Asket procedía del Universo DAL: “Es desconocido para tu
universo, pero es paralelo al vuestro. Contándolo en vuestro tiempo se
encuentra en un plano igual. Muchos de los universos se hallan en planos de
tiempo y espacios desconocidos por completo para vosotros. A causa del
desarrollo tecnológico, la barrera puede abrirse desde nuestro universo al
vuestro”.
¿Por qué no se manifiestan de una forma pública los
extraterrestres? ¿Deberían sus naves situarse justo encima de un estadio lleno
de público…? Y si verdaderamente están visitando la Tierra… ¿Por qué no se
muestran? ¿A que están esperando?
Obviamente, podría añadir tantas preguntas como seres
humanos existen en este planeta. Lo cierto es que, los seres humanos nos
movemos en un mar de incertidumbre, dudas y preguntas sin respuesta “frente al
mayor desafío de la humanidad”: Los extraterrestres ya están aquí, en nuestro
planeta y son muchas las personas quienes han visto sus naves y otras más han
logrado fotografiarlas; además, los radares las detectan de vez en cuando y
aviones militares persiguen estos ingenios tecnológicos con la única finalidad de abatirlos; también y en otro plano, algunos contactados dicen haberse
comunicado con esos tripulantes de mundos lejanos, tal es el caso del suizo Eduard Billy Meir .
Por si fuera poco, aparecen en escena los desinformadores
profesionales, empeñados estos en hacernos creer que los extraterrestres son un mero espejismo,
una quimera creada por nuestra mente… nos dicen que “el planeta Venus”
es capaz de volar a velocidades increíbles, aparecer y desmaterializarse
instantáneamente, detenerse en seco, ascender y descender rompiendo las leyes de
la física conocida, saltándose la inercia de los cuerpos móviles y asegurando
estos embaucadores que si alguien viajase en esas naves moriría al instante,
aplastado contra las paredes… sin embargo, yo mismo he visto en alguna ocasión
como esas naves extraterrestres surcaban los cielos, es decir, …”que para mí
realidad y bajo mi punto de vista, los extraterrestres ya están aquí, en la Tierra
y es una verdad irrefutable”.
![]() |
Júpiter (con alguno de sus satélites visibles) y Venus (el mas brillante) |
Pero… ¿Por qué las autoridades que administran las naciones
del mundo tratan de ocultar esta información? Existe una teoría que al parecer
funciona como un mantra entre todos los dirigentes de este planeta: “Cualquier
civilización menos desarrollada que entre en contacto con otra superior,
quedará anulada y finalmente, desaparecerá”. Y ponen como ejemplo la llegada
del hombre blanco a Norteamérica, cuando las tribus indias estuvieron a punto
de ser aniquiladas por las ansias de conquista de territorios vírgenes, tanto así
por los buscadores de oro, ávidos de riqueza.
Muchos expertos aseguran que el motivo real de la ocultación
del fenómeno OVNI, vendría por el miedo de las élites a perder su condición de poder, tal
vez porque esos mandatarios intuyen que una vez se haya dado el definitivo
contacto oficial con dichas civilizaciones extraterrestres, sopesando pros y
contras, los seres humanos en su mayoría aprobarían integrarse en esa
comunidad mayor de planetas que al parecer ya existe en nuestra Galaxia,
donde guerras y hambrunas dejaron de existir hace ya miles de años; mundos
constituidos por una sola nación; espacios que no conciben tanto la riqueza como la pobreza, sino el desarrollo
de cada individuo; lugares estos donde todos los habitantes colaboran para el
bien común, lejos de las desigualdades abismales que tenemos actualmente en la Tierra.
Allí, según han explicado a veces los propios extraterrestres, no existe la
enfermedad ni el sufrimiento para ninguna criatura, y la vida se prolonga
durante miles de años.
En esos planetas, según nos han descrito ciertos
contactados, se cuida el medio natural hasta el último detalle, conviviendo en
perfecta armonía con la naturaleza, a la vez que, por encima de todo, prevalece
la búsqueda espiritual, el camino de evolución hacia estratos superiores,
niveles de vibración elevadas que poco a poco nos llevarían hacia esa Entidad
que muchos de ellos llaman como Suprema Fuerza Creadora.
Pero ¿Qué podemos hacer en la Tierra frente al
egoísmo individual de unos pocos en detrimento de la mayoría? ¿Qué pueden hacer
los propios extraterrestres, salvo esperar acontecimientos? Ahí dejo la
pregunta… porque cada uno de nosotros debería buscar esa respuesta, así como
evolucionar en el plano mental, dedicar al menos media hora al día para
reflexionar; detenernos y pensar que podemos hacer por los demás; buscar el
modo de mejorar esta sociedad, ayudar a los demás, porque esta es la única
forma para todos nosotros de llegar a ese horizonte anhelado, en el cual la
Tierra se integrara, lógicamente, en esa Comunidad de Mundos de
esta Galaxia.
He traído a modo de segunda parte, la experiencia vital del
contactado Eduard Billy Meir, y como ya desde niño, los
extraterrestres fueron preparándolo para transmitirle una información que ha
llegado hasta nuestros días. En este relato recogido en el libro Años Luz,
de Gary Kinder, se habla de las Pléyades, y también
de universos paralelos al nuestro, conceptos que la física actual terrestre ya
contempla y teoriza, aunque ahora los seres humanos seamos todavía incapaces de
llegar a “esos lugares desconocidos”, debido precisamente a una tecnología insuficiente.
Este es un relato apasionante que se desarrolló en los años
70, en los cuales un grupo de investigadores norteamericanos, el matrimonio Lee
y Brit Elders, Wendelle Stevens y Tom Welch viajaron
en varias ocasiones a la humilde granja de Schmidruti, en Hinwil
(Suiza) para entrevistarse con Eduard Billy Meier. Allí
pudieron hablar con el contactado suizo, quien les mostró infinidad de fotos,
las mejores hechas hasta el momento de naves extraterrestres. También les enseñó
videos grabados en super 8 donde platillos volantes se materializaban y
desaparecían instantáneamente, provocando un fuerte campo electromagnético.
Incluso Billy Meier les entregó, para ser analizada, una pequeña
muestra de metal extraterrestre que le habían dado los pleyadianos, material
que finalmente desapareció en extrañas circunstancias de un laboratorio en EE.
UU.
Sugiero, aunque en parte se repita la temática, leer la
anterior entrada en este blog: Billy Meir y los visitantes de las Pléyades,
ya que la información de esta entrada se complementa y da una visión mucho más
amplia.
………………………………………………………………
Del libro Años luz, de Gary Kinder
De vuelta a la cocina de la granja, Meier no
vaciló en contarle a Stevens la larga historia de su implicación
con los pleyadianos, algo que había comenzado en su infancia. Le manifestó que
su primer avistamiento de una nave alienígena tuvo lugar una mañana cuando sólo
tenía cinco años y medio.
-Fue en 1942. Estaba yo con mi padre -explicó Meier-y
me hallaba detrás de la casa bajo un nogal, en pleno verano. Cuando vi volar la
nave, no me pareció extraño. Sólo lo parecía en nuestro mundo, pero de alguna
forma tenía la sensación de que se trataba de algo familiar para mí. Cayó del
cielo hasta la torre de la iglesia, luego se dirigió hacia nosotros y se alejó
a continuación por el Oeste. Fue algo rápido, muy rápido. Observé
todo aquello durante un minuto y medio tal vez, y cuando se alejó hacia el Oeste,
transcurrieron sólo unos segundos.
El objeto le recordó a Meier un disco grande
que volaba a sólo unos 200 metros por encima del suelo, por completo
silencioso, que luego desapareció por el Horagenwald.
Preguntó a su padre:
-Papá, ¿qué ha sucedido aquí?
Pero su padre sólo replicó:
-Se trata de un arma secreta de Adolfo Hitler.
-Estaba pensando que eso no podía ser verdad -explicó Meier-,
que había algo más. No sé si mi padre se percató de lo que vio, porque no se
preocupó más de aquel asunto. Pero yo si comencé a mirar el cielo, de día y de
noche.
Meier contó a Stevens que
pasaron dos meses antes de volver a ver el disco volador plateado, esta vez
descendiendo con lentitud hacia un campo donde estaba jugando solo. Pero en
cuanto el disco se acercó a la altura de la hierba, de repente, sin un sonido, se
desvaneció. Al cabo de unos momentos de desaparecer el disco, algo «similar a
una voz» se alzó en el interior de su cabeza acompañado de una figura, o de
vívidas figuras en su mente, la voz a continuación le habló una vez al día. Se
le requería para que contestase y que buscase respuestas por sí mismo.
- Al principio, no recibía palabras completas o frases -explicó
a Stevens-. Era algo parecido a imágenes. Con el tiempo esas
imágenes se convirtieron en palabras y frases. Una vez traté de reproducir uno
de esos símbolos, pero no fui capaz de hacerlo.
Turbado por la voz y por las imágenes que tenía en su
cabeza, Meier habló con Parson Zimmermann, el ministro
protestante del pueblo, acerca del gran disco volador que había visto, y de la
voz que penetró en su cabeza muy poco después. Zimmermann tenía
una reputación en el pueblo de ser amante de la mística y de ser más liberal en
su forma de pensar que la mayor parte de sus parroquianos.
- Conocía a Parson Zimmermann -explicó Meier-.
Era el sacerdote de la familia, y yo solía jugar con sus hijos. Otra razón de
que fuese a verle era que, aunque yo fuese un pobre chiquillo, había oído decir
que se ocupaba de asuntos místicos. Le conté la experiencia tenida con mi
padre, y las voces que escuchaba dentro de mí, las llamadas telepáticas. Por
eso fui a verle, porque creí que me estaba volviendo loco. Solía ir después de
la escuela, pues no estaba muy lejos de la misma. Me dijo que sabía cosas
acerca de esos objetos voladores, era la época en que aún no les llamaban OVNIS,
y que no se trataba de una cosa nueva para él. La gente que volaba en ellos
procedía de otro mundo y no de la Tierra. Me contó que lo
comprendía, pero que no podía decir nada. Era sacerdote y aquello podría
conmocionar a la gente. Me pidió que tratase de aprender telepatía para
proporcionar las debidas respuestas. Por lo tanto, intenté hacer lo que me
decían.
Al cabo de unas semanas la cosa funcionó, y fui capaz de
responder. Me acuerdo muy bien que el padre Zimmermann me dijo
que no hablara de aquello con nadie, pues, en caso contrario, todo el mundo
diría que yo estaba loco.
Por lo tanto, en el momento que oía la voz que le hablaba,
el joven Meier trataba de dirigir sus pensamientos hacia dentro,
y antes de que pasase mucho tiempo sintió que aquellos pensamientos entraban en
contacto con algo.
- La primera reacción desde el otro lado -siguió diciendo fue
parecida a una risa gentil y fina, que escuché en lo más hondo de mí, y me
sentí a gusto y relajado. Aún escucho aquella risa, pero no puedo definirla. Se
trataba de una risa muy amorosa.
Luego el contacto se extinguió una vez más, y Meier
ni escuchó voces ni se percató de la existencia de imágenes. De repente, todo
quedó de nuevo en silencio.
El 3 de febrero de 1944, cuando Meier cumplió
siete años, una nueva voz, baja y clara, entró en su mente consciente, «y me
ordenó que aprendiese y recogiese los conocimientos que me transmitían». Meier
temió que la claridad de aquella nueva voz significase que, al fin, había
sucumbido a la locura.
- Mi temor se debía a que, al ser un chiquillo, carecía de
toda experiencia del asunto telepático. De nuevo fui a ver a Parson
Zimmermann para contarle lo que estaba pasando. Él me informó y poco a
poco fui comprendiendo.
Aquella voz clara y grave que Meier escuchaba pertenecía un
ser llamado Sfath, cuyas técnicas de transmisión de pensamiento
continuaron con frecuencia durante el verano de 1944. Luego, un día de
setiembre, mientras Meier andaba solo por un prado, de improviso Sfath
se anunció telepáticamente, y le dijo al chico que debería aguardar allí y no
tener miedo.
- Esto ocurrió algún tiempo después y muy lejos de nuestro
hogar -explicó Meier-. Estaba yo a cinco o seis kilómetros,
detrás de un bosque muy denso, un lugar solitario. Allí vi algo que caía del
cielo, lenta, muy lentamente, y que cada vez se hacía mayor. Se trataba de algo
parecido a una pera metálica. Luego se abrió una rampa, que descendió igual que
un ascensor. Entré en la nave y nos fuimos arriba, por encima de la Tierra.
Había un hombre muy viejo que me miraba igual que un patriarca. Se llamaba Sfath.
Era un ser humano, como cualquier otro de aquí, de la Tierra,
sólo que muy viejo. Hablamos durante horas y luego me llevó de nuevo al suelo.
Lo más divertido fue que conocía mi lengua materna mejor que yo.
El venerable Sfath le contó a Meier que sólo
continuaría como su mentor espiritual durante los primeros años de la década de
los cincuenta, cuando una forma mucho más elevada de vida asumiría la
responsabilidad de posteriores enseñanzas. Meier había sido
seleccionado para una misión, pero Sfath reveló que pasarían
décadas antes de que el muchacho conociera su naturaleza. Hasta que llegara
aquel momento, Meier debía prepararse para hacer frente a muchas cosas, algunas
de las cuales pondrían de nuevo en tela de juicio su cordura, y otras que
podrían llegar a producirle daño físico. Al cabo de cuatro horas Sfath
llevó de nuevo a Meier al prado y luego partió. El jovencito no
le volvió a ver. Durante muchos años, a partir de entonces, continuó
transmitiendo pensamientos a Meier, preparándole, según le
pareció, para el próximo paso en su evolución espiritual. Luego. el 3 de febrero
de 1953, cuando Meier ya tenía dieciséis años, la voz de Sfath
cesó para siempre de resonar en su mente.
Transcurrieron varios meses antes de que el silencio se
viese de nuevo roto por una nueva voz, a un tiempo presente y que hablaba con
él. A diferencia del tono suave y armónico de Sfath, la nueva voz sonaba joven
y fresca, plena de fuerza. Se llamaba Asket.
«Es desconocido
para tu universo -aleccionó a Meier-, pero nuestro universo es
paralelo al vuestro. Contándolo en vuestro tiempo se encuentra en un plano
igual. Muchos de los universos se hallan en planos de tiempo y espacios desconocidos
por completo para vosotros. A causa del desarrollo tecnológico, la barrera
puede abrirse desde nuestro universo al vuestro.»
Contaba Meier doce años cuando pasó ocho meses
en un sanatorio antituberculoso, y a los catorce el Tribunal de Menores
le mandó al correccional en Albisbrunn por hacer constantemente
novillos. Allí pasó tres años antes de que las autoridades le devolviesen a sus
padres, y abandonó la escuela sin haber completado la enseñanza primaria. Ya en
edad de trabajar tuvo diversos empleos, desde instalar tuberías de
alcantarillado a ordeñar vacas. En una ocasión, con otros varios jóvenes, fue
detenido por la Policía por robo y enviado al centro de detención preventiva de
Aarburg, desde donde se enroló en la Legión Extranjera, francesa,
desertó unos meses después de completar la instrucción y regresó a Suiza,
al centro de detención. Le contó a Stevens que, tras sus años de adolescencia,
reformatorio y desempeño de oficios raros, Asket le alentó para
que se aventurase en el mundo, para que explorase y aprendiera cosas. Inspirado
por estas enseñanzas telepáticas y por su afianzamiento, Meier
explicó que dio comienzo a sus primeros viajes a Oriente Medio en
1958.
- Se me dijo que me fuera por ahí por mí mismo y viese lo
que había realmente -contó-, porque existe una conexión con vidas anteriores.
Los lugares más importantes fueron Jerusalén, Belén
y Jordania. De nuevo resultaron importantes Paquistán
Oriental, las estribaciones de las montañas del Himalaya
y la India, sobre todo Nueva Delhi y Mehrauli.
Debo añadir también Turquía. Todo ello tenía una conexión con,
Emmanuel; era su ruta y donde vivía. Se me dijo que me pusiese en contacto con
ciertas personas, algunas de las cuales me esperaban, pues ya estaban
informadas. En Mehraulí aprendí las enseñanzas y filosofía de
Buda gracias a un monje budista.
Pasaron semanas y hasta meses sin contacto con Asket.
Luego, de repente, su voz volvió a estar en el interior de su mente, indicando
que deseaba transmitirle información.
- «¿Tienes tiempo?», le preguntó.
La mayoría de las veces respondía que sí, porque su
instrucción era más importante que cualquier otra cosa. Y si respondía
afirmativamente, ella proseguía:
- «¿Quieres ir a este lugar mañana y verte con estas
personas?"
O;
- «Quiero que vayas allí y te encargues de esto.»
O:
- «Quiero que vayas a ese sitio y aprendas esto.»
- Se trata de algo muy normal -le explicó a Stevens-.
Es como si me llamases y me dijeses: «Billy, ¿tienes tiempo para
hacer tal cosa?» Pues es lo mismo.
Meier consideraba aquel ajetreo como una parte
de la misión que le habían encomendado cuando era muchacho. Resultaba
«instructivo». Según explicó a Stevens, «debía conocer al hombre,
el alma del hombre, la vida del hombre, los antecedentes del conocimiento». También
debía aprender cosas acerca de la Naturaleza.
- Se aprende muchísimo de la Naturaleza -explicó-.
Observas las plantas y los animales, todo cuanto existe, cómo llega a la vida,
cómo muere, cómo pueden vivir juntos. Así fue como aprendí las leyes y los
mandamientos de la Naturaleza. Las leyes y mandamientos de la Naturaleza
son lo mismo que las leyes y los mandamientos de la creación. La creación no es
un poder separado, la creación está en todas partes.
Al visitar tantos sitios, Grecia, Turquía, Siria,
Jordania, lraq, Arabia Saudí y luego a través de Kuwait, Irán,
hasta Paquistán Oriental y, finalmente, la India, Meier
había viajado «por tierra, en coches, en autostop, en autobús, en tren y en barco».
Encontró trabajo como cazador de serpientes y jardinero, condujo camiones
cargados de nitroglicerina, cantó por las calles, sirvió
mesas, crio cerdos, pasó por veterinario, hizo de
entrenador, trabajó como enfermero, recogió uvas, diseñó joyas, montó
espectáculos de marionetas, crio gallinas y enseñó alemán; todo, según le contó
a Stevens, bajo la tutela de Asket. Durante sus
viajes se ganó el apodo de Billy, como resultado de su
enamoramiento por el Oeste americano y por los héroes populares
como Billy el Niño, Buffalo Bill y Wild Bill Hickok.
Mientras Meier erraba de país en país, de empleo en empleo, Asket
continuaba las enseñanzas telepáticas comenzadas por Sfath,
impartiéndole grandes conocimientos espirituales. Le dijo:
- Te han escogido como auténtico oferente, como otros muchos
en tiempos primitivos antes que tú. Tendrás más conocimientos que cualquier
otro ser terrestre de tu tiempo. Y a causa de esto, quedarás bajo el control y
tutela de ciertas formas de vida que te protegerán, guiarán, conducirán y
formarán. Esto conlleva una ley de la creación que no puede transgrediese de
ningún modo, pues los verdaderos oferentes no son llamados para su misión a
cierta edad, sino que ya están destinados a ello desde el momento mismo de la
procreación. Una vida así puede ser difícil, porque la criatura elegida tiene
que percibir unas cosas extraordinarias.
Cerca de la ciudad costera de Iskenderun, en Turquía,
el 3 de agosto de 1965, de viaje por Oriente Medio, Meier
iba de pasajero en un viejo autobús cuando éste colisionó con otro, saliendo él
por una ventanilla. El accidente le seccionó el brazo izquierdo exactamente por
encima del codo. Le contó a Stevens que fue dejado por muerto a un lado de la
carretera y yació inconsciente durante varias horas hasta que un médico pasó
por allí por casualidad, le inspeccionó en busca de signos vitales y le mandó a
un hospital local. Estuvo dos semanas hospitalizado y cuando se sintió lo
suficientemente bien como para viajar de nuevo, emprendió viaje a Grecia,
donde se alojó en un hotel en Tesalónica, vendiendo camisas «en
alemán, con mi mano, mis ojos, mi boca, con mis pies, con un lápiz y papel». En
una fiesta de Navidad de aquel año, conoció a una chica griega de
diecisiete años llamada Kaliope Zafireou.
Encontrándose en la India en 1964, Asket
le permitió fotografiar su nave espacial en las afueras de Mehrauli.
En la foto, el aparato tiene una clara forma de disco, y en la parte superior
una pequeña cúpula, pero aparte de eso no presenta más detalles. Meier tenía
aún la foto y se la mostró a Stevens.
Aquel año, Asket, como Sfath antes
que ella, le dejó. En su contacto final, le había informado que, en su propio
beneficio, al igual que en el de sus nuevos contactos, debería ser
«monitorizado» durante los once años siguientes. Al final de este tiempo, si se
aseguraban de que había logrado el apropiado plano espiritual para tener un
contacto cara a cara, los nuevos seres le revelarían su presencia.
- Tus antepasados procedían de la constelación de la Lira
-le contó Asket-, y cuando estés lo suficientemente maduro para escuchar
las nuevas enseñanzas referentes a esos asuntos, obtendrás las respuestas de
los descendientes de tus propios antepasados. La verdad eterna continúa siendo
siempre la verdad eterna.
Y así terminó el relato de Meier acerca de sus
encuentros de juventud.
A primeras horas de la mañana del día siguiente, Stevens
regresó al cálido y tranquilo pequeño comedor con paneles del Freihof,
donde se tomó el té muy fuerte y se puso a traducir al inglés el primer
contacto de Meier con aquella nueva forma de vida, los
pleyadianos. Lo había dejado en lo de la nave espacial que al fin se posó en el
prado. Cuando Stevens volvió a leer de nuevo, las notas de Meier
describían el aparato aterrizado en el prado como algo que parecía latir. Su
casi translúcida piel plateada brillaba al sol. Salvo los ojos de buey
alrededor de la cúpula, ni junturas ni sobrepuestos interrumpían la pulida y
contorneada superficie; carecía, además, de cualquier clase de marcas o
símbolos.
Meier se acercó a la nave para mirarla más de
cerca y conseguir unas fotos mejores, pero al llegar a unos cien metros, de
repente, algo impidió su avance, «como si corriese contra el viento en una
tormenta silenciosa», escribía.
«Luché con todas mis fuerzas para seguir avanzando. Incluso
lo conseguí, pero sólo durante unos cuantos metros. Luego aquella fuerza
adversa se hizo demasiado poderosa, y tuve que sentarme en el suelo, miré el
objeto y aguardé a ver qué sucedía...»
En menos de un minuto, apareció una figura detrás de la
nave. A medida que se aproximaba, Meier pudo ver que tenía forma humana,
que andaba erguida sobre dos piernas y que tenía brazos a los lados. Iba
cubierta hasta el cuello con un traje rígido de una sola pieza, de un color
gris y áspero, como si se tratase de la piel de un elefante, pensó. Un cuello
ajustado rodeaba la base del pescuezo, y el traje acababa en unas botas altas
oscuras.
Aquel ser, naturalmente, era la pleyadiana Semjase, una mujer de ojos de un azul pálido
fuera de lo corriente; su cabello ámbar le caía sobre los hombros hasta la
cintura; destacaban su naricilla, su delicada boca y sus pómulos salientes en
extremo. Meier observó en aquel instante que sólo dos de los rasgos de Semjase
se diferenciaban verdaderamente de un ser terrestre. Sus pequeñas orejas se
unían a su cabeza en una línea recta y no en una curva delicada, y su blanca
piel era tan pálida y perfecta que casi se aproximaba a la luminiscencia.
Semjase anduvo de forma confiada y grácil hacia
él, tocándole el brazo y ayudándole amablemente a ponerse en pie; luego se
dirigieron hasta un árbol que se hallaba cerca de donde Meier tenía su
moto. Allí, en la hierba, estuvieron hablando durante una hora y cuarto
expresándose Semjase en alemán para que Meier pudiese entenderla.
Meier escribió en sus notas que durante mucho
tiempo los pleyadianos habían deseado entrar en contacto con un ser terrestre que
fuera sincero en ayudarles en su misión. Le habían cuidado y observado desde
que tenía cinco años, y dado que él había respondido de forma adecuada a cada
uno de los diferentes niveles, habían seguido en contacto con él. En enero de
1975, se encontró dispuesto a aceptar la existencia de los pleyadianos y
comprender la simple misión para la que había sido seleccionado.
Semjase le explicó, brevemente, que la
civilización pleyadiana se había originado muchos miles de años atrás, no en
las Pléyades, un sistema estelar muchísimo más joven que el
nuestro, sino en la constelación de la Lira. Cuando se declaró la
guerra, antes de que el planeta fuese destruido, gran parte de la población
emigró a otros sistemas estelares, a las Pléyades, a las Híades
y a un planeta que orbitaba cerca de una estrella llamada Vega.
En otro viaje interestelar, los nuevos pleyadianos descubrieron la Tierra
y su vida primitiva evolucionando en una atmósfera hospitalaria para ellos.
Desde aquel momento, según Semjase, la Tierra había
sido destruida dos veces por sus propios habitantes: la primera vez por una
civilización desarrollada a partir de los primeros pleyadianos quienes
permanecieron y se casaron con los primeros seres humanos; la segunda, cuando
otra generación de pleyadianos colonizaron la Tierra y produjeron una
tecnología avanzada hasta que, de nuevo, la guerra destruyó el planeta.
Semjase y los pleyadianos que eligieron
regresar de nuevo a la Tierra eran descendientes de una pacífica
fracción liriana, que ahora se sentía responsable de guiar a la Tierra
en su evolución espiritual, para que los humanos terrestres evitasen los
retrocesos que, tiempo atrás, habían experimentado sus antepasados pleyadianos.
Para ayudarles en su misión, los pleyadianos habían entrado en
contacto telepático con numerosos seres terrestres, pero los elegidos, llegado
el momento, demostraron carecer de conocimientos, voluntad o lealtad. Los pocos
que poseían todas estas cualidades temían exponerse, y por eso se mantenían
callados acerca de sus contactos.
«En el pasado fuimos testigos de todos aquellos que eran
incapaces de distinguir la verdad y les asustaba hacerlo -explicó Semjase
a Meier-. Alegaban que serían tachados de locos, y que los demás
llevarían a cabo conspiraciones para probar que mentían. Esto no sirve a ningún
propósito para los seres terrestres ni para nosotros mismos. Si esos humanos
hubieran sido sinceros, les habríamos ofrecido la oportunidad de tomar claras
pruebas fotográficas de nuestras naves luminosas. A ti ya te lo hemos
permitido, y en el futuro aún llegarán unas mayores oportunidades.»
El tomar fotos de los navíos luminosos pleyadianos era parte
de la misión de Meier; las fotos proporcionaban pruebas de que
los pleyadianos existían, y esta realidad era paso necesario antes de que los
humanos terrestres pudiesen comenzar a aceptar la verdad de que pertenecían a
una red de sociedades galácticas. Los mismos pleyadianos eran sólo uno de los
muchos millones de razas cósmicas que viajaban libremente por el espacio.
En el mar del Universo - 1ª parte
En el mar del Universo - 2ª parte
«El humano terrestre nos llama extraterrestres o pueblo
estelar, o lo que mejor le parece -había dicho Semjase-. Nos
atribuye unas habilidades sobrenaturales, aunque no conozca nada sobre nosotros.
Realmente, somos seres humanos como lo son los terrestres, pero nuestro
conocimiento, nuestra sabiduría y nuestras capacidades técnicas son muy
superiores a las suyas».
«Una de nuestras preocupaciones es vuestras religiones y el
efecto contraproducente que han tenido en el desarrollo del espíritu humano.
Una cosa por encima de todo es el poder sobre la vida y la muerte de cada
criatura. Ésta es la creación, leyes que son irrefutables y eternamente
válidas. El ser humano las reconoce en la Naturaleza si se molesta lo
suficiente para observarla, pues le muestran el camino a seguir hacia la
grandeza del espíritu. Mientras el humano terrestre condescienda con la
religión, el auténtico espíritu disminuirá».
« En la Tierra -añadió-, los charlatanes han
extendido la mentira de que hemos venido por orden de la creación como ángeles,
para traer a los humanos terrestres las ansias por la paz, la verdad, la
protección y el orden de vuestro Dios. Esto es falso porque nosotros nunca
hemos recibido semejantes órdenes y nunca será así. La creación nunca da
órdenes. Es ley por sí misma, y cada forma de vida debe conformarse con lo que
es y convertirse en una parte de toda esa ley. Aportar esta verdad a la luz del
mundo».
Antes de separarse aquella tarde, Semjase prometió a Meier
que seguirían numerosos contactos, y que ella también le transmitiría
pensamientos telepáticamente.
- «No te preocupes que lo haga en momentos inadecuados
-le había dicho-. Sé cómo mirar tu carácter y tu voluntad por la
independencia; en ese caso siempre tomaré mis actos a través de ti. Llegará el
momento en que nos encontremos en mi nave luminosa, y serás capaz de volar
conmigo por el espacio. Te informaré más adelante acerca de todo esto».
Semjase caminó por el prado hasta su nave
luminosa. Una vez estuvo dentro, comenzaron de nuevo a emanar ondas de la nave,
distorsionando las formas y colores de todo cuanto la rodeaba. Una corona azul
rojiza irradió hacia afuera. Meier tomó varias fotos más mientras
la nave luminosa se alzaba lentamente por encima de los pinos y se dirigía
hacia el Norte. Eran exactamente las cuatro cuando hizo la última
foto del carrete; un instante después la nave luminosa se disparó en línea
recta hacia las nubes y desapareció de la vista de Meier. Una vez
más la actividad volvió al prado.
Una tarde, aprovechando la mejoría del tiempo, Stevens
pidió a Meier que le llevase a uno de los lugares de contacto.
Con su moto, Meier le guio a él y al intérprete a un acantilado
lleno de hierba cerca de Hasenbol, a unos cuarenta minutos de la granja. En el
farallón, Meier había tomado una serie de fotografías en las cuales una nave
espacial se aproximaba desde lontananza.
«Las fotos -recordó Stevens- muestran al
objeto comenzando como un centelleo, sólo un pequeño centelleo, que cada vez se
hacía más grande, hasta que la nave quedó suspendida detrás de un árbol.»
Llegados a Hasenbol, Stevens
quedó impresionado por el terreno e intrigado por la forma en que Meier
había preparado las fotos para conseguir que la nave luminosa apareciese en
vuelo hacia la cámara desde un punto situado por encima de un valle profundo. Pero
al aproximarse al lugar, se le suscitó otro problema que no se le había
ocurrido plantearse. La única forma de llegar a lo alto del acantilado era
trepando por una polvorienta carretera cortada por una valla. Más allá de la
valla, la carretera se estrechaba y, finalmente, se convertía en dos roderas
separadas por una ancha franja de tupida hierba que cortaba a través del prado
y luego atravesaba de forma empinada por el lado del acantilado.
-Nosotros somos los pleyadianos -explicaba Meier
a la gente sentada a la mesa-. Procedemos de un cruce entre pleyadianos y seres
humanos de la Tierra.
- ¿Y por qué no vivimos tanto tiempo como ellos? -preguntó Welch.
- Debemos completar nuestra era -explicaba Meier-,
como ellos lo hicieron en sus planetas hace millones o miles de millones de
años. La era de una forma viviente, especialmente de un ser humano, evoluciona
de manera muy lenta, como la sabiduría, el conocimiento, y su tecnología. Por
ejemplo, en Europa, hace unos veinticinco años la vida media del
europeo era de setenta y dos años y ahora es de setenta y cinco.
- ¿Y a que se parece Erra? -preguntó Elders.
Meier explicó que nunca había viajado allí.
- Pero se parece mucho a la Tierra -dijo-. Es
un poco más pequeño que la Tierra, pero los edificios son
redondos. Los vehículos no tienen ruedas, están suspendidos y el trabajo lo
realizan los robots y los androides. Los androides son a medias mecánicos y a
medias orgánicos, y capaces de pensar por sí mismos, pero los humanos vigilan
todo cuanto se hace. Cada familia no cuenta con más de cinco personas, los
padres y un máximo de tres hijos.
Meier les contó que unas tres mil naves de
otros sistemas estelares de la galaxia visitaban la Tierra cada
año:
-Existen ocho razas humanas diferentes que poseen estaciones
aquí en la Tierra -afirmó-. Exploran, estudian, están aquí para
observar.
- ¿Trata alguno de ellos de destruirnos? -preguntó Elders.
- No -replicó Meier-. Si una raza humana cruza
una distancia muy grande, tal vez años luz de espacio, no va a venir aquí para
plantear problemas o para comenzar una guerra. El ser humano
es una criatura combativa, toda su vida se basa en la lucha,
por lo que cree que, si hay aquí una raza procedente de otro planeta, esas
criaturas harán exactamente lo mismo que él. Pero eso no es cierto.
Si lo deseasen, los pleyadianos destruirían la Tierra en
cuestión de minutos, explicó Meier, y hubieran esclavizado a todos los terrestres
hace ya miles de años. Meier admitió que algunas de las otras naves se habían
llevado a humanos contra su voluntad, pero comparó la situación con los
científicos terrestres y los antropólogos, quienes, al descubrir a un pueblo
primitivo que todavía existe en la Tierra, mandan equipos para
estudiarlos y luego vuelven con ellos para enviarlos al laboratorio.
-Los humanos son humanos -manifestó Meier.
Si los pleyadianos u otras entidades se llevaban a seres humanos,
sólo era por satisfacer su legítima curiosidad. De vez en cuando, se comete
algún error y un humano secuestrado muere, lo mismo que los médicos de la
Tierra cometen errores que originan alguna muerte. Pero nunca han sacrificado a
propósito la vida humana.
Meier estaba seguro de que tendría lugar la Tercera
Guerra Mundial.
- Eso es seguro -dijo.
- ¿Y cuándo ocurrirá? -preguntó Welch.
- Ésa es una buena pregunta -respondió Meier.
- ¿Muy pronto?
- No falta demasiado -repuso Meier-. Ellos
conocen la fecha exacta, pero no es bueno saberla.
- ¿Intentarán los pleyadianos impedirla?
Explicó a la gente de la mesa que a los pleyadianos no se
les permitía interferirse en el desarrollo de la Tierra.
- Resulta por completo imposible detener todas esas cosas.
Hace unos dos mil años, varios profetas previeron la Tercera Guerra Mundial.
Pero nadie los escuchó durante dos mil años. Y ya es muy tarde.
» Un holocausto así sólo podría prevenirse por medio del
cambio, y el cambio sólo llegaría de dos maneras. Una, por la enseñanza, al
mostrar a los seres humanos cómo se avanza espiritualmente desde dentro, es lo
que los pleyadianos desean hacer; la otra manera consiste en recurrir a la
fuerza, cosa que les está prohibida. No darían un solo paso para prevenir la
guerra a menos que nuestra guerra terrestre amenazase la civilización en
cualquier otro sitio. Aunque poseyesen el poder para detener la postrera
conflagración, se mantendrían quietos, observando cómo nos destruíamos unos a
otros, si ése era nuestro deseo, aunque fuese un auténtico loco el que apretase
el botón. Los pleyadianos sólo desean efectuar pequeños cambios en las personas
de mente y corazón lúcidos, enseñando a esas personas y permitiéndoles crecer
desde dentro.
» Si viajasen al espacio --explicó Meier-, encontrarían
humanos dondequiera que fuesen. Y cuando empiezan a pensar, necesitan un
maestro. Si no han visto nunca una flor, si nunca han oído nada acerca de una
flor, sólo el que conozca las flores podrá enseñarles. Y así es como ocurren
las cosas en todo el universo. Las fotografías sólo sirven para hacer que la
gente piense, para mostrarles algo; la gente vendrá a ver esas fotos, pero
estudiarán las enseñanzas y acudirán para aprender.
Meier le contó a Welch muchas
cosas que le habían explicado los pleyadianos, y una de las más controvertidas
e intrigantes consistía en la razón fundamental de la presencia de las
pleyadianos
Con los pleyadianos a unos quinientos años luz de la Tierra,
los físicos terrestres opinan que, viajando a la mayor velocidad concebible, es
decir, a la velocidad de la luz, un viaje desde las Pléyades a la
Tierra, y regreso, requerirla mil años. Sin embargo, Meier
mantenía que el sistema de propulsión pleyadiano era capaz de alcanzar
velocidades de muchos millones de veces más veloces que la luz, y que, con
frecuencia, Semjase iba y volvía desde su planeta natal, Erra,
y la Tierra. Los pleyadianos, añadía Meier,
realizaban el viaje en siete horas. Durante el cuarto contacto, y de nuevo en
el octavo, Semjase le había explicado aspectos del sistema de
propulsión que permitían a las naves luminosas pleyadianas trascender la
distancia y el paso del tiempo.
- Para viajar a través del espacio cósmico -dijo-, se
necesita un impulso que sobrepase muchas veces la velocidad de la luz. Pero esa
propulsión sólo entra en acción cuando ya se ha alcanzado dicha velocidad. Esto
significa que una nave luminosa necesita por lo menos dos impulsos: uno normal
que proporciona impulso hasta alcanzar la velocidad de la luz, y un segundo
hiperimpulso, como vosotros la llamaríais. Con este segundo impulso paralizamos
el tiempo y el espacio de manera simultánea -explicó Semjase-.
Esto anula el tiempo y el espacio. Y sólo cuando el tiempo y el espacio han
dejado de existir somos capaces de viajar a distancias de años luz en una
fracción de segundo. Todo se realiza de una manera tan rápida que los vivientes
ni se dan cuenta.
» Necesitamos siete horas para llegar a la Tierra
porque primero debemos volar muy lejos por el espacio antes de pasar a la
hipervelocidad. Debemos abandonar el estado hiperespacial muy lejos de vuestro
sistema solar, y volar luego hasta aquí gracias a un impulso normal.
» No estoy autorizada para darte más detalles. Pero puedo
decirte que vuestros círculos científicos más avanzados siguen aún trabajando
sobre sistemas conocidos como impulsos emisores de luz e impulsos de
«taquiones». Los principios elementales ya les son conocidos. El impulso emisor
de luz sirve como un sistema de propulsión normal para hacer avanzar las naves
hasta los límites del espacio y del tiempo. Una vez allí, el impulso del
«taquión» entra en acción. Se trata del sistema de hiperpropulsión, que es
capaz de forzar el espacio y el tiempo hasta el hiperespacio. Nosotros
empleamos otros nombres, pero los principios son exactamente los mismos.
» Antes del primer viaje de Stevens a Suiza
en 1977, Lou Zinsstag le había mandado las notas de
contacto pertenecientes al sistema de propulsión pleyadiano. Pero Stevens no había
oído nunca el término «taquión». Ni él ni los Elder ni Welch.
Una vez que Welch hubo leído las notas de
contacto con la explicación del sistema de propulsión pleyadiano, a menudo le
preguntó a Meier qué sabía de aquel término. Welch regresó
pensando que Meier sabia más de lo que debiera dado su modo de
vida y la escasez de información que sobre aquel tema se tenía excepto en los
círculos científicos más sofisticados.
«Escribió en las notas todo lo que le habían contado -dijo Welch-,
y luego sintetizó lo que había comprendido como un método de viaje espacial. Vi
esas notas en 1978. Nos enteramos después de que, durante algún tiempo, los
especialistas, bien conectados con la NASA o con compañías como
la «General Dynamics» habían estado trabajando en silencio sobre
esto como concepto de propulsión. Lo más interesante es que el hombre que
escribió esas notas tenía una formación equivalente a general básica. No había vivido
nunca cerca de bibliotecas importantes, ni tampoco de ningún centro científico
notorio, ni había tenido contactos directos en esos campos. En aquel tiempo, no
sabíamos lo que significaba “taquión”. Y aplicar el concepto del “taquión”
teórico a la propulsión espacial suponía un paso importante que aún había que
dar. No existían pruebas de que llegásemos a averiguar que hubiese colaborado
alguien en todas esas cosas.
» Pero lo que más me desconcertaba era que, tan pronto como
empezamos a hurgar en ello, de repente surgía en las notas o a través de Billy,
algo sofisticado, único y avanzado en campos diferentes. En las notas aparecen
conversaciones acerca del universo y de la mecánica celeste, sobre métodos de
curación y equipo médico avanzado, que no tenían el menor sentido procediendo
de un hombre que vivía en una remota campiña de Suiza. No
obstante, me percaté de estas cosas al ver cómo se desenvolvía hablando y como
hacía frente a diversos conocimientos. Todo parecía fuera de contexto respecto
a su personalidad. Parecía que aquel hombre tuviese un tutor en varios campos,
y que fuese además un tutor increíble
......………………………………………………
Irina Froning, la mujer que había descubierto
el Diario de fotos de Meier en el despacho de su amiga a horas avanzadas de la
noche, estaba casada con H. David Froning Jr., ingeniero
astronáutico en la «McDonnell Doug]as Corporation» desde hacía
veinticinco años. Con anterioridad se había dedicado al campo ultrasecreto de
la defensa militar. Como jefe de personal, había ayudado al desarrollo de
misiles para la defensa balística, y llevado a cabo investigaciones
exploratorias para desarrollar ideas y tecnología en diseño de naves espaciales
avanzadas. Miembro desde hacía mucho tiempo de la «British Interplanetary
Society» y del «American Institute of Aeronautics and
Astronautics», Froning había presentado numerosas
comunicaciones en conferencias técnicas sobre vuelos interespaciales, tanto en Europa
como en Estados Unidos.
La idea de atravesar las vastas distancias interestelares
intrigaba a Froning desde hacía quince años. En busca de un medio
para transportar a la Humanidad más allá de la velocidad de la
luz, se pasaba gran parte de su tiempo libre examinando las teorías de la
relatividad de Einstein y considerando nuevas formas para
encuadrar esas teorías en una ley más general, del mismo modo que las leyes de Einstein
de la relatividad no habían violado, sino que se habían adecuado a las leyes
del movimiento de Newton.
En 1966, Froning, entre otros, sostuvo que las
barreras del espacio del tiempo no eran insuperables, y que algún día la Humanidad
sobrepasaría la velocidad de la luz. En un artículo escrito aquel año,
señaló que, sólo veinte años atrás, difícilmente un científico o un ingeniero
hubieran creído que el hombre rompería la barrera del sonido y sobreviviría
después de ello. Muchos pilotos habían muerto al intentarlo. Sin embargo,
predijo Froning, a fines de los años ochenta, los aviones
hipersónicos de las líneas aéreas volaban de Nueva York a Madrid
en menos de una hora, es decir, cinco veces más de prisa que la velocidad del sonido.
*
( *En 1986, el presidente Reagan anunció
planes para desarrollar la tecnología de un avión de líneas aéreas supersónico
llamado «El Oriente Exprés»).
En sus primeras investigaciones, Froning llegó
de forma inmediata a la conclusión de que los cohetes que consumiesen
combustible terrestre serían demasiado pesados y costosos para alcanzar la
velocidad de la luz. También consideró y descartó la posibilidad de que los
estatorreactores recogiesen átomos de hidrógeno y los convirtiesen en
combustible mientras la nave viajaba a través del espacio cósmico. Esa
«cuchara» debería tener casi cien kilómetros de diámetro. Pero, de todos modos,
Froning continuó sus investigaciones.
Cuando Irina regresó a casa aquel lunes, David
se encontraba aún fuera de la ciudad. Como quiera que deseaba ver el Diario de
fotos que había ojeado en el despacho de su amiga, llamó a varias librerías
hasta que localizó un ejemplar.
Cuando su marido regresó a casa, lo primero que hizo fue
obsequiarla con el libro, antes de que tuviera ni tiempo de saludarla.
«Supongo que nunca había quedado más impresionado por un
libro -comentó David-. Si lo que cuenta Meier se
trata, simplemente, de un fraude; resulta claro que le han inspirado algunos científicos
de sólidos conocimientos».
Más tarde afirmó que se sintió como «entumecido».
«Resultaba tan excitante ... -añadió-. Algo que a un tiempo
te hacía estremecer y te obnubilaba. Constituía una revelación. De repente,
muchas cosas tenían sentido. No se me había ocurrido nunca que los taquiones
existieran fuera de la dimensión del tiempo.»
Froning había diseñado un estatorreactor
teórico de cuantos, que poseía potencia para que las naves estelares casi
alcanzasen la velocidad de la luz en cosa de horas, por medio de pulsaciones
ubicuas de energía, que algunos científicos opinaban existían en el «tejido»
del espacio. También teorizaba acerca del otro lado de la barrera de la luz y
desarrolló un modelo conceptual de cómo sería un aparato que viajase más de
prisa que la velocidad de la luz.
«Pero no tenía nada que ligase entre sí esos dos conceptos
-explicó-. Lo que me atenazaba más era, al parecer, la imposibilidad de cubrir
esas tremendas distancias interestelares en cuestión de minutos, en vez en
siglos, como aquí en la Tierra. A continuación leí el libro de Meier
y, de improviso, todo pareció plausible.
Al cabo de dos semanas, Froning concibió una
forma de alcanzar la velocidad de la luz y luego realizar la transición a un
viaje más rápido que la luz.
«La mayoría de la gente cree que la velocidad que
supera la de la luz se da en nuestro reino de la existencia espacio-tiempo
-explicó-. Pero cuando Meier mencionó que el viaje se realizó en
siete horas y que la parte más larga se hizo en sólo varios segundos, se me ocurrió
que, durante ese intervalo, no transcurre casi el tiempo. Y ello aún me llevó
más allá, en realidad se puede sobrepasar nuestro plano de existencia espacio-temporal
y viajar quintillones de kilómetros a través del espacio mientras transcurren solo
unos segundos. Era una posibilidad que nunca se me había ocurrido.»
Con la ayuda de un librero, Froning localizó a
Wendelle Stevens en Tucson, y le llamó para
solicitar información adicional del citado sistema de propulsión. Una cosa le
impresionó sobre todo acerca de las notas de contacto, más detalladas que las
que mandara Stevens. La voz de Semjase dirigía cada uno de los
principales requisitos científicos para acelerar hasta la velocidad de la luz y
realizar el salto, o hipersalto, y a continuación desacelerar.
«Aunque no explicaba de forma específica cómo se llevaba a cabo
-recordó Froning-, suministraba los suficientes datos técnicos
para satisfacerme como científico. Y eso resulta muy convincente cuando se
lleva a cabo.»
Lo que más impresionó a Froning fue que, casi
un año antes de que lrina descubriese el Diario fotográfico,
había calculado la eficiencia de propulsión de su nuevo estatorreactor de
cuantos y determinado que los tiempos típicos para que semejante aparato
alcanzase la velocidad de la luz abarcarían unas cuatro horas. Según las cifras
de Meier, los navíos pleyadianos requerían, aproximadamente, 8,5
horas para acelerar a la velocidad de la luz, sólo segundos para atravesar una
distancia de casi quinientos años luz, y luego otras 3,50 horas para
desacelerar y alcanzar en vuelo la Tierra. La credibilidad de las
cifras de Meier asombró a Froning. Para llegar a
esos números, Froning había utilizado fórmulas complejas que
incluían índices de aceleración. Luego descubrió que, según las afirmaciones de
Meier, no sólo las naves pleyadianas necesitaban 3,5 horas para alcanzar la
velocidad de la luz, sino que, en ese punto, las naves habrían viajado,
aproximadamente, 170 millones de kilómetros. Y asimismo, esas cifras se
encontraban dentro de un margen del 20 por 100 de sus cálculos previos.
El caso de Billy Meier (Documental)
«Creo que resultaría muy improbable para alguien con los antecedentes
culturales de Meier llegar a esa combinación de cifras y
llevarlas a un radio de acción aceptable científicamente -explicó Froning-.
Debió asesorarle alguien muy versado en ciencias, con conocimientos de
relatividad espacial y de mecánica de vuelo para saber qué clase de tiempos y
distancias tenían sentido. Si se trata de un fraude, debe de haberse realizado
con ayuda de alguien parecido a mí y que tuviese en cuenta toda clase de cosas
plausibles.
» Sólo he discutido este caso de Meier con
científicos de gran amplitud de miras respecto a los vuelos interestelares,
pero le diré una cosa: la mayoría de ellos creen que se trata de algo digno de
crédito y se hallan de acuerdo, por lo menos, con una parte o en ocasiones con
todo. Me refiero a las cosas explicadas por los pleyadianos.»
Antes de desaparecer el triángulo dorado y plateado del
alcance de Marcel Vogel, el científico de «IBM»
lo había colocado bajo su microscopio electrónico de 250.000 dólares, y lo pasó
a una videocinta en la que grabó sus descubrimientos. El pequeño espécimen
contenía plata en estado muy puro, «aluminio en extremo puro», potasio,
calcio, cromo, cobre, argón, bromo, cloro, hierro, azufre y silicio. Una zona
microscópica reveló «una mezcla de casi todos los elementos de la tabla
periódica». Y cada uno de ellos se hallaba en estado notablemente puro.
«Se trata de una combinación fuera de lo corriente -dijo más
tarde Vogel-, pero no afirmaría yo que se trate de un
procedimiento o combinación confeccionada por extraterrestres.»
Lo que intrigó a Vogel más que el número de
elementos y de su pureza fue su presentación aislada. Cada elemento puro estaba
unido a todos los demás, pero de alguna forma conservaba su identidad.
«Resulta extraño observar la yuxtaposición de los metales
-explicó mientras miraba por el microscopio y dictaba sus hallazgos en la
videocinta-. Una capa sobre otra muy pura, pero sin interpenetrarse. Aparece
una combinación de metales y no metales unidos, muy fuertemente ligados. No sé
de nadie que haya contemplado jamás algo parecido.»
En una pequeña zona de la parte media de la muestra,
ampliada quinientas veces, encontró dos ranuras paralelas unidas por pliegues,
unas rayitas microforjadas de alguna manera en el metal. Pero aún le resultó
más sorprendente que el elemento principal presente en aquella pequeña área
fuese el correspondiente a las tierras raras llamado tulio.
«Se trata de algo inesperado por completo -dijo-. El tulio
fue purificado durante la Segunda Guerra Mundial, como subproducto de las
investigaciones en energía nuclear, y únicamente en cantidades muy pequeñas. Es
en extremo costoso, mucho más que el platino y muy raro de encontrar. Se
necesita una persona con unos grandes conocimientos en metalurgia para que sea
consciente de un compuesto como éste.»
El aumento de aquel fragmento de poco más de un
centímetro creció de 500 a 1.600, y Vogel observó cosas que jamás había visto.
«Todo un nuevo mundo aparece en el espécimen. Existen
estructuras dentro de otras estructuras, algo por completo desacostumbrado. En
aumentos menores se ve sólo una superficie metálica. Pero ahora se observa una
estructura compuesta por varios tipos de áreas entrelazadas. Es muy excitante.»
Vogel sondeó más en el metal.
«Nos hallamos ahora a más de 2.500 aumentos, y se ven
estructuras birrefringentes. ¡Muy excitante! Es muy raro que un metal tenga
esas zonas de doble refringencia. Al principio, si tomamos una sección y la
sacamos, parece un metal, tiene la apariencia lustrosa de un metal. Pero una
vez colocada bajo luz polarizada, averiguas que sí es un metal, pero, al mismo
tiempo ... ¡es un cristal!»
Durante horas, Vogel continuó sondeando en el interior de aquella
diminuta muestra, fascinado por lo que veía. A la mañana siguiente telefoneó a
un científico investigador del «Centro de Investigaciones Ames»,
de la NASA, el doctor Richard Haines.
- ¿Por qué no viene? -le pidió-. Deseo mostrarle una cosa.
«Me dio la suficiente información por teléfono para tentarme
-recordó Haines-. Por lo tanto, fui.»
El despacho de Vogel se encontraba junto a la
escalera en el segundo piso de uno de los numerosos edificios del Centro
de Investigaciones de «IBM». Cuando Haines entró en el
despacho, Vogel le dijo:
-Tengo que enseñarle algo.
Luego se metió la mano en el bolsillo en busca de una
bolsita de plástico en la que había puesto con cuidado la noche anterior el
fragmento triangular.
«Introdujo la mano en el bolsillo -recordó Haines-y
no la encontró... Se me quedó mirando con una expresión que nunca olvidaré:
estaba como alelado. O era un gran actor o decía la verdad. Creo que, en
efecto, decía la verdad.»
En algún lugar, entre el laboratorio y el despacho de Vogel,
había desaparecido el pequeño fragmento metálico.
«Aseguró que debía de haberlo guardado en algún sitio. Por
lo tanto, comenzó a buscar frenéticamente por todo el laboratorio. Registró el
escritorio de su despacho principal, siguió luego por el laboratorio, buscó por
todas partes, pero no lo encontró. Se disculpó profusamente, porque creía
haberme obligado a presentarme allí y sólo para que viera un metal que ya no
podía mostrarme. Me enseñó algunas fotografías en color de la muestra, y aludió
a algo anómalo, algo que era una de las razones de pedirme que acudiera allí.
Porque aquello era todo un caso: tener a alguien con aquel tipo de reputación y
que luego resultaba que hacía unas aseveraciones de aquella naturaleza.»
Vogel no llegó a recuperar la pieza metálica
perdida, ni pudo tampoco explicar su desaparición. Confiaba en que Stevens
le suministrase otra, pero aquélla era la única muestra de lo que,
presumiblemente, representaba la fase final en la construcción del casco de la
nave luminosa.
«Necesitaba examinar pruebas adicionales para estar seguro
de que aquello era algo realmente único -explicó Vogel-. Estaba
entusiasmado. Me hallaba emocionalmente ligado a su estudio porque se trataba
de un desafío ideal, de algo que muchos científicos se hubieran sentido
orgullosos de tener y seguir adelante. Lo que resultaba más fuera de lo común
era la pureza de los metales presentes en el diminuto espécimen. Su pequeña
cantidad. Eso fue lo que me intrigó y la razón de que desease más ejemplares
para seguir examinándolos. Hubiera llegado mucho más lejos en el análisis
metalúrgico investigando su índice de torsión y sus características de fusión.
Deseaba una segunda opinión de alguna otra persona del “MIT”,
para que pudiéramos comparar notas antes de darlo a la publicidad. Se trataba
de una oportunidad única, y hubiera acudido a la NASA para solicitar
también la ayuda de sus propios científicos, a los que habría interesado,
porque poseíamos un fragmento de material que poder observar. Gozo de muchos
contactos dentro de “IBM”, profundamente interesados en explorar
cosas conmigo. Hubiera formado un equipo de ocho o nueve hombres. Pero lo eché
todo a perder.»
La desaparición de aquel metal insólito decepcionó a Vogel, pero
también le desilusionó por un igual el que, Stevens y EIders,
deseosos de encontrar apoyo para su caso, hubieran publicado sus hallazgos
preliminares en su Diario fotográfico, antes de haber podido completar las
pruebas, y sin darle una oportunidad de revisar, para mayor exactitud, todo lo
que habían escrito.
«Era un amasijo de cosas y de fragmentos de observaciones
-manifestó más tarde--. no una manera coherente de presentarlo. Técnicamente
resultaba erróneo, y yo me resentí por ello. Constituyó algo desgraciado porque
yo estaba deseoso de emplear toda la tecnología que me fuera posible con
intenciones de alcanzar una respuesta real.»
Vogel perdió su entusiasmo por el proyecto.
«No a causa del metal -declaró más tarde-, sino por la
manera en que actuaban aquellas personas.»
De todos modos, el metal había desaparecido de forma
definitiva.
«Estaba entusiasmado -concluyó Vogel-, estaba
interesado, puse en aquello todo mi esfuerzo. Pero el caso permanece incompleto,
ésa es la mejor manera de informar al respecto.»
Poco después de que desapareciera la muestra metálica, y
antes de que se publicase el Diario fotográfico, el equipo japonés de la «Nippon
Television» volvió a San José para filmar a Vogel
con destino al documental rodado sobre el caso Meier. Vogel
habló de forma abierta con el entrevistador Jun-Ichi Yaoi
acerca del resultado de sus averiguaciones iniciales. «No puedo explicar el
tipo de material que tuve en las manos -le dijo a Yaoi-. Como científico, no
conseguí ninguna combinación conocida de materiales. Es algo que no se puede
lograr en este planeta mediante ninguna de las tecnologías que conozco ... Se
lo mostré a uno de mis amigos, que es metalúrgico, Y éste se limitó a mover la
cabeza y decirme:
»- ¡Desconozco cómo se puede juntar todo eso!
» Y éste es el punto en que nos encontramos ahora mismo. Yo
creo que es importante que aquellos de nosotros que pertenecemos al mundo
científico, nos sentemos y nos dediquemos a un estudio serio acerca de esas
cosas, en vez de calificarlas simplemente de fruto de la imaginación desbordada
de la gente ...»
.....................................................................
GALERÍA DE FOTOS - NAVES EXTRATERRESTRES
BILLY MEIER