Extraterrestres
y desapariciones misteriosas: 4.000 hombres del Archiduque Carlos
(año 1707); 10.000 personas en el dique
de Lisboa (año 1755); 650 zuavos en la Conchinchina (año 1858); 4.000 soldados del
5º Regimiento de Norfolk (año 1915); 3.000
hombres del regimiento del Coronel Li Fu Sien (año 1939); los desaparecidos
durante el apagón de 1965 en EE.UU. y otros incidentes de aviones que
misteriosamente “desaparecieron” sin dejar rastro.
¿Cómo podemos entender el fenómeno extraterrestre? ¿Está relacionado con ciertas desapariciones de seres humanos? La conclusión es afirmativa; evitando de otro modo deliberar con escépticos recalcitrantes y toda suerte de desinformadores profesionales quienes mediante falsos argumentos y engaños pretenden trasladar a la mayoría de la población “la duda” respecto a si los extraterrestres visitan ó no la Tierra. Cualquiera que dedique un mínimo de tiempo leyendo libros como El mensaje de otros mundos, de Eduardo Pons Prades; bien escuchando el testimonio de contactados como Billy Meier, Jesus Jofre Milá ó el ingeniero Enrique Castillo Rincón ó quizás; analizando en Internet los innumerables videos y fotos de OVNIs grabados por numerosas personas en los cinco continentes; nos llevan directamente a concluir que efectivamente los extraterrestres sí interactúan en este planeta de muchas y formas diversas; dependiendo obviamente de raza diferenciada de que se trate (Robert Dean, ex-sargento mayor estadounidense habló en su momento de la existencia de 70 razas, pero posiblemente sean más si tenemos en cuenta que a Pablo R., un contactado español, cierto extraterrestre le explicó que su civilización conocía 120.000 planetas habitados y que sus sabios sabían que había muchos más; mundos todos ellos que albergarían en muchos casos civilizaciones con capacidad tecnológica para realizar viajes interestelares y visitar la Tierra)
Hacia
las 17
h. 30 minutos del dia 9 de marzo de 1955, estaba observando un reactor que volaba
hacia mi cuando, de repente, sin esfuerzo alguno, un extraño ingenio aéreo se
colocó detrás de él y lo hizo desaparecer instantáneamente ante mis ojos. El
ingenio tenía una abertura a la vista, cerca del avión. Después de
«tragárselo», se detuvo y cerró su «puerta». Luego, subió y descendió durante
cerca de treinta segundos, para desaparecer, al fin. Al hacer la maniobra de
ascenso y descenso pude ver cómo salía vapor o humo de lo que parecían ser puertas o ventanas redondas, colocadas en el punto más alto del ingenio aéreo, el
cual tenía la forma de una campana corriente, y era lo bastante grande para
llevar dentro muchos aviones del mismo tipo del que había capturado.
¿Cómo podemos entender el fenómeno extraterrestre? ¿Está relacionado con ciertas desapariciones de seres humanos? La conclusión es afirmativa; evitando de otro modo deliberar con escépticos recalcitrantes y toda suerte de desinformadores profesionales quienes mediante falsos argumentos y engaños pretenden trasladar a la mayoría de la población “la duda” respecto a si los extraterrestres visitan ó no la Tierra. Cualquiera que dedique un mínimo de tiempo leyendo libros como El mensaje de otros mundos, de Eduardo Pons Prades; bien escuchando el testimonio de contactados como Billy Meier, Jesus Jofre Milá ó el ingeniero Enrique Castillo Rincón ó quizás; analizando en Internet los innumerables videos y fotos de OVNIs grabados por numerosas personas en los cinco continentes; nos llevan directamente a concluir que efectivamente los extraterrestres sí interactúan en este planeta de muchas y formas diversas; dependiendo obviamente de raza diferenciada de que se trate (Robert Dean, ex-sargento mayor estadounidense habló en su momento de la existencia de 70 razas, pero posiblemente sean más si tenemos en cuenta que a Pablo R., un contactado español, cierto extraterrestre le explicó que su civilización conocía 120.000 planetas habitados y que sus sabios sabían que había muchos más; mundos todos ellos que albergarían en muchos casos civilizaciones con capacidad tecnológica para realizar viajes interestelares y visitar la Tierra)
De este modo, cuando se tiene constancia de desapariciones tales
como la del 5º Regimiento de Norfolk en plena I Guerra Mundial, donde aproximadamente 4.000 soldados británicos se “desvanecieron” en el interior de una “nube con forma de hogaza” inmediatamente nos lleva a pensar que los extraterrestres son los responsables de tal desaparicion. "Curiosamente" aquella misteriosa nube, una vez que todo el
Regimiento camino hacia su interior terminó por elevarse, uniendose a “otras similares” y alejandose todas ellas en el horizonte. Y es lógico que
frente a un hecho de esta magnitud deberíamos plantearnos algunos interrogantes
como por ejemplo: ¿Cuál puede ser la
finalidad de secuestrar un contingente tan elevado de seres humanos? ¿Se
trataba quizás de una intervención extraterrestre para salvar de una muerte
segura a los valientes soldados británicos? ¿O tal vez los extraterrestres
les tenían reservados otros fines menos altruistas, tales como la
experimentación sobre sus cuerpos?.
Cabria tambien la posibilidad de que estos raptos colectivos a humanos tengan como finalidad probar
la posible adaptación que los terrestres experimentarían en otros planetas
diferentes a la Tierra; algo así como le explicaron al contactado Eduardo Pons
Prades cuando hallándose en el interior de un platillo volante pudo visualizar a
un grupo de habitantes de la India, tiempo atrás rescatados de una muerte
segura por el crecimiento de las aguas y que ahora vivían en el planeta Yerba Fina (nombre dado por los
extraterrestres) cultivando también arrozales.
Una cosa esta clara: la capacidad tecnológica de los
extraterrestres no deja lugar a dudas si tenemos en cuenta que de alguna forma
los seres de las estrellas “deberían minimizar el shock y nerviosismo que teóricamente
se producirá al introducir en sus naves grupos tan numerosos de personas”.
Se intuye por tanto, que previamente los extraterrestres “adormecerán” a los
sorprendidos humanos en una especie de “sueño cósmico”, “una latencia vital mínima”
para posteriormente despertarlos en lugares quizás remotos.
En ufología no existe una literatura demasiado extendida referente
a las desapariciones de seres humanos; máxime si lo son en número elevado. El
libro Desapariciones misteriosas, de Patrice Gaston viene a convertirse en
una excepción junto al muy conocido El
triangulo de las Bermudas, de Charles
Berlitz y realmente son dos libros son muy buenos. Es curioso que los
investigadores lleguen a un “punto
muerto” respecto a dilucidar que ocurre exactamente cuando, por poner un
ejemplo, un número elevado de aviones desaparece, esfumándose sin haber enviado siquiera
ningún S.O.S. como si esas mismas fuerzas “anómalas” hubiesen envuelto
previamente a los aviones en una especie de “aberración electromagnética” y
finalmente actúasen para que “se volatilicen” sin dejar ninguna pista de su
destino. Por ejemplo, Patrice Gaston
narra en su libro Desapariciones
misteriosas como un testigo presenció justo el momento donde un “OVNI con forma de campana absorbe”
a un reactor. Este hecho ocurrió en 1955 y fue recogido en la revista Flying
Saucer Review que decía lo
siguiente:
Caza aproximándose a OVNI (9 de mayo de 1968, Puerto Rico) |
Todo esto ocurrió,
por decirlo así, cerca de donde yo estaba, de tal manera que pude ver
perfectamente tanto el avión como el ingenio. El avión era un cazabombardero
ligero, que la Radio de San Luis dio por «desaparecido». Nunca se le encontró.
Algún tiempo después, un ingenio idéntico persiguió a tres reactores. Estos
extraños ingenios son, sin duda alguna, los objetos más rápidos que he visto en
mi vida. Cronometré la velocidad de los aviones en el momento en que el ingenio
los perseguía. Este recorría en sólo unos segundos la misma distancia que los jets en tres minutos.
Ciertamente, la perspectiva
de los seres humanos frente al fenómeno OVNI debería variar en lo fundamental:
Tarde o temprano, la humanidad en su conjunto tendrá que asumir algunas
cuestiones, como por ejemplo que los habitantes de este planeta forman parte de
una vecindad cósmica, de un Universo donde la vida es un exponente común; que
otras criaturas inteligentes llenan ese “vecindario” y que no podemos omitir su
presencia porque de este modo estamos retrasando “la propia evolución de la
Tierra y sus habitantes”. Pero… ¿de qué
modo se podría afrontar ese cambio de perspectiva?: Justamente actuando
de forma contraria a la actual, es decir, comportándonos de una forma pacífica y
variando la filosofía con respecto a todas las criaturas que habitan este
planeta; creando un entorno más ecológico, desterrando las guerras y asumiendo
aquellas cuestiones que el sentido común de nuestra conciencia dice que es lo
correcto. Es en esas pequeñas actitudes donde el ser humano se hace como tal…
Del libro Desapariciones misteriosas, de Patrice
Gaston
DESAPARECEN
CENTENARES DE HOMBRES
Las desapariciones se
han dado en todas las épocas. Desaparecieron inexplicablemente familias
enteras, se volatilizaron individuos aislados, se desvanecieron expediciones,
fueron raptados matrimonios, se evaporaron automovilistas. Esta acumulación de
hechos incontestables resulta inquietante.
Pero el fenómeno
desconocido que los provoca, ¿se limita a actuar sobre estos pequeños grupos de
individuos? Recordemos que una división japonesa desapareció completamente. No se
encontró ningún rastro de ella.
En 1707, según relata
Georges
Langelaan, el archiduque Carlos se preparaba para
invadir España. Cuatro mil hombres en pie de guerra acamparon una tarde a
orillas de un torrente pirenaico. Al amanecer del día
siguiente levantaron el campo y marcharon, a buen paso, hacia la montaña. Nadie
volvió a verlos, y nunca se encontró la más mínima huella de sus armas ni de
sus impedimentas...
Puede uno preguntarse
cómo pudieron volatilizarse de esta manera 4.000 hombres, cómo una división
pudo desaparecer así... Entre estos casos y los que ya han sido expuestos aquí
existe una diferencia de escala que hace presagiar increíbles ramificaciones de
este fenómeno. No es posible establecer una relación entre las desapariciones
de navíos y las de millares de hombres, y, sin embargo... Por medio de una
desaparición también excepcional, tal vez podamos llegar a explicar estos
fantásticos escamoteos.
En 1915,
la expedición a los Dardanelos señaló un momento decisivo en la historia militar.
En efecto, el fracaso que sufrieron los aliados convirtióse en axioma. No se
ataca una cota bien defendida por el enemigo. Sobre todo, la experiencia de
Galípoli, subrayaba la mayor dificultad de una operación anfibia, es decir, el
apoyo logístico a las tropas desembarcadas. Pero, al mismo tiempo, la historia
militar conoció allí uno de los episodios más oscuros e inexplicables...
Las tropas aliadas
combatían contra los turcos en la península de Galípoli. En plena batalla se
produjo un acontecimiento tan extraordinario, que todavía seguimos
preguntándonos qué ocurrió exactamente. Mientras los obuses llovían por todas
partes y las explosiones desgarraban el aire y destrozaban a los hombres, una
columna de soldados se puso en movimiento hacia la cota 60, posición
estratégica constituida por una pequeña elevación de terreno al sur de la bahía
de Suvla, uno de los puntos más importantes de la península. El 5º
Regimiento de Norfolk, enviado como refuerzo, estaba destinado a apoyar
a las tropas Ansac, el cuerpo de ejército australiano y neocelandés, en su
asalto contra la famosa cota 60.
Del total del
regimiento compuesto por unos 1.000 soldados, solamente 250 hombres lograron
aproximarse hasta la cota. Insensibles al estallido de los obuses que
destrozaban a sus camaradas, «fueron rodeados intempestivamente por una especie
de niebla, la cual reflejaba de tal modo los rayos del sol, que los
observadores de Artillería quedaron deslumbrados por su resplandor y no fueron
capaces de proseguir su bombardeo artillero de apoyo. Nunca volvió a vérseles,nunca
se volvió a oír hablar de aquellos 250 hombres»,como precisan los libros sobre
la campaña, que sitúan poco más o menos este suceso el 21 de agosto.
Charles Garreau y la revista Lumieres dans la nuit publicaron
los detalles de la observación, que fue hecha aquel día por numerosos testigos
y de la que reproduciremos algunos extractos:
El zapador Reichart, perteneciente a la
3º sección de la 1º Compañía del Cuerpo de Ingenieros neocelandés, nacido en
Matada, distrito de Bay of Plenty, hizo un relato -firmado por otros dos
testigos, a fin de buscar otras personas que también hubieran asistido al
desarrollo del fenómeno del que extraemos estos párrafos:
El día amaneció claro,
sin nubes, a excepción de unas seis u ocho en forma de pan, todas exactamente
iguales, que permanecían sobre la cota 60. Se observó que, a pesar
de un viento del Sur, que corría a una velocidad de 6 a 7 km/h., aquellas nubes no cambiaban de lugar
ni de forma. Permanecían inmóviles, a una altura de unos 60 grados vistas desde
nuestro puesto de observación, situado a una altura de 16 metros. Otra
nube, parecida en su forma a las anteriores y que mediría unos 250 metros de
longitud, 60 de altura y otros tantos de anchura, se encontraba también inmóvil
cerca del suelo y justamente debajo del otro grupo de nubes.
Esta última nube era
extraordinariamente densa y parecía casi sólida. Todo esto fue observado por 22
hombres de la 3ª sección de la 1ª compañía del Cuerpo de Ingenieros neozelandés,
entre los cuales me cuento yo, desde nuestras trincheras en Rhodendendron Spur, alrededor de 2.500
metros al sudoeste de la nube que se hallaba cerca de la tierra. Esto situaría
el emplazamiento de las nubes inmóviles en el aire a una altura de 1.200
metros.
Nuestra posición se
elevaba unos 100 metros sobre la cota 60. Después
de haber cambiado de lugar, esta extraña nube cubrió del todo el lecho de un
torrente seco, y entonces pudimos distinguir perfectamente sus lados y sus
extremidades. Su color era gris claro, como el de las otras nubes.
Observamos cómo un
regimiento inglés, compuesto por muchos centenares de hombres, subía por este
camino lleno de baches hacia la cota 60. Parecían ir a reforzar las tropas de
aquella cota. Cuando llegaron a la nube, penetraron en ella sin dudar. Pero
ninguno salió de allí jamás. Alrededor de una hora más tarde, después de que el
último de la fila hubiese desaparecido en la nube, ésta, muy discretamente, se
elevó del suelo y, como cualquier otra niebla o nube, subió lentamente hasta
unirse a las otras. Al mirarlas de
nuevo, parecían «guisantes en sus vainas». Durante todo este tiempo, el grupo
de nubes había permanecido inmóvil, pero tan pronto como llegó a su altura la
extraña nube que subía, todas juntas partieron en dirección Norte, hacia
Bulgaria. En unos tres cuartos de hora, todas habían desaparecido.
El regimiento fue
dado por «desaparecido», es decir, por aniquilado, y, pese a los esfuerzos de
Inglaterra, que exigió su retorno a la patria al final de la guerra, tras
la capitulación de 1918, Turquía respondió que no sabía nada de su existencia.
Esta realidad
atemoriza...
FUENTE DEL VÍDEO: https://www.youtube.com/watch?v=E833HpiVC9Q
En 1858, durante la invasión
de la Cochinchina por Francia, 650 zuavos avanzaban, fusil al hombro,
a través de la gran llanura que conduce a Saigón. A menos de una veintena de
kilómetros de la capital, sin que se entablara batalla alguna, sin disparar un
solo tiro, desaparecieron en plena marcha y no se supo nada más de ellos. No se
les encontró nunca. Otro grupo que les seguía a menos de dos kilómetros, no oyó
nada, no vio nada, no encontró a nadie...
Esto induce a creer
que un fenómeno invisible logró, exactamente en las mismas condiciones que en
el caso de la desaparición del 5º Regimiento de Norfolk, escamotear a aquellos
centenares de hombres sin que nadie pudiera darse cuenta, con una terrible
eficacia.
soldado zuavo |
Este caso recuerda, a su vez, el extraordinario misterio que rodea la desaparición de un regimiento -compuesto por 3.000 hombres, al mando del coronel Li Fu Sien- el 10 de noviembre de 1939. Tras la caída de Nanking, el regimiento debía detener el avance japonés, cuando, repentinamente sus aparatos de radio dejaron de emitir señales. Sólo se encontraron en el campo las armas y algunas huellas de hogueras. En los archivos japoneses no se menciona la captura de ningún regimiento. Las familias de los desaparecidos no tuvieron la menor noticia de ellos.
En 1881, el navío
inglés Ellen Austin,
cuando navegaba en pleno océano Atlántico, encontró una goleta, no
identificada, que flotaba a la deriva. Sin embargo, parecía en buen estado.
Unos cuantos hombres
subieron a bordo, pero allí no había ni un alma. Todo el material estaba en su
sitio y no se encontró ninguna señal de lucha... Los dos navíos navegaron
entonces juntos en dirección a San Juan de Terranova, pero durante dos días
estuvieron envueltos en una espesa niebla, y esto los obligó a separarse.
Cuando se levantó la niebla, la tripulación del Ellen
Austin volvió a ver la goleta, muy alejada, aunque todavía visible.
Pero las maniobras del navío no parecían corresponder a ninguna voluntad
determinada. Fue necesario comprobar que, una vez más, no había ya nadie a bordo...
Como es comprensible, la goleta fue abandonada a su suerte y nadie volvió a
verla.
A veces, la Naturaleza
parece engañar al hombre hasta tal punto, que se pregunta uno si, incluso tras
sus manifestaciones aparentemente más anodinas, si no las más tenebrosas, no se
oculta cierta inteligencia...
El 9 de mayo de 1780, a las 10 de la mañana, una inmensa oscuridad
cubrió el Canadá, la región este de Nueva York y la nordeste de Pensilvania...
Todo empezó con una
niebla, que se formó al Noroeste y que se extendió rápidamente impulsada por un
fuerte viento. Todas las luces tuvieron que ser encendidas. A la una de la
tarde, el cielo estaba negro como el de una noche sin estrellas. Poco a poco,
el pánico se apoderó de la gente, que corrió a refugiarse en las iglesias,
creyendo que había llegado el día del Juicio Final.
Hacia las 5 de la tarde era imposible distinguir una
hoja de papel blanco sostenida tan sólo a unos centímetros de la cara. Después,
cuando las tinieblas fueron más profundas, un vago resplandor las atravesó. Todos los objetos
adquirieron entonces un tinte fantástico, mientras que una luz verdosa se
filtraba a través de la oscuridad. Sólo al día siguiente, hacia
la una de !la madrugada, se empezó a distinguir una luz clara. Por fin apareció
la luna, pero tenía un color rojo, como de sangre. Después, amaneció, y el sol
volvió a salir por el horizonte como si nada hubiera ocurrido...
El fenómeno no tuvo ninguna explicación. Ni un
incendio ni la niebla más densa habrían bastado, para tender sobre territorios
tan amplios una capa de oscuridad como aquélla. Este velo opaco lanzado sobre
los hombres, ¿no estaría destinado a disimular «algo»? No estamos lejos de
creerlo así, y los hechos que siguen podrían darnos la razón.
En el momento en que
salían de las oficinas para dirigirse a sus hogares, el 9 de noviembre de 1965,
30 millones de habitantes de la región nordeste de los Estados Unidos, desde Nueva
York hasta Maine, así como otros muchos millones en el Canadá,
se encontraron repentinamente privados de electricidad...
Todas las luces se
apagaron en el momento preciso en el que la sombra de la noche echaba su velo
sobre las regiones afectadas, y el parpadeo de las luces progresaba con la
oscuridad. A las 17 h 25 minutos ciudades enteras cayeron en la oscuridad y la inseguridad. Centenares de americanos quedaron bloqueados en los
túneles del Metro, en los ascensores parados en plena subida o bajada.
Afortunadamente,
fuera brillaba la Luna.
Dejaron de funcionar
televisores, lámparas, aparatos de transmisiones y de radar. Contrariamente a
lo que se dijo al principio, hasta las bases militares fueron afectadas por el
fenómeno. Sólo el rayo luminoso de los faros de los automóviles lanzaba sobre
las zonas oscuras una luz dudosa. En la noche, los aviones no tenían más puntos
de referencia que las procesionales filas de los automóviles, algunos de los
cuales señalizaban los aeródromos.
El corte de la
corriente eléctrica en una y otra partes del Niágara se propagó en
cuatro minutos hasta Buffalo, Rochester, Roma, Siracusa, Utica,
Hamilton, Kingston y Toronto, es decir, las ciudades ribereñas o
vecinas del lago Ontario.
Después les tocó el
turno a las ciudades del valle de Mohawk y del valle del Hudson, Saratoga,
Troy, Schenectady, Albany. La avería se extendió a través de Pensilvania,
Estado de Nueva York, Massachusetts, Connecticut, New Hampshire, Vermont, Maine
y Ontario. Bastaron diez minutos para que la avería se propagara a 9 Estados y
alcanzara a Nueva York. Con Boston, Augusta, Portland, New Haven, Providence,
Hartfort y muchas otras, la casi totalidad de Nueva Inglaterra había caído en la oscuridad,
así como muchas grandes ciudades de Pensilvania.
Sobre todas las zonas
afectadas se cernió la angustia. El peligro, invisible, estaba por todas
partes, sobre los 250.000 kilómetros cuadrados de territorios afectados.
Después, un testigo describió la situación:
-Aquello no era el mismo mundo. Yo tenía la impresión
de que había fantasmas entre nosotros...
Hasta el amanecer del
día siguiente, miles de testigos observaron extrañas luces que pasaban por el
cielo en el más absoluto silencio. «Bolas de fuego» fueron observadas sobre
cables de alta tensión, y se vieron objetos, azules o anaranjados, en diversos
puntos del cielo, que definían los límites de las zonas oscuras.
En las
semanas que siguieron no pudo darse al público ninguna explicación
satisfactoria. La Prensa, las personalidades civiles y militares intentaron,
sin conseguirlo, explicar el fenómeno.
Pero si se admite la
hipótesis de un accidente técnico cualquiera, hay hechos que la refutan
inmediatamente. Innumerables obras pueden escribirse sobre esta gigantesca
avería, todas ellas, con una explicación lógica. Pero ninguna podría resistir
ante la evidencia de los hechos...
En
la misma época se produjeron averías de la misma naturaleza, primero, en México; después, en Nuevo
México y en Texas…
Tras el 9 de noviembre
siguieron otras averías gigantescas en diferentes regiones de Estados Unidos,
así como en América del Sur. Pero la evidencia no se limita a esto.
Algo más tarde le tocó
el turno a Europa. Primero en Estocolmo y después en los Países Bajos, se
produjeron averías importantes, casi equivalentes y de las mismas
características…
Se formularon teorías
muy interesantes para explicar la avería del 9 de
noviembre, aunque todas dejan en pie una duda. Pero, ¿cómo puede estudiarse con
la mayor seriedad del mundo este fenómeno, o las causas que lo provocaron, si
no se consideran otros fenómenos de las mismas características ocurridos casi
en la misma época?
Una avería puede
producirse en una zona muy extensa, como la del mes de noviembre de 1965, pero
en los casos que nos conciernen sólo puede inscribirse en un conjunto de hechos
indudables. Si se le quiere encontrar una explicación racional, esta avería no
debería ir precedida por otras ni prolongarse en otra parte. No se trata aquí
de una «avería de barrio», sino de una avería generalizada, que afecta a una
ciudad y, en este caso, a un extenso continente e incluso a muchos continentes,
aunque quede circunscrita sólo a ciertas regiones.
Es preciso, pues, creer que en el espacio de muchos meses el Globo conoció un fenómeno extraordinario, que nadie podía prever y que fue imposible detener.
Es preciso, pues, creer que en el espacio de muchos meses el Globo conoció un fenómeno extraordinario, que nadie podía prever y que fue imposible detener.
Pero, ¿qué fantástico fenómeno
pudo sumir así en la oscuridad inmensas zonas repartidas por el Globo y
separadas por océanos? Nada nos permite deducir formalmente este fenómeno,
aparte las observaciones de bolas luminosas en el cielo...
¿Y por qué razón? Si se acepta el fenómeno tal como se
produjo, es necesario dejar hablar a nuestra imaginación y proponer hipótesis
que, aunque excesivamente irracionales, puedan, al menos, aportar una
explicación.
Sin embargo, no hay
necesidad de hacer muchos esfuerzos para comprender... Una sociedad que se
encarga de encontrar a las personas desaparecidas, la «Tracers Company», hizo público que, en 1965, 4 millones de
americanos se marcharon sin dejar dirección.
La mayoría eran
personas honorables y, aparentemente, con la conciencia limpia...
Han leído bien ustedes: 4 millones de personas
desaparecieron en los Estados Unidos en 1965.
Esta cifra es
aterradora desde muchos puntos de vista. A la escala de las diversas Policías
del mundo, que cada año registran cerca de los 2 millones de desapariciones,
esta cifra sólo es propia de los Estados Unidos y, como vemos, registra el
doble que en todo el mundo. De este modo, estableciendo una relación entre la
mayor avería que haya conocido la nación más fuerte del Globo y esos 4 millones
de desapariciones, empiezan a hacerse evidentes algunas perspectivas
inquietantes. Tal vez no seamos los únicos que establecen una tal relación
causa-efecto, pues tanto la causa como el efecto son, por sí mismos, desconcertantes
y desafían el entendimiento.
No avanzamos ninguna cifra precisa en lo que concierne
al número de desapariciones que se produjeron en América del Sur, México, Nuevo
México, Texas, Estocolmo y Holanda durante aquella sucesión de averías, pero
las cifras de la «Tracers Company» bastan ya para hacernos reflexionar.
Un mes después de la
avería del 9 de noviembre, precisamente la noche del 4 al 5 de diciembre,
«algún objeto» golpeó el ojo de buey de la cápsula de Frank
Borman y James Lovell ... Apenas repuestos de su terror, los jóvenes
cosmonautas observaron un bulto extraño, rodeado de partículas fluorescentes,
cerca del Géminis-VII, que marchaba entonces a la velocidad de 28.000
kilómetros por hora, a una distancia que oscilaba entre los 160 y los 205
kilómetros de la Tierra...
Unas luces danzan en el cielo…
¿Cuántas desapariciones
se registraron después de la avería de electricidad que paralizó Grecia el 23
de julio de 1972 y el norte de Córcega unas semanas más tarde?
LOS DÍAS NEGROS
Sin duda, no se sabrá
nunca qué hechos se derivaron de las olas de oscuridad, de aquellos famosos e
históricos «días negros» que se produjeron, en agosto de 1763 y en mayo de
1780, en Londres, días que resultaron más oscuros e impenetrables aún
que el del eclipse de 1748.
En 1886, en Wisconsin, una oscuridad
tan total -como la de medianoche se produjo en pleno mediodía, con la
consiguiente consternación general. Aterradas, las personas corrían
alocadamente. El mismo fenómeno se registró el mes de diciembre de 1904
en Memphis,
Tennessee, a las 10 de la mañana, y determinó algo sorprendente. La oscuridad
más absoluta reinó durante un cuarto de hora, y provocó el pánico en ciertos
barrios, lo mismo que en Louisville (Kentucky), en que duró
una media hora y se produjo después de una granizada y de una tormenta
impresionante y simultánea, que sembraron el terror. Humboldt estudió
numerosos casos de este tipo en Los
días negros de la Historia, y F. G. Plummer declaró,
por su parte, que de los 18 oscurecimientos registrados en los Estados Unidos y
Canadá, «el humo no puede explicar por sí solo aquellos días oscuros, de
carácter aterrador».
¿Qué explicación se
puede dar hoy cuando queda cortado el suministro de electricidad de regiones
enteras? Es preciso creer que el corte ha sido provocado voluntariamente, tal
vez para facilitar el desarrollo de una actividad misteriosa, antaño disimulada
por aquella especie de velo opaco, que era suficiente porque aún no existía la
electricidad.
Fantasmas entre nosotros... Millones de personas
desaparecen... Una luz verdosa que atraviesa la oscuridad... Resplandores en el cielo.
Pero entre los días oscuros de la Historia hay uno muy notable, tanto por sus consecuencias como por los fenómenos que lo acompañaron.
Pero entre los días oscuros de la Historia hay uno muy notable, tanto por sus consecuencias como por los fenómenos que lo acompañaron.
El 1º de noviembre de
1755, el seísmo que destruyó Lisboa fue notado en más de 3 millones de
kilómetros cuadrados. Como la ciudad se derrumbaba por todas partes -causó
50.000 víctimas-, millares de habitantes se refugiaron en el nuevo dique de piedra solida, que bordeaba el puerto. Diez
mil personas se juntaron allí, y cuando sobrevino una segunda sacudida, vieron
cómo se hundía su refugio provisional.
Un minuto más tarde, el dique ya no existía. El
capitán de un navío anclado en el Tajo contó que cuando la muchedumbre se
refugió en el dique, en medio
de un pánico indescriptible, el nivel de las aguas del Tajo subió seis metros y que cuando se retiraron no había nadie sobre el agua
ni debajo de la misma. El dique y sus ocupantes desaparecieron bruscamente como
un hormiguero al que se agita para extraer de él a sus ocupantes y cogerlos a
su salida...
Pero antes de estas desapariciones, una profunda oscuridad
reinaba sobre el puerto y la ciudad, hasta tal punto que el capitán sólo había
podido imaginarse lo que lógicamente había debido de producirse. Por otra
parte, resulta curioso que, después del hundimiento de los diques, no se viera
en la superficie de las aguas no ya un solo cuerpo, sino tampoco el más mínimo
jirón de tela, alguna madera o un solo resto de algo.
Lyell supone que pudo
abrirse una falla en el lecho del río y tragarse el dique y a
la multitud... para cerrarse inmediatamente sobre su presa. Pero esta hipótesis
resulta difícil de creer, aunque sea bastante plausible, ya que durante los
días que siguieron no apareció indicio de la tragedia sobre la superficie de
las aguas.
Unos muelles que se volatilizan…
¿Existiría, pues, un
fenómeno capaz de realizar tal hazaña? Todo lo hace pensar así. La Policía de
Hamilton, en Canadá, debía de compartir este punto de vista. En efecto, a fines
de 1957 se encontró ante un caso que superaba la imaginación más desbordada.
Había desaparecido el
puente de hierro existente en la entrada a la ciudad. Con una longitud de 20
metros y un peso que se elevaba a varios centenares de toneladas, el puente se volatizó sin
dejar la menor huella...
Si a esto se añade que,
en los primeros días de marzo de 1973, 60 toneladas de chatarra -compuestas por
raíles de ferrocarril y siete agujas de cambio de vía-desaparecieron de un taller
en las cercanías de Piennes, en Meurthe-et-Moselle, en una sola
noche, puede uno preguntarse si no estará construyéndose un gigantesco mecano
cósmico en alguna parte... Sobre todo, después de la desaparición, el mes
siguiente, en el Alto Loira, de una grúa de muchas toneladas de peso y 8 metros
de altura, equipada con un brazo de 3 metros de longitud.
Nuestro Globo es, sin
ninguna duda, el terreno de fenómenos desconocidos de los que no tenemos aún
plena consciencia Y que nadie ha podido observar y analizar todavía en
sus manifestaciones.
Sin embargo, algunas
personas han visto algo; pero, ¿qué, exactamente?
En una declaración
prestada bajo juramento, un rico labrador de Kansas declaró, en abril de 1897,
que una de sus becerras había sido «raptada» por un ingenio desconocido,
probablemente de origen extraterrestre. Como sus animales parecían intranquilos, se
levantó a medianoche y vio un artefacto, de un centenar de metros de longitud, que
planeaba sobre la granja. Un cable salía de él y rodeaba la cabeza de una
becerra, que mugía e intentaba desesperadamente liberarse. El ingenio
extraterrestre y la becerra desaparecieron rápidamente en el cielo, como si
todo hubiera sido sólo un sueño. Sueño o no, Alexander Hamilton, de Le
Roy, perdió una becerra. Numero as personas, llamadas para acreditar sus palabras,
garantizaron su buen equilibrio mental.
Este rapto, ¿no podría explicar
la lluvia que aterrorizó a los campesinos de Kentucky en 1876? Un
día de cielo claro -según reveló el New
York Times del mes de marzo--, trozos de buey de 5 a 10 centímetros
cuadrados cayeron como una granizada sobre el suelo y
los árboles, pero únicamente en una faja de terreno de 100 metros de longitud
por 50 de anchura...
ABSORBIDOS EN SILENCIO
Ya hemos visto cómo,
a veces, unas nubes extrañas han representado un papel importante en las
desapariciones en serie de tripulaciones y de soldados armados, e incluso de
millares de americanos. Pero hacer intervenir nubes insólitas parece menos
sostenible que llamar la atención sobre una tromba versátil, a pesar de los
hechos y las circunstancias que las acompañan. Es exacto. No obstante, si el
público ignora todavía que lo fantástico adquiere las formas menos raras y más
discretas, las autoridades militares conocen este tipo de manifestaciones, por
haberlas observado en distintas ocasiones.
Si esto no ha sido
divulgado es porque las autoridades militares están amordazadas siempre por el
secreto, hasta tal punto, que la menor divulgación que pudiera servir para el
esclarecimiento del fenómeno, acarrearía sanciones extremadamente severas.
El black·out
es total.
Sea como fuere,
algunos testigos a los que fue imposible silenciar o intimidar, refirieron
curiosos relatos, de los que se deducen hechos innegables. El cielo es también
escenario de una actividad clandestina que, aparentemente, nada deja sospechar.
Del análisis que damos a continuación se desprenden comprobaciones
asombrosas. Para darse cuenta de esto basta estudiar más de cerca las circunstancias en las que los aviones se
dieron por «desaparecidos», se volatilizaron en el cielo o se estrellaron en
enigmáticas condiciones.
Si ha sido posible
determinar la existencia, en los mares, de extrañas formas negras, de
sumergibles desconocidos que tanto los americanos como los soviéticos se
esfuerzan por identificar, se puede afirmar que el fenómeno de las desapariciones
en pleno cielo abre unos horizontes más vastos aún a esta investigación.
Al parecer, lo
fantástico se halla por doquier en los elementos que componen nuestro entorno
natural...
NUBES INQUIETANTES
Una extraña nube
rodeó al 5º Regimiento de Norfolk con una niebla que se lo tragó por
completo... Una persistente bruma escamoteó una a una dos tripulaciones a bordo
de una goleta...
Tales hechos llevan
nuestra atención hacia esas brumas, esas nubes en las que, a veces, las cosas y
los seres se volatilizan como los objetos de un monstruoso juego de
prestidigitación.
En 1930, por
ejemplo, un avión que transportaba hombres de negocios, penetró en una nube
oscura, la única que se veía en el cielo. Algunos granjeros vieron cómo caía
bruscamente, con un ala arrancada en parte. Los depósitos de gasolina se
soltaron y cayeron.
No se vio ningún
relámpago ni se oyó ningún trueno; la tragedia se desarrolló silenciosamente.
Como un rayo no puede arrancar el ala de un avión, ¿qué había ocurrido?
Todo hace pensar que
el avión chocó con un cuerpo sólido en el interior de la nube oscura, perdió un
ala y sus depósitos en el choque y se estrelló contra el suelo.
-En la revista
científica La Nature se relata una observación que no deja de tener
relaciones con la de la nube de Galípoli aunque, en la forma, haya entre ellas
notables diferencias...
Sucedió en Le Mans al
comienzo del verano de 1941 -declara el testigo--. La Luftwaffe había ocupado el antiguo aeropuerto de Le Mans, en el Circuito de la Sarthe, y mantenía en él
muchos grupos de «Messerschmitt 109», aparatos no muy rápidos, pero sí muy
manejables. Los pilotas alemanes estaban en estado de alerta permanente, y muchas
veces observé desde bastante cerca vuelos en grupo de «Messerschmitt» en pleno
día.
Hacía un tiempo magnifico
y, que
yo recuerde, era domingo. Hacia las 13 horas, en el cielo, muy
despejado, se veían sólo algunos grandes cúmulos, muy alejados unos de otros.
Hacia las 13, toda la ciudad oyó el estrépito de los aviones volando a gran
velocidad, y pude ver que la causa de la
alerta parecía estar en uno de los grandes cúmulos, que, en aquel momento,
sobrevolaba muy lentamente el campo de aviación. Se podía ver a los
«Messerschmitt» dar vueltas alrededor de la nube, entrar en ella en picado a
toda velocidad, salir encabritados o de través y volver a comenzar sus
maniobras, ofreciendo un vistoso espectáculo, pero que debía de ser
terriblemente peligroso para los pilotos. ¿Se trataba de un ejercicio ordenado
por el comandante del campo o de una alerta? No lo he sabido nunca, pero
resultaba curioso observar el aspecto aterrorizado de los soldados y oficiales
alemanes de guarnición en la ciudad, que seguían el espectáculo desde las
ventanas de sus casas.
Entonces pude observar cómo la nube, que en el momento de su
llegada parecía tener su base hacia los 300 metros de altura y culminar a los
1.000 metros, empezó a crecer, y cuando se separó del aeropuerto para alejarse
de la ciudad, había tomado la forma de una pirámide muy alta, con unos
contornos perfectamente claros, iluminados brillantemente por el sol. Su punta,
muy aguda, debía de encontrarse a unos 3.000 metros, según una altura visible sobre
el horizonte y su lugar probable sobre el terreno. Mi punto de observación
estaba a 4 kilómetros del
campo de aviación, y la nube, a unos 5 kilómetros cuando
observaba su cima.
¿Qué puede sacarse
en consecuencia, de una observación como ésta, sino que el comportamiento de
los "Messerschmitt» habría sido absurdo si la nube, por su naturaleza, no
hubiera presentado ningún peligro? Además, el aterrorizado aspecto de los
oficiales en sus ventanas no tendría ningún sentido si se hubiese tratado,
simplemente, de un ejercicio.
«Algo» en el cielo, colosal y rodeado por una bruma nubosa, llamó
la atención de los aviadores, que se apresuraron a comprobar de qué se trataba,
aun a costa de romperse el cuello en sus peligrosas acrobacias. Penetraron en
el interior de la nube, pero sólo superficialmente, puesto que salían en
seguida de ella encabritados o de través, como si trataran de evitar la colisión
con un objeto sólido que hubiera en su interior...
Como en el caso de la nube de Galípoli, nos
encontramos aquí con un fenómeno cuyas propiedades superan, con mucho, las de
cualquier nube normal. El brillo del sol se reflejaba en la superficie y en los contornos, muy precisos, de esta nube en
forma de pirámide y de dimensiones que alcanzaban, en los primeros momentos de
la observación, unos 700 metros de altura...
Nubes deslumbrantes, cegadoras...
Regimientos enteros que desaparecen...
Buen número de nubes lenticulares han sido observadas
y fotografiadas. Algunos han visto en ellas un fenómeno natural. Otros las han
tomado por «objetos sólidos rodeados de nubes». Se aconseja siempre a los
aviadores que se alejen de ellas...
Según parece, no sólo
se forman nubes cuyas características no se mencionan generalmente, sino que
algunas tendrían el poder de escamotear los aviones y a sus pilotos.
En 1952, un aviador americano hacía un corto vuelo de
reconocimiento sobre la costa de Corea, junto con otros aparatos. Hizo penetrar
su jet en una nube, y ya nadie
volvió a ver a aquel piloto, considerado como un as de la guerra aérea... Una aventura análoga
se produjo el año 1942 cuando dos jóvenes aviadores, que iban a volar en
cumplimiento de una sencilla misión de vigilancia, subieron en un dirigible
para patrullar a lo largo de la costa de California. Más tarde, dos pescadores
observaron el aparato, que iba a la deriva con la puerta de la barquilla
abierta. No había nadie a bordo. Después de la investigación, se supo que el
dirigible subió por encima del nivel de las nubes, donde fue visto por un
avión, y después volvió a descender. Cuatro navíos lo vieron
sobrevolando una mancha de aceite sospechosa y subir luego bruscamente hacia
las nubes. ¿Hacia qué inquietante misterio se había abierto la puerta de la
barquilla?
Es bastante raro
encontrar un aparato cuyos pasajeros se han evaporado. Pero esto fue lo que
sucedió en Siberia el mes de agosto de 1961. Cuatro hombres llevaban el correo
en un avión. El aparato no llegó a una de sus etapas habituales y, dos días más
tarde, se le encontró posado en el suelo. A bordo todo estaba en orden. Los
depósitos contenían aún suficiente carburante para dos horas de vuelo, y el
motor funcionaba perfectamente. No se encontró ninguna huella de los cuatro
ocupantes. Pero a unos 100 metros de distancia se descubrió un gran círculo,
claramente definido, en cuyo interior la hierba estaba chamuscada, y la tierra,
hundida, como si un enorme artefacto se hubiera posado allí...
Automóviles derretidos...
Este caso recuerda el
enigma del desierto de Mesopotamia, ocurrido el 24 de julio de 1924.
Aquel día se encontró
el avión del teniente piloto W. T. Day y del oficial piloto D. R.
Stewart, en perfecto estado de marcha. Las huellas de los dos hombres
se alejaban del aparato hasta una distancia de unos 36 metros. Luego cesaban
bruscamente, como sucedió con las de la familia Brooke, que había abandonado
su automóvil al borde de una carretera... La búsqueda duró cuatro
días, pero no dio ningún resultado.
Los hechos son bastante claros, en particular, en
aquel desierto, donde no había ninguna posibilidad de sobrevivir para estos dos
hombres, «a menos que hubiesen sido rescatados por otro aparato».
Pero, ¿se hallan también las nubes en el origen de la desaparición de la tripulación de una fortaleza volante americana tipo «B-17»?
Pero, ¿se hallan también las nubes en el origen de la desaparición de la tripulación de una fortaleza volante americana tipo «B-17»?
Esta
fortaleza volante fue encontrada intacta, en 1972. Su desaparición, por otra
parte, había coincidido, extrañamente, con la de aquella famosa división
japonesa. Ocurrió en el mismo lugar (Nueva Guinea), y el mismo año (1943)...
No faltaba nada a
bordo, como ocurre con la mayor parte de los navíos abandonados en alta mar. El
material seguía aún en excelente estado. No se encontró ningún esqueleto. La
tripulación habría
podido dejar alguna pista pero no había ninguna.
Las ametralladoras se hallaban aún cargadas; las
bombas seguían en su lugar, y los
termos estaban llenos.
Una espesa capa de nubes dificultó el vuelo de un cazabombardero
«F-lll» de la «U. S. Air Force»,
que, en enero de 1971, volaba hacia Mobile (Alabama).
Sobre Luisiana, al este de Grand Isle, el piloto penetró en una
formación nubosa. Entonces preguntó al control regional de Houston, en Texas,
si podía tomar altura. Después de salir de las nubes, todo parecía ir bien. El
piloto declaró que desde entonces volaría con visibilidad perfecta. No se supo
nada más de él.
Aviones que se volatilizan...
Una capa de nubes fue también la causa de la desaparición,
en julio de 1957, de un aparato sobre la zona comprendida entre Venecia y
Padua.
Esta vez, el piloto
pidió que se le permitiera descender de 11.000 a 5.000 pies. Se le concedió la
autorización. Pero, desde entonces, el piloto no sólo no transmitió ninguna
otra señal, sino que no volvió a saberse nada más de él.
A pesar de los
hechos, se siente uno tentado de decir inmediatamente que un avión no puede
volatilizarse así. Cuando se produce un accidente, una catástrofe aérea, se
pierde la imagen del aparato en las pantallas de los radares. Se emprende la
búsqueda y, más pronto o más tarde, se encuentran sus restos en el flanco de
una montaña. Si la catástrofe es en el mar, siempre se encuentran algunos
restos flotando, el piloto transmite siempre algún mensaje de socorro. Las
circunstancias varían según los casos. Pero casi siempre se consigue localizar
la zona en la que yace el armazón del aparato.
Ahora bien, todavía
hay demasiados aparatos que se volatilizan pura y simplemente, tanto en tierra
firme como en el mar.
Las circunstancias
que rodean estas desapariciones son el silencio de la radio y la ausencia de
restos, lo cual hace pensar irresistiblemente, en las desapariciones de navíos
con sus pasajeros.
LAS RADIOS PERMANECIERON SILENCIOSAS
Aviones que se volatilizan...
Tal fue el caso del «Superconstellation» de la Marina
norteamericana que, un buen día, dejó de
transmitir sus mensajes cuando sobrevolaba el Atlántico, en la ruta que, desde
la costa americana, lleva a las Azores. Y también el de un monomotor que, el 4
de agosto de 1951, se volatilizó sobre Alaska, a lo largo de un trayecto de
unos 60 kilómetros, sin transmitir ningún mensaje...
¿Cómo pueden permanecer
mudas las radios? En este punto reside uno de los principales misterios que rodean las
desapariciones y ciertos accidentes aéreos. Pero, ¿no nos hemos encontrado ya
con hechos semejantes al tratar de las desapariciones de navíos y de tripulaciones?
Un caso similar, en el que la duración del vuelo era
breve, se produjo en la cordillera de
los Andes, en abril de 1958. El
avión había estado en contacto con tierra durante cuarenta y cinco minutos, y
el vuelo duraba sólo una hora. ¿Qué había ocurrido, pues, durante el último
cuarto de hora, para que la radio del aparato enmudeciera? Y éste fue
también el caso del Lancastrian Star
Dust, que, el 2 de agosto
de 1947, desapareció al sobrevolar los Andes.
Unos minutos antes de tomar tierra en Santiago de Chile, el piloto anunció
«buena llegada». Al finalizar el mensaje, se oyó cómo otra voz pronunciaba
-hablando fuerte y con claridad, muy rápidamente y dos veces seguidas-la
palabra STENDEC. No se encontró la
menor huella del aparato.
En este orden de desapariciones el caso del «Caravelle»
que merece ser subrayado, se volatilizó, en marzo
de 1973, momentos antes de tomar tierra en el aeropuerto de Madeira.
El aparato se encontraba a punto de aterrizar cuando los pasajeros que lo
esperaban lo vieron claramente virar en el cielo mientras el piloto establecía
su último contacto con la torre de control. Después, nada. Dos remolcadores
enviados al lugar de la tragedia
no encontraron la menor señal.
A veces se puede recurrir al mal tiempo para explicar
el origen de estos dramas, como sucedió en el caso del «DC-3» colombiano, que
desapareció en los alrededores de Boston momentos después de despegar.
Sin embargo, no se encontró ningún resto.
En estos casos misteriosos, las hipótesis son muy
numerosas. Se trata de un pequeño juego, al que son muy aficionados los
investigadores oficiales. Cuando, en abril de 1968, desaparecieron dos médicos
a bordo de su avioneta de turismo, en las proximidades de Albania, se dedujo que
habían sido hechos prisioneros. Cuando un avión del Ejército
del Aire de los Estados Unidos desapareció, en enero de 1964, sobre Alemania
del Este, el radar había captado los ecos de dos objetos sospechosos
que los escoltaban, y los investigadores supusieron que había sido abatido por
unos cazas soviéticos. Hipótesis políticas o militares... todo depende de la
región sobre la que se vuele...
Pero la insuficiencia de
tales argumentos es evidente cuando se destaca esta ausencia de peticiones de
socorro. Según parece, sobre cualquier elemento los aparatos se evaporan sin
poder indicar la causa del drama.
Este fue también el caso de un «Nord-262», que, el 31 de diciembre de 1971, transportaba treinta
pasajeros desde Argelia a Menorca. Una hora después de despegar, el piloto
logró transmitir un mensaje
de socorro, pero ésta fue su última transmisión. Pese a las búsquedas
emprendidas por aviones argelinos, no se encontró ninguna huella de él. En este
caso puede aportarse, como posible causa, la tempestad que en aquel momento
barría el sur de las Baleares, lo cual no pudo impedir que
el piloto actuara en consecuencia.
En los últimos días de
junio de 1951, aviones franceses de Dakar, fortalezas volantes americanas de
las Azores, aparatos británicos, hidroaviones portugueses, navíos costeros y
las tribus de Gambia, Sierra Leona y Costa de Oro, buscaron en vano al «Constellation»
que hacía el trayecto Johannesburgo-Nueva York y a sus 40
ocupantes...
Un cuarto de hora
antes de aterrizar, el piloto había pedido instrucciones para tomar tierra.
Éste fue su último mensaje...
La mayoría de los
pilotos de estos aparatos desaparecidos no señalaron nada de particular antes
del drama, dado que las condiciones del vuelo no planteaban ningún problema.
¿No es esto lo más incomprensible? Estas desapariciones deben de manifestarse a
causa de un fenómeno que actuaría con una rapidez aterradora.
Podemos comprobarlo de nuevo en el caso del «Douglas·4»,
de San
Juan de Puerto Rico, que, el 28 de diciembre de 1948, volaba hacia Miami
con 32 pasajeros a bordo. Cuando el piloto veía ya las luces de Key
West -eran las 4 h. 13 min.-, transmitió el mensaje habitual: «Nos acercamos al aeropuerto. Pido
autorización para aterrizar»
Segundos después, la
radio se interrumpió, el contacto se rompió por completo, y el aparato no
aterrizó nunca en Key West. No se encontró ningún resto.
La acumulación de
tales hechos indiscutibles, ¿no nos hace acaso penetrar en un universo de
pesadilla? Nadie puede decir lo que ha hecho desaparecer de esta manera tantos
aparatos.
Pero lo más fantástico es
que unos días más tarde (el 17 de enero de 1949), el Ariel, un avión de transporte, despegó de las Bermudas
y se volatilizó también con un tiempo claro. Después de cinco
horas y quince minutos de vuelo, el avión debía aterrizar en la
isla de Jamaica. La torre de control de Kingston no recibió nunca su
mensaje. Después de esta desaparición se observó una «luz extraña» sobre el mar.
Una potente escuadra estadounidense, que cruzaba la zona, intentó en vano
encontrar los restos del avión.
Dos portaaviones norteamericanos y seis motoras
lanzatorpedos salieron inmediatamente en su búsqueda, surcando el mar al norte
de Cuba.
Después, un crucero y cuatro motoras lanzatorpedos patrullaron al sur de la
isla. No se encontró ninguna huella...
Al tratar de las
desapariciones misteriosas de navíos, ya nos referimos a observaciones de
testigos, que los investigadores no creyeron oportuno tener en cuenta.
Unas formas negras sobre el mar... Nada prueba que las
desapariciones de aviones no vayan acompañadas de hechos insólitos, y la
referida sucesión de las mismas en la costa este de los Estados Unidos nos
invita a esta búsqueda.
La desaparición
de Amelía
Earhardt, apodada la Girl
Lindbergh, está rodeada también de unas circunstancias
insólitas.
Acababa de recorrer
37.000 kilómetros a bordo de un avión, el Lockheed
Electra, e intentaba una travesía de 4.200 kilómetros: Nueva
Guinea -Howland. Esta última es una islita perdida en el Pacífico, en
el archipiélago de las Gilbert.
De repente, cuando volaba
en medio de la niebla, a más de 100 kilómetros de su meta, comenzó a transmitir
mensajes pidiendo socorro. Corría el mes de julio de 1937.
Toda una escuadra
zarpó de Pearl Harbor y se lanzó en su búsqueda. Se captaron nuevos mensajes,
pero, sin causa explicable, las ondas estaban interferidas.
Por tanto, había una
segunda onda emisora: pero, ¿de dónde y de qué podía proceder? Sin embargo, una
cosa era cierta, los aviadores perdidos estaban vivos.
Se logró determinar
aproximadamente la situación de las llamadas. Pero un vapor, el Moaby, que se encontraba
en aquella zona, no descubrió nada.
El Electra se hallaba
extraordinariamente bien equipado en lo que respecta a la radio, y no se
comprende lo que pudo impedir a la Girl
Lindbergh dar más precisiones.
Un navío que participaba
en las búsquedas, el Istaca,
observó en el cielo unos cohetes anaranjados. Alivio general. Sólo podía
tratarse de los náufragos. A pesar de la bruma de tormenta que se cernía sobre las
olas, los cohetes seguían estallando -a unos 30 metros de altura-y alimentaban
la esperanza de los salvadores. Pero a medida que se acercaban los navíos, los
cohetes parecían provenir de un punto más lejano, y así indefinidamente...
Nadie comprendió por
qué los cohetes podían también alejarse.
Además, ¿cuál
era la otra fuente de emisión que causaba la interferencia en las ondas de
radio? ¿Tenía alguna relación con aquellos extraños cohetes anaranjados que
estallaron en el cielo, así como con la desaparición de la Girl Lindbergh?
Las operaciones de
búsqueda habían adquirido una envergadura formidable. Costaron 250.000 dólares
diarios. A pesar de todo no se encontró la más mínima señal del Loockheed Electra y sus
pilotos.
Pero de todo esto se deduce un hecho revelador: Amelia Earhardt hizo desesperados esfuerzos para comunicarse por radio con los salvadores, y sus mensajes estaban mezclados con interferencias procedentes de una fuente desconocida, que debe de tener alguna relación con el hecho de que innumerables aviones hubieran desaparecido sin poder lanzar la más mínima llamada de socorro. Si consiguió, a pesar de todo, hacerse oír de alguna manera, aunque fuese brevemente, fue, sin duda, gracias al material de radio muy perfeccionado de que disponía, y que constituía por sí solo un verdadero, aunque pequeño, laboratorio volante.
Pero de todo esto se deduce un hecho revelador: Amelia Earhardt hizo desesperados esfuerzos para comunicarse por radio con los salvadores, y sus mensajes estaban mezclados con interferencias procedentes de una fuente desconocida, que debe de tener alguna relación con el hecho de que innumerables aviones hubieran desaparecido sin poder lanzar la más mínima llamada de socorro. Si consiguió, a pesar de todo, hacerse oír de alguna manera, aunque fuese brevemente, fue, sin duda, gracias al material de radio muy perfeccionado de que disponía, y que constituía por sí solo un verdadero, aunque pequeño, laboratorio volante.
Una tormentosa bruma
bastante extraña…
DESAPARICIONES EN SERIE
Cuando se estudia el
caso aislado de la desaparición de un avión o de un barco, resulta fácil
explicarla mediante numerosas hipótesis, todas las cuales, pueden ser tomadas
en consideración. Ya hemos subrayado anteriormente esta comprobación. Pero si
se establecen relaciones entre muchos casos de desapariciones producidas
durante el mismo período y, a veces, el mismo día y en la misma región, el
misterio se oscurece aún más, pero el fenómeno que las provoca no puede ser
natural, y su presencia es indiscutible...
Así, en marzo y en mayo de 1962, dos «Superconstellation» desaparecieron,
sin lanzar ninguna llamada de socorro, en la ruta que les llevaba al Lejano
Oriente, cuando transportaban al Vietnam gran número de militares americanos.
Esto podría explicarse, quizá, por una tempestad tan violenta como efímera, por
un sabotaje, etc.
Pero, ¿cómo
puede explicarse que el 21 de octubre y el 12 de noviembre de 1969, dos aviones
militares americanos que participaban en las maniobras de la OTAN
desaparecieran totalmente, uno en el mar Egeo y el otro en territorio turco,
seguidos muy cerca por un caza monoplaza «Corsair», un avión experimental, que
se desvaneció en aguas de Sicilia ... ? Todas estas desapariciones
ocurrieron en el Mediterráneo y en cortos intervalos.
A comienzos del año
anterior, en el espacio de quince días, tres aviones «Mystere IV» desaparecieron
sobre Solenzara, en Córcega. Dos de ellos volaban juntos. Según las
autoridades militares, los aviones se habrían estrellado, por separado, en el
mar, debido a «una causa indeterminada»... En 1968, el mismo día, un avión
americano se desvaneció sobre Corea, y un avión militar desapareció en el
Himalaya con 98 personas a bordo.
Puede tratarse de
coincidencias, y nosotros lo aceptaríamos de buen grado si no nos parecieran
demasiado burdas. En realidad, no creemos ya en las coincidencias exageradas, y
lo que sigue nos dará la razón.
En efecto, el 21
de julio de 1951, un «DC-4» desapareció sobre Alaska, y seis días más tarde un
avión monomotor que transportaba a un explorador y a su mujer, dejó de dar
señales de vida exactamente en la misma región. Hasta aquí, la
coincidencia es posible.
Pero el 4
de agosto, otro monomotor, con 7 personas a bordo, desapareció cerca de Alaska,
entre Muchalat y la isla de Vancouver, en un trayecto de sólo 60 kilómetros. El
día 14 del mismo mes, un bombardero cuatrimotor de patrulla americano, tipo
«Privateer», desaparecía, a su vez, sobre Alaska, con doce hombres a bordo.
Al llegar aquí, hablar de coincidencias revela una gran fantasía, tanto más
cuanto que quince días más tarde, un bombardero de la Aeronaval americana se
desvaneció también en Alaska.
En suma, 81 personas
desaparecieron sobre Alaska o en sus cercanías en el espacio de seis semanas, y
sin enviar ningún mensaje de socorro. Una verdad que duele ... En efecto, se trata
de una realidad que convertirá en soñador al más escéptico, al racionalista más
convencido.
Alaska es una región en la que, según una comprobación que se
impone más cada año que pasa, se producen sucesos inexplicables a un ritmo
inquietante. Para ilustrarlo mejor, añadiremos que al año siguiente, a fines de
1952, se produjo una nueva serie en la región comprendida entre Alaska y el
Estado de Washington.
A partir del 7 de
noviembre, dos «C-119» y un «C-124» cayeron o desaparecieron sobre las bases de
Kodiak y de Anchorage. Después, un «C-119», un «C-54», un bombardero de la Aeronaval,
un bombardero de la «Canadian Royal Air Force» y «el C-124 de Navidad», llamado así porque transportaba unos
militares con permiso, se estrellaron o desaparecieron en los alrededores del
trapecio formado por las localidades de Comox, Shelton, Tacoma y Billings, en
la zona de los lagos Moses, en Alaska... .
En estas series, lo
más extraño es, sin duda, el silencio que acerca de ellos han mantenido las
autoridades militares, que se contentaban con registrarlas y hacer olvidar
después que todo esto es posible en pleno siglo XX, en tiempo de paz ...
Silencio de los aparatos desaparecidos. Mutismo oficial. El
misterio se hace así más grande y atrayente, pues una investigación bien
llevada habría podido lograr una «normalización» de estos acontecimientos. Es
necesario pensar que una investigación, en tales condiciones, sólo era realizable
en el mayor secreto, lo cual ha debido llevarse a cabo, sin duda.
Pero, ¿hubo una investigación cuando, en las Montañas Rocosas, desaparecieron
cerca de cien personas en accidentes de aviación, entre el 6 y el 26 de octubre
de 1955? Ni un solo aparato emitió el SOS. Es necesario creer que esta
vez la investigación alcanzó sus fines. Unas cámaras de televisión, que captaron las
imágenes del suelo, demostraron que uno de los radares de a bordo de estos
aviones de caza producía un parpadeo de luz verde de una frecuencia que
paralizaba el nervio óptico, de tal manera que el piloto acababa por dormirse.
Pero también se ha de aplicar
una teoría como ésta a los sucesivos dramas que se produjeron en Alaska, lo
cual parece más dudoso. Sería más lógico ver en esta explicación las
dificultades de una Administración ante tales hechos.
¿Cuál es entonces, el misterioso fenómeno que recorrió el cielo de
Alaska y el de las Montañas Rocosas en 1951, 1952 y 1955? La duda ya no es posible. Se
trata de un mismo fenómeno, del que se cierne sobre los navíos abandonados por
sus tripulantes, sobre familias enteras o sobre miles de personas desaparecidas
misteriosamente...
Existen puntos de
contacto entre las desapariciones de aviones, pero ningún comité oficial de investigación
se ha interesado realmente por ellas. Sin embargo, una se produjo claramente
entre la desaparición de la superfortaleza americana el año 1947, y la del Star Tiger, al año
siguiente, el 30 de enero de 1948, a la una de la madrugada. Se trataba de un
enorme cuatrimotor. En ambos casos el tiempo era excelente, los aparatos
funcionaban a la perfección y no se encontraron huellas de aceite, restos ni
cuerpos.
Todo ocurrió como si una gigantesca red atrapara, al
azar de un encuentro fortuito, todo lo que se halla sobre el mar y en el cielo,
un poco a la manera del cazador de mariposas. Parece incluso que, en un
accidente ocurrido en las Montañas Rocosas, se encontraron los restos del
avión, pero ni una sola señal de los cadáveres o supervivientes. ¡Se
habían volatilizado los tres militares que lo ocupaban!
La serie negra que se
produjó en 1963 comporta asimismo tales relaciones e indicios que se extraña
uno de la asombrosa habilidad con que procede nuestro fenómeno.
En efecto, en el mes
de febrero de 1963, en el triángulo de las Bermudas o, más precisamente, en la
zona de Drow Tortugas, un enorme
petrolero, el Marin Soulfour Queen,
desapareció con 39 hombres a bordo.
Cinco meses más
tarde, y también sin dejar huella, el pesquero Snow Bow desapareció, a
su vez, en la misma región.
El 28 de agosto, dos
enormes aviones petroleros, con una tripulación formada de 11 personas,
lanzaron su último mensaje entre el continente americano y las Bermudas. Su
objetivo consistía en aprovisionar en vuelo a un grupo de bombarderos pesados
sobre el Atlántico... En pleno día, y con un cielo sin nubes, se volatilizaron.
La sucesión de estos
tres casos en la misma zona y próximos a las costas americanas, tan
frecuentadas, nos obliga a dudar de la eficacia de los medios de detección
clásicos. Nada amenazaba en el cielo a los aparatos. No fue señalada ninguna
perturbación atmosférica peligrosa (!), aunque esto no
bastaría para explicar la ausencia de señales de socorro. ¿Qué formidable juego
de manos pudo escamotear, uno a uno, estos aviones y estos navíos? Después de
estas tragedias, que desarman a los Servicios de Seguridad, creemos percibir a
veces la sarcástica risa de algún Maquiavelo cósmico...
Las investigaciones oficiales
no llegan a ningún resultado convincente cuando son publicadas, de lo cual
puede deducirse la probabilidad de que las autoridades militares hayan decidido
cambiar de táctica. En la medida de lo posible, intentarían adelantarse al
misterioso fenómeno, para conocer mejor su naturaleza, explorando
sistemáticamente las zonas del cielo que parecieran sospechosas…
ENFRENTADOS
CON LO DESCONOCIDO
¿Qué otro método
escoger? No conocemos ninguno mejor; pero, ¿cuál ha sido su resultado?
El día 1º de julio de 1955, 8 aviones a reacción
portugueses se estrellaron cerca de Lisboa. Una espesa niebla cubría la región.
Pero, ¿basta esto para provocar tantas caídas simultáneas? Es prácticamente
imposible. ¿Se aproximaron demasiado estos aparatos al conocido fenómeno rodeado
de bruma?
Este precedente debió de incitar a seis cazas
británicos a perseverar en esta caza abierta, puesto que los seis se
estrellaron en Norfolk, en febrero de 1956... No vemos ninguna otra razón que
explique estas desgraciadas coincidencias. A menos que se trate de un
«encuentro imprevisto», como podría deducirse del hundimiento simultáneo de
tres cazas holandeses, en Alemania, tres meses más tarde.
Es normal que un aparato tenga serias dificultades
cuando se aparta de una escuadrilla en vuelo, y esto ocurre a menudo; pero se
halla en los límites de lo imposible que un caza arrastre a otros aviones en su
caída.
Incluso para los
aviadores experimentados, supone un trabajo sobrehumano atravesar este misterio
y resolverlo, de tal manera que sólo pueden esperar lograrlo a fuerza de
perseverancia. Así, en julio de 1962, 4 cazabombarderos «F-104» se estrellaron cerca
de Colonia. Más tarde, 3 aparatos norteamericanos, que habían despegado del
portaaviones Independance, se
estrellaron en Bretaña, en agosto de 1963.
Cosa extraña. La mayor
parte de estas series se produjo en Europa. ¿Acaso el cielo ocultaría durante
esta época la clave del enigma? Los cinco aviones a reacción que se
estrellaron en agosto de 1956, el mismo día, al sur de Estocolmo, parecen demostrarlo
a ciencia cierta...
Escuadrillas desamparadas...
Si se estrellan de esta
manera, simultáneamente, formaciones enteras, es probable que se deba a una
repentina avería en el funcionamiento de los motores, como les ocurrió a tres
aviones que cayeron, en Washington, en 1950. Pero esto no explica cómo pudo producirse
la avería. Tal vez exista una relación entre el silencio de los aparatos de
radio y estos motores brutalmente estropeados..., como si el fenómeno provocase
siempre un corte en el funcionamiento de cualquier sistema eléctrico.
La misma desdichada
aventura se produjo con ocho «Thunderjet» que se estrellaron, uno tras otro, el
8 de junio de 1951, en un radio de algunos kilómetros alrededor de Richmond
(Indiana).
Acababan de despegar cuando se encontraron con una violenta tempestad...
¿magnética? La hipótesis
oficial «normalizó» estos casos diciendo que la caída de los aparatos se debió
a una capa de escarcha que, al impedir la entrada de aire, hizo que los motores
se fundieran en unos segundos. Pero, ¿cómo explicar que, de la formación
de 71 aparatos, sólo 8 de ellos corrieran esta suerte? Por otra parte, si ésta
fue la causa de los hechos, ¿por qué no se tomaron inmediatamente las necesarias
precauciones de seguridad, a fin de que no se volvieran a producir accidentes
de esta clase? Porque, tres años más tarde, en diciembre de 1953, otros cuatro
«Thunderjet» de la guardia nacional aérea de Georgia, cayeron envueltos en
llamas desde unos 3.500 metros de altura, todos a la vez... El tiempo
era tormentoso, pero esto no lo explica todo. Un nuevo elemento entra en
escena. Justamente antes de la catástrofe, uno de los cuatro pilotos gritó: « ¡Estamos
encima...!». Esto
es lo que dice un piloto que va a interceptar a un aparato desconocido... Sólo
se puede deducir una cosa: los cuatro aparatos fueron al encuentro de este
misterioso fenómeno que nosotros intentamos precisar en estas páginas.
Otro caso de
accidentes en serie, provocó vigorosas polémicas en la Prensa, que quería
conocer la verdad...
El 25 de mayo de 1966, 6 «Mystere-IV» se estrellaron
en la región de Huelva, alrededor de Sevilla (España), o sea, en la región de
Palomares.
Sin embargo, el cielo estaba completamente despejado, salvo
«una capa de estratos bajos», que los aviones encontraron en su camino. Tras
haber penetrado en la capa de nubes, los aviones no pudieron comunicar más con
tierra…
Radios silenciosas...
Unas perturbaciones se
habían producido en los aparatos electromagnéticos de la dirección por radio.
Ahora bien, en todos los aparatos hay algunas frecuencias de urgencia y, por
tanto, siempre es posible lanzar un mensaje de socorro.
Entonces, los
pilotos se lanzaron de sus aparatos, que se estrellaron en un radio de diez
kilómetros, «para evitar cualquier aglomeración». Pero habían podido volver a
Biarritz o a Madrid, ya que tenían aún 600 kilos de carburante, o sea el doble
de la reserva de seguridad. Según la hipótesis oficial, los aparatos «no
encontraron el terreno de San Pablo, pese a estar muy cerca, y prefirieron
agotar el carburante».
¿Que los pilotos no
tenían ninguna idea de su posición? Parece como si todos los aparatos de a
bordo dejaran de funcionar al mismo tiempo, pues, para un grupo de aviones tan
modernos, provistos de todos los perfeccionamientos necesarios para la
navegación aérea, perderse a causa del mal tiempo constituye una broma de mal gusto...
Todo ocurrió como si
los pilotos no tuvieran medios para saber de qué lado se encontraba el mar, ni
dónde el terreno más próximo. Todas las brújulas debían de haber
enloquecido de la misma manera... pero, ¿por qué? Después, las comunicaciones
por radio se interrumpieron a la vez en los seis aparatos, y sólo en su sector,
es decir, en «la capa nubosa de estratos bajos». En otros lugares, el tráfico
aéreo no había sido perturbado.
Nubes
inquietantes...
A pesar de una gran
experiencia y de un número muy
tranquilizador de horas de vuelo en su haber, los pilotos sentirían miedo,
perderían la cabeza y no sabrían dirigirse hacia Palomares, que, sin embargo,
sólo está a unos minutos de vuelo. De todo esto podemos deducir, con toda
certeza, que los pilotos prefirieron agotar el combustible antes que
extraviarse, y que tenían una imperiosa razón para hacerlo así, pues ningún
piloto pierde fácilmente su sangre fría. Si los aparatos recibieron la orden de
«controlar los estratos bajos», todo queda explicado. Sin duda, los pilotos
descubrieron en aquella capa nubosa «algo» que los intrigó y que perturbó todos
los aparatos de navegación...
EL MISTERIO DE LA
ESCUADRILLA DESAPARECIDA
El 5 de diciembre de
1945 se produjo un acontecimiento fantástico. Tuvo una inmensa resonancia, y
las autoridades militares reaccionaron prudentemente.
Cinco «Avenger», torpederos del aeródromo naval de Fort Lauderdale
(Florida), desaparecieron, mientras volaban, con sus tripulaciones, sin que se encontrara ningún resto de ellos...
Cuando se encontraban frente a las costas de Florida,
a media tarde, en un vuelo de rutina que debía conducirlos 250 kilómetros al Este
y 60 al Norte, se produjo repentinamente el hecho, antes de que regresaran a su
base. Los pilotos, que tenían de seis a trece años de práctica, fueron
incapaces de dar su posición ni siquiera, aproximadamente, de saber de qué lado
estaba el Oeste, o hacia dónde se dirigían.
Todo era anormal y
extraño, y hasta el mismo océano no parecía el de costumbre... Sus últimas
palabras fueron:
-Somos incapaces de
determinar nuestra posición. Creemos que nos encontramos a trescientos sesenta
kilómetros al noreste de la base. Pensamos que...
En
este preciso momento fue cuando, «oficialmente», se interrumpió la
comunicación.
Vincent Gaddis subrayó que, aun en el caso de
que una tormenta magnética hubiera desorientado los compases, el Sol continuaba
sobre el horizonte. Bastaba dirigirse hacia él. Ahora bien, el Sol era
«invisible» para los pilotos.
Volando hacia el
Oeste, la patrulla habría alcanzado Florida; hacia el Este habrían podido
distinguir las Bahamas; al Sur, las islas Andros y al Norte y al Sur, sólo
espacios vacíos. Sea como fuere, sobre todo con buen tiempo, los tripulantes
habrían debido distinguir una tierra en el horizonte...
Se dedujo que los aviones habían volado en círculo.
Por tanto, las brújulas estaban desorientadas, como a bordo de los
«Mystere-IV», de los que ya hemos hablado. «Algo» perturbó todos los
instrumentos de a bordo y redujo los aparatos de radio al silencio o a un
alcance muy limitado.
Inmediatamente fue enviado un avión de socorro a los
lugares del drama. Se trataba de un gran hidroavión, un «Marinen», que disponía
no sólo del aparato normal de radio, sino también de un generador manual para
los casos de urgencia, como último recurso. ¡Y también desapareció!
El capitán Humphrey, encargado de la Seguridad Aérea,
concluyó, sin comprometerse:
-No creemos que haya una aberración atmosférica en
esta región, ni que haya existido en el pasado. Los aparatos de los
portaaviones y terrestres realizan muchas operaciones, sin que se produzcan
incidentes. Una escuadrilla que se estrella por causas desconocidas... Una
patrulla que desaparece sin dejar restos.
Sin dejar restos...
Sin embargo, cada aparato iba provisto de canoas neumáticas de inflado
automático y de chalecos salvavidas.
Entonces, ¿cómo es
posible que no se encontrara ningún resto, ningún superviviente? Los aparatos
habrían debido flotar lo suficiente como para que se vieran cuando llegaron los
socorros al lugar del drama. Su estructura fue concebida con este fin. Resulta
curioso que no dejara huellas del accidente ninguno de los cinco «Avenger».
Desde muchos puntos
de la costa había sido posible oír cómo los pilotos dialogaban entre sí en
fonía. Se hacían preguntas extrañas.
Pero la base, así
como otros puestos que habían sido alertados, no pudieron establecer contacto
con la patrulla... ¡La radiogoniometría no
fue capaz de determinar la posición de los aparatos!
Durante la noche, trescientos aviones de salvamento y
más de una veintena de barcos de guerra -entre ellos, el portaaviones Salomón, que se encontraba en la
misma zona-participaron en las operaciones de búsqueda. Por si fuera poco, los
navíos de la base inglesa más próxima se unieron a ellos. A pesar de este
despliegue, no se encontró ningún resto sobre aquel mar registrado metro a
metro. Tampoco se observaron indicios del drama a la mañana
siguiente...
Habríamos podido
establecer la presencia, en aquellos parajes, de cualquier perturbación
atmosférica, si el boletín meteorológico no hubiera sido formal en este punto.
En el
triángulo de las Bermudas, la velocidad del viento no había rebasado
los 20 metros por segundo. Además, los aviones volaban a mucha altura en el
momento de su desaparición.
Si la patrulla hubiera sido como una bandada de
simples moscas sobre las que se proyecta el humo de un cigarrillo, el resultado
habría sido equivalente: habrían quedado totalmente desorientadas. Pero aquí, ¿qué fenómeno pudo aprisionar simultáneamente a 5 «Avenger Greman», con
los 27 hombres que los ocupaban?
La única explicación posible es la existencia de un fenómeno antinatural, cuyas manifestaciones son tan imprevisibles como invisibles, contrariamente a la opinión del estadistico G. Vladimirov, quien, en la revista soviética Técnica y Juventud, intentó asimilarlo a las causas de accidentes de aviación, después de todo lógicas. A nuestro parecer, la naturaleza y circunstancias de una desaparición no pueden ser asimilables a las de un accidente debido a fallos técnicos o humanos. Sobre estos puntos, las estadísticas no tienen ninguna relación de equivalencia.
La única explicación posible es la existencia de un fenómeno antinatural, cuyas manifestaciones son tan imprevisibles como invisibles, contrariamente a la opinión del estadistico G. Vladimirov, quien, en la revista soviética Técnica y Juventud, intentó asimilarlo a las causas de accidentes de aviación, después de todo lógicas. A nuestro parecer, la naturaleza y circunstancias de una desaparición no pueden ser asimilables a las de un accidente debido a fallos técnicos o humanos. Sobre estos puntos, las estadísticas no tienen ninguna relación de equivalencia.
El
dramático diálogo que se había establecido entre los pilotos duró,
aproximadamente, cincuenta minutos. En este tiempo, los aparatos volaron en
círculo, dado que estaban desorientados por completo, mudos, ciegos y sordos a
las llamadas de la torre de control. A su vez, el hidroavión desapareció
veinticinco minutos más tarde. Por tanto, el fenómeno duró algo más de una
hora, puesto que voló sobre los lugares del drama un nuevo avión de socorro, y
éste no desapareció.
Un fenómeno inimaginable que tarda una hora en
desarrollarse y que resulta completamente invisible.
En este caso
extraordinario, todo tiende a demostrar que la desaparición de los cinco
«Avenger» no fue casual, sino, por el contrario, la consecuencia de un fenómeno
«preparado». La patrulla pudo muy bien ser desorientada, para convertirla en
una presa fácil. El comité de investigación se declaró «incapaz incluso de
formular una sola hipótesis sobre lo que pudo ocurrir».
-Desaparecieron tan
completamente como si hubieran huido a Marte -declaró después un oficial.
Pero esta región,
llamada desde hace más de veinte años la «trampa del cielo» (sky-trap), causó
una nueva víctima el 16 de marzo de 1972... Se volatilizaron en ella el piloto
y el copiloto de un avión de la pequeña compañía privada americana «Newstar».
Sus últimas palabras fueron registradas:
-Aquí, Fox-Trot, Bravo, Yankee 17 de la Newstar...
¡Mayday ... ! Pedimos ayuda urgentemente... Estoy perdido al norte del
archipiélago de las Bahamas. Brújula estropeada, es imposible continuar la
navegación aérea... Pido posición por gonio…
El piloto había entrado
en una zona de densa niebla, de color amarillento, que le impedía hacer
cualquier observación, ya que la visibilidad era nula. En cambio, a simple
vista no se observaba ninguna perturbación en la zona. Después, parece ser que
el piloto vio algo, y la conexión por radio quedó cortada definitivamente...
Como en los casos de desaparición en serie de aviones, tampoco esta vez se
encontró ningún resto.
SE
LEVANTA EL VELO
Debemos establecer un
balance, ya que no sólo las desapariciones misteriosas engloban navíos de
cualquier género y de todos los tonelajes, sino que tienen numerosos puntos en
común con las desapariciones en vuelo, cuando nada podía hacerlo presagiar.
Barcos, submarinos
-atómicos o no-, aviones de línea y aparatos militares han desaparecido sin
dejar rastro y sin que se pueda emitir una hipótesis sólida sobre estos casos.
Sin embargo, un punto
común esencial ilumina esta investigación bajo una luz interesante. Estos
aparatos, desde la generalización de los puestos de radio a bordo hasta las más
perfectas instalaciones técnicas, podían emitir un mensaje en cualquier
momento. Ahora bien, no sólo no lanzaron el SOS, aparte alguna rara excepción,
sino que tampoco pudieron revelar la naturaleza del fenómeno que se abatió
sobre ellos... Como declaró el comité del «Lloyd's», esta comprobación es
asombrosa y desafía la lógica.
Si una tempestad se abate,
sobre unos buques aislados, queda, sin embargo, cierto margen de tiempo para
transmitir a tierra las condiciones atmosféricas que van a convertirse en un
peligro. Aunque aparezca de repente una tromba, sigue existiendo tal margen.
También sigue habiéndolo en el caso de que aparezcan icebergs, del mismo modo
que un tifón o un huracán se anuncian antes de su llegada. Un maremoto no pasa
inadvertido, y una erupción volcánica submarina deja señales.
Pues
bien, parece como si todas estas naves hubieran sido, en cierto modo,
«amordazadas» de tal manera, que no se les dejó ninguna oportunidad para
advertir, por radio, la inminencia del peligro, ya que sus medios de
comunicación habían dejado de funcionar...
Una
segunda comprobación -que se deduce lógicamente de la primera-es que el
fenómeno que provocó estas misteriosas desapariciones tuvo que aparecer de
«repente» y dejar a las tripulaciones sin capacidad de reacción, Ningún
fenómeno natural puede desarrollarse con tanta velocidad y eficacia.
En fin, la última comprobación no se presta a confusiones.
El fenómeno no deja
huella alguna de su paso ni de sus víctimas ocasionales.
Dicho de otra manera todo se desarrolla como si navíos y aviones
fuesen puestos bruscamente bajo una campana de vidrio, para desaparecer después
de este mundo, algo así como mariposas cogidas en la red de un entomólogo y metidas después en
una caja de cerillas…
Por otra parte, si
se observa el problema desde un punto de vista estadístico, se ve en seguida
que los más afectados son los cargueros. Aparte el hecho de que este tipo de
buques es el más abundante en los océanos, conviene subrayar la importancia de
las mercancías volatilizadas de este modo. En líneas generales, se trata de la
mayor parte de los ingredientes, materiales, etc., utilizados en el mundo.
Si se acepta la
teoría de unas vastas operaciones de piratería -aunque esto sea imposible,
dados los hechos de que disponemos-, tal suposición permite deducir que el modo
de procurarse todos estos ingredientes sin necesidad de recurrir a la industria
que los extrae y los comercializa, sería, en efecto, escamotear los buques.
Pero ninguna potencia dispuso antaño ni dispone hoy de los medios que le
permitan proceder de esta manera. De todos modos, esta actividad sería poco
rentable y no pasaría inadvertida.
Además, si se considera que entre los buques y los aviones que
desaparecieron misteriosamente, había aparatos que se encontraban en lo más
avanzado de una técnica que ,registraba
diferentes épocas de la historia de la navegación, de los desplazamientos
humanos sobre el mar, bajo el mar y en los aires, se llega a la conclusión
-espantosa-de que establecer una tal colección rebasa el entendimiento humano.
En efecto, ¿qué gran
potencia seguiría esta política cuando las actuales técnicas de espionaje ya no
dejan nada al azar? Por tanto, debe de tratarse más bien de aparatos recogidos
para algún fantástico museo, cuya existencia no podemos suponer en este bajo
mundo. Pero, entonces, ¿dónde? Sabemos que estas desapariciones no son fruto
del azar.
CIRCUNSTANCIAS IDÉNTICAS
Más, paralelamente a las numerosas desapariciones misteriosas,
siguen haciéndose observaciones que cada día es más difícil dejar de lado. De
esta manera, después de la desaparición simultánea de los cinco «Avenger» y del hidroavión, viose un cohete rojo
en el cielo cerca de Melbourne. Después, el mismo día, se oyó una explosión a
gran altura en el cielo, exactamente tres horas después del último mensaje de
la patrulla...
Los 6 «Mystere-IV» no
tenían ya noción de dónde estaba el mar.
Los 5 «Avenger» dejaron de ver el Sol.
Si es indudable que hay una relación entre estos dos sucesos,
hemos de añadir que, horas antes de que se estrellasen los aparatos franceses
cerca de Sevilla, el departamento de Var fue sobrevolado por un enorme ingenio
aéreo desconocido que, después, también sobrevoló Fréjus.
Incluso se tomaron algunas fotografías, y un testigo dibujó un croquis.
Una flotilla de «estratos bajos» que recorre el cielo...
Pero si la desaparición de los 5 «Avenger» fue seguida por la de
un hidroavión de socorro, todavía hemos de dar cuenta de un caso tan notable
como éste.
Un
día de noviembre de 1954, a 70 kilómetros al sudeste de Cherry Point, en
Carolina del Norte, un bimotor desapareció con 5 hombres, a bordo sin que se
encontraran restos.
Tres
horas después, un cazarreactor «Skyknight», de la Marina, salió en su busca...
iy también desapareció!
Dos destructores y
otros dos aviones prosiguieron las operaciones de búsqueda, sin incidentes y
sin ningún resultado.
¿Es una coincidencia?
Un misterioso
fenómeno que se desarrolló, en medio de la ignorancia de todos, durante tres
horas, y otro durante una, que absorben aviones uno tras otro...
Unos oficiales aterrados contemplando una nube.
Aunque admitiéramos,
contra toda evidencia, que se trata de un fenómeno natural, ¿cómo es posible que «nadie» hasta ahora haya podido observar su
desarrollo en ningún momento? Innumerables argumentos abogan en favor de un
fenómeno «provocado», «ordenado», cuyas implicaciones son infinitas.
En el triángulo formado por las Bermudas, Florida y
Puerto Rico, se han producido numerosas desapariciones, y han afectado ya a un
avión, ya a un buque, ya a un grupo de aparatos en formación. Pero a fin de
cuentas, se trató siempre de elementos «aislados».
Si bien sabemos que las escuadrillas de aviación
realizan frecuentemente importantes operaciones, nunca han sido afectadas por
este fenómeno, que, en caso contrario, habría podido, por fin, ser observado,
descrito y analizado. Se habría podido, por fin, establecer su verdadera «ficha
descriptiva»...
Lo que acredita la tesis de que, detrás de estos sucesos, se oculta
una «voluntad», es el
hecho
indiscutible de que «nunca hubo testigos»
GIGANTES DEL AIRE, ABSORBIDOS
Por tanto, es
evidente que el fenómeno causante de estas desapariciones lleva a cabo cierta
«elección» y evoluciona con inteligencia, de la cual da a menudo pruebas,
hechos todos que van perfilándose a lo largo de esta investigación.
Puesto que se han
volatilizado hasta submarinos nucleares y buques muy perfeccionados, no es nada
extraño que aviones de cualidades técnicas secretas hayan corrido la misma
suerte.
En este sentido, es
sorprendente que los hechos que exponemos a continuación hayan sido asimilados
por los servicios secretos interesados, a simples sucesos de origen
natural...
Uno de estos casos es el del avión de transporte, de gran tamaño, «Globemaster», que desapareció, en marzo
de 1951 sobre el Atlántico, con 52 personas a bordo. En su época era la última
palabra de la técnica en materia de navegación aérea.
Este tipo de aparato puede transportar a 150 hombres con sus
equipos. Su tamaño hace de él uno de los más importantes en la Flota aérea
estratégica norteamericana. Por si fuera poco, el que, se volatilizó
transportaba equipos y planos que al Cuartel General norteamericano no le
habría gustado jamás que cayeran en manos extrañas. Esto explica que 63
aviones, un submarino, una corbeta y dos fragatas meteorológicas (...)
registraran con todo detenimiento el océano frente a las costas irlandesas.
Después se unió a las operaciones de búsqueda un portaaviones norteamericano,
el Coral Sea. Aunque la zona del
drama fue exhaustivamente rastrillada, no se pudo encontrar nada...
Era incomprensible,
pues, si se hubiera tratado de un accidente, las canoas
neumáticas de a bordo habrían podido ser utilizadas con facilidad por los
supervivientes, lo cual no hicieron.
Lo que es intrigante
es la presencia de las dos fragatas meteorológicas. Los radares clásicos pueden
detectar todo lo que se encuentra en el aire, pero son incapaces de revelar una
anomalía in mersa en una zona nubosa. Y esto pueden hacerlo dichas fragatas…
Nubes inquietantes,
centenares de hombres que desaparecen….
Más
adelante se producía una coincidencia. En efecto, también sobre el mar de
Irlanda desapareció un «Victor-Mark II», en agosto de 1959.
Este avión efectuaba
un vuelo de ensayo ultrasecreto, a gran altura, al objeto de probar, en
condiciones operacionales muy difíciles, una de las más recientes armas
atómicas que poseía Gran Bretaña. Considerado como el bombardero más rápido y
«de techo más alto» del mundo, fue ideado para transportar una bomba volante
especial, que podía ser lanzada por el aparato a muchos centenares de kilómetros
del objetivo...
Diez buques
participaron en las operaciones de búsqueda. Una vez más se evidenció un
indicio insólito, como en toda intervención misteriosa, cuando se produce una
desaparición. En efecto, se observaron en el cielo algunos cohetes... También se
descubrió una mancha de aceite, sobre la que flotaba una ballena muerta. Lo
cierto es que en el Ministerio del Aire británico se extrañaron de que durante
el vuelo no hubiera podido captarse ningún mensaje de socorro.
Las radios
permanecieron en silencio...
Los investigadores
supusieron entonces que, a gran altura, el aparato tendría «dificultades
imprevistas», que el comandante de a bordo no tuvo tiempo de señalar por
radio... Pero esto es también increíble. Aquel aparato poseía los más perfectos
equipos de radio y de navegación de la época, su estructura había sido probada
con éxito e iba pilotado por una escogida tripulación de la «Royal
Air Force». Era casi imposible que hubiese podido volatilizarse así….
No se encontró ningún resto.
Cohetes en el cielo... Decenas de aviones que
desaparecen...
Pero una nueva
víctima vino a sumarse a esta lista negra que van formando los prototipos
militares.
Un cuatrimotor de
reconocimiento estratégico «RC-135», del Ejército del Aire norteamericano, se volatilizó
frente al archipiélago de las Aleutianas, al norte del Pacífico, en julio de
1969. Tenía por misión detectar y
registrar las comunicaciones por radio de los soviéticos. Seis meses más tarde le tocó el
turno a un caza manoplaza «Corsai», que desapareció frente a Sicilia, como ya
hemos dicho. Se trataba también de un avión experimental dotado de medios de
detección ultrasecretos. Pero sin duda, no logró detectar a tiempo el repentino
fenómeno que absorbió al avión y los tripulantes sin darles tiempo de lanzar
ningún mensaje... El mismo día desaparecieron en el Mediterráneo otros dos
aparatos.
Luego fue un avión
ruso, que, el 20 de julio de 1970, transportaba socorro para las víctimas del
terremoto del Perú. Después de haber llenado sus depósitos en Islandia, se
volatilizó sobre el Atlántico. Se trataba de un «Antonov-22», uno de los más
grandes aviones del mundo.
Se observará que los
aparatos norteamericanos que se pierden así parecen ser los más numerosos.
Pero, como la mayor parte de los acontecimientos que se sitúan en la Unión
Soviética, es raro que se filtren tales informaciones. Sólo podemos suponer que
las desapariciones misteriosas deben de ser allí también frecuentes. Sería
bastante extraño que un fenómeno como éste hiciera distinciones entre las
nacionalidades a las que pertenecen sus víctimas.
UN FENÓMENO PLANETARIO
Un fenómeno
planetario desconocido que se localiza en ciertas regiones del Globo, como las
Azores, Alaska o las costas de Florida...
Hasta ahora, los
elementos disponibles de esta investigación hacen resaltar muchas
comprobaciones. El mismo fenómeno actúa en todas las regiones del Globo, y
escamotea con la misma facilidad tripulaciones enteras, buques o aviones, e
incluso muchos aparatos a la vez. Sus víctimas pueden ser personas aisladas o
regimientos enteros, sin que esto último suponga, aparentemente, ninguna
imposibilidad material.
Pero, ¿de qué manera
se manifiesta «planetariamente»?
En febrero y marzo de 1951, un hidroavión británico, una
superfortaleza volante y un cuatrimotor de transporte norteamericanos
desaparecieron en el Mediterráneo sin dejar huellas. En la misma época y
región, dos cargueros, el Gyrenaica I y el Gundrun, dejaron de
transmitir mensajes.
Luego le tocó el
turno a un «Globemaster», que
desapareció en el Atlántico. Al mismo tiempo,
otros dos cargueros, el Twilit Waters y el Pepe Luis López, desaparecían
en el canal de la Mancha.
Durante
los seis meses siguientes, de junio a noviembre, 45 aviones de la RAF se
estrellaron en tierra por una causa indeterminada. Además, en junio, un
bombardero tipo «Wellington» desapareció en el curso de un ejercicio frente a
la costa marroquí. Dos meses más tarde les tocó el turno a dos cazas a reacción
americanos en el Mediterráneo y, a principios de
octubre, cerca de las Azores, el acorazado Sao Pauto, condenado al
desguace, se volatilizó sir. dejar huellas. Una semana más tarde, y también en la zona de las Azores, una cincuentena de
aviones buscaron a un «Stratofreighter»
del Ejército del Aire norteamericano, que desapareció con 13 personas a
bordo...
En noviembre, y en
los alrededores de Boston, cerca de un millar de personas avisaron a las
autoridades. Habían visto un «misterioso resplandor» sobre el mar...
He aquí un conjunto
de hechos extraños. Pero estas desapariciones misteriosas, acompañadas de
fenómenos y de observaciones insólitas, se sitúan en una región del mundo
bastante limitada y en un lapso de tiempo lo suficientemente corto como para
ser inquietante...
Y por si este ejemplo
no fuera lo bastante convincente, una serie más inquietante aún se produjo a
fines de 1954 y a principios de 1955.
El
2 de setiembre de 1951 se observó en las costas de California una extraña «bola
de fuego», que se deslizó sobre el agua y desapareció ante los ojos de
numerosos testigos. El 1º de noviembre, a 600
kilómetros al este de Baltimore, desapareció un «Superconstellation» de la
Marina estadounidense con 42 personas a bordo. Quince días más tarde, un
bimotor de la Marina norteamericana se volatilizó cerca de las costas de Carolina
del Norte, es decir, en la misma región y, tres horas más tarde, corrió la
misma suerte un caza que salió en su busca.
Al
mes siguiente se observó en el cielo un monstruoso «meteoro» de 60 metros de
envergadura, que se desplazaba horizontalmente ( ... ), cuya cola despedía un
brillo cegador sobre el Atlántico. Las autoridades prefirieron no levantar
polémicas sobre el asunto.
Pero
esto no impidió que, al mes siguiente (enero de 1955), 10 aviones y 3 navíos de
guerra buscaran en vano 2 cuatrimotores de reconocimiento de la «RAF»,
desaparecidos en el Atlántico...
En febrero, un bombardero norteamericano se desvaneció en
la región de Anchorage, en Alaska. El mismo mes, un gran «globo de fuego», que
fue observado por numerosos testigos, se desplazó sobre las Antillas y la Florida Meridional. Seis
días después de esta observación, un avión belga desapareció cuando iba a
aterrizar en el aeródromo de Ciampino, cerca de Roma. Antes de cortarse
repentinamente la comunicación, el piloto dijo que había visto en el cielo «una
bola de fuego»... Al día siguiente, 14 de febrero, viose sobre BrazzavilIe una
«misteriosa mancha anaranjada». Durante los meses que siguieron, 2 aviones
desaparecieron al sur del ecuador: el primero, al sudoeste de Duala, en el mar,
y el segundo, sobre el
macizo del Kilimanjaro, lo cual significa que, con algunos días de intervalo,
tres acontecimientos «irracionales» se desarrollaron sobre la misma línea
-sobre una línea que atraviesa el Africa Central de Oeste a Este-, tres
acontecimientos irracionales...
Este conjunto de hechos, todavía más extraño y revelador,
demuestra que se produjo un «desplazamiento» del fenómeno, primero, del Oeste
al Este de los Estados Unidos; luego, a través del océano Atlántico, sobre las
Antillas y Europa, para terminar su curso en África... Por supuesto que cada
hecho, tomado aisladamente, no significa gran cosa. Pero, situado en el
conjunto de los hechos, puede iluminar con una luz nueva el fenómeno que nos
ocupa, fantástica luz, puesto que adquiere dimensiones claramente planetarias.
Una nueva serie se
produjo entre febrero y noviembre
de 1956, sin que esta vez se le pudiera encontrar una dirección determinada.
Mas no por ello los hechos son menos reveladores.
En
efecto, del 3 al 24 de febrero, en la misma región, o sea, el océano Pacífico,
frente a Nueva Zelanda y a las islas Fidji, se observaron en el cielo cinco
cohetes de origen desconocido, una especie de submarino, un «objeto oscuro», un
navío extraño sin mástiles ni chimenea y, por fin, una violenta explosión en el
cielo. En la misma época, 6 cazas británicos se estrellaron en Norfolk sin
razón aparente. El 24 de febrero, 6 aviones de turismo, que formaban parte de
un grupo de 9 aparatos, desaparecieron entre Jamaica y Cuba.
Estos 6 aviones de
turismo habían salido de Cuba en dirección a Kingston. Iban con un grupo de 9
aparatos, de los que sólo 3 llegaron, sin novedad, a su destino. A pesar del
buen tiempo que reinaba en toda la zona, no se encontraron restos. El grupo
realizaba en las Antillas una misión organizada por una asociación religiosa
americana, «La Iglesia de la profecía de Dios», de Cleveland (Ohio).
Dos meses más tarde
viéronse en el cielo una serie de explosiones sobre la costa este de los
Estados Unidos, es decir, en la misma zona, y unas extrañas luces sobre el
Atlántico, exactamente en el mismo día...
En los meses de octubre y noviembre siguientes desaparecieron en
el Atlántico 2 aviones militares americanos. El primero, entre Inglaterra y las
Azores, y el segundo, cerca de las Bermudas.
Nótese la
persistencia de estos elementos extraños, constituidos por explosiones,
«cohetes» y globos de fuego que recorren el cielo. Pero, más tarde, otros
hechos vinieron a sumarse al expediente negro de las desapariciones
misteriosas.
Así, en el curso de febrero de 1957, dos cargueros, el Landak y
el Minocher Cowasjee, se
desvanecieron en el Lejano Oriente. Del 9 al 22 de marzo, 4 aviones
desaparecieron también, sin dejar restos, entre Japón y la isla de Wake.
Después, el presidente de Filipinas murió en un accidente de aviación cerca de
Cebú, a causa de una explosión en pleno vuelo.
El Mediterráneo conoció unos acontecimientos semejantes en enero
de 1971. En el espacio de algunas horas, un avión biturbo-propulsor desapareció
a 65 millas de las costas argelinas, después de lanzar un breve mensaje de
socorro, y un «Comet» explotó, en pleno vuelo, a 10 kilómetros de El Cairo.
Unos quince días más tarde desaparecieron dos cargueros, uno de ellos, frente a
Malta.
Al mes siguiente, en
la costa de Cannes, se descubrió un yate abandonado por todos sus ocupantes,
que navegaba a la deriva con las velas hechas jirones, exactamente igual que el
que se encontró, en junio de 1972, cerca de Bilbao, también a la deriva.
Buques, aviones,
centenares de hombres que se evaporan misteriosamente...
Fuegos en el cielo...
Tripulaciones, pasajeros tragados por lo desconocido. Nunca hay testigos...
Si conociéramos fados los hechos extraños
ocurridos en el mundo en una sola semana, es muy probable que se hiciera
evidente una realidad todavía más clara. Como ejemplo, expondremos tres hechos
que acontecieron en la misma semana (mayo de 1972).
Un «DC·8» italiano
se estrelló cerca de Palermo sin lanzar el SOS, a pesar de que seguía en
contacto con la torre de control. Sin embargo, se descubrió que los pasajeros
fueron prevenidos del peligro, pues se habían descalzado. ¿Acaso esto tiene
sentido? ¿Qué fue lo que amordazó a la radio de a bordo?
En el Finisterre
francés se encontró un hombre con la cabeza destrozada. Se encontraba
desbrozando un bosquecillo. Unos testigos afirmaron que nadie habría podido
acercarse inadvertidamente al tractor en el que estaba el hombre.
Una nieve amarilla
acogió a los esquiadores en los Pirineos. El fenómeno -observado, sobre todo,
en los valles de Aspin y de Ossau-se debería a una coloración rarísima, que se intentó
asimilar con nubes de polvo procedentes del Sáhara.
LOS TESTIGOS
A principios de 1952, una superfortaleza «B-29»
volaba al norte de Hokkaido, en el Japón, seguida, como de costumbre,
por los radares, que se habían hecho cargo del aparato.
De pronto, estaciones de referencia detectaron un «avión
desconocido» que entraba en el campo del radarscope. Su imagen se acercó
sensiblemente a la superfortaleza, y después pareció «fundirse» con ella. En el mismo momento, los
pilotos lanzaron un mensaje de socorro. Luego se hizo el silencio, un silencio
terrible, angustioso.
A pesar de las
operaciones de búsqueda emprendidas para encontrar los armazones de los dos
aparatos, que se suponía habían entrado en colisión, no se encontró ningún
resto de ellos.
Ahora bien, este
inexplicable caso se parece, casi punto por punto, al que se produjo a finales
de noviembre de 1953...
Aquel día fue detectado en Michigan (Estados Unidos) un «objeto
desconocido». Como la observación se localizaba en una zona declarada prohibida
a toda navegación aérea civil, un aparato despegó inmediatamente para interceptarle
y hacerle cambiar de rumbo.
Durante unos diez minutos,
continuó la persecución a más de 800 kilómetros por hora de velocidad. Después,
los observadores terrestres vieron en el radarscope cómo las imágenes
del «F-89», ocupado por dos hombres, y del «objeto desconocido», se aproximaban sensiblemente y... se confundían.
Sin duda tenía que haberse producido una colisión..., pero no se
encontraron restos. Esto superaba la imaginación más desbordada.
Para intentar
encontrar una explicación a estos desconcertantes fenómenos, es necesario
conocer, con las debidas precauciones, a un «testigo visual». Se trata de una
persona que asistió al desarrollo de una de estas extrañas desapariciones de
aviones. Pues, aunque parezca increíble, un testigo se encontró por casualidad
en los mismos lugares en los que evolucionaba nuestro fenómeno invisible, en
los Estados
Unidos, cerca de San Luis, y lo
relató en la Flying Saucer Review:
Hacia
las 17
h. 30 mino del dia 9 de marzo de 1955, estaba observando un reactor que volaba
hacia mi cuando, de repente, sin esfuerzo alguno, un extraño ingenio aéreo se
colocó detrás de él y lo hizo desaparecer instantáneamente ante mis ojos. El
ingenio tenía una abertura a la vista, cerca del avión. Después de
«tragárselo», se detuvo y cerró su «puerta». Luego, subió y descendió durante
cerca de treinta segundos, para desaparecer, al fin. Al hacer la maniobra de
ascenso y descenso pude ver cómo salía vapor o humo de lo que parecían ser puertas o ventanas redondas, colocadas en el punto más alto del ingenio aéreo, el
cual tenía la forma de una campana corriente, y era lo bastante grande para
llevar dentro muchos aviones del mismo tipo del que había capturado.
Todo esto ocurrió,
por decirlo así, cerca de donde yo estaba, de tal manera que pude ver
perfectamente tanto el avión como el ingenio. El avión era un cazabombardero
ligero, que la Radio de San Luis dio por «desaparecido». Nunca se le encontró.
Algún tiempo después, un ingenio idéntico persiguió a tres reactores. Estos
extraños ingenios son, sin duda alguna, los objetos más rápidos que he visto en
mi vida. Cronometré la velocidad de los aviones en el momento en que el ingenio
los perseguía. Este recorría en sólo unos segundos la misma distancia que los jets en tres minutos.
¿Objetos volantes no
identificados? Que el lector se forme su propio juicio.
En todo caso, diremos que
para realizar una serie de televisión norteamericana, Los Invasores, hubo
que utilizarse un «platillo volante» construido expresamente. Las vistas se
tomaron en el desierto de Mojave y en las Montañas Rocosas, sin ningún
incidente, utilizando esta maqueta, que se suponía de acuerdo con una cierta
realidad... La maqueta fue expuesta, con fines publicitarios, en una plaza
pública, donde permaneció toda la noche, o, al menos, una parte de
ésta, ya que a la mañana siguiente se había volatilizado, ante el asombro de
los productores. No se encontró nunca. Y puede uno preguntarse
quién querría robarla, ya que esta clase de souvenirs parece más bien
molesta... ¿No sería también «absorbida», para su análisis?
Lo mismo estuvo a punto
de ocurrir, en junio de 1972, con la cabina a bordo de la cual el astronauta
soviético Yuri Gagarin realizó el primer vuelo espacial. Dicha cabina
desapareció entre la URSS y Suecia, donde debía ser exhibida durante dos meses.
Ocho vagones del ferrocarril llegaron a su destino. Faltaba el noveno,
precisamente el que transportaba la cabina. Por fortuna, sólo se trataba de una
copia, que se encontró unos días después, sin que nadie haya podido saber nunca
lo que se hizo con ella durante ese tiempo…
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