De alguna forma, la llamada
“ciencia oficial” colabora, sin desearlo conscientemente, en el esclarecimiento
del fenómeno extraterrestre: Por un lado los físicos teóricos especulan con sus
teorías “recién sacadas del horno” sobre una visión distinta de la realidad,
por ejemplo ya se ha demostrado a través de la teoría de la relatividad y
experimentos con relojes de precisión orbitando la Tierra, que el tiempo no es
un concepto “estático” y que si nos movemos en una nave a velocidades
hiperluminicas conseguimos detenerlo.
También,
al hilo de la teoría relativista, Stephen William Hawking teorizo sobre el colapso gravitatorio y “los
agujeros negros” que todo lo engullen, mas tarde, mediante la detección de
rayos gamma provenientes del espacio exterior,
los seres humanos hemos descubierto que el Universo esta poblado de
tales agujeros negros, incluido aquel situado en el centro de La Vía Láctea. Es
evidente que en la realidad cotidiana existe lo visible y lo imperceptible a
nuestros sentidos y que ciertamente existe. Tomemos como ejemplo la
electricidad: Los electrones se mueven por un cable y sin embargo no podemos
verlos, pero sí sentir sus efectos (básicamente la electricidad es muy parecida
a los fluidos, unos electrones empujan a otros, siempre y cuando exista lo que
se conoce como “diferencia de potencial”, traducido a los fluidos, algo así
como “abrir el grifo de agua”).
Stephen William Hawking |
Michio Kaku explica de una forma sencilla los Universos Paralelos
Michio Kaku habla sobre el SETI 1 de 2
Michio Kaku habla sobre el SETI 2 de 2
Michio Kaku ¿Se autodestruirá la raza humana?
Michio Kaku: Somos ondas de probabilidad.
(Mas información sobre el fisico teorico Michio Kaku en: http://es.wikipedia.org/wiki/Michio_Kaku)
Del mismo modo, al contactado Mel Noel, los extraterrestres le explicaron que en el Universo existen 150 billones de universos en expansión, para mas información consultar la entrada de este mismo blog: ¿Creéis en Dios? Hay mas de 150 billones de universos en expansión.
http://elmensajedeotrosmundos.blogspot.com.es/2012/12/creeis-en-dios-hay-mas-de-150-billones.html
(Mas información sobre el fisico teorico Michio Kaku en: http://es.wikipedia.org/wiki/Michio_Kaku)
Del mismo modo, al contactado Mel Noel, los extraterrestres le explicaron que en el Universo existen 150 billones de universos en expansión, para mas información consultar la entrada de este mismo blog: ¿Creéis en Dios? Hay mas de 150 billones de universos en expansión.
http://elmensajedeotrosmundos.blogspot.com.es/2012/12/creeis-en-dios-hay-mas-de-150-billones.html
En múltiples ocasiones, los seres
de las estrellas, en conversaciones con los contactados, nos dan pistas de su
tecnología prodigiosa y también sobre algunos aspectos de la ciencia que
nuestros científicos tan solo ahora teorizan, tal es el caso de los universos paralelos. Haciendo un poco
de memoria, los extraterrestres ya
explicaron en un momento dado, que para realizar sus viajes interestelares
“ellos” “utilizan el mismo espacio pero
en diferentes tiempos” ó lo que es lo mismo, se mueven en un “universo multidimensional” donde sus
naves se materializan y desmaterializan a su antojo. Al parecer, cuando se
logra “desmagnetizar por completo la materia” se convierte
está en energía pura y llevándolo a un plano técnico, cuando los seres humanos
logren codificar toda la información de un objeto y lo desmaterialicen, para
posteriormente recomponerlo (codificarlo) lograran, posiblemente, dar el salto
definitivo a otras dimensiones inimaginables hasta el momento. Tan solo
recordar el Experimento Filadelfia
(Philadelphia), en el cual un barco fue sometido a un intenso campo magnético,
haciéndolo desaparecer finalmente aunque el fenómeno terminó por
descontrolarse, ya que la técnica de aquel momento carecía de la información
necesaria sobre las consecuencias de un experimento de tales
características.
En esta ocasión he traído dos
casos de contacto con seres extraterrestres de las estrellas. Los
protagonizaron Miguel Herrero Sierra
el 18 de diciembre de 1977 y el más conocido como Julio F. ocurrido el 5 de
febrero de 1978. Yo personalmente no tenía constancia del suceso acaecido a
Miguel Herrero hasta que llego a mis manos un libro de muy pocas páginas del Dr. Fernando Jimenez del Oso
Al leer los acontecimientos que
sucedieron a Miguel Herrero uno pude hacerse ciertas preguntas, máxime si los
extraterrestres le dijeron que procedían de un universo paralelo a la Tierra y más
aun, cuando le pidieron que no “tocara” a uno de los tripulantes que era
exactamente igual a Miguel Herrero, ya que si lo hacía, se destruirían los dos.
Y esa fue la cuestión que mas debate levantó en los años 70, llegándose a
cuestionar el encuentro de Miguel Herrero con los extraterrestres: Se teorizó,
que si el tripulante estaba constituido por así decirlo, de antimateria, la
misma nave también lo sería y que de este modo se habría desintegrado tan solo
con rozar la atmosfera terrestre. Aparentemente es una quimera difícil de
resolver, a no ser que los extraterrestres, de algún modo, estuviesen dejando
un mensaje para que en un futuro, cuando nuestra ciencia fuese capaz de
resolver el enigma, entenderlo en su máxima amplitud.
Tal vez ese mensaje, ahora que la
física ya nos habla con total naturalidad sobre los multiuniversos y los
universos paralelos, nos diría que: aquello
que hagamos en este planeta, afecta de un modo directo al conjunto del universo
y por extensión, a todas las criaturas que lo pueblan. A fin de cuentas, el
origen de todo cuanto existe es común, por muy lejanas que se encuentren
algunas galaxias. Y como ya he comentado en algunas ocasiones, la teoría cuántica
ya teoriza sobre la simultaneidad e interrelación entre partículas, como si un
hilo invisible “atara y uniese las consecuencias” de unos átomos respecto a las
otros. Casi el todo el mundo ha visto la película La Guerra de las Galaxias
(Star Wars) y aquel momento de tensión cuando la Estrella de la Muerte destruye
un planeta entero e inmediatamente después, una especie de “onda mental” se
transmite por todo el universo; una onda lanzada por los millones de muertos de
ese planeta que afecta al equilibrio (nivel vibratorio) de todas las criaturas
vivientes.
Michio Kaku |
Para terminar esta pequeña
introducción, solo destacar un detalle determinante: Tanto Miguel Herrero como
Julio F., en las cercanías de los respectivos platillos volantes, percibieron
un intenso olor a pino, tan intenso que a Miguel Herrero lo tuvieron que sujetar dos de los tripulantes
de la nave ya que estuvo a punto de desmayarse. También como nexo común, es el
“tiempo perdido” que no supieron explicar, salvo cuando Julio F. lo hizo
mediante hipnosis, donde nos habla de ciertos exámenes médicos al que fue
sometido y un viaje al espacio exterior.
El caso salto a la prensa , el día
25 de enero de 1978, en el diario Pueblo, que titulaba la noticia “Tres hora en
un ovni”. A partir de este momento, para amplios sectores de prensa, empezaba
la panacea de lo sensacionalista, ignorando todo tipo de censura critica al
suceso protagonizado por Miguel Herrero Sierra. Ignorancia que repercutiría,
como pudimos ver a través de los numerosos meses que estuvimos investigando el
extraño “contacto”, en ese gran numero de débiles mentales, inmaduros y demás personas
deseosas de llenar con “algo” ese vacío mundo de realidades en que viven.
Todo esto es quizá uno de los
puntos que nos decidiera a realizar y actuar con los máximos elementos de
análisis y sentido crítico en la investigación de este caso. Labor en la que
nos entregamos casi más de un año varios psicólogos clínicos, formando un
compacto equipo de trabajo, con el único deseo de esclarecer lo más ampliamente
el extraño suceso. Esperamos que este tipo de investigación sirva de alguna
forma como modelo para los investigadores que pueblan nuestra geografía y que,
sin duda, “olvidan” lamentablemente lo necesaria que es en la investigación
ovni la labor de los elementos psicológicos. Pues no se puede pasar por alto el
hecho de que, de una forma u otra, ya sean tripulantes extraterrestres,
dimensiones paralelas, seres de otros estados de conciencia o lo que sean, en
todo momento están interviniendo el factor “humano”, con las consecuentes
repercusiones psicológicas que estos fenómenos producen en los individuos
“abducidos” o “contactados”. De aquí la necesidad, insistimos, de que en todo
momento se cuente en la investigación ovni con psicólogos cualificados en este
tipo de estudios.
Para mejor entendimiento de los
lectores, el caso está dividido en tres partes: los hechos, un análisis
filosófico y psicológico del suceso y, finalmente, el resultado de los estudios
de campo y psicológicos de este largo año de investigaciones.
El contacto
Domingo, 18 de diciembre de 1977.
Como otros muchos, Miguel Herrero Sierra, vecino de Alcalá de Henares (Madrid),
de treinta y cuatro años de edad,
conductor de profesión, decidió ir a practicar la pesca, su deporte favorito,
que le resulta difícil practicar con frecuencia, ya que, debido a su profesión,
permanece gran parte del año fuera de su domicilio habitual.
Aquel domingo, Miguel, a eso de
las 5,30 de la mañana, tras llenar el depósito de su vehículo, una furgoneta
Sava que normalmente utiliza en su trabajo, se dirigió hacia los pantanos de
Buendía. Iba solo. Hasta Tendilla, ya en la provincia de Guadalajara y
aproximadamente a 50 kilómetros de Madrid, todo fue normal, como de costumbre.
En Tendilla, paró para tomar café, comprar pan y cigarrillos. De nuevo en ruta
en esta segunda etapa, todo seguía transcurriendo normalmente; hasta que al
llegar al cruce con la carretera de Peñalver, siendo aún noche cerrada, de
repente, se le apagaron las luces de la furgoneta.
En un principio, pensó en la
posibilidad de un fusible fundido. Luego se extraño, porque las luces del
cuadro, también apagadas, van por distinto circuitos que las luces
exteriores del vehículo. Pese a todo,
bajó y revisó los fusibles, encontrándolos todos en perfecto estado. De modo
que, como ignoraba lo que hubiera podido suceder, y como era aún de noche,
decidió sacar la furgoneta de la carretera, por miedo a provocar un accidente,
ya que la podía dejar convenientemente señalizada.
Peñalver, provincia de Guadalajara (España) |
Así lo hizo, y cuando ya estaba
bien aparcado el vehículo, dejó en marcha el motor un rato y la calefacción
encendida, pues el frio era intenso, a la espera de que amaneciera y poder ya
de día continuar hasta Sacedón.
Entonces vio en el campo, como a
veinte metros y su derecha, una gran sombra, que al principio le pareció una
casa o un camión.
Como conoce bien la zona y sabe
que en ese tramo no existe casa alguna, pensó que sería un camión aparcado en
la finca, a la espera de cargar al día siguiente, o algo parecido. Mientras
pensaba en esto, pero sin prestarle mayor atención, vio encenderse una luz,
como una linterna muy potente, cuyo haz se dirigió de lleno a los cristales de
su furgoneta, al tiempo que alguien gritó…
“Oiga…Oiga…Señor, el de la
furgoneta.”
Miguel Herrero se sobresaltó.
Pero, acto seguido, pensó que pudiera tratarse de un vehículo accidentado, y
que alguien pudiera necesitar ayuda. Así que descendió, cerró la puerta de la
furgoneta, y se dirigió hacia la luz.
Poco a poco, al aproximarse, se
fue dando cuenta de que aquello que al principio le había parecido un camión
tenía unas medidas mucho mayores que las de cualquier vehículo terrestre por él
conocido. Se detuvo entonces. Llegó
hasta él un olor similar al de un pinar en una mañana de verano, pero tan
tremendamente fuerte y penetrante que, a los pocos pasos, comenzó a notar
nauseas y un gran mareo; y no cayó al suelo porque, entre las brumas, vió
cómo se acercaban dos hombres vestidos con ropas blancas, que se destacaban
perfectamente en la noche.
Aunque no llegó a perder el conocimiento no hubiera podido seguir avanzando si no hubiera sido porque aquellos hombres le sujetaron fuertemente por los brazos. A partir de ese momento se puede decir que todo fue muy confuso para Miguel Herrero, y que pese a haber permanecido en el extraño vehículo cerca de tres horas, él sólo recuerda unos diez o quince minutos, aproximadamente.
Aunque no llegó a perder el conocimiento no hubiera podido seguir avanzando si no hubiera sido porque aquellos hombres le sujetaron fuertemente por los brazos. A partir de ese momento se puede decir que todo fue muy confuso para Miguel Herrero, y que pese a haber permanecido en el extraño vehículo cerca de tres horas, él sólo recuerda unos diez o quince minutos, aproximadamente.
Era una especie de extraño
sombrero, con la parte superior semejante a una torreta, y cuyo cuerpo era un
cilindro con una puerta que al abrirse vio que era corredera.
En el momento de abrirse tal
puerta, toda la parte inferior del aparato se iluminó como si fuera una gran
lámpara, excepto un anillo alrededor (lo que podríamos llamar alas, siguiendo
el símil de sombrero). Miguel Herrero estimó las dimensiones de la nave,
comparándolas con su propia estatura, 1,65 metros. Y el resultado fue el
siguiente:
a)
Desde la base del cilindro hasta el techo del
sombrero, unos diez metros.
b)
El
cilindro inferior tendría unos tres metros y medio de altura por tres de
diámetro.
c)
La sala donde estaban las cinco consolas (cuatro
idénticas, más una que presentaba el aspecto de uno de esos grandes órganos que
hay en las catedrales) tendría de dieciséis a dieciocho metros de diámetro.
d)
El anillo o “alas”, que veía nítidamente entre
el cielo, lleno de estrellas, y el borde inferior iluminado podría medir de dos
a dos metros y medio.
La cabina de los pilotos era una pieza circular de entre diez y dieciocho metros de diámetro iluminada con luz blanca proveniente del techo y paredes, como si todo ello fuese una lámpara de neón; pero no molestaba en absoluto a los ojos, aunque la luz era muy intensa.
Alrededor de las paredes, cinco a
modo de mostradores, separados por una especie de armarios transparentes, de
unos dos metros y medio de largo por un metro ochenta de ancho y uno ochenta de
alto, dentro del cual había una cama de cero noventa metros de ancho y dos
pequeños armarios metálicos. En cada consola, un sinfín de luces, indicadores y
palancas (algunas de estas luces no cesaron de oscilar en todo el tiempo que
Miguel estuvo allí dentro). Frente a la consola, por encima del aparato de
televisión, la pared se hacía transparente a voluntad del operador, como Miguel
pudo ver luego.
Delante de los mandos, un asiento de algo que le pareció acero y esponja, con un pedal que permitía al operador desplazarse sobre unos carriles de un extremo a otro de la consola.
La tripulación estaba compuesta
por dieciséis humanoides de aspecto exactamente igual al nuestro; tanto que,
vestidos con nuestras ropas, hubieran pasado completamente inadvertidos.
Pero cuál no sería su sorpresa
cuando uno de los que controlaban una mesa de mandos se volvió, y Miguel tuvo
la sensación de hallarse frente a un espejo que reflejara su propia imagen. El
tripulante medía alrededor de un metro
sesenta, de cabellos castaños y ojos azules... Tan grande era la semejanza que
para que la ilusión fuera más real en cuanto a lo del espejo, una cicatriz que
Miguel tiene en la mejilla izquierda, aquél la presentaba en la derecha.
Fue a dar un paso adelante, con
intención de tocarle, para cercionarse de que era cierto lo que estaba
viendo; entonces, el que pareció que
debía ser el jefe se lo impidió y le dijo: “No, no le toques, pues es tu
negativo y os destruiríais los dos”.
Miguel Herrero confesó que, en principio, no consiguió asimilar lo que estaba oyendo. Pero tampoco es extraño que Miguel Herrero se encontrara en un verdadero lío. Pese a que (nos confesó) no es miedoso ni impresionable, era tal el cúmulo de cosas raras que le estaban sucediendo en unos pocos minutos que tenía la sensación de que los nervios le iban a estallar en cualquier momento.
En este estado, como si
adivinasen su pensamiento, el que estaba a su lado le dijo: “No te esfuerces,
pues si alguien no te lo explica, no lo entenderías nunca”.
Miguel Herrero, durante todo el
tiempo que duró el “contacto”, no articulo palabra alguna; igualmente estos
seres no emitieron palabras ni sonido alguno, ni siquiera movieron la boca,
pese a lo cual en los oídos de Miguel resonaban las palabras como si estuvieran
manteniendo una conversación normal. Miguel Herrero pudo recordar después
algunas frases de la que oyó en el interior de la nave: Que ellos y la nave se
desmaterializaban y materializaban a su propia voluntad; que no llevaban armas
ni las necesitaban, pues sólo con crear un campo magnético alrededor de ellos o
la nave nadie podría acercarse; le explicaron que vienen aquí desde hace tres
mil años, encontrando el camino por pura casualidad. Dijeron también que se
encontraron con que aquí vivían gentes del espacio exterior, y específicamente
que en el Perú habían vivido razas de seres extraterrestres; que estaban
realizando experimentos a fin de fundirse con nuestra raza terrestre.
Algo también interesante fue el
nombre con el que, según Miguel Herrero, llamaban al que parecía ser el jefe:
“Mayor Martín”.
Eran nuestros paralelos de una
tierra paralela a ésta.
Hasta aquí lo que el propio
Miguel Herrero nos contó verbalmente y a través de unos folios mecanografiados
en los que relató su propia aventura. También incluyó algunas cosas relatadas
por Miguel durante el estado de hipnosis-media a que fue sometido.
El relato de Julio F.
Tras una breve exposición de las
características de algunos de los investigadores que siguen el caso de Julio
F., y que omitimos para no cansar al lector, transcribiremos el relato que éste
efectuó con el título “Comunicación por sensaciones mentales”.
“…Ocurrió el 5 de febrero de
1978, día en que se cerraba la veda. Me levanté a las dos de la madrugada. Y
pese a que en los últimos tres años había cazado en la provincia de Ávila,
decidí dirigirme hacia una zona llana de liebres que ya conocía, cercana a
Medinaceli, en la provincia de Soria. Como de costumbre, con la única compañía
de mi perro “Mus”, un pointer inglés ligero, de pura raza.
“Era todavía de noche. Cuando me
encontraba a 50 kilómetros de Medinaceli, un impulso extraño me obligó a
desviarme por un camino a la izquierda
Medinaceli, provincia de Soria (España) |
de la carretera, 10 ó 12 kilómetros
antes del lugar hacia donde me dirigía. Y cuando había recorrido unos 100 ó 150
metros, el coche se detuvo, falto de corriente; se apagaron las luces y la
radio enmudeció.
Mi reacción inmediata fue bajarme, abrir el
capó, mirar si era la bobina. “Mus” salió del coche conmigo, y mientras yo
miraba el motor, advertí que el perro gruñía, se puso a mi lado, muy nervioso,
con el pelo erizado. Aquello me asustó y mi reacción fue coger la escopeta, una
Winchester de cinco tiros, y cargarla, manteniéndome a la expectativa.
De pronto, vi bajar por una loma próxima dos figuras humanas cuyo traje destacaba en medio de la oscuridad. Nada más verlos comencé a tranquilizarme. Algo sentía dentro de mí que me decía: Tranquilo, no pasa nada. Supe inmediatamente que no eran de aquí. Se comunicaban conmigo mediante imágenes similares a diapositivas, que yo sentía más que veía. Ellos también podían leer mis pensamientos. Me miraban fijamente a los ojos con una mirada penetrante y tranquilizadora. Iban vestidos igual, con un traje color verde manzana, todo de una pieza y sin costuras, como pijamas de los niños. Incluso las suelas de los zapatos eran una continuación del pantalón, aunque se veían más duras. Lo único que destacaba era un frunce en la cintura.
Llevaban cubierta la cabeza por
una especie de “verdugo” que les caía hasta por debajo de los hombros, de un
color crema amarillento y una textura similar al punto de seda, dejándoles el
rostro al descubierto. Sus manos aparecían enfundadas en unos guantes hechos al
parecer del mismo material que el “verdugo”.
En cuanto a sus rasgos físicos eran muy parecidos a los nuestros y podrían pasar perfectamente por humanos; aunque su mirada era diferente. Complexión atlética, sobre 1,90 metros de estatura, piel blanca muy pálida, sienes abultadas, ni rastro de cejas, pestaña o barba. Ojos azules muy grandes, claros y redondeados, prácticamente transparentes, con iris y pupilas enormes. Labios muy finos, nariz larga y afilada, pómulos angulosos pero no salientes; rasgos muy cortados.
El perro se mantuvo a mi lado,
aterrorizado, nervioso, gruñendo hasta que le tranquilicé, como si estuviera en
presencia de algo extraño. Pero nunca intentó escapar ni atacarles. Me pidieron
mentalmente que les acompañase, mostrando gran interés por “Mus”, que se
mantuvo en todo momento muy excitado. Acepté y caminé entre los dos, pese a no
estar completamente tranquilizado, recorriendo unos 150 ó 200 metros. Al llegar
a lo alto de la loma, lo vi, asombrado: un enorme platillo plateado, similar a
una seta. Tendría un diámetro de unos 50 metros y parecía flotar inmóvil a nos
cuatro metros del suelo.
Del centro de la nave bajó un
cilindro sin junturas que permaneció a un palmo del suelo, abriéndose en el
mismo una puerta de guillotina cuya existencia fui incapaz de apreciar.
Entramos por ella. Pero “Mus” se quedo fuera, pese a que le llamé con
insistencia, teniendo que introducirle yo mismo. Allí, como en el interior del platillo, olía intensamente a pino.
Platillo Volante - OVNI - UFO |
El cilindro comenzó a ascender,
volvió a abrirse la puerta y salimos a un pasillo que nos condujo a un corredor
circular que parecía rodear al platillo por su periferia. Al entrar en la nave
tuve una sensación de mareo que luego se me pasó. Dejamos dos puertas a nuestra
derecha, llegando ¡a una escalera similar a la de las piscinas!.No me expliqué
lo que hacía algo tan rudimentario en un artefacto tan sofisticado. Subimos por
ella. Yo lo hice con cierta dificultad, ayudándome con una mano, pues con la
otra sujetaba a “Mus” contra mi cuerpo, mientras la escopeta colgaba de mi
hombro. No tuve gran problema, porque en mi juventud practiqué montañismo.
Llegamos así a una sala circular
de unos 20 metros de diámetro. En ella había otro individuo vestido igual que
mis acompañantes. El techo era abovedado. El suelo parecía de cristal liso,
totalmente pulido y luminiscente. En todo el interior del platillo reinaba una
intensa luz blanca que no procedía de foco alguno, sino que parecía emanar de
todas partes. Allí dentro no se proyectaba sombra alguna.
En el centro de la sala había una especie de consola con una pantalla parecida a las del cinerama, alargada, más alta en sus extremos y que se estrechaba en el centro. Ante ella, dos sillones muy extraños: descansaban en un solo soporte cónico que se estrechaba al llegar al suelo, encajándose en una especie de guía sobre la que se desplazaba cuando pulsaban unos botones ocultos bajo el brazo de los mismos. Me invitaron a sentarme en uno de ellos y yo pensé que podía caerse al soportar el menor peso, dada su aparente inestabilidad. Pero pude comprobar que era tan cómodo como consistente.
Distribuidas alrededor de la sala
había otras dos consolas similares, llenas de lucecitas parpadeantes y con un
solo sillón cada una. Detrás de mí vi una suerte de armario, y a mi derecha una
pantalla de cristal negro, que debía ser similar a los rayos X, pese a que
cuando situaron a Mus tras ella no logré
ver nada. Luego me pidieron que me colocara yo para examinarme y entonces pude
advertir que me llegaba a la altura del tórax.
Me pidieron permiso para extraerle sangre al perro de una de sus patas y lo hicieron con una jeringuilla metálica, similar a las usadas por los dentistas para anestesias, detalle que me llamó mucho la atención, pues me pareció tan anacrónico como la escalera de mano.
Allí sentí la necesidad de fumar,
aunque cuando estoy en un sitio cerrado y en el que no hay ceniceros, nunca lo
hago. Me supo mal tener que arrojar la ceniza a un suelo tan limpio, pero un
hubo más remedio.
Tenía miedo de que me llevaran
fuera de la Tierra, sobre todo cuando me pidieron que me sentara. Así que
procuraba no perder de vista el terreno sobre el que flotaba la nave, que podía
ver –ya era de día- a través de las ventanas circulares que rodeaban la
habitación. Aunque, por otra parte, sentía que si yo no les daba mi
autorización no me llevarían con ellos. Al principio no me separaba de la
escopeta; pero luego acabé confiándome.
En dos momentos, a lo largo de mi
estancia, escuché como un pitido estridente y muy agudo, similar a una flauta
de cuatro pies o a la señal emitida por un teléfono cuando está comunicando.
Aquello pareció agitarles mucho y cada uno se dirigió a su puesto, frente a una
consola, como si fuesen militares bien disciplinados. Entonces, la pantalla,
que hasta aquel momento me había parecido opaca, se difuminó y sobre ella
apareció el busto de un hombre vestido como ellos, pero de mayor edad, quien
les habló como si fuera un superior. Tan solo en esas dos oportunidades les vi
mover los labios, para hablar en un lenguaje extraño, duro, monosilábico y
desagradable, similar al coreano o algo así.
Yo permanecí sentado en una butaca de la mesa central. Y cuando terminó la primera comunicación a través de la pantalla, oí un silbido extraño en el interior de mi cabeza, que no sé de donde procedía. El perro estaba tumbado a mi lado y cuando, tras escucharlo, volví a mirar, se hallaba al otro lado de la sala. Debió asustarse por el silbido y escapar.
Me hicieron muchas preguntas
sobre la organización social de la Tierra, sobre la economía, sobre la
escopeta, si cazaba por necesidad o, si no, qué razón me impulsaba a hacerlo.
Les expliqué lo que pude, rudimentariamente, como si se lo contase a un niño.
Una y otra vez les pregunté de dónde venían. Por toda respuesta, en mi cabeza aparecieron un 3, un 7 y una especie de cuadrado, que luego me dijeron era similar al símbolo de Géminis. Pero no he sido capaz de entender lo que me querían decir con esto.
Cuando me pidieron la escopeta
para examinarla, yo me apresuré a descargarla, para evitar el peligro de se
disparase, y se la entregué. No me gustó ver que la trataban como algo
rudimentario, como haríamos nosotros con un hacha de piedra. Abrí un cartucho
con la navaja, para que viesen su contenido, y lo dejé encima de una mesa,
junto con otro completo y con dos cigarrillos.
Supe entonces que ya podía
marcharme. Antes me prometieron que les volvería a ver –ellos me avisarían-, y
que, de ahora en adelante, todos les verían.
Uno de los tripulantes bajó
conmigo hasta el cilindro que me depositó en tierra. Cuando salí del mismo, el
sol me deslumbró. Solté entonces a Mus, que salió disparado hacia el coche.
Regresé sin volver la cabeza atrás (bajo hipnosis explicará luego que no podía
hacerlo), mirando siempre hacia adelante. En mi interior no quería volver a ver
el platillo, pero temía así mismo no observarlo de nuevo. Entré en mi automóvil
y me senté. Se me ocurrió mirar el reloj: lo tenía parado a las 6,40. Esa podía
ser la hora que entré en el aparato.
Permanecí sentado en el coche y sintonicé Radio Nacional para saber qué hora era. Me fumé un pitillo sin quitar la vista de la loma tras la que, antes al menos, se ocultaba el ovni. Diez minutos más tarde dieron las diez de la mañana. Estuve allí hasta las doce, quieto, pensando sobre lo ocurrido, esperando verle elevarse, sin resultado.
Pensé que todo pudo haber sido
una alucinación. Pero me resistía a creerlo así. Además, estaba la marca del
pinchazo en la pata de “Mus”, claramente visible, y faltaban los dos cartuchos
que había dejado en el platillo. Yo siempre salgo a cazar con la cartuchera
llena y otros tres en el bolsillo. Comprobé que sólo me quedaba uno de estos
tres proyectiles.
Decidí seguir mi proyectado día
de caza, al encontrar un terreno apropiado. ¿Qué otra cosa podía hacer? ¿Quién
me creería? A fin de cuentas, hasta ese momento yo no había creído nada cuanto
se dice de los ovnis. No fue nada mal; aquella tarde cobré unas cuantas piezas.
¿Cómo pude encontrar codornices en Soria y en invierno? Desde luego, no es muy
habitual, pero así fue y está mi familia para atestiguarlo.
Al anochecer, regresé a casa,
como de costumbre. Decidí no contarle nada a mi mujer, para no preocuparla, ni
a ninguna otra persona, porque –insisto- a mí mismo me habría resultado el caso
absolutamente increíble. Me duché y revisé entonces mi cuerpo, para ver si
había algo extraño; no encontré nada sospechoso.
Pasados tres días, sentí la
necesidad de contárselo a mi hermano. Hacía tiempo que a él le gustaban estos
temas, ¡y yo me había burlado varias veces de sus aficiones! Y aquí estoy yo
ahora, dispuesto a lo que sea para saber lo que ocurrió realmente aquella
mañana. Los recuerdos que tengo vienen ocupando unos tres cuartos de hora como
máximo y –sin embargo- podría calcular que estuve en el interior de aquel
aparato unas tres horas. Eso me parece los más desconcertante…
La investigación psicológica
Hasta aquí el relato en estado
consciente que recuerda Julio F. y que hemos transcrito en su totalidad del artículo
que Enrique de Vicente publicó en la revista citada al principio.
La investigación profesional del
caso surgió cuando Jose Luis Jordán
Peña, psicólogo industrial y conocido investigador del tema ovni, daba una de
sus numerosas charlas a que su actividad le lleva.
Tras meditarlo varias veces,
Julio F. decidió, al término de la charla de Jordán Peña, acercarse a éste y
contarle su historia, pues como él mismo confiesa, cada día que pasaba tenía más
necesidad y por supuesto la sigue sintiendo de saber hasta qué punto su extraña
“aventura” ha podido sucederle o hasta qué punto todo es fruto de una mala
jugada de su mente.
Huelga decir que José Luis Jordán
Peña es uno de los investigadores que más fama tiene de hombre escéptico, al
mismo tiempo que sigue una línea auténticamente científica; es hombre abierto a
todo tipo de comprensión de cualquier fenómeno, por absurdo y antinatural que
se presente. Lógicamente, era la persona ideal para empezar la investigación de
uno de los casos que pensamos de más consistencia y credibilidad en estos
momentos, dentro del enrevesado mundo que rodea la casuística ovni.
Jose Luis Jordán Peña |
Extractamos el relato de las
sesiones hipnóticas:
“…La primera sesión de regresión hipnótica
tuvo lugar en la consulta psiquiátrica del doctor Jimenez del Oso, que
coincidió con la docena de médicos, psicólogos, hipnólogos y estudiosos
asistentes a la misma en la credibilidad
que inspiraba el relato y l idoneidad con que Jordán condujo la prueba. A la
segunda sesión realizada en el Colegio Menesiano madrileño, asistieron unas 50
personas, entre las que se incluían prestigiosos profesionales y especialistas
en las más diversas materias, cuya opinión subjetiva –tras asistir a las
dramatizaciones con las que Julio revivía, bajo hipnosis, los momentos
emocionalmente más intensos de su experiencia –fue mayoritariamente positiva”
En ambas regresiones Julio aportó
algunos detalles de gran interés que no recordaba con precisión, como sus
reacciones al encontrarse cerca del ovni, antes de entrar al mismo: “Estamos
bajo el platillo… ¡La escopeta!, la siento; me tira del brazo hacia arriba…
Sube la navaja en el bolsillo… El pelo se me eriza…” Reacciones que
corresponden a las experimentadas por muchos testigos en las proximidades de un
ovni y que muchos atribuyen –al igual que la paralización del coche- a un campo
electromagnético generado, al parecer, por los “no identificados”.
Pero lo más asombroso comienza en
el momento en el que Julio recuerda haber escuchado un intenso silbido en el
interior de su cabeza. Su relato –que hemos redactado intercalando sus
respuestas con las pregunta de Jordán, grabadas en ambas sesiones- es
impresionante.
“…¡No me puedo mover! –exclama
angustiado- Me levantan. “Mus” ladra. Ha caído al suelo. ¡Le han matado! Me
llevan. No toco el suelo. Ellos vienen conmigo. Me bajan por la escalera. Bajo
solo. No toco nada. Me llevan por el pasillo y no me puedo mover.
“Entramos por una puerta. Me
desnudan. Me quitan todo. Estoy muy asustado.”
El techo es como una media esfera, de cristal transparente. El suelo es una reja plana. Debajo hay mucha luz…Tengo las mano hacia arriba, en aspa. No puedo moverme. Me miran fijamente. Hay dos individuos. No son los mismos de arriba.
¡Hay una esfera metálica! Flota
frente a mí. Se mueve. (Luego irá recordando detalles conscientemente,
explicando que la bola dorada se desplazaba de un lado a otro y tenía el tamaño
de una pelota de balonmano.) Salen hilos de ella, lo hacen solos (todo su
cuerpo –bajo hipnosis- comienza a reflejar una gran angustia); son de colores.
Tienen en su extremo un dedal pequeño. Vienen hacia mí. Abro la boca; no puedo
cerrarla. Me miran. No puedo cerrarla. Me miran. No puedo cerrar los ojos. Dos
hilos entran en mi boca. Uno va al esófago; lo siento; me molesta. Otro queda
en la boca, bajo la lengua… ¡Hay hilos por todas partes! Otro va al ojo. Uno
entra en el ano. Dos por el pene. ¡Me duele la uretra…!
¿Qué pasa? ¿Qué quieren?, les
pregunto… Van a tomar muestras de los líquidos de mi cuerpo. Me lo comunican
mentalmente: jugos gástricos, intestinales, saliva, lagrimas, semen, orina… Me
pinchan en la espalda, en la rodilla, en la oreja, para extraerme liquido
cefalorraquídeo, sinovia, sangre. No sé como lo hacen… Ellos me miran.
¡Ya! ¡ya han salido! ¡Quiero irme
ya…! Se han apoderado de mis movimientos. Me suben a la sala, por la escalera.
No peso. No toco el suelo. Me sientan. No sé como lo hacen. Me sujetan al
asiento. Estoy desnudo. “Mus” está allí vivo… Me pegan cables a la cabeza y al
pecho. Y a “Mus” también.
Se mueve todo. ¡Vamos a salir! No
pasa nada: volveremos… No veo nada. Todo está negro. ¡Peso mucho! ¡No puedo
respirar! (Los expertos comentarán después que Julio revivió perfectamente,
bajo la hipnosis, lo que parecen ser los síntomas de una aceleración superior a
la terrestre con la consiguiente sensación de “black-out” o velo negro, en la
que la anorexia –al variar la frecuencia en el riego sanguíneo del cerebro-
produce una ceguera momentánea.)
¡Ya! –exclama Julio, aliviado-
Ahora ya veo. No peso nada. Me han soltado. Voy flotando. Los cables vienen
conmigo: ellos también flotan. No me controlo. Todos flotamos… Las ventanas.
Miro: ¡El suelo…no está! Está todo negro. Veo lucecitas: son estrellas. La Tierra. ¡Es muy grande!, es
azul; veo espirales blancas.
Estoy orbitando. No tengo peso.
Es bonito. ¡Es bellísima! Me encuentro a
gusto, muy a gusto. ¡Quiero quedarme! El perro flota conmigo. Damos solo una
vuelta. Veo toda la Tierra.
La Tierra |
Me llevan a otra ventana. Se ven
estrellas (Jordán le pregunta si centellean según las vemos desde la Tierra
debido a las vibraciones de la atmosfera; pero Julio no duda al contestar
correctamente, como si de un auténtico astronauta de tratase): están quietas.
La Luna, muy brillante. La veo muy
grande, pero más pequeña que la Tierra. Tiene puntos… ¡No!, son los cráteres.
Ahora ya no veo la Tierra…
Me llevan al sillón. A Mus
también. Sigo desnudo. Me atan. Otra vez peso, peso mucho (la angustia vuelve a
adueñarse, en la hipnosis, del cuerpo de Julio). ¡No veo, no veo! No puedo
moverme. Siento nauseas…
Otra vez veo el campo. Ahora me
visten. Me han quitado los cables. Oigo un silbido. Silba fuerte… “Mus”, ¡ven
aquí! Así, ¡quieto…! Silba, cortado. ¡La pantalla! Se ilumina ahora. ¡Otra vez!
Aparece él, el de antes…
Y Julio sigue recordando bajo hipnosis el resto de la historia que ya hemos detallado…
Enrique de Vicente puede cerrar
la investigación de este extraño caso de abducción con unas excelentes
deducciones, que por su gran valor no nos resistimos a reproducir:
“Todos los asistentes a las
sesiones se revuelven en sus asientos. La angustia compartida ha terminado.
Hacen comentarios; los más, de asombro; los menos, de duda. Técnicos y
científicos coinciden al comentar lo asombrosas que resultan algunas
descripciones, como la supuesta salida al espacio, provistas de detalles
difíciles de fingir y menos en estado de hipnosis.
Los ufólogos familiarizados con
los casi 150 casos de abducción o
experiencias en el interior de los ovnis recuerdan numerosos detalles de muchas
de estas historias que coinciden con los aportados por Julio, sin que quepa
suponer que él tuviese anteriormente conocimiento de los mismos, puesto que la
mayor parte de éstos tan sólo han sido publicados en revistas y libros muy
especializados, escritos en otros idiomas y de difícil acceso para el lector
español.
Los más nuevos entre los presentes
se inclinan a creer que se trata, en realidad de una vivencia en el interior de
una nave extraterrestre llegada a nuestro mundo en plan de investigación. Los
mas resabiados y rigurosos prefieren no emitir opinión alguna sobre el
particular.
Porque el caso Julio –como el problema general que plantean todas la abducciones- no está cerrado aún. Gracias a su magnifica disposición, a su autentico deseo de conocer lo que realmente ocurrió –propio de alguien que no miente-, continuarán las investigaciones bajo hipnosis y los análisis sobre las mismas, dentro del amplio marco del “fenómeno abducción”. Un fenómeno más complejo de lo que parece a simple vista.
Sin desear ser simplistas, hemos
de advertir que en la narración hecha por Julio bajo hipnosis se encuentran las
distintas etapas y numerosas características propias de las construcciones alegóricas
que –según han demostrado la psicología evolutiva y algunas psicoterapias
contemporáneas- el psiquismo desarrolla sin dificultad alguna en los estados de
conciencia infravigílicos, entre los que se incluye el trance hipnótico.
En un primer momento aparece el
descenso a “los infiernos”, a las regiones inferiores, situadas bajo el plano del que se ha partido, y en las
que es normal se den vivencias desagradables y de carácter visceral, así como
que aparezcan “seres dotados de un comportamiento poco amigable”.
En efecto, Julio es descendido en
un estado de parálisis total –similar al de la muerte; recuérdese que él está
convencido de que han matado a su perro- hasta una sala esférica –una forma
bien arquetípica- donde unas entidades diferentes a las que le condujeron hasta
el ovni le someten a desagradables experimentos que afectan a sus vísceras. Es
un nivel –como el de los infiernos- del que se quiere escapar cuanto antes.
Tras un regreso al plano medio, propio de la vida ordinaria (donde comprueba que “Mus” vive aún), se observa un doble ascenso a las regiones “celestiales”, situadas en un nivel superior a aquel del que se ha partido: La supuesta nave, en efecto, parece ascender al espacio exterior, hacia el cielo, al tiempo que Julio -junto con “Mus” y los tres “tripulantes”- flota, libre de las ataduras que le impone la gravedad terrestre. Se trata de un estado en el cual se quisiera permanecer mucho tiempo, para siempre. Una vez en él, Julio ha olvidado sus previos temores a que le llevaran fuera de la Tierra…
Creemos que estas consideraciones
de Enrique de Vicente deben ser tenidas en cuenta. Las pautas de comportamiento
que los “tripulantes” manifiestan en todos sus “contactos” o “abducciones”
están ligadas, generalmente, como hemos podido leer en los capítulos
anteriores, a elementos que, si bien no podemos decir que en su mayoría sean
agresivos en el mismo instante de ocurrir el “suceso”, sí van a repercutir en la
persona a largo plazo; sobre todo en los aspectos referentes al comportamiento
psicológico.
Nuevamente recurriremos a las ideas de Enrique de Vicente en su exposición del caso de Julio; hay unas frases que pueden apoyar la incidencia psicológica tras el “contacto”.
…Nos limitaremos a añadir que,
después de su experiencia, Julo tuvo la idea de que tal vez podría contactar
con ”ellos” mentalmente. Nos costó un cierto esfuerzo –porque él mismo no está
demasiado convencido de que hayan sido “reales”- saber que creía haber dos
comunicaciones mentales posteriores. En ellas preguntó –por ejemplo- por qué le
habían elegido a él y no a gente importante…
Esto es cierto, suele ocurrir: el
propio individuo duda sobre su propio “contacto”, necesita autoconvencerse de
que lo que ha vivido ha sido “real”. Y, lógicamente, esta necesidad puede
llevarle a preguntarse qué ¿por qué ha de ser cierto?...
“…¡No me puedo mover! –exclama
angustiado- Me levantan. “Mus” ladra. Ha caído al suelo. ¡Le han matado! Me
llevan. No toco el suelo. Ellos vienen conmigo. Me bajan por la escalera. Bajo
solo. No toco nada. Me llevan por el pasillo y no me puedo mover.
“Entramos por una puerta. Me
desnudan. Me quitan todo. Estoy muy asustado.”
El techo es como una media
esfera, de cristal transparente. El suelo es una reja plana. Debajo hay mucha
luz…Tengo las mano hacia arriba, en aspa. No puedo moverme. Me miran fijamente.
Hay dos individuos. No son los mismos de arriba.
¡Hay una esfera metálica! Flota
frente a mí. Se mueve. (Luego irá recordando detalles conscientemente,
explicando que la bola dorada se desplazaba de un lado a otro y tenía el tamaño
de una pelota de balonmano.) Salen hilos de ella, lo hacen solos (todo su
cuerpo –bajo hipnosis- comienza a reflejar una gran angustia); son de colores.
Tienen en su extremo un dedal pequeño. Vienen hacia mí. Abro la boca; no puedo
cerrarla. Me miran. No puedo cerrarla. Me miran. No puedo cerrar los ojos. Dos
hilos entran en mi boca. Uno va al esófago; lo siento; me molesta. Otro queda
en la boca, bajo la lengua… ¡Hay hilos por todas partes! Otro va al ojo. Uno
entra en el ano. Dos por el pene. ¡Me duele la uretra…!
Biblioteca Básica de los Temas Ocultos, del Dr. Fernando Jimenez del Oso |
Dr. Fernando Jimenez del Oso |
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