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sábado, 14 de octubre de 2017

EN EL INTERIOR DE UNA NAVE EXTRATERRESTRE: Era alucinante verles, pues no controlaban la nave “mecánicamente”. Introducían sus largos dedos en unas esferas de colores que emergían del tablero. “Sentí” que se conectaban psíquicamente con la nave, que pasaba a ser un “ser vivo” con la consciencia prestada de los pilotos.

EN EL INTERIOR DE UNA NAVE EXTRATERRESTRE: Era alucinante verles, pues no controlaban la nave “mecánicamente”. Introducían sus largos dedos en unas esferas de colores que emergían del tablero. “Sentí” que se conectaban psíquicamente con la nave, que pasaba a ser un “ser vivo” con la consciencia prestada de los pilotos.



¿Cómo enfocan los contactados, el hecho de establecer comunicación con seres extraterrestres? A primera vista, debe ser muy difícil explicarlo a familiares y amigos, máxime si los propios extraterrestres no les dan ninguna prueba física, algún objeto, algo material con lo que evidenciar tan increíble experiencia. Como mucho, los contactados solo pueden aportar alguna fotografía o video de naves extraterrestres… tal como le ocurrió al norteamericano George Adamski.


Siguiendo cierta lógica, los extraterrestres asumirían la presión psicológica a la cual  someten involuntariamente a ciertos terrestres seleccionados… Muchos de ellos se dan cuenta abruptamente de esa “realidad en la cual civilizaciones extraterrestres interactúan con la Tierra” y tal vez, exclamen asombrados “¡a mí nadie me había dicho nada sobre este tema…!” y quizás, “¡parece increíble, los extraterrestres existen, están aquí, yo he podido hablar con ellos, no es ningún sueño… luego entonces,…las autoridades nos están engañando…!”



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Valga como ejemplo la explicación que  dio un extraterrestre de apariencia humana* a Pablo R., cuando el 5 de Julio de 1978 se encontró, a las 2 y media de la madrugada, con un platillo volante de aproximadamente 20 m. de diámetro posado junto a una carretera de Alicante (España); todo ello recogido en el libro Los grandes contactados, de Manuel Navas Arcos.


*(...Apunté la linterna a la oscuridad y distinguí una figura alta...No sé... tal vez un metro ochenta...tal vez más. Vestía una especie de mono transparente muy ajustado. Me extrañó por el calor que hacía aquella noche. Su rostro era de facciones regulares y sólo recuerdo que sus ojos eran brillantes y un poco rasgados. Como los chinos... o más bien como los malayos.)  

Dentro de la conversación telepática establecida con el ser de las estrellas, Pablo R. pregunto lo siguiente:
  -¿por qué me han elegido a mí para este contacto? Nunca creí en los ovnis, ni en que existieran los extraterrestres...
  -A partir de ahora creerá. Pero no es eso lo que importa. Usted no es el único elegido para un contacto. Hay varios miles de humanos en la Tierra que han vivido o vivirán una experiencia semejante. Debemos cuidar mucho estos contactos porque pueden ser peligrosos para ustedes.
- Pero ¿por qué me eligen a mí y no a algún personaje importante? Un jefe de Estado, por ejemplo. ¿Por qué nunca han establecido contacto con altos dirigentes del Mundo?
- ¿y quién le ha dicho que no lo hemos hecho?
 - No lo sé...Creí que tendría más importancia que hablaran con un político...
 - Los políticos son decepcionantes para nuestra concepción existencial. Representan uno de los estratos más bajos de la espiritualidad de su planeta. Pero ustedes ya están muy cerca de superar la etapa en que tengan que ser dirigidos por ellos. Los sistemas de elección de dirigentes que se ven obligados a utilizar actualmente son nefastos.

El concepto de elección no implica un concepto de libertad, porque no pueden elegir al mejor, sino al que se ofrece, al que se presta con afán de ascender, con la ambición de alcanzar el mando, el poder. Ustedes no tienen opción para elegir el mejor, porque los mejores están imbuidos de un altruismo que les descarta para la política.

Muy pronto quizá antes de un siglo, cuando sus técnicos hayan perfeccionado sus máquinas pensantes.... las que llaman computadoras, podrán utilizarlas para escoger el equipo humano más capacitado de todo el planeta. Se llevarán muchas sorpresas. Nosotros vivimos una etapa semejante hace miles de años.


Ahora no necesitamos de máquinas pensantes para hacer la elección. Nuestro sistema de comunicación telepática nos tiene permanentemente informados del pensamiento, ideas, inteligencia, bondad, intuición, capacidad y demás virtudes de todos los habitantes de nuestro planeta. De esta forma es fácil la elección del Consejo de los Veinte...


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No en vano, muchos de los contactados han buscado conscientemente esa comunicación con los extraterrestres y como ejemplo valdría el testimonio del peruano Ricardo Gonzalez, relacionado al igual que Sixto Paz Wells con los grupos de contacto de la operación RAMA. La historia del contactado Ricardo Gonzalez es absolutamente creíble leyendo su libro “Al interior de una nave extraterrestre”, entre otras cosas porque matiza las características de un contacto verdadero y como ejemplo dice en su libro: “Todo buen mensaje es coherente y lógico”. Y efectivamente, esas civilizaciones extraterrestres, miles, millones de años más evolucionadas que los terrestres deben aplicar cierta “economía del tiempo”, es decir, sus acciones serían concretas y efectivas tal como “dejar ver sus naves paulatinamente pero sin romper el libre albedrio del planeta azul”, ya que de otro modo, interviniendo directamente, una parte de la población los percibiría como enemigos potenciales viniendo a conquistar la Tierra.

Pero… ¿De qué forma demuestra un contactado que ciertamente ha estado en el interior de una nave extraterrestre?... Difícilmente, sin duda, aunque cualquiera hoy en día puede  contrastar esa información con los testimonios de otras personas que han hablado con seres extraterrestres, tal es el caso de Enrique Castillo Rincón, Pablo Hawnser, Howard Menger, Jesus Jofre Milá, Daniel Walter Fry, Eugenio Siragusa, Eduard “Billy” Meier, Giorgio Dibitonto, F. Sinod, Enrique Castillo Rincón, Guillermo Hernandez Berenguer y otros muchos. También existen infinidad de evidencias por parte de pilotos, militares, astronautas, operadores de radar, etc. que corroboran esta realidad. En Internet pueden encontrarse canales de YouTube como mundodesconocido.com (https://www.youtube.com/user/mundodesconocido/videos) así como un sinfín de fotografías de naves extraterrestres… pero entonces… ¿Por qué la población en general mira para otro lado respecto a este tema; incluso se mofa de quienes dan su testimonio sobre avistamientos de naves extraterrestres?


La explicación deberíamos buscarla en la psique humana, en el acto reflejo de apartar la mirada de aquello que nos da miedo; la incertidumbre frente de lo desconocido e inconmensurable, simplemente porque antes nunca nos lo habíamos planteado… ¿seres extraterrestres en la Tierra? Muchos se ríen, porque el ego les tiende una trampa, viéndose a si mismos los seres humanos en la cúspide de la pirámide, dotados de inteligencia y muy por encima de todas las criaturas del reino animal… y entonces aparecen en escena otros seres llegados de mundos lejanos y cuya inteligencia y comprensión de la realidad se nos hace difícil de asumir… tal vez porque el ser humano, orgulloso, queda relegado a un escalón inferior en su evolución, frente a razas extraterrestres capaces de realizar viajes interestelares utilizando dimensiones desconocidas para nosotros, deteniendo el tiempo y alcanzando muy posiblemente aquello que entendemos por inmortalidad.


El ego está aniquilando a los seres humanos y de ello no queda ninguna duda; sin mencionar a aquellos que administran las naciones del mundo, cuyo concepto de la realidad se sustenta en el poder, en como expandirlo o la forma de perpetuarse en él, sin importar los medios y enquistando guerras y  desesperación en amplias zonas del planeta; destruyendo el medio natural; plantas y animales que lo habitan indefensos frente a tanta barbarie.



En esta ocasión he traído el testimonio del contactado Ricardo Gonzalez, que una vez dentro de un OVNI se decía así mismo: “Vamos Richard, esto no puede ser verdad. No puedes estar aquí...”, cuando previamente, un extraterrestre llamado Antarel, le había invitado a introducirse en un círculo de energía, de luz, que lo llevó dentro de la prodigiosa nave. Y una vez en el interior, se encontró con otros extraterrestres tales como Anitac y Mardox, alguno de los cuales ya habían mantenido contacto telepático con Ricardo

He modificado el orden cronológico de su relato, poniendo en primer lugar el momento en el cual Ricardo Gonzalez entra en platillo volante y después, a modo de ampliación, el desarrollo mismo de la preparación para el propio contacto.

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Del libro Al interior de una nave extraterrestre, de Ricardo Gonzalez.


A bordo de un ovni

Mi corazón empezó a latir a mil. Pensé que me iba a desmayar. Me encontraba al interior de un lugar desconocido. La energía que me “absorbió” en Chilca me había llevado hasta allí.
Empecé a acostumbrarme a la luz que salía de todos lados, observando que me hallaba en el centro de una sala circular, con una puerta ovalada frente a mí, elevada unos centímetros por encima del nivel del piso. El piso también era blanco, muy limpio y brillante. El techo no lo recuerdo.
Había bajado mi vista, observando mis zapatillas beige sobre un círculo luminoso, con una estructura similar al de un panal de avispas, pulsando una débil luz celeste. Era una escena extraña ver mi calzado sobre un lugar tan luminoso, futurista y ajeno a todo cuanto podía haberme imaginado.

Entonces decidí moverme en dirección a la puerta, que era muy grande, diseñada como para que la cruce un gigante de tres metros. Pero no pude avanzar más. Estaba temblando. En ese momento me tocaba el cuerpo, los brazos, mientras me decía: “Vamos Richard, esto no puede ser verdad. No puedes estar aquí...”
Pero un hecho especial me sacó de mis cavilaciones: una mano se apoyó en mi hombro derecho. Giré de inmediato, y vi que se trataba de Anitac. Sus dedos, aun apoyados en mí, eran muy similares a los nuestros, salvo por la ausencia de uñas y la uniformidad de una piel sin manchas o marcas. Su rostro de paz me tranquilizó, mientras me hablaba, mentalmente. Se dirigía a mí por mi nombre cósmico, que ella misma me había revelado en 1994: “Realmente estás aquí Nordac, realmente estás aquí...”

Fue allí que apareció Antarel, muy sonriente, y mirándome fijamente a los ojos, me dice: “Bienvenido a Orum III. Acompáñanos, que iremos a la sala de navegación”.
Comprendí que Orum III era la denominación técnica o “identificación” de la nave donde me encontraba. Le pregunté entonces, ingenuamente, si tenía que desnudarme, un hecho frecuente en otras experiencias de viajes al interior de una nave extraterrestre, con el objeto de “limpiar” al contactado de las toxinas de la Tierra y proveerle de un traje adecuado para la navegación. En ese momento recordaba el caso de Castillo Rincón en Colombia (1973), y más tarde el de Sixto Paz, en 1987 en Perú. Antarel, observándome con gracia, sencillamente me respondió: “No es necesario en esta oportunidad”. Luego hizo una seña para que lo siguiese por aquella inmensa puerta oval. Más tarde me explicarían que ellos ya habían alineado mi cuerpo a poderosas energías cósmicas desde el instante en que me hallaba en el desierto. Tal vez la luz “sólida” que me golpeó antes de la aparición de Antarel en Chilca, era parte de ese proceso, que pudo haberse completado cuando entré en el círculo luminoso que me “llevó” a la nave.

La puerta oval daba a un pasillo. Ingresó primero Antarel. Sin titubear le seguí, y detrás de mí se colocó Anitac. Por donde pasábamos, se encendía más la luz blanca que parecía salir de todas partes. Era increíble. Entonces no resistí la tentación de tocar las paredes del pasillo. Así, rocé con mis dedos la pared, percibiéndola como si fuese de un plástico compacto o fibra de vidrio. No sentí frío, ni calor. Sin embargo, la luz que salía era importante. El pasillo tendría no más de 12 metros de longitud, y era curvo, siempre girando hacia la izquierda.

De allí entramos a un salón más grande, también circular. Pero sus paredes eran distintas; parecían metálicas. Daba la impresión de ser una mezcla de plástico y aluminio. En realidad, no sé cómo describir todo esto, que era tan nuevo y diferente a lo que conocía. El “techo” de este nuevo salón sí lo recuerdo: me recordaba la cúpula de una iglesia, con muchas luces y cristales de las más diversas apariencias y colores. También noté que en el centro de este recinto circular había una estructura semejante a un hongo, con una especie de casco de cristal, donde se mostraban unas varillas como de vidrio, empotradas verticalmente. Me llamaron la atención unas de estas varillas que se hallaban en un extremo del hongo. Entonces Antarel interviene diciéndome: “Es silicio procesado, lo extraemos de la Tierra”.



En ese momento sentí que el silicio era muy importante para los extraterrestres. Una información que se confirmó medio año más tarde, cuando el 13 de agosto de 2001, en Chilbolton, Inglaterra, aparece un extraordinario crop circle como “respuesta” de un mensaje que enviamos al espacio en 1974 con el Proyecto Arecibo, el antecesor del Proyecto SETI.
En esta polémica respuesta extraterrestre, aparece en código -plasmado misteriosamente en un campo de cultivo--la información del silicio, que sería parte de la composición química de esas criaturas, además de otros elementos que los humanos también tenemos, como el oxígeno, el nitrógeno o el fósforo. Pero, ¿por qué el silicio? ¿Lo poseen en su cuerpo naturalmente? ¿Es un añadido posterior para modificar algo en su organismo? ¿Por ello Antarel hizo hincapié en que “procesaban” el silicio?

En ese salón, que lucía como un centro de mando, hallé a otros seres. Se encontraban sentados, dándome la espalda. Eran cuatro humanoides, calvos y muy delgados. Parecían estar controlando la nave. Uno de ellos, el más alto, tal vez 1.90 m., se incorporó del asiento blanco que estaba frente a lo que estimo era un panel de controles, pero sin palancas, ni botones, sino sólo luces y esferas como de cristal de roca hundidas hasta la mitad de un tablero que sobresalía a manera de un pequeño “escritorio”.
Aquel ser me resultaba familiar. Sus ojos marrones claros, hundidos en el rostro, ya los había visto... Su piel era de un color cobre, con tintes plomizos. Sus brazos, un poco más largos que los nuestros. Vestía, también, un traje pegado al cuerpo, de una sola pieza. Su color era un celeste plateado, pero no de aspecto metálico, sino más bien “sintético”. Lo reconocí: era Mardorx.

Al igual que Anitac, conocía a Mardorx por experiencias no-físicas. Ésta era la primera ocasión en que veía al científico extraterrestre de un lejano sistema planetario de Andrómeda cara a cara.
Era tan especial verle sonreír, teniendo en cuenta que prácticamente no tiene labios, sino una pequeña hendidura como boca. Sus ojos eran pequeñitos, pero transmitían tanto amor y conocimiento que cualquier hombre se vería conmovido. Son seres muy sabios, llenos de conocimiento, pero emanan paz y compasión.

Me quedé un momento en silencio, escudriñando a Mardorx. Me llamaba mucho la atención sus dedos, que eran largos y de yemas abundantes. No pude evitar desear tocárselos. Era una curiosidad... Pero no sabía cómo pedírselo. ¡No me animaba a pronunciar una sola palabra!
Entonces, como si hubiese escuchado mis pensamientos ---de hecho, lo hizo-estiró su mano derecha para que lo tocase. Me volví de inmediato para ver el rostro de Antarel, quien se hallaba a mis espaldas, como buscando una aprobación del Guía. El gigante extraterrestre asintió la cabeza, sin perder la sonrisa.

Como si fuese un niño, me di valor y acerqué mi mano derecha, hasta tocar la palma y dedos de Mardorx. Aún me parece tan increíble esta vivencia. Recuerdo con claridad su textura, como la de un malvavisco, con un calorcito especial, una sensación de estar intensamente vivo. Acerqué mi mano izquierda también, tomando la mano de aquel maravilloso ser con firmeza. El corazón se me detenía en aquel instante. Quería llorar de tanta alegría. ¡Estaba realmente allí!
Luego de ello, Mardorx me informa, siempre mentalmente, que los acompañaré a Celea, una base orbital que poseen detrás de la Luna, y que en ella me aguardaba Joaquel para una entrevista. Asentí con la cabeza y Mardorx volvió a ocupar su asiento.
Inmediatamente, Anitac se despidió y se alejó por otra puerta oval, dejándome a solas con Antarel en la sala de navegación. Los otros seres que eran parecidos a Mardorx se hallaban muy concentrados en sus paneles de control. Apenas giraron el rostro como saludándome, volviendo a sus tableros.

Era alucinante verles, pues no controlaban la nave “mecánicamente”. Introducían sus largos dedos en unas esferas de colores que emergían del tablero. “Sentí” que se conectaban psíquicamente con la nave, que pasaba a ser un “ser vivo” con la consciencia prestada de los pilotos. En otras palabras: los pilotos y la nave se hacía un solo ser que fluía en el espacio en armonía.
Decidí aprovechar ese momento para hacer una serie de consultas a mi amigo extraterrestre, quien se mostraba abierto y dispuesto en orientarme.
-Antarel -le dije-¿Cuál es la explicación a una serie de visiones que me asaltaron antes del contacto, y que veo se han cumplido al detalle al precisar instantes de esta experiencia? ¿Fue mi premonición de todo esto? ¿O fueron ustedes?
-Sabes que la mente les puede advertir mediante visiones futuros acontecimientos de importancia -respondió con calma-, pero las imágenes que observaste mostrando momentos de lo que sería nuestro encuentro, las insertamos en tu mente.
-¿Con qué objeto?
-Para que cuando ocurriese el encuentro, tu subconsciente reconociese las escenas. Así no sería tan difícil sobrellevar la experiencia.
-Entiendo... Y dime, ¿por qué siempre me llaman por mi nombre cósmico? ¿Por qué no me llaman de otra manera?
-Cuando nos dirigimos a ustedes -respondió calmado- procuramos hablar a la esencia que son en realidad, a la vibración espiritual que los empuja a realizar grandes cosas. Cuando les hablamos nos dirigimos a vuestro real ser, por ello les llamamos por el nombre cósmico, para precisar a quién destinamos nuestro mensaje.
-Es verdad... Sentía que era así... Y dime -emocionado al estar allí con él, seguía preguntando-, ¿por qué te has ausentado por momentos en las comunicaciones que recibía?
-Tenemos diversas labores y funciones -me explicaba sin dejar de mirarme-, pero muchas veces con ello procuramos evitar un lazo de dependencia... Rotamos las conexiones mentales con ustedes para que no se identifiquen de manera especial con alguno de nosotros, sino con el mensaje que les transmitimos.


Representación de Antarel

El gigante extraterrestre tenía razón. Me había identificado mucho con él. Era inevitable: sus mensajes me habían llenado de tanta confianza, además de poder contar con él como un valioso consejero cósmico, que estaba desarrollando sentimientos de dependencia. Pero sus silencios fueron oportunos. Lo comprendí en ese momento.
Antarel es uno delos Guías más activos en nuestra experiencia de contacto.
-Antarel, qué me puedes decir de Apu, el planeta del cual provienes. ¿Se involucraron alguna vez en la Tierra? --sentí preguntarle.
-Apu es un planeta subterráneo -me hablaba en tono reflexivo-. Todo nuestro movimiento se concentra bajo la corteza montañosa del planeta. Pero debes saber que nuestra raza no es originaria de aquel lugar. Somos, en realidad, navegantes espaciales, viajeros...
Hace mucho tiempo -proseguía-colonias nuestras se establecieron en Maldek (un planeta hoy desaparecido, entre las órbitas de Marte y Júpiter). Y en épocas más recientes, mantuvimos cierto contacto con antiguas culturas sudamericanas, a quienes les enseñamos nuestros antiguos códigos de almacenamiento de información.
-¿Te refieres al quechua y el aymará? -pregunté de manera atropellada, procurando confirmar un hecho que ya venía rastreando-
-Lo hicimos para acelerar la comprensión del Universo que rodea a los seres humanos. Cuando descifren el significado profundo de estos códigos de expresión, tendrán una herramienta importante para comprender vuestro pasado.

Antarel estaba en lo cierto. De hecho resulta curioso que el nombre de su planeta, Apu, es una palabra quechua que se emplea para designar al espíritu protector de las Montañas. Teniendo en cuenta que Apu es un planeta montañoso, es muy sugerente pensar en un vínculo entre los antiguos idiomas indígenas de Sudamérica con la civilización extraterrestre de Antarel. Quizá esas antiguas lenguas, que no pocos investigadores relacionan al sánscrito, encierran un secreto que aún no ha sido desvelado...
-Empiezo a entender muchas cosas -repuse-.
-Una vez que te encuentres en Celea, sabrás más de nosotros -afirmó con cierto aire a misterio--Antarel, háblame de Celea...


Bases extraterrestres en la Luna

Celea opera desde hace más de 10.000 años -me dijo el gigante extraterrestre- Fue construida para cumplir dos funciones: equilibrar la órbita lunar, y observar desde cerca la Tierra. Celea fue concebida para ser un punto de observación estratégico, y proteger al planeta frente a posibles intervenciones de civilizaciones extraterrestres negativas.
-¿Y la Luna? Tengo entendido que poseen instalaciones allí.
-La Luna fue readaptada por nosotros. La Confederación la halló prácticamente muerta, envejecida. Fue restituida, transformándola en una verdadera base satélite. Nuestras instalaciones aún funcionan allí, concentradas especialmente en amplias galerías subterráneas.
-¿Entonces es cierta aquella afirmación de que los soviéticos llegaron primero a la Luna, antes que la misión Apolo XI de los norteamericanos?
-Así fue.
-¿Cuándo ocurrió ello?
-En marzo de 1969
Inaudito... Aunque conocía esa versión del intento soviético por hacerse de un lugar en la Luna durante su duelo tecnológico con los Estados Unidos, escuchar hablar a Antarel sobre esa misión rusa me rompía la historia de nuestros viajes espaciales en pedazos.
-Que ello no les sorprenda -respondió Antarel-ya en tiempos de la Segunda Guerra Mundial la Alemania Nazi intentó alcanzar la Luna, estando muy cerca de lograrlo...

¿Alemanes en la Segunda Guerra Mundial intentaron llegar a la Luna? Era demasiado... Sin embargo, no hay que olvidar que el Cohete A4 de los alemanes fue el primer proyectil en alcanzar el espacio. Fue lanzado en 1942, durante la guerra. De hecho, Wernher von Braun, el famoso ingeniero aeroespacial alemán, colaboró con los nazis para el desarrollo de cohetes. Más tarde, con el final de la guerra, von Braun fue recibido en Estados Unidos, convirtiéndose en un hombre clave para que la NASA tenga éxito con las misiones Apolo: Neil Armstrong estuvo en la Luna gracias a un cohete Saturno que fue diseñado por el científico alemán...

-Esto es difícil de digerir -le dije al extraterrestre. ¿Por qué esta obsesión con la Luna?
-Por lo que tenemos en ella: tecnología que se podría emplear para fines bélicos...
-Antarel, se habla incluso de que los propios norteamericanos nunca habrían estado en la Luna, y que todo fue un montaje orquestado por la NASA. ¿Qué pasó realmente?
-Sí estuvieron, pero no dijeron la verdad al mundo -aseveró--. Por ello se vieron obligados a fabricar imágenes de un descenso del módulo en la Luna ya que las fotografías originales los comprometían demasiado...
-Aquel encubrimiento de información -analizaba como queriendo atajar una idea-, manipulación mundial, y tanto que hemos venido conociendo... ¿Quién realmente está detrás de todo ello? Se habla de una suerte de “gobierno oculto” que conspira a todos los niveles. Algunos creen que se trata de una conspiración judía.
-No es así-aseguró el gigante nórdico-. La verdadera conspiración es orquestada por fuerzas negativas atrapadas en la Tierra. Esas fuerzas han sabido infiltrarse e influenciar en grandes líderes de vuestro mundo, impulsando tenebrosas organizaciones para precipitar el caos y el desorden. Más, como saben, vuestro trabajo está logrando inclinar la balanza hacia la luz. Hay muchos secretos, pero ninguno de ellos ajeno a la fuerza transformadora del amor.

Antarel se refería a la llamada conspiración de los Illuminati, una presunta organización invisible que procura hundir a la humanidad en la ignorancia. De acuerdo a los extraterrestres, su existencia no es un mito, y no necesariamente se halla relacionada a algún país específico o religión. Se trata, más bien, de una conjura de origen cósmico contra la Tierra: un plan tenebroso que ha sabido mezclarse, cual poderoso virus, al interior de los más importantes estamentos militares, el sistema bancario, medios de comunicación, y por si ello fuera poco, en más de un sillón presidencial, con miras a controlarlo todo. Parte de esta conspiración intenta ocultar al hombre la existencia de avanzadas civilizaciones extraterrestres. Por ello el sistemático ocultamiento y ridiculización de evidencias ovni. “Algo” no quiere que sepamos la verdad.
-¿Los gobiernos saben de las bases que tienen en nuestro Sistema Solar? -pregunté.
-Sí, pero no en las dimensiones que teorizan.
-¿Cuántas bases tienen en el espacio, en nuestro Sistema?
-Poseemos 17 bases orbitales, sin tener en cuenta las bases de adaptación.
-¿Bases de adaptación? -repuse intrigado.
-Satélites artificiales, como lo hemos hecho con Fobos, en Marte...


Fobos ha sido un verdadero dolor de cabeza para los científicos. Su órbita es anómala, por debajo del límite de Roche, y gira sobre Marte más rápido de lo que el planeta gira sobre sí mismo. Además, su órbita está perturbada por motivos no aclarados. Esto llevó a algunos científicos, como el astrofísico soviético I.S. Sklovsky, a especular sobre un origen artificial de Fobos. En una alocución radiofónica en 1959 comentó que “en función de recientes observaciones, hemos de concluir que muy probablemente Fobos y Deimos son satélites artificiales puestos en órbita por una raza desconocida que habitó Marte hace dos o tres mil millones de años”. En marzo de 1989, una sonda soviética fue enviada a Fobos para fotografiarla: la Fobos II. Pero el artefacto espacial se perdió, no sin antes captar la imagen de un ovni tubular de al menos 27 km. de largo... La cosmonauta soviética Marina Popovich --con quien tuve oportunidad de compartir en más de un Congreso sobre ovnis-ha mostrado esa imagen imposible.

Antarel aseguraba la existencia de esas “bases de adaptación” en nuestro Sistema Solar: satélites naturales que fueron acondicionados como bases extraterrestres orbitales.
Me resultaba insólito estar a bordo de una nave extraterrestre y hablar de estos temas con Antarel. Pero debo decir que, al mismo tiempo, me había “acostumbrado” a la situación.
No sentía movimiento alguno en la nave. El ambiente de la sala de mandos era como un teatro provisto de un sutil aire acondicionado.
-Antarel, ¿es posible que vea cómo es la nave por fuera?
Entonces Mardorx volteó, y me hizo una seña con su mano derecha para que me acerque.
-Observa -me dijo-.

Sondas de observación extraterrestre o "foo fighters" acompañando a cazas durante la II Guerra Mundial
Sobre el tablero de luces que manipulaba se mostró una pantalla, que parecía rectangular, hecha, al parecer, de “luz” y “gas”. La claridad era impresionante. En ella vi un objeto con forma de disco, plateado, y ligeramente aplastado en la parte posterior, como una pala de excavación. Contrastaba con un vacío oscuro y decenas de líneas blancas, luminosas y delgadas, que parecían ir en dirección opuesta a la trayectoria del aparato. Era la nave en la que íbamos...
-¿Cómo pueden ver la nave desde fuera? -Consulté.
-Nuestros vehículos no se mueven solos -contestó Mardorx-, siempre son acompañados por nuestras sondas de observación (Caneplas). En este mismo momento nos acompañan tres. Estás viendo la imagen que transmite la sonda oeste. Sobre nosotros tenemos otra observando...
Entonces introdujo su mano en una luz que asemejaba una pompa de jabón azul, y la imagen en la “pantalla” cambió, mostrando ahora la nave desde arriba. Luego hizo lo mismo y mostró la nave desde abajo...
-Ésta es la imagen que transmite la tercera sonda. Viaja debajo de nosotros -Mardorx parecía divertirse con la explicación y mi rostro de sorpresa.
-La gente no me va a creer esto... -dije--. Todo lo que estoy viviendo es increíble...
-No te preocupes por ello -intervino Antarel-. Tu estancia ahora con nosotros, y lo que te transmitirá Joaquel, llegará a quienes ha sido dispuesto. Relájate, que ya estamos por culminar el desplazamiento.

En la pantalla veía ahora parte de la Luna, como si la estuviéramos sobrevolando a baja altura. Vi de cerca los grandes cráteres lunares y en algunos de ellos luces, como si hubiese construcciones. Estábamos en el denominado “lado oculto de la Luna”. Pero la tripulación de la nave me aclaró que lo que estaba viendo no eran “ciudades”, sino que, en realidad, se trataba de gigantescos cristales, erguidos como columnas, hechos de un cristal similar al cuarzo, pero de propiedades poderosas. Esos cristales emitían destellos que a la distancia sugerían construcciones organizadas y en actividad. Habían sido colocados allí hacía mucho tiempo...
Tras la Luna, vi un objeto flotar en medio de la oscuridad. Era como su pequeño “satélite”. Despedía un suave brillo plateado. Era como ver una pelota de golf, gigante, en el espacio. Nos dirigíamos hacia allí...
-Aquello es Celea -me dijo Antarel-; en unos instantes estaremos dentro.
No sentí movimiento alguno cuando la nave penetró en la base orbital. Todo fue muy tranquilo. Sólo supe que la nave se había estacionado cuando Antarel me lo indicó.
Luego, dejamos la sala de mandos de la nave y nos movimos a través de la otra puerta oval. En ese instante me despedí de Mardorx. Al igual que Anitac, no le volvería a ver en el resto de la experiencia.
El pasillo conectó con otro más amplio, pero esta vez recto, y en la medida que avanzábamos, éste se tornaba cada vez más grande, hasta el punto de simular aquellos grandes corredores que se utilizan en los aeropuertos.
-Ya estamos dentro de Celea -intervino Antarel.
-Pero... ¿En qué momento entramos? ¿En qué momento salimos de la nave? -le dije, sorprendido. La comunicación entre la nave y esta base orbital había sido perfecta.
Antarel sólo sonreía.

Todo era muy calmo. Apenas sentía una pequeña vibración, un sonido muy tenue, como un zumbido, que parecía envolver todo el lugar. Respiraba perfectamente. Era como estar en un edificio con un sutil “aire acondicionado”, similar a la sala de mandos de la nave.
Me encontraba caminando con el gigante apuniano a través de un corredor de grandes proporciones. Estimo unos 10 m. de ancho, y posiblemente unos 15 m. de alto. Todo el corredor, piso y paredes, eran blancos como los de la nave que nos condujo a la base orbital. En algunos sectores se mostraban unas planchas plateadas, como placas en una pared; allí pude observar figuras, como ideogramas. Sentía que no eran decorativos esos símbolos, sino que cumplían algún tipo de función. El techo, tenía estructuras similares al cristal de roca. Eran enormes y de muchos colores. Me sentía dentro de una película de ciencia-ficción.

Luego, a ambos lados del corredor que transitábamos, advertí unas grandes vitrinas o “ventanales”. Entonces observé claramente un bello jardín, con flores bellísimas, de las más variadas formas y colores. Tan vivos, tan reales, que de sólo ver esto, sentí que estaba contemplando uno de los espectáculos más hermosos de mi vida. Nunca mis ojos habían visto algo tan especial...
Pensaba entonces en los mundos, en las regiones más bellas del Universo, de donde podrían haber traído esas flores y vegetación tan exótica y diversa -me atrevería a decir hechizante--para elaborar esa especie de invernadero.
-Todo lo que ves Nordac... -me interrumpió suavemente el Guía, llamándome por mi nombre cósmico-lo hemos tomado de la Tierra...
Mi corazón dio un vuelco... ¡Todo era de la Tierra! Comprendí entonces, como nunca antes, toda la belleza que posee nuestro planeta y de la cual no somos conscientes y respetuosos. Sé que no fue un accidente ver el invernadero. Ellos querían producir una reacción en mí.
Luego del invernadero seguimos caminando. Y en dirección opuesta a la nuestra advertí a tres seres humanoides, vestidos con trajes grises pegados al cuerpo, acercándose. Eran calvos y delgados, de 1.60 m. de estatura aproximadamente. Solo pasaron al lado nuestro, asintiendo la cabeza, como saludando. Siguieron su camino como si nada. No les llamó la atención en lo más mínimo mi presencia allí.
-Son científicos -se apresuró en explicarme Antarel. -Están de paso. Vienen de “Épsilon”.






Antarel fue un anfitrión insuperable. Me hizo sentir muy cómodo. Y de hecho, me hizo olvidar que era un extraterrestre de 2.70 m de estatura. Leía constantemente mis pensamientos e inquietudes. Confieso que me tuve que habituar a ello. Era como estar desnudo. Ellos ven y saben todo. Daba igual hablarles en voz alta, o pensarlo. Inmediatamente respondían telepáticamente. Más, poco a poco, entré en “ritmo”, y fluí ágilmente en los diálogos, que por alguna extraña razón no los olvidaba: mi cerebro los había retenido con una exactitud sobrenatural...
Tuve sensaciones muy fuertes en esta experiencia. Debo decir que llegué a sentirme parte de ellos... No los veía ajenos a mí. De hecho, y no sé aún porqué, conocía las instalaciones de esta base... “Sabía” dónde estaban ubicados los pasillos, las puertas que debíamos cruzar, todo. Hasta el punto de percibir qué ocurría en otros sectores de la estación orbital. Al principio me sorprendí en extremo, hasta que llegué a acostumbrarme.

De esta forma supe que Antarel me llevaba por un sector de Celea donde no existe mayor “movimiento” extraterrestre, por decirlo de algún modo. Interpreté que había sectores de la estación que no podían ser visitados sin una previa preparación.
-Debo mostrarte algo -intervino el Guía mirándome a los ojos. -Sígueme.
Giramos a la izquierda luego de avanzar un largo trecho. Antarel caminaba como en “cámara lenta”, quizá para recortar sus pasos debido a la importante diferencia de estatura con un humano normal.
Así, me llevó a un sector de la estación que albergaba varios cilindros y cajas octagonales de un color naranja, apiladas a un lado del área que visitábamos. Había otros objetos allí, pero no los recuerdo bien. A nuestra derecha, se ubicaba una gran puerta trapezoidal, que inmediatamente me recordó los ventanales de piedra en Machu Picchu y otros yacimientos arqueológicos que se atribuyen a los incas.

Estimo que la puerta medía unos 4 m. de alto por unos 3 m. de ancho. Su color era rojo, y tenía un símbolo semejante a una “W”, de color negro y hundido en la estructura que parecía metálica. Antarel se dirigió a ella sin mayor detenimiento.
Yo seguía a mi gigante compañero cuando entonces la puerta se “desarmó” ante nosotros, obligándome en acto reflejo a retroceder. En verdad, la puerta se había abierto con la sola aproximación del Guía -como si ésta estuviese “viva” y lo hubiese reconocido- Aquella estructura se dividió, por decirlo de alguna forma, en unas cinco secciones que se ocultaron en los extremos. Su mecanismo automático me había asustado. Antarel sonreía.
Luego que me repuse de esta situación sorpresiva, seguí al gigante extraterrestre a través de una especie de rampa con unos “pasamanos” -les llamó así, pero dudo de que cumplan esa función-, que nos conducía a un segundo nivel. Allí nos encontramos ante una gran vitrina o cristal.
-Observa -me dijo señalando con su dedo índice izquierdo el ventanal.
Y he aquí que vi algo realmente increíble...
-¡Son humanos! -exclamé-o ¿Qué hacen aquí?

En una gran sala, decenas de personas de todas las razas y edades, vestidas con una suerte de buzos blancos, se hallaban reunidas. Caminaban despacio, en paz, como en estado de meditación. En sus rostros se veía una felicidad profunda. De pronto se cruzaban, y se tocaban suavemente las manos, un roce, muy sutil. Todos hacían lo mismo...
-Fueron rescatados de tu planeta, de guerras, accidentes, desastres naturales y otros eventos bajo su consentimiento, con el objetivo de ser preparados para su futura reinserción en la sociedad. Volverán con una nueva perspectiva -explicaba el Guía-.
-¿Qué hacen? ¿Por qué caminan y se tocan así?
-Están sintiéndose, reconociéndose...-comentó Antarel-. Es lo primero que les enseñamos cuando están con nosotros antes de entregarles cualquier tipo de información.
Antarel hizo una pausa y añadió:
-El ser humano olvida con facilidad su capacidad de conectarse con su propia especie, de sentir aquella conexión que los agrupa, y aún más el enlace consigo mismo. Los adiestramos en recuperar aquella sensibilidad, que pierden fácilmente en el modo de vida que han construido en la Tierra.
El gigante extraterrestre miraba con mucha atención a través del “ventanal”.
-Entonces no todos eran llevados a Ganimedes -le dije.
-Muchos no han tenido que abandonar la Tierra -contestó-. Se encuentran también en nuestras bases submarinas y subterráneas.
-¿Cómo y cuándo volverán? ¿Volverán todos? -Repuse intrigado-.
-Ya están volviendo. Y como también sabes, en silencio, con el objeto de precipitar un cambio desde dentro que no despierte sospechas, y ayudar al mundo en su proceso de transformación. Otros volverán en nuevos nacimientos... Pronto sabrás más de ello...

El Guía extraterrestre giró y me pidió que lo acompañase. Caminamos un largo tramo, hasta detenernos en un arco que marcaba la entrada a un gran salón.
-Te espero aquí -me dijo- Allí dentro te espera Joaquel. Abre tu corazón para comprender, y presta atención a todo lo que se te va a revelar...
Había llegado el momento... Me entrevistaría con Joaquel. ¿Qué mensaje me podría entregar, luego de todo lo que escuché y aprendí de Antarel? Con todo lo vivido ya había sido suficiente. Eran muchas emociones. Muchas cosas por procesar.
Dejé a mi gigante amigo, y crucé hacia un salón muy grande, de estructura semicircular. Parecía un pequeño coliseo en forma de herradura.
El ambiente se hallaba parcialmente iluminado. Era una luz verdosa. El techo, una suerte de bóveda con luces hexagonales de colores. El piso parecía “alfombrado”, suave, de un color similar entre el rojo y el terracota. Tengo la impresión de que los colores que observaba eran en cierta medida diferentes a los que recuerdo haber visto en la Tierra. Los percibía más “vivos”.

Quedé de pie casi en el centro de este salón. Sentí moverme hacia allí. Sentía que estaba ante una suerte de audiencia. Y allí, en una especie de estrado -muy similar a una pirámide de cima trunca-, emplazado en la zona central de la pared circular, se hallaba Joaquel, y a su lado derecho, Xendor, otro Guía que al igual que Anitac y Mardorx, reconocí de inmediato.
Joaquel estaba vestido con una suerte de túnica dorada y un casco medianamente alargado sobre la cabeza. Me recordó la apariencia de Alcir en los contactos físicos en Paititi. Joaquel es un ser de rasgos orientales, tipo mongol, de cierta ancianidad pero sin llevar barba. No es de contextura robusta. Es delgado y de baja estatura. Ojos pequeños, pero dulces y penetrantes. Me observaba fijamente, como si hubiese estado esperando de hace mucho este encuentro.
Xendor es un hombre de cuerpo atlético y alto. Estimo algo más de 1.80 m. Moreno, y de ojos claros, aunque no puedo precisar el color. No mostraba cabello, y todo él se hallaba vestido con un traje pegado al cuerpo de un color celeste. Al igual que Joaquel, se mostraba sonriente y complacido de hallarme allí.
-Amor y Luz -inició el diálogo Joaquel.
-Amor y Luz... -respondí con cierta timidez.
-Que no te llame la atención estar aquí. Tu testimonio será importante, generará una activación del recuerdo dormido en aquellos comprometidos con el programa de contacto. Ya lo iniciaron con vuestro trabajo en Paititi.
-¿Por qué Paititi es tan importante para ustedes? -consulté-¿Cuál es la trascendencia de todo lo que hicimos en agosto del 2000 (expediciones simultáneas a Paititi, la Sierra del Roncador en Brasil y la Cueva de los Tayos en Ecuador)?
-Bien lo sabes... -habló despacio, mientras Xendor parecía disfrutar del momento--. Paititi es el Retiro Interior más importante de Sudamérica, pues está activo y custodiando una de las herramientas más trascendentales de ascenso interdimensional para el planeta.
-El Disco Solar... -intervine.
-Es el Disco Cósmico que fuese elaborado premeditadamente para este tiempo, cuando la Confederación decidió establecer la Hermandad de la Estrella en la Tierra. Por ello irán en su momento al desierto de Gobi, para hallar el último eslabón que los une con el Plan Cósmico y las Fuerzas de la Luz.



No obstante -se expresaba con calma-, el disco que protege la Hermandad Blanca del Paititi no es el único. Existen otros 12 discos repartidos en el planeta, custodiados por los guardianes en sus Retiros Interiores. Todos ellos están interconectados. Cuando el Disco Solar de Paititi sea activado, logrará una reacción en cadena con los otros discos, formando una red de energía que permitirá al planeta Tierra dar un verdadero salto cósmico y reconectarse con el Real Tiempo del Universo.
-¿Cuándo ocurrirá ello? -pregunté.
-Cuando estén listos. Y aquel momento deberá coincidir con un evento cósmico: la sincronía entre el Sol de este Sistema y el Sol Central de la Galaxia.

Joaquel hacía referencia a un viejo conocimiento maya. Aquella antigua civilización creía que una de sus deidades estaba relacionada con el centro de la galaxia. Desde ese núcleo fluiría la luz que iluminaría al mundo luego de que uno de sus más comentados y polémicos calendarios, la “Cuenta Larga” (de 5.125 años) se cumpliera el 21 de diciembre del 2012. Esta información ha llevado a un sinnúmero de interpretaciones, desde un inexistente “fin del mundo”, a un tránsito cósmico hacia una cuarta o quinta dimensión. En realidad, esa “profecía” cierra una etapa y marca el inicio de otra en medio de un acontecimiento cósmico: una fuerza extraordinaria, proveniente del centro galáctico, mutará al Sol y a la Tierra, afectando gradualmente el campo energético del mundo e, inclusive, el de los seres humanos.

Ese momento simboliza el retorno a un Real Tiempo del Universo, que coincide con los vaticinios mayas. 2012 marca el momento de reingreso a esa otra consciencia y realidad, pero un tránsito que sería gradual y no violento.
La existencia de esos discos solares en el planeta, que reveló Joaquel en Celea, sería poco tiempo más tarde confirmada a través de nuevos mensajes, experiencias programadas y viajes de contacto guiados por los extraterrestres. Esas herramientas de poder se concentran en las Américas, ya que constituyen la columna de energía activa de la Tierra, como otrora había sido oriente. Enclaves de poder como Mount Shasta, la laguna de Guatavita, Paititi, el lago Titicaca, la Sierra del Roncador o la propia península Antártica son algunos de esos puntos donde yacen lo discos solares que protege la Hermandad Blanca (todo ello lo he descrito en mi libro Intraterrestres, Ediciones Luciérnaga, Barcelona).

Hoy, todo cuanto adelantó Joaquel sobre los discos de poder y la sincronización con las energías del centro galáctico, es un hecho confirmado del que han participado grupos espirituales de todo el mundo.
En la experiencia, recordé el último viaje a Paititi que realicé en agosto del año 2000. En él habíamos tenido extraordinarias experiencias, y pruebas muy profundas. Todavía no había asimilado la dimensión de todo cuanto logramos en las selvas del Manú. Luego del contacto que nuestra expedición tuvo con una entidad de luz, que se presenta como guardiana de esa región sagrada donde estaría El Dorado, habíamos recibido unas esferas de energía que, presuntamente, la

Hoy, todo cuanto adelantó Joaquel sobre los discos de poder y la sincronización con las energías del centro galáctico, es un hecho confirmado del que han participado grupos espirituales de todo el mundo.
En la experiencia, recordé el último viaje a Paititi que realicé en agosto del año 2000. En él habíamos tenido extraordinarias experiencias, y pruebas muy profundas. Todavía no había asimilado la dimensión de todo cuanto logramos en las selvas del Manú. Luego del contacto que nuestra expedición tuvo con una entidad de luz, que se presenta como guardiana de esa región sagrada donde estaría El Dorado, habíamos recibido unas esferas de energía que, presuntamente, la
-¿Adónde conduce aquella “puerta” que cruzamos? -Consulté, vibrando como si fuese una campana, como intuyendo algo gigante-.
-A una revelación que los conecta con Jesús...


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La preparación para el contacto

Mi vida se había transformado en una verdadera cruzada por concientizar a las personas de que no estamos solos en el Universo. Como dije antes, no para convencerlas, sino para invitar a la duda, el análisis, la reflexión. Estoy convencido que el eslabón extraterrestre en nuestra historia da forma a todo, incluso a nuestra propia vida en la Tierra y su relación con el Universo.

Empero, mi relación con los extraterrestres, tan mágica y especial como puede percibirse desde afuera, no era tan fácil: el choque brutal de dos realidades tan distintas -el estar con ellos, y nuestra vida en la Tierra- me exigía hallarme anclado y sereno. Ellos eran conscientes. Por ello los contactos directos eran esporádicos. Sabían que verles y compartir con ellos era muy fuerte para nosotros, por más que estuviéramos participando de estas experiencias.
A lo largo de los años tuve la oportunidad de verles, varias veces, físicamente; pero nunca había compartido con ellos tiempos prolongados, sino breves entrevistas. Tampoco había tenido la ocasión de acceder al interior de sus naves. La invitación, formulada por Antarel en el contacto de Chilca en 1997, seguía en pie. ¿Cómo estar realmente preparado para un evento semejante?

Fueron muchas las veces en que acudí solo al desierto. Pasaba horas, en algunas ocasiones días, en la soledad y magia de su paisaje que tanto cautiva e invita a la meditación. Era una forma de adiestrarme. Vencer el miedo a lo desconocido. ¿Miedo a la noche? ¿Al desierto? ¿O a que me asalte alguien en medio de la nada? Descubrí que los seres humanos tenemos muy pocas ocasiones de hallarnos, completamente a solas, con nosotros mismos. No me refiero a pequeños espacios de tiempo en el propio hogar, o en un paseo por un bosque, sino a largas jornadas en medio de un escenario donde no hay otros seres humanos o posibilidad de comunicación. Parece una locura. Pero este tipo de prácticas -que, guardando las distancias, me recuerdan viejas costumbres esenias en el Mar Muerto-, me ayudaron a ver desde otra perspectiva. No obstante, esas largas meditaciones no funcionan por sí solas.

Sabía que tenía que dejar de ver como “extraterrestres” a los Guías. Olvidar por un momento su avanzada tecnología, o de qué mundo o plano dimensional provienen. Tratar de disolver, en suma, estructuras mentales que pudiesen afectarme cuando el contacto anunciado, se diera. Ello lo aprendería en medio de las experiencias...
Para que el contacto con ellos ocurra, tienen que sintonizarse dos decisiones: la de estos seres --que estiman positivo y viable un acercamiento con nosotros, siempre con objetivos concretos dentro de una “agenda”-, y nuestra determinación personal de asumir ese encuentro con responsabilidad y compromiso. No compromiso con los extraterrestres, desde luego, sino con el mensaje que se desprende de este encuentro de dos mundos.


Por qué el contacto

Todos sabemos que la comunicación une y agrupa a las civilizaciones. En este caso, ante la posibilidad de entrar en contacto con formas de vida superior, el conocimiento y enseñanza que se desprendería del intercambio sería invalorable. Es como hallarnos ante un gran portal de oportunidades que podría redimensionar nuestra comprensión del Universo y, como dije, de nosotros mismos.
Es natural: todo esto se desprende de la interacción con otras formas de vida inteligente que han alcanzado un alto nivel evolutivo. Pero no porque sean “mejores” que nosotros, sino porque son razas más antiguas que han enfrentado todo tipo de situaciones para llegar donde se encuentran hoy. Como dije, su visita a nuestro planeta sigue un propósito.

Ese “plan de contacto”, según lo que hemos vivido y estudiado, apunta a la elevación de la consciencia humana ante su inexorable destino cósmico: prepararnos para ese momento. En definitiva, generar un puente que nos lleve de regreso al corazón del Universo. El contacto, entonces, sería solo un medio, y no un fin, para alcanzar el siguiente nivel de evolución. ¿Estamos listos? Pienso que estamos en el camino. Pero hay que observar detenidamente la experiencia que significa relacionarse con formas de vida superiores.
Debo subrayar que el contacto con ellos requiere una gran responsabilidad. Si bien es cierto los extraterrestres conocen muy bien cuándo, con quiénes y por qué, es nuestro el deber de hallarnos preparados para sobrellevar una experiencia semejante.
Sobre los contactos, casi siempre, ellos elijen acercarse de forma sutil en una primera instancia para luego intentar una aproximación más directa. Suelen optar por conexiones mentales o, incluso, a través del mundo de los sueños, antes de concertar una “prueba física”, como lo puede ser un avistamiento señalado previamente, con lugar, día y hora exacta, o el mismísimo encuentro cara a cara con ellos. Más debo añadir que no en todos los casos la relación con estos seres sigue este orden. Lo cierto es que la conexión mental o telepática es la piedra cimiento del “modus operandi” de los Guías o Hermanos Mayores, como les llamamos en nuestra experiencia de contacto. ¿Cómo opera todo ello? ¿Qué características debería tener un receptor de esos mensajes? ¿Cómo discernir los posibles mensajes recibidos?

Las comunicaciones telepáticas y psicográficas

Los mensajes mentales son formas de pensamiento que fluyen y recorren ilimitadas distancias hasta llegar a un receptor, que los decodifica e interpreta, y algunas ocasiones, los plasma por escrito (Psicografia o escritura automática). Se podría decir que estos seres (y vale para otro tipo de entidades, como seres de luz) que toman contacto con nosotros, asumen el papel de emisor -lo cual no es improbable dados los altos niveles psíquicos que han desarrollado-y el contactado en la Tierra toma la función de receptor o antena, estando totalmente consciente antes, durante y después de la recepción. Este último punto es muy importante de aclarar para no confundir las prácticas de recepción telepáticas con espiritismo o mediumnismo. El contacto extraterrestre no tiene nada que ver con ese tipo de prácticas que los propios seres que nos contactan califican de “peligrosas e innecesarias”.

En contraparte, la telepatía es una capacidad inherente y natural al ser humano. Ejemplos lo vemos a diario: como cuando “adivinamos” lo que alguien nos va a decir antes de que pronuncie palabra alguna, o cuando pensamos “algo” y de pronto una persona nos “escucha”, como si hubiésemos expresado nuestra idea en voz alta. ¿A quién no le ha ocurrido? El tema pasa por desarrollarlo. Y no es difícil abrir la mente cuando uno adquiere una técnica de adiestramiento basada en la respiración consciente y la concentración. La meditación, que se basa en todo ello, ha sido el pilar de nuestra preparación psíquica para el contacto con ellos.


Y la telepatía no es un tema poco serio. Recordemos que hay numerosas investigaciones científicas al respecto. Quizá el caso más célebre sea el del astronauta Edgar Mitchel, que a bordo del Apolo XIV, en el momento de su paso detrás de la Luna, inició un experimento de telepatía con un receptor que se hallaba en la Tierra, específicamente en la ciudad de Chicago, en los Estados Unidos -el receptor era el psíquico e ingeniero sueco Olof Johnson-. Según la comunicación de la Universidad de Massachusetts, los aciertos de Mitchel fueron notables (cerca de un 80%) a pesar de estar separado de nuestro planeta por más de 400.000 Km... La experiencia que vivió Mitchel en este viaje espacial cambió su vida como científico y militar norteamericano, dedicando sendos esfuerzos a comprender la mente humana, tarea que lleva en la actualidad en su Instituto de Ciencias Noéticas en San Francisco, California. Mitchell también piensa que todos los seres humanos podemos desarrollar esa comunicación “mente a mente”. Y sin duda, los seres que nos contactan ya lo lograron.

El astronauta Edgar Mitchel,
De acuerdo a lo que hemos aprendido, todo aspirante que intente lograr y mantener un contacto mental extraterrestre, debe procurar ser una persona sana, física, mental y espiritualmente. Con un gran sentido de autocrítica que le permita no perder de vista los posibles mensajes recibidos.
Una persona ansiosa, con desequilibrios emocionales o mentales, debería mantenerse alejada de este tipo de experiencias.

Y sobre las características que debería poseer toda auténtica comunicación, de acuerdo a nuestra experiencia de contacto, las diez principales son las siguientes:

1. Todo buen mensaje es coherente y lógico.

2. Contiene una sabiduría sencilla y profunda.

3. Es positivo y de alternativa, y no cae en el juego del catastrofismo.

4. Siempre aporta algo nuevo, no es sólo la repetición de mensajes anteriores. Además, los mensajes no se contradicen, sino que se amplían y profundizan.

5. Los mensajes auténticos son “atemporales”: no importa cuándo se recibieron, pues al leerlos uno siente que cumplen su función en el aquí y el ahora. Su sabiduría rompe el espacio-tiempo.

6. Son de proyección futura, trayendo un aporte que la intuición percibe y la mente muchas veces no logra comprender.

7. Un verdadero mensaje debe ser universalista y no personal, ni exclusivo.

8. Propone un trabajo y un cambio para bien.

9. No confunde, ni entra en contradicciones, y mantiene una línea de respeto para todo y para con todos. Se recibe en un ambiente de armonía y tranquilidad.

10. Y lo más importante: los mensajes son corroborables. Ya sea por sus afirmaciones cumplidas en el tiempo, o por experiencias físicas programadas ante testigos.

Dr. Hynek


Tipos de Encuentros Cercanos

El fenómeno de los no-identificados ha atraído la atención de importantes científicos de todo el mundo. Uno de ellos fue el Dr. Hynek, a quien cité páginas atrás. El célebre astrónomo norteamericano, luego de participar en varios proyectos de la USAF, entre ellos, el célebre Blue Book, elaboró una clasificación de los encuentros cercanos de acuerdo a la mecánica de la experiencia. Su tipología, conocida por todo investigador de los ovnis, se hizo conocida para el público común gracias al film que también mencioné, “Encuentros Cercanos del Tercer Tipo”.

Aquí ampliaré un poco más la información:

Primer Tipo: Observación del ovni. Muchas veces los objetos avistados tienen una explicación racional. Por ello, en una primera instancia, se les llama “no identificados”. Sin embargo, un porcentaje importante de observaciones no corresponden a satélites, reflejos, globos sonda, o Júpiter en el cielo nocturno.

Segundo Tipo: Evidencia física del ovni, como “tomar tierra” o huellas de aterrizaje. Los famosos y controvertidos Crop Circles de Inglaterra entran en esta categoría. También se alude a la interacción del testigo y el avistamiento, como por ejemplo: si “sentimos” el impulso de salir a la montaña y es allí cuando observamos el ovni.

Tercer Tipo: Encuentro físico con los tripulantes del ovni.

Actualmente, en el campo del estudio del fenómeno de los no-identificados, se considera un Cuarto Tipo de encuentro, que involucra el ingreso del testigo al interior del objeto.

Y sobre la naturaleza de las experiencias, básicamente, podría resumir esos contactos en tres tipologías:

Interdimensionales: Seres de luz. Entidades de otros planos y dimensiones. Tal vez lo que ocurrió en la experiencia de la Zona X en Cusco.

Extraterrestres: Relacionados con seres físicos que provienen de otros mundos, una de las explicaciones más usuales para la presencia de los ovnis.

Intraterrestres: Seres que habitan bajo la corteza terrestre, muchas veces vigilantes de lugares sagrados. Podría tratarse de sobrevivientes de antiguas civilizaciones que habitaron el planeta en la superficie, hoy ocultos en sus bases subterráneas (como narran las viejas leyendas de Shambhala), custodiando el conocimiento secreto que habla del origen y destino de la humanidad.

Desde que se dio la experiencia de contacto con mi persona he procurado no quedarme sólo en mi testimonio. Me volví un “investigador” de mi propio caso y de otros tantos que se han dado alrededor del mundo. Mi intención era comprender, desde todos los frentes, estas extraordinarias experiencias, y poder compartirlas de la mejor manera a un público ávido de respuestas. En realidad, como suelo decir, lo que procuro es sembrar preguntas. Y que cada uno pueda sacar sus propias conclusiones.
Todo este tiempo he combinado la investigación “racional” de los encuentros cercanos con la práctica de la meditación. La comprensión -por más elemental que fuese--sumada a la claridad y paz interior que brinda el diálogo con uno mismo, fueron las principales herramientas para prepararme ante lo impensable: acceder al interior de una nave extraterrestre.

Cuando hablo de esa preparación, que involucra técnicas de meditación para controlar las emociones, o el estudio del contacto para despojarse de paradigmas o ideas preconcebidas, no estoy diciendo que todo ello es garantía absoluta para afrontar, suelto de huesos, un evento in extremis desconocido para nuestra mente humana. Sencillamente, todo este proceso de adiestramiento permite llegar de la mejor forma posible ante esas experiencias.
Los extraterrestres, aunque recomiendan la preparación para el contacto con ellos, aseguran que interiormente ya estamos listos y adiestrados para reencontrarnos con ellos. La verdadera preparación es tan sólo recordar...

Sixto Paz y Ricardo Gonzalez (derecha) en el desierto de Chilca, año 2007
Una nueva invitación

El 30 de diciembre de 1999 me volví a encontrar con Antarel. El contacto no había sido programado. El Guía extraterrestre apareció en el desierto de Chilca, en donde nos habíamos reunido alrededor de 70 personas de varios países. Ocurrió cuando exploraba los cerros próximos a nuestro campamento-pues vimos detrás de ellos la emisión de intensos resplandores---. En ese momento estaba acompañado del investigador chileno Camilo Valdivieso (hoy arqueólogo y autor del libro “La Revelación Atlante”). Juntos vimos al gigante nórdico emergiendo de una concentración de energía que podría haber sido un Xendra o puerta dimensional. Pero no era una proyección holográfica del extraterrestre: Antarel lucía sólido, con un enterizo metálico, suelto, que en esta ocasión no estaba ceñido a su cuerpo de casi 3 metros de estatura. Llevaba un ancho cinturón oscuro, botas altas, y las manos y el rostro descubiertos, dejando entrever su cabello cano, largo, que le caía por detrás de los hombros.

En esa experiencia Antarel no habló del contacto pendiente. Se concentró en tres viajes que como grupo de contacto deberíamos hacer, simultáneamente, a tres enclaves de poder en Sudamérica: la Cueva de los Tayos, Paititi y la Sierra del Roncador. De acuerdo a los extraterrestres esos tres lugares forman un triángulo de poder que conecta con los archivos de la denominada Hermandad Blanca: los guardianes del mundo subterráneo. Camilo y yo participaríamos en una de esas expediciones -a las selvas del Paititi-que se desarrollaron, con éxito, en agosto del año 2000. Con el tiempo, comprendí que al haber cumplido con la “triangulación” que sugerían los extraterrestres, una puerta se había abierto para nuevas experiencias y compromisos pendientes.

Camilo tuvo el valor de compartir su testimonio de este contacto físico con medios de comunicación, entre ellos, con el canal Infinito de Argentina (en el recordado programa del periodista Horacio Embón: “Zona Infinito”). Yo hice lo propio en otros medios, y me concentré en la preparación de la expedición al Paititi --que narro en mi libro “El Legado Cósmico” y en el informe “El Mensaje de El Dorado”-.

Luego de esas expediciones, llegaron los mensajes: el 31 de diciembre debía acudir a Chilca para concretar la invitación de acompañarlos al interior de sus naves.


Un intento fallido

Aprovechando de que el 25 de diciembre, Navidad, iría al pueblo de Chilca para llevar unos juguetes que recolectamos en Lima para los niños más necesitados, decidí marchar al desierto desde ese día para prepararme para la experiencia programada. Quería estar en su silencioso paisaje unos días previos al contacto.
Así, en Chilca, contraté una camioneta que me llevase hasta la Base Militar, que en aquella época operaba cerca de la quebrada que los Guías extraterrestres habían demarcado como zona de contacto: unos 22 Km. en dirección a las montañas. Luego me internaría a pie, en una caminata de casi dos horas a buen paso.

Nunca había estado tantos días solo en el desierto. Y tal como lo preveía, la experiencia interior fue extraordinaria: en aquel silencio cósmico, en noches abiertas y despejadas, que en diversas oportunidades me permitió contemplar el desplazamiento de las naves a gran altura -como anticipando lo que vendría-, describiendo zig-zags y cruzándose otras veces, sentí no sólo la presencia de los visitantes de las estrellas, sino del mismísimo Universo. Es una sensación inexplicable de paz.

Aquel cielo nocturno era muy especial. Creó el ambiente idóneo para interiorizarme en la invitación que me hiciesen llegar los extraterrestres para el día 31. Y no estaría solo. El día previo al contacto ya me encontraba acompañado de mis buenos amigos de los grupos de contacto de Lima, quienes estaban al tanto de la invitación y deseaban apoyar la experiencia: Hans Baumann, Lida Martell, Magaly Fernández y John Abanto.
Así, la noche del día 31, la “fecha del contacto” que había sido auspiciada por claros avistamientos programados, se produjo el principal acercamiento de los Guías: en un cielo que se había cubierto de niebla, emergió de pronto un gran objeto alargado, con forma de puro, emitiendo poderosos fogonazos de luz plateada. La niebla se disipó en torno a él y vimos al aparato, sorprendidos, en todos sus detalles. Incluso Hans llegó a observar un disco metálico moverse cerca de la presunta nave nodriza. Era impresionante.

Mi reloj marcaba la medianoche. La hora que los extraterrestres habían indicado en los mensajes para el contacto físico. Un contacto que, de acuerdo a las comunicaciones, me permitiría subir físicamente al interior de una de sus naves...
Mientras todos intercambiábamos opiniones en medio de la algarabía que se armó ante semejante avistamiento -tan claro y fuera de toda duda-, yo no me animaba a alejarme del grupo en dirección al cerro “Los Anillos de Saturno” -llamado así por su apariencia-en donde, según los mensajes, abordaría la nave.

Poderosos resplandores descendían desde el objeto tubular que teníamos estacionado sobre nosotros. Algunos de esos fogonazos caían suavemente, y se podía sostener su luz con las manos, como si en cierta medida esa energía fuese “sólida”. Había una mezcla de nerviosismo y emoción en ese momento. Creo que el único que estaba sereno y controlado era mi amigo Hans.
De pronto algo había sucedido conmigo. Mi actitud frente al posible contacto -una experiencia que me parecía tan maravillosa de vivir-me invitó a reflexionar. Me sentí muy pequeño para afrontar semejante vivencia. Sentí lo mismo de 1997: que no la merecía y que no estaba preparado. A pesar de la confianza y sabiduría de estos seres, era consciente de que mi preparación personal no había sido completada. Tal vez por ello decidí estar en Chilca días previos a la invitación, para meditar y analizar cómo me encontraba. En otras palabras: si realmente estaba listo. ¿En qué había fallado?
Hans, decidido, se me acercaba ofreciéndome su linterna mientras me decía: “Vete Richard, te están esperando, nosotros te apoyamos...”
Pero yo no escuchaba. Sólo me repetía, una y otra vez, en qué había fallado...

Allí comprendí que no sólo debía orientar mi preparación en mantener un estado sensible y sutil, premeditadamente logrado a través del ayuno y las valiosas prácticas que desarrollamos en los grupos de contacto. Todo ello, como expliqué páginas atrás, es importante. No obstante, en medio de esa dinámica había olvidado liberar mis esquemas mentales sobre el encuentro cercano anunciado. Un error importante, teniendo en cuenta que en diferentes ocasiones había enfrentado experiencias de contacto físico, donde aprendí que el fluir con ellos, y verlos como viejos amigos -porque realmente lo son-, y no como “extraterrestres”, me permitiría estrechar lazos con mayor consciencia y naturalidad.
Había pasado largos días en el desierto en meditación. Había sentido una paz extraordinaria en el silencio de ese mágico desierto al amparo de las estrellas. Y sin embargo, en el momento cumbre del contacto, veía que mi preparación previa no había sido suficiente.
Más allá de las hermosas sensaciones que podían producir el silencio y la meditación en mí, otorgándome paz y claridad, tenía que educar mi mente.

Supe de inmediato, mientras observaba esa nave con forma de cigarro sobre nuestras cabezas asustadas, que debía pasar al siguiente nivel, en donde la mente se libera realmente y se constituye en una herramienta y no en un obstáculo.
Hoy comprendo que en ese momento mi mente me traicionó. La expectativa que se había generado en mí de abordar una de sus naves y compartir más tiempo con ellos me había sobrepasado. Es verdad que estaba ante una situación límite, diferente a todo lo que había conocido. Pero, si la quería vivir a plena consciencia, tenía que afinarme.
Como si los extraterrestres hubiesen detectado mis pensamientos -de hecho, lo hicieron-, en ese mismo instante, aquella gran nave se marchó lentamente. Retrocedió por donde vino, ocultándose entre la niebla en un cuadro de película. Al día siguiente, uno de los militares que estuvo de guardia en la Base Chilca, sin que le comentáramos nada afirmó haber visto sorprendido el mismo objeto sobre la quebrada.

Cuando tomamos el bus en la carretera panamericana que nos llevaría a Lima, pensaba en la importancia y objetivo del contacto, que una vez más había quedado pendiente. Antes de abandonar el desierto, los Guías nos dijeron en una nueva recepción de comunicación -que se dio en simultáneo con otros receptores-que las condiciones para afrontar la experiencia seguían óptimas en los siguientes tres meses.
Ya sabía qué tenía que hacer. Tenía una nueva oportunidad y debía estar realmente preparado.

El objetivo del contacto físico

Según los mensajes, esta experiencia me permitiría entrevistarme con Joaquel, un importante miembro del Consejo de los 12 Menores -un Consejo extraterrestre que coordina a los seres que entran en contacto con nosotros en la Tierra-, quien habría abandonado su estancia temporal en la Base Azul del Alto Paititi para permanecer por un tiempo en una base orbital de la Confederación, ubicada detrás de la Luna. Joaquel estaría poco tiempo allí, ya que volvería a las instalaciones artificiales de Morlen (como los extraterrestres llaman a la luna joviana Ganimedes).

La invitación, más allá de afinar mi preparación personal, como sería el hecho de conocer el interior de sus naves o sus bases espaciales -con el objetivo de familiarizarme más con ellos y el programa de contacto-procuraba acercarnos las claves necesarias para comprender los momentos de nuestra experiencia de contacto, los logros alcanzados, y todo aquello que aún podría estar pendiente para la consecución de los objetivos. Por si todo ello fuera poco, en esa experiencia, Joaquel (“Joaquín”, como le solemos llamar) ofrecería informaciones esclarecedoras sobre su propia persona y función dentro de la misión de contacto.


Ya en 1998, había tenido la oportunidad de conocerle en un contacto en Marcahuasi de San Juan de Iris, en donde se me habló de la importancia de conectar enclaves de marcado significado para la misión, y que no habían sido visitados antes por los grupos de contacto. Entre ellos, el desierto de Gobi en la Mongolia, donde hace miles de años se estableció por primera vez la Hermandad Blanca (finalmente, tal como lo anticipó Joaquel, viajamos en agosto de 2007 al desierto de Gobi, extraordinaria vivencia que comparto en mi libro “lntraterrestres” y en el reporte “Los Ojos de Shambhala”).
Debo mencionar que a pesar de haber mantenido un prudente silencio sobre esta nueva invitación para el encuentro físico, me llevé más de una sorpresa al comprobar que otros miembros de los grupos habían recibido información precisa sobre ello.

Por ejemplo, hallándome en Uruguay, en una bella salida de trabajo en Punta de Yeguas, Alejandro Szabo de Montevideo -médico, hoy afincado en Chile--compartió conmigo una extraordinaria confirmación: en las comunicaciones que él había recibido, el mismísimo Joaquel le afirmaba que abandonaría la Base Azul del Paititi para volver a Morlen... Además, en el mismo mensaje el maestro de las estrellas advertía que entraría nuevamente en contacto directo conmigo: “En Chilca o en Marcahuasi, las condiciones así lo permiten”.
En febrero de 2001, me encontraba en los Estados Unidos con los grupos de Miami y San José de California, difundiendo el mensaje del contacto, en especial las profundas experiencias y enseñanzas que ha significado el encuentro y enlace con la Hermandad Blanca durante los viajes de agosto.

Fue en Miami que los Guías, a través de una comunicación, recalcaron la vigencia de la invitación y su importancia:
“El Plan se halla en su justo proceso. De ello hablará el maestro Joaquel. Chilca es un buen lugar. Está preparado. Fines de febrero, inicios de marzo. En esta ocasión vendrás solo y estarás con nosotros para comprobar una vez más los alcances de la misión de contacto y las labores pendientes que los involucran” (Alcir, 3 de febrero del 2001).

La fecha “definitiva” del contacto la recibiría en una práctica de irradiación al planeta al pie del Monte Shasta. En el ejercicio, donde todo el grupo se sintió acompañado por proyecciones de seres de luz, como si estuviesen abrazándonos, tuve una fuerte visión en donde se me mostraba la fecha del encuentro: “24 de febrero”. Inmediatamente después, en la imagen, me vería caminando en el desierto de Chilca, solo, en dirección a la cordillera. Cuando observé y sentí con fuerza esas escenas, mis pensamientos me asaltaron: “Entonces iré solo. Pero me gustaría que un grupo de apoyo se encontrase en el desierto para apoyar la experiencia”.
Al volver a Lima, la confirmación no tardaría en aparecer.
El grupo de contacto de Miraflores -con quienes teníamos una gran amistad-, para mi sorpresa, había programado una salida al desierto de Chilca para el sábado 24 de febrero. Lo más inquietante es que recibieron una comunicación de Alcir --el ser intraterrestre de Paititi-quien les afirmaba que irían al desierto para apoyarme con sus trabajos, ya que se daría un encuentro físico programado. ¡Realmente increíble!

Ganimedes

Cuando Hans Baumann me comunicó todo esto, sin mayor duda y con una seguridad aplastante, decidí realizar finalmente la salida a Chilca.

Era una nueva oportunidad para concretar la experiencia.

Y esta vez ya me sentía listo.


El reencuentro

Eran las 12:00 del día cuando mis pasos se adentraban por la quebrada de Santo Domingo de los Olleros. Había dejado a mis espaldas el cerro “IV Convención” -hoy rebautizado como “33”-internándome, según mi intuición e indicaciones de los extraterrestres, en dirección este, es decir, hacia la cordillera.
El sol era abrumador. Un cielo azul con pocas nubes se mostraba como único acompañante de mi caminata.
Cuando dejé atrás el cerro “Los Anillos de Saturno”, una extraña sensación se apoderó de mí. Era como si alguien me estuviese abrazando, transmitiéndome amor y confianza. Entonces, un agradable olor a flores impregnó el lugar donde me hallaba, emocionándome sin poder explicarme qué estaba sucediendo. Respiré una magia singular allí, y cuál sería mi impresión al comprobar que este paraje lo había visto en sueños poco antes de la salida... ¿Acaso me habían mostrado el lugar para que lo reconociera?

Me despojé de la mochila y tendí en el suelo la bolsa de dormir. Sólo llevaba el sleeping bag, un abrigo, agua, una pequeña linterna y un cuaderno de apuntes.

Pasé el tiempo explorando al detalle la zona -no se suele acampar allí-y luego realizando prácticas de relajación y meditación. Durante esos momentos de silencio procuré crear las condiciones para contactar con ellos.

El mensaje no tardó en llegar:

Sí, escribe: nos hallamos cerca. Estate atento a las 9:00 p.m. Nada debe inquietarte. Vemos que ya te encuentras listo para afrontar la experiencia. Ahora podrás venir con nosotros. Recuerda que la verdadera preparación no halla su único cimiento en los ejercicios y prácticas de meditación, sino en el auténtico compromiso y entendimiento de vuestra misión, así como la correcta actitud en armonía con el espíritu de ella. Tu amor y honesta entrega te han traído aquí, al margen de tus dudas, que bien sabemos obedecen al esfuerzo que emprendes por ser objetivo y equilibrado frente al proceso. Pero será hoy. Así ha sido dispuesto. Estás listo Nordac, para que una vez más des un paso importante en representación de muchos.

Antarel, (24 febrero de 2001, 6:15 p.m.)

El mensaje llegó con una claridad pasmosa, como si estuviesen muy cerca. No me llamaban por mi nombre. De hecho nunca lo hicieron. Siempre se dirigieron a mí por mi nombre cósmico, el “sonido” de mi vibración personal traducido a palabras. Lo había recibido en sueños en 1994.
Luego de reflexionar en el contenido del mensaje, abandoné la zona del campamento en dirección al cerro “Los Anillos de Saturno”, como volviendo por el camino. Así, ascendí el cerro y bajé a la explanada que se extiende tras él. Entonces observé a una persona acercarse.

Después de la primera sorpresa, identifiqué a Hans Baumann, mi gran amigo y compañero de tantas experiencias. Sabía que él y los muchachos acamparían en otro sector del desierto para apoyar la experiencia; sin embargo me llamó mucho la atención hallarle de pronto en medio de la nada.
-Sabía que te iba a encontrar -se expresaba contento en la medida que nos dábamos un abrazo.
-¿Qué haces aquí? ¿No estabas con el grupo? ¿Qué te animó a venir donde yo me encontraba? -repuse.
-Tenía ganas de verte antes de la experiencia -contestó- Siento que se dará esta vez. El grupo se encuentra en “La Terracita” -añadió-acampando y pendiente de la invitación que te han hecho los Guías. Antarel mismo me ha dicho que de todas maneras te “suben”...
-¿Cómo es eso? -Pregunté intrigado.
-Lo que me impulsó finalmente a buscarte, fue un mensaje mental que recibí de Antarel. Me dijo que abordarías la nave. Incluso me dio una hora. Te la digo: las 9:00 p.m. Sentía que debía decírtelo.
-Hans, ¡es la confirmación de un mensaje que he recibido hace unos momentos! -le decía con evidente emoción. Tienes que marcharte amigo. Debo estar solo.
-Lo sé ---contestó risueñamente. Cuando veas a los Guías, dales un abrazo de mi parte...

Hans se marchó y volví a la zona de mi improvisado campamento con mucha alegría. Estaba anocheciendo y en el cielo ya se mostraban las primeras estrellas.
Llegué sin dificultad y me senté en la bolsa de dormir. No tenía duda alguna que el contacto se daría aquella noche. El encuentro con Hans me dio mayor seguridad, como si los extraterrestres hubiesen querido darme una “confirmación adicional” para que me encontrase seguro y en confianza.
En medio de la nada, ya les sentía. A pesar de que no veía ninguna manifestación, sabía que estaban cerca... Por alguna razón que no comprendía en ese momento, me inquietaba poderosamente un cerro frente a mi ubicación. Lo observaba con insistencia, como intuyendo que tras él hubiese “algo” escondido.
Sin pensarlo mucho, de pie y de cara al cerro, empecé a gritar como un chiquillo:
¡Sé que están aquí! ¡Pueden venir cuando quieran! ¡Finalmente he comprendido! ¡Pueden venir porque esta vez asumiré la invitación a mayor consciencia! ¡Me escuchan!


Y entonces...

Detrás del cerro se mostraron intensos fogonazos de luz plateada, muy fuertes, disparándose de abajo hacia arriba. Tan contundentes fueron los resplandores, que incluso Hans y el grupo que acampaban al otro lado del desierto también los vieron.
Con esta palpable señal, me imaginaba salir una nave del cerro al mejor estilo de la película “Encuentros Cercanos del Tercer Tipo”. Pero después de los fogonazos el desierto nuevamente se encontraba en su aspecto normal.
No tuve mucho tiempo para analizar la situación cuando un objeto luminoso pasó a gran altura sobre la quebrada. Como su trayectoria era uniforme, y se mostraba al parecer muy lejos, estimé la posibilidad de un satélite. Pero inmediatamente a ese ovni aparece un segundo objeto, similar al anterior, como si lo estuviese siguiendo.

Pedí entonces mentalmente a los Guías que de tratarse de ellos hicieran una señal para advertirme. Acto seguido el segundo objeto encendió con fuerza una luz dorada, pulsante, que luego se fue concentrando en la medida que se marchaba. Curiosamente, ambos se perdieron tras el cerro que me llamaba tanto la atención.
Recostado sobre la bolsa de dormir consulté mi reloj: las 9:00 p.m. Esperé unos minutos, escudriñando el cielo, como buscando alguna señal. Pero no observé nada. Los minutos se sucedían y he de confesar que me puse nervioso. ¿Y si la experiencia, por alguna razón, se postergaba nuevamente? De sólo imaginarlo no podía evitar pensar en la importancia de esta vivencia para todos nosotros.

Entonces sentí como si los Guías me estuviesen abrazando, y una voz en mi mente diciéndome:

“No te preocupes. Estaremos contigo en unos momentos”

Desconcertado por este mensaje, que reconozco catalogué en un inicio de “mentalismo consolador”, me senté en la bolsa de dormir, mientras concentraba mi vista en las siluetas de los cerros. Fueron instantes intensos. Pero mantuve el equilibrio.
Entonces, una luz, como nunca he visto, me “golpeó”, haciéndome brincar sobre la bolsa de dormir para ver de qué se trataba. Fue un fulgor blanco-plateado, pero no de arriba hacia abajo, sino como si algo, desde tierra, me hubiese alumbrado con un potente reflector. La luz era extraña. Sentí que me tocó, como si fuese plasma o gelatina. Consulte nuevamente mi reloj. Eran las 9:22 p.m.

Represención de XENDRA o circulo energetico.
Inmediatamente, caminando en mi dirección, una silueta de un ser muy alto se acercaba. De pie ante el personaje que de pronto irrumpía en la tranquila noche del desierto, pude observar que se trataba de Antarel, vestido con su típico traje metálico, plateado, y esta vez pegado al cuerpo. Llevaba un cinto y grandes botas que le llegaban casi a las rodillas. Su rostro tan expresivo, lleno de paz, y su cabello cano hasta los hombros ya me eran familiares. Ya lo conocía. Pero esta vez todo era diferente. Me encontraba mucho más tranquilo, menos nervioso que en otras experiencias.
Antarel, con su característica mirada mágica, como si el Universo entero estuviese fluyendo a través de él, sonrió, y me dijo sin esperar mayor protocolo: "Ya nos vamos...”
Como otras veces, escuché su voz sin que él moviese sus labios. Había enlazado su mente con la mía...

Lo seguí caminando, prácticamente a su lado. Me hallaba muy sorprendido al ver mi reacción tan natural. ¡Quién lo hubiera creído! En esa breve caminata miré con detalle sus botas, esperando que dejase alguna huella para mostrarla a los muchachos del grupo en alguna ocasión. Pero me percaté que aquel gigante extraterrestre no pisaba el desierto, sino que flotaba a escasos milímetros. ¡No hacía contacto con el suelo!
Ascendiendo una pequeña colina, nos hallamos en una explanada alta o meseta. El cielo, que hasta hacía unos momentos se mostraba abierto y estrellado, se hallaba ahora cubierto por un extraño colchón de nubes. Y como si una gigantesca linterna hubiese sido colocada por encima de este “colchón”, una tenue luz amarillenta caía al suelo formando un círculo luminoso de unos diez metros de diámetro.

Al lado izquierdo de este círculo que se hallaba frente a mí, se encontraba una persona de pie. Por su silueta, advertí que se trataba de una mujer, de un 1.70 m. de estatura. Sin temor alguno decidí acercarme, viendo que llevaba un traje similar al de Antarel, pero más oscuro, y también ceñido al cuerpo. Su rostro era triangular, dejando entrever una piel bronceada, como si hubiese estado expuesta al Sol. El cabello rubio, muy claro y lacio, caía por detrás de los hombros. Aquella mujer, de unos 40 años de apariencia, mostró una dulce sonrisa, como dándome la bienvenida. Sabía quién era. Como si la conociese de siempre.

Reconocer a Anitac fue para mí uno de los momentos más intensos del contacto. En aquellos ojos claros, que luego pude comprobar eran de un color verde “agua marina”, fluía un amor profundo y conmovedor. Conocía a esta mujer extraterrestre por las comunicaciones psicográficas que había recibido de ella en mis inicios de contacto. En esas primeras experiencias, veía su rostro como una proyección mental. Y allí, en medio del desierto, me resultaba extraordinario hallarme frente a ella.

Noté entonces que llevaba un objeto en la mano derecha. Parecía una caja negra de plástico. Tal vez alguna tecnología para controlar la energía que veía depositada en el suelo. Era sabido por nosotros que Anitac desempeñaba en el grupo de extraterrestres que nos contacta el manejo e investigación de “portales dimensionales y agujeros de gusano”. De hecho, su labor durante toda la experiencia sería netamente “técnica”.


Entonces Antarel se dirigió a mí, pidiéndome que ingresara al interior del círculo de energía. Al hacerlo, observé que en el centro del mismo había un círculo más pequeño, de unos dos metros de diámetro, pero muy brillante, tanto, que me recordaba la luz que despiden las linternas halógenas. Aquella luz pulsaba. Era muy fuerte.
Confieso que tuve cierto temor de pararme allí. Más la sonrisa y tranquilidad que supo transmitirme Antarel terminaron por darme el último impulso para hacerlo.

Ni bien ingresé, sentí que una fuerza invisible me aplastaba... E inmediatamente, como si me hubiesen tomado de las pantorrillas, esa misma fuerza me arrancó a una velocidad increíble del suelo. Luego una intensa luz blanca, que me obligó a cerrar los ojos. Todo fue en un instante.
La sensación de haber sido “arrancado” hacia arriba era espantosa. Tenía burbujas en el bajo vientre, como si acabara de bajar de una montaña rusa.
Fue allí que abrí mis ojos, que había cerrado ante el impacto del ascenso violento y la luz blanca brillante. Atónito, vi que me hallaba de pie en una especie de habitación, muy blanca, que despedía luz por todas partes sin generar sombras...

Lo había logrado: estaba en el interior de una nave extraterrestre. Ahora empezaba la auténtica experiencia.