El pueblo
que desapareció: Las chozas rodeadas por la nieve estaban recluidas en el
silencio, y no salía huno de ninguna chimenea... (Secuestrados por
extraterrestres)
¿Están
relacionados los extraterrestres con la desaparición de seres humanos?
Obviamente, la respuesta es afirmativa. En esta ocasión he traído unos
hechos que me han llamado poderosamente la atención, acontecimientos ocurridos
en 1930 donde una población numerosa de esquimales “literalmente se difumino de la
faz de la Tierra”. Las autoridades canadienses no hallaron una
explicación “lógica”, si bien es cierto que por aquellas fechas los mandatarios,
ni la población en general, tenían en sus mentes el concepto necesario respecto
a los seres extraterrestres, nociones que pudieran ayudarles a comprender
acontecimientos como el ocurrido en aquel poblado esquimal.
“La historia
fue publicada en tres periódicos canadienses en noviembre de 1930: primero en
“Le Pas Manitoba” y “Bee Danville” y unos días después en el más
sensacionalista, el “Halifax Herald”, que incluía un impactante reportaje a
Labelle:
Nada más
llegar me di cuenta de que algo ocurría […] Platos medio cocinados, se habían
visto sorprendidos en mitad de la cena. En cada cabaña, me encontré con un
rifle apoyado junto a la puerta y los inuit no van a ninguna parte sin su arma…
Luego la
agencia de noticias Newspaper Association se encargó de difundir por toda
América del Norte el evento, promocionado como el más grande misterio sin
resolver investigado por la Policía Montada.
Casi 30 años
más tarde, en 1959, el caso se hizo mundialmente famoso gracias al ufólogo
Frank Edwards, al incluirlo en su libro “Más Extraño Que La Ciencia”. Gracias a
él, esta historia ha llegado hasta nuestros días, de forma más o menos completa
y fidedigna. Hasta que se reabrió la polémica con el crecimiento del uso de las
tecnologías de información. Recientemente en la web de la Policía Montada de
Canadá, se desmentía rotundamente lo escrito por Edwards, acusándolo de
inventar toda la historia y negando que tal evento se haya producido nunca”.
Frank Edwards |
Tampoco existía en el periodo de entreguerras
información en los medios de comunicación (radio y prensa) que diese indicios a
los investigadores “respecto a naves extraterrestres” surcando los cielos, ya que
la moderna ufología se inició el 24 de junio de 1947, cuando Kennett
Arnold, volando en su avioneta, avisto sobre el Mount Rainer (Washington)
nueve “platillos volantes”.
Ciertamente estamos frente a hechos alarmantes,
ignorados por la gran mayoría de la población ya que el poder establecido, los
mandatarios mundiales; tal vez incapaces de proteger a quienes administran,
prefieren ocultar esta realidad: secuestros
de seres humanos por alguna de las “razas
negativas” que interactúan en la Tierra
(hasta la fecha los investigadores del fenómeno extraterrestre han
contabilizado en total más de 70 civilizaciones distintas que visitan nuestro
planeta ); si bien es cierto que no todos los seres de otros mundos realizarían
actividades negativas contra los seres humanos.
He aquí el relato.
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Del libro OVNI ¿Quimera o realidad?
La policía todavía está tratando de descubrir la
causa por la que un pueblo entero de mil doscientos habitantes e incluso los
muertos de sus tumbas, se desvanecieron sin dejar ningún rastro, en la oscuridad
de un invierno boreal. El misterio comenzó en 1930, cuando el cazador Arnand
Laurent y sus dos hijos vieron un extraño destello que cruzaba el cielo
septentrional del Canadá. Laurent declaró que la luz cambiaba de forma por
momentos, de modo que en un instante era cilíndrica y al siguiente parecía una
bala enorme
Lago Anjikuni |
Pocos días después, un par de miembros de la
policía montada que iban camino del lago Anjikuni se detuvo en la cabaña de Laurent
en busca de un abrigo. Uno de ellos explicó que en el lago había “algo así como
un problema”. El policía preguntó al confundido Laurent si la luz que
había visto se dirigía hacia el lago y éste le respondió afirmativamente
El policía movió la cabeza sin más comentarios,
durante los años siguientes los Laurent no volvieron a ser
interrogados. Ese fue un descuido comprensible pues la Real Policía Montada de Canadá
ya estaba ocupada en esa época con el caso más extraño de su historia ...
Cuando otro cazador, llamado Joe Labelle, marchaba con
sus raquetas de nieve hacia el pueblo junto al lago Anjikuni, se sintió
agobiado por una extraña sensación de pavor. Normalmente. aquel era un ruidoso
núcleo rural de mil doscientas personas y ese día, Joe hubiera esperado oír
a los perros de los trineos que ladraban para darle su habitual bienvenida. Pero las chozas
rodeadas por la nieve estaban recluidas en el silencio, y no salía huno de
ninguna chimenea.
Al pasar por
la orilla del lago Anjikuni, el
cazador vio que los botes y los kayaks todavía se hallaban amarrados a la
orilla. Sin embargo, cuando fue de puerta en puerta, solamente encontró una
soledad misteriosa. Aún estaban apoyados en las puertas los apreciados rifles
de los hombres. Ningún viajero esquimal dejaría jamás su rifle en casa.
Dentro de las cabañas, las ollas de caribú guisado
estaban mohosas sobre los fuegos apagados hacía mucho tiempo. Sobre un camastro
había un anorak remendado a medias y dos agujas de hueso junto a él.
Pero Labelle no encontró cuerpos, ni vivos ni
muertos, ni tampoco señales de violencia. En algún, momento de un día normal
-cerca del almuerzo según parecía- se produjo una repentina interrupción en el
trabajo diario, pero lo que la vida y el tiempo parecían haberse detenido en
seco.
En lo que
fuera el cementerio de Anjikuni, se
produjo otro descubrimiento escalofriante. Ahora, era un lugar de grandes
tumbas abiertas, de las cuales, bajo una temperatura glacial, alguien se había
llevado los cadáveres.
No se veían
huellas fuera del pueblo, ni tampoco posibles medios de transporte por los
cuales la gente pudiera haber huido. Sin poder creer que mil doscientas
personas pudieran desvanecerse de la faz de la tierra, la Real Policía Montada de Canadá amplió su búsqueda. Con el tiempo,
la investigación cubría todo el Canadá y
continuaría durante años. Pero más de medio siglo después, el caso sigue sin
solución.
¿Podrían los OVNI ser también responsables de
otros casos de desapariciones a través de los años? En 1924, dos experimentados
píloros de la Real Fuerza Aérea británica (R.A.F.), llamados Stewart
y Day,
se estrellaron en el desierto iraquí durante un vuelo corto de rutina. Como no
regresaban. se enviaron en su busca partidas de rescate. Pronto encontraron el
avión, y las pisadas que se alejaban de él demostraba que los hombres habían
partido a pie en dirección a alguna parte. Pero después de una breve distancia,
las pisadas se detenían. No había señales de escaramuza, ni otras huellas en la
arena, ni ninguna marca de algún tipo. Las huellas de los hombres se detenían
de repente, con un pie delante del otro, indicando que caminaban normalmente cuando
ocurrió algo. Nunca más volvió a verse a ninguno de los dos
En 1900, tres fornidos pescadores partieron de Lewis
hacia las Hébridas Exteriores para relevar a tres guardafaros de las Islas
Flannan. Una vez allí, no encontraron nada extraño. No había señales de
daño ni de accidente, ni desorden, ni indicios de pánico ni botes que faltaran,
ni pérdida de combustible, ni mensajes; pero tampoco encontraron a los hombres.
Los tres guardadafaros simplemente se habían desvanecido de la faz de la
tierra.
En 1909, Oliver Thomas, un niño de once años,
salía de una fiesta de Nochebuena de su casa de Rhayader,
cuando desapareció para siempre. Los invitados de la fiesta, al oír un grito
repentino que parecía venir del cielo, se precipitaron fuera pero no vieron
nada.
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Del libro La amenaza extraterrestre, de Salvador
Freixedo
¿ACARREADOS?
A mediados de la década de los 70, según los
rumores que corrían, los ovninautas estaban en plena tarea de transportar gente
a alguna parte. Los ingenuos que todavía ven en la mayoría de los
extraterrestres a los «buenos hermanos del espacio» se resisten ante semejante
idea. Pero oiga el lector estos datos:
El día 13 de
junio de 1977, en el «camping» de
Tauranga, en la isla del norte de Nueva
Zelanda, más de 200 personas que se hallaban allí acampadas desaparecieron
misteriosamente, dejando aparcados sus autos y todas sus pertenencias. No quedó
absolutamente nadie para contar lo que le había pasado a toda aquella multitud.
El día 14 de
junio, un día después de esta masiva desaparición, 76 jóvenes que iban en
excursión en dos autocares desaparecieron de la misma misteriosa manera.
Viajaban por el Estado de Wyoming (EEUU).
Los dos autocares aparecieron intactos aparcados a un lado de un camino
apartado. Intactos pero vacíos y con todas las pertenencias de sus ocupantes.
No se volvió a saber de ellos.
Y, ¡oh
casualidad!, el mismo día 14 de junio, el buque
«Amelio», que navegaba de Barcelona
a Túnez con 165 pasajeros, en un mar
totalmente en calma, desapareció sin dejar rastro. Lo vieron entrar cerca de
las Baleares en un banco de niebla no muy extenso, pero nunca lo vieron salir.
Y en los abundantes rastreos que se hicieron a poco de la desaparición, ni una
tabla que indicase el posible hundimiento de la nave. El mar en calma se la
había tragado junto a 165 seres humanos... ¿o no fue el mar? Lo cierto es que
en dos días habían desaparecido de la superficie del planeta 440 personas.
Desgraciadamente, del caso siguiente no podré dar a
los lectores cifras y fechas concretas y hasta fotografías que les hubiese
podido suministrar, si una mano aleve no hubiese destruido mis archivos hace
tres años. En ellos estaban todos los detalles de un caso de «reclutamiento» de
seres humanos para ser trasladados a otro planeta. Pero por encontrarme yo
entonces en California, cerca de donde sucedieron los hechos y por haberlos
investigado inmediatamente por mi cuenta, puedo todavía aportar algunos datos
interesantes.
Fue hacia 1977 ó 78 cuando por el Estado
de Oregón apareció una pareja muy extraña que buscaba voluntarios para
ser trasladados a otro planeta. El varón se hacía llamar simplemente «He»
(él) y su compañera «She» (ella). Eran altos, de ojos claros y de un mirar
profundo. En sus charlas, de un hablar susurrante, mezclaban una jerga
ecológica y cósmica con principios de la más rabiosa mística hindú. Daban la
impresión de carecer por completo de sentido del humor, y eran de una seriedad
impresionante. Su poder de convicción era enorme, porque aun pidiendo voluntarios
para empresa tan descabellada, en pocos días consiguieron alrededor de 100
personas dispuestas a abandonarlo todo dejando atrás familias y bienes
económicos.
Se señaló un día para la marcha hacia el
desconocido lugar en donde serían preparados para el gran viaje. Algunas de las
parejas apuntadas entregaron sus pequeños hijos a los parientes más próximos, y
llegado el día, partieron con «El» hacia un destino desconocido.
Naturalmente, el revuelo que se formó fue enorme y
las autoridades tuvieron que tomar cartas en el asunto ante las muchas
denuncias de niños abandonados. Al cabo de más de un mes de haber desaparecido
de Oregón,
se tuvo noticias de ellos en un apartado lugar del Estado de Colorado a
2.000 kilómetros de distancia. Allí parece que estuvieron acampados varios
días, aunque del grupo faltaban ya bastantes. Algunos volvieron a sus hogares
al cabo de un tiempo, pero de muchos otros no se volvió a saber. Finalmente,
todo el asunto fue cayendo en el olvido, como sucede con tantos casos extraños.
Las noticias de desapariciones misteriosas de
adultos saltan con cierta frecuencia a las páginas de los periódicos. La gente
las lee con cierta curiosidad, pero ante la avalancha de noticias raras que
nuestra desquiciada sociedad produce todos los días, pronto caen en el olvido.
Es cierto que hay muchas razones, puramente
terráqueas, para que una persona desaparezca sin dejar rastro, o falte de su
domicilio aun sin haber ninguna razón aparente, pero en muchos casos, tras una
buena investigación, se llega a la conclusión de que en la desaparición de
determinada persona intervinieron causas extrañas.
A veces los periodistas no tienen reparo en
relacionarlas con extraterrestres, como en este artículo de Henry
Weber, aparecido en el «Star» el 7 de mayo de 1988:
«Los
alienígenas raptan cada año a unas 10.000 personas, y la cosa se está poniendo
peor a medida que ellos necesitan más gente para sus trabajos.»
«Esto es lo que dice el doctor Atlee Spoor, que añade
que en un principio los extraterrestres echaban mano de los descarriados y
transeúntes, pero que ahora se llevan a la gente de cuello blanco y de clase
media.».
«No quiero ser un profeta de calamidades, pero
preveo el día en que toda la raza humana va a estar en peligro», les dijo el experto
de Ámsterdam
a los periodistas. «Cada año se desaparecen unas 10.000 personas para hacer
avanzar la economía de una civilización extraterrestre.»
«El doctor Spoor basa sus cálculos en el estudio de miles de personas
desaparecidas, tal como figuran en los archivos de la policía europea, y lo que
es muy extraño, un 18 por 100 de estas personas dijeron que habían visto un OVNI
o un extraterrestre poco antes de desaparecer. La implicación obvia es que
fueron seguidos primeramente y luego raptados por ellos».
Y añadía que en el último año «hemos
visto que la mayoría de los desaparecidos pertenecían a las clases media y
alta, lo cual nos indica que los alienígenas necesitan ahora esclavos para que
les desempeñen labores de oficina».
«El experto en OVNIS suizo Hugo Jenzer aplaudió las
declaraciones del doctor Spoor diciendo que es algo que no se puede tener por más
tiempo en silencio. Y añadió que la Unión Soviética conoce muy bien esto
que está pasando y publicó un breve informe en 1984 sobre todo ello.»
Efectivamente, si se publicasen convenientemente
todas las noticias referentes a esto y no hubiese una tendencia a ocultarlas o
disminuirlas por no alarmar a la gente o por no dar la impresión de
sensacionalismo, nos quedaríamos pasmados de la cantidad de gente que se esfuma
sin dejar rastro. En muchos casos, incluso los familiares de los desaparecidos
no quieren que se hable del caso, por considerarlo de alguna manera humillante.
Aparte de esto, el lector también recordará el
capítulo «Juegos de los OVNIS con los aviones», en el que narro casos de
desaparición de aviones comerciales con todos sus pasajeros. A lo que habría
que añadir las salpicadas pero constantes desapariciones de barcos con todo su
pasaje y otras esporádicas pero masivas, tales como las que se dieron con gran
abundancia en Australia durante el mes de septiembre de 1977. Las
cifras totales de adultos desaparecidos sin causa en todo el mundo son
impresionantes.