve estaban recluidas en el silencio, y no salía huno de ninguna chimenea... (Secuestrados por extraterrestres)




¿Están relacionados los extraterrestres con la desaparición de seres humanos? Obviamente, la respuesta es afirmativa. En esta ocasión he traído unos hechos que me han llamado poderosamente la atención, acontecimientos ocurridos en 1930 donde una población numerosa de esquimales “literalmente se difumino de la faz de la Tierra”. Las autoridades canadienses no hallaron una explicación “lógica”, si bien es cierto que por aquellas fechas los mandatarios, ni la población en general, tenían en sus mentes el concepto necesario respecto a los seres extraterrestres, nociones que pudieran ayudarles a comprender acontecimientos como el ocurrido en aquel poblado esquimal.


  
“La historia fue publicada en tres periódicos canadienses en noviembre de 1930: primero en “Le Pas Manitoba” y “Bee Danville” y unos días después en el más sensacionalista, el “Halifax Herald”, que incluía un impactante reportaje a Labelle:



Nada más llegar me di cuenta de que algo ocurría […] Platos medio cocinados, se habían visto sorprendidos en mitad de la cena. En cada cabaña, me encontré con un rifle apoyado junto a la puerta y los inuit no van a ninguna parte sin su arma…

Luego la agencia de noticias Newspaper Association se encargó de difundir por toda América del Norte el evento, promocionado como el más grande misterio sin resolver investigado por la Policía Montada.



Casi 30 años más tarde, en 1959, el caso se hizo mundialmente famoso gracias al ufólogo Frank Edwards, al incluirlo en su libro “Más Extraño Que La Ciencia”. Gracias a él, esta historia ha llegado hasta nuestros días, de forma más o menos completa y fidedigna. Hasta que se reabrió la polémica con el crecimiento del uso de las tecnologías de información. Recientemente en la web de la Policía Montada de Canadá, se desmentía rotundamente lo escrito por Edwards, acusándolo de inventar toda la historia y negando que tal evento se haya producido nunca”.

Frank Edwards



Tampoco existía en el periodo de entreguerras información en los medios de comunicación (radio y prensa) que diese indicios a los investigadores “respecto a naves extraterrestres” surcando los cielos, ya que la moderna ufología se inició el 24 de junio de 1947, cuando Kennett Arnold, volando en su avioneta, avisto sobre el Mount Rainer (Washington) nueve “platillos volantes”.

Ciertamente estamos frente a hechos alarmantes, ignorados por la gran mayoría de la población ya que el poder establecido, los mandatarios mundiales; tal vez incapaces de proteger a quienes administran, prefieren ocultar esta realidad: secuestros de seres humanos por alguna de las “razas negativas” que interactúan en la Tierra (hasta la fecha los investigadores del fenómeno extraterrestre han contabilizado en total más de 70 civilizaciones distintas que visitan nuestro planeta ); si bien es cierto que no todos los seres de otros mundos realizarían actividades negativas contra los seres humanos.

He aquí el relato.

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Del libro OVNI ¿Quimera o realidad?


La policía todavía está tratando de descubrir la causa por la que un pueblo entero de mil doscientos habitantes e incluso los muertos de sus tumbas, se desvanecieron sin dejar ningún rastro, en la oscuridad de un invierno boreal. El misterio comenzó en 1930, cuando el cazador Arnand Laurent y sus dos hijos vieron un extraño destello que cruzaba el cielo septentrional del Canadá. Laurent declaró que la luz cambiaba de forma por momentos, de modo que en un instante era cilíndrica y al siguiente parecía una bala enorme



Lago Anjikuni
Pocos días después, un par de miembros de la policía montada que iban camino del lago Anjikuni se detuvo en la cabaña de Laurent en busca de un abrigo. Uno de ellos explicó que en el lago había “algo así como un problema”. El policía preguntó al confundido Laurent si la luz que había visto se dirigía hacia el lago y éste le respondió afirmativamente

El policía movió la cabeza sin más comentarios, durante los años siguientes los Laurent no volvieron a ser interrogados. Ese fue un descuido comprensible pues la Real Policía Montada de Canadá ya estaba ocupada en esa época con el caso más extraño de su historia ...
Cuando otro cazador, llamado Joe Labelle, marchaba con sus raquetas de nieve hacia el pueblo junto al lago Anjikuni, se sintió agobiado por una extraña sensación de pavor. Normalmente. aquel era un ruidoso núcleo rural de mil doscientas personas y ese día, Joe hubiera esperado oír a los perros de los trineos que ladraban para darle su habitual bienvenida. Pero las chozas rodeadas por la nieve estaban recluidas en el silencio, y no salía huno de ninguna chimenea.

Al pasar por la orilla del lago Anjikuni, el cazador vio que los botes y los kayaks todavía se hallaban amarrados a la orilla. Sin embargo, cuando fue de puerta en puerta, solamente encontró una soledad misteriosa. Aún estaban apoyados en las puertas los apreciados rifles de los hombres. Ningún viajero esquimal dejaría jamás su rifle en casa.
Dentro de las cabañas, las ollas de caribú guisado estaban mohosas sobre los fuegos apagados hacía mucho tiempo. Sobre un camastro había un anorak remendado a medias y dos agujas de hueso junto a él.
Pero Labelle no encontró cuerpos, ni vivos ni muertos, ni tampoco señales de violencia. En algún, momento de un día normal -cerca del almuerzo según parecía- se produjo una repentina interrupción en el trabajo diario, pero lo que la vida y el tiempo parecían haberse detenido en seco.


 Joe Labelle fue a la oficina de telégrafos y transmitió su informe al Cuartel General de la Real Policía Montada de Canadá. Todos los oficiales disponibles fueron enviados a la zona de Anjikuní. Al cabo de unas pocas horas de búsqueda, los policías montados dieron con los perros de los trineos perdidos. Estaban atados a los árboles cerca del pueblo y sus cuerpos se hallaban bajo una sólida capa de nieve. Habían muerto de hambre y de frío.

En lo que fuera el cementerio de Anjikuni, se produjo otro descubrimiento escalofriante. Ahora, era un lugar de grandes tumbas abiertas, de las cuales, bajo una temperatura glacial, alguien se había llevado los cadáveres.
No se veían huellas fuera del pueblo, ni tampoco posibles medios de transporte por los cuales la gente pudiera haber huido. Sin poder creer que mil doscientas personas pudieran desvanecerse de la faz de la tierra, la Real Policía Montada de Canadá amplió su búsqueda. Con el tiempo, la investigación cubría todo el Canadá y continuaría durante años. Pero más de medio siglo después, el caso sigue sin solución.



¿Podrían los OVNI ser también responsables de otros casos de desapariciones a través de los años? En 1924, dos experimentados píloros de la Real Fuerza Aérea británica (R.A.F.), llamados Stewart y Day, se estrellaron en el desierto iraquí durante un vuelo corto de rutina. Como no regresaban. se enviaron en su busca partidas de rescate. Pronto encontraron el avión, y las pisadas que se alejaban de él demostraba que los hombres habían partido a pie en dirección a alguna parte. Pero después de una breve distancia, las pisadas se detenían. No había señales de escaramuza, ni otras huellas en la arena, ni ninguna marca de algún tipo. Las huellas de los hombres se detenían de repente, con un pie delante del otro, indicando que caminaban normalmente cuando ocurrió algo. Nunca más volvió a verse a ninguno de los dos


En 1900, tres fornidos pescadores partieron de Lewis hacia las Hébridas Exteriores para relevar a tres guardafaros de las Islas Flannan. Una vez allí, no encontraron nada extraño. No había señales de daño ni de accidente, ni desorden, ni indicios de pánico ni botes que faltaran, ni pérdida de combustible, ni mensajes; pero tampoco encontraron a los hombres. Los tres guardadafaros simplemente se habían desvanecido de la faz de la tierra.

En 1909, Oliver Thomas, un niño de once años, salía de una fiesta de Nochebuena de su casa de Rhayader, cuando desapareció para siempre. Los invitados de la fiesta, al oír un grito repentino que parecía venir del cielo, se precipitaron fuera pero no vieron nada.

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Del libro La amenaza extraterrestre, de Salvador Freixedo

¿ACARREADOS?

A mediados de la década de los 70, según los rumores que corrían, los ovninautas estaban en plena tarea de transportar gente a alguna parte. Los ingenuos que todavía ven en la mayoría de los extraterrestres a los «buenos hermanos del espacio» se resisten ante semejante idea. Pero oiga el lector estos datos:



 El día 13 de junio de 1977, en el «camping» de Tauranga, en la isla del norte de Nueva Zelanda, más de 200 personas que se hallaban allí acampadas desaparecieron misteriosamente, dejando aparcados sus autos y todas sus pertenencias. No quedó absolutamente nadie para contar lo que le había pasado a toda aquella multitud.

El día 14 de junio, un día después de esta masiva desaparición, 76 jóvenes que iban en excursión en dos autocares desaparecieron de la misma misteriosa manera. Viajaban por el Estado de Wyoming (EEUU). Los dos autocares aparecieron intactos aparcados a un lado de un camino apartado. Intactos pero vacíos y con todas las pertenencias de sus ocupantes. No se volvió a saber de ellos.

Y, ¡oh casualidad!, el mismo día 14 de junio, el buque «Amelio», que navegaba de Barcelona a Túnez con 165 pasajeros, en un mar totalmente en calma, desapareció sin dejar rastro. Lo vieron entrar cerca de las Baleares en un banco de niebla no muy extenso, pero nunca lo vieron salir. Y en los abundantes rastreos que se hicieron a poco de la desaparición, ni una tabla que indicase el posible hundimiento de la nave. El mar en calma se la había tragado junto a 165 seres humanos... ¿o no fue el mar? Lo cierto es que en dos días habían desaparecido de la superficie del planeta 440 personas.


Desgraciadamente, del caso siguiente no podré dar a los lectores cifras y fechas concretas y hasta fotografías que les hubiese podido suministrar, si una mano aleve no hubiese destruido mis archivos hace tres años. En ellos estaban todos los detalles de un caso de «reclutamiento» de seres humanos para ser trasladados a otro planeta. Pero por encontrarme yo entonces en California, cerca de donde sucedieron los hechos y por haberlos investigado inmediatamente por mi cuenta, puedo todavía aportar algunos datos interesantes.
Fue hacia 1977 ó 78 cuando por el Estado de Oregón apareció una pareja muy extraña que buscaba voluntarios para ser trasladados a otro planeta. El varón se hacía llamar simplemente «He» (él) y su compañera «She» (ella). Eran altos, de ojos claros y de un mirar profundo. En sus charlas, de un hablar susurrante, mezclaban una jerga ecológica y cósmica con principios de la más rabiosa mística hindú. Daban la impresión de carecer por completo de sentido del humor, y eran de una seriedad impresionante. Su poder de convicción era enorme, porque aun pidiendo voluntarios para empresa tan descabellada, en pocos días consiguieron alrededor de 100 personas dispuestas a abandonarlo todo dejando atrás familias y bienes económicos.
Se señaló un día para la marcha hacia el desconocido lugar en donde serían preparados para el gran viaje. Algunas de las parejas apuntadas entregaron sus pequeños hijos a los parientes más próximos, y llegado el día, partieron con «El» hacia un destino desconocido.

Naturalmente, el revuelo que se formó fue enorme y las autoridades tuvieron que tomar cartas en el asunto ante las muchas denuncias de niños abandonados. Al cabo de más de un mes de haber desaparecido de Oregón, se tuvo noticias de ellos en un apartado lugar del Estado de Colorado a 2.000 kilómetros de distancia. Allí parece que estuvieron acampados varios días, aunque del grupo faltaban ya bastantes. Algunos volvieron a sus hogares al cabo de un tiempo, pero de muchos otros no se volvió a saber. Finalmente, todo el asunto fue cayendo en el olvido, como sucede con tantos casos extraños.

Las noticias de desapariciones misteriosas de adultos saltan con cierta frecuencia a las páginas de los periódicos. La gente las lee con cierta curiosidad, pero ante la avalancha de noticias raras que nuestra desquiciada sociedad produce todos los días, pronto caen en el olvido.
Es cierto que hay muchas razones, puramente terráqueas, para que una persona desaparezca sin dejar rastro, o falte de su domicilio aun sin haber ninguna razón aparente, pero en muchos casos, tras una buena investigación, se llega a la conclusión de que en la desaparición de determinada persona intervinieron causas extrañas.

A veces los periodistas no tienen reparo en relacionarlas con extraterrestres, como en este artículo de Henry Weber, aparecido en el «Star» el 7 de mayo de 1988:
«Los alienígenas raptan cada año a unas 10.000 personas, y la cosa se está poniendo peor a medida que ellos necesitan más gente para sus trabajos.»
«Esto es lo que dice el doctor Atlee Spoor, que añade que en un principio los extraterrestres echaban mano de los descarriados y transeúntes, pero que ahora se llevan a la gente de cuello blanco y de clase media.».
«No quiero ser un profeta de calamidades, pero preveo el día en que toda la raza humana va a estar en peligro», les dijo el experto de Ámsterdam a los periodistas. «Cada año se desaparecen unas 10.000 personas para hacer avanzar la economía de una civilización extraterrestre.»
«El doctor Spoor basa sus cálculos en el estudio de miles de personas desaparecidas, tal como figuran en los archivos de la policía europea, y lo que es muy extraño, un 18 por 100 de estas personas dijeron que habían visto un OVNI o un extraterrestre poco antes de desaparecer. La implicación obvia es que fueron seguidos primeramente y luego raptados por ellos». Y añadía que en el último año «hemos visto que la mayoría de los desaparecidos pertenecían a las clases media y alta, lo cual nos indica que los alienígenas necesitan ahora esclavos para que les desempeñen labores de oficina».

«El experto en OVNIS suizo Hugo Jenzer aplaudió las declaraciones del doctor Spoor diciendo que es algo que no se puede tener por más tiempo en silencio. Y añadió que la Unión Soviética conoce muy bien esto que está pasando y publicó un breve informe en 1984 sobre todo ello.»
Efectivamente, si se publicasen convenientemente todas las noticias referentes a esto y no hubiese una tendencia a ocultarlas o disminuirlas por no alarmar a la gente o por no dar la impresión de sensacionalismo, nos quedaríamos pasmados de la cantidad de gente que se esfuma sin dejar rastro. En muchos casos, incluso los familiares de los desaparecidos no quieren que se hable del caso, por considerarlo de alguna manera humillante.
Aparte de esto, el lector también recordará el capítulo «Juegos de los OVNIS con los aviones», en el que narro casos de desaparición de aviones comerciales con todos sus pasajeros. A lo que habría que añadir las salpicadas pero constantes desapariciones de barcos con todo su pasaje y otras esporádicas pero masivas, tales como las que se dieron con gran abundancia en Australia durante el mes de septiembre de 1977. Las cifras totales de adultos desaparecidos sin causa en todo el mundo son impresionantes.