EN EL INTERIOR DE UNA NAVE EXTRATERRESTRE: Era
alucinante verles, pues no controlaban la nave “mecánicamente”. Introducían sus
largos dedos en unas esferas de colores que emergían del tablero. “Sentí” que
se conectaban psíquicamente con la nave, que pasaba a ser un “ser vivo” con la
consciencia prestada de los pilotos.
¿Cómo enfocan los contactados, el hecho de
establecer comunicación con seres extraterrestres? A primera vista,
debe ser muy difícil explicarlo a familiares y amigos, máxime si los propios
extraterrestres no les dan ninguna prueba física, algún objeto, algo material
con lo que evidenciar tan increíble experiencia. Como mucho, los contactados
solo pueden aportar alguna fotografía o video de naves extraterrestres… tal
como le ocurrió al norteamericano George Adamski.
Siguiendo cierta lógica, los extraterrestres
asumirían la presión psicológica a la cual
someten involuntariamente a ciertos terrestres seleccionados… Muchos de
ellos se dan cuenta abruptamente de esa “realidad en la cual civilizaciones
extraterrestres interactúan con la Tierra” y tal vez, exclamen
asombrados “¡a mí nadie me había dicho nada sobre este tema…!” y quizás,
“¡parece increíble, los extraterrestres existen, están aquí, yo he podido
hablar con ellos, no es ningún sueño… luego entonces,…las autoridades nos están
engañando…!”
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Valga como ejemplo la explicación que dio un extraterrestre de apariencia humana* a Pablo
R., cuando el 5 de Julio de 1978 se encontró, a las 2 y media de la
madrugada, con un platillo volante de aproximadamente 20 m. de diámetro posado
junto a una carretera de Alicante (España); todo ello recogido en el libro Los
grandes contactados, de Manuel Navas Arcos.
*(...Apunté la linterna a la oscuridad y
distinguí una figura alta...No sé... tal vez un metro ochenta...tal vez más.
Vestía una especie de mono transparente muy ajustado. Me extrañó por el calor
que hacía aquella noche. Su rostro era de facciones regulares y sólo recuerdo
que sus ojos eran brillantes y un poco rasgados. Como los chinos... o más bien
como los malayos.)
Dentro de la conversación telepática establecida
con el ser de las estrellas, Pablo R. pregunto lo siguiente:
-¿por qué
me han elegido a mí para este contacto? Nunca creí en los ovnis, ni en que
existieran los extraterrestres...
-A
partir de ahora creerá. Pero no es eso lo que importa. Usted no es el único
elegido para un contacto. Hay varios miles de humanos en la Tierra que han
vivido o vivirán una experiencia semejante. Debemos cuidar mucho estos
contactos porque pueden ser peligrosos para ustedes.
- Pero ¿por qué me eligen a mí y no a algún
personaje importante? Un jefe de Estado, por ejemplo. ¿Por qué nunca han
establecido contacto con altos dirigentes del Mundo?
- ¿y quién le ha dicho que no lo hemos hecho?
- No lo sé...Creí
que tendría más importancia que hablaran con un político...
- Los
políticos son decepcionantes para nuestra concepción existencial. Representan
uno de los estratos más bajos de la espiritualidad de su planeta. Pero ustedes
ya están muy cerca de superar la etapa en que tengan que ser dirigidos por
ellos. Los sistemas de elección de dirigentes que se ven obligados a utilizar
actualmente son nefastos.
El concepto de elección no implica un concepto
de libertad, porque no pueden elegir al mejor, sino al que se ofrece, al que se
presta con afán de ascender, con la ambición de alcanzar el mando, el poder.
Ustedes no tienen opción para elegir el mejor, porque los mejores están
imbuidos de un altruismo que les descarta para la política.
Muy pronto quizá antes de un siglo, cuando sus
técnicos hayan perfeccionado sus máquinas pensantes.... las que llaman
computadoras, podrán utilizarlas para escoger el equipo humano más capacitado
de todo el planeta. Se llevarán muchas sorpresas. Nosotros vivimos una etapa
semejante hace miles de años.
Ahora no necesitamos de máquinas pensantes para
hacer la elección. Nuestro sistema de comunicación telepática nos tiene
permanentemente informados del pensamiento, ideas, inteligencia, bondad,
intuición, capacidad y demás virtudes de todos los habitantes de nuestro
planeta. De esta forma es fácil la elección del Consejo de los Veinte...
.................................................................
No en vano, muchos de los contactados han buscado
conscientemente esa comunicación con los extraterrestres y como ejemplo valdría
el testimonio del peruano Ricardo Gonzalez, relacionado al igual
que Sixto Paz Wells con los grupos de contacto de la operación
RAMA. La historia del contactado Ricardo Gonzalez es
absolutamente creíble leyendo su libro “Al interior de una nave
extraterrestre”, entre otras cosas porque matiza las características de
un contacto verdadero y como ejemplo dice en su libro: “Todo buen mensaje
es coherente y lógico”. Y efectivamente, esas civilizaciones
extraterrestres, miles, millones de años más evolucionadas que los terrestres
deben aplicar cierta “economía del tiempo”, es decir, sus
acciones serían concretas y efectivas tal como “dejar ver sus naves
paulatinamente pero sin romper el libre albedrio del planeta azul”, ya
que de otro modo, interviniendo directamente, una parte de la población los percibiría
como enemigos potenciales viniendo a conquistar la Tierra.
Pero… ¿De qué forma demuestra un contactado que ciertamente
ha estado en el interior de una nave extraterrestre?... Difícilmente, sin duda,
aunque cualquiera hoy en día puede contrastar esa información con los testimonios
de otras personas que han hablado con seres extraterrestres, tal es el caso de Enrique
Castillo Rincón, Pablo Hawnser, Howard Menger, Jesus Jofre Milá, Daniel Walter
Fry, Eugenio Siragusa, Eduard “Billy” Meier, Giorgio Dibitonto, F. Sinod, Enrique
Castillo Rincón, Guillermo Hernandez Berenguer y otros muchos. También
existen infinidad de evidencias por parte de pilotos, militares, astronautas,
operadores de radar, etc. que corroboran esta realidad. En Internet
pueden encontrarse canales de YouTube como mundodesconocido.com (https://www.youtube.com/user/mundodesconocido/videos)
así como un sinfín de fotografías de naves extraterrestres… pero entonces… ¿Por
qué la población en general mira para otro lado respecto a este tema; incluso
se mofa de quienes dan su testimonio sobre avistamientos de naves
extraterrestres?
La explicación deberíamos buscarla en la
psique humana, en el acto reflejo de apartar la mirada de aquello que nos da
miedo; la incertidumbre frente de lo desconocido e inconmensurable, simplemente
porque antes nunca nos lo habíamos planteado… ¿seres extraterrestres en
la Tierra? Muchos se ríen, porque el ego les tiende una trampa, viéndose a si
mismos los seres humanos en la cúspide de la pirámide, dotados de inteligencia
y muy por encima de todas las criaturas del reino animal… y entonces aparecen
en escena otros seres llegados de mundos lejanos y cuya inteligencia y
comprensión de la realidad se nos hace difícil de asumir… tal vez porque el ser
humano, orgulloso, queda relegado a un escalón inferior en su evolución, frente
a razas extraterrestres capaces de realizar viajes interestelares utilizando
dimensiones desconocidas para nosotros, deteniendo el tiempo y alcanzando muy
posiblemente aquello que entendemos por inmortalidad.
El ego está aniquilando a los seres humanos y
de ello no queda ninguna duda; sin mencionar a aquellos que administran las
naciones del mundo, cuyo concepto de la realidad se sustenta en el poder, en
como expandirlo o la forma de perpetuarse en él, sin importar los medios y enquistando
guerras y desesperación en amplias zonas
del planeta; destruyendo el medio natural; plantas y animales que lo habitan
indefensos frente a tanta barbarie.
En esta ocasión he traído el testimonio del
contactado Ricardo Gonzalez, que una vez dentro de un OVNI se
decía así mismo: “Vamos Richard, esto no puede ser verdad. No puedes
estar aquí...”, cuando previamente, un extraterrestre llamado Antarel,
le había invitado a introducirse en un círculo de energía, de luz, que lo llevó
dentro de la prodigiosa nave. Y una vez en el interior, se encontró con otros
extraterrestres tales como Anitac y Mardox, alguno
de los cuales ya habían mantenido contacto telepático con Ricardo…
He modificado el orden cronológico de su relato,
poniendo en primer lugar el momento en el cual Ricardo Gonzalez
entra en platillo volante y después, a modo de ampliación, el desarrollo mismo
de la preparación para el propio contacto.
Del libro Al interior de una nave
extraterrestre, de Ricardo Gonzalez.
A bordo
de un ovni
Mi corazón empezó a latir a mil. Pensé que me iba a
desmayar. Me encontraba al interior de un lugar desconocido. La energía que me “absorbió”
en Chilca me había llevado hasta allí.
Empecé a acostumbrarme a la luz que salía de
todos lados, observando que me hallaba en el centro de una sala circular, con
una puerta ovalada frente a mí, elevada unos centímetros por encima del nivel
del piso. El piso también era blanco, muy limpio y brillante. El techo no lo
recuerdo.
Había bajado mi vista, observando mis zapatillas
beige sobre un círculo luminoso, con una estructura similar al de un panal de
avispas, pulsando una débil luz celeste. Era una escena extraña ver mi calzado
sobre un lugar tan luminoso, futurista y ajeno a todo cuanto podía haberme
imaginado.
Entonces decidí moverme en dirección a la puerta,
que era muy grande, diseñada como para que la cruce un gigante de tres metros.
Pero no pude avanzar más. Estaba temblando. En ese momento me tocaba el cuerpo,
los brazos, mientras me decía: “Vamos Richard, esto no puede ser verdad.
No puedes estar aquí...”
Pero un hecho especial me sacó de mis cavilaciones:
una mano se apoyó en mi hombro derecho. Giré de inmediato, y vi que se
trataba de Anitac. Sus dedos, aun apoyados en mí, eran muy similares a los
nuestros, salvo por la ausencia de uñas y la uniformidad de una piel sin
manchas o marcas. Su rostro de paz me tranquilizó, mientras me hablaba,
mentalmente. Se dirigía a mí por mi nombre cósmico, que ella misma me
había revelado en 1994: “Realmente estás aquí Nordac, realmente estás aquí...”
Fue allí que apareció Antarel, muy
sonriente, y mirándome fijamente a los ojos, me dice: “Bienvenido a Orum
III. Acompáñanos, que iremos a la sala de navegación”.
Comprendí que Orum III era la
denominación técnica o “identificación” de la nave donde me encontraba. Le
pregunté entonces, ingenuamente, si tenía que desnudarme, un hecho frecuente en
otras experiencias de viajes al interior de una nave extraterrestre, con el
objeto de “limpiar” al contactado de las toxinas de la Tierra y
proveerle de un traje adecuado para la navegación. En ese momento recordaba el
caso de Castillo Rincón en Colombia (1973), y más
tarde el de Sixto Paz, en 1987 en Perú. Antarel,
observándome con gracia, sencillamente me respondió: “No es necesario en esta
oportunidad”. Luego hizo una seña para que lo siguiese por aquella inmensa
puerta oval. Más tarde me explicarían que ellos ya habían alineado mi cuerpo a
poderosas energías cósmicas desde el instante en que me hallaba en el desierto.
Tal vez la luz “sólida” que me golpeó antes de la aparición de Antarel
en Chilca, era parte de ese proceso, que pudo haberse completado cuando entré
en el círculo luminoso que me “llevó” a la nave.
La puerta oval daba a un pasillo. Ingresó primero Antarel.
Sin titubear le seguí, y detrás de mí se colocó Anitac. Por
donde pasábamos, se encendía más la luz blanca que parecía salir de todas
partes. Era increíble. Entonces no resistí la tentación de tocar las paredes
del pasillo. Así, rocé con mis dedos la pared, percibiéndola como si fuese de
un plástico compacto o fibra de vidrio. No sentí frío, ni calor. Sin embargo,
la luz que salía era importante. El pasillo tendría no más de 12 metros de
longitud, y era curvo, siempre girando hacia la izquierda.
De allí entramos a un salón más grande, también
circular. Pero sus paredes eran distintas; parecían metálicas. Daba la
impresión de ser una mezcla de plástico y aluminio. En realidad, no sé cómo
describir todo esto, que era tan nuevo y diferente a lo que conocía. El “techo”
de este nuevo salón sí lo recuerdo: me recordaba la cúpula de una iglesia, con
muchas luces y cristales de las más diversas apariencias y colores. También
noté que en el centro de este recinto circular había una estructura semejante a
un hongo, con una especie de casco de cristal, donde se mostraban unas varillas
como de vidrio, empotradas verticalmente. Me llamaron la atención unas de estas
varillas que se hallaban en un extremo del hongo. Entonces Antarel interviene
diciéndome: “Es silicio procesado, lo extraemos de la Tierra”.
En ese momento sentí que el silicio era muy
importante para los extraterrestres. Una información que se confirmó medio año
más tarde, cuando el 13 de agosto de 2001, en Chilbolton, Inglaterra,
aparece un extraordinario crop circle como “respuesta” de un
mensaje que enviamos al espacio en 1974 con el Proyecto Arecibo,
el antecesor del Proyecto SETI.
En esta polémica respuesta extraterrestre, aparece
en código -plasmado misteriosamente en un campo de cultivo--la información del silicio,
que sería parte de la composición química de esas criaturas, además de otros
elementos que los humanos también tenemos, como el oxígeno, el nitrógeno o el
fósforo. Pero, ¿por qué el silicio? ¿Lo poseen en su cuerpo naturalmente? ¿Es
un añadido posterior para modificar algo en su organismo? ¿Por ello Antarel
hizo hincapié en que “procesaban” el silicio?
En ese salón, que lucía como un centro de mando,
hallé a otros seres. Se encontraban sentados, dándome la espalda. Eran cuatro
humanoides, calvos y muy delgados. Parecían estar controlando la nave. Uno de
ellos, el más alto, tal vez 1.90 m., se incorporó del asiento blanco que estaba
frente a lo que estimo era un panel de controles, pero sin palancas, ni
botones, sino sólo luces y esferas como de cristal de roca hundidas hasta la
mitad de un tablero que sobresalía a manera de un pequeño “escritorio”.
Aquel ser me resultaba familiar. Sus ojos
marrones claros, hundidos en el rostro, ya los había visto... Su piel era de un
color cobre, con tintes plomizos. Sus brazos, un poco más largos que los
nuestros. Vestía, también, un traje pegado al cuerpo, de una sola pieza. Su
color era un celeste plateado, pero no de aspecto metálico, sino más bien “sintético”.
Lo reconocí: era Mardorx.
Al igual que Anitac, conocía a Mardorx
por experiencias no-físicas. Ésta era la primera ocasión en que veía al
científico extraterrestre de un lejano sistema planetario de Andrómeda
cara a cara.
Era tan especial verle sonreír, teniendo en cuenta
que prácticamente no tiene labios, sino una pequeña hendidura como boca. Sus
ojos eran pequeñitos, pero transmitían tanto amor y conocimiento que cualquier
hombre se vería conmovido. Son seres muy sabios, llenos de conocimiento, pero
emanan paz y compasión.
Me quedé un momento en silencio, escudriñando a Mardorx.
Me llamaba mucho la atención sus dedos, que eran largos y de yemas abundantes.
No pude evitar desear tocárselos. Era una curiosidad... Pero no sabía cómo
pedírselo. ¡No me animaba a pronunciar una sola palabra!
Entonces, como si hubiese escuchado mis
pensamientos ---de hecho, lo hizo-estiró su mano derecha para que lo tocase. Me
volví de inmediato para ver el rostro de Antarel, quien se
hallaba a mis espaldas, como buscando una aprobación del Guía. El
gigante extraterrestre asintió la cabeza, sin perder la sonrisa.
Como si fuese un niño, me di valor y acerqué mi
mano derecha, hasta tocar la palma y dedos de Mardorx. Aún me
parece tan increíble esta vivencia. Recuerdo con claridad su textura, como la
de un malvavisco, con un calorcito especial, una sensación de estar
intensamente vivo. Acerqué mi mano izquierda también, tomando la mano de aquel
maravilloso ser con firmeza. El corazón se me detenía en aquel instante. Quería
llorar de tanta alegría. ¡Estaba realmente allí!
Luego de ello, Mardorx me informa,
siempre mentalmente, que los acompañaré a Celea, una base orbital
que poseen detrás de la Luna, y que en ella me aguardaba Joaquel
para una entrevista. Asentí con la cabeza y Mardorx volvió a
ocupar su asiento.
Inmediatamente, Anitac se despidió y se alejó por
otra puerta oval, dejándome a solas con Antarel en la sala de navegación. Los
otros seres que eran parecidos a Mardorx se hallaban muy
concentrados en sus paneles de control. Apenas giraron el rostro como
saludándome, volviendo a sus tableros.
Era alucinante verles, pues no controlaban la
nave “mecánicamente”. Introducían sus largos dedos en unas esferas de colores
que emergían del tablero. “Sentí” que se conectaban psíquicamente con la nave,
que pasaba a ser un “ser vivo” con la consciencia prestada de los pilotos. En
otras palabras: los pilotos y la nave se hacía un solo ser que fluía en el
espacio en armonía.
Decidí aprovechar ese momento para hacer una serie de
consultas a mi amigo extraterrestre, quien se mostraba abierto y dispuesto en
orientarme.
-Antarel -le dije-¿Cuál es la explicación a una
serie de visiones que me asaltaron antes del contacto, y que veo se han
cumplido al detalle al precisar instantes de esta experiencia? ¿Fue mi
premonición de todo esto? ¿O fueron ustedes?
-Sabes que la mente les puede advertir mediante
visiones futuros acontecimientos de importancia -respondió con calma-, pero
las imágenes que observaste mostrando momentos de lo que sería nuestro
encuentro, las insertamos en tu mente.
-¿Con qué objeto?
-Para que cuando ocurriese el encuentro, tu
subconsciente reconociese las escenas. Así no sería tan difícil sobrellevar la
experiencia.
-Entiendo... Y dime, ¿por qué siempre me llaman por
mi nombre cósmico? ¿Por qué no me llaman de otra manera?
-Cuando nos dirigimos a ustedes -respondió
calmado- procuramos hablar a la esencia que son en realidad, a la vibración
espiritual que los empuja a realizar grandes cosas. Cuando les hablamos nos dirigimos
a vuestro real ser, por ello les llamamos por el nombre cósmico, para precisar
a quién destinamos nuestro mensaje.
-Es verdad... Sentía que era así... Y dime
-emocionado al estar allí con él, seguía preguntando-, ¿por qué te has
ausentado por momentos en las comunicaciones que recibía?
-Tenemos diversas labores y funciones -me
explicaba sin dejar de mirarme-, pero muchas veces con ello procuramos
evitar un lazo de dependencia... Rotamos las conexiones mentales con ustedes
para que no se identifiquen de manera especial con alguno de nosotros, sino con
el mensaje que les transmitimos.
Representación de Antarel |
El gigante extraterrestre tenía razón. Me había
identificado mucho con él. Era inevitable: sus mensajes me habían llenado de
tanta confianza, además de poder contar con él como un valioso consejero
cósmico, que estaba desarrollando sentimientos de dependencia. Pero sus
silencios fueron oportunos. Lo comprendí en ese momento.
Antarel es uno delos Guías
más activos en nuestra experiencia de contacto.
-Antarel, qué me puedes decir de Apu,
el planeta del cual provienes. ¿Se involucraron alguna vez en la Tierra?
--sentí preguntarle.
-Apu es un planeta subterráneo -me hablaba
en tono reflexivo-. Todo nuestro movimiento se concentra bajo la corteza
montañosa del planeta. Pero debes saber que nuestra raza no es originaria de
aquel lugar. Somos, en realidad, navegantes espaciales, viajeros...
Hace mucho tiempo -proseguía-colonias
nuestras se establecieron en Maldek (un planeta hoy desaparecido, entre
las órbitas de Marte y Júpiter). Y en épocas más recientes,
mantuvimos cierto contacto con antiguas culturas sudamericanas, a quienes les
enseñamos nuestros antiguos códigos de almacenamiento de información.
-¿Te refieres al quechua y el aymará? -pregunté de
manera atropellada, procurando confirmar un hecho que ya venía rastreando-
-Lo hicimos para acelerar la comprensión del Universo
que rodea a los seres humanos. Cuando descifren el significado profundo de
estos códigos de expresión, tendrán una herramienta importante para comprender
vuestro pasado.
Antarel estaba en lo cierto. De hecho
resulta curioso que el nombre de su planeta, Apu, es una palabra
quechua que se emplea para designar al espíritu protector de las Montañas.
Teniendo en cuenta que Apu es un planeta montañoso, es muy sugerente pensar en
un vínculo entre los antiguos idiomas indígenas de Sudamérica con
la civilización extraterrestre de Antarel. Quizá esas antiguas
lenguas, que no pocos investigadores relacionan al sánscrito, encierran un
secreto que aún no ha sido desvelado...
-Empiezo a entender muchas cosas -repuse-.
-Una vez que te encuentres en Celea,
sabrás más de nosotros -afirmó con cierto aire a misterio--Antarel, háblame
de Celea...
Bases
extraterrestres en la Luna
Celea opera desde hace más de 10.000 años
-me dijo el gigante extraterrestre- Fue construida para cumplir dos
funciones: equilibrar la órbita lunar, y observar desde cerca la Tierra.
Celea fue concebida para ser un punto de observación estratégico, y
proteger al planeta frente a posibles intervenciones de civilizaciones
extraterrestres negativas.
-¿Y la Luna? Tengo entendido que
poseen instalaciones allí.
-La Luna fue readaptada por nosotros. La Confederación
la halló prácticamente muerta, envejecida. Fue restituida, transformándola en
una verdadera base satélite. Nuestras instalaciones aún funcionan allí,
concentradas especialmente en amplias galerías subterráneas.
-¿Entonces es cierta aquella afirmación de que los soviéticos
llegaron primero a la Luna, antes que la misión Apolo XI
de los norteamericanos?
-Así fue.
-¿Cuándo ocurrió ello?
-En marzo de 1969
Inaudito... Aunque conocía esa versión del intento
soviético por hacerse de un lugar en la Luna durante su duelo
tecnológico con los Estados Unidos, escuchar hablar a Antarel
sobre esa misión rusa me rompía la historia de nuestros viajes espaciales en
pedazos.
-Que ello no les sorprenda -respondió
Antarel-ya en tiempos de la Segunda Guerra Mundial la Alemania
Nazi intentó alcanzar la Luna, estando muy cerca de lograrlo...
¿Alemanes en la Segunda Guerra Mundial
intentaron llegar a la Luna? Era demasiado... Sin embargo, no hay que olvidar
que el Cohete A4 de los alemanes fue el primer proyectil en
alcanzar el espacio. Fue lanzado en 1942, durante la guerra. De hecho, Wernher
von Braun, el famoso ingeniero aeroespacial alemán, colaboró con los
nazis para el desarrollo de cohetes. Más tarde, con el final de la guerra, von
Braun fue recibido en Estados Unidos, convirtiéndose en
un hombre clave para que la NASA tenga éxito con las misiones
Apolo: Neil Armstrong estuvo en la Luna
gracias a un cohete Saturno que fue diseñado por el científico
alemán...
-Esto es difícil de digerir -le dije al
extraterrestre. ¿Por qué esta obsesión con la Luna?
-Por lo que tenemos en ella: tecnología que se
podría emplear para fines bélicos...
-Antarel, se habla incluso de que los
propios norteamericanos nunca habrían estado en la Luna, y que
todo fue un montaje orquestado por la NASA. ¿Qué pasó realmente?
-Sí estuvieron, pero no dijeron la verdad al
mundo -aseveró--. Por ello se vieron obligados a fabricar imágenes de un
descenso del módulo en la Luna ya que las fotografías originales los
comprometían demasiado...
-Aquel encubrimiento de información -analizaba como
queriendo atajar una idea-, manipulación mundial, y tanto que hemos venido
conociendo... ¿Quién realmente está detrás de todo ello? Se habla de una suerte
de “gobierno oculto” que conspira a todos los niveles. Algunos
creen que se trata de una conspiración judía.
-No es así-aseguró el gigante nórdico-. La
verdadera conspiración es orquestada por fuerzas negativas atrapadas en la Tierra.
Esas fuerzas han sabido infiltrarse e influenciar en grandes líderes de vuestro
mundo, impulsando tenebrosas organizaciones para precipitar el caos y el
desorden. Más, como saben, vuestro trabajo está logrando inclinar la balanza
hacia la luz. Hay muchos secretos, pero ninguno de ellos ajeno a la fuerza
transformadora del amor.
Antarel se refería a la llamada conspiración
de los Illuminati, una presunta organización invisible que procura
hundir a la humanidad en la ignorancia. De acuerdo a los extraterrestres, su
existencia no es un mito, y no necesariamente se halla relacionada a algún país
específico o religión. Se trata, más bien, de una conjura de origen cósmico contra
la Tierra: un plan tenebroso que ha sabido mezclarse, cual poderoso virus, al
interior de los más importantes estamentos militares, el sistema bancario,
medios de comunicación, y por si ello fuera poco, en más de un sillón
presidencial, con miras a controlarlo todo. Parte de esta conspiración intenta
ocultar al hombre la existencia de avanzadas civilizaciones extraterrestres.
Por ello el sistemático ocultamiento y ridiculización de evidencias ovni. “Algo”
no quiere que sepamos la verdad.
-¿Los gobiernos saben de las bases que tienen en
nuestro Sistema Solar? -pregunté.
-Sí, pero no en las dimensiones que teorizan.
-¿Cuántas bases tienen en el espacio, en nuestro Sistema?
-Poseemos 17 bases orbitales, sin tener en
cuenta las bases de adaptación.
-¿Bases de adaptación? -repuse intrigado.
Fobos ha sido un verdadero dolor de
cabeza para los científicos. Su órbita es anómala, por debajo del límite
de Roche, y gira sobre Marte más rápido de lo que el
planeta gira sobre sí mismo. Además, su órbita está perturbada por motivos no
aclarados. Esto llevó a algunos científicos, como el astrofísico soviético I.S.
Sklovsky, a especular sobre un origen artificial de Fobos.
En una alocución radiofónica en 1959 comentó que “en función de recientes
observaciones, hemos de concluir que muy probablemente Fobos y Deimos son
satélites artificiales puestos en órbita por una raza desconocida que habitó
Marte hace dos o tres mil millones de años”. En marzo de 1989, una
sonda soviética fue enviada a Fobos para fotografiarla: la Fobos
II. Pero el artefacto espacial se perdió, no sin antes captar la imagen
de un ovni tubular de al menos 27 km. de largo... La cosmonauta soviética Marina
Popovich --con quien tuve oportunidad de compartir en más de un
Congreso sobre ovnis-ha mostrado esa imagen imposible.
Antarel aseguraba la existencia de
esas “bases de adaptación” en nuestro Sistema Solar:
satélites naturales que fueron acondicionados como bases extraterrestres
orbitales.
Me resultaba insólito estar a bordo de una nave
extraterrestre y hablar de estos temas con Antarel. Pero debo
decir que, al mismo tiempo, me había “acostumbrado” a la situación.
No sentía movimiento alguno en la nave. El
ambiente de la sala de mandos era como un teatro provisto de un sutil aire
acondicionado.
-Antarel, ¿es posible que vea cómo es
la nave por fuera?
Entonces Mardorx volteó, y me hizo
una seña con su mano derecha para que me acerque.
-Observa -me dijo-.
Sobre el tablero de luces que manipulaba se mostró
una pantalla, que parecía rectangular, hecha, al parecer, de “luz” y “gas”. La
claridad era impresionante. En ella vi un objeto con forma de disco, plateado,
y ligeramente aplastado en la parte posterior, como una pala de excavación.
Contrastaba con un vacío oscuro y decenas de líneas blancas, luminosas y
delgadas, que parecían ir en dirección opuesta a la trayectoria del aparato.
Era la nave en la que íbamos...
Sondas de observación extraterrestre o "foo fighters" acompañando a cazas durante la II Guerra Mundial |
-¿Cómo pueden ver la nave desde fuera? -Consulté.
-Nuestros vehículos no se mueven solos
-contestó Mardorx-, siempre son acompañados por nuestras
sondas de observación (Caneplas). En este mismo momento
nos acompañan tres. Estás viendo la imagen que transmite la sonda oeste. Sobre
nosotros tenemos otra observando...
Entonces introdujo su mano en una luz que asemejaba
una pompa de jabón azul, y la imagen en la “pantalla” cambió, mostrando ahora
la nave desde arriba. Luego hizo lo mismo y mostró la nave desde abajo...
-Ésta es la imagen que transmite la tercera
sonda. Viaja debajo de nosotros -Mardorx parecía divertirse
con la explicación y mi rostro de sorpresa.
-La gente no me va a creer esto... -dije--. Todo lo
que estoy viviendo es increíble...
-No te preocupes por ello -intervino Antarel-.
Tu estancia ahora con nosotros, y lo que te transmitirá Joaquel, llegará a
quienes ha sido dispuesto. Relájate, que ya estamos por culminar el
desplazamiento.
En la pantalla veía ahora parte de la Luna,
como si la estuviéramos sobrevolando a baja altura. Vi de cerca los grandes
cráteres lunares y en algunos de ellos luces, como si hubiese construcciones.
Estábamos en el denominado “lado oculto de la Luna”. Pero la
tripulación de la nave me aclaró que lo que estaba viendo no eran “ciudades”,
sino que, en realidad, se trataba de gigantescos cristales, erguidos como
columnas, hechos de un cristal similar al cuarzo, pero de propiedades
poderosas. Esos cristales emitían destellos que a la distancia sugerían
construcciones organizadas y en actividad. Habían sido colocados allí hacía
mucho tiempo...
Tras la Luna, vi un objeto flotar en
medio de la oscuridad. Era como su pequeño “satélite”. Despedía un suave brillo
plateado. Era como ver una pelota de golf, gigante, en el espacio. Nos
dirigíamos hacia allí...
-Aquello es Celea -me dijo Antarel-;
en unos instantes estaremos dentro.
No sentí movimiento alguno cuando la nave penetró
en la base orbital. Todo fue muy tranquilo. Sólo supe que la nave se había
estacionado cuando Antarel me lo indicó.
Luego, dejamos la sala de mandos de la nave y nos
movimos a través de la otra puerta oval. En ese instante me despedí de Mardorx.
Al igual que Anitac, no le volvería a ver en el resto de la
experiencia.
El pasillo conectó con otro más amplio, pero esta
vez recto, y en la medida que avanzábamos, éste se tornaba cada vez más grande,
hasta el punto de simular aquellos grandes corredores que se utilizan en los
aeropuertos.
-Ya estamos dentro de Celea -intervino Antarel.
-Pero... ¿En qué momento entramos? ¿En qué momento
salimos de la nave? -le dije, sorprendido. La comunicación entre la nave y esta
base orbital había sido perfecta.
Antarel sólo sonreía.
Todo era muy calmo. Apenas sentía una pequeña
vibración, un sonido muy tenue, como un zumbido, que parecía envolver todo el
lugar. Respiraba perfectamente. Era como estar en un edificio con un sutil “aire
acondicionado”, similar a la sala de mandos de la nave.
Me encontraba caminando con el gigante apuniano a
través de un corredor de grandes proporciones. Estimo unos 10 m. de ancho, y
posiblemente unos 15 m. de alto. Todo el corredor, piso y paredes, eran blancos
como los de la nave que nos condujo a la base orbital. En algunos sectores se
mostraban unas planchas plateadas, como placas en una pared; allí pude observar
figuras, como ideogramas. Sentía que no eran decorativos esos símbolos, sino
que cumplían algún tipo de función. El techo, tenía estructuras similares al
cristal de roca. Eran enormes y de muchos colores. Me sentía dentro de una
película de ciencia-ficción.
Luego, a ambos lados del corredor que
transitábamos, advertí unas grandes vitrinas o “ventanales”. Entonces observé
claramente un bello jardín, con flores bellísimas, de las más variadas formas y
colores. Tan vivos, tan reales, que de sólo ver esto, sentí que estaba
contemplando uno de los espectáculos más hermosos de mi vida. Nunca mis ojos
habían visto algo tan especial...
Pensaba entonces en los mundos, en las regiones más
bellas del Universo, de donde podrían haber traído esas flores y vegetación tan
exótica y diversa -me atrevería a decir hechizante--para elaborar esa especie
de invernadero.
-Todo lo que ves Nordac... -me interrumpió
suavemente el Guía, llamándome por mi nombre cósmico-lo hemos
tomado de la Tierra...
Mi corazón dio un vuelco... ¡Todo era de la Tierra!
Comprendí entonces, como nunca antes, toda la belleza que posee nuestro planeta
y de la cual no somos conscientes y respetuosos. Sé que no fue un accidente ver
el invernadero. Ellos querían producir una reacción en mí.
Luego del invernadero seguimos caminando. Y en
dirección opuesta a la nuestra advertí a tres seres humanoides, vestidos con
trajes grises pegados al cuerpo, acercándose. Eran calvos y delgados, de 1.60
m. de estatura aproximadamente. Solo pasaron al lado nuestro, asintiendo la
cabeza, como saludando. Siguieron su camino como si nada. No les llamó la
atención en lo más mínimo mi presencia allí.
Antarel fue un anfitrión insuperable.
Me hizo sentir muy cómodo. Y de hecho, me hizo olvidar que era un
extraterrestre de 2.70 m de estatura. Leía constantemente mis pensamientos e
inquietudes. Confieso que me tuve que habituar a ello. Era como estar desnudo.
Ellos ven y saben todo. Daba igual hablarles en voz alta, o pensarlo.
Inmediatamente respondían telepáticamente. Más, poco a poco, entré en “ritmo”,
y fluí ágilmente en los diálogos, que por alguna extraña razón no los olvidaba:
mi cerebro los había retenido con una exactitud sobrenatural...
Tuve sensaciones muy fuertes en esta experiencia.
Debo decir que llegué a sentirme parte de ellos... No los veía ajenos a mí. De
hecho, y no sé aún porqué, conocía las instalaciones de esta base... “Sabía”
dónde estaban ubicados los pasillos, las puertas que debíamos cruzar, todo.
Hasta el punto de percibir qué ocurría en otros sectores de la estación
orbital. Al principio me sorprendí en extremo, hasta que llegué a
acostumbrarme.
De esta forma supe que Antarel me
llevaba por un sector de Celea donde no existe mayor “movimiento”
extraterrestre, por decirlo de algún modo. Interpreté que había sectores de la
estación que no podían ser visitados sin una previa preparación.
-Debo mostrarte algo -intervino el Guía
mirándome a los ojos. -Sígueme.
Giramos a la izquierda luego de avanzar un largo
trecho. Antarel caminaba como en “cámara lenta”, quizá para
recortar sus pasos debido a la importante diferencia de estatura con un humano
normal.
Así, me llevó a un sector de la estación que
albergaba varios cilindros y cajas octagonales de un color naranja, apiladas a
un lado del área que visitábamos. Había otros objetos allí, pero no los
recuerdo bien. A nuestra derecha, se ubicaba una gran puerta trapezoidal, que
inmediatamente me recordó los ventanales de piedra en Machu Picchu
y otros yacimientos arqueológicos que se atribuyen a los incas.
Estimo que la puerta medía unos 4 m. de alto por
unos 3 m. de ancho. Su color era rojo, y tenía un símbolo semejante a una “W”,
de color negro y hundido en la estructura que parecía metálica. Antarel se
dirigió a ella sin mayor detenimiento.
Yo seguía a mi gigante compañero cuando entonces la
puerta se “desarmó” ante nosotros, obligándome en acto reflejo a retroceder. En
verdad, la puerta se había abierto con la sola aproximación del Guía
-como si ésta estuviese “viva” y lo hubiese reconocido- Aquella estructura se
dividió, por decirlo de alguna forma, en unas cinco secciones que se ocultaron
en los extremos. Su mecanismo automático me había asustado. Antarel
sonreía.
Luego que me repuse de esta situación sorpresiva,
seguí al gigante extraterrestre a través de una especie de rampa con unos “pasamanos”
-les llamó así, pero dudo de que cumplan esa función-, que nos conducía a un
segundo nivel. Allí nos encontramos ante una gran vitrina o cristal.
-Observa -me dijo señalando con su dedo
índice izquierdo el ventanal.
Y he aquí que vi algo realmente increíble...
-¡Son humanos! -exclamé-o ¿Qué hacen aquí?
En una gran sala, decenas de personas de todas las
razas y edades, vestidas con una suerte de buzos blancos, se hallaban reunidas.
Caminaban despacio, en paz, como en estado de meditación. En sus rostros se
veía una felicidad profunda. De pronto se cruzaban, y se tocaban suavemente las
manos, un roce, muy sutil. Todos hacían lo mismo...
-Fueron rescatados de tu planeta, de guerras,
accidentes, desastres naturales y otros eventos bajo su consentimiento, con el
objetivo de ser preparados para su futura reinserción en la sociedad. Volverán
con una nueva perspectiva -explicaba el Guía-.
-¿Qué hacen? ¿Por qué caminan y se tocan así?
-Están sintiéndose, reconociéndose...-comentó
Antarel-. Es lo primero que les enseñamos cuando están con
nosotros antes de entregarles cualquier tipo de información.
Antarel hizo una pausa y añadió:
-El ser humano olvida con facilidad su capacidad
de conectarse con su propia especie, de sentir aquella conexión que los agrupa,
y aún más el enlace consigo mismo. Los adiestramos en recuperar aquella
sensibilidad, que pierden fácilmente en el modo de vida que han construido en
la Tierra.
El gigante extraterrestre miraba con mucha atención
a través del “ventanal”.
-Entonces no todos eran llevados a Ganimedes -le
dije.
-Muchos no han tenido que abandonar la Tierra
-contestó-. Se encuentran también en nuestras bases submarinas y
subterráneas.
-¿Cómo y cuándo volverán? ¿Volverán todos? -Repuse
intrigado-.
-Ya están volviendo. Y como también sabes, en
silencio, con el objeto de precipitar un cambio desde dentro que no despierte
sospechas, y ayudar al mundo en su proceso de transformación. Otros volverán en
nuevos nacimientos... Pronto sabrás más de ello...
El Guía extraterrestre giró y me
pidió que lo acompañase. Caminamos un largo tramo, hasta detenernos en un arco
que marcaba la entrada a un gran salón.
-Te espero aquí -me dijo- Allí dentro te
espera Joaquel. Abre tu corazón para comprender, y presta atención a
todo lo que se te va a revelar...
Había llegado el momento... Me entrevistaría con Joaquel.
¿Qué mensaje me podría entregar, luego de todo lo que escuché y aprendí de Antarel?
Con todo lo vivido ya había sido suficiente. Eran muchas emociones. Muchas cosas
por procesar.
Dejé a mi gigante amigo, y crucé hacia un salón muy
grande, de estructura semicircular. Parecía un pequeño coliseo en forma de
herradura.
El ambiente se hallaba parcialmente iluminado. Era
una luz verdosa. El techo, una suerte de bóveda con luces hexagonales de
colores. El piso parecía “alfombrado”, suave, de un color similar entre el rojo
y el terracota. Tengo la impresión de que los colores que observaba eran en
cierta medida diferentes a los que recuerdo haber visto en la Tierra.
Los percibía más “vivos”.
Quedé de pie casi en el centro de este salón. Sentí
moverme hacia allí. Sentía que estaba ante una suerte de audiencia. Y allí, en
una especie de estrado -muy similar a una pirámide de cima trunca-, emplazado
en la zona central de la pared circular, se hallaba Joaquel, y a
su lado derecho, Xendor, otro Guía que al igual que
Anitac y Mardorx, reconocí de inmediato.
Joaquel estaba vestido con una suerte
de túnica dorada y un casco medianamente alargado sobre la cabeza. Me recordó
la apariencia de Alcir en los contactos físicos en Paititi.
Joaquel es un ser de rasgos orientales, tipo mongol, de
cierta ancianidad pero sin llevar barba. No es de contextura robusta. Es
delgado y de baja estatura. Ojos pequeños, pero dulces y penetrantes. Me
observaba fijamente, como si hubiese estado esperando de hace mucho este
encuentro.
Xendor es un hombre de cuerpo atlético y
alto. Estimo algo más de 1.80 m. Moreno, y de ojos claros, aunque no puedo
precisar el color. No mostraba cabello, y todo él se hallaba vestido con un
traje pegado al cuerpo de un color celeste. Al igual que Joaquel, se
mostraba sonriente y complacido de hallarme allí.
-Amor y Luz -inició el diálogo Joaquel.
-Amor y Luz... -respondí con cierta timidez.
-Que no te llame la atención estar aquí. Tu
testimonio será importante, generará una activación del recuerdo dormido en
aquellos comprometidos con el programa de contacto. Ya lo iniciaron con vuestro
trabajo en Paititi.
-¿Por qué Paititi es tan importante
para ustedes? -consulté-¿Cuál es la trascendencia de todo lo que hicimos en
agosto del 2000 (expediciones simultáneas a Paititi, la Sierra
del Roncador en Brasil y la Cueva de los Tayos
en Ecuador)?
-Bien lo sabes... -habló despacio, mientras Xendor
parecía disfrutar del momento--. Paititi es el Retiro Interior
más importante de Sudamérica, pues está activo y custodiando una de las
herramientas más trascendentales de ascenso interdimensional para el planeta.
-El Disco Solar... -intervine.
-Es el Disco Cósmico que fuese elaborado
premeditadamente para este tiempo, cuando la Confederación decidió
establecer la Hermandad de la Estrella en la Tierra. Por ello
irán en su momento al desierto de Gobi, para hallar el último
eslabón que los une con el Plan Cósmico y las Fuerzas de la Luz.
No obstante -se expresaba con calma-, el
disco que protege la Hermandad Blanca del Paititi no es el
único. Existen otros 12 discos repartidos en el planeta,
custodiados por los guardianes en sus Retiros Interiores. Todos
ellos están interconectados. Cuando el Disco Solar de Paititi
sea activado, logrará una reacción en cadena con los otros discos, formando
una red de energía que permitirá al planeta Tierra dar un
verdadero salto cósmico y reconectarse con el Real Tiempo del Universo.
-¿Cuándo ocurrirá ello? -pregunté.
-Cuando estén listos. Y aquel momento deberá
coincidir con un evento cósmico: la sincronía entre el Sol de este Sistema
y el Sol Central de la Galaxia.
Joaquel hacía referencia a un viejo
conocimiento maya. Aquella antigua civilización creía que una de sus deidades
estaba relacionada con el centro de la galaxia. Desde ese núcleo fluiría la luz
que iluminaría al mundo luego de que uno de sus más comentados y polémicos
calendarios, la “Cuenta Larga” (de 5.125 años) se cumpliera el 21
de diciembre del 2012. Esta información ha llevado a un sinnúmero de
interpretaciones, desde un inexistente “fin del mundo”, a un tránsito cósmico
hacia una cuarta o quinta dimensión. En realidad, esa “profecía” cierra
una etapa y marca el inicio de otra en medio de un acontecimiento cósmico: una
fuerza extraordinaria, proveniente del centro galáctico, mutará al Sol y a la
Tierra, afectando gradualmente el campo energético del mundo e, inclusive, el
de los seres humanos.
Ese momento simboliza el retorno a un Real
Tiempo del Universo, que coincide con los vaticinios mayas. 2012
marca el momento de reingreso a esa otra consciencia y realidad, pero un
tránsito que sería gradual y no violento.
La existencia de esos discos solares en el planeta,
que reveló Joaquel en Celea, sería poco tiempo más
tarde confirmada a través de nuevos mensajes, experiencias programadas y viajes
de contacto guiados por los extraterrestres. Esas herramientas de poder se
concentran en las Américas, ya que constituyen la columna de
energía activa de la Tierra, como otrora había sido oriente. Enclaves
de poder como Mount Shasta, la laguna de Guatavita, Paititi, el lago
Titicaca, la Sierra del Roncador o la propia península Antártica son
algunos de esos puntos donde yacen lo discos solares que protege la Hermandad
Blanca (todo ello lo he descrito en mi libro Intraterrestres,
Ediciones Luciérnaga, Barcelona).
Hoy, todo cuanto adelantó Joaquel
sobre los discos de poder y la sincronización con las energías del centro
galáctico, es un hecho confirmado del que han participado grupos espirituales
de todo el mundo.
En la experiencia, recordé el último viaje a Paititi
que realicé en agosto del año 2000. En él habíamos tenido
extraordinarias experiencias, y pruebas muy profundas. Todavía no había
asimilado la dimensión de todo cuanto logramos en las selvas del Manú.
Luego del contacto que nuestra expedición tuvo con una entidad de luz, que se
presenta como guardiana de esa región sagrada donde estaría El Dorado,
habíamos recibido unas esferas de energía que, presuntamente, la
Hoy, todo cuanto adelantó Joaquel sobre
los discos de poder y la sincronización con las energías del centro galáctico,
es un hecho confirmado del que han participado grupos espirituales de todo el
mundo.
En la experiencia, recordé el último viaje a Paititi
que realicé en agosto del año 2000. En él habíamos tenido extraordinarias
experiencias, y pruebas muy profundas. Todavía no había asimilado la dimensión
de todo cuanto logramos en las selvas del Manú. Luego del
contacto que nuestra expedición tuvo con una entidad de luz, que se presenta
como guardiana de esa región sagrada donde estaría El Dorado,
habíamos recibido unas esferas de energía que, presuntamente, la
-¿Adónde conduce aquella “puerta” que cruzamos?
-Consulté, vibrando como si fuese una campana, como intuyendo algo gigante-.
-A una revelación que los conecta con Jesús...
……………………………………………………………………
La preparación
para el contacto
Mi vida se había transformado en una verdadera
cruzada por concientizar a las personas de que no estamos solos en el Universo.
Como dije antes, no para convencerlas, sino para invitar a la duda, el
análisis, la reflexión. Estoy convencido que el eslabón extraterrestre en
nuestra historia da forma a todo, incluso a nuestra propia vida en la Tierra
y su relación con el Universo.
Empero, mi relación con los extraterrestres, tan
mágica y especial como puede percibirse desde afuera, no era tan fácil: el
choque brutal de dos realidades tan distintas -el estar con ellos, y nuestra
vida en la Tierra- me exigía hallarme anclado y sereno. Ellos
eran conscientes. Por ello los contactos directos eran esporádicos. Sabían que
verles y compartir con ellos era muy fuerte para nosotros, por más que
estuviéramos participando de estas experiencias.
A lo largo de los años tuve la oportunidad de
verles, varias veces, físicamente; pero nunca había compartido con ellos
tiempos prolongados, sino breves entrevistas. Tampoco había tenido la ocasión
de acceder al interior de sus naves. La invitación, formulada por Antarel
en el contacto de Chilca en 1997, seguía en pie. ¿Cómo
estar realmente preparado para un evento semejante?
Fueron muchas las veces en que acudí solo al
desierto. Pasaba horas, en algunas ocasiones días, en la soledad y magia de su
paisaje que tanto cautiva e invita a la meditación. Era una forma de
adiestrarme. Vencer el miedo a lo desconocido. ¿Miedo a la noche? ¿Al desierto?
¿O a que me asalte alguien en medio de la nada? Descubrí que los seres humanos
tenemos muy pocas ocasiones de hallarnos, completamente a solas, con nosotros
mismos. No me refiero a pequeños espacios de tiempo en el propio hogar, o en un
paseo por un bosque, sino a largas jornadas en medio de un escenario donde no
hay otros seres humanos o posibilidad de comunicación. Parece una locura. Pero
este tipo de prácticas -que, guardando las distancias, me recuerdan viejas
costumbres esenias en el Mar Muerto-, me ayudaron a ver desde
otra perspectiva. No obstante, esas largas meditaciones no funcionan por sí
solas.
Sabía que tenía que dejar de ver como
“extraterrestres” a los Guías. Olvidar por un momento su avanzada
tecnología, o de qué mundo o plano dimensional provienen. Tratar de disolver,
en suma, estructuras mentales que pudiesen afectarme cuando el contacto
anunciado, se diera. Ello lo aprendería en medio de las experiencias...
Para que el contacto con ellos ocurra, tienen que
sintonizarse dos decisiones: la de estos seres --que estiman positivo y viable
un acercamiento con nosotros, siempre con objetivos concretos dentro de una
“agenda”-, y nuestra determinación personal de asumir ese encuentro con
responsabilidad y compromiso. No compromiso con los extraterrestres, desde
luego, sino con el mensaje que se desprende de este encuentro de dos mundos.
Por qué
el contacto
Todos sabemos que la comunicación une y agrupa a
las civilizaciones. En este caso, ante la posibilidad de entrar en contacto con
formas de vida superior, el conocimiento y enseñanza que se desprendería del
intercambio sería invalorable. Es como hallarnos ante un gran portal de
oportunidades que podría redimensionar nuestra comprensión del Universo
y, como dije, de nosotros mismos.
Es natural: todo esto se desprende de la
interacción con otras formas de vida inteligente que han alcanzado un alto
nivel evolutivo. Pero no porque sean “mejores” que nosotros, sino porque son
razas más antiguas que han enfrentado todo tipo de situaciones para llegar
donde se encuentran hoy. Como dije, su visita a nuestro planeta sigue un
propósito.
Ese “plan de contacto”, según lo que hemos
vivido y estudiado, apunta a la elevación de la consciencia humana ante su
inexorable destino cósmico: prepararnos para ese momento. En definitiva,
generar un puente que nos lleve de regreso al corazón del Universo.
El contacto, entonces, sería solo un medio, y no un fin, para alcanzar el
siguiente nivel de evolución. ¿Estamos listos? Pienso que estamos en el
camino. Pero hay que observar detenidamente la experiencia que significa
relacionarse con formas de vida superiores.
Debo subrayar que el contacto con ellos requiere
una gran responsabilidad. Si bien es cierto los extraterrestres conocen muy
bien cuándo, con quiénes y por qué, es nuestro el deber de hallarnos preparados
para sobrellevar una experiencia semejante.
Sobre los contactos, casi siempre, ellos
elijen acercarse de forma sutil en una primera instancia para luego intentar
una aproximación más directa. Suelen optar por conexiones mentales o,
incluso, a través del mundo de los sueños, antes de concertar una “prueba
física”, como lo puede ser un avistamiento señalado previamente, con
lugar, día y hora exacta, o el mismísimo encuentro cara a cara con ellos. Más
debo añadir que no en todos los casos la relación con estos seres sigue este
orden. Lo cierto es que la conexión mental o telepática es la piedra cimiento
del “modus operandi” de los Guías o Hermanos Mayores,
como les llamamos en nuestra experiencia de contacto. ¿Cómo opera todo ello?
¿Qué características debería tener un receptor de esos mensajes? ¿Cómo
discernir los posibles mensajes recibidos?
Las
comunicaciones telepáticas y psicográficas
Los mensajes mentales son formas de
pensamiento que fluyen y recorren ilimitadas distancias hasta llegar a un
receptor, que los decodifica e interpreta, y algunas ocasiones, los plasma por
escrito (Psicografia o escritura automática). Se podría decir que estos
seres (y vale para otro tipo de entidades, como seres de luz) que toman
contacto con nosotros, asumen el papel de emisor -lo cual no es improbable
dados los altos niveles psíquicos que han desarrollado-y el contactado en la
Tierra toma la función de receptor o antena, estando totalmente consciente
antes, durante y después de la recepción. Este último punto es muy importante
de aclarar para no confundir las prácticas de recepción telepáticas con
espiritismo o mediumnismo. El contacto extraterrestre no tiene nada que ver con
ese tipo de prácticas que los propios seres que nos contactan califican de
“peligrosas e innecesarias”.
En contraparte, la telepatía es una capacidad
inherente y natural al ser humano. Ejemplos lo vemos a diario: como cuando
“adivinamos” lo que alguien nos va a decir antes de que pronuncie palabra
alguna, o cuando pensamos “algo” y de pronto una persona nos “escucha”, como si
hubiésemos expresado nuestra idea en voz alta. ¿A quién no le ha ocurrido? El
tema pasa por desarrollarlo. Y no es difícil abrir la mente cuando uno adquiere
una técnica de adiestramiento basada en la respiración consciente y la
concentración. La meditación, que se basa en todo ello, ha sido el pilar de
nuestra preparación psíquica para el contacto con ellos.
Y la telepatía no es un tema poco serio. Recordemos
que hay numerosas investigaciones científicas al respecto. Quizá el caso más
célebre sea el del astronauta Edgar Mitchel, que a bordo del Apolo
XIV, en el momento de su paso detrás de la Luna, inició
un experimento de telepatía con un receptor que se hallaba en la Tierra,
específicamente en la ciudad de Chicago, en los Estados
Unidos -el receptor era el psíquico e ingeniero sueco Olof
Johnson-. Según la comunicación de la Universidad de
Massachusetts, los aciertos de Mitchel fueron notables
(cerca de un 80%) a pesar de estar separado de nuestro planeta por más de
400.000 Km... La experiencia que vivió Mitchel en este viaje
espacial cambió su vida como científico y militar norteamericano, dedicando
sendos esfuerzos a comprender la mente humana, tarea que lleva en la actualidad
en su Instituto de Ciencias Noéticas en San Francisco,
California. Mitchell también piensa que todos los seres humanos podemos
desarrollar esa comunicación “mente a mente”. Y sin duda, los seres que nos contactan
ya lo lograron.
De acuerdo a lo que hemos aprendido, todo aspirante
que intente lograr y mantener un contacto mental extraterrestre, debe procurar
ser una persona sana, física, mental y espiritualmente. Con un gran sentido de
autocrítica que le permita no perder de vista los posibles mensajes recibidos.
El astronauta Edgar Mitchel, |
Una persona ansiosa, con desequilibrios emocionales
o mentales, debería mantenerse alejada de este tipo de experiencias.
Y sobre las características que debería
poseer toda auténtica comunicación, de acuerdo a nuestra experiencia de
contacto, las diez principales son las siguientes:
1. Todo buen mensaje es coherente y lógico.
2. Contiene una sabiduría sencilla y profunda.
3. Es positivo y de alternativa, y no
cae en el juego del catastrofismo.
4. Siempre aporta algo nuevo, no es
sólo la repetición de mensajes anteriores. Además, los mensajes no se
contradicen, sino que se amplían y profundizan.
5. Los mensajes auténticos son “atemporales”:
no importa cuándo se recibieron, pues al leerlos uno siente que cumplen su
función en el aquí y el ahora. Su sabiduría rompe el espacio-tiempo.
6. Son de proyección futura, trayendo
un aporte que la intuición percibe y la mente muchas veces no logra comprender.
7. Un verdadero mensaje debe ser
universalista y no personal, ni exclusivo.
8. Propone un trabajo y un cambio para bien.
9. No confunde, ni entra en contradicciones,
y mantiene una línea de respeto para todo y para con todos. Se recibe en un
ambiente de armonía y tranquilidad.
10. Y lo más importante: los mensajes son
corroborables. Ya sea por sus afirmaciones cumplidas en el tiempo, o
por experiencias físicas programadas ante testigos.
Dr. Hynek |
Tipos
de Encuentros Cercanos
El fenómeno de los no-identificados ha atraído la
atención de importantes científicos de todo el mundo. Uno de ellos fue el Dr.
Hynek, a quien cité páginas atrás. El célebre astrónomo norteamericano,
luego de participar en varios proyectos de la USAF, entre ellos,
el célebre Blue Book, elaboró una clasificación de los encuentros
cercanos de acuerdo a la mecánica de la experiencia. Su tipología, conocida por
todo investigador de los ovnis, se hizo conocida para el público común gracias
al film que también mencioné, “Encuentros Cercanos del Tercer Tipo”.
Aquí ampliaré un poco más la información:
Primer Tipo: Observación del ovni.
Muchas veces los objetos avistados tienen una explicación racional. Por ello,
en una primera instancia, se les llama “no identificados”. Sin embargo, un
porcentaje importante de observaciones no corresponden a satélites, reflejos,
globos sonda, o Júpiter en el cielo nocturno.
Segundo Tipo: Evidencia física del
ovni, como “tomar tierra” o huellas de aterrizaje. Los famosos y
controvertidos Crop Circles de Inglaterra entran en
esta categoría. También se alude a la interacción del testigo y el
avistamiento, como por ejemplo: si “sentimos” el impulso de salir a la montaña
y es allí cuando observamos el ovni.
Tercer Tipo: Encuentro físico con los
tripulantes del ovni.
Actualmente, en el campo del estudio del fenómeno
de los no-identificados, se considera un Cuarto Tipo de encuentro, que
involucra el ingreso del testigo al interior del objeto.
Y sobre la naturaleza de las experiencias,
básicamente, podría resumir esos contactos en tres tipologías:
Interdimensionales: Seres de luz.
Entidades de otros planos y dimensiones. Tal vez lo que ocurrió en la
experiencia de la Zona X en Cusco.
Extraterrestres: Relacionados con
seres físicos que provienen de otros mundos, una de las explicaciones más
usuales para la presencia de los ovnis.
Intraterrestres: Seres que habitan
bajo la corteza terrestre, muchas veces vigilantes de lugares sagrados. Podría
tratarse de sobrevivientes de antiguas civilizaciones que habitaron el planeta
en la superficie, hoy ocultos en sus bases subterráneas (como narran las viejas
leyendas de Shambhala), custodiando el conocimiento secreto que
habla del origen y destino de la humanidad.
Desde que se dio la experiencia de contacto con mi
persona he procurado no quedarme sólo en mi testimonio. Me volví un
“investigador” de mi propio caso y de otros tantos que se han dado alrededor
del mundo. Mi intención era comprender, desde todos los frentes, estas
extraordinarias experiencias, y poder compartirlas de la mejor manera a un
público ávido de respuestas. En realidad, como suelo decir, lo que procuro es
sembrar preguntas. Y que cada uno pueda sacar sus propias conclusiones.
Todo este tiempo he combinado la investigación
“racional” de los encuentros cercanos con la práctica de la meditación. La
comprensión -por más elemental que fuese--sumada a la claridad y paz interior
que brinda el diálogo con uno mismo, fueron las principales herramientas para
prepararme ante lo impensable: acceder al interior de una nave extraterrestre.
Cuando hablo de esa preparación, que
involucra técnicas de meditación para controlar las emociones, o el estudio del
contacto para despojarse de paradigmas o ideas preconcebidas, no estoy diciendo
que todo ello es garantía absoluta para afrontar, suelto de huesos, un evento
in extremis desconocido para nuestra mente humana. Sencillamente, todo
este proceso de adiestramiento permite llegar de la mejor forma posible ante
esas experiencias.
Los extraterrestres, aunque recomiendan la
preparación para el contacto con ellos, aseguran que interiormente ya estamos
listos y adiestrados para reencontrarnos con ellos. La verdadera preparación es
tan sólo recordar...
Una
nueva invitación
El 30 de diciembre de 1999 me volví a encontrar con
Antarel. El contacto no había sido programado. El Guía
extraterrestre apareció en el desierto de Chilca, en
donde nos habíamos reunido alrededor de 70 personas de varios países. Ocurrió
cuando exploraba los cerros próximos a nuestro campamento-pues vimos detrás de
ellos la emisión de intensos resplandores---. En ese momento estaba acompañado
del investigador chileno Camilo Valdivieso (hoy arqueólogo y
autor del libro “La Revelación Atlante”). Juntos vimos al gigante
nórdico emergiendo de una concentración de energía que podría haber sido un Xendra
o puerta dimensional. Pero no era una proyección holográfica del
extraterrestre: Antarel lucía sólido, con un enterizo metálico, suelto,
que en esta ocasión no estaba ceñido a su cuerpo de casi 3 metros de estatura.
Llevaba un ancho cinturón oscuro, botas altas, y las manos y el rostro
descubiertos, dejando entrever su cabello cano, largo, que le caía por detrás
de los hombros.
En esa experiencia Antarel no habló
del contacto pendiente. Se concentró en tres viajes que como grupo de contacto
deberíamos hacer, simultáneamente, a tres enclaves de poder en Sudamérica: la
Cueva de los Tayos, Paititi y la Sierra del Roncador.
De acuerdo a los extraterrestres esos tres lugares forman un triángulo de poder
que conecta con los archivos de la denominada Hermandad Blanca: los
guardianes del mundo subterráneo. Camilo y yo
participaríamos en una de esas expediciones -a las selvas del Paititi-que
se desarrollaron, con éxito, en agosto del año 2000. Con el tiempo, comprendí
que al haber cumplido con la “triangulación” que sugerían los extraterrestres,
una puerta se había abierto para nuevas experiencias y compromisos pendientes.
Camilo tuvo el valor de compartir su
testimonio de este contacto físico con medios de comunicación, entre ellos, con
el canal Infinito de Argentina (en el recordado
programa del periodista Horacio Embón: “Zona Infinito”).
Yo hice lo propio en otros medios, y me concentré en la preparación de la
expedición al Paititi --que narro en mi libro “El Legado
Cósmico” y en el informe “El Mensaje de El Dorado”-.
Luego de esas expediciones, llegaron los mensajes:
el 31 de diciembre debía acudir a Chilca para concretar la
invitación de acompañarlos al interior de sus naves.
Un
intento fallido
Aprovechando de que el 25 de diciembre, Navidad,
iría al pueblo de Chilca para llevar unos juguetes que
recolectamos en Lima para los niños más necesitados, decidí
marchar al desierto desde ese día para prepararme para la experiencia
programada. Quería estar en su silencioso paisaje unos días previos al
contacto.
Así, en Chilca, contraté una
camioneta que me llevase hasta la Base Militar, que en aquella
época operaba cerca de la quebrada que los Guías extraterrestres
habían demarcado como zona de contacto: unos 22 Km. en dirección a las
montañas. Luego me internaría a pie, en una caminata de casi dos horas a buen
paso.
Nunca había estado tantos días solo en el desierto.
Y tal como lo preveía, la experiencia interior fue extraordinaria: en aquel
silencio cósmico, en noches abiertas y despejadas, que en diversas
oportunidades me permitió contemplar el desplazamiento de las naves a gran
altura -como anticipando lo que vendría-, describiendo zig-zags y cruzándose
otras veces, sentí no sólo la presencia de los visitantes de las estrellas,
sino del mismísimo Universo. Es una sensación inexplicable de
paz.
Aquel cielo nocturno era muy especial. Creó el
ambiente idóneo para interiorizarme en la invitación que me hiciesen llegar los
extraterrestres para el día 31. Y no estaría solo. El día previo al contacto ya
me encontraba acompañado de mis buenos amigos de los grupos de contacto de Lima,
quienes estaban al tanto de la invitación y deseaban apoyar la experiencia: Hans
Baumann, Lida Martell, Magaly Fernández y John Abanto.
Así, la noche del día 31, la “fecha del contacto”
que había sido auspiciada por claros avistamientos programados, se produjo el
principal acercamiento de los Guías: en un cielo que se había
cubierto de niebla, emergió de pronto un gran objeto alargado, con forma de
puro, emitiendo poderosos fogonazos de luz plateada. La niebla se disipó en
torno a él y vimos al aparato, sorprendidos, en todos sus detalles. Incluso
Hans llegó a observar un disco metálico moverse cerca de la presunta nave
nodriza. Era impresionante.
Mi reloj marcaba la medianoche. La hora que los
extraterrestres habían indicado en los mensajes para el contacto físico. Un
contacto que, de acuerdo a las comunicaciones, me permitiría subir físicamente
al interior de una de sus naves...
Mientras todos intercambiábamos opiniones en medio
de la algarabía que se armó ante semejante avistamiento -tan claro y fuera de
toda duda-, yo no me animaba a alejarme del grupo en dirección al cerro “Los
Anillos de Saturno” -llamado así por su apariencia-en donde, según los
mensajes, abordaría la nave.
Poderosos resplandores descendían desde el objeto
tubular que teníamos estacionado sobre nosotros. Algunos de esos fogonazos
caían suavemente, y se podía sostener su luz con las manos, como si en cierta
medida esa energía fuese “sólida”. Había una mezcla de nerviosismo y emoción en
ese momento. Creo que el único que estaba sereno y controlado era mi amigo
Hans.
De pronto algo había sucedido conmigo. Mi actitud
frente al posible contacto -una experiencia que me parecía tan maravillosa de
vivir-me invitó a reflexionar. Me sentí muy pequeño para afrontar semejante
vivencia. Sentí lo mismo de 1997: que no la merecía y que no estaba preparado.
A pesar de la confianza y sabiduría de estos seres, era consciente de que mi
preparación personal no había sido completada. Tal vez por ello decidí estar en
Chilca días previos a la invitación, para meditar y analizar cómo
me encontraba. En otras palabras: si realmente estaba listo. ¿En qué había
fallado?
Hans, decidido, se me acercaba
ofreciéndome su linterna mientras me decía: “Vete Richard, te están
esperando, nosotros te apoyamos...”
Pero yo no escuchaba. Sólo me repetía, una y otra
vez, en qué había fallado...
Allí comprendí que no sólo debía orientar mi
preparación en mantener un estado sensible y sutil, premeditadamente logrado a
través del ayuno y las valiosas prácticas que desarrollamos en los grupos de
contacto. Todo ello, como expliqué páginas atrás, es importante. No obstante,
en medio de esa dinámica había olvidado liberar mis esquemas mentales sobre el
encuentro cercano anunciado. Un error importante, teniendo en cuenta que en
diferentes ocasiones había enfrentado experiencias de contacto físico, donde
aprendí que el fluir con ellos, y verlos como viejos amigos -porque realmente
lo son-, y no como “extraterrestres”, me permitiría estrechar lazos con mayor
consciencia y naturalidad.
Había pasado largos días en el desierto en
meditación. Había sentido una paz extraordinaria en el silencio de ese mágico
desierto al amparo de las estrellas. Y sin embargo, en el momento cumbre del
contacto, veía que mi preparación previa no había sido suficiente.
Más allá de las hermosas sensaciones que podían
producir el silencio y la meditación en mí, otorgándome paz y claridad, tenía
que educar mi mente.
Supe de inmediato, mientras observaba esa
nave con forma de cigarro sobre nuestras cabezas asustadas, que debía pasar al
siguiente nivel, en donde la mente se libera realmente y se constituye en una
herramienta y no en un obstáculo.
Hoy comprendo que en ese momento mi mente me
traicionó. La expectativa que se había generado en mí de abordar una de sus
naves y compartir más tiempo con ellos me había sobrepasado. Es verdad que
estaba ante una situación límite, diferente a todo lo que había conocido. Pero,
si la quería vivir a plena consciencia, tenía que afinarme.
Como si los extraterrestres hubiesen detectado mis
pensamientos -de hecho, lo hicieron-, en ese mismo instante, aquella gran nave
se marchó lentamente. Retrocedió por donde vino, ocultándose entre la niebla en
un cuadro de película. Al día siguiente, uno de los militares que estuvo de
guardia en la Base Chilca, sin que le comentáramos nada afirmó
haber visto sorprendido el mismo objeto sobre la quebrada.
Cuando tomamos el bus en la carretera panamericana
que nos llevaría a Lima, pensaba en la importancia y objetivo del
contacto, que una vez más había quedado pendiente. Antes de abandonar el
desierto, los Guías nos dijeron en una nueva recepción de
comunicación -que se dio en simultáneo con otros receptores-que las condiciones
para afrontar la experiencia seguían óptimas en los siguientes tres meses.
Ya sabía qué tenía que hacer. Tenía una nueva
oportunidad y debía estar realmente preparado.
El
objetivo del contacto físico
Según los mensajes, esta experiencia me permitiría
entrevistarme con Joaquel, un importante miembro del Consejo
de los 12 Menores -un Consejo extraterrestre que coordina a los
seres que entran en contacto con nosotros en la Tierra-, quien habría
abandonado su estancia temporal en la Base Azul del Alto Paititi
para permanecer por un tiempo en una base orbital de la Confederación,
ubicada detrás de la Luna. Joaquel estaría poco
tiempo allí, ya que volvería a las instalaciones artificiales de Morlen
(como los extraterrestres llaman a la luna joviana Ganimedes).
La invitación, más allá de afinar mi preparación
personal, como sería el hecho de conocer el interior de sus naves o sus bases
espaciales -con el objetivo de familiarizarme más con ellos y el programa de
contacto-procuraba acercarnos las claves necesarias para comprender los
momentos de nuestra experiencia de contacto, los logros alcanzados, y todo
aquello que aún podría estar pendiente para la consecución de los objetivos.
Por si todo ello fuera poco, en esa experiencia, Joaquel (“Joaquín”,
como le solemos llamar) ofrecería informaciones esclarecedoras sobre su propia
persona y función dentro de la misión de contacto.
Ya en 1998, había tenido la oportunidad de conocerle en un contacto en Marcahuasi de San Juan de Iris, en donde se me habló de la importancia de conectar enclaves de marcado significado para la misión, y que no habían sido visitados antes por los grupos de contacto. Entre ellos, el desierto de Gobi en la Mongolia, donde hace miles de años se estableció por primera vez la Hermandad Blanca (finalmente, tal como lo anticipó Joaquel, viajamos en agosto de 2007 al desierto de Gobi, extraordinaria vivencia que comparto en mi libro “lntraterrestres” y en el reporte “Los Ojos de Shambhala”).
Debo mencionar que a pesar de haber mantenido un
prudente silencio sobre esta nueva invitación para el encuentro físico, me llevé
más de una sorpresa al comprobar que otros miembros de los grupos habían
recibido información precisa sobre ello.
Por ejemplo, hallándome en Uruguay, en una bella
salida de trabajo en Punta de Yeguas, Alejandro Szabo de
Montevideo -médico, hoy afincado en Chile--compartió
conmigo una extraordinaria confirmación: en las comunicaciones que él había
recibido, el mismísimo Joaquel le afirmaba que abandonaría la Base Azul
del Paititi para volver a Morlen... Además, en el mismo
mensaje el maestro de las estrellas advertía que entraría nuevamente en
contacto directo conmigo: “En Chilca o en Marcahuasi, las condiciones así
lo permiten”.
En febrero de 2001, me encontraba en los Estados
Unidos con los grupos de Miami y San José de California,
difundiendo el mensaje del contacto, en especial las profundas experiencias y
enseñanzas que ha significado el encuentro y enlace con la Hermandad
Blanca durante los viajes de agosto.
Fue en Miami que los Guías,
a través de una comunicación, recalcaron la vigencia de la invitación y su
importancia:
“El Plan se halla en su justo proceso. De
ello hablará el maestro Joaquel. Chilca es un buen lugar. Está preparado. Fines
de febrero, inicios de marzo. En esta ocasión vendrás solo y estarás con
nosotros para comprobar una vez más los alcances de la misión de contacto y las
labores pendientes que los involucran” (Alcir, 3 de febrero del 2001).
La fecha “definitiva” del contacto la recibiría en
una práctica de irradiación al planeta al pie del Monte Shasta.
En el ejercicio, donde todo el grupo se sintió acompañado por proyecciones de
seres de luz, como si estuviesen abrazándonos, tuve una fuerte visión en donde
se me mostraba la fecha del encuentro: “24 de febrero”. Inmediatamente después,
en la imagen, me vería caminando en el desierto de Chilca, solo,
en dirección a la cordillera. Cuando observé y sentí con fuerza esas escenas,
mis pensamientos me asaltaron: “Entonces iré solo. Pero me gustaría que un
grupo de apoyo se encontrase en el desierto para apoyar la experiencia”.
Al volver a Lima, la confirmación no tardaría en
aparecer.
El grupo de contacto de Miraflores
-con quienes teníamos una gran amistad-, para mi sorpresa, había programado una
salida al desierto de Chilca para el sábado 24 de febrero. Lo más
inquietante es que recibieron una comunicación de Alcir --el ser
intraterrestre de Paititi-quien les afirmaba que irían al
desierto para apoyarme con sus trabajos, ya que se daría un encuentro físico
programado. ¡Realmente increíble!
Ganimedes |
Cuando Hans Baumann me comunicó todo
esto, sin mayor duda y con una seguridad aplastante, decidí realizar finalmente
la salida a Chilca.
Era una nueva oportunidad para concretar la
experiencia.
Y esta vez ya me sentía listo.
El
reencuentro
Eran las 12:00 del día cuando mis pasos se
adentraban por la quebrada de Santo Domingo de los Olleros. Había
dejado a mis espaldas el cerro “IV Convención” -hoy rebautizado
como “33”-internándome, según mi intuición e indicaciones de los
extraterrestres, en dirección este, es decir, hacia la cordillera.
El sol era abrumador. Un cielo azul con pocas nubes
se mostraba como único acompañante de mi caminata.
Cuando dejé atrás el cerro “Los Anillos de
Saturno”, una extraña sensación se apoderó de mí. Era como si alguien
me estuviese abrazando, transmitiéndome amor y confianza. Entonces, un
agradable olor a flores impregnó el lugar donde me hallaba, emocionándome sin
poder explicarme qué estaba sucediendo. Respiré una magia singular allí, y cuál
sería mi impresión al comprobar que este paraje lo había visto en sueños poco
antes de la salida... ¿Acaso me habían mostrado el lugar para que lo
reconociera?
Me despojé de la mochila y tendí en el suelo la
bolsa de dormir. Sólo llevaba el sleeping bag, un abrigo, agua, una pequeña
linterna y un cuaderno de apuntes.
Pasé el tiempo explorando al detalle la zona -no se
suele acampar allí-y luego realizando prácticas de relajación y meditación.
Durante esos momentos de silencio procuré crear las condiciones para contactar
con ellos.
El mensaje no tardó en llegar:
Sí, escribe: nos hallamos cerca. Estate
atento a las 9:00 p.m. Nada debe inquietarte. Vemos que ya te encuentras listo
para afrontar la experiencia. Ahora podrás venir con nosotros. Recuerda que la
verdadera preparación no halla su único cimiento en los ejercicios y prácticas
de meditación, sino en el auténtico compromiso y entendimiento de vuestra
misión, así como la correcta actitud en armonía con el espíritu de ella. Tu
amor y honesta entrega te han traído aquí, al margen de tus dudas, que bien
sabemos obedecen al esfuerzo que emprendes por ser objetivo y equilibrado
frente al proceso. Pero será hoy. Así ha sido dispuesto. Estás listo Nordac,
para que una vez más des un paso importante en representación de muchos.
Antarel, (24 febrero de 2001, 6:15
p.m.)
El mensaje llegó con una claridad pasmosa, como si
estuviesen muy cerca. No me llamaban por mi nombre. De hecho nunca lo hicieron.
Siempre se dirigieron a mí por mi nombre cósmico, el “sonido” de mi vibración
personal traducido a palabras. Lo había recibido en sueños en 1994.
Luego de reflexionar en el contenido del mensaje,
abandoné la zona del campamento en dirección al cerro “Los Anillos de
Saturno”, como volviendo por el camino. Así, ascendí el cerro y bajé a
la explanada que se extiende tras él. Entonces observé a una persona acercarse.
Después de la primera sorpresa, identifiqué a Hans
Baumann, mi gran amigo y compañero de tantas experiencias. Sabía que él
y los muchachos acamparían en otro sector del desierto para apoyar la
experiencia; sin embargo me llamó mucho la atención hallarle de pronto en medio
de la nada.
-Sabía que te iba a encontrar -se expresaba
contento en la medida que nos dábamos un abrazo.
-¿Qué haces aquí? ¿No estabas con el grupo? ¿Qué te
animó a venir donde yo me encontraba? -repuse.
-Tenía ganas de verte antes de la experiencia
-contestó- Siento que se dará esta vez. El grupo se encuentra en “La
Terracita” -añadió-acampando y pendiente de la invitación que te han
hecho los Guías. Antarel mismo me ha dicho que de
todas maneras te “suben”...
-¿Cómo es eso? -Pregunté intrigado.
-Lo que me impulsó finalmente a buscarte, fue un
mensaje mental que recibí de Antarel. Me dijo que abordarías la
nave. Incluso me dio una hora. Te la digo: las 9:00 p.m. Sentía que debía
decírtelo.
-Hans, ¡es la confirmación de un
mensaje que he recibido hace unos momentos! -le decía con evidente emoción.
Tienes que marcharte amigo. Debo estar solo.
-Lo sé ---contestó risueñamente. Cuando veas a los Guías,
dales un abrazo de mi parte...
Hans se marchó y volví a la zona de
mi improvisado campamento con mucha alegría. Estaba anocheciendo y en el cielo
ya se mostraban las primeras estrellas.
Llegué sin dificultad y me senté en la bolsa de
dormir. No tenía duda alguna que el contacto se daría aquella noche. El
encuentro con Hans me dio mayor seguridad, como si los extraterrestres hubiesen
querido darme una “confirmación adicional” para que me encontrase seguro y en
confianza.
En medio de la nada, ya les sentía. A pesar de que
no veía ninguna manifestación, sabía que estaban cerca... Por alguna razón que
no comprendía en ese momento, me inquietaba poderosamente un cerro frente a mi
ubicación. Lo observaba con insistencia, como intuyendo que tras él hubiese
“algo” escondido.
Sin pensarlo mucho, de pie y de cara al cerro,
empecé a gritar como un chiquillo:
¡Sé que están aquí! ¡Pueden venir cuando quieran!
¡Finalmente he comprendido! ¡Pueden venir porque esta vez asumiré la invitación
a mayor consciencia! ¡Me escuchan!
Y entonces...
Detrás del cerro se mostraron intensos fogonazos de
luz plateada, muy fuertes, disparándose de abajo hacia arriba. Tan contundentes
fueron los resplandores, que incluso Hans y el grupo que
acampaban al otro lado del desierto también los vieron.
Con esta palpable señal, me imaginaba salir una
nave del cerro al mejor estilo de la película “Encuentros Cercanos del
Tercer Tipo”. Pero después de los fogonazos el desierto nuevamente se
encontraba en su aspecto normal.
No tuve mucho tiempo para analizar la situación
cuando un objeto luminoso pasó a gran altura sobre la quebrada. Como su
trayectoria era uniforme, y se mostraba al parecer muy lejos, estimé la
posibilidad de un satélite. Pero inmediatamente a ese ovni aparece un segundo
objeto, similar al anterior, como si lo estuviese siguiendo.
Pedí entonces mentalmente a los Guías
que de tratarse de ellos hicieran una señal para advertirme. Acto seguido el
segundo objeto encendió con fuerza una luz dorada, pulsante, que luego se fue
concentrando en la medida que se marchaba. Curiosamente, ambos se perdieron
tras el cerro que me llamaba tanto la atención.
Recostado sobre la bolsa de dormir consulté mi
reloj: las 9:00 p.m. Esperé unos minutos, escudriñando el cielo, como buscando
alguna señal. Pero no observé nada. Los minutos se sucedían y he de confesar
que me puse nervioso. ¿Y si la experiencia, por alguna razón, se postergaba
nuevamente? De sólo imaginarlo no podía evitar pensar en la importancia de esta
vivencia para todos nosotros.
Entonces sentí como si los Guías me estuviesen
abrazando, y una voz en mi mente diciéndome:
“No te preocupes. Estaremos contigo en unos
momentos”
Desconcertado por este mensaje, que reconozco
catalogué en un inicio de “mentalismo consolador”, me senté en la bolsa de
dormir, mientras concentraba mi vista en las siluetas de los cerros. Fueron
instantes intensos. Pero mantuve el equilibrio.
Entonces, una luz, como nunca he visto, me
“golpeó”, haciéndome brincar sobre la bolsa de dormir para ver de qué se
trataba. Fue un fulgor blanco-plateado, pero no de arriba hacia abajo, sino
como si algo, desde tierra, me hubiese alumbrado con un potente reflector. La
luz era extraña. Sentí que me tocó, como si fuese plasma o gelatina. Consulte
nuevamente mi reloj. Eran las 9:22 p.m.
Inmediatamente, caminando en mi dirección, una
silueta de un ser muy alto se acercaba. De pie ante el personaje que de pronto
irrumpía en la tranquila noche del desierto, pude observar que se trataba de
Antarel, vestido con su típico traje metálico, plateado, y esta vez pegado al
cuerpo. Llevaba un cinto y grandes botas que le llegaban casi a las rodillas.
Su rostro tan expresivo, lleno de paz, y su cabello cano hasta los hombros ya
me eran familiares. Ya lo conocía. Pero esta vez todo era diferente. Me
encontraba mucho más tranquilo, menos nervioso que en otras experiencias.
Represención de XENDRA o circulo energetico. |
Antarel, con su característica mirada
mágica, como si el Universo entero estuviese fluyendo a través de
él, sonrió, y me dijo sin esperar mayor protocolo: "Ya nos vamos...”
Como otras veces, escuché su voz sin que él moviese
sus labios. Había enlazado su mente con la mía...
Lo seguí caminando, prácticamente a su lado. Me
hallaba muy sorprendido al ver mi reacción tan natural. ¡Quién lo hubiera
creído! En esa breve caminata miré con detalle sus botas, esperando que dejase
alguna huella para mostrarla a los muchachos del grupo en alguna ocasión. Pero
me percaté que aquel gigante extraterrestre no pisaba el desierto, sino que
flotaba a escasos milímetros. ¡No hacía contacto con el suelo!
Ascendiendo una pequeña colina, nos hallamos en una
explanada alta o meseta. El cielo, que hasta hacía unos momentos se mostraba
abierto y estrellado, se hallaba ahora cubierto por un extraño colchón de
nubes. Y como si una gigantesca linterna hubiese sido colocada por encima de
este “colchón”, una tenue luz amarillenta caía al suelo formando un círculo
luminoso de unos diez metros de diámetro.
Al lado izquierdo de este círculo que se hallaba
frente a mí, se encontraba una persona de pie. Por su silueta, advertí que se
trataba de una mujer, de un 1.70 m. de estatura. Sin temor alguno decidí
acercarme, viendo que llevaba un traje similar al de Antarel, pero más
oscuro, y también ceñido al cuerpo. Su rostro era triangular, dejando entrever
una piel bronceada, como si hubiese estado expuesta al Sol. El cabello rubio,
muy claro y lacio, caía por detrás de los hombros. Aquella mujer, de unos 40
años de apariencia, mostró una dulce sonrisa, como dándome la bienvenida. Sabía
quién era. Como si la conociese de siempre.
Reconocer a Anitac fue para mí uno de los
momentos más intensos del contacto. En aquellos ojos claros, que luego pude
comprobar eran de un color verde “agua marina”, fluía un amor profundo y
conmovedor. Conocía a esta mujer extraterrestre por las comunicaciones
psicográficas que había recibido de ella en mis inicios de contacto. En esas
primeras experiencias, veía su rostro como una proyección mental. Y allí, en
medio del desierto, me resultaba extraordinario hallarme frente a ella.
Noté entonces que llevaba un objeto en la mano
derecha. Parecía una caja negra de plástico. Tal vez alguna tecnología para
controlar la energía que veía depositada en el suelo. Era sabido por nosotros
que Anitac desempeñaba en el grupo de extraterrestres que nos contacta el manejo
e investigación de “portales dimensionales y agujeros de gusano”.
De hecho, su labor durante toda la experiencia sería netamente “técnica”.
Entonces Antarel se dirigió a mí,
pidiéndome que ingresara al interior del círculo de energía. Al hacerlo, observé
que en el centro del mismo había un círculo más pequeño, de unos dos metros de
diámetro, pero muy brillante, tanto, que me recordaba la luz que despiden las
linternas halógenas. Aquella luz pulsaba. Era muy fuerte.
Confieso que tuve cierto temor de pararme allí. Más
la sonrisa y tranquilidad que supo transmitirme Antarel
terminaron por darme el último impulso para hacerlo.
Ni bien ingresé, sentí que una fuerza invisible me
aplastaba... E inmediatamente, como si me hubiesen tomado de las pantorrillas,
esa misma fuerza me arrancó a una velocidad increíble del suelo. Luego una
intensa luz blanca, que me obligó a cerrar los ojos. Todo fue en un instante.
La sensación de haber sido “arrancado” hacia arriba
era espantosa. Tenía burbujas en el bajo vientre, como si acabara de bajar de
una montaña rusa.
Fue allí que abrí mis ojos, que había cerrado ante
el impacto del ascenso violento y la luz blanca brillante. Atónito, vi que me
hallaba de pie en una especie de habitación, muy blanca, que despedía luz por
todas partes sin generar sombras...
Lo había logrado: estaba en el interior de
una nave extraterrestre. Ahora empezaba la auténtica experiencia.
soy entusiasta de estos temas
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