Cuando los extraterrestres salvan vidas humanas: Tras la caída del niño y viendo la gravedad de la lesión; los
indios señalaron desesperadamente con los brazos hacia el cielo y al pequeño
tendido en el suelo. Un OVNI descendió al poco sobre aquella planicie nevada
de los Andes y tras 15 minutos dentro de la nave, salió el niño corriendo
hacia sus padres. Como explicó después una extraterrestre, para curarlo habían desintegrado todas las partículas enfermas, integrándolas de nuevo y poniendo
cada cosa en su lugar.
En esta ocasión he traído una serie de acontecimientos por los cuales los extraterrestres ayudan de una forma clara y determinante a seres humanos, que en otras circunstancias hubiesen perecido. Estoy convencido que muchos sucesos parecidos quedaran en el olvido, tal vez porque las personas rescatadas de una muerte segura hayan sido ya trasladadas a otros planetas, ó bien porque prefirieron guardar silencio por temor a que sus amigos o familiares los tomasen por locos.
En esta ocasión he traído una serie de acontecimientos por los cuales los extraterrestres ayudan de una forma clara y determinante a seres humanos, que en otras circunstancias hubiesen perecido. Estoy convencido que muchos sucesos parecidos quedaran en el olvido, tal vez porque las personas rescatadas de una muerte segura hayan sido ya trasladadas a otros planetas, ó bien porque prefirieron guardar silencio por temor a que sus amigos o familiares los tomasen por locos.
Por ejemplo, centenares de
personas fueron rescatadas de un islote en la India, cuando la crecida por las
lluvias amenazaba con hacerlas desaparecer, como así le explicaron los seres de
las estrellas a Eduardo Pons Prades y que posteriormente narró en
su libro, El mensaje de otros mundos. Podemos visualizar a esas
gentes humildes contemplar con asombro como una nave extraterrestre desciende, salvándoles
la vida. Psicológicamente, un hecho de estas características debería romper
todos los esquemas: primero la desesperación y angustia frente a una muerte
segura y después comprobar que los seres humanos no estamos solos. En esa
vorágine de emociones, desesperación, asombro, alegría y miedo la mente tal vez
sufra algún tipo de bloqueo, o shock tras comprobar “con sus propios ojos” que
aquellas naves en forma de platillo volante existen, pareciendo su tecnología
mágica a nuestros sentidos; más aun, una vez en calma deduciríamos que la
realidad tal y como nos la han enseñado los gobernantes de las naciones dista
mucho de ser cierta porque nuestro planeta, la Tierra, es uno entre muchos
habitados.
Y es frente a estos
casos cuando se tiene la certeza de que los extraterrestres, en su gran mayoría,
son pacíficos y muchísimo más evolucionados que nosotros; que respetan la vida
y aplican sus elevados principios morales dentro de la Ley Natural, siempre que
la oportunidad lo reclama.
Ciertamente, la evolución de
cualquier criatura inteligente, indistintamente de cuál sea su planeta de
origen, ira encaminada hacia la bondad y el respeto hacia sus semejantes, por
la misma razón que en algunas ocasiones ya he mencionado que: “el mal siempre
se autodestruye” y cualquiera que repase la Historia de la Humanidad lo
comprenderá rápidamente en el devenir de imperios, aquellos que nacen y otros
que sucumben; dicho esto se deduce que las civilizaciones altamente
evolucionadas allende las fronteras estelares, hace tiempo que habrían dejado
atrás la barbarie que todavía sacude la Tierra y a sus habitantes.
![]() |
La Sociedad de Naciones, año 1926 |
¿A qué argumento
obedece que desde las Naciones de la Tierra quisieran engañar a la población en
general respecto a los extraterrestres; insinuando sus gobernantes que aquellos
visitantes del Cosmos serían agresivos y despiadados con los terrestres; cuando
por el contrario lo son pacíficos y benevolentes? .
¿Y cuál es la razón qué lleva a la mayoría de los guionistas de cine para crear argumentos en sus películas encaminados a distorsionar los actos pacíficos de esas civilizaciones extraterrestres; presentándolos frente a los espectadores como monstruosos enemigos de la Tierra?
Pues bien, esa pretendida manipulación obedecería al hecho de estar sometiendo
a la población en general a cierta “reprogramación mental” tan
solo con la intención para retrasar la evolución natural de la Humanidad
en su conjunto, es decir, aquella donde se establecería un “contacto
oficial” con los seres de las estrellas; civilizaciones extraterrestres que
lógicamente sugerirían a los gobiernos de todas las naciones de la Tierra que
desterraran las guerras y desigualdades sociales, las hambrunas y la
desesperación de los “olvidados” antes de que ese encuentro oficial fuese
definitivo.
Esa reprogramación que llevan a
cabo los poderosos de la Tierra, aparentemente comprendería en primer lugar una
distorsión, a través de la cual los seres humanos son sometidos a
un “estrés artificioso”, imprimiendo a todos los individuos “objetivos
que nunca llegaran a realizarse por completo”, es decir, se hace creer
falsamente que a mayor riqueza comprende mayor felicidad; siendo que en aquel
figurado anhelo "se quema innecesariamente la propia existencia,
mientras que la plena felicidad nunca terminara por llegar”. Otra de
las formas utilizadas para la “deformación de la realidad” viene
dada por algo así como una “saturación por información”, es
decir, la existencia de muchos canales de comunicación, internet,
televisión, radio, prensa, etc, donde “fluyen multitud de datos
opuestos y contradictorios” y es en esa circunstancia cuando los seres
humanos de a pie, ó bien se saturan ó tal vez permanecen en una “indeterminación
permanente” sin saber definir exactamente cuál es la “realidad certera
que les rodea”.
Por ello, frente a esta diatriba “muchos directamente preferirán ignorarlo todo”, es decir, justamente aquello que los “desinformadores pretenden”. Y es en ese recorrido, cuando los seres humanos sufren el estancamiento y la involución. En otro sentido, se da por descontado que en otros lugares remotos de la Tierra donde viven pueblos primitivos y apartados de la civilización, se aplica la máxima de "no informar absolutamente de nada", y menos de la presencia extraterrestre en este planeta.
Por ello, frente a esta diatriba “muchos directamente preferirán ignorarlo todo”, es decir, justamente aquello que los “desinformadores pretenden”. Y es en ese recorrido, cuando los seres humanos sufren el estancamiento y la involución. En otro sentido, se da por descontado que en otros lugares remotos de la Tierra donde viven pueblos primitivos y apartados de la civilización, se aplica la máxima de "no informar absolutamente de nada", y menos de la presencia extraterrestre en este planeta.
Razonando de este modo,
llegaríamos a la conclusión por la cual los extraterrestres ayudarían positivamente a la
Humanidad, si las condiciones en general fuesen distintas a las actuales y sin
duda las ventajas para los seres humanos serían incalculables, donde las
enfermedades prácticamente desaparecerían; tutelada nuestra ciencia por los visitantes
estelares. Dentro de esa posibilidad la vida se alargaría por centenares de
años, quizás miles y el conocimiento de otros mundos habitados expandiría a la
Humanidad en cooperación con diferentes seres y perspectivas sobre la vida,
otros universos y dimensiones hasta ahora inalcanzables.
………………………………………………………………………………………..
(A continuación he transcrito algunos testimonios de ayuda por
parte de los extraterrestres a los seres humanos, hechos recogido en el libro
La granja humana, de Salvado Freixedo)
EL NIÑO CURADO POR «DIOS»
El caso siguiente puede darnos la clave para
explicar de una manera radical el fenómeno religioso. Naturalmente, en el
fenómeno religioso hay que tener en cuenta muchísimos otros aspectos, pero
creemos que en este caso (y en infinidad de otros similares sucedidos a lo
largo de la historia) hay ciertos elementos que son básicos para enjuiciar de
una manera radical el interesantísimo fenómeno psicosocial llamado religión.
Sucedió en Perú el año 1960, en un
lugar llamado Bailanca, a cien kilómetros al sur de Chimbote y en las
inmediaciones de una gran central hidroeléctrica.
El testigo principal (del cual tengo una
grabación minuciosa, no sólo del hecho que voy a narrar, sino de otros que
anterior y posteriormente le sucedieron en aquella misma región) es un
ingeniero yugoslavo, jefe de mantenimiento en la central y persona
completamente descreída en lo que se refiere a seres extraterrestres o
platillos volantes hasta que le sucedieron los hechos que aquí narramos. Dotado
de un carácter muy fuerte y con una profesión muy técnica y muy apegada a las
leyes de la materia, es el tipo de persona totalmente opuesto a fabulaciones y
a todo aquello que huela a misticismos o realidades no tangibles.
Su primera relación con el fenómeno OVNI fue
un apagón momentáneo, a medianoche, en la central. Cuando salió de la oficina
furioso para indagar cuál había sido la causa, oyó que uno de sus ayudantes,
llamado Quirós, decía aterrado con voz entrecortada:
— ¡Ha vuelto a bajar esa gente extraña!
Cuando se disponía a preguntarle de qué gente hablaba, se dio cuenta de que a
pesar de ser medianoche, fuera de la central estaba todo iluminado como si
fuese de día. Se dirigió a toda prisa hacia fuera para investigar la fuente de
la luz cuando vio en el extremo de la explanada una nave grande en forma de
lenteja, y mientras lleno de asombro estaba contemplándola vio a dos individuos
que hablaban entre sí, e instintivamente cayó en la cuenta de que ellos eran la
«gente extraña» a la que se había
referido Quirós.
Sin dudarlo un momento y malhumorado se
dirigió hacia ellos y les preguntó qué hacían allí, con qué permiso habían
entrado y si sabían las consecuencias tan nocivas que produce un apagón, aunque
sólo sea momentáneo. Ellos se sonrieron, trataron de apaciguarlo y le dijeron
que no eran responsables del apagón.
Hablaban con él de una manera pausada,
queriendo en todo momento quitarle el mal humor que abiertamente demostraba, ya
que según él mismo confiesa, les dijo palabras «de las que no se pueden repetir
en público». Le dijeron que el momentáneo apagón había sido producido por un
gallinazo (una especie de buitre o zopilote que por allí abunda bastante) que
había hecho contacto entre dos cables con sus alas abiertas. Le
añadieron que no venían a hacer daño a nadie y que ellos estaban viniendo a la
Tierra desde hacía muchísimos años desde su propio planeta llamado Apu.
El yugoslavo, lejos de tranquilizarse con
estas explicaciones, prorrumpió en nuevas impresiones contra ellos porque le
parecía que le estaban tomando el pelo; les dijo que no les creía absolutamente
nada de las tonterías que le estaban diciendo y que tenían que irse
inmediatamente de los terrenos de la central.
Sin oír más explicaciones, dio media vuelta
y, siempre furioso, se dirigió de nuevo hacia el interior del edificio. Pero
antes de entrar, acordándose del extraño vehículo que había visto al extremo de
la explanada, se volvió para ver si estaba todavía allí, rodeado de aquella luz
tan extraordinaria.
El vehículo estaba entonces elevándose
verticalmente; cuando llegó a una altura de unos 1.000 metros, cogió un rumbo
más horizontal, aceleró a gran velocidad y se perdió en seguida en el espacio
por encima de las altas cumbres.
A pesar de todo lo que había visto, nuestro
hombre seguía sin dar su brazo a torcer, aunque no dejaba de darle vueltas en
su cabeza a todos los sucesos de aquella noche. Pero no lo comentó con nadie ni
cambió en nada sus pensamientos ni su régimen de vida, tratando de olvidar todo
el incidente como si hubiese sido un sueño sin consecuencias.
Poco tiempo después, mientras cazaba venados
en alturas de la cordillera de los Andes superiores a los 4.000 metros, volvió
a tener otro encuentro en el que entró en conversación más amigable con ellos.
Tras este segundo encuentro vinieron otros en los que siguió recibiendo nuevas
noticias e informaciones acerca del planeta de origen de los extraños
visitantes, de la formación de los astros del sistema solar y de muchos otros
temas que a él le interesaban y que conservo en Ia cinta grabada a que hice
referencia.
Para entonces ya nuestro ingeniero había
depuesto su actitud hostil hacia ellos y se había convencido de que
efectivamente se trataba de seres no humanos aunque por sus formas se parecían
mucho a nosotros.
Sin embargo quiero hacer hincapié en uno de
sus encuentros con los «extraterrestres»
que, como dije antes, considero clave para entender un aspecto intrigante de la
historia humana.
Cierto día en que nuestro ingeniero se
dedicaba a su pasatiempo favorito, la caza, caminando tras el rastro de venados
y osos a más de 4.000 metros de altura y en lugares muy escasamente poblados
por indios completamente alejados de la civilización, desembocó en un pequeño
valle cerrado, rodeado por cerros altos.
Se extrañó al ver un grupito de indios en
torno a algo que no podía ver muy bien desde la distancia. A pesar de que él no
hablaba quechua, y la mayor parte de aquellos indios no hablaban castellano, se
acercó a ellos para ver qué era lo que allí sucedía. De ordinario, en sus
cacerías lo acompañaba un empleado de la central, indio puro, que conocía bien
el quechua y que le servía de intérprete para comunicarse con los nativos; pero
en aquella ocasión no lo acompañaba.
Acercándose más, pudo distinguir que los indios estaban todos reunidos
alrededor de un niño que estaba tirado en el suelo y cubierto con una gran
cantidad de ropa ya que el frío era intenso y había bastante nieve. El niño
daba la impresión de estar muy mal, pues ya no tenía color y todos los indicios
eran de que se estaba muriendo.
El ingeniero fue recibido con gran frialdad
y desconfianza y cuando preguntó por señas qué era lo que le pasaba al niño le
dijeron que se había caído de lo alto de unas rocas y se había fracturado
algunos huesos. Viendo el estado de desesperación en que se encontraba y viendo
al mismo tiempo la tristeza y resignación de sus padres y familiares les dijo
que él se ofrecía a llevar al niño hasta el hospital más cercano si ellos se lo
llevaban hasta su jeep que estaba mucho más abajo en la montaña, bastante
distante. Los padres del niño se inquietaron mucho con esta oferta de ayuda y
cuando el ingeniero les volvió a insistir en que tenía que llevarlo al hospital
porque el niño estaba muy mal y en un grave peligro, ellos rehusaron
vehementemente.
Intrigado entonces ante aquella actitud de
los padres y ante la oposición a que él hiciese algo, a pesar de que se daban
cuenta de que el niño estaba muy grave, les preguntó que por qué ellos no
querían que fuese llevado al hospital sí sabían que el niño se iba a morir si
no lo hacían. Entonces ellos le contestaron con toda simplicidad algo que el
ingeniero logró entender pero que al mismo tiempo lo llenó de estupor:
—Porque «papá» Dios va a venir a curarlo.
Con sus manos señalaban al mismo tiempo
hacia lo alto y luego inmediatamente hacia el niño. Él trataba de imaginar qué
tenía que ver Dios con todo aquello v seguía persuadiéndoles de que le llevasen
al niño hasta su jeep, para que él pudiese transportarlo en seguida al hospital.
Cuando ya había decidido irse y dejar al niño a su suerte, oyó que los indios
empezaban a dar exclamaciones y a mirar todos hacia un punto en el cielo. Miró
en seguida hacia donde ellos miraban y vio cómo un vehículo, en todo semejante
al que él mismo había visto meses atrás en la central hidroeléctrica, se
precipitaba a toda velocidad desde la altura posándose suavemente a poca
distancia del grupo de indios. Estos lo recibieron con gritos de
alegría viéndose claramente en sus rostros que eso era lo que ellos estaban
esperando allí desde hacía mucho rato.
En seguida salieron de la nave varios individuos como los que él había
visto en otras ocasiones y entre ellos una mujer, que al igual que sus
compañeros llevaba un traje de mallas no muy ajustadas. Se dirigieron a donde
estaba el niño y con ayuda de sus padres lo llevaron en seguida hacia la nave
en la que permaneció por espacio de unos 15 minutos. Al cabo de ese tiempo el
muchacho salió por su propio pie por la portezuela de la nave y se dirigió corriendo
hacia sus padres, dando saltos y lanzando piedras para que viesen que no sólo
había recobrado todas sus fuerzas, sino que ya tenía el brazo completamente
bien. Todos los indígenas prorrumpieron en gritos de júbilo mientras rodeaban
al muchacho y lo palpaban para ver si estaba completamente curado.
La seudoextraterrestre le explicó al
ingeniero cómo habían hecho la operación en tan poco tiempo. Según ella habían
desintegrado todas las partículas enfermas y las habían integrado de nuevo,
poniendo cada cosa en su lugar.
Dije «seudoextraterrestre» porque, según
ella misma explicó, había nacido en nuestro planeta y de muy niña —hacía 47
años— había sido llevada por los de Apu a su planeta, en donde se había
aclimatado completamente llegando a ser como uno de ellos.
Lo extraño del caso —que a mí me suscita
grandes dudas— es que ella era también yugoslava, ¡y precisamente de la misma
región que el ingeniero!, de modo que los dos hablaban en su dialecto. Esto a
él parece que no le extrañó nada, sobre todo después de las cosas que ya había
visto y que años antes no se las podía imaginar, pero a mí confieso que me deja
del todo perplejo, pues este pequeño detalle se me parece mucho a otros
«pequeños detalles» sospechosísimos con los que me he encontrado en otros
casos.
Otra de las circunstancias que más nos
interesó en toda la larga narración del ingeniero fue la cantidad de veces que
él en sus correrías por las alturas de la cordillera en busca de caza mayor se
encontró a grupos de indígenas sentados tranquilamente alrededor de
extraterrestres, oyendo atentamente la conversación de éstos, que por supuesto
les hablaban en un perfecto quechua. Al
parecer en aquellas altitudes, alejadas de nuestra «civilización», la
comunicación de los «dioses» con los indios sigue siendo como lo fue en tiempos
pasados en todo el planeta, cuando las tribus aborígenes con culturas muy
primitivas los consideraban dioses y les rendían algún tipo de culto.
El hecho de estar esperando con el niño
enfermo a que ellos bajaran nos dice que de antemano sabían de alguna manera
que «dios» iba a venir; bien sea porque solían descender allí en fecha fija o
porque se habían comunicado con alguno de los indios para decirles cuándo y
dónde iban a venir o también porque los indios tenían alguna manera de
llamarlos y de comunicarse con ellos. Lo cierto es que el ingeniero yugoslavo
los sorprendió varias veces en este tipo de reuniones desconocidas por todos
los «civilizados» de su país.
De hecho, en una ocasión en que él los había
sorprendido y había incluso participado en la conversación, cuando ya los
extraterrestres se habían retirado y él se disponía a bajar de la montaña, uno
de los jefes se acercó y le suplicó que no dijese nada a las autoridades de lo
que había visto allí. Cuando él le preguntó la razón de esto le dijo que si las
autoridades se enteraban era muy probable que mandasen soldados para ver qué
estaba pasando allí y que iniciasen alguna investigación y esto probablemente
haría que sus amigos del cielo no volviesen más, lo cual a ellos les daría
mucha pena porque se sentían muy protegidos con su amistad.
Como dije al principio de este capítulo, este episodio puede darnos mucha luz para enfocar desde un punto de vista nuevo muchos de los relatos bíblicos —sobre todo del Pentateuco— y de todos los libros sagrados de las grandes religiones, lo mismo que puede servirnos para interpretar correctamente la enorme cantidad de tradiciones y leyendas parecidas a ésta de las que está llena la historia de todos los pueblos.
Como dije al principio de este capítulo, este episodio puede darnos mucha luz para enfocar desde un punto de vista nuevo muchos de los relatos bíblicos —sobre todo del Pentateuco— y de todos los libros sagrados de las grandes religiones, lo mismo que puede servirnos para interpretar correctamente la enorme cantidad de tradiciones y leyendas parecidas a ésta de las que está llena la historia de todos los pueblos.
Del libro La granja humana, de Salvador
Freixedo
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BOMBEROS CELESTIALES
Terminaré esta serie de casos con uno
altamente positivo para borrar el mal sabor de boca que nos pueda haber dejado
el anterior y para que se vea que las actividades de estas entidades de las que
estamos tratando son variadísimas y en cierta manera impredecibles.
El hecho sucedió en Colombia, en 1976, y me
fue relatado por la misma señora a la que le sucedió, que es una persona muy
conocida en su país por escribir en uno de los diarios de la capital y tener a
su cargo una página entera cada semana, dedicada a temas culturales.
Esta periodista, cuyo nombre es Inés
de Montaña, no ha hecho de su experiencia, como tantos otros, un
secreto.
El lugar del suceso fue una hacienda llamada
Honda,
en el Departamento de Tolima, situado hacia el centro de la república
de Colombia. Inés de Montaña se hallaba con su amiga Jovita Caicedo, hacia la
madrugada, en la vieja casa de la hacienda de sus antepasados, cuando se
despertaron sofocadas por el humo y aterradas ante el resplandor siniestro de
un gran incendio que avanzaba hacia la casa arrasando árboles y cosechas. Los
peones de la hacienda corrían aterrados por todas partes en busca de hachas y
ramas ya que no había agua para apagar las llamas. A los pocos minutos, desde la
galería comenzaron a verse en la cresta de la colina unas enormes llamaradas
que levantaban hacia el cielo una espesa humareda.
Los peones habían luchado desesperadamente
para que el fuego no se propagase pero habían ya desistido ante el avance
rápido de las llamas y el enorme calor que producían. La abundante hojarasca
seca hacía que aquéllas ganasen rápidamente intensidad y altura y que avanzasen
cada vez más aprisa en dirección a la vieja casa de la hacienda, que por ser en
buena parte de madera sería devorada en pocos minutos.
Cuando doña Inés contemplaba con desolación
cómo el fuego avanzaba rugiendo, «de repente —y cito sus palabras— apareció
por Occidente algo inimaginable. Era como un helicóptero de luz. Venía
lentamente y su fulgor no era como el del diamante, sino con tonalidades
azulosas y se podía mirar fijamente. Todo mi ser se volvió sólo ojos para
contemplarlo».
—Señora
Inesita, ¡mire, mire! —gritaba Jovita—.
—Estoy
viendo —fue lo único que pude decir—.
«Entonces ella, impulsada por la angustia,
comenzó a exclamar levantando los brazos hacia el cielo»:
—¡Señores marcianos, ayúdennos! ¡Esta tierra
de la señora Inesita no se puede quemar! ¡Salven los animalitos, que son
benditos!
Yo escuchaba sus súplicas como si vinieran
de lejos, mientras aquello —no sé cómo llamarlo— avanzaba opacando las
estrellas de aquel cielo de verano. Tuve la impresión de que iba a aterrizar
sobre nosotros, pero a la altura de las palmas de coco volvió a elevarse. Se
alejó despacio dejando una estela luminosa semejante a la cola de un cometa que
se movía armoniosamente, como al compás de un vals de Strauss.
«Desde entonces cuando cierro los ojos para
recordar, lo vuelvo a ver como algo jamás sospechado ni soñado en mi vida.»
¿Qué había pasado?
![]() |
OVNI - UFO - Platillo Volante |
Había pasado lo inexplicable: el
OVNI había lanzado una ola de frío intensísimo —cuando la temperatura era de
unos 40 grados— que no sólo apagó casi instantáneamente las llamas, sino que
puso a temblar a todos los atónitos espectadores. Doña Inés tuvo que ir
corriendo a buscar «la gabardina de viajar a Bogotá» y con ella puesta pudo ver
cómo las llamas cedían rápidamente. El OVNI se había detenido primeramente unos
segundos y en seguida empezó a moverse muy lentamente a lo largo de todo el
frente de las llamas. A medida que avanzaba éstas se extinguían, como si
arrojasen sobre ellas toneladas de agua.
Cuando llegaron Luis, Chepe y Julio, los peones que habían estado en el otro lado
de la colina luchando para contener el fuego y que por esta razón no habían
visto al OVNI, comentaban maravillados cómo el frío repentino había acabado con
las llamas.
Doña Inés, en su
artículo de El Espectador de Bogotá,
recordaba las palabras de Luis:
![]() |
Primera edición del El Espectador, año1887 |
«Fue que el frío estuvo muy macho. Fue un frío tan templao que se la pudo
a las llamas. Yo lo único que pude hacer fue bajarme las mangas de la camisa.»
Cuando el OVNI llegó al extremo de la línea
de fuego ésta se había extinguido por completo y únicamente salía un humo
mortecino de donde momentos antes brotaban unas llamaradas de veinte metros de
altura.
Y termina doña Inés de Montaña su escrito:
![]() |
Inés de Montaña y Guillermo Cano Isaza, en la Redacción del Espectador de Bogotá |
«Lo anterior es mi verdad respaldada por el
testimonio de cuatro personas que sintieron conmigo el efecto de un extraño
fenómeno y porque en más de 30 años nadie ha podido decir que en los centenares
de cuartillas por mí escritas haya existido fantasía, ficción o mentira.»
Hasta aquí lo que me narró y escribió doña Inés
de Montaña.
Como el lector puede ver, de este hecho soy
sólo testigo secundario y tengo que fiarme de la persona que me lo contó. Pero
esta testigo directa me dio toda clase de pormenores y nombres de personas con
las que yo podría verificar la veracidad de todo lo sucedido. Aparte de que en
el diario en que trabajó por muchos años, pude comprobar que gozaba de toda
credibilidad y era tenida en muy alta reputación por sus jefes. De no ser así,
no le hubiesen permitido publicar la historia en una página completa.
Del libro La granja humana, de Salvador
Freixedo
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CAPITULO – IX
...Cuenta a los hombres de tu planeta tu experiencia y háblales de
nosotros. Diles que somos Los Guardianes del Universo y que ayudaremos a todos
los hombres pacíficos. Queremos darles la esperanza, para superar la
desesperación que sentirán, puesto que vuestro planeta va al encuentro de un
tiempo en el que reinará el dolor y el caos.
UN OVNI ME SALVO LA VIDA
(de Hans P. Klotzbach) 1.948
Mis queridos amigos:
La
aventura que estoy a punto de narraros ha modificado mi carácter y ha probado
mi paciencia de una forma tan extraordinaria, que me resulta posible, aún hoy,
recordar claramente cuanto me ocurrió hace ya tantos años.
Muchos
no creen en cosas de este tipo porque no las han vivido personalmente. Pero
cuando se dice que ni tan siquiera la voluntad puede ser vista, sino las obras
que con ella se realizan, entonces se argumenta que son juegos de palabras. Las
pruebas tienen mucha importancia en la vida humana. Si se hace una afirmación
que la parte contraria no acepta incondicionalmente, enseguida es preguntado: ¿puedes demostrarlo? Esto es cuanto me
ocurre a mí. Por ahora mi experiencia no puede ser demostrada, pero llegará el
tiempo en el que estos sucesos si lo serán.
Ni el
saber, ni la inteligencia nos vuelven capaces de comprender determinas cosas,
sino la Gracia del Gran Maestro. Hubiese tenido que emprender este trabajo hace
ya mucho tiempo, pero siempre me faltó valor, por las razones que ya he dicho y
porque también me preguntaba por qué tenía que hacerlo. Esta situación no sanó
con la soledad, es más, empeoró hasta que comprendí que tenía que contar mi
aventura. No depende de los
extraterrestres si el programa planetario se realizará sino de aquellos que
desarrollan tal programa en los distintos países y además por todos nosotros.
Al
mismo tiempo somos tan presuntuosos que consideramos todo lo que no se adecua a
nuestra mentalidad como imaginaciones fantásticas y esta es la razón por la que
además de mi preciso deber de callar hasta el día en el que se me permitiría
hablar, ha retrasado la publicación de mi experiencia.
CERCA DE LA MUERTE
Ha
llegado el tiempo de contar cuanto me ocurrió en el ya lejano 25 de Mayo de
1.948. Me decido en dar este paso sólo ahora ya que me fue impuesto un silencio
de 10 años. Y además, porque en todo este tiempo he tenido siempre el temor de
ser tomado por un loco.
El
mencionado día me disponía a pasar clandestinamente la frontera de Luxemburgo.
(Digo para tranquilidad vuestra que el motivo no era debido por ninguna razón
criminal). Y puesto que ya había trabajado en aquel país, conocía muy bien la
situación de la frontera y sabía también que se podía pasar fácilmente viajando
en los vagones de carbón que no sufrían ningún tipo de control a lo largo de
toda la frontera. En esta forma ya conseguí pasar en una ocasión y quería
volver a intentarlo.
En Igel,
cerca de Trier, encendí un cigarrillo y espere a que oscureciese
mientras me vestía con un mono que me cubría mis vestidos para protegerme del
polvo del carbón.
![]() |
Igel, Alemania |
Habría pasado una hora cuando vi, con enorme susto por mi parte, a
una figura humana delante de mí; o mejor dicho, la intuía, puesto que no podía
ver todo el cuerpo, sino solamente las piernas y los pies. Tenía miedo de que
me hubiese visto y de que viéndome me impidiese realizar mi plan. El hombre sabía
que me encontraba allí y me dijo: Salga tranquilamente, no debe temer nada de
mí. Hubiese querido responderle, pero algo me retenía. Salí de mi escondite y
dijo: Solamente deseo ayudarle, puesto que no respondí, continuó diciendo:
Preste atención. Si realmente quiere pasar al otro lado de la frontera, no vaya
entonces hasta Wasselbilling (estación en la frontera de Luxemburgo) sino que
salte del tren antes, osea de la parte alemana. Intente después pasar el río
Sauer para poder llegar al otro lado. La frontera está siendo muy
controlada últimamente y tiene pocas posibilidades de poder pasarla. ¡Buena
suerte!. Dicho esto desapareció en la oscuridad sin que pudiese agradecérselo.
Después de casi una hora, el tren se puso en marcha.
Sabía que el trayecto hasta la frontera duraba casi media hora por
lo que transcurrió ese lapso de tiempo me preparé para saltar del tren un poco
antes del puente que atraviesa el río. Salte en la dirección justa, pero no
calculé bien la distancia que me separaba del tren para evitar ser arrollado
por las ruedas. De repente sentí un terrible dolor en las piernas. El único
pensamiento que me cruzó por la cabeza fue el de fuera del tren. Me lancé por
lo tanto al costado y esperé a que pasasen todos los vagones. Después de un
rato me di cuenta de que el tren ya había pasado y me sorprendí por mi calma.
Entonces quise alzarme pero sentí un gran dolor y grite muy fuerte. La reacción
del shock me hizo reaccionar enseguida comenzando a temblar y a sentir una gran
debilidad; a pesar de ello conseguí, pasados unos instantes, examinar mis
piernas, no podía tocarlas puesto que el dolor me desmallaba. Lo que vi no me
dada ciertamente valor, ¡sólo había
sangre, mucha sangre!. Brotaba sin cesar. Entonces me cogió un miedo
paralizante, sabía que me desangraría si no se me prestaba ayuda y sabía
también que nadie podría ayudarme porque en aquella línea fronteriza no pasaba
nunca nadie, motivo por el cual precisamente había escogido aquella zona. Un
último aliento de vida, tal vez el instinto de supervivencia, me hizo por tres
veces más gritar pidiendo ayuda. Pero nadie acudió. Sentía como cada vez me
volvía más débil y como se cerraban los ojos.
rio Suer |
Comprendía que si no ocurría un milagro moriría a los pocos
minutos. Este pensamiento me dejó frío y no tenía ningún miedo. Aunque no había
rezado nunca, y ni siquiera lo hice en esa ocasión, algo tenía que haber en mi
subconsciente que me obligaba a concentrarme y a no perder las esperanzas; de
mi subconsciente, desesperadamente, pedía ayuda. Después me invadieron oleadas
de estremecimientos cálidos y fríos que sentía que no provenían de mí sino de
fuera y de una forma pulsante que al mismo tiempo me compenetraban. Me
sorprendí del hecho de que mi cerebro fuese capaz de captarlo y grabarlo. De
repente escuché una melodía, una música estupenda, indescriptible. Con un
esfuerzo mental pensé: ¡Esta es la muerte! y me precipité en la noche más
profunda.
EL MILAGRO DE LA SALVACIÓN
No sé
cuánto tiempo estuve inconsciente. Mi primer pensamiento cuando desperté era
tratar de saber en qué lugar me encontraba. Una extraña luz azul me envolvía.
Era una luz radiante de belleza inexpresable. No oía ningún leve rumor.
Poco a poco me acordaba de lo que me había ocurrido. Extrañamente no pensaba
para nada en mis piernas heridas y me decía: por lo tanto esta es la muerte. ¿Y
si fuese cierto, acerca de lo que se dice, de lo de la vida después de la
muerte?. Tenía una sensación extraña, me sentía libre y feliz en vez de triste
por haber muerto. Pero por lo que sabía solo el alma y no el cuerpo se va al
más allá. Pero el alma me la imaginaba siempre de materia etérica y no densa.
Me palpé el cuerpo y constaté que en efecto no era etérico, sino material del
todo. Tranquilizado por este hecho me alcé y entonces me vino al recuerdo mis
piernas heridas, me las toqué y di un salto de sorpresa, ni sentía dolor ni
había marcas de la herida. Esta constatación me chocó de tal forma que
creo me quedé perplejo pensando un buen rato.
Entonces
se apagó la luz azul y me vi inmerso en una luz que puedo definir como de un
tenue color verde. Así me fue posible observar detalles y cosas que no pude
identificar ni relacionar con
ningún objeto conocido por más que me vinieran a la mente todos mis
conocimientos técnicos.
Había
tubos de vidrio que se entrelazaban en una confusión aparente, pero tenía la
impresión de que este aparente desorden como perfecta base un orden preestablecido.
Por estos tubos, y de forma rítmica, circulaba una determina sustancia que
desconocía. No puedo afirmar si se trataba de líquido o gas. Me di cuenta
entonces que me encontraba sobre una especie de cama hecha con un material que
se adhería y se adaptaba perfectamente a mi cuerpo. De esta cama se desprendía
un confortable calor que se ajustaba a mi temperatura corporal.
Trate
de encontrar la fuente de donde surgía la luz, pero no la encontré. Me daba la
sensación como si saliese directamente de las paredes. Esta luz dominaba el
ambiente, y digo dominaba porque ningún vocablo me parece más adecuado para
definir aquella plenitud lumínica. Tenía curiosidad y al mismo tiempo estaba
excitado y me puse a pensar; solo había dos posibilidades: o me encontraba en un hospital supermoderno o sino en vez de morir,
me había vuelto loco. Era incapaz de proferir palabra alguna, era como si
hubiese perdido la voz. No sé durante cuánto tiempo me quedé sentado meditando
hasta que de repente tuve hambre. Y con
el pensamiento tengo hambre llego la explicación del milagro que me estaba
ocurriendo.
![]() |
OVNI |
CONVERSACIÓN Y COMIDA EN LA NAVE ESPACIAL
Fue
cuando, de repente, alguien habló. Era una voz agradable, creo que masculina,
que me dijo:
-¡Te
has despertado, hermano!. ¿Cómo te encuentras?
No
estaba en grado de responder, la voz no me salía de la garganta. No se trataba
de miedo, sino de estupor. Los pensamientos se agolpaban y hubiese querido
hacer muchas preguntas:
-¿Dónde estoy? ¿Quiénes sois? ¿Qué me ha ocurrido?
Con
gran sorpresa para mí, me venían las respuestas a las preguntas que había
formulado mentalmente:
-Son
muchas las preguntas que me haces amigo, pero deseo responderte. Te encuentras
en una nave espacial, tal como las llamáis vosotros, o platillo volante.
Nosotros somos la tripulación de este deslizador (dijo precisamente deslizador). Te recordarás que te heriste y ello te
hubiese costado la vida, porque te habrías desangrado. No sabemos cómo te
ocurrió, nosotros solo percibimos tus impulsos mentales que pedían
desesperadamente ayuda y te ayudamos, porque así lo quiere la Ley Cósmica.
Desde nuestro punto de vista el accidente no era muy grave y con nuestros
sistemas hemos podido ponerlo todo en su punto. Comprendemos también tu
sorpresa, pero no podemos hacerte saber todo lo que quisieras, porque ello te
supondría una confusión mental. Por el resto sientes hambre y esto es a que
hace dos días de vuestro tiempo que no has comido, pero tu hambre demuestra que
tu cuerpo esta sanado.
En este
instante la voz se interrumpió, pero inmediatamente después sentí un ligero
rumor. Me resultaba muy difícil con las palabras explicar lo que sentí. Era
como el sonido débil pero persistente que producen dos vasos cuando chocan, con
la diferencia de que este sonido persistía y era audible. Esto duró durante
unos cinco minutos para después cesar repentinamente. Volví entonces a escuchar
de nuevo la voz:
-No
debes temer. Solamente hemos renovado la atmosfera porque la nuestra no la
adapta tu cuerpo. Acércate ahora al punto luminoso que ves en la habitación.
Me alcé
y me encaminé hacia el punto que se indicaba, pude así constatar que la sala era circular, con el techo en forma
de cúpula, de un diámetro de unos 16 m. No sabía de qué tipo de material
estaba construido. Cuando llegue al punto volví a escuchar la voz que me decía
ahora toca ese punto luminoso. Lo hice tal como me fue dictado y con una gran
sorpresa por mi parte vi como una parte de la pared, de casi un metro de lado;
se abrió. Pude ver otra estancia, más pequeña, donde solo había una pequeña
mesa y una silla. Como empujado por una mano invisible, me adentré en esta
habitación. Pude contemplarla bien y observé que la silla estaba hecha con el
mismo material del lecho donde había estado reposando anteriormente. La habitación
era más o menos la mitad en dimensión, el suelo estaba hecho con un material
que se asemejaba a nuestro nácar, pero este emanaba una extraña luz
fluorescente que proporcionaba un efecto realmente relajante a todo mi
organismo. El color era también parecido al verde. Me daba la sensación que no
se trataba de nácar, sino que se trataba de un material que solo se conocía y
se trabajaba en aquel planeta. La cosa más extraña era en cambio la mesa
puesto que no tenía patas de apoyo, sino que estaba como suspendida en el aire,
contrastando todas las leyes físicas.
Su
forma era redonda y estaba constituida con idéntico material que el del
pavimento. Me senté en la silla y pude constatar que la mesa resultaba estar
demasiado baja para mi estatura. Intente alzarla un poco y, extrañamente, cedió
a mi esfuerzo, que fue leve, y quedo quieta en el punto en que la había dejado,
seguidamente, y pensando que cedería al peso, apoye los codos pero ni siquiera
se movió un solo milímetro. Todo esto no me sorprendió porque hasta cierto
punto me pareció bastante lógico. Sobre la mesa se hallaban varios tazones de
distintas formas. Extraños pero no abstractos, solo que eran de una forma
totalmente nueva para mí. Estaban hechas de cristal puro o sino estaban
obtenidos de haber trabajado piedras preciosas. No pregunte en este particular.
Pero a
pesar de la belleza de cuanto me rodeaba, perdí un poco el apetito cuando vi lo
que me había sido preparado. Los tazones solo contenían fruta. Fruta que nunca
había visto en la tierra. Yo soy un gran comedor de fruta, pero con el hambre
que tenía en ese momento, cuanto me estaba siendo ofrecido, me desilusionaba.
Pude distinguir 12 tipos de fruta pero entre ellos no se asemejaban ni en el
color ni en la forma; colores que variaban del rojo al amarillo, del verde al
azul. Tampoco como sabor me recordaban las frutas de la tierra; uno se asemejaba
al ananás y al jengibre juntos, otro era tan grande como una manzana aunque su
aspecto asemejaba a una fresa grande pero con sabor a nuez, el de forma de nuez
sabía a un albaricoque con un color amarillo claro. De beber me dieron un zumo
de fruto que era incoloro de sabor muy bueno y de un gran poder revitalizador.
A pesar
de todo, mi pensamiento debía estar imaginando algo más sustancioso, carne por
ejemplo y a esto que oí de nuevo la voz que me dijo:
-Te sorprendes por el tipo de alimentos, que te hemos preparado y
quisieras otro pero nos sabe mal no poderte complacer. Nosotros nos alimentamos
solamente de frutas y de plantas muy nutritivas; somos, como decís vosotros,
vegetarianos puesto que la LEY CÓSMICA impone NO MATAR y nosotros, no solo
conocemos esta Ley, SINO QUE LA APLICAMOS.
Pero no temas que esta fruta pueda hacerte daño, al contrario, contiene todas
las vitaminas y los componentes nutritivos que le son necesarios a tu cuerpo.
Queremos agregar que si tu raza hubiese vivido desde el principio una vida
natural, como hacemos nosotros, también vosotros llegaríais a una edad de 800 a
900 años al igual que nosotros.
Nosotros no estamos obligados a llevar tal vida vegetariana, no, tal
deseo sale de nosotros mismos y tu comprenderás que un hombre que ha superado
todo deseo de placer corporal es capaz de vivir de una forma espiritual sana. (Yo he seguido este consejo después y he podido constatar la
veracidad de cuanto me afirmaron).
Escuchando
la agradable voz, acabé casi de comer, por lo que quedé sorprendido cuando esta
enmudeció. Pero pronto tuve que aprender cosas que eran de gran importancia, ya
sea para mí, que para la humanidad entera.
LA MISIÓN QUE ME ENCOMENDARON.
Continuó
diciendo la voz:
-Ahora escucha, hermano, cuanto debemos decirte. Casi has acabado de
comer. Toma por último la fruta que esta ante tí, está separada de las demás,
cómela. Pero antes escucha: no te olvides de nada y sigue atentamente el
consejo que ahora te daremos:
Nosotros pronto deberemos abandonar tu planeta porque podemos estar
aquí sólo un tiempo limitado y no podemos llevarte con nosotros al nuestro. En
compensación te damos una misión para que la cumplas. No pongas objeciones,
porque sabemos que has sido elegido, porque eres idóneo para esta tarea.
Por lo tanto: Cuéntales a los hombres de tu planeta tu experiencia y háblales de nosotros. DILES QUE SOMOS LOS GUARDIANES DEL UNIVERSO Y QUE AYUDAREMOS A TODOS LOS HOMBRES PACÍFICOS. Queremos dar les la esperanza, para superar la desesperación que sentirán, puesto que vuestro planeta va al encuentro de un tiempo en el que reinará el dolor y caos.
Por lo tanto: Cuéntales a los hombres de tu planeta tu experiencia y háblales de nosotros. DILES QUE SOMOS LOS GUARDIANES DEL UNIVERSO Y QUE AYUDAREMOS A TODOS LOS HOMBRES PACÍFICOS. Queremos dar les la esperanza, para superar la desesperación que sentirán, puesto que vuestro planeta va al encuentro de un tiempo en el que reinará el dolor y caos.
A la
pregunta que mentalmente formulé de EN QUE tiempo y COMO debía imaginármelo, la
Voz continuó:
-Es el tiempo de la NUBE CÓSMICA.
Esta nube oscurecerá la Tierra en un tiempo no muy le lejano. Entonces se
desencadenará una gran guerra entre los pueblos que será la siguiente: vuestros
científicos estarán convencidos que la nube no será un fenómeno natural, sino
una nueva arma enemiga y con este pretexto se desencadenarán en guerra una
nación contra otra.
Estos acontecimientos provocarán grandes cambios en vuestro planeta, y
estos cambios desencadenarán un indescriptible shock en todos los organismos
regidos por un sistema nervioso. Pero ANTES que esto ocurra habrá otros
problemas para afrontar.
Nuevamente
surgió la pregunta:
-¿cuándo
ocurrirá todo esto? y obtuve la siguiente respuesta a esta pregunta,
-hermano, no puedo responderte pero te puedo
decir aún: NOSOTROS MISMOS TENÍAMOS QUE ESPERAR UN CIERTO TIEMPO PARA PODEROS
OFRECER UN PUNTO DE APOYO. ESTE TIEMPO ESTA ACABANDOSE: ¡QUIEN BUSCA PAZ ENCONTRARA PAZ! Leo en tí aun muchas preguntas,
hermano, y estoy contento de ver que buscas sacar un mejor provecho de éste,
nuestro encuentro, y de esta situación. Por ello quiero contestar todavía a
algunas preguntas mientras en tí no creen confusión.
En este
punto debo afirmar sinceramente que había preguntado con el pensamiento cuanto
a continuación exactamente me fue respondido sintiendo después vergüenza de mi
curiosidad, si bien por la primera vez tuve una intuición. Un pensamiento me
atravesó por la mente: ¡estos seres no
pueden ser humanos! pero enseguida obtuve la respuesta:
-SI
BIEN SOMOS HOMBRES CON UN ORGANISMO COMO EL VUESTRO, ESPIRITUALMENTE ‑Y ESTO LO
DECIMOS SIN ANIMO DE PRESUNTUOSIDAD‑ ESTAMOS MAS EVOLUCIONADOS QUE VOSOTROS. Esto nos autoriza como CONSEJEROS Y MENSAJEROS DEL TODO, de ser
vuestra ayuda en los momentos difíciles. A tus preguntas sobre nuestra técnica
y qué hemos realizado hasta hoy en el campo de la ciencia habría mucho que
decir, no podrías comprenderlo y te confundiría las ideas en perjuicio de tu
misión. Por lo tanto no me alargo en contarte las dificultades que también
nosotros tuvimos que superar a su tiempo, pero estas preguntas también te serán
respondidas y aclaradas con el tiempo.
También el hecho que usamos el tú te sorprende como veo. Mira, hermano, entre vosotros existen muchos
títulos y estos conceptos están formados para crear distancias entre vosotros que
sois hermanos. Pero así nunca podréis iros al encuentro entenderos y estimaros, por
lo tanto siempre existirá solamente odio y enemistad, pero nunca AMOR y
precisamente de esto tendréis mucha necesidad. Para explicarte estas cosas, hoy,
no hay mucho tiempo pero en los años venideros tendrás intuiciones que te
permitirán comprenderlo todo más detalladamente. Por lo que respecta al futuro
de aquellos que conocen y respetan la LEY CÓSMICA y que tratan de aplicarla,
que les sea dicho: LA LEY CÓSMICA, que es santa e intocable, no se puede
eliminar fácilmente con un gesto de la mano o definirla como una tontería.
![]() |
Luis XIV |
Sabemos que para mucho de vosotros esta LEY es fundamental y a ellos
les decimos: Vosotros superareis espacio y tiempo en una forma natural e
inofensiva y os acercareis al origen de las cosas, o sea a DIOS. AHI FUERA OS ESPERA UN UNIVERSO. Haced
todo lo que está en vuestro poder para hacer conocer la LEY COSMICA, porque no
está en juego solo vuestra existencia, sino la misma existencia de vuestro
planeta. A otros no les quedará, en la hora del caos, más que gritar auxilio y
ponerse sobre los que les son queridos para protegerlos con su cuerpo.
Nosotros tratamos de guiar vuestro futuro hacia el lado POSITIVO de
las cosas, pero parar las fuerzas negativas no lo podemos hacer. ESTA FACULTAD
NO NOS ES DADA POR NUESTRO GRAN MAESTRO; ESTO LO DECIDE SOLO EL. Depende de
vosotros el parar el caos porque os ha sido dado un ESPIRITU y el libre
albedrío. VOSOTROS HABEIS HECHO DEL GRAN MAESTRO. QUE ES TAMBIÉN VUESTRO SEÑOR
Y DIOS UN CUENTO ANTES DE HABERLE ENCONTRADO. Esta realidad podrá
reivindicarse sobre vosotros, pero no como castigo de DIOS, como vosotros creéis
a menudo, NO, ¡solamente vosotros tendréis la culpa! Ya vuestros antepasados
superaron los límites, empujados por su presuntuosidad.
Si
hubieseis impedido las tremendas destrucciones que llevaron a la muerte a tanta
humanidad; si hubieseis sido tan sabios que habríais dedicado todos los
esfuerzos que se dedicaron para hacer la guerra, para hacer solo obras de bien
y de paz, vuestro espíritu habría evolucionado y no temeríais a la muerte. ¡Tan
bien hoy vivís en un estado de gran presunción, obcecados por el progreso
tecnológico. ¡Pero al final de vuestro camino solo encontrareis muerte y desesperación
si no os arrepentís!
Nosotros invocamos constantemente el perdón para la humanidad entera a
nuestro GRAN MAESTRO. Pero como ya he dicho hemos venido para ayudaros en
vuestra hora crítica. Todo esto no lo puedes entender hoy, pero un día verás
las cosas claramente y actuarás en consecuencia. TAMBIÉN A TU PREGUNTA DE QUE SI YA HEMOS VISITADO VUESTRO PLANETA
ANTERIORMENTE. PUEDO RESPONDERTE AFIRMATIVAMENTE. Muchos deslizadores fueron
enviados desde nuestro planeta a la Tierra y todos tenían la tarea de traeros
la LEY COSMICA. Porque todos los hombres que viven según una ética espiritual,
serán llevados fuera del caos, así lo impone la LEY COSMICA.
¿Estás preparado ahora para asumir tu misión?.
Después
de cuanto había aprendido estaba tan confundido que no me fue posible responder
y tenía la impresión de encontrarme ante un tribunal examinador. Después sentí
invadirme por una fuerza y unos conocimientos que nunca me había imaginado y
que pasaron por mi mente, de repente comprendí muchas cosas, tan claramente,
como si las hubiese sabido desde siempre. Y es así como respondí con el
pensamiento: ¡Sí, estoy preparado!
-Nosotros sabíamos que tu respuesta sería afirmativa. Pero te quiero
dar un consejo: ¡entrarás en contacto con personas que piensan como tú, pero
estate atento de los FALSOS PROFETAS que representan la negatividad en el
universo. La posibilidad de distinguir el bien del mal te ha sido dada por lo
que te decimos: ESPERA DE OCHO A DIEZ
AÑOS DE VUESTRO TIEMPO ANTES DE CONTAR A LOS HOMBRES DE TU PLANETA TÚ ENCUENTRO
CON NOSOTROS. Y también en ese entonces te serán puestas dificultades
pero nosotros te estaremos cerca y te ayudaremos en todas las formas. En el
momento oportuno nos pondremos en contacto espiritual contigo para darte a
conocer la tarea que tendrás que llevar a término, en acuerdo de la LEY
COSMICA.
A mi
pregunta cómo podría percibir tal contacto, me fue respondido:
-Te acordarás que cuando perdiste el conocimiento, tuviste la
sensación de percibir oleadas de energía que nosotros emanamos. Estas oleadas
las sentirás cada vez que queramos entrar en contacto contigo. Cómo esto se
produce, no lo podrías entender y no es importante para tí. Vosotros lo llamáis
telepatía, pero este término no resulta apropiado puesto que se trata de otro
procedimiento. QUEREMOS DECIRTE QUE
HEMOS ELEVADO TU COEFICIENTE DE INTELIGENCIA EN UNA MEDIDA QUE PARA TI RESULTA
SOPORTABLE, ESTO TE CONSENTIRA OCUPARTE DE COSAS A LAS QUE ANTES NO HABIAS
PRESTADO INTERES Y QUE TE SERVIRAN PARA EL CUMPLIMIENTO DE TU MISION. NOSOTROS
REGRESAREMOS Y VENDREMOS TAMBIEN A TI. CUANDO ACURRIRA ESTO NO TE LO PODEMOS
DECIR; AUNQUE LO QUISIERAMOS. PORQUE LA DECISION CONCIERNE A NUESTRO GRAN
MAESTRO.
Después
cayó el silencio. Un silencio tan grande que pude sentir la sangre correr por
mis venas, percibí de repente que no estaba solo; algo estaba conmigo. Tenía
una sensación que no sabría definir. Mis sentidos se habían agudizado como
nunca anteriormente. Jamás me hubiera imaginado cuán fuerte podría ser la
sensibilidad humana.
La voz
me dijo aún estas palabras:
-Ahora
come el fruto hermano. ¡Salud a tí! y ¡calla, no lo olvides, calla!
DE NUEVO SOBRE LA TIERRA
Cuando
me desperté me encontraba en Luxemburgo,
en un bosque que me resultaba vagamente familiar y que estaba cerca de la
frontera. No sabía cómo había llegado, ni cuánto tiempo había pasado, todo
cuanto me había ocurrido me parecía fantástico e irreal por lo que lo primero
que hice fue acercarme al pueblo más cercano para preguntar la fecha, así pude
saber, con gran sorpresa para mí, que habían pasado cuatro días desde mi salto
en el tren. ¡Entonces no se trataba de un sueño! Esto también porque mis
piernas estaban perfectamente sanas, mientras que los pantalones estaban hechos
trizas y ya sean éstos que los zapatos estaban cubiertos de sangre coagulada.
De
todos modos, pensaba, yo no vi el deslizador desde fuera, solamente se me dijo
que estaba dentro de uno de ellos, pero estaba seguro que mi aventura no había
sido metafísica sino perfectamente real.
No me
quede más de 14 días en Luxemburgo. Sentía el impulso de regresar a casa. ¡Tenía que regresar a casa! En aquel
entonces aún no comprendía que era ese algo que me empujaba a hacerlo. Ahora sé
que se trataba de la misión encomendada que me imponía volver a mi país.
Hubo otro hecho que se produjo entonces al cual no le di importancia
llamándolo suerte o casualidad. Hoy se que no se trataba de casualidad, sino
más bien de la ayuda extraterrestre.
DE REGRESO A LA FRONTERA.
Puesto
que me encontraba en aquel país desde hacía solamente 14 días no disponía
todavía del permiso de residencia, por lo tanto pretendía regresar de la misma
forma clandestina. Pero tras pensarlo, decidí hacerlo legalmente y los
acontecimientos se desarrollaron de la siguiente forma:
Para
obtener el permiso antes mencionado me había hecho una fotografía que aún
conservaba conmigo. Me presenté ante el ferroviario en servicio para explicarle
mi situación y rogarle que me ayudase. Esto era un poco arriesgado pero lo
intenté legalmente. El empleado se mostró muy sorprendido por mis pretensiones
pero me dijo que me dirigiese al aduanero de servicio. La idea de arriesgarme a
pasar tres semanas en la cárcel por paso clandestino de la frontera no me hacía
gracia, pero no obstante me encaminé hacia el aduanero, esperando una ayuda
desde lo alto.
En la
oficina solo se encontraba él y le expliqué mi situación. Dado que no podía
contarle toda la verdad, le mostré la fotografía y le pedí ayuda para pasar la
frontera. Para mi sorpresa no sólo no se rió de mis pretensiones sino que
además fue muy comprensivo. Miró la fotografía y alzó una mirada hacia mí: vi
una mirada bondadosa, llena de comprensión y entonces tuve la certeza: ¡este hombre me ayudaría! Hizo un gesto
con la cabeza como diciendo: Sí, te conozco y me restituyó la foto diciéndome: Amigo quiero darle un consejo, espere a que
se haga de noche, después se persona en el andén donde se encuentran algunos
trenes de mercancías preparados para ir a Alemania. Cuál quiere coger depende
solo de Ud. ¡Ah! y todavía una cosa más: ¡no salte del tren tan tontamente como
la otra vez! ¡Entonces pues, buena suerte y hasta la vista!
Se lo
agradecí y en ese momento no le di importancia a sus palabras. Hice tal como se
me dijo y fue de la mejor de las formas. La estación alemana de Igel
estaba extrañamente desierta, con lo que así pues no tuve dificultad alguna de
alejarme de los andenes y llegar a pie hasta Triev, desde donde
después pude llegar hasta Mainz.
![]() |
Mainz, Alemania |
Hoy,
después de diez años, me pregunto aún, ¿cómo
podía saber aquel funcionario lo de mi salto en el tren? ¿Era tal vez un
extraterrestre?...Esto, que al principio era una esperanza, se hizo una
certeza con los años. La certeza de volverse partícipes, en nuestros tiempos,
de la LEY COSMICA.
Del libro Los
grandes contactados, de Manuel Navas Arcos
…………………………………………………………
(A continuación transcribo una parte del dialogo que mantuvo Eduardo Pons Prades con los tripulantes de una nave extraterrestre
llamada Luz del Cosmos. Aquellos seres de las estrellas le explicaron a Eduardo
Pons diferentes aspectos de su civilización, tales como algunos hechos
relacionados con los seres humanos, acontecimientos en los cuales se rescataban
a terrestres de una muerte segura; hechos que fueron descritos magistralmente
en su libro El mensaje de otros mundos)
«RAPTOS»
DE TERRÁQUEOS
De pronto se me
ocurrió hacerles una pregunta:
-Perdonad la
indiscreción..., ¿qué hay de cierto en esos raptos de terráqueos de que se os
acusa?
-Bueno, eso es según se mire. Nosotros no creemos
que sea ése el calificativo correcto. Habría que hablar más bien de rescate...
Observa bien lo que te vamos a mostrar y juzga por ti mismo.
En fracciones de
segundo nos encontramos sumidos de nuevo en otra proyección cinematográfica.
Era como si estuviésemos viajando a bordo de un helicóptero... Bueno; me olvidaba
de que sus naves pueden surcar el espacio a grandes velocidades, pero también a
velocidad de patinete, o
quedarse
inmóviles y suspendidas en el aire indefinidamente. Ahora descendíamos vertical
y lentamente. A primera vista me pareció que «picábamos» sobre unos arrozales... o una gran
extensión de charcas pantanosas. Pronto percibí a unos grupos de hombres y
mujeres trabajando en aquellos campos inundados, con el agua hasta las
rodillas.
-Éste es el planeta Yerba Fina -me dijeron-Fíjate
bien en esas gentes y dinos si te recuerdan algo...
Al llegar a pocos
metros del suelo la nave dio varias vueltas alrededor de los campesinos y
éstos, reincorporándose, nos saludaron alborozadamente con las manos. En
seguida vi unas caras que, si no me eran «familiares», desconocidas del todo
tampoco lo eran y exclamé:
-¡Pero
si son gentes de la India!
Serían como cien. Y
estaban trabajando en unos arrozales. Durante unos minutos estuvimos
sobrevolando lentamente aquellos campos y sus alrededores. Ahora fíjate bien en
estos otros trabajos agrícolas... y en la pantalla aparecieron grandes
extensiones de tierra -me dijeron que era el planeta Trigo Dorado--y vi algo
así como docena y media de tractores muy bajitos, labrando unas tierras más
bien parduzcas, como salpicadas por polvo de pizarra. Aquellos artefactos me
recordaron, un instante, las diabólicas tanquetas italianas -las Ansaldo/Fiat- de la guerra de España. En
una esquina de aquel inmenso campo vi como una especie de tienda de campaña
redonda, como si estuviese hinchada.
-Desde esa casa de lona -me dijeron- se
conducen esos tractores y cualquier otra máquina agrícola. Si queremos, las
faenas del campo podemos mecanizarlas totalmente. Lo que ocurre es que hay
gentes que desean realizarlas a la vieja usanza, como aquellos hombres y
mujeres de Yerba Fina, que expresaron el deseo de seguir cultivando el
arroz como lo hacían en su tierra, y como eso parece hacerles felices.se les ha
complacido... Pero sus hijos, que ya reciben la doble formación -necesaria y
vocacional-, seguramente un día desearán que les quede más tiempo libre para
viajar, explorar, investigar...
-Porque esas gentes son de la India, en efecto -puntualizó otro
de los pilotos- Fueron rescatadas en un islote formado por una de las terribles
inundaciones que se producen en aquel país, cuando todo hacía temer que se las
tragasen las aguas de un río desbordado. Por allí se encontraba, en misión de
observación, una de nuestras naves, la cual, tras consultar con su base,
descendió sobre aquel islote y las rescató. Había cerca de mil personas. Esto
ocurrió hace mucho tiempo y era la primera vez que una tripulación de nuestra
Confraternidad asumía una misión semejante. Apenas penetraron en la nave
quedaron en estado de «descanso cósmico», mientras se investigaba cómo y dónde
podían ser devueltos a la vida activa. Estuvieron largo tiempo descansando,
hasta que logramos sintonizar sus organismos con el planeta en el que iban a
vivir y trabajar. Entonces los trasladamos a Yerba Fina, que es planeta de características muy similares a la
Tierra, a su tierra... -Y, con una punta de ironía, apostilló-: Pero
sin sus epidemias, ni su miseria y, como habrás podido ver, sin sus vacas
sagradas...
-Pues
a mí me pareció ver algunas...
-Sí,
son vacas; pero no sagradas... Aquí, en nuestras comunidades, todo es sagrado,
como diríais vosotros: las gentes, los mares, los animales, los ríos, los
lagos, las plantas... en una palabra: todo aquello que respira vida merece
respeto y veneración.
-¿y sólo habéis rescatado hindúes?
-¡No, qué va! En otros planetas viven gentes de
África, de Europa, de Hispanoamérica, de Oceanía y de Asia Central.
Me quedé con ganas de preguntarles si acaso los
rescates de terráqueos se limitaban a gentes de condición humilde y en
particular del medio rural.
Horas más tarde, cuando ya había abandonado la nave,
yendo camino de Barcelona, pensé que pude haberles preguntado un sinfín de
cosas: cómo se las arreglaban sin Estado, sin cárceles ni Bancos, sin policías,
sin militares, sin moneda ni funcionarios, ni psicólogos, ni economistas, ni
filósofos, ni tragaperras, ni sociólogos, ni psicoanalistas; en fin: sin esas
inmensas ferias de las vanidades que son los festivales; los concursos, los
saraos benéficos, las bienales, los torneos políticos, los ecos de sociedad,
las juntas poético-literarias, las veladas de boxeo, las eurovisiones, los
campeonatos «deportivos» (con los «juegos olímpicos como farsa mayor), las
cuestaciones sociales, la caridad estatal, o sin las quinielas (apellidadas
para mayor vergüenza, «benéfico deportistas»), los «sex-shops», las discotecas,
la lotería, los fumadores de opio, los casinos, los «gadgets» terroríficos, y
las cadenas de prostíbulos (la mayor vergüenza de cualquier civilización)..., y
toda esa tramoya mafiosa que algunos llaman «la cucaña de la vida» sin parar
mientes que de esa cucaña se aprovechan muy, pocos: los vivales y los
«elegidos», como siempre.
Y preguntarles si
acaso no eran también naturistas, quizá porque me acordé del gran explorador
que perdió España recientemente -miserablemente porque mientras otros vividores
de la televisión derrochan el dinero a espuertas, a él, como dicen los
campesinos, «le contaban los garbanzos»-, el castellano Félix Rodríguez de la Fuente,
y de
sus tesis sobre el equilibrio del ecosistema, del que la Naturaleza debe
beneficiarse constantemente si queremos que éste, a su vez, siga cumpliendo
plenamente su función en pro del ser humano. Muchas veces me he preguntado,
asimismo, si al profesor Rodriguez de la Fuente no lo mataría, precisamente, «su obra bien
hecha», porque despertar y
cultivar la sensibilidad de las gentes -y muy
particularmente las de condición humilde-en este mundo, casi idiotizado del
todo, es un pecado imperdonable. En todo caso, a Rodríguez de la Fuente no se
lo perdonaron...
![]() |
Felix Rodriguez de la Fuente |
De lo que ya no me cabía la menor
duda era que, aquellos
seres -me refiero a ellos, claro-, y sus compañeros de otros planetas,
eran personas sobrias, para las cuales la alimentación no parecía ser un tipo
de deleite o de placer refinado, por
decirlo -¿cómo decirlo, si no?-con palabras de la Tierra. Pronto iba a
comprobarlo puesto que, al suspenderse la proyección, me preguntaron si tenía
hambre.
COMIDA EN
COMPRIMIDOS
Esta vez fue la
fémina vecina mía la que sacó de la mesa una bandejita, que parecía de plata y
en la que había como un par de docenas de comprimidos de varios colores, del
tamaño de guisante.
-Es comida
concentrada-me
dijo-, La utilizamos durante nuestros viajes. Tómate dos o tres de ellos, y
así recuperarás energías.
Cogí dos
comprimidos y los disolví en la boca, bebiendo un trago del refresco que sabía
a naranja-limón-pomelo. Mentiría si dijese que en aquel momento no eché de
menos un buen plato de verduras, de esos que me prepara mi compañera,
y un bistec a la brasa,
regado con un tintorro de solera de la tierra.
De entrada creí que
aquellos comprimidos sabían a puchero manchego o extremeño, incluso con un
regusto de caldo de gallina. Quedé sorprendido, como digo, al comprobar que, en
cosa de segundos, me sentí como «bien
comido». Algo asombroso, sobre todo teniendo en cuenta que soy de los que no
saben comer sin pan, «afición» que a muchos nos viene de los tiempos difíciles
en los que, para la clase obrera, el pan era el alimento básico, ni sin
apoyatura del vino. También podría ser que, en aquel trance tan insólito, mi
apetito no fuese del todo normal.
El caso es que fue esa comida tan frugal la que,
sin duda, me inspiró para abordar otra clase, de temas,
digamos más etéreos...
ANDALUCES y
EXTREMEÑOS EN OTROS PLANETAS
No sé por qué, de
pronto, acordándome de los campesinos de los arrozales, les hice otra pregunta:
-¿Y ésa fue la única vez que rescatasteis terráqueos
y os los llevasteis a vuestros planetas?
Esta vez fue de
nuevo mi vecina de mesa la que respondió:
-Ahora, por favor,
te rogamos que extremes tu atención, porque lo
que vamos a mostrarte es algo que te atañe muy de cerca.
La luz se fue
tamizando lentamente y en la pantalla apareció, filmado desde muy cerca, una
especie de edificio, de un blanco inmaculado -bueno, como todos los blancos que
vi en la nave-con los dinteles de las puertas y de
las ventanas -que eran puros orificios sin nada para cerrarlos- de dos plantas.
La proyección se desarrollaba con cierta lentitud, sin duda para que yo pudiese
percatarme mejor de los detalles. Aquel edificio estaba formado por una especie
de módulos acoplados y superpuestos. Luego supe que era la forma de
construcción más adecuadas, en el planeta Escarlata, para hacer frente a los
temblores de tierra. En caso de peligro, según me indicaron ellos, los módulos se acoplaban a unas
naves espaciales de recuperación encargadas de trasladarlos, con sus
respectivos inquilinos y todos los enseres, a lugares más seguros.
-¿Y por qué permitir que viva
gente en lugares tan poco seguros?
La explicación brotó rápida:
-Pues verás, este planeta reúne condiciones excelentes para el
“descanso cósmico”. Por eso lo utilizamos como área habitable, aunque debemos
puntualizarte que todas las disposiciones están tomadas para evacuar
rápidamente las zonas peligrosas. Insistimos en que este planta reúne
condiciones climatológicas y recursos naturales para el “descanso cósmico” de
propios y extraños.
He de confesar que, al oír pronunciar la palabra “extraños”, sin saber por qué me puse en
guardia. Ignoro la razón, repito, pero el caso es que aquello me dio muy mala
espina…
-Porque de todas las rabietas de la Naturaleza tiene en alguno de
nuestros planetas –siguió
diciendo la fémina- nosotros vamos obteniendo recursos insospechados. De ahí nuestra terca
insistencia en recomendar a los terráqueos que se esfuercen por conocer a fondo
el planeta en que viven antes de lanzarse
a descifrar los misterios del espacio. En las entrañas de la Tierra no
sólo encontraréis muchas claves para comprender el Universo, sino que en ellas
los terráqueos descubriréis también fuentes de vida infinita.
No pude por menos, entonces, que recordar la “facilidades” que en
la Tierra se dan a los exploradores-investigadores de pro, con vistas a
domesticar y aprovechar las rabietas de nuestra Naturaleza. Por ejemplo, en la
persona del primer vulcanólogo del mundo: el francés Haroun Tazieff.
Lentamente. -a través
del filme que me estaban proyectando-entramos en un gran módulo adosado al
edificio. Primero cruzamos algo parecido a una salita de recepción. Pero, como
para
hacer más misterioso el trance, allí no se veía a nadie. Seguimos adelante por un largo pasillo, que tenía el techo acristalado y por
el cual se transparentaba una lujuriosa vegetación
en la que predominaba el verde brillante con tonalidades achocolatadas y
amarillentas, hasta que alcanzamos una gran sala cuya blancura quedaba cortada por
infinidad de finos hilos que partían de las paredes -estarían empalmados a
algún aparato, que se encontraba al otro lado de la pared- y se repartían por unas mesas rectangulares que parecían de mármol, las cuales estaban situadas a un par de
palmos del suelo, y sobre las que descansaban unos cuerpos humanos inánimes.
Al acercarnos más a
ellos pude darme cuenta de que llevaban vestimenta de campesinos o pastores.
Había hombres y mujeres
y algunos
niños y niñas.
Sus semblantes reflejaban una inconfundible placidez. Sin lugar a dudas eran
terráqueos. Podían
ser
oriundos de Grecia o de alguna provincia del sur de Yugoslavia, o albanesa
quizá, del sur de Italia o de Sicilia, o de alguna de las colonias
de gentes de extracción latina que viven en las Américas... O españoles,
concretamente del sur de España. Ignoro lo que me pasó, para no sospechar en el acto
que podían ser compatriotas míos. De pronto, como si los hubiese visto cociéndose en las legendarias
calderas de Pedro Botero; exclamé:
-¿No serán españoles?
-Sí, querido compañero, son españoles…
He de reconocer que aquél fue el peor momento que
pasé allí, en la nave Luz del Cosmos.
Y no sabría decir la razón de mi súbito y profundo desasosiego. Después he
recapacitado y pienso que no supe controlar mis reacciones y un
gran escalofrío me serpenteó por todo el cuerpo. Ver aquel enjambre de hilos
tendidos desde las paredes a diversas partes del cuerpo de cada uno de aquellos
españoles en “descanso cósmico”-como no tardarían en precisarme-y pensar
que los estaban utilizando como conejillos de Indias todo fue uno. De repente
tuve la sensación de que se habían borrado de mi mente, de golpe, todas las sensaciones
maravillosas y las fantásticas impresiones acopiadas en mis entrañas desde que
percibí el inenarrable mar de luz que puso
en evidencia la presencia
de ellos en
aquella montaña catalana. Por suerte, la dulce voz de una de las féminas me
arrancó de mis tortuosos pensamientos.
La fémina,
tendiéndome uno de los vasos y una pastilla, me
dijo:
-Tómate esto, que
te tranquilizará. -Y, tras un breve
silencio, añadió-: Suponemos que querrás
saber en qué condiciones fueron rescatados... de una muerte segura, igual que
los hindúes.
Por vez primera no
me salió ninguna palabra... Asentí con la mirada y una ligera
inclinación de cabeza. La verdad es que en seguida me avergoncé, para mis
adentros, de la desconfianza que se había apoderado de mí. Me decía: «si
realmente leen mi pensamiento, habrán dicho: ¡vaya cretino que tenemos como
invitado! » Y ante mi gran sorpresa, me informaron que aquellas dos
docenas de personas dormidas formaban parte de un grupo de medio millar de
terráqueos
-los restantes estaban en otras instalaciones vecinas- oriundos de Andalucía Occidental y de la Baja
Extremadura, que habían sido rescatados, en plena campiña, durante la Guerra Civil. Y me dijeron más:
me aseguraron que yo había hablado de ellos en uno de mis libros.
Según me informaron, durante nuestra guerra sus naves
sobrevolaron varias veces España, y en una de sus
incursiones por tierras ibéricas fue cuando, un día, al caer la
noche, los tripulantes de una de sus naves espaciales percibieron a un numeroso grupo de personas que se
disponían a pasar la noche en las
cercanías de un rio. Pero descubrieron asimismo que, al otro lado del
río, a muy poca distancia, acampaban soldados africanos, que andaban a la caza
de fugitivos. Para evitar aquella matanza, y al mismo tiempo
para poder seguir sus investigaciones sobre la adaptación de las gentes de la
Tierra a la vida de otros planetas, la tripulación consultó con su base
espacial y se decidió rescatar al medio
millar de personas que, con toda certeza, estaban condenadas a ser inmoladas
bárbaramente.
-¿Y desde entonces los tenéis así... dormidos?
-Así es. Están en «descanso cósmico» desde que
los
rescatamos:
Pero, según los últimos informes recibidos, podemos anticiparte que muy pronto van a ser
devueltos a la vida activa.
-¿Y ya se sabe a
qué planeta irán a vivir?
-Sí, claro. Por de
pronto serán miembros de la comunidad de Yerba Fina, y luego se comprobará si
pueden vivir también, en otros lugares.
-¡Ese
es el planeta de los hindúes!
-El mismo, sí.
-¿Ya qué se van a
dedicar?
-Por de pronto a nada en concreto. Primero conocerán
un tiempo de adaptación, durante el cual, para evitar accidentes, estarán
sometidos a una estricta observación. Mientras tanto estudiarán y se
familiarizarán con nuestro lenguaje y los distintos ritmos de vida del planeta
Yerba Fina. Luego ellos ya decidirán lo que desean hacer y se irán acoplando a
la labor para la que demuestren mayor aptitud, a través de nuestros cursillos
de formación. Pero lo más
importante -y de eso van a tener ellos plena conciencia-es su aportación al
estudio de la adaptación de terráqueos en otros planetas del Cosmos.
¿Comprendes?
-Eso quiere decir que también podrán dedicarse a
investigar, a pilotar naves e incluso a trabajar en alguna de vuestras
computadoras-coordinadoras.
-¡Naturalmente! ¿Por qué no habría de ser así?
El recuerdo del
rescate de los andaluces y de los extremeños reavivaría en mí el sinfín de
monstruosidades que yo había oído contar, precisamente en mis viajes -entre
1975 y 1977-, mientras recogía datos e información para el citado libro mío...
Y recordé también que
aquellos hechos habían ocurrido hacía ya casi medio siglo... Se me entristeció
el corazón, aunque sin motivo, en verdad, porque era incuestionable que, de no
haber intervenido ellos, aquellas tropas moras, como sucedió en tantos
otros casos, los hubiesen pasado a cuchillo a todos. Supongo
que debía ser el cansancio el que me empujaba a ver las cosas, de pronto, por
su lado más triste. O así me lo parecía a mí.
Al final, siguiendo
mi inveterada costumbre de desdramatizarlo todo, dejé volar mi fantasía e
imaginé que un
día,
quizá más cercano de]o que algunos piensan, llegará a la Tierra una nave -Al-andalús
o Conquistadores, podría llamarse-tripulada por terráqueos
extraterrestres, a buscar unas guitarras unos trajes de campero y vestidos
de volantes, castañuelas y unas
cuantas sillas de enea, para organizar, «por tó lo alto» -y nunca tan ajustada
y certera la frase-el primer
festival de Cante Jondo del Cosmos y a lo mejor, ¡quién
sabe!, esa música podría ser el mejor puente para establecer, al fin, el
contacto definitivo entre ellos y nosotros.
Nos encontramos
inmersos otra vez en uno de aquellos largos silencios cósmicos; el último de mi
estancia entre ellos. Quizá por eso tuve la impresión de que reflejaba
mayor grandiosidad que ninguno. Silencio como es posible que ya no vuelva a conocer otro
igual en toda mi vida. Como los precedentes, me hizo gran bien.
Pensé que, pese a todo, yo, por más que quisiera
esforzarme, ya no podía poner más de mi parte para tratar de abarcar
mentalmente todas aquellas situaciones que se iban desvelando ante mis ojos,
digamos en su «dimensión cósmica». Es decir: en
una dimensión inédita para mí y supongo que para
cualquier habitante de la Tierra. Con lo cual, pese al «piropo» que nos habían
echado los extraterrestres-de que algunos terráqueos poseíamos «fluido cósmico»-, era evidente que, incluso con ese fluido, nosotros no podríamos
librarnos de nuestras inconmensurables limitaciones y contradicciones.
TRAMO FINAL
Más tarde, ya en el camino que me conduciría a
Barcelona, al alborear el día 1 de setiembre de 1981, me dije que aquel trance,
en buena lógica, tenía que alterarme profundamente y que, aunque hubiesen
preparado mi mente para recibir tal cantidad de referencias, impresiones y
sensaciones, lo que quizá ellos ignorasen todavía respecto a nosotros, los
terráqueos, es que nuestro organismo, más allá de las puras coordenadas físicas
-vitales, para entendernos mejor-, seguía condicionado por atavismos nada
fáciles de identificar y difíciles, por tanto, de controlar o de anular.
Por otro lado, en muchas gentes de la Tierra -sin excluir a muchos de esos que, de una
manera u otra, tanto contribuyen a echarla a perder-, más o menos subyacente, existe un
ansia, un deseo, un anhelo de superación, de perfección, de alcanzar
progresivamente sucesivos estados de perfección. Lo grave es que los
conductos, los caminos por los que a menudo intentan alcanzarlos, los hacen
desembocar en metas opuestas a las perseguidas o soñadas. En este terreno es en
el que hay más trecho que recorrer si algún día esas presentidas comunidades
extraterrestres establecieran un contacto formal con los habitantes de la
Tierra. El Hombre ha sido, y es, la principal víctima de sus propias y
periódicas contradicciones. No ha sabido armonizarlas ni, todavía menos,
superarlas. Y lo fundamental -volvemos al principio de todo ha sido no darse
cuenta, o fingir ignorar, que sus incesantes ofrendas a la Muerte han ido
acallando, en su realidad cotidiana, el inmenso repertorio de cantos a la Vida
que muchas tribus primitivas, ¡ay!, ya poseían.
Naturalmente, una de las primeras condiciones para
ir aireando y saneando nuestras entrañas sería
la de ser capaces de hacer nuestro propio, balance -personal y colectivo-, sin
rodeos, sin artimañas, sin subterfugios, con lo que, a través de nuestra
convivencia, insoslayablemente brotaría la solidaridad, la fraternidad, el
compañerismo con nuestros semejantes, para preparar así, juntos, nuestro futuro.
En ese terreno es quizá, más que en el de
los adelantos «científicos» y «tecnológicos», en el que los pobladores de este
armonioso orden cósmico podrían echarnos una buena mano. Porque, como está ampliamente
demostrado, ningún avance es autentico si no está
equilibrado con un profundo respeto al entorno y una constante relación armoniosa de las vivencias
del Hombre con él.
Personalmente, creo
que su ayuda -la de las comunidades extraterrestres- ha sido ya muy apreciable
por el solo hecho de habernos obligado a poner en duda nuestra supremacía, en tanto que
maestros en tantas «artes» (¡qué lejos estamos de aquella en verdad tan sabia
confesión de Sócrates: «yo sólo sé que no sé nada»!) entre las que destaca «el
arte de vivir».
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