La abducción de Prospera Muñoz: Uno de ellos aproximó a mi rostro lo que identifiqué como dos
capsulitas de muy pequeño tamaño. Las colocaron en el extremo de una jeringuilla
y las inyectaron por la nuca con suavidad y muchísima delicadeza por la
lentitud de sus movimientos. Allí quedó instaurado aquel artilugio diminuto
que, según me explicaron, no podrían retirar o eliminar los médicos de la
Tierra.
¿Programan las abducciones los extraterrestres? En muchos casos sí. También
puede decirse que hacen un seguimiento durante muchos años de aquellos que han abducido,
tal como se deduce analizando el caso de Prospera Muñoz; unos hechos que
ocurrieron en Jumilla (España), allá por el año 1947 cuando la
protagonista era todavía una niña. Leyendo el libro Contacto entre dos mundos (las extraordinarias experiencias
ovni de Prospera Muñoz), de Jorge
Sánchez, los extraterrestres la habrían seleccionado entre otros
motivos porque su “aura”* denotaba
unas características físicas especiales para la “experimentación”.
*(En el ámbito de la parapsicología, el aura se
concibe como un campo energético de radiación luminosa multicolor que rodearía
a las personas o a los objetos como un halo y que sería invisible para la gran
mayoría de los seres humanos). (FUENTE: Wikipedia)
Tal vez, lo más relevante del caso de Prospera
Muñoz fuese el hecho de que los extraterrestres habrían “programado
a 30 años vista revelar sus
actividades de aquel lejano año 1947
para que llegado el momento y siendo ya una persona adulta, Prospera pudiese
recordar aquellos increíbles acontecimientos”, tal vez con el fin de que fuese
plenamente consciente de la importancia del experimento en el cual ella estaba
involucrada y era parte importante y necesaria del mismo.
Si analizamos infinidad de testimonios donde
muchos seres humanos relatan “sus propias abducciones”, en
algunos casos ayudados mediante sesiones de “hipnosis regresiva”, los
extraterrestres son capaces de monitorizar el desarrollo de toda una vida
ayudados mediante “implantes*”
localizados principalmente en la cabeza (nariz, oído o en el cerebro junto a la
glándula pineal), aunque a veces se sitúan en los dedos de pies y manos o en
los órganos genitales.
Prospera Muñoz |
*(Por ejemplo, los abducidos, bajo hipnosis, cuentan
de haber sufrido una extraña intervención quirúrgica a través de la nariz y en
efecto fue el propio Hopkins el que descubrió por primera vez un microimplante
en el interior del cerebro de un abducido que había descripto esta intervención.
Este tipo de implante, introducido a través de una
de las fosas nasales (generalmente la derecha) hasta llegar al hueso
esfenoides, perforándolo, que viene colocado en la posición final en el
interior de la hipófisis, ha sido después encontrado fácilmente en muchos otros
abducidos mediante RMN (Resonancia Magnética Nuclear), TAC (Tomografía Axial Computada)
y a veces también, por medio de simples radiografías frontales y parietales.
Otros tipos de implantes han sido encontrados bajo
microcicatrices que los abducidos tienen en el cuerpo, sin saberlo a nivel
consciente; pero que, bajo hipnosis, ellos recuerdan siempre la operación,
aunque no siempre saben decir con certeza si algo le ha sido introducido o extraído.
En los Estados Unidos Derrel Sims ha
profundizado la investigación y, con la ayuda del doctor Leir y de otros
cirujanos, ha extraído del cuerpo de muchos abducidos, cuando fue posible,
extraños objetos microscópicos, algunos de los cuales, analizados en por lo
menos cinco universidades americanas, han revelado la presencia de un
porcentaje isotópico (en los componentes del implante) diferente del terrestre,
confirmando, sin sombras de “duda lógica”, la procedencia alienígena.
Para citar un ejemplo, hace unos años Sims
extrajo, del dedo grande del pie izquierdo de una mujer de mediana edad, un
pequeño objeto metálico cubierto por una membrana de material quitinoso,
probablemente para evitar el rechazo. Este material poseía un porcentaje isotópico
diferente del terrestre previsible para esa muestra, tan diferente, que hizo
declarar a Sims que la naturaleza del objeto encontrado era alienígena,
algo que resultaba confirmado por el resultado de las hipnosis regresivas
efectuadas sobre la señora.
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Y puede deducirse también, que esos mismos seres de
las estrellas estudiaran de igual modo el comportamiento humano en su conjunto; así como las reacciones que pudiera experimentar cualquier ser humano, tal como Prospera
Muñoz frente a la innegable realidad extraterrestre una vez se llega a
ser consciente de ello: Desde hace miles, quizás millones de años, seres de
otros planetas estudian a la humanidad; es decir, que los extraterrestres
tutelan y vigilan nuestro planeta, quizás dentro de un plan cósmico, algo así como un “Proyecto de Evolución en la Tierra”, que se movería principalmente
en torno al estudio de las emociones y la genética humanas, sin obviar
lógicamente, un detallado análisis de la sociedad en su conjunto y su evolución
a través de los siglos.
Si tomamos en consideración lo revelado por los
extraterrestres a algunos contactados como el peruano Sixto Paz Wells, ese “macro-plan* sobre el planeta Tierra” se habría
iniciado en el albor de los tiempos, mucho antes de que en nuestro planeta
existiera la vida. Por alguna razón, la evolución de ciertas civilizaciones
extraterrestres se habría estancado y necesitaban “estudiar y aprender aspectos ya
olvidados” de otros seres menos evolucionados como los humanos a fin de
alcanzar la séptima dimensión. Por ello,
cuando se trata de buscar una explicación a hechos como el ocurrido a Prospera
Muñoz, allá por el año 1947
en Jumilla,
deberíamos entenderlo en su conjunto: La comprensión de las emociones y los
sentimientos en seres tan contradictorios e impredecibles como los seres
humanos.
*(…Me llamo Oxalc, soy de Morlen, ustedes la llaman
Ganímedes,
una de las lunas de Júpiter. Podemos tener contacto, pronto nos verán
– ¿Llegó un momento en que no podían ser mejores de
lo que eran? ¿Qué les impidió llegar a la séptima?
– Ciertamente se llegó tan rápido a niveles tan
altos que se perdió la perspectiva.
Sobre todo porque el patrón u orientación procedía de los seres
mentales, que valga la reiteración son muy mentales, los cuales no poseen la
conexión vivencial con el universo espiritual (su conexión con lo espiritual es
mental) y requieren aprender a través de la experimentación espiritual que
puedan lograr los seres del universo material…
– ¿Podrían darnos un ejemplo de toda esta
situación?
– Por un momento imagínense que la evolución en
esta última creación es como una movilidad (un auto) de los que ustedes
conducen, y que se encuentra subiendo por una cuesta, hacia lo alto de una muy
empinada colina. Cuando ya les faltaba
poco para alcanzar la cima y luego descender con toda facilidad, siempre y
cuando los frenos y la destreza lo permitieran, la movilidad de pronto se
detiene bruscamente... No restaba casi nada para llegar a la cumbre y sin
embargo, el medio de locomoción se ha estropeado. Y no hay forma de echarlo a andar.
Esta es exactamente la situación: Las
civilizaciones más avanzadas se encuentran estancadas sin poder llegar a la
cumbre, a pesar de que les falta poco.
Empujar hacia arriba es imposible, y esperar a que llegue un remolque,
sería como aguardar todo el tiempo que les demoró ascender hasta allí. Por ello se planteó la posibilidad de
crear una alternativa mediante un experimento especial en planetas de categoría
“Ur”.
– ¿Qué es un planeta “Ur”?
– En la Galaxia hay cientos de miles de
millones de estrellas formando sistemas solares. La mayoría de los sistemas son binarios o
trinarios, lo que significa dos o tres soles.
Pocos son los sistemas de una sola estrella donde suelen surgir planetas
de clase “Ur”, que son conocidos por tener un aura marcadamente
azul y, no sólo por el reflejo de su composición atmosférica, sino por
su propia vibración, lo cual los hace ser planetas predestinados para un
desarrollo espiritual superior, siempre y cuando logren superar sus agudas
crisis de inestabilidad.
Sí, estos mundos son muy inestables, sujetos a una
vida efímera, debido a que fácilmente entran en convulsión o atraen otros
cuerpos del espacio que colisionan con ellos destruyéndolos. Pero a la vez, esta inestabilidad permite una
gran biodiversidad. Por ello, suelen ser
seleccionados como laboratorios de experimentación natural de nuevas formas y
alternativas de vida y evolución.
La Tierra es uno de esos planetas “Ur”, que fue
seleccionado junto con otros mundos pertenecientes a galaxias del grupo local
del que forma parte la Vía Láctea, para llevar a cabo un proyecto que consistía
en tratar de crear las condiciones como para que más adelante surgieran en
ellos, civilizaciones con un potencial psíquico y espiritual capaces de ubicar
y abrir por sí mismos puertas entre las dimensiones, para reconectar en su
momento los universos, entre sí a través de las dimensiones y planos de
conciencia. Para lograr lo que los otros
no habían conseguido pero en un tiempo sin tiempo.
Volviendo al ejemplo anterior, imagínense que
estando estancados, en vez de esperar la grúa pudieran sin perder lo alcanzado,
retroceder con cuidado para que con el impulso intentaran accionar su máquina,
o también el que la grúa pudiera materializarse allí mismo de manera
instantánea, sin haber tenido que perder tiempo aguardando. Y es que si por un momento tratamos de
visualizar la situación, veremos a la evolución como expectante de otra
evolución paralela, creada al lado.
De pronto, se establece un círculo imaginario que
lleva a partir del punto inicial –el lugar de estancamiento de los planetas
superiores—, a trabajar durante un largo tiempo que sólo transcurre para los
directamente involucrados en él (la Tierra y otros planetas Ur), para así irse
cerrando poco a poco dicho círculo mientras se va creciendo en madurez y
conciencia. Este retorno, que significa
volver pero por sí mismos al punto de donde partió todo, habiendo en el camino,
experimentado y descubierto alternativas nuevas de progreso y avance, serviría
en su momento de inspiración o pauta a los observadores y promotores de dicho
experimento, para llegar juntos a dar el gran paso a séptima. Al ser un hecho los viajes en el tiempo y el
espacio, se pueden crear a su vez tiempos alternativos, donde se puedan barajar
posibilidades nuevas y convenientes. Por
ello, que no les resulte difícil pensar que uno puede saltar dentro de un
tiempo que tiene forma espiral, y viajar así al pasado de mundos que se
destruyeron en su proceso de formación, y que si se llegase a evitar dicha
destrucción, dependiendo del momento en que se hiciese la modificación, no se
estaría alterando inconvenientemente, sino que en gran medida, se estarían
creando nuevas oportunidades con consecuencias muy positivas, que podrían
beneficiar a muchos.
– ¿Y qué hay del destino?
– La voluntad heredera del Creador nos permite
modificar y alterar, creando nuestro propio destino.
– ¡Pero, estamos hablando del nuestro, no del de
ustedes! (Comentario del grupo.)
– Todos los destinos están interrelacionados. Y se puede modificar hasta donde se nos
permite poder hacerlo. ¿Recuerdan
aquello de la ética cósmica?
En el centro de este grupo local de galaxias se
encuentra la nebulosa de Andrómeda, allí hay un Consejo de
Galaxias. Esto es, los
representantes de los consejos locales.
A este Consejo Principal se le conoce como el Consejo
de los Nueve de Andrómeda, y la relación entre este consejo y los
consejos locales, se la conoce como la Gran Hermandad Blanca de la
Estrella. Ellos mantienen una
guardianía superior sobre el equilibrio de esta parte del universo.
Cuando se vino a la Tierra aún no había seres
inteligentes sobre la faz del planeta, pues se vino en el pasado.
Del Libro de los Guardianes y Vigilantes de Mundos, del contactado Sixto Paz Wells.)
Del Libro de los Guardianes y Vigilantes de Mundos, del contactado Sixto Paz Wells.)
Andromeda |
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De este modo, teniendo una visión ampliada puede
atisbarse una explicación a los cientos de abducidos que se han reportado en la
Tierra
hasta la actualidad; si bien es cierto que muchas de esas abducciones resultan ser
experiencias traumáticas ya que alguna de las 70 razas extraterrestres que
estarían visitando nuestro planeta en la actualidad son conocidas como
regresivas; cuya ética y moralidad dejaría mucho que desear.
Retomando la abducción de Prospera Muñoz se deduce
el hecho que los extraterrestres previeran que la abducida recordase de una
forma consciente lo acontecido en 1947, tal vez porque esa “interacción” con
sus recuerdos formaba parte del propio experimento. En el
libro Contacto entre dos mundos, de Jorge Sanchez, la protagonista
revela como posteriormente contactó en dos ocasiones y de una forma inesperada,
con aquellos mismos extraterrestres. En el año 1954, cuando sus padres
regentaban el bar Europa, en la calle Cánovas del Castillo, 64,
calle conocida como “calle de la Feria”, en Jumilla,
Murcia (España) y estando Prospera trabajando en el bar
llegaron dos hombres bajitos, sentándose en la barra. Su tez era pálida, de un
azul suave. Pidieron dos cafés y según se narra en el libro, al poco de que se
los sirviera Prospera, esta encendió unas luces de mayor potencia y los
extraños se echaron las manos a la cabeza porque al parecer les molestaba en
exceso. Instantes después aquellos seres bajitos dejaron unas monedas en la
barra y se marcharon precipitadamente… aunque a Prospera le dio tiempo a
observar un detalle: …Las manos de los extraños solo tenían
cuatro dedos.
El tercer encuentro con los extraterrestres sucedió
en el año 1961 en la playa de San Juan, Alicante (España).
Por aquel entonces el padre de Prospera había vendido el bar de Jumilla,
haciéndose cargo de la concesión de la Centralita de Teléfonos de la playa.
Según Prospera Muñoz, un día que se encontraba sentada junto a la
playa cuando vio llegar a dos seres también bajitos, vestidos de una forma ciertamente
estrafalaria, aunque quisieran de alguna forma pasar desapercibidos y cuya
fisonomía se correspondía con los mismos que pudo ver en el año 1954 en el bar
de Jumilla.
Cuando aquellos seres pasaron junto a
ella mantuvieron una breve conversación entre ellos:
-¡Está enamorada! -dijo uno de ellos.
-Sí, es cierto, se la ve muy feliz.
-¡Lleva gafas!
-En
efecto. Pero no es culpa nuestra, no es por lo que sucedió en aquella ocasión.
(Del libro Contacto entre dos mundos, de Jorge
Sánchez.)
Aunque esta pueda parecer una conversación fuera de
contexto, analizándola de un modo amplio, se deduce que efectivamente los
extraterrestres siempre hicieron un seguimiento de Prospera Muñoz; incluso del estado anímico de la abducida.
Para terminar, he traído unos pequeños fragmentos
del libro Contacto entre dos mundos
(las extraordinarias experiencias ovni de Prospera Muñoz), de Jorge Sánchez.
Felicitar al autor por el buen trabajo de investigación realizado, que sin duda
ayudara a muchos en la comprensión del fenómeno extraterrestre, una realidad
incuestionable que poco a poco se abrirá camino en la psique de los seres
humanos.
Del libro Contacto entre dos mundos (las
extraordinarias experiencias ovni de Prospera Muñoz), de Jorge Sánchez.
…Por aquel entonces yo
tendría unos siete u ocho añitos, era la menor de cuatro hermanas y, para
situarnos, todo aconteció exactamente en la población de Jumilla, provincia de Murcia, donde nací y crecí. En
aquella época mis padres regentaban una cafetería en el centro del pueblo y
eran propietarios de una pequeña finca a unos trece kilómetros del núcleo
urbano, en un paraje llamado “La
Jimena”. Sencilla, humilde pero en un entorno muy agradable en el
campo, “Villa Próspera” -así
se la bautizó-, fue el lugar donde comenzó esta increíble experiencia que marcaría
toda mi vida.
Solíamos pasar algunos
días allí, de cuando en cuando, con la compañía y la tutela de mi tío Juan, hermano de mi padre,
quien se encargaba de trabajar la tierra, el mantenimiento y otras labores. En
aquella ocasión le acompañábamos mi hermana Anita, que tenía entonces doce años, muy propensa a los
resfriados y que experimentaba cierta mejora al respirar aire puro en el campo,
y yo.
Aquella mañana nos
pusimos en marcha los tres, junto con una burrita que hacía las veces de
corcel, Capitana, y nuestro
fiel perro Ligorio, que jugó
un papel muy importante en lo sucedido, ya veremos más adelante por qué. Sí, sé
que es un nombre poco usual para una mascota, pero tiene su explicación. Cuando
nos lo regalaron, siendo todavía un cachorro, no nos poníamos de acuerdo sobre cómo
llamarlo, así que mi padre propuso ponerle el nombre del santo del día.
Consultamos el calendario y aparecían tres exactamente. Cuando escuché el
nombre de Ligorio me hizo
tanta gracia que nos decidimos finalmente por él. Recuerdo que pasamos un rato
muy agradable en familia con aquella anécdota. Todos los niños de la zona
jugaban con él, y aunque su gran tamaño pudiese imponer, ya que era una mezcla
de mastín era, como suele decirse, un buenazo. Pero cuando tocaba montar guardia
por las noches en la puerta de la finca era un can excepcional, un animal muy
protector.
Cuando llegamos a la
villa ya caía el atardecer, y lo primero que hizo mi tío fue acercarse hasta
otro caserío muy próximo, llamado La
Amacoya, donde nos solíamos abastecer de agua.
Justo en el instante en
el que nos quedamos solas, ocurrió algo que nos llamó poderosamente la
atención. Un extraño y llamativo juego de luces de colores surgió de un punto
oculto tras una montaña cercana, como una especie de arcoíris radiante, algo
peculiar por su viveza, para segundos más tarde desaparecer sin más. Cuando Juan regresó poco después le
contamos que habíamos visto una puesta de sol maravillosa, algo espectacular.
Tras esbozar una sonrisa muy marcada, nos explicó cariñosamente, mientras
entrábamos ya en casa, que era imposible, que el sol se ponía del lado opuesto,
y que de hecho, lo estaba haciendo en esos precisos instantes, algo que nos
dejó un poco descolocadas. Al poquito tiempo la luz del día había sido
sustituida por un manto de estrellas en mitad del campo, y la tranquilidad
reinaba como siempre Con aplomo, y tan solo se escuchaba el canto de los
grillos y el lejano ladrido de algún perro. El nuestro dormía casi siempre
enroscado en la puerta de la finca, dispuesto a advertirnos de cualquier
intruso a altas horas de la madrugada, aunque ese tipo de situación jamás se
dio con anterioridad, al menos que yo recuerde previamente, ya que era un
paraje más bien tranquilo, donde nunca sucedía gran cosa. Pero curiosamente, aquella
noche se rompería la “rutina” con su constante gruñido, y una inquietud que
llamaba la atención. Ligorio ladró con mucha insistencia e incluso llegó a
aullar. Tal fue el escándalo, que mi tío salió para comprobar qué sucedía,
temiendo que hubiera algún tipo de alimaña. Finalmente, tras constatar que todo
estaba en orden, le dejó entrar al interior de la casa, ubicándolo en la
cocina.
…El “aparato” -por llamarlo de algún modo-, llegó a la altura de la casa y se posó en el
suelo, justo frente a la ventana donde nos encontrábamos las dos. No podíamos
creer lo que estábamos viendo. ¿Qué era aquella cosa? De repente vimos salir de
la cúpula a dos hombres vestidos con monos de color blanco, ceñidos al cuerpo,
como sin costuras ni cremalleras.
-¡Qué
raro! -pensé. Los monos de trabajo son de color azul.
Llevaban en la cabeza una
especie de casco transparente, como de cristal, supongo, que me recordó a las
peceras esféricas de toda la vida. Era algo inaudito, inquietante. En ese mismo
instante vimos cómo procedieron a quitárselo. El gesto fue casi como el que
hacen los buzos al salir del agua, medio giro suave sobre la base de dicho
casco y luego un leve tirón hacia arriba.
…Aquellos
hombres eran de baja estatura. El más alto sería como mi hermana, que por entonces
tenía doce o trece años, y el otro más bajo aún. Tenían una tez muy pálida,
casi blancos, diría yo. Cabeza voluminosa con muy poco cabello y éste a su vez
prácticamente pegado al cráneo, incluso me pareció que estaba
"pintado". El más alto aparentaba tener más de cuarenta años de edad,
y el segundo unos veintitantos.
Parecía que el tiempo se
hubiese detenido por completo. Casi podía cortarse el aire con un cuchillo. De
repente, uno de ellos nos pidió un vaso de agua. Mientras Anita se lo servía,
noté que la luz del ambiente parecía molestarles, como si fuese demasiado
intensa para ellos. Al fijarme en sus ojos pude comprobar cómo sus pupilas
llegaron a dilatarse de un modo increíble. Jamás había conocido a nadie con
unas pupilas de ese tamaño, era impactante. La forma de los ojos también era
llamativa. Eran unos ojos ovalados, asiáticos, cuyas puntas terminaban en las
sienes, hacia atrás.
Comenzaron a deambular
por la casa, como curioseándolo todo. En concreto les llamó la atención un
calendario lunar de cartón que teníamos sobre la chimenea. Preguntaron si
teníamos armas de fuego en la villa, y les comentamos que nuestro padre usaba
una escopeta. Cuando explicamos que su uso estaba destinado a la caza de
animales, y no contra otras personas, ambos se miraron como sorprendidos,
desaprobándolo.
Por fin mi hermana les
ofreció el agua. Uno de ellos se quitó uno de los guantes para coger e! vaso y
para nuestra sorpresa nos dimos cuenta de que no tenía pulgar. Con aquellos
cuatro largos y huesudos dedos abrazó le vaso. Hizo ademán de beber pero no
llegó a hacerlo. Cuando recuerdo este detalle pienso que en realidad aquello
fue una “excusa” para entablar conversación, si bien es cierto que podrían no
haber necesitado ninguna. Comenzaron a explicarnos que procedían de Venus, pero
no, del Venus que nosotros
conocíamos. Nunca comprendí a qué se referían. Fue entonces cuando nos dijeron
si queríamos participar en un experimento de tipo altruista, y sin saber muy
bien por qué, dado lo surrealista de la situación, dijimos que sí. Se
inició entre ellos una especie de discusión en voz baja para decidir con cuál
de las dos iban a llevar a cabo dicha experimentación. Finalmente se decantaron
por mí, supuse que al ser más pequeña sería más manejable y Anita quedó a un
lado del salón, observando la escena. La extraña conversación prosiguió
conmigo. Una extraña sensación recorrió mi mente y mi cuerpo. Nunca he sabido
transmitirla con exactitud, es difícil pero... fue como si de repente mi
consciencia cambiase, se abriese, madurase, llamémoslo como queramos. Era como
si comprendiese todo. De hecho sentí que ya los conocía, al igual que conocía
lo que querían y lo que iban a hacer conmigo.
…Ya en la cama, y bien
entrada la noche, el único sonido que podía escuchar en el silencio del campo
era el leve ronquido del tío Juan que, pese a no ser muy fuerte, terminó por
despertarme. Durante unos minutos permanecí con la mirada perdida en el techo
del cuarto. Todo lo que estaba sucediendo no tenía ningún sentido. Trataba de
volver a dormirme intentando recordar las expresiones y los rostros de los
hombrecillos cuando, para mi sorpresa, en el único ventanuco de la habitación
apareció uno de aquellos seres. Inmóvil, con la mirada fija en mí, como si no
le importase nada más.
-Ven con
nosotros -me dijo sin mover los
labios.
Repentinamente volvió
aquella extraña sensación familiar, como si los conociese de siempre. Y todo el
temor, más que razonable, que habría podido experimentar en una situación así...
desapareció.
-A estas horas mi tío no
me va a dejar salir afuera -le contesté.
Y efectivamente. Para
poder salir del cuarto debía de pasar casi por encima de él y de mi hermana,
pero dormían tan profundamente que ni siquiera parecían respirar. Los sobrepasé
con cuidado, y cuando llegué a la puerta principal, aquellos seres se
percataron de que tan solo llevaba un camisón e iba descalza. Insistieron en
que me pusiera más ropa, pero les dije que no tenía frío, aunque con el calzado
si fueron insistentes. Así que volví a entrar y me coloqué mis alpargatas de
cinta a toda prisa. Cuando crucé de nuevo el umbral de la puerta, ya en el
exterior de la casa, no podía creer lo que tenía ante mis ojos. Había mucha
actividad bajo la luz de la luna. Gente como ellos y otros mucho más altos, que
con la ayuda de unas palas recogían plantas, tierra y objetos de alrededor.
Recuerdo que pude ver a uno arrastrando una olivera enorme. Me chocó, si se
puede decir así, que la llevara al hombro con las raíces por delante,
arrastrando toda la copa del árbol por el terreno.
Otro de aquellos seres
altos llevaba a Ligorio en sus
brazos. La cabeza y el rabo colgaban por ambos lados de los enormes brazos de
aquel ser, como si estuviese dormido, incluso pensé que estaba muerto y me puse
muy triste.
-¿Qué le habéis hecho a
mi perro?
-No te
preocupes... Solo lo hemos dormido para que no alborote, enseguida estará bien
-respondieron.
Uno de los hombres que
habían venido por la mañana, el que aparentaba ser el jefe, me dio la mano y
nos pusimos a caminar. A los pocos segundos me dijo que uno de aquellos seres
más altos podía llevarme en brazos, pero me había impresionado tanto ver a Ligorío en esa misma posición que no
quise hacerlo.
Mientras todo acontecía
con un surrealismo absoluto, pero “terroríficamente” real, noté lo mal que me
sujetaba la mano. Apenas la sostenía. Daba la impresión de que no sabía llevar
a un niño, y para muestra un botón. A los pocos pasos tropecé. Y en ese momento
insistieron de nuevo en que me transportase el otro ser. De gestos muy
mecánicos y con una luz en la frente que me recordó a mi otorrino, aquel
gigante me llevó casi hasta las faldas de la montaña que se encontraba más
próxima a la villa.
Fue entonces cuando volví
a ver aquel “cacharro” de la
primera vez. Pero esta vez era de proporciones increíbles. Siempre lo he
descrito del tamaño de un chalet de dos pisos. Mientras me depositaban en el
suelo vi que al perro se lo llevaban a la parte de atrás de aquel aparato. Acto
seguido, los gigantes abrieron una especie de compuertas, en la parte más baja
del objeto, entraron y cerraron de nuevo por dentro ellos mismos. Sé que suena
ridículo, si bien la experiencia puede parecerlo también, pero me hizo gracia,
y les dije que me recordaban a mis muñecas, justo cuando las guardaba en sus
cajas. Uno de los seres me contestó que efectivamente eran eso mismo... muñecos.
Parecía haber mucha
expectación con mi visita. Casi todos los que allí se encontraban se
aproximaron hasta mí. Incluso dos de los seres que se hallaban en la parte más
alta del objeto, en aquella cúpula, quisieron bajar para verme de cerca.
Recuerdo sus botas, de suela bastante gruesa y que parecía estaban como
imantadas, ya que tuvieron que dar un leve tirón de sus piernas para soltarse
de la estructura del aparato. En unos segundos, casi todos estaban cerca de mí,
en un extraño, irreal y peculiar recibimiento. Pero ninguno de ellos se
aproximó a más de unos cuatro o cinco pasos de distancia.
Tras unos
instantes inquietantes, procedimos a acceder al interior de la nave por una
gran rampa. Nada más entrar, varios de ellos se encontraban sentados delante de
lo que parecían unas consolas, ocupándose respectivamente de cada una de ellas.
En cada una de aquellas pantallas aparecía una parte del perímetro que rodeaba,
no solo a la villa, sino a todo el lugar, como si tuviesen controlado todos los
alrededores.
Me colocaron frente a
otro de aquellos monitores, esta vez uno mucho más grande, y me dijeron que me
fijase en él. Uno de ellos comentó que no podría ver nada. Pero el más mayor,
el que me había dado la mano comentó que sí, que éramos inteligentes y que
podría ver. En un principio tan solo aparecieron unas líneas horizontales de
colores, pero enseguida comencé a reconocer unas imágenes.
¡Éramos Anita y yo! Al parecer nos habían filmado el primer día que
llegamos a la finca. Pero hubo un detalle que destacó por encima de todo. A
nuestro alrededor brillaba una luz preciosa e intensa, como si emanase de
nuestros propios cuerpos. En mi caso se trataba de un color celeste muy tenue,
y en otras zonas de mi cuerpo, de un color rosado y violeta. Entonces me explicaron que esa luz, ese “aura”,
era el motivo por el que habían llegado hasta nosotros. Me mostré
preocupada porque vi que el aura de mi tío era de color marrón, pero ellos me
explicaron que no tenía por qué preocuparme.
-Las
personas adultas suelen perder el colorido y la intensidad. Aun así, tu tío es
una buena persona -me explicaron.
También pensé en mi
padre. En que su aura, aun siendo adulto igual que mi tío, debía de ser
preciosa. Mi padre es la persona más buena del mundo. Desde muy pequeñas ya nos
inculcaba ciertos valores que, según él, no debían perder importancia jamás.
Valores como el respeto hacia todo tipo de personas. Respeto por los animales,
las plantas, todo nuestro entorno. La dignidad, la fidelidad o mantener la
palabra de uno mismo en todo momento fueron una constante en nuestras vidas. De
otro lado, ahora ya a mi edad, tengo entendido que el aura, en algunas
religiones y desde algunas perspectivas de tipo esotéricas, es común a todos
los seres vivos.
De repente, apareció otro
de los seres y dijo: “Ya están aquí”.
Mientras esperábamos a esas otras entidades, la cúpula se abrió diametralmente
y subimos hasta el ala circular de la nave, donde los esperamos por unos
instantes. Uno de los que me acompañaban alargó el brazo señalando al cielo. Y
destacando una estrella que cada vez se hacía más y más brillante me dijo: “Allí vamos nosotros”.
Desde la parte de arriba
del descomunal objeto descendió un haz de luz cegador, proyectando sobre el
suelo, a escasos metros de mí, un círculo luminoso de aproximadamente un metro
de diámetro. Con un suave empujoncito me introdujeron en su interior.
-Es como
un ascensor -dijeron-. No temas.
De
repente comencé a experimentar ingravidez. Mi cuerpo empezó a elevarse poco a
poco. Una sensación indescriptible recorría mi estómago. Estaba viviendo algo
realmente fascinante, real. Los detalles serían
importantes para el recuerdo. Por ejemplo, y es algo que quedó grabado a fuego,
recuerdo cómo el pelo -que normalmente llevaba peinado en dos largas trenzas y
suelto para ir a dormir, como era el caso-, parecía succionado hacia arriba al
igual que mi cuerpo. Los cabellos se arremolinaban con cierta fuerza, como si de
un aspirador se tratase.
Para
cuando me quise dar cuenta ya me hallaba en el interior. Noté que me agarraban
por todas partes haciéndome salir del tubo de luz. Salimos a lo que a mí me recordó a un andamio, pero
horizontal, por el que anduvimos un largo trecho hasta una sala de grandes
dimensiones. Me llamó la atención la palidez de la luz que había allí dentro, y
que dejaba la estancia casi en penumbra. Al principio creí que las paredes no
alcanzaban el techo, y que esa poca luz provenía de una estancia contigua. Pero
tras entrar en otro pasillo, este mucho más largo que el anterior, me dio
tiempo a constatar que dicha luminosidad la proporcionaba una especie de gas
verdoso que se acumulaba en lo alto de las paredes.
Por fin llegamos a otra
sala, donde en esta ocasión me dejaron sola por unos minutos. De nuevo mis ojos
recorrieron la estancia tratando de registrar todos los detalles posibles.
Frente a mí había un panel con dibujos geométricos de donde al parecer emergía
una especie de extraño vapor. El tiempo allí dentro, rodeada de tanta
estimulación visual, carecía de importancia. Mi mirada se detuvo en una puerta
en la que no había reparado previamente. Por
ella entraron sin vacilar con un andar decisivo, cinco o seis de los seres,
acompañados por aquel mayor que nos había visitado posteriormente en la casa,
el “jefe”.
Todos llevaban una
especie de bata médica, de color blanco. Con cierta sutileza me invitaron a
desnudarme y me tumbaron en una especie de camilla metálica, algo pequeña
incluso para mí, que era una cría. De hecho, notaba como se me salía media
pierna de su superficie. Giré mi cabeza desde dicha camilla y pude ver como
aquella sala contigua estaba inundada de una luz intensísima, al contrario que
en la que nos encontrábamos y el resto, al parecer, de la nave. Pude escuchar
como en perfecto castellano se preguntaban entre sí, si me iban a anestesiar.
Pero la respuesta fue negativa, ya que me consideraron muy dócil y tranquila.
Aquel
examen médico comenzó con una exploración completa de mi fisonomía. Tomaron
muestras de todo tipo. Raspaduras de piel, un mechón de pelo, etc. Lo más
llamativo de aquel examen fue una exploración vaginal y anal que llevaron a
cabo con una especie de sonda. En ningún momento
recuerdo dolor alguno. Cuando llegaron al oído derecho descubrieron que tenía
un problema. En seguida me preguntaron y les comenté que había tenido una
infección, que mis padres me llevaron a un especialista y que al final éste dio
por solventado dicho problema. Pero aquel argumento no les convenció. Me
aseguraron que no estaba curado en absoluto.
Al parecer, comentaron
entre ellos que había sido una “imprudencia” haberme expuesto a aquella
experiencia con dicha lesión. Asentían, debatían, e intercambiaban impresiones
al respecto. Tras un brevísimo "debate" prosiguieron con el examen
médico, centrando su atención esta vez en los genitales. Mientras continuaban
me fijé en la forma de manejar las tijeras que tenía el “jefe”. Las sujetaba
con los dedos índice y corazón. Las hojas de las tijeras no se parecían a las
que yo estaba acostumbrada. Estaban giradas unos noventa grados con respecto a
los aros de sujeción.
Fue
entonces cuando reparé en que también le faltaba el dedo pulgar, al igual que a
los dos seres que vi por primera vez en el interior de la villa junto a mi
hermana. Sintiendo curiosidad,
le pregunté por favor si podía ver sus manos. Debió de ser una proposición muy
violenta, porque el resto de sus compañeros parecieron escandalizarse al
escucharlo, llegando a comentarle que no lo hiciera. Aun así, el “jefe”
depositó su mano entre las mías. Pude contemplarla todo el tiempo que quise.
Con detalle y curiosidad escudriñé cada centímetro de aquella piel tan
peculiar. Los cuatro dedos eran alargados y huesudos, finos y aparentemente
delicados. Pero tenían algo más peculiar si cabe. Las puntas de los dedos eran
de un tono amoratado, casi morados. De repente solté de golpe su mano mostrando
un gesto de temor casi asustada, y para mi sorpresa se produjo un momento único
y muy peculiar entre todos los que componíamos aquella estampa. Todos reímos
por la situación. Tras aquel hecho sin precedentes, pregunté si los demás
también tenían los dedos así y a continuación todos las levantaron bien
estiradas hacia arriba para constatarlo. Efectivamente eran idénticas.
De entre todos los seres
que allí había se encontraban dos mujeres. Una de ellas, al contrario que los
demás, disponía de cinco dedos en lugar de cuatro. La explicación que se me
ofreció al respecto me dejó sin palabras.
-Ella es diferente porque su madre tiene su origen
en la Tierra.
Momentos después
acercaron una pantalla en la que, según me dijeron, yo vería mi cabeza. No
entendía a qué se referían, pues lo que allí aparecía eran como dos mitades. Yo
jamás había tenido ocasión de ver un cráneo por dentro, pero evidentemente lo
que tenía frente a mis ojos no era otra cosa que los dos hemisferios
cerebrales. Uno de ellos aproximó a mi
rostro lo que identifiqué como dos capsulitas de muy pequeño tamaño. Las
colocaron en el extremo de una jeringuilla y las inyectaron por la nuca con
suavidad y muchísima delicadeza por la lentitud de sus movimientos. En ese
preciso instante y sobre aquella pantalla pude ver un pequeñísimo punto de
color rojo, a modo de guía, señalándoles el lugar exacto por el que aquellas
cápsulas iban pasando. Todos estaban muy atentos, como si se tratase de
la operación más delicada del proceso médico. Aquel “radar” les guió en línea recta hasta el centro del cerebro y un
poco más tarde hacia la parte derecha, hasta localizarse concretamente a unos
centímetros de mi oído izquierdo. Allí quedó instaurado aquel artilugio diminuto que, según me
explicaron, no podrían retirar o eliminar los médicos de la Tierra.
Dieron por finalizado el
delicado proceso, me volví a vestir con toda normalidad, y deshicimos el mismo
camino por el que habíamos llegado a aquella sala hasta el tubo inicial de luz,
por el que de nuevo volví a bajar hasta tocar suelo. Así como al principio, la
subida en aquel “ascensor” provocó que mi pelo “volase” hacia arriba, en esta
ocasión, con el trayecto inverso ocurrió al contrario: el pelo caía con fuerza
hacia mí como si el aire lo agitase de arriba a abajo. Fue algo incómodo,
porque al tenerlo tan pegado me tapaba la cara constantemente. Me sentí
incomoda, algo molesta, inquieta y de golpe me puse a llorar.
Nada más tocar el frío
suelo nocturno de la montaña -tan solo llevaba unas finísimas alpargatas de
cinta-, las piedrecillas y parte de la tierra acariciaban mis pies en algunas
partes del calzado. De pronto, aquella mujer casi humana apareció a mi lado y
trató de apaciguarme acariciándome el pelo con cierta ternura.
-¿Podría
venir con nosotros? -preguntó al que parecía
estar al mando.
-Imposible -respondió este
-Es una
preciosidad de criatura -le replicó la mujer,
pero el “cabecilla” volvió a contestar con un tajante “¡no!”, dio media vuelta
y regresó al interior de la nave.
Durante todo el tiempo
que estuve en el interior del objeto no pude ver a Ligorio. Di por sentado que lo tendrían en otro habitáculo. Pero justo en ese momento aparecieron dos de
aquellos “robots” de gran tamaño. Uno de ellos con el perro en brazos. El otro
se acercó, me aupó, y de la misma forma en que nos aproximaron al principio
hacia donde estaba ubicada la nave, nos llevaron a ambos hasta la puerta de la
villa. El último de los detalles de aquella increíble noche también fue
impactante.
Antes de dejarme en el
suelo, aquel ser alto me dijo que le mirase a los ojos. Justo en ese momento, dos haces de luz salieron de los suyos e
impactaron en los míos. Quedé muy aturdida, porque lo siguiente que
recuerdo es que no sabía cuánto tiempo había pasado. Ya no estaban allí. De
nuevo comencé a llorar, porque quería irme con ellos. Al constatar que no sería
así, y verme allí en el campo, sola, de noche... hizo que sintiera cierta
sensación de abandono. Fue algo indescriptible. Pasados unos minutos,
resignada, volví a la cama. A la mañana siguiente el griterío de Anita me
despertó, zarandeándome sin cesar mientras gritaba mi nombre:
-¡Peri!, ¡Peri!, nos
hemos quedado dormidos! ¡Son más de las doce, hay que vestirse! ¿Se puede saber
dónde te has metido y qué es lo que has hecho?
-¿Por qué? -le contesté.
-¿Cómo que por qué? ¡Tienes los pies llenos de tierra, por no hablar de las
sábanas y la cama!
Jorge Sanchez, autor del libro Contacto entre dos mundos. |
Jorge Sanchez y Prospera Muñoz. |
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