Todos nosotros hemos reflexionado alguna vez sobre la muerte, sin darnos cuenta que es una condición implícita de la propia vida. Del mismo modo es necesario poseer cierta consciencia sobre nuestra existencia para elaborar cuestiones “metafísicas” ó “existenciales” : La vida dentro de un cuerpo material es limitada y buscamos por ello, de cualquier modo, respuestas a la eterna cuestión del “otro lado” y del final de nuestros días en este planeta, la Tierra. En otros lugares de esta y otras Galaxias, seres inteligentes ya se habrán planteado estas mismas inquietudes y tal vez hayan encontrado alguna respuesta que les de serenidad en su camino espiritual.
Si miramos en una noche estrellada sentimos lo inconmensurable de la Creación y algo nos dice que todos nosotros formamos parte de esa maravilla que se muestra frente a nuestros ojos. Así, en cualquier otro punto, en otros Sistemas Estelares, seres también conscientes estarán observando ahora el Universo y percibirán como “un todo” lo que se muestra ante sus ojos sin importar las distancias, los años-luz que separen a unos seres de los otros, ni tampoco su aspecto exterior, si a fin de cuentas todos perseguimos las mismas respuestas, en este caso, aquello que llega cuando la vida desaparece. De igual modo también servirían otras cuestiones, tales como: ¿Cual es “el origen de la vida” y de su “Creador”?.
Sabemos por muchos testimonios de contactados, que esos seres que visitan la Tierra, son en su mayoría mucho más evolucionados que nosotros (exceptuando por supuesto, las razas regresivas) y no podía dejar pasar por alto como enfocarían, los extraterrestres, ese momento final de la existencia. Ellos hacen mención de forma recurrente a la reencarnación afirmando la necesidad de que el alma sea capaz de alcanzar cierta perfección y llegado a ese estado elevado, poseer la capacidad de elegir los cuerpos donde encarnarse así como recordar vidas anteriores. De este modo, la idea que nos habrían inculcado ciertas religiones sobre un Cielo o Paraíso inmutable y eterno, donde las almas bondadosas disfrutarían de toda una eternidad sería incorrecta, ya que nos moveríamos en un ciclo de vida-muerte necesario para lograr una cierta perfección del alma/espíritu capaz de “comprender” la propia creación.
En esta ocasión he traído dos pequeños relatos donde se trata el momento final de seres extraterrestres: Uno ocurrido en Corona, Texas donde se estrello un OVNI dándose “santa sepultura” al tripulante de la nave y el otro, ocurrido en un bosque de Vasternorrland, Suecia, cuando también otra nave sufrió un accidente con graves consecuencias para uno de los seres de las estrellas.
El caso Aurora, conocido también como “el Roswell de Texas”, es sin duda uno de los más interesantes, puesto que tuvo lugar en 1897, años antes de que la aviación “echase a volar”. Ocurrió el 19 de Abril en la localidad texana Aurora. Dos días después, el periódico The Dallas Morning News publicaba un reportaje de su periodista S. E. Haydon, retratando que un gran número de testigos había visto como una aeronave sobrevolaba Aurora, para estrellarse inmediatamente después contra un molino de viento. Entre los restos, yacía el cuerpo de un pequeño ser sin vida que, pese a los daños sufridos, era evidente que no pertenecía a la Tierra.
Haydon recogió el testimonio de T. J. Weems, responsable en la zona del Servicio de Señales del Ejercito de EEUU y experto en astronomía, quien se mostró convencido de que dicho humanoide provenía de Marte. Junto a este encontraron una serie de documentos escritos con ininteligibles jeroglíficos. El reportero también informaba de que la nave se encontraba en tan mal estado, que era imposible siquiera formular una hipótesis sobre su origen. Según los testigos presenciales, los fragmentos del objeto volador, esparcidos por el lugar, semejaban una mezcla de aluminio y plata. El artículo de Haydon terminaba con la siguiente frase: “El funeral por el piloto tendrá lugar a mediodía de mañana”. Así se hizo, y el cuerpo del desdichado tripulante fue enterrado en el cementerio de Aurora.
Tumba del Extraterrestre, Cementerio de Aurora, Texas |
INVESTIGACIONES RECIENTES
De lo que no caben dudas es que en 1887 un objeto se estrelló en las tierras que del juez Proctor tenía en Aurora. Fueron varios los testigos que contemplaron el incidente, como Charlie Steven, de diez años, que estaba trabajando cuando vio como un OVNI impactaba contra el suelo. Recientemente, un grupo de investigadores inspecciono el terreno donde se produjo el impacto, hallando unas extrañas piezas metálicas. Un árbol contra el que supuestamente chocó el No Identificado, presenta una zona extrañamente seca, y se han medido altos niveles de metal en su corteza. En 2008 salieron a la luz nuevos y concluyentes datos. El equipo del programa de televisión Ufo Hunters localizó un pozo al que ningún otro investigador había accedido antes. Aquellas tierras –que en 1897 pertenecían al juez Proctor- fueron adquiridas a mediados del siglo XX por Brawley Oates, quien limpio el foso porque presentaba restos de piezas metálicas. De hecho se sabe que algunos restos de la aeronave estrellada fueron abandonados en dicha perforación. En 1957, Brawley desarrollo una reumatitis severa, convencido de que el agua del pozo había sido la causa de su enfermedad, acabó sellándolo.
Los reporteros de UFO Hunters quitarón el precinto, llevándose una grata sorpresa. Encontraron los soportes de una estructura que años atrás había servido de sujeción a un molino. Tras tomar muestras del liquido elemento, las llevaron a analizar a un laboratorio. Los resultados mostraron que presentaba una altísimo nivel de aluminio, dato que corroboraba que, sin duda, tuvo que estar en contacto con “algo” metálico. Estas evidencias sirvieron, al menos, para demostrar que alguna clase de objeto volador se estrello en Aurora.
Si las autoridades consintieran la exhumación del cuerpo del presunto extraterrestre para su análisis, el principal interrogante podría resolverse. Pero hasta el momento nadie ha obtenido los permisos necesarios. De hecho, la conocida como “tumba del alienígena” siempre ha estado rodeada de un halo de misterio. En la década de los 70 del siglo XX, varios investigadores de la MUFON –la más importante asociación ufológica del mundo- visitaron el cementerio de Aurora, localizando la enigmática tumba, bastante deteriorada, de pequeñas dimensiones y con un grabado que parecía un platillo volante. En la misma destacaba una placa en la que se podía leer: “Este sepulcro es conocido por la leyenda según la cual una aeronave se estrelló en 1897 y el piloto, muerto en el accidente, fue enterrado aquí mismo”.
Los ufólogos pidieron los pertinentes permisos para exhumar el cuerpo, pero les fueron denegados. Optaron entonces por pasar un detector de metales sobre la tumba, que comenzó a pitar, prueba de que bajo tierra había algo metálico. Los investigadores regresaron unos días después, comprobando, con gran sorpresa que la lapida había sido retirara y que alguien había introducido unos tubos hasta llegar a los restos mortales del supuesto extraterrestre, presumiblemente para retirar las piezas metálicas detectadas por los investigadores. De hecho utilizaron de nuevo el localizador de metales, pero esta vez no detecto nada.
En 2007, tras una serie de cálculos basados en imágenes de años anteriores y después de prospectar el terreno con un georadar, se concluyó que, efectivamente, bajo la lapida había una tumba. Otra cosa es que realmente contuviera los restos de un ser de otro planeta. Los fragmentos metálicos recogidos en la zona del impacto fueron examinados en varios laboratorios. Todos llegaron a la misma conclusión: los trozos de la aeronave se habían fundido y, posteriormente, enfriado al aire libre. Su composición era en un 95% aluminio y en un 5% hierro. Sin duda, como apuntaron los científicos, una aleación muy extraña a finales de 1897. No caben dudas de que el incidente fue real, aunque para desentrañar definitivamente el misterio, habría que analizar el cuerpo de su piloto.
Página 67 Los grandes contactados, de Manuel Navas Arcos
AGONIA DE UN EXTRATERRESTRE.
Antes de nada, me gustaría hacer una pequeña introducción al tema de la muerte. Para posteriormente transcribirles un caso insólito y poco conocido dentro de la temática extraterrestre, como es: la agonía y muerte de un extraterrestre.
La muerte, es esa vieja amiga de los hombres que termina por visitar a cada uno de los seres vivos que pueblan este planeta. Ciertamente es un compañero incómodo pero infalible. Antes o después debemos acercarnos a la comprensión de esta realidad.
Hablar de la muerte como un fin total de la existencia no es correcto, si tenemos en cuenta la tradición hablada y escrita de todas las doctrinas y corrientes filosóficas del orbe; todos en mayor o menor medida, creen en la eternidad del Alma. Es decir, después de abandonar el cuerpo en la Tierra, el Alma viaja a las regiones de lo imponderable para rendir tributo al Espíritu. Es en este Alma donde se almacena toda la experimentación de esta vida por dejar y se compara con las anteriores una vez que se ha dado el plano de fusión con el Espíritu que siempre nos espera y que siempre nos obliga a retornar con otras experiencias y otras vicisitudes a cual más particulares y extrañas.
Recreación de Cambio Dimensional |
El morir en esta dimensión viene a significar el nacer en la otra, y el morir en la otra, significa que nacemos en ésta. Es siempre en el eterno ir y venir como aprendemos y almacenamos cada vez más, un mejor y más abundante conocimiento.
En la práctica, queramos o no, cuando un ser querido se nos muere derramamos lágrimas y preguntamos al cielo el porqué de esa marcha. Nadie se resigna a perder al ser amado y menos cuando no se sabe dónde estará y qué haremos con el recuerdo del que ha partido. Por otra parte, en los pueblos de gentes sencillas se repite el dicho sarcástico: ¡Nadie ha vuelto para contárnoslo!...y es que el mundo de las respuestas suele ser un desierto estéril en la imaginación de los que desean penetrar en el conocimiento.
Recreación de Paso Al Otro Lado de la Vida |
Sólo se puede afrontar el dilema de la muerte, desde la perfecta comprensión de la premisa necesaria y anterior: la vida. Si no entendemos y valoramos ésta, mal podemos comprender la muerte.
Existir es ser consciente de la realidad espiritual o deidad que todo hombre lleva dentro de sí. El Espíritu vive en muchas formas y en muchos espacios diversos; una vez se viste de materia, otra de aparente quietud, otra de ida, otra de regreso etc...
Ahora bien...¿Cómo muere un extraterrestre?..¿Cuál es la concepción de la muerte para él? ¿Cómo se comportan ante esta realidad?...Las respuestas las vamos a encontrar en el siguiente relato que es uno de los más bellos que he podido leer y comprender.
En cierta ocasión vi y hablé con un hombre de esos que ustedes muestran en estas diapositivas. En 1.955 yo era trabajador forestal en Bottenviken, Vasternorrland, con unos hermanos que proveían de madera un aserrador del centro de Suecia.
A primeras horas de una mañana de Julio, cuando estábamos muy ocupados en la tala de árboles, oímos de pronto un ruido crepitante, como cuando un animal se abre paso entre la maleza. En ese mismo instante vimos un objeto en forma de cigarro que, zigzagueando, volaba hacia las copas de los árboles. La primera idea que tuve, fue que se trataba de una avioneta que había perdido las alas y que quería intentar un aterrizaje forzoso. A unos 300 o 400 metros de nosotros, discurría un río, y era evidente que aquel objeto tomaba rumbo hacia él. Los tres sabíamos que en los siguientes segundos el objeto se estrellaría, por lo que iniciamos una carrera en la misma dirección de su vuelo. A unos 15 o 20 metros antes de que saliéramos del bosque, vimos como el objeto caía en el descampado, a sólo unos 30 metros del río.
Vasternorrland, Suecia |
A primeras horas de una mañana de Julio, cuando estábamos muy ocupados en la tala de árboles, oímos de pronto un ruido crepitante, como cuando un animal se abre paso entre la maleza. En ese mismo instante vimos un objeto en forma de cigarro que, zigzagueando, volaba hacia las copas de los árboles. La primera idea que tuve, fue que se trataba de una avioneta que había perdido las alas y que quería intentar un aterrizaje forzoso. A unos 300 o 400 metros de nosotros, discurría un río, y era evidente que aquel objeto tomaba rumbo hacia él. Los tres sabíamos que en los siguientes segundos el objeto se estrellaría, por lo que iniciamos una carrera en la misma dirección de su vuelo. A unos 15 o 20 metros antes de que saliéramos del bosque, vimos como el objeto caía en el descampado, a sólo unos 30 metros del río.
Ya no recuerdo qué había esperado; acaso un estruendo ensordecedor, cuando el tanque de gasolina chocara contra el suelo. Pero no hubo ruido alguno. Pero sí una potentísima luz que iluminó toda la zona como un rayo gigantesco, tan fuerte que llegó casi a empalidecer la luz solar. Tan potente era esa luz, que de hecho pudimos ver a través de los árboles. Durante un breve instante fui capaz de contemplar los anillos anuales de un árbol de casi 1 metro de diámetro como si me hallara ante una radiografía. A los pocos segundos una especie de ola succionadora, atrajo todo hacia el punto luminoso. Los tres fuimos arrojados hacia adelante, al tiempo que la hojarasca y las ramas volaban a nuestro alrededor. Es posible que todo esto durara sólo una fracción de segundo, pero todavía recuerdo cómo fui arrojado contra un árbol. El tiempo parecía estar parado, y todos los acontecimientos de mi vida fueron desfilando ante mi mente. Incluso los ruidos naturales del bosque habían desaparecido. Cuando de nuevo habíamos vuelto en nosotros, nos encaminamos hacia el punto en el cual se había producido el extraño fenómeno. En el lugar del choque no podía verse nada, excepto unos cuantos montones de tablas dispersas, llevadas allí por el viento. Estuvimos muy confusos y decidimos regresar a nuestro trabajo.
Llegados al borde del bosque, uno de los hermanos exclamó de pronto: ¡Aquí hay un enano uniformado!. Parece ser que el aparato se había estrellado en el río, despidiendo al enano. Durante un buen rato no supimos qué hacer, limitándonos a mirar a aquel ser inmóvil. Era de estatura reducida, entre 110 y 120 cm., y su cuerpo entero estaba rodeado de una luz blancuzca, como un aura. Cuando uno de los hermanos quiso colocar la mano sobre él, la retiró con rapidez prorrumpiendo en gritos. Completamente pálido, dijo que le había parecido recibir una descarga eléctrica de varios cientos de voltios. En aquel mismo instante el extraño abrió los ojos y dijo en perfecto sueco: No me toquéis, pues recibiríais una impresión muy desagradable. Su sueco era tan puro que los hermanos, quienes hablaban un dialecto muy marcado. poco entendieron lo que decía.
Ahora sabéis quién soy, dijo el enano. Ya sabía de antemano qué íbamos a contestar nosotros y sólo constató que su pregunta había sido bien entendida. Se mostró muy asombrado. De pronto me tranquilicé y comencé a contemplarlo con todo detalle. No se trataba de un enano. Su cuerpo era muy armónico, con espaldas anchas y formas normales. Su tez era amarillenta, como la de un asiático. Los ojos eran negros, hundidos, sin blanco. Su rostro mostraba los efectos de la caída, con unas grandes heridas en los pómulos y en la frente. No sangraba, pero la piel mostraba un aspecto acuoso en las heridas. El cabello era casi blanco. Los lóbulos de las orejas estaban unidos al cuello, mostrando similitud con las aletas de los tiburones. Los labios eran delgados, con pliegues e incoloros. Cuando sonreía, lo cual hacia con frecuencia, podían verse dientes delgados en ambas mandíbulas. Pude comprobar que el lugar de los colmillos lo ocupaban unos dientes planos de tamaño de dos de nuestros incisivos. Tenía manos pequeñas, provistas de cinco dedos delgados, y cuando las movía, parecía cómo si el dedo anular estuviera unido al meñique. El uniforme del hombrecillo estaba formado por un metal rojizo, completamente amoldado al cuerpo, como si se tratara de un mono. La cabeza y las manos no estaban cubiertos, pero en los pies la vestimenta se convertía en unos zapatos ocultos de talla 35 a 37. Las suelas eran onduladas y vibraban, haciéndome pensar por un instante en las cadenas de un tanque.
El extraño me miró y asintió ligeramente con la cabeza. Estaba claro en qué estaba pensando. Con ayuda de sus zapatos podía rodar delante o detrás sin tener que mover las piernas. En torno a la cintura tenía un cinturón metálico luminoso, con una hebilla descomunal, que lucía en tono débilmente azul, que más tarde cuando murióse transformó en un azul oscuro. Y en el centro de la hebilla había un signo en oro con las letras UV donde la V aparecía encallada en la U:
El sabía que yo le estaba estudiando y me dijo: Gracias a mi vestimenta todavía me encuentro con vida.
Entonces su mano derecha desapareció en el uniforme, sin bien no pude descubrir ningún bolsillo. Sacó de allí un objeto rectangular, de tamaño de una caja de cerillas y provisto de 12 pequeños hoyos. Con un punzón metálico sujeto al citado objeto, presionó repetidas veces en diferentes hoyos. Cuando acabó con esta operación, intentó arrojar el objeto a cierta distancia de donde se encontraba echado.
No lo toques, me advirtió sonriente, pues anunciará a mis amigos lo ocurrido, de forma que no tendrán que buscarme. Allí de donde procedo hay también alguien que espera. El extraño individuo permaneció durante un rato como si estuviera durmiendo. Sus manos estaban entrelazadas y era evidente que estaba sufriendo fuertes dolores. De repente los hermanos se mostraron muy azorados y, sin decir nada, regresaron al bosque. Más tarde, pasados ya varios años, al reconstruir los hechos, llegué al convencimiento de que el extraño había rogado, de algún modo desconocido para mí, para que se alejaran los hermanos. Así pues, quedé yo sólo y pude charlar con el extraño por espacio de dos horas, antes que muriera.
Constelación del Aguila |
El testigo no nos quiso narrar en detalle todo cuanto discutió a lo largo de aquellas dos horas. Le rogué varias veces que lo hiciera, pero en vano. Sólo pude enterarme de aspectos fragmentarios. El extraño procedía de un lugar en las proximidades de la Constelación del Águila (en la cual se encuentra la estrella Altaír, de primera magnitud). Existen diversas inteligencias procedentes del espacio que visitan nuestro planeta, y algunas han llegado a tal punto de desarrollo, que nosotros sólo podemos ver a estos individuos cuando se materializan y desmaterializan para visitar un Universo paralelo en la Tierra.
Algunos de estos visitantes se ocupante vigilar a los humanos, cosa que ya hacen desde varios miles de años. Otros visitantes toman pruebas de la Tierra, con el fin de establecerse más tarde en ella. Y un tercer grupo de visitantes está en contacto con los humanos desde hace ya algunos siglos.
Todos estos datos se parecen a otros casos ya comunicados y parecen muy interesantes. Claro que habría sido importante obtener más detalles a cerca de ellos.
Altair |
El testigo siguió diciéndome que. poco antes de que aquel extraño ser muriera, saco de su invisible bolsillo un saco plegado y se lo entregó con estas palabras.
Cuando yo muera, desaparecerá la luz de mi cuerpo. Entonces deberás colocarme dentro de este saco y junto con los otros dos hombres me llevareis al río, donde desapareceré. A continuación os lavareis a fondo con agua para que no quedéis contaminados.
Respiró con bastante dificultad, y comprendí que ya no viviría mucho tiempo. La luz a su alrededor se iba extinguiendo, hasta desaparecer dentro del uniforme. Al mismo tiempo, la hebilla azul celeste de su cinturón iba oscureciéndose gradualmente.
Me miró unos instantes y sonrío. Entonces dijo algo en una lengua que no había oído nunca, ni antes ni después. Pero de repente volvió a hablar en sueco, y pude entender sus últimas palabras:
Tú has venido sin quererlo, y tú te vas en contra de tu voluntad. Nuestra vida es como una niebla...
Todavía dijo algunas palabras más, pero ya débilmente, que no pude entenderlas.
Estoy convencido de que rezaba a su Dios antes de morir. Aquello me conmovió.
Con ayuda de los dos hermanos logramos meterlo en el saco y lo llevamos al río. El saco olía a azufre y producía dolor en nuestras manos, que parecían no tener piel. Pesaba bastante. entre 90 y 100 kilos. Cuando el saco tocó el agua, todo comenzó a hervir y del fondo salieron burbujas. Comprendimos que se estaba produciendo un proceso químico. Al cabo de cinco minutos ya no se veía nada. Estuve reflexionando que, si el extraño había querido arrojarse al agua, había tenido mala suerte al estar obligado a permanecer durante unas horas moribundo en el suelo, mientras yo le planteaba preguntas incómodas. A buen seguro habría preferido morir solitario, pensando en su hogar, allí en el espacio, a varios años luz de distancia.
Esto fue todo, concluyó el testigo. Todavía seguí durante unos años con los hermanos, pero pocas veces hablamos acerca de lo acontecido, aunque creo que cada uno de nosotros pensaba a diario en ello. Ahora los hermanos están muertos y yo recuerdo todavía aquello como si hubiera ocurrido ayer mismos. A pesar de que sucedió hace 22 años, he reconocido a primera vista a aquel extraño ser en una de las diapositivas que Vdes. han mostrado a aquí. Hasta ahora creí que yo era el único que conocía a extraterrestres de este tipo. En el curso de los años he visto muchas fotos y dibujos de visitantes del espacio. pero nunca vi algo que se pareciera al que yo había visto.
El testigo me mostró una pieza metálica. Parecía una larga aguja. Ante mi mirada atónita me dijo: Pocos días después de aquello acudí al lugar donde había estado tendido el extraño. El objeto rectangular había desaparecido, pero todavía seguía allí el punzón brillando en la hierba. Lo tomé como prueba de que no se trataba de un sueño.
El testigo dio media vuelta y se alejó de allí, desapareciendo pronto entre la multitud. Un hombre anónimo, que con su historia y su punzón podría aparecer en los titulares de la prensa de todo el mundo. Creo que, puesto que el acontecimiento es real, es posible mantenerlo en secreto durante largos años. Un psicólogo analizaría a buen seguro que fue la diapositiva la que actuó como reactivo para que el hombre que tantos años había mantenido en secreto su aventura por temor a ser considerado un loco, la diera por fin a conocer.
Insólito y conmovedor el relato de este contacto. En el poder ver como este extraterrestre se enfrenta al fenómeno de su partida con una naturalidad pasmosa y con un amor hacia sí mismo y hacia sus hermanos que le habían enviado en misión a nuestro planeta. Se muere poco a poco, pero su ánimo se redimensiona en una absoluta trascendencia, y con un gesto poderoso, da las últimas instrucciones al testigo que nos cuenta la historia. Es consciente de su misión hasta el final y cumple su deber por encima del hecho de su realidad vital.
Lo importante es que sus hermanos del espacio sepan lo que ha pasado y como segundo término, su marcha hacia las regiones del Infinito. No existe por tanto ningún trauma en todo el hecho, ningún sobresalto; sólo una auténtica consciencia que le hace vivir segundo a segundo otra forma de realidad con la cual ya contaba antes de venir a este mundo.
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