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martes, 21 de abril de 2015

Del suelo, en el interior del OVNI, surgió una plataforma circular con lente receptora de energía: Ante nosotros y bajo ese arco energético, la figura imponente de un hombre muy alto se estaba terminando de formar. Era un ser resplandeciente de cabellos plateados. Sobre el pecho lucía un emblema que consistía en un círculo dentro del cual había un triángulo invertido. Sus ojos, de un azul intensísimo, destacaban sobre su piel increíblemente blanca.

Del suelo, en el interior del OVNI, surgió una plataforma circular con lente receptora de energía: Ante nosotros y bajo ese arco energético, la figura imponente de un hombre muy alto se estaba terminando de formar. Era un ser resplandeciente de cabellos plateados. Sobre el pecho lucía un emblema que consistía en un círculo dentro del cual había un triángulo invertido. Sus ojos, de un azul intensísimo, destacaban sobre su piel increíblemente blanca.



¿Se puede contactar con los extraterrestres? Evidentemente sí, como precisamente lo atestiguan muchos testimonios a lo largo de todos los tiempos. Entonces alguien diría… ¿Pero de qué forma puede establecerse esa comunicación, si acaso para la gran mayoría le es imposible…? Buena pregunta y sin duda es una cuestión que a muchos les deja un poso de desasosiego, ya que ciertamente son numerosos los que han visto esas naves prodigiosas surcar los cielos, volando en completo silencio en una actitud aparentemente de indiferencia con respecto a los seres humanos… sin embargo, mi intuición me dice que estaríamos fallando en lo fundamental, en el enfoque hacia un hecho de tal relevancia, me refiero a recibir información de civilizaciones millones de años mas evolucionadas que los seres humanos. Por ello, antes de caer en frustraciones erróneas deberíamos hacernos una simple pregunta… ¿Por qué realmente queremos contactar con los seres de las estrellas y cuál sería su finalidad? ¿Estamos realmente preparados para asimilar la información que pudieran darnos?... y tal vez porque muchos de nuestros componentes sociales, creencias religiosas, educación y cultura adquirida podrían caer por el precipicio de la indeterminación. Es en ese punto donde deberíamos pararnos y meditar por un momento…


O tal vez sería bueno estudiar cómo han actuado otros frente a estas cuestiones relevantes, por ejemplo el Grupo Aztlan, que allá por los años 70 inicio su “propia búsqueda” para contactar con seres extraterrestres. El grupo lo conformaban diferentes profesionales a quienes el destino, ó mejor dicho, un manuscrito recibido 25 años antes por un veterinario cambió radicalmente el rumbo de su existencia. Según explicó el veterinario Baldomero a su nieto Alberto, en aquellos manuscritos estaba contenida toda la historia de la humanidad, la explicación a todo cuanto los seres humanos aspiraban conocer.


De este modo, Baldomero supo que los seres humanos y todo cuanto existe se halla dentro de un orden, una escala por la cual se va ascendiendo hasta tener la máxima comprensión de la propia existencia, es decir, de la Suprema Fuerza Creadora. Según le explicaron los extraterrestres en primer lugar se encuentra la materia, en el segundo peldaño las plantas, subiendo al tercero los animales, en el cuarto los seres humanos, llegando al quinto las entidades energéticas ó astrales, en el sexto aquellos que habitan el universo mental y en el séptimo, los seres espirituales. Esos son los siete escalones que comprendería la evolución dentro del Universo y un octavo agruparía todos los demás. También le dijeron que cada escalon estaría subdividido en otros siete y que los seres humanos de la Tierra se hallan en el 4.3 de esa escala.


Según los extraterrestres, la “Rueda de las Reencarnaciones” guarda una lógica y cometido en ese engranaje de evolución ya que "permite a los seres conscientes existir el tiempo suficiente para vivenciar todo tipo de sentimientos y situaciones necesarias para una comprensión superior”; por ejemplo, cuando Geenom, uno de los extraterrestres y Hermanos Mayores al servicio del Consejo de los 24 Ancianos Gobernadores de la Galaxia explica que tras mucho tiempo y muchas vidas, es ahora cuando esta a punto de dar ese salto y convertirse en un ser, llamémoslo “energético” situado en la escala 5ª de la evolución, un ser capaz de “recordar todas las vidas anteriores y que le llevara precisamente a convertirse en alguien consciente de una comprensión mayor”

Por hacer una pequeña síntesis, los componentes del Grupo Aztlan, una vez viajaron hasta el pueblo de Burón (provincia de León, España) para recoger ese manuscrito decidieron hacer todo lo posible por contactar con seres extraterrestres en grado de evolución superior con la esperanza de recoger sus enseñanzas y conocimientos. Al principio contactaron con Isthar, del planeta Venus, también con Artax un ser de evolución 4.4 ; en otras ocasiones con Xaloc extraterrestre que otorgaba guias a grupos de seres humanos deseosos de ascender en niveles de conocimiento, hasta finalmente establecer contacto con a Alcael, de nivel 4.5 y habitante del planeta Apu, de la estrella Alfa B en la Constelación de Centauro. Desde el Grupo Aztlan utilizaron principalmente la ouija como medio de comunicación y todo ello con un gran esfuerzo; incluso se produjeron “interferencias”  al colarse desencarnados en sus sesiones de contacto.

Sistema estelar de Alfa Centauro
Bajo mi punto de vista, el libro Los Manuscritos de Geenom (I), Terrestres: esta es la Historia, del Grupo Aztlan, es un texto imprescindible si queremos comprender la dimensión y magnitud de la realidad extraterrestre ya que siguiendo la lógica de los hechos, no deberíamos detenernos en el solo hecho de tomar constancia únicamente de los miles de avistamientos de naves procedentes de otros mundos habitados: Es el momento de sacar conclusiones, extrapolar a nuestra civilización el modo de evolucionar hacia estadios superiores, lógicamente de una forma pacífica y civilizada, desterrando las guerras y el daño ecológico hacia nuestro planeta azul.

He traído para esta nueva entrada al blog una parte importante y sintetizada del libro, variando en parte el orden de los hechos y como preámbulo, un pequeño resumen, muy bien realizado en un artículo del periódico El Norte de Castilla

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Contacto extraterrestre

Durante casi 30 años el grupo Aztlán ha asegurado contactar con entidades paranormales, cuyo único propósito es salvaguardar a la Tierra de peligros inminentes

ÁNGEL DEL POZO/VALLADOLID

No era la primera vez que el abuelo Baldomero acudía al bosquecillo de hayas. Visitaba este lugar cuando necesitaba relajarse o buscar solución a algún problema -como precisamente era el caso esa gris mañana de otoño-. La preocupación del veterinario estaba justificada, las vacas de los alrededores estaban aquejadas de un extraño mal, al cual no había conseguido poner remedio.

Allí en un pequeño claro, descubrió a un hombre que parecía que estaba examinando una de las viejas hayas; intrigado se acercó para saludarle y no se dio cuenta de su extraño atuendo hasta que estuvo muy cerca -vestía una especie de traje de tela blanca que le cubría desde el cuello hasta los pies-. De su cinturón colgaba una especie de escafandra, por lo que Baldomero imaginó que podía ser un apicultor. Era un hombre alto y delgado, de piel blanca y pelo rubio, facciones bien dibujadas y la serenidad reflejada en su rostro, donde destacaban dos ojos verdes muy límpidos.

Enseguida entabló conversación con aquel extraño forastero, que por lo visto tenía un gran conocimiento sobre las hierbas y plantas del lugar, aconsejando al veterinario que suministrara a las vacas un cocimiento a base de mezcla de raíces, hierbas y cortezas de árboles. Se despidió de aquel enigmático personaje y preparó de inmediato la receta proporcionada obteniendo resultados muy satisfactorios. Fue al día siguiente cuando Baldomero comenzó a pensar que existían piezas que no encajaban, sobre todo después de encontrar en sus pertenencias un medallón de metal plateado, recordando vagamente que aquel personaje se lo había entregado. Además, comenzó a cuestionarse algunas cosas de aquel extraño encuentro: en la zona no tenía constancia de que se hubiese instalado ninguna colmena y un escalofrío recorrió su cuerpo cuando recordó que en ningún momento le había visto mover los labios durante la agradable conversación que habían mantenido. No podía ser un sueño o una alucinación porque allí delante de él estaba un extraño objeto: el sensor, como le llamó aquel personaje.

OVNI fotografiado sobre Hungría, año 2001

Encuentro en la nave

Transcurridos varios días y a través de los sueños, comenzó a obtener claves simbólicas que le condujeron a un encuentro físico con esos seres. Sucedió un 22 de junio, en un paraje aislado, donde comenzó a observar cómo en la estrellada noche destacaba una luz que fue agrandándose hasta convertirse en un disco de dimensiones gigantescas y situarse justo encima suyo. En esa nave mantuvo un encuentro con esos seres, unos terrestres, según le aseguraron, y otros denominados Hermanos Mayores que le explicaron que todo aquello obedecía a un plan: el futuro de nuestro Planeta y de la Humanidad iba a pasar una serie de graves dificultades, todos ellos estaban involucrados en un programa de ayuda al Planeta y necesitaban personas de la Tierra que estuvieran dispuestas a intentar cambiar el rumbo de las cosas.

Baldomero acepto y recibió de manos de aquellos seres una serie de manuscritos -recopilados en un libro que contenían la historia de la Humanidad-. De esta manera, se lo contaba a su nieto Alberto, a quien pasó el testigo poco antes de fallecer: «Ahí estaba contenida la historia de la vida, el nacimiento del Planeta, de los hombres, de las civilizaciones que lo han poblado, pero, sobre todo, de lo que el hombre ha venido a hacer a este pequeño planeta. Ahí, Alberto, estaban contenidas muchas En definitiva, toda una filosofía de vida. Aquellos seres me dieron una clave para contactar con ellos y mantener comunicaciones telepáticas ».

Esta resumida historia que acaban de leer la pueden encontrar narrada con maestría en el libro 'Los Manuscritos de Geenom (I)'. Para conocer los entresijos de estos sorprendentes hechos, hemos puesto rumbo a la capital de España, donde residen dos de los fundadores del grupo Aztlán.

Luis Arribas y María del Pinar Merino

Una novela muy real

Luis Arribas y María del Pinar Merino me reciben con amabilidad en su propia casa. Les pregunto sobre la veracidad de los hechos narrados anteriormente y esta es su respuesta: «Esa historia es novelada pero tiene mucho de realidad, ya que el personaje Baldomero es una refundición de dos abuelos de personas del grupo; uno de ellos poseía capacidades extrasensoriales y el otro había mantenido comunicaciones con seres de otros planetas». En el libro siguen narrando que después de leerse los manuscritos comienzan a realizar pruebas de comunicación con esas entidades extraterrestres con resultados positivos. Estas consisten en la práctica de la “Ouija”, la psicografía y las inducciones telepáticas.

María del Pinar asegura que, efectivamente, hay cuadernos y documentos escritos de esas comunicaciones con seres extraterrestres heredados del abuelo y que, desde luego, ellos fueron los primeros en cuestionarse la realidad del fenómeno, no en vano el nivel cultural está fuera de toda duda ya que ella es Psicóloga y Luis es licenciado en Economía. «Pasaron casi 17 años hasta que decidimos publicar en un libro -continúa su explicación María del Pinar- el fruto de nuestra experiencia; el primer año nos lo pasamos realizando pruebas de todo tipo para determinar la realidad del fenómeno y, sobre todo, contrastábamos las informaciones que nos llegaban. Lo curioso es que muchas de ellas aparecían tiempo después publicadas en prensa como ha ocurrido con algunos descubrimientos científicos. Nosotros siempre hemos preferido centrarnos en el mensaje, ya que la realidad del fenómeno la tenemos perfectamente asumida, debido a nuestras experiencias».



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Del libro LOS MANUSCRITOS DE GEENOM ( I ), TERRESTRES: ESTA ES LA HISTORIA, del Grupo Aztlan


UN ENCUENTRO DIFERENTE

Por primera vez el abuelo Baldomero levantó su vista del fuego y se incorporó mirándome. Yo desde el sillón, le miraba con el más vivo interés. No me sorprendían sus razonamientos ni nada de lo que me estaba contando, ya habíamos hablado muchas veces de esas cosas. Yo conocía muy bien la filosofía del abuelo, estaba asentada sobre unos pilares muy sólidos: los de la experiencia. No tenía ante mi a un hombre que hablaba de las teorías de tal o cual filósofo, sino a alguien que hablaba de sí mismo, de sus procesos, de la resolución de sus dudas, alguien a quien su impulso investigador, le había llevado a unas conclusiones de las que ahora hablaba con claridad y con fuerza.
Sin embargo sí me sorprendía su actitud, yo sospechaba que aquella no era una conversación como la de otras veces, algo en la actitud del abuelo me hacía notar una especial trascendencia. Quise decirle todo esto pero no pude.

Burón, provincia de León (España)
Me dio miedo romper la emoción del momento y únicamente le miré tratando de reflejar el calor y la admiración que sentía por él.
El abuelo volvió a sentarse, pero esta vez frente a mí. Con los codos apoyados sobre las rodillas y ambas manos rodeando la taza de té de peña, de la que daba pequeños sorbos. Cada vez que hablaba con el abuelo yo perdía totalmente la consciencia del tiempo, era un gran conversador y en especial aquella noche una sensación muy peculiar de misterio flotaba en el ambiente desde que comenzamos a hablar.

—He de decirte, como preámbulo, que si he llegado a algunas conclusiones no ha sido solo. He contado con la ayuda inestimable de seres que me han ido enseñando a encontrar lo auténtico de las cosas, que me han ayudado a decantarme y a decidir mi propia escala de valores.
Voy a contarte algunas cosas que seguramente te sorprenderán. Por favor, escúchalas con atención y no te dejes guiar por la primera impresión. Te lo digo por experiencia. Tómate tiempo para meditarlas. Ya las comentaremos más adelante, si quieres.

Asentí.
—Hace mucho tiempo tuve un encuentro insólito, una experiencia que al principio pareció una simple casualidad y que sin embargo, a la vuelta de unos pocos meses, daría un giro trascendental a mi vida.
Fue una mañana en que me dirigía hacia el bosquecillo de hayas. Siempre que me encontraba aturdido o preocupado, o simplemente necesitaba reflexionar a solas acudía a aquel lugar. Lo recordarás porque hemos ido muchas veces juntos en los veranos que pasabas aquí. Allí, entre las viejas hayas, había encontrado muchas respuestas, habían despertado intuiciones que después, cuando llegaba el momento de ponerlas en práctica, daban buenos resultados. Según mi costumbre caminaba con firmeza mirando obstinadamente al suelo mientras apartaba la hojarasca caída durante el otoño.



Recuerdo que hacía frío. Estaba preocupado, hacía varios días que las vacas estaban aquejadas de algún mal extraño. Había examinado una y otra vez a los animales y a pesar de todos los síntomas no había encontrado una solución que acabase con el problema. Había aplicado diferentes remedios pero ninguno había sido lo suficientemente efectivo.
Como tú bien sabes, la mayor parte de las familias de Burón dependían, por aquel entonces, del ganado. Que muriese algún animal era algo grave, pues cada uno era el resultado de muchos sacrificios. Yo lo sabía y, como veterinario, ponía el máximo empeño en ayudar a esas buenas gentes.
De pronto me paré sorprendido. Al otro lado de un pequeño claro del hayedo descubrí a un hombre que parecía examinar la corteza de un gran haya. Vi que tenía un objeto metálico en las manos, pues un tibio rayo de sol había reflejado un destello. Me acerqué intrigado. A esa hora de la mañana nadie acostumbraba a visitar aquel solitario lugar. Los hombres del pueblo estaban afanados en sus tareas y las mujeres en sus quehaceres cotidianos, por eso era raro ver alguien por allí.
—Será un forastero —pensé mientras me acercaba.

El hombre pareció notar mi presencia, pues se volvió y dejó de manipular la corteza del árbol, quedándose allí, de pie, esperando que yo llegara. A medida que iba aproximándome reparé en la extraña ropa de aquel personaje. Vestía una especie de traje de una pieza que le cubría desde los pies hasta el cuello, era de una tela muy blanca. Cuando estuve más cerca me di cuenta de que algo colgaba de su cinturón. Era una especie de escafandra con un visor de cristal; realmente era un atuendo poco usual. Pensé que debía tratarse de un apicultor.
Me sentí muy satisfecho con mi razonamiento al tiempo que apresuraba el paso, deseoso de encontrarme con aquel hombre.

Me detuve a unos pasos de él, notando cómo unos ojos verdes y límpidos se quedaban fijos en los míos. Un escalofrío de emoción me recorrió la espina dorsal. Al llegar frente al forastero su figura pareció aún más imponente. Era un hombre alto y delgado, con facciones bien dibujadas y la serenidad reflejada en el rostro, de piel muy blanca y pelo rubio.

Recuerdo que bajé instintivamente la mirada hasta encontrarme con las manos del desconocido, esperando que éste hiciera algún ademán de saludo, pero el hombre no se movió. Una de sus manos sostenía una especie de regla o varilla metálica con la que había estado hurgando en la corteza del árbol.

Jamás olvidaría aquellas manos. Eran increíblemente blancas, de dedos largos y rectos. Al principio llegué a pensar que llevaba guantes pero después, al fijarme más detenidamente, observé que no era así. Cuando alcé los ojos me encontré nuevamente con su mirada.

Sin saber muy bien por qué sentí que ante aquellos ojos mis recelos se desvanecían y que una sensación de tranquilidad me invadía, anulando definitivamente la inquietud y extrañeza que en un primer momento me habían dominado. En realidad no fue en ese momento cuando me di cuenta de estos detalles, sino varías horas después cuando reviví la escena y traté de encontrar explicación a algunas piezas que no encajaban.

Nunca podré explicar muy bien los siguientes instantes, sólo que al cabo de algunos minutos había ya entablado con aquel desconocido una animada charla. Sin saber muy bien cómo me encontré contándole mis preocupaciones sobre la extraña enfermedad del ganado.
El parecía tener un gran conocimiento sobre hierbas y sus propiedades curativas. Hablamos largo rato acerca de los beneficios de tal o cual hierba y sobre otros temas que días más tarde fueron tomando la importancia debida.



Finalmente me aconsejó que suministrara a las vacas un cocimiento a base de mezcla de varías raíces, hierbas y cortezas de árboles. Fue una charla agradable y el tiempo pasó volando. El sol ya estaba en su cénit. Como si tomase consciencia de la realidad en aquel mismo instante, me despedí del desconocido y a toda prisa volví a casa. Mientras preparaba el cocimiento de hierbas me di cuenta de que ni siquiera le había preguntado su nombre. Lamenté mi olvido pero no me preocupó demasiado pensando que ya tendría más oportunidades de hablar con mi nuevo amigo y seguir intercambiando experiencias y conocimientos.

Al cabo de algunas horas las vacas afectadas empezaban a mostrar los primeros síntomas de recuperación y las terneras más jóvenes tomaban ya alimento. Había sido una larga noche y un largo día también. Empezaba a anochecer y el cansancio por la tensión sufrida en las últimas horas comenzaba a dejarse notar.
Cuando por fin, ya en casa, apoyé la cabeza en la almohada y relajé mi mente, empezaron a aflorarme dudas y preguntas. Las deseché sin contemplaciones deseoso de enganchar ese sueño reparador que tanto necesitaba. Ya tendría tiempo al día siguiente de pensar.



La mañana amaneció húmeda y plateada. Una lluvia persistente proporcionaba un brillo singular a los tejados y las calles. Aquel día no tenía ningún aviso pendiente salvo ir al matadero a última hora de la tarde, decidí quedarme en casa ordenando papeles. Cogí el maletín y empecé a hacer un rápido inventario del contenido con la intención de reponer lo que faltase. Fui dejando en la mesa el instrumental, varios frascos de cristal de diferentes tamaños, el cuaderno de notas y recetas... De pronto me paré sorprendido. En el fondo del maletín un objeto redondo brillaba. Lo cogí y lo acerqué a la luz del flexo que iluminaba mi mesa de trabajo.
— ¿De dónde ha salido esto? —Me pregunté extrañado. A punto estaba de llamar a la abuela para preguntarle, cuando comencé a recordar... Como entre una neblina apareció en mi mente el recuerdo del extraño encuentro que la mañana anterior había vivido en el viejo hayedo...
—¡Aquel hombre! —exclamé en voz alta— sí, él me lo dio.

Un tropel de recuerdos se amontonaba en mi mente y eso era algo que me ponía muy nervioso. Respiré profundamente y me senté junto al ventanal sin dejar de mirar aquel medallón de metal plateado. Tenía unos extraños dibujos haciendo una especie de espiral; era bastante ligero y colgaba de una cadena. Le di varias vueltas pero no había ninguna inscripción. De forma ordenada, empecé a rememorar la escena.
Recordé al extraño individuo y la sorpresa y curiosidad que me causó verle allí, vestido de aquella forma. Le había tomado por un apicultor, pero... ni en el hayedo, ni en las proximidades había instalada ninguna colmena. Yo conocía bien la zona y lo sabía con certeza.
—Tal vez hayan puesto alguna en estos últimos días —pensé sin demasiada convicción. En el pueblo todo se sabía en seguida, y yo no había oído ningún comentario al respecto.

Seguí cavilando sobre las posibles razones de la presencia de aquel hombre en el hayedo.
—El caso es que cuando pensé que era un apicultor la idea me pareció lógica. De cualquier modo, podía haberle preguntado para salir de dudas.
Recuerdo que pensé en ello, pero se me olvidó en seguida. Tal vez fue mipropia preocupación, estaba pensando en otras cosas —me justifiqué algo incómodo conmigo mismo, mientras daba vueltas al medallón buscando una y otra vez alguna señal de algún tipo.

Aquel hombre me inspiró confianza. Por eso a los pocos minutos estaba hablando con él como si le conociese de antes. Pero, ¿hablando? Yo sí hablaba, pero ahora recuerdo su cara fija como una fotografía. ¡El no despegó los labios! —terminé en un diálogo conmigo mismo, dando un respingo en el asiento al darme cuenta de lo que acababa de decir.
Sin embargo, yo oía con claridad las respuestas a mis preguntas. Se estableció un diálogo entre nosotros. ¿Lo habré soñado todo o habrá sido una alucinación producto del cansancio o la preocupación del momento? —me preguntaba una y otra vez mientras una cierta desazón me invadía—. No puede ser una alucinación. Tengo aquí el medallón, el «sensor» como lo llamó él.
Me explicó que se trataba de un receptor de energía y que además tenía la facultad de potenciar la que tenemos los seres humanos.

Ahora recuerdo cómo aquel hombre me lo entregó. Lo llevaba colgado de su cuello y muy despacio se lo quitó y lo puso en mis manos. Me di cuenta de que al rememorar la escena las imágenes pasaban ante mis ojos como una película, recordando hasta los más pequeños detalles que antes me habían pasado desapercibidos.
A partir de ahí no recordaba nada más. La siguiente vez que había visto ese «sensor» había sido en el fondo del maletín. ¿Cómo había llegado allí? Seguramente lo había puesto yo mismo, pero ¿cuándo? No recordaba en absoluto haberlo hecho.

Me mordí el labio. Me molestaba dejar cabos sueltos pero por más que ahondaba en mi memoria, no lograba ningún resultado para resolver el enigma del medallón. Finalmente decidí seguir avanzando. Instintivamente me acerqué a la mesa y, sacando unos folios en blanco, comencé a escribir. Había demasiados descubrimientos, demasiadas ideas revueltas en mi cabeza y necesitaba ordenar los pensamientos. No comprendía muy bien el alcance de la experiencia que había vivido, pero algo en mi interior me decía que había sido muy importante y que debía reflejar punto por punto mis percepciones ahora que aún estaban frescas en la memoria.

Así fui rellenando folios y folios describiendo al individuo. Me sorprendí al recordar hasta los más mínimos detalles sobre la fisonomía de aquel hombre, como si los tuviese grabados en mi cerebro y estuviese mirando una fotografía. Incluso hice varios dibujos, uno del rostro y otro de cuerpo entero.
Recordé el extraño símbolo que el desconocido llevaba impreso sobre su traje blanco en el centro del pecho. Era un círculo cruzado por una línea transversal inclinada.




Escribí varias notas sobre recetas naturales, fórmulas curativas aprovechando los recursos de la tierra y también algo que me había interesado desde que ingresara en una Orden Hermética en mis tiempos de estudiante: el descubrimiento y manejo de las energías, sobre todo de la energía del hombre.

Escribía deprisa, como si temiese que de un momento a otro todo fuese a desaparecer de mi cabeza. Más tarde me preocuparía de buscar los porqués, pero ahora sólo deseaba agrupar toda la información que pudiese sobre el suceso. Una y otra vez miraba aquel «sensor» que era la prueba evidente para mí de que no había sido un sueño, de que en verdad aquello había sucedido.
Cuando por fin levanté la cabeza de los papeles era ya mediodía. Pensé rápidamente en acercarme al hayedo.
—¿Cómo no se me ha ocurrido antes? A lo mejor vuelve por allí, o quizá encuentre algún indicio de su presencia.
No lo pensé dos veces. Salí de la casa como una exhalación y a toda carrera me dirigí hacia el bosquecillo. Una bruma pegajosa se había adueñado de aquel lugar. Hacía frío pero no lo sentí. Sólo quería llegar cuanto antes al claro. Me detuve reconociendo el lugar. Sí, allí había sido.

Caminé despacio hacia el haya vieja donde había tenido tan particular encuentro, tratando de recuperar el aliento. Miraba alrededor esperando encontrar algo. Pero aquel lugar, como de costumbre, estaba totalmente solitario, ni siquiera los pájaros cantaban a esas horas. La lluvia y la niebla, o quizá el haber sido testigos de algún hecho extraordinario, les había hecho enmudecer.
Sacudí la cabeza pensando que eso ya eran desvaríos. Un par de pasos más y ya estaba junto al tronco. Con dedos temblorosos rocé la corteza del árbol. Allí, tal y como esperaba había una profunda hendidura, la corteza había sido raspada. Sí, era cierto, alguien se había llevado un trozo, ¿una muestra?
No sabía si alegrarme por el hallazgo. Se entremezclaban por un lado la decepción de no encontrar más pruebas del suceso y por el otro la comprobación una vez más de que yo había estado allí con alguien.

Caminé en amplios círculos buscando afanosamente alguna prueba, algún objeto, algo raro que no estuviera antes en el bosque, pero todo fue inútil. Tampoco hallé resto alguno de colmenas por allí, aunque eso ya lo daba por sentado.
Sentí frío. Con las prisas había salido de la casa en mangas de camisa y la temperatura era bastante baja. Hundí las manos en los bolsillos y a paso rápido me dirigí de nuevo hacia el pueblo.

En días sucesivos y obedeciendo a un impulso interno, me sentaba ante la mesa del despacho y pasaba varías horas escribiendo mis recuerdos de aquel día. Era como si, en alguna parte de mi cerebro tuviese almacenada información y que por algún extraño mecanismo esa información fuera saliendo progresivamente al exterior...
Aquel encuentro me dejó bastante inquieto. No tenía todas las piezas del rompecabezas y eso me disgustaba. Continuamente me sorprendía tratando de encontrar explicaciones a los hechos. Miraba una y otra vez aquel extraño medallón sin encontrar ninguna pista.



Con el paso de los días las cosas se fueron reposando y comencé a soñar deforma asidua con una serie de escenas y lugares que se repetían una vez y otra. Me veía volando a gran velocidad por encima de un paisaje montañoso, pasando muy cerca de las copas de los árboles y los picachos de los montes.
Durante el sueño tenía la sensación de que debía ir a algún sitio, pero en lugar de eso daba vueltas y vueltas sobre el mismo sector del terreno. No lograba reconocer el lugar pues la velocidad me impedía distinguir el paisaje con nitidez. Era como si pasaran una película ante mis ojos a gran velocidad.
Durante varios días estuve inquieto. Allí debía haber algo que me atraía poderosamente, pero ¿qué era? Al despertar siempre me quedaba la sensación de que no había logrado el objetivo.

Una noche, antes de dormirme, concentré mi pensamiento cuanto pude en una sola idea: si volvía a soñar lo mismo descendería hasta ver el lugar donde me encontraba. Hasta que el sueño me venció martilleé mi cerebro una y otra vez con ese único pensamiento.
De pronto me vi como protagonista de mi propio sueño. Como en ocasiones anteriores, allá abajo podía ver los picachos blancos con las últimas nieves del invierno. Reinaba la luz del atardecer y el sol teñía de tonos violetas los bosques y las montañas.
Las piedras blancas de los impresionantes farallones de los Picos de Europa resplandecían, erigiéndose como gigantes plateados al recibir los últimos rayos del sol.


Valle de Valdeón, provincia de León (España)
Tardé un poco en darme cuenta de que estaba volando despacio. ¡Había reconocido las montañas! Efectivamente, podía contemplar a placer el paisaje porque me deslizaba como una pluma dejándose mecer por una suave brisa.
Al instante reconocí aquellos parajes. Desde mi altura, el Valle de Valdeón dejaba ver toda su belleza. Me sentía libre y henchido de maravillosas sensaciones. Sabía que estaba soñando y quería vivir el sueño con toda intensidad. Parecía como si el tiempo y el mundo se hubiesen detenido. Todo era quietud, hasta el discurrir rápido del río parecía amortiguar su murmullo para no romper aquella paz.


De pronto me vi envuelto en un torbellino. Giré a gran velocidad como en una especie de espiral. Me di cuenta en seguida de que ya no estaba en el mismo lugar. El sueño había cambiado repentinamente y me encontré de cara al firmamento. Un cielo oscuro tachonado con miles de estrellas me hizo sentir un extraño vacío en el estómago perdido en aquella inmensidad. El horizonte de 180 grados a mi alrededor me causó una profunda impresión y los ojos se me humedecieron.
Al cabo de unos segundos un grupo de estrellas llamaron poderosamente mi atención. Formaban una especie de amplia circunferencia y dentro parecía estar contenido un triángulo isósceles dividido por la mitad. Conté, sin saber muy bien por qué, las estrellas de cada uno de los lados del triángulo.
Me parecía estar ante un jeroglífico que debía descifrar. No encontré relación alguna entre los números que salían de la suma de aquel conjunto de estrellas.



De pronto el firmamento se volvió negro y las estrellas desaparecieron. Fue una impresión tan fuerte que me encontré repentinamente sentado en la cama, inmerso en la oscuridad del dormitorio. Hasta varios segundos después no comprendí que todo había sido un sueño y que había terminado bruscamente, sin darme tiempo a reaccionar.
A la mañana siguiente, mientras trabajaba en el despacho, me sorprendí reproduciendo el dibujo geométrico que había visto en mi sueño tratando de hallar alguna relación.
Hice varios dibujos hasta que uno de ellos me pareció una fiel réplica de la imagen que había visto en sueños. Coloqué los números resultantes de la suma de los lados del triángulo y puse unos números de forma inconsciente.



De manera instintiva comencé a dar vueltas a aquella secuencia de números y al final llegué a la conclusión de que se podía tratar de una fecha: 22/6.
Estuve varias semanas dándole vueltas al tema. Discurría el mes de mayo y aquella fecha se acercaba sin que yo tuviera claro si estaba volviéndome loco buscando explicaciones y misterios donde no los había o si, por el contrario, aquello tenía una cierta lógica. Tenía muchas dudas y en ocasiones evitaba conscientemente pensar en el tema, pero era algo que me obsesionaba.




Un buen día, consultando unos antiguos mapas de la zona, me fijé con detenimiento en el Valle de Valdeón. Siguiendo el curso del río se llegaba a unas praderas de forma circular que la gente de por allí conocía por Corona.
Yo tenía señalados varios invernales... —al ver mi gesto interrogante por ignorancia, aclaró— los invernales son unas cabañas de piedra donde se guarda el ganado y los pastos durante el invierno. Curiosamente esas construcciones formaban un círculo. Una imagen se quedó grabada en mi retina; busqué rápidamente el dibujo de las estrellas, intenté colocarlo de varias formas y finalmente comprobé que haciendo coincidir el vértice superior del triángulo con una pequeña ermita, el resto de las estrellas encajaban perfectamente con la posición de los invernales.
¿Sería aquella la clave? ¿Era ese el lugar?¿Qué había allí? Había estado durante tantos días sin entender nada que ahora, ante la posibilidad de haber resuelto el enigma, tenía que contenerme para no salir corriendo hacia Corona.

El siguiente fin de semana viajé hasta allí. Estaba emocionado. Reconocí el lugar al que había ido en más de una ocasión. Recorrí palmo a palmo el terreno. Con mi dibujo en la mano verifiqué la distribución del lugar y comprobé que era una fiel réplica en cuanto a proporciones y medidas de aquel lugar. Busqué algún indicio de algo extraño, algo que no encajara en aquel ambiente. No era fácil pues no sabía lo que buscaba en realidad. Al cabo de un rato de dar vueltas y vueltas desistí decepcionado. Aquello no me conducía a nada.
Volví malhumorado por haber puesto demasiadas esperanzas en un par de coincidencias que en el mejor de los casos podían ser meras especulaciones alentadas por mi imaginación. Durante el camino de regreso recapacité y volví a pensar en lo curioso de esas coincidencias.


Fue en aquel momento cuando decidí quemar mi último cartucho. Dentro de unas semanas sería 22 de Junio. Yo estaría en ese lugar ese día. Si no ocurría algo me prometí a mí mismo olvidar el asunto. Una vez tomada esta decisión me quedé más tranquilo. El tiempo que me separaba de aquella fecha pasó muy rápido. Recuerdo que la víspera preparé mi mochila como un ritual y me encaminé hacia Corona decidido a acampar allí esa noche. El día transcurrió muy despacio.
Encontré algunos aldeanos de Cordiñanes, el pueblo más cercano, que segaban los pastos ya altos por aquellas fechas. Aproveché la jornada para recolectar hierbas, hice una buena provisión de tila y otras plantas que yo utilizaba a menudo. Un día claro y despejado hacía prever una noche diáfana. Poco a poco la oscuridad fue cayendo sobre el lugar. Había una hermosa luna que bañaba de plata la pradera, —¡Qué bien se está aquí! —pensé disfrutando del momento.


Cordiñanes, León
Me tumbé sobre una manta y cara al cielo paseé mi mirada por las múltiples lucecitas que parpadeaban inquietas. No sé cuánto tiempo pasó, pero de pronto tuve una extraña sensación. No pude ver nada pero percibí cómo los mil ruidos de la noche desaparecían. El silencio era absoluto. Me incorporé sobre los codos pensando que tal vez algún lobo se estaba acercando. Mientras aguzaba el oído comencé a percibir un ligerísimo zumbido muy lejano. Intenté averiguar de dónde provenía y al darme la vuelta hacia el Este, noté cómo una luz, al principio pequeña como una estrella, iba moviéndose y agrandándose más y más. Había aparecido por detrás de las montañas, en el lado opuesto a la luna que ya se había ocultado.

Me puse de pie sin apartar los ojos de aquella luz que continuaba aumentando de tamaño, acercándose de forma constante. Antes de que me diera cuenta tenía sobre mi cabeza un disco de dimensiones gigantescas.




UN VIAJE INCREÍBLE

La aceleración de mi pulso en aquel momento debió sobrepasar todos los límites. Oía los latidos de mi corazón con más intensidad que el leve zumbido que se escapaba de aquel artefacto luminoso.
La visión de aquella enorme máquina me dejó boquiabierto y paralizado. Estaba tan asustado que ni siquiera podía moverme. Sin ninguna duda aquella fue la impresión más fuerte de mi vida.
De repente, sin saber cómo, me vi envuelto en una especie de pompa de jabón gigantesca. En ese momento perdí la consciencia y me sentí flotar y elevarme suavemente.
Cuando abrí los ojos me encontré recostado sobre una especie de sillón esponjoso. Con la vista todavía nublada, parpadeé varias veces tratando de acostumbrarme a la luminosidad que reinaba en aquel lugar. Muchas veces había leído que ante experiencias insólitas de viajes a extraños lugares los protagonistas siempre se preguntaban: ¿me habré muerto? Yo me había reído de esas expresiones pensando que eran ridículas. Te aseguro que en aquel momento la posibilidad de estar muerto fue lo primero que me cruzó por la cabeza.

Descubrí un destello luminoso frente a mí y me froté los ojos. Al retirar mis manos vi un medallón exactamente igual al que yo había recibido del «apicultor». Al alzar la vista vi que pendía del cuello de un hombre joven, de unos 30 años, moreno, que estaba ligeramente inclinado sobre mí, observándome.
—Bienvenido.
La voz del desconocido sonaba suave y armoniosa. Me incorporé, abrí la boca dispuesto a responder al saludo pero en vez de eso un montón de atropelladas preguntas salieron incontenibles.
—¿Qué hago aquí?, ¿quién eres?, ¿dónde estoy?, ¿qué queréis de mí? —


El desconocido sonrió y me pidió con un gesto que tuviera paciencia.
—Tranquilízate Baldomero. No te ha ocurrido nada y nada te ocurrirá. En seguida vendrán a explicarte el motivo de tu presencia. No obstante, te diré que yo estoy aquí como intermediario. Como tú, soy un hombre de la Tierra. Un día emprendí un largo viaje para servir de apoyo a una Misión de ayuda a nuestro planeta. Como yo hay bastantes personas en distintos lugares del Sistema Solar que están colaborando con los Hermanos Mayores para ayudarles a llevar a cabo su tarea.

Apenas entendí lo que me quería decir sobre misiones, terrestres y Hermanos Mayores.
—¿Tú eres de la Tierra? —pregunté asombrado, mirando el entorno que le rodeaba.
—Así es, aunque ahora no vivo en ella —respondió con tranquilidad el desconocido— mi nombre es Jon.
—Pero... no entiendo nada, ¿cómo puedes ser terrestre y viajar en este aparato?, ¿y qué es eso de la Misión?, ¿quiénes son los Hermanos Mayores?, ¿por qué me habéis traído aquí?, ¿qué tengo yo que ver en todo esto?
—Ten un poco de calma, por favor—insistió Jon— no te inquietes; no va a ocurrirte nada. Si tienes paciencia entenderás en seguida de qué se trata todo esto. Comprendo que estés asustado y sorprendido, pero ten confianza y no te preocupes; nadie te va a causar mal alguno.

Poco a poco la seguridad y el aplomo de Jon y sobre todo su voz tranquila y serena me fueron infundiendo confianza. Mi cerebro funcionaba a toda velocidad. Me parecía un sueño lo que estaba viviendo, pero no, no lo era; allí, frente a mí estaba Jon tan real como yo mismo, mirándome y sonriendo como si esperase a alguien, y allí estaba yo; podía moverme, tenía tacto y vista, estaba vivo y consciente de cuanto me rodeaba.
Miré alrededor. Por primera vez me fijé con detenimiento en el lugar en que me encontraba. Era una amplia sala abovedada en la que no había ángulos o aristas; todas las formas eran suavemente redondeadas. Las paredes, de color marfil, permitían que a través de ellas se filtrase una luz blanco-azulada. No vi ninguna abertura de ventanas o puertas. En el centro de la estancia había una gran mesa circular sobre la que pendía una esfera multifacética. Alrededor de la mesa pude contar siete sillas del mismo material que el sillón donde yo me encontraba. Tenían apariencia metálica, sin embargo su tacto era suave y esponjoso. 


                                                                                                                                                                                                                                                                 
 A la izquierda pude ver una serie de paneles y pantallas con gráficos en continuo movimiento. Una gran pantalla central permitía ver indistintamente el firmamento estrellado y la Tierra a gran altura. Podía distinguir claramente Europa, África y parte de Asia Occidental, aunque no totalmente, pues las masas de nubes cubrían parte de la superficie del planeta. Una sensación de miedo me recorrió la espina dorsal poniendo erizado todo el vello de mi piel. ¡Estábamos en el espacio!, ¡pero eso era imposible! Nadie había conseguido subir tan arriba. Me fijé en la pantalla tratando de descubrir si se trataba tan sólo de una fotografía.

Como si adivinara mis pensamientos, Jon me dijo:
—Hemos tenido que ascender para no ser descubiertos y no provocar  trastornos; queremos pasar desapercibidos —explicó.
—¿De qué planeta vienes? —le pregunté.
—Vivimos en un satélite del planeta Júpiter llamado Ganímedes — respondió Jon, dispuesto a satisfacer mi curiosidad.
—Jon, —me sorprendí llamándole por su nombre— yo tengo un medallón igual al que tú llevas. Me lo entregó un hombre extraño que encontré por casualidad hace algún tiempo ¿qué es exactamente y para qué sirve?




Jon tocó el medallón con sus dedos.
—Se trata de un «sensor», un acumulador de energías. Llevándolo sobre el plexo solar concentra una serie de energías beneficiosas para el cuerpo y la mente, sobre todo a determinadas horas del día y de la noche.
Iba a preguntarle más cosas sobre ese «sensor» pero él continuó hablando.
—Algunos hermanos tienen la responsabilidad de recoger muestras de la flora y fauna del planeta. Sabemos de tu encuentro y desde entonces hemos observado con interés tus procesos hasta el día de hoy.
—¿Quieres decir que todo ese asunto de los sueños y las claves, de las estrellas, del jeroglífico, ha sido provocado por ti? —le pregunté molesto ante la idea de que alguien pudiera estar manipulando mi mente.
Jon volvió a rogarme calma con un gesto.



—No, no he sido yo. Sólo soy un terrestre como tú y no tengo poder para comunicarme mentalmente. Los Hermanos Mayores te han inducido telepáticamente una serie de imágenes y sueños con el único propósito de que este encuentro tuviera lugar, pero eso no ha interferido en tu libre albedrío, si es eso lo que te preocupa Los Hermanos Mayores son seres humanos de mayor grado de evolución. Su tasa vibratoria es muy elevada y su conocimiento y dominio de la mente está a años luz del nuestro. Ellos pueden transmitir y recibir mensajes telepáticos incluso de un planeta a otro.
—¿Quiénes son esos Hermanos Mayores? —pregunté intrigado.
—Son hombres parecidos a nosotros físicamente. Pronto vendrá uno de ellos para explicarte el objeto de tu presencia aquí

Nuevamente tuve que tragar saliva y pasarme la mano por la frente para no dudar de lo que estaba viviendo. Era real y me estaba ocurriendo a mí.
Pensé en ello y después comprendí que mi aparente tranquilidad era consecuencia de no saber calibrar el alcance de la experiencia. O tal vez fuera la tranquilidad de Jon, o la paz que se respiraba en aquel lugar, o la profundidad del espacio que rodeaba a la nave. Lo cierto es que al poco de estar allí ya no tenía miedo y confiaba en aquel hombre de mirada tranquilizadora.
Vestía un traje muy similar al de mi amigo el «apicultor», aunque no llevaba escafandra. Tenía los ojos pardos y al hablar, su acento delataba su ascendencia vasca.

Estaba enfrascado en estos pensamientos cuando, por el cambio de expresión de Jon, me di cuenta de que algo estaba sucediendo a mi espalda. Giré en redondo y siguiendo la dirección de su mirada me encontré con que una puerta corredera se había abierto y tres hombres habían hecho su aparición. Me quedé bastante sorprendido. Al principio pensé que eran iguales los tres, después al fijarme con más detenimiento, noté algunas diferencias. Su estatura, peso y formas físicas eran, yo diría que idénticas. Sus cabellos rubios y algo largos tenían el mismo color, su piel y el color de sus ojos también. No obstante, tenían rasgos que les diferenciaban ligeramente.

Eran bastante altos, yo diría que sobrepasaban los dos metros, pero perfectamente proporcionados. Todos ellos vestían traje blanco de una sola pieza y en el pecho lucían un escudo con una especie de dibujo de un planeta cruzado por una línea transversal, parecido a las representaciones que hacemos de Saturno, en seguida reconocí que era exactamente igual al del «apicultor».


Ganimedes
Cuando entraron en la sala y la puerta se cerró tras ellos sentí un escalofrío. De inmediato me di cuenta de que eran diferentes a nosotros, de que ante Jon yo no había tenido en ningún momento esa sensación que me recorría la espina dorsal, haciendo que todos mis sentidos estuvieran alerta. En seguida pensé que esos seres no eran de la Tierra. Mi cerebro luchaba por ordenar el cúmulo de sensaciones que me embargaban. Pero curiosamente no sentí miedo, sino emoción.
—Baldomero, estos son tres hombres de Ganímedes que han colaborado conmigo trayéndonos en su nave y que ahora nos ayudarán para recibir a nuestro Hermano Mayor.

Me dirigieron una leve inclinación de cabeza y dentro de mí pude percibir tres saludos distintos provenientes de cada uno de ellos. Sin embargo, ninguno de los tres despegó los labios. Únicamente mostraron una leve sonrisa.
Miré a Jon y éste debió notar mi asombro, porque inmediatamente explicó:
—Ellos están un peldaño por encima de nosotros en la escala de la evolución y tienen dominio de la telepatía, por eso pueden llegar a comunicarse mentalmente contigo.

Les observé increíblemente tranquilo. Aquellos hombres irradiaban paz, pero la situación no dejaba de ser lo suficientemente extraña como para asombrarme. En el suelo del extremo opuesto al que nos encontrábamos se produjo una abertura circular como de 3 metros de diámetro, por la que emergió de un piso inferior un extraño artefacto. Se trataba de un círculo metálico que tenía a ambos lados, enfrentándose, como dos pantallas cóncavas de unos 2 metros de altura por 1 de anchura. Del centro geométrico de cada pantalla salía una especie de antena. Parecían radares rectangulares. Detrás de cada pantalla había un complejo cuadro de mandos con muchos botones luminosos.
—Vamos a prepararnos —dijo Jon mientras me invitaba a ponerme de pie—. Antes quiero explicarte algo. Este ser que ahora vas a ver está muy evolucionado; de hecho se encuentra un peldaño más arriba que estos otros que nos ayudan, es decir, está dos escalones por encima de ti y de mí. La diferencia de vibración entre él y nosotros es tan grande que no podemos, sin preparación previa, soportar su presencia. Desgraciadamente no tenemos tiempo para esa preparación, por eso él va a venir hasta aquí en proyección energética, en una energía que nosotros llamamos astral. Gracias a la avanzada tecnología de esta nave podremos visualizarle bajo esa especie de arco energético que está situado sobre la plataforma circular que actuará como lente receptora o condensadora de energía. Veremos una imagen energética en tres dimensiones pero tan real como tú y como yo. ¿Me comprendes?



A pesar de no haberme enterado muy bien de las explicaciones asentí, moviendo la cabeza arriba y abajo. La verdad es que ya no me cabía mayor asombro y estaba, por momentos, mas ansioso de ver a aquel ser.
Los tres hombres dejaron de manipular sobre los paneles de cada pantalla y se dirigieron hacia nosotros hasta quedar a nuestro lado. Todos estábamos a la misma distancia del aparato. El hombre que estaba en el centro de los otros dos nos dirigió una mirada y su pensamiento nos llegó con claridad:
—Vamos a concentrar nuestras mentes e intentemos al unísono emitir la llamada.

Todos cerraron los ojos e inclinaron ligeramente la cabeza. Yo hice lo mismo y apenas cerré los ojos percibí un sonido mantenido y armonioso en mi cerebro, emitido por los allí presentes:
—¡OOOOOOOMMMMMMMMMMMM...!
Era un sonido que yo conocía bien por las enseñanzas de la Orden, un mantra, como dicen los orientales, que se podía utilizar con dos fines: para armonizar la mente o para emitir una llamada a entidades superiores. Sin embargo en aquella sala tuvo una vibración especial que se extendió por toda la estancia, impregnando cada partícula del aire. Tal vez fuera por estar en medio del espacio o porque aquellos hombres eran capaces de emitir una gran armonía, lo cierto es que a pesar de que yo había repetido ese sonido muchas veces, nunca había sentido a nivel físico lo que en aquellos segundos pude sentir: el discurrir de la sangre por mis venas, el circular del aire por mis pulmones y todas mis células llenas de vida. Al mismo tiempo, una luz de color verde eléctrico parecía inundar el interior de mi cabeza e intentaba escapar a través de mis párpados cerrados.

De pronto aquella vibración cesó y el color verde desapareció. Abrí los ojos sorprendido y me quedé mudo por el asombro. Ante nosotros y bajo ese arco energético, la figura imponente de un hombre muy alto se estaba terminando de formar. Me quedé sobrecogido. Era un ser resplandeciente; toda su imagen desprendía luz. Sus cabellos plateados le rozaban los hombros. Sobre el pecho lucía un emblema que consistía en un círculo dentro del cual había un triángulo invertido. Desde sus hombros se deslizaba una capa blanca que llegaba hasta el suelo. Sus ojos, de un azul intensísimo, destacaban sobre su piel increíblemente blanca.



No pude por menos que parpadear, turbado ante esa mirada limpia y clara La sensación de algo grande me embargaba y me henchía el pecho hasta sentir que me iba a estallar. Una especie de energía intensa nos envolvió a todos los presentes, una energía especial que producía un sentimiento de hermandad y amor. Me sentía inundado por sentimientos que no podría explicar hasta varios meses después.




Una voz clara y segura resonó en mi interior:
—Gracias, hermanos, por vuestra colaboración.
Después dirigió su mirada hacia mí y, tras una leve pausa prosiguió.
—Baldomero, por favor escucha con atención; mi mensaje va dirigido especialmente a ti.
Me sentí como un niño pequeño ante alguien muy superior en todos los sentidos y sólo pude tragar saliva y parpadear en señal de asentimiento.
Durante un buen rato, no podría precisar cuanto, aquel hombre habló fundamentalmente del futuro de nuestra humanidad y del planeta. Nuestro mundo iba a pasar por una serie de graves dificultades y parecía que los hombres de la Tierra no estábamos preparados para afrontarlas.
Ese hombre, y otros muchos, estaban involucrados en programas de ayuda a nuestro planeta, y para llevarlos a cabo necesitaban personas de la Tierra que estuvieran dispuestas a intentar cambiar el rumbo de las cosas.

El abuelo inspiró profundamente y los ojos se le humedecieron por la emoción. El recuerdo de aquella escena hacía revivir sentimientos que surgían de lo más profundo de su ser. Su voz vibraba mientras narraba con voz lenta y ronca aquellas vivencias ocurridas hacía tantos años. Se abstraía y, mirando las llamas, parecía revivir mentalmente cuanto estaba contando.
Yo permanecía mudo por el asombro y por la emoción de aquel momento. Quería respetar el ritmo del abuelo, sus silencios, sus pausas. Me daba cuenta de que aquel hombre estaba abriéndome su corazón y depositaba en mí una confianza que no había tenido en nadie. Mil preguntas se atropellaban en mi cerebro, pero callé a la espera de que él continuase. La narración era tan completa, tan descriptiva que yo no tenía que hacer ningún esfuerzo para visualizar lo que el abuelo contaba.

Después de la breve pausa, retomó su narración.
—Alberto, no puedo darte, por ahora, más detalles sobre la información que recibí; no obstante, voy a terminar de contarte el resto de lo que ocurrió aquella noche inolvidable de junio.
Después de oír a aquel ser, tomé la decisión de colaborar con ellos. Tenía ante mí algo que ni siquiera hubiera podido soñar y lo acepté.
Antes de marchar, aquel hombre se despidió diciendo:
—He de retirarme ya. Espero que esta energía inicial que te anima vaya creciendo con el tiempo, y algún día te sirva para encontrar la razón de tu existencia.

Poco a poco la imagen tridimensional que se había formado bajo el arco energético fue diluyéndose hasta desaparecer. Yo no me atreví a dar ni un paso. Me quedé allí, mirando al vacío donde antes había estado ese ser luminoso. Dentro de mí sentía una inexplicable alegría, al tiempo que una sensación de irrealidad me hacía dudar si todo lo que me estaba ocurriendo no sería un sueño.
Jon me sacó de mi abstracción devolviéndome a la realidad.
Baldomero, debes regresar a la Tierra. Ya está preparada la burbuja energética que te dejará en el mismo lugar que te recogimos. Tengo algo para ti dijo dándose la vuelta y acercándose hacia un extremo de la sala.
Cuando volvió traía en sus manos un libro.
—Son unos «manuscritos» que debes leer para tener una idea completa de la gran interrelación que existe entre todos los seres del Universo.
«Conserva este libro como un tesoro, pues lo es. Haz buen uso de la información que contiene: son muchos datos sobre la historia del hombre. Léelos y pon tu mente en disposición de aprender y asimilar cosas nuevas».

Yo permanecía quieto, impresionado aún por todo lo que había ocurrido. Jon, con movimientos pausados y casi ceremoniosos, me ofreció «un grueso libro de pastas blancas». Extendí mis brazos y lo cogí mirando el emblema que había en la portada. Era un dibujo de la galaxia rodeada por 24 estrellas.
Seguía mirando aquel emblema cuando de pronto me encontré de nuevo en el suelo. Mis pies se hundían en la hierba de la pradera y sentí una brisa fresca que me despejó totalmente. Instintivamente miré hacia el cielo con el tiempo justo de ver como una rueda luminosa giraba a gran velocidad, haciéndose cada vez más pequeña hasta desaparecer perdida en el firmamento infinito como una estrella más.



Me dejé caer y sentado en el centro de la pradera, con el libro apretado fuertemente contra mí, como si temiera que de un momento a otro fuera a desaparecer como había ocurrido con la nave, comencé a llorar. Era tal el cúmulo de emociones que en aquel momento me embargaba, que sólo podían tener salida con el llanto, un llanto suave pero incontenible que fue calmándome poco a poco.
Por mucho que lo pensara no me cabía en la cabeza que una cosa semejante pudiera haberme sucedido a mí. ¿Quién era yo? ¿Por qué habían confiado a un pobre veterinario toda esa información?
Por otra parte, el hecho de haber vivido una experiencia tan asombrosa me hacía sentirme extraño, como si no terminara de creérmelo. ¿Sería realmente cierto que había viajado al espacio con seres de otros mundos? Nadie había conseguido volar tan alto y mucho menos tan rápido, al menos yo no tenía noticia de ello. Hacía un par de años, cuando acabó la Segunda Guerra Mundial, se hablaba de que pronto el hombre podría poner un satélite artificial en órbita, pero lo que yo había presenciado era algo infinitamente más avanzado, no sólo por el hecho de haber viajado al espacio, sino también por el vehículo en el que fui, una nave espacial tecnológicamente a miles de años de distancia de la más avanzada técnica terrestre.

Pensé en la abuela ¿qué diría ella de todo esto? Seguro que pensaría que había sufrido alguna alucinación, pero afortunadamente tenía una prueba: el libro que Jon me había entregado.
Me sentía tremendamente feliz. Había vivido algo reservado a muy pocos hombres, algo muy importante, tanto como para no guardármelo sólo para mí; pero al mismo tiempo sentí miedo a la incredulidad de la gente, a que no me creyeran y me tildaran de loco. El resto de la noche no pude dormir, mirando sin cesar el inmenso cielo estrellado con la secreta esperanza de que
«ellos» volvieran otra vez.

El abuelo calló, pude ver como rodaba una lágrima por su mejilla.
—Tal vez tú, Alberto, algún día, puedas comprender lo que te estoy diciendo.
Sentí como el corazón se me estrujaba. El abuelo continuó después de
unos cuantos carraspeos:
—A la mañana siguiente regresé a casa y comencé a leer aquellos manuscritos. Ahí estaba contenida la historia de la vida, el nacimiento del planeta, de los hombres, de las civilizaciones que lo han poblado, pero sobre todo de lo que el hombre ha venido a aprender a hacer aquí, en este pequeño planeta. Ahí, Alberto, estaban contenidas muchas, muchas respuestas... en definitiva, toda una filosofía de vida. Aquellos seres me dieron una clave para contactar con ellos y mantener comunicaciones telepáticas. En seguida comencé con las prácticas; fue una época muy dura, sobre todo al comienzo, pues los esfuerzos me parecían muchos y los resultados pocos. Me sentía poseedor de un gran tesoro. Mi deseo era compartirlo, comunicárselo a todo el mundo. Ese afán me llevó a cometer algunos errores que luego pesaron grandemente en mi ánimo.


Ejemplo: Simbologia de la Orden Hermética del Alba Dorada
Se levantó de su asiento y caminó hacia el amplio ventanal. La luz de la luna llena derramaba una claridad casi diurna. De espaldas a mi y escudriñando el cielo prosiguió como si estuviera pasando una nueva página de su vida.
—Gracias a un amigo, en mis tiempos de estudiante yo había entrado en contacto con una antigua Orden Hermética que parecía conservar intacta la enseñanza tradicional, el saber desde el principio de los tiempos. Durante muchos años he bebido de esa fuente, y aún hoy sigo con ellos. Fue la necesidad de canalizar mis inquietudes lo que me llevó a ingresar en esa Orden. Periódicamente recibía información que yo estudiaba con mucho interés. Cuando tuve esta experiencia con los «extraterrestres» se abrieron ante mí nuevas puertas, nuevas posibilidades, e intenté incorporarlas en mi vida. Las enseñanzas contenidas en los manuscritos, así como las comunicaciones que iba teniendo, me proporcionaban una visión más amplia de lo que la Orden me ofrecía. Cuando me sentí un poco más seguro de lo que tenía me di cuenta de que la nueva filosofía no contradecía la de la Orden, sino que le daba una dimensión mayor. Me puse en contacto por carta con algunos miembros con el afán de intercambiar información. Mis mejores ímpetus y energías se volcaron en contrastar los datos que para mí habían sido tan reveladores. En aquella época todas las actividades de este tipo estaban censuradas, y resultaba muy difícil ponerse en contacto con otros miembros.



Finalmente, me dirigí con mis flamantes descubrimientos a la Sede Central. La respuesta de las altas jerarquías no se hizo esperar. La manipulación, el elitismo y la falta de visión de los dirigentes fueron sembrando el miedo y el desconcierto y poco apoco me fueron cerrando todas las puertas. Empezaron a llegar comunicaciones de la Sede Central sobre el peligro de dar cabida a nuevas injerencias que no harían sino desvirtuar el verdadero sentido y saber de la antigua y tradicional Orden. Sufrí una tremenda decepción; hubo momentos muy difíciles de superar. La impotencia, la frustración y la angustia me hacían sentirme incapaz de llevar a cabo mi objetivo.

Por otro lado me encontraba solo. A pesar de que las comunicaciones con los guías extraterrestres llegaron a ser muy fluidas, el no tener a nadie para contrastarlas me hacía sentirme inseguro en muchos momentos y sobre todo, era una responsabilidad que me pesaba como una losa. En las comunicaciones yo recibía datos tan concretos y explicaciones tan racionales a mis preguntas, a los que ni la lógica más aplastante podía plantear la más mínima objeción. Había mucho de desmitificación y de claridad en esas teorías, mucho de luchar contra la institucionalización de todas las ideas, que es el verdadero cáncer de la sociedad. La Orden, a lo largo de los años, se había ido cargando con elementos manipuladores. Mi filosofía se vio fuertemente atacada por unos pocos que, como los antiguos sacerdotes, no querían perder los privilegios del poder y el reconocimiento.
Con el paso del tiempo mis fuerzas fueron mermándose y tuve que admitir mi fracaso en el intento de difundir lo aprendido. Diversas enfermedades me mantuvieron apartado durante mucho tiempo de cualquier actividad exterior, salvo las de mi profesión. La quietud y el retiro obligados me hicieron comprender que no podría jugar el papel que me había propuesto.

El abuelo volvió a tomar asiento junto a mí y continuó hablando con nostalgia.
—Cuando me entregaron los manuscritos, me dieron también una serie de consejos y recomendaciones. Entonces no entendí algunas cosas que el tiempo se ha encargado de desvelarme. Ahora veo claramente que ellos sabían que yo no podría llegar hasta el final. Sé que pensaban en alguien más, en un posible sucesor y creo que tenían un plan perfectamente estructurado.

Hizo una pausa, interrumpiendo su relato. Volvió a bucear con su mirada en mí. En aquellos momentos yo estaba ya totalmente en tensión, esperando que el abuelo, de alguna forma, me diera entrada, me invitara a romper el silencio. Pero él parecía sumido en un mar de recuerdos.
Por fin me decidí a hablar.
—Abuelo, lo que me has contado me ha dejado absolutamente boquiabierto. Si no viniera de ti pensaría que me estaban tomando el pelo. Ahora no sé qué pensar. ¿Te das cuenta de lo que me has contado? ¡Un viaje espacial en ovni y con extraterrestres! ¡Si parece una historia de ciencia ficción! Además, lo que el ser energético te contó debió ser muy importante, porque si no, no te habrían transportado físicamente.
Tengo muchísimas cosas que preguntarte, abuelo, pero hay algo que me inquieta, ¿por qué me lo has contado a mí? ¿Por necesidad de contarle a alguien tu secreto, o por algo que se relaciona conmigo?



Por primera vez su voz sonó cansada.
—Ya no voy a contarte nada más, pero si quieres información la tendrás. Sólo necesito oírte decir que ese interés que manifiestas es algo más que curiosidad, que deseas conocer más para descubrir esa filosofía de vida de la que te he hablado. El tiempo apremia y los acontecimientos que se avecinan son muy graves.

Las últimas palabras resonaron cargadas de tristeza.
—Realmente tengo una curiosidad enorme, siempre me han atraído los temas de ciencia ficción, de civilizaciones del futuro, de otros planetas... pero no es sólo eso; también quiero conocer esa filosofía de vida que te enseñaron.
Me gustaría saber el porqué de las cosas, de la vida y la muerte, en fin, de la razón por la que he venido a este mundo. Por otra parte, me gusta tu forma de ser, y si es fruto de esas enseñanzas, pues con mayor motivo. Sí abuelo, quiero conocer más.

Me pareció percibir que se le aflojaban los músculos al abuelo mientras me oía. Fue como si se le soltasen las amarras o como si hubiese entregado una pesada carga. Se sintió feliz, su expresión había cambiado. Lentamente se levantó y salió del salón. Sorprendido por su reacción me puse en pie sin saber qué hacer ¿dónde había ido? Notaba un hormigueo constante en las piernas y, como siempre que me emocionaba o vivía algo importante, sentía el estómago atenazado por los nervios.

A los pocos minutos el abuelo reapareció trayendo en sus manos un sobre grande. Se colocó frente a mí y me miró muy serio. En sus ojos descubrí dos lágrimas que pugnaban por no caer. No dijo nada, abrió el sobre y extendió sus dos manos hacía mi ofreciéndome su regalo. «Un grueso libro de pastas blancas con un dibujo de la galaxia rodeada por estrellas», que aunque no conté estaba seguro de que serían veinticuatro, esperaba ser recogido por una mano amiga que diera vida a cada una de sus páginas.


La carretera serpenteaba entre los montes. Estaba comenzando a oscurecer y los árboles que flanqueaban el camino movidos por el viento, proyectaban sobre el asfalto sombras extrañas. Había comenzado a llover.
Mientras conducía el coche, tratando de concentrar la atención y no apartar los ojos de la carretera iba rememorando una y otra vez lo que había vivido durante el fin de semana en casa de los abuelos. Hacía tan sólo 24 horas que había hecho el camino en sentido inverso, respondiendo a una llamada escueta del abuelo: «Necesito hablarte, ven en cuanto te sea posible». Ese cortísimo mensaje telefónico fue suficiente para movilizarme de inmediato, yo le conocía bien y sabía que sólo podía tratarse de algo importante.
Pero las conversaciones mantenidas durante el fin de semana habían superado todas mis expectativas. Había convivido con los abuelos desde niño durante todos los veranos, sentía por ellos un gran cariño y admiración y su figura para mí era la representación de la coherencia y el buen hacer.

Muchas veces habíamos contrastado ideas y filosofías. Yo era una de las pocas personas que conocía su vinculación con la Orden desde que se fuera a estudiar Veterinaria a Madrid. Aquellas enseñanzas que recogían el saber oculto de la humanidad desde los tiempos del antiguo Egipto habían sido para él un auténtico manantial que calmó durante muchos años su sed de conocimiento. Él siempre me decía que aquella semilla era auténtica y que aunque admitía mis criticas sobre la «comercialización» de ese saber, no obstante ahí había grano, sólo había que hacer la labor de separar la paja del trigo, pero el que de verdad tenía ansias de búsqueda lograba encontrar respuestas.

Yo nunca me sentí atraído por la Orden, veía demasiado la inmensa estructura jerárquica en la que se había convertido por su afán en difundir y divulgar sus enseñanzas. Era de nuevo una gran institución con un organigrama que se diferenciaba muy poco del de cualquier multinacional.
Hasta ese momento había pensado que todo el bagaje del abuelo había surgido de sus estudios en la Orden, ¿cómo era posible que hubiera mantenido su secreto durante tantos años? Me parecía increíble, a pesar de que él decía que el tronco era común, a mí me costaba trabajo admitir la interrelación que podía existir entre una Escuela Hermética muy antigua y unos seres de otros planetas involucrados en unas supuestas misiones de ayuda a la Tierra, seres cuya tecnología estábamos aún muy lejos de alcanzar.

Cierto es que desde que me casé, hacía dos años, nos habíamos distanciado un poco y las visitas nunca eran tan prolongadas como en el pasado. Sin embargo, raro era el mes que no nos acercábamos por Burón para pasar con ellos un fin de semana. Y el abuelo todos esos años guardando celosamente esa increíble experiencia...
Miraba de vez en cuando al asiento de al lado donde descansaba el manuscrito. Allí estaba, patentizándome, que todo había sido verdad.
A medida que transcurría el tiempo iba dándome cuenta de que había creído la historia del abuelo más de lo que pensaba, de que a pesar de lo insólito de los hechos, estos encajaban como piezas irregulares de un puzzle.


Y ahí me encontraba, camino de León, donde Teresa me esperaba. Tendría que contárselo todo, el abuelo me había hecho prometer que compartiría con ella la lectura del manuscrito. ¿Qué pensaría? ¿Cómo iba a reaccionar cuando le contara que nuestro abuelo Baldomero había viajado hacía más de 25 años en una nave tripulada por seres extraterrestres y que desde entonces había mantenido contactos esporádicos a nivel telepático con ellos?

A partir de ese momento, mi preocupación durante el resto del viaje fue tratar de hallar el modo de transmitirle a Teresa la historia de la forma más verosímil posible. Teníamos que leer el libro y tratar de aplicar en todo momento la lógica y el razonamiento, entre los dos lograríamos una mayor objetividad. Cuando termináramos volveríamos a Burón para hablar con el abuelo, él nos esperaba con el resto de la información que —yo no sabía muy bien por qué— ahora se había callado.

La reacción primera de Teresa fue, como era de esperar, de sorpresa. Yo intentaba reproducir el relato del abuelo de la manera más fiel que era capaz, aunque me daba cuenta de que me faltaba la seguridad con que él me lo había dicho. Había cosas que incluso a mi me costaba creer y eso se traslucía en mis palabras. Al final, después de varias horas de conversación nos encontramos ante el momento que ambos esperábamos con expectación: enfrentarnos a la lectura de los manuscritos.
En aquel momento ninguno de los dos podíamos imaginar lo importante que iba a ser aquel libro en nuestras manos, el cambio que de una forma progresiva se iba a producir en nuestras vidas.
Admitir la posibilidad de que la historia del abuelo fuese real era una revolución en muchos de nuestros esquemas mentales, pero el contenido de ese libro iba a suponer una revolución aún mayor.


Contactados con extraterrestres del planeta Apu



EL ABUELO MUERE

…Una semana más tarde recibimos un lacónico telegrama de la abuela Rosario: «El abuelo se nos va. Está agonizando. Si podéis, venid a su lado cuanto antes».
Nos pusimos inmediatamente en camino; el viaje se hizo especialmente largo. El tiempo era muy malo; el viento, el agua y el granizo nos acompañaron todo el camino. Parecía que la carretera se empeñaba en prolongarse más y más impidiéndonos llegar a nuestro destino.
Cuando llegamos a Burón encontramos el pueblo cubierto por la nieve. Las farolas, adosadas a las fachadas de las casas, vertían aquí y allá un chorro de luz amarillenta que se estrellaba contra la blancura del suelo. Era ya noche cerrada y entre espesos nubarrones de vez en cuando aparecía la luz brillante de la luna que arrancaba destellos plateados al chocar contra las estalactitas heladas que pendían de los aleros de los tejados.

Una serenidad especial reinaba en el pueblo, sólo rompían el silencio unas campanadas lentas, graves, espaciadas, que se perdían valle abajo. Tragué saliva, yo conocía muy bien ese sonido y el mensaje que encerraba. El camino hacia la casa era un continuo ir y venir de gente; negras siluetas silenciosas que contrastaban sobre la blancura de la nieve. Iban a casa de D. Baldomero, su buen veterinario, su fiel amigo, pues eso había sido para ellos el anciano.

Iglesia de Burón, León
…Después de las bendiciones, entre varios, alzamos el féretro sobre los hombros y nos encaminamos hacia la iglesia precedidos por el párroco y los monaguillos. Al paso de la comitiva algunos niños se paraban y quitándose los gorros se santiguaban inclinando la cabeza. Me sorprendió lo familiarizados que esos chiquillos estaban con la muerte; seguramente desde muy pequeños habían visto pasar muchas comitivas como aquella y eso les había hecho considerarlo como un suceso más de su vida cotidiana, sin miedos y sin aspavientos, sin mitos.
Llegamos a la plaza y subimos los escalones de entrada a la iglesia. El frío de los siglos parecía haberse colado en el interior, las paredes de grandes bloques de piedra viva, parecían de hielo; hacía allí más frío que fuera. Colocamos el ataúd sobre una mesa en el centro del pasillo, junto al altar mayor. Enseguida comenzó la celebración. Yo apenas lo oía, al principio presté atención pero después las palabras del sacerdote en lugar de ofrecer consuelo y esperanza abundaban en el dolor y el sufrimiento.

…Decidimos acostarnos temprano aquella noche, a la mañana siguiente saldríamos hacia León. Sin embargo, antes de retirarnos la abuela nos avisó que tenía algo para Teresa y para mí. Al cabo de unos minutos salió del despacho del abuelo con un sobre grande y blanco en las manos. Se dirigió al salón seguida por nosotros dos. —Pocos días antes de morir el abuelo me dejó este sobre y me pidió que os lo entregara después de su muerte. El sabía muy bien que se iba, preparó todas sus cosas dejando solucionados hasta los más pequeños detalles. Algunas personas mueren angustiadas pensando en lo que aún les queda por hacer, puedo aseguraros que con el abuelo no ha sido así, parecía que lo tenía todo previsto.
Yo sé bien que ha habido cosas en su vida que no ha podido llevar a cabo por ser empresas demasiado grandes y encontrarse solo, tenía mi apoyo y mi comprensión, pero no fue suficiente. Eran proyectos muy ambiciosos los del abuelo y hubiera sido preciso la colaboración de muchos para sacarlo adelante. Las enfermedades y la falta de medios le impidieron lograr algunos de sus objetivos. El abuelo, vosotros lo sabéis, tenía algo de mucho valor: siempre creía con mucha fuerza en las cosas que hacía, por eso se entregó tanto, lo mismo en su profesión que con las personas.
Sólo deseo que en este sobre encontréis lo que buscáis y que sea para vuestro bien, proporcionándoos tantos ratos de plenitud como a vuestro abuelo. El confiaba en vosotros y yo también.
Emocionada calló cuando ya empezaba a quebrársele la voz. Me entregó el sobre y la abracé sorprendido. La abuela salió del salón con la tranquilidad del que ha llevado a buen término una tarea encomendada.



…El primer folio era una carta del abuelo dirigida a ambos, la letra, irregular en ocasiones, denotaba que había sido escrita en varias etapas, probablemente coincidiendo con momentos de mejoría física de los últimos días.
Comencé a leer en voz alta, las palabras escritas por Baldomero tenían una fuerza tal en aquel salón que nos parecía estar escuchando su voz grave, un poco ronca cuando hablaba de estos temas, denotando una emoción contenida.

«Mis queridos Alberto y Teresa:
Ha llegado el momento en que debo marchar, mi vida aquí se acaba, el plazo que se me dio para hacer o deshacer en esta vida, 75 años, llega a su fin, lo hecho, hecho está y lo pendiente quedará para una nueva existencia donde tenga la oportunidad de seguir aprendiendo y experimentando.
En estos años he comprendido que la muerte física es una realidad objetiva, sin embargo no es la única que ocurre en el hombre, el renunciar a los propios valores es también una muerte, y lo es por despreciar el trabajo realizado, por creerlo inútil.
El hombre que quiere vivir debe pensar que la VIDA es un conjunto de vidas que a su vez integran más vidas y éstas se componen de vivencias. He aprendido que el conocimiento es un medio para alcanzar la sabiduría que es la manera correcta de aplicar este conocimiento. Se adquiere cuando existe deseo de ello, pero solo preguntando y aplicando se logra la verdadera fuente del saber, que siempre mana y a la que se acercan los que tienen sed.



El hombre del futuro en la Tierra deberá ser un hombre abierto de mente, que no se quede anclado en lo conocido. Cuando el hombre se queda anclado surgen los dogmas como necesidad de explicar su postura. La ciencia se replantea sus postulados constantemente y el hombre que está naciendo ahora ya no se asombra de los avances tecnológicos, solo el que está conforme totalmente con lo hecho, dándole un valor inamovible se quedará anclado, el que parte de lo hecho como plataforma para mejorarlo y ampliarlo estará en condiciones de vivir de acuerdo a su tiempo. El hombre que constantemente se replantea sus logros no está orientado al futuro, sino al pasado, pues es del pasado de quien duda.

Alberto, Teresa, en los últimos tiempos insistíais mucho en que os dijese cómo se podía comunicar con los extraterrestres, pues bien, ha llegado el momento para vosotros igual que en su día llegó para mí. Al final de esta carta encontraréis la clave de contacto, os ruego que hagáis uso en conciencia de ella.
No es nada complicado, sino más bien algo de constancia y perseverancia, habréis de tener fuerza de voluntad al principio pues los resultados primeros pueden pareceros defraudantes, sin embargo, no cejéis en el empeño, sé por experiencia que merece la pena el esfuerzo.
He de pediros algo que ya os he dicho muchas veces: tenéis que trabajar en equipo, también por experiencia sé que solo no se puede llegar al final, buscad gente que comparta vuestras ideas, con los que os sintáis en sintonía y forjaos juntos los objetivos, la fuerza de todos os hará llegar a la meta final.
Deberéis buscar y experimentar y después difundir el resultado de vuestras investigaciones. Recordad lo que dicen los Maestros: «TODO LO QUE SE RECIBE ES PARA DAR».

Yo os pedí que confiarais en mí y en mi historia sin daros a cambio ninguna confirmación, y es más, me guardé información que os hubiera ayudado a comprender un poco mejor. Siento que en algún momento lo hayáis pasado mal pero debía hacerlo así, no era por falta de confianza en vosotros, sino porque era necesario que a pesar de todas esas dificultades, que surgiera en vosotros la necesidad de saber y la capacidad de dar cabida a otra forma de entender las cosas.
Hubo una parte de mi experiencia en el ovni aquella noche del 22 de Junio que silencié a propósito, se trata del mensaje que recibí del Hermano Mayor. Recuerdo la escena y sus palabras como si las tuviera grabadas en alguna parte de mi cerebro por la que no pasa el tiempo ni el olvido, cuando la rememoro es un fiel retrato de lo que allí ocurrió.




Aquel ser me habló de una forma que hizo que mi vida y mis objetivos cambiaran:
«A comienzos de vuestro siglo el Consejo de los 24 Ancianos gobernadores de la Galaxia, se reunió ante la necesidad de elaborar un plan de ayuda al planeta Tierra. Estos Maestros son responsables del equilibrio que debe reinar en el Universo y habían venido observando y analizando el proceso evolutivo de este planeta igual que el de otros muchos. Su gran capacidad mental les permitió extrapolar para comienzos del próximo siglo el fin de vuestra humanidad si antes no se operaba algún cambio, no sólo en los habitantes sino también a nivel geológico del propio planeta.

En aquella reunión se encontraban también 12 Hermanos Mayores cuya presencia había sido requerida para esta misión y a quienes dieron información sobre el futuro de la Tierra, las guerras que la asolarían, las armas nucleares y químicas, la contaminación y las luchas por el poder, que harían de ella un planeta dolorido y masacrado en un plazo no muy largo.
Asimismo, se mostró cómo iban a variar las condiciones telúricas produciendo movimientos sísmicos de gran envergadura. Muchos volcanes entrarían en erupción y las tierras y los mares se tendrían que asentar de nuevo.

Todo esto sucedería lentamente, sin que apenas los terrestres se apercibieran de ello. Pero la Tierra llegaría progresivamente a un punto en que el ser humano ya no tendría donde apoyarse, habría perdido la fe en sí mismo y en sus semejantes. Las instituciones caerían por su base y los valores en que se asentaba la sociedad se perderían en la noche de los tiempos.
El poder económico y político dominaría la Tierra y los más poderosos aplastarían a los más débiles. Para entonces el ser humano habría perdido el Norte y la razón de ser de su existencia y no sabría dónde encontrar respuestas a tantas preguntas.



Por todo ello decidieron poner en marcha un plan general de acción con ayuda de los 12 Hermanos Mayores a los que se les encomendaría un misión muy concreta: crear grupos que sirvieran de referencia a todos aquellos que buscaran la verdad en su interior. Para ello sería necesario entrar en contacto con seres humanos terrestres que estuvieran dispuestos a implicarse en esta misión.
Cuando se avecinase la catástrofe estos grupos de personas permanecerían unidos y para entonces deberían haber alcanzado un grado de consciencia de las cosas y una capacidad de ayuda y comprensión que les hiciese dar referencias y serenidad a una humanidad que ya estaría al borde de la locura.

Pero antes de todo esto, comenzarían su trabajo como núcleo de expansión para difundir el mensaje a todo aquel que se acercase a ellos en busca de respuestas. Tendrían que compartir con sus semejantes todo lo que aprendieran, desmitificar las instituciones, utilizar la mente con el mayor provecho posible y conocerse un poco más cada día para poder conocer y entender a sus semejantes. Tendrían que romper sus estructuras mentales para dar cabida a nuevos conceptos de convivencia, trabajo y entendimiento entre los seres humanos, con objeto de formar núcleos cohesionados de hombres que compartieran una filosofía de vida entre ellos y con los demás, y al a vez diseminar todo lo que aprendieran de sus guías, siguiendo la máxima: TODO LO QUE SE RECIBE ES PARA DAR.



La necesidad de este cambio en el hombre de la Tierra tiene también otro propósito y que va emparejado con la evolución del propio planeta: La Tierra va a sufrir una serie de cataclismos provocados en gran parte por la negligencia de los terrestres en cuanto a las continuas agresiones que sufre el subsuelo por las explosiones nucleares, y en parte también por la invasión del sistema solar por un planeta/río de grandes proporciones. La Tierra va a cambiar. El planeta debe estar en consonancia y armonía con los seres que lo habitan y cuando se recupere de esta catástrofe alojará a seres como los que has encontrado en esta nave, seres humanos que estarán ya un peldaño más arriba en la escala evolutiva»

Me sentía abrumado por la cantidad de información que estaba recibiendo. No obstante podía notar cómo mi cerebro estaba receptivo y grababa cada palabra de aquel ser que a pesar de las extrapolaciones tan trágicas que estaba haciendo, seguía manteniendo la misma serenidad.

«Baldomero, hermano, comprendo muy bien cómo te sientes en estos momentos. Sé que cuanto estás oyendo es difícil de asimilar, pero sabemos que tú eres un hombre que busca la verdad y queremos pedir tu colaboración para trabajar juntos en este empeño en favor de la Tierra y su humanidad.
Aparte de esta misión que apenas te he esbozado hay otras muchas que involucran a hombres de otros planetas que realizan todo tipo de trabajos, desde recoger muestras de la flora y fauna de la Tierra hasta el cuidado y vigilancia para que no se produzcan grandes catástrofes compensando las fuerzas geológicas o ayudando a que la Tierra pierda parte de su presión interna provocando la aparición de nuevos volcanes, etc.

También hay terrestres como Jon que colaboran con nosotros ayudando en realidad a sus hermanos. Se han establecido diferentes colonias fuera de vuestro planeta y están aprendiendo a vivir como vivirá el nuevo hombre de la Tierra. En ocasiones como ésta, por ejemplo, viajan hasta aquí con distintos propósitos: evitar acontecimientos bélicos, apoyar los movimientos humanistas.




Miré a Jon que me sonrió mientras me lanzaba una mirada de afecto y apoyo. Me sentía cada vez más inquieto, estaba muy nervioso y me parecía que no estaba comprendiendo nada de lo que me decían, que se me escapaban las cosas.

«Tranquilízate, nada se te pedirá que no puedas hacer. Necesitamos que vayan fraguándose grupos de hombres y mujeres en todo el planeta, que estén dispuestos a intentar la experiencia de conocer, asimilar y vivir la filosofía de vida que habéis perdido con el tiempo. Una forma de volver al origen, de reencontrar el camino descubriendo los verdaderos valores de las cosas. Aprendiendo el significado de palabras como compartir, confiar, amistad, sinceridad, humildad... Todo ello entre varias personas que tendrán, con el tiempo, la ayuda de un guía, de un Hermano Mayor que les enseñará y les ayudará a andar aunque no andará por ellos».

Durante unos minutos reinó el silencio en la estancia. Todos aquellos seres tenían puestos sus ojos en mí, esperando una respuesta. Sentí cómo me decían que me necesitaban, que había un trabajo que debíamos hacer los terrestres y que, sin nosotros, sin nuestra colaboración, no podría llevarse a cabo la misión.
De pronto reaccioné y el miedo desapareció. Me di cuenta de lo que me estaban ofreciendo y sentí como se me ponía la piel de gallina: seres superiores a mí en evolución me pedían colaborar en una misión en la que aprendería y encontraría respuestas, donde tendría la oportunidad de dar un paso adelante en el conocimiento y en la propia evolución espiritual. El proyecto se me antojaba muy ambicioso, y por si eso fuera poco estaba la implicación con los momentos que iba a atravesar la Tierra, la situación era muy grave como para no sentir la responsabilidad sobre los hombros. ¡Había que hacer algo, había que hacerlo!, ¿qué duda cabía?
—Yo no sé muy bien si voy a seros útil. Mi intención es ayudar en la medida de mis posibilidades, avisando sobre los riesgos que conlleva nuestra actitud. No obstante no sé cómo hacerlo, si cuento esto no me creerán...

Terminé mirándole, esperando sus directrices. Pude ver la alegría reflejada en sus ojos.
«No te preocupes, aún no debes hablar. Dices bien, no te creerían, y además te falta mucha información; debes prepararte bien antes de empezar a difundir. Te entregaremos unos manuscritos que han sido dictados por uno de nuestros Maestros. Jon ha trabajado mucho transcribiéndolos. Debes leer esa información con mucha atención, analizarla y contrastarla con tus ideas y las de los demás, aunque en principio sin descubrir su origen.

Al mismo tiempo comenzarás a hacer algunos ejercicios de concentración para poder facilitar la comunicación telepática con nosotros y podrás preguntarnos cuantas dudas te surjan. Contarás con nuestra ayuda siempre que lo pidas. Intentaremos que se abran los canales de comunicación, pero tú debes poner de tu parte para que no haya interferencias y la comunicación sea clara y puedas confiar en los mensajes recibidos».

Ese es el relato que completa mi experiencia en las praderas de Corona. Sólo hay una cosa más que queda pendiente. En estos tiempos de mitificación, de misterios, de enseñanzas rebuscadas y complicadas, donde surgen ideologías, sectas, filosofías, que aparecen hoy y desaparecen al día siguiente, tendréis una labor importante que hacer. Debéis desenmascarar esa mitificación y los manipuladores que la alimentan en todos los lugares donde vayáis. Pero existe un compromiso que yo, desgraciadamente, no pude llevar a cabo. Se trata de realizar ese trabajo en concreto en la Orden, confío en que vosotros, aprovechando vuestra juventud y vuestros medios, podáis lograrlo.

Yo me siento comprometido porque allí di mis primeros pasos y me gustaría que el conocimiento y las experiencias que por esta otra vía alcancéis revierta de alguna forma en la Orden.
Entre estos escritos encontraréis instrucciones sobre cómo utilizar la clave de contacto, también algunos consejos basados en mis experiencias positivas y negativas, sobre cuál es el mejor método de los que existen, qué necesitáis, cómo se realiza la comunicación...

Finalmente quiero deciros unas palabras recibidas de un guía para que recordéis algo que debéis tener presente siempre:

«Los hombres están unidos por un sentimiento religioso y se desunen por la interpretación razonada de ese sentimiento. Sin embargo no olvides que para cualquier empeño que el hombre se proponga siempre le mueve un sentimiento religioso, aunque lo llame de mil formas diferentes. Ese impulso le hará tender a unirse a otros hombres».
No perdáis nunca el interés y los deseos de evolucionar y «ellos» siempre estarán con vosotros. Abrid vuestros ojos y vuestro cerebro a esta oportunidad que se os brinda, no la dejéis pasar, es importante para vosotros y puede serlo para más gente.
Que la paz y el amor cósmico os guíen. Baldomero




Dejé la carta y el resto de los papeles sobre la mesa. Me temblaba ligeramente la mano. Allí estaba lo que tanto habíamos buscado, con esa clave se cerraba una etapa y comenzaba una nueva mucho más rica y prometedora.
Leímos varias veces la clave de comunicación y no le encontramos sentido, seguramente tendríamos que leer todas las instrucciones sobre cómo utilizarla. Lo haríamos en León. Los dos a la vez pensamos en ponernos en contacto con nuestros mejores amigos, Fernando y Pilar, les dejaríamos leer los manuscritos y les contaríamos todo, para ver la posibilidad de empezar a trabajar juntos, estábamos seguros de que la idea les atraería tanto como a nosotros.

Esa noche dormimos plácidamente, estábamos agotados por el cansancio y las vivencias de esos días y además por primera vez teníamos la sensación de haber encontrado un punto de partida, sabíamos ya de dónde había que arrancar y cómo, solamente nos quedaba por decidir el cuando.
Aquella noche a las 10 en punto sonó el timbre de la puerta. Teresa dio un respingo sobresaltada. Eran nuestros amigos, esta vez habían sido extrañamente puntuales.
Llegaban helados de frío, la ciudad estaba desde hacía tres días cubierta por la nieve. Se quitaron los abrigos y se acercaron a la chimenea, un suave calor se extendía por el salón. Todos estábamos nerviosos, esa era la noche del intento y la inquietud hacía presa en nosotros, no sabíamos cómo iba a salir, por un lado deseábamos tener la experiencia, pero por otro un cierto recelo o tal vez un inconfesado miedo al fracaso nos hacía retrasar el momento de comenzar el experimento.

Durante el último mes Fernando y Pilar habían leído los manuscritos y nos habíamos reunido muchas noches para hablar sobre ellos. El tema les interesó desde el principio. Los posibles recelos se desvanecían cuando pensaban que éramos nosotros, sus amigos de toda la vida, quienes les estaban contando aquella alucinante historia. A nosotros nos conocían, sabían que no éramos ningunos locos, el que nosotros lo creyéramos les daba una cierta garantía.

A través de las notas del abuelo, pudimos saber con todo lujo de detalles, de qué modo se realizaba la comunicación telepática con los extraterrestres, cuáles eran los métodos y cuáles las ventajas e inconvenientes de cada uno.
Basado en su experiencia, nos sugería que utilizásemos como medio de contacto algo parecido a la ouija. Siguiendo sus instrucciones preparamos un tablero redondo de fórmica blanca, pegamos en círculo todas las letras del alfabeto y los números del 0 al 9, y como receptáculo de la energía utilizamos un vaso de cristal que debíamos colocar boca abajo sobre el tablero.
Recomendaba también que hiciésemos el ejercicio usando una mesa de madera, evitando los metales que, parecía ser, desviaban la energía.


Su decantación por ese sistema se basaba en una razón fundamental: era una fórmula para trabajar en grupo, la recepción era múltiple, por tanto se contaba con varias mentes a través de las cuales llegaba el mensaje. Nos daría, además, la oportunidad de aprender a unificar criterios concentrándonos los cuatro en emitir la misma idea, la longitud de las ondas mentales, al armonizarse, llegaría más lejos y sería capaz de recibir con más facilidad. Una de las desventajas era la lentitud de la recepción, pero era una pega mínima si se comparaba con una mayor fiabilidad para evitar en lo posible interferencias.

Los otros métodos eran individuales: la psicografía y la inducción telepática.
En la psicografía o escritura automática el mensaje era recibido por uno solo de los presentes que, relajando su brazo, conseguía al cabo de algún tiempo escribir de forma involuntaria, mientras los demás permanecían en estado de relajación para no interferir o bien intentaban, a su vez, recibir el mensaje. Este sistema a pesar de ser más rápido en la recepción, podía tener algunos problemas de protagonismos, al no tener todo el mundo la misma facilidad, e incluso podía ser una puerta abierta a las interferencias ya que el mensaje era captado por una sola mente, y podía verse desvirtuado al atravesar los filtros mentales del receptor.

Los filtros representaban una auténtica trampa en las comunicaciones. El abuelo los llamaba así porque los comparaba con cristales coloreados que cada persona tenía y a través de los cuales veía el mundo que le rodeaba. Entre ellos estaba la educación, los convencionalismos sociales, los hábitos... Por otra parte, al ser una sola la mente receptora era muy difícil separar lo recibido del exterior de lo generado por la propia mente subconsciente.


El había utilizado la psicografía en sus comunicaciones con los guías, sin embargo y basado en su experiencia nos recomendó el trabajo en grupo como salvaguarda de muchos de los inconvenientes que él encontró.
La inducción telepática, se recibía también a través de una de las personas que en estado de relajación transmitía en voz alta el mensaje al resto, aunque a nivel subconsciente era recibido por todos. Esta práctica producía una beneficiosa apertura de canales en todos los participantes, pero tenía también el mismo tipo de inconvenientes que la psicografía al ser un método individual, lo que podía crear dependencia del grupo hacia uno de sus miembros.

Sabíamos, no obstante, que en las primeras comunicaciones un porcentaje muy elevado de lo recibido seria fruto de nuestro subconsciente, pero el abuelo nos anticipaba que ese porcentaje iría decreciendo con la práctica. Debíamos aprender a no interferir el mensaje que se nos enviaba. También nos advertía que un método similar era utilizado por el espiritismo. Sin embargo, la diferencia era muy grande, mientras nosotros pretendíamos la comunicación con seres humanos físicamente vivos y de una superior evolución; el espiritismo era contacto con desencarnados y casi siempre aparecían espíritus que se encontraban en el mismo grado de evolución que las personas que contactaban.

Por eso debíamos concentrarnos en pensamientos altruistas que nos harían elevar la vibración, traspasando así los estratos inferiores de la mente y evitando sintonizar con seres de bajo nivel de evolución.

La luz de la lámpara chocaba contra la blancura del tablero. Todos lanzábamos miradas furtivas a la mesa sin atrevernos a dar el paso. Finalmente fue Fernando quien interrumpió la conversación sobre la enorme nevada caída y pronunció las palabras que de algún modo todos esperábamos.
—Bueno, vamos a intentarlo.
Nos sentamos alrededor de la mesa. Verbalicé las instrucciones que todos conocíamos. Debíamos relajarnos durante unos minutos para después empezar a generar pensamientos positivos.
Todos cerramos los ojos y tratamos de relajar el cuerpo mientras concentrábamos la mente cuanto podíamos. Después de unos minutos pusimos el dedo índice de la mano derecha sobre el vaso, apoyando suavemente las yemas sin ejercer presión.

Con tono que, muy a mi pesar sonó trascendente, emití en voz alta la llamada para que los demás pudieran concentrarse sobre la misma idea.
Queremos comunicar con Hermanos Mayores, seres humanos físicamente vivos y de evolución mayor a la nuestra, que deseen ayudarnos a evolucionar. Nos guía el deseo de aprender.

La voz no salió de entre aquellas cuatro paredes, sin embargo, los pensamientos viajaron por el espacio a una velocidad increíble buscando encontrar la nota de resonancia en alguna estrella lejana, en algún apartado planeta donde otros hombres pudieran captar la llamada y enviar su respuesta.



PRIMERAS EXPERIENCIAS

Pasaron varias semanas y cada viernes seguíamos reuniéndonos en casa e intentábamos una y otra vez el contacto. Sin embargo, a pesar de que seguíamos al pie de la letra las recomendaciones del abuelo los resultados no eran muy halagüeños.
Percibíamos en algunos momentos una energía que movía el vaso deslizándolo por el tablero de una a otra letra pero no pasábamos de ahí. A veces parecía que se conformaba una palabra, pero inmediatamente después aparecían letras sin ningún sentido. Nos turnábamos intentado descubrir si alguna de las combinaciones resultaba más efectiva, mientras tres de nosotros colocábamos el dedo sobre el vaso otro tomaba nota de las letras que se iban marcando. El desencanto y la frustración estaban a punto de hacer mella en nuestro ya tambaleante ánimo, sólo nos mantenía la confianza que el abuelo parecía tener en aquel método.

La primera dificultad que tuvimos que salvar fue que nuestros pensamientos atravesaran el mundo de los desencarnados. Efectivamente, cuando el vaso comenzaba a moverse de forma involuntaria y hacía amplios círculos sobre el tablero era un claro indicio de que allí había algún tipo de energía. A la pregunta de quién eres, se correspondían las respuestas más variopintas, habíamos leído sobre el espiritismo y las injerencias de los «espíritus burlones» que intentaban comunicar en cuanto veían un canal abierto. A los pocos minutos, cuando detectábamos que no era la comunicación que buscábamos lo dejábamos para reanudarla con una nueva llamada pasados unos momentos. Teníamos muy claro que no queríamos comunicar con desencarnados, sino con hombres físicamente vivos, y que por su evolución superior pudieran aportarnos alguna enseñanza.

En las notas que el abuelo dejó se hacía referencia al espiritismo como una práctica muy antigua y bastante usual desde los albores de la humanidad. Sin embargo también advertía que en el noventa y cinco por ciento de los casos la comunicación no se realizaba con desencarnados, sino con el subconsciente del presunto médium.
De cualquier modo fuera el propio subconsciente o algún espíritu, lo cierto es que no conseguíamos ninguna frase coherente. En ningún momento sentimos miedo, las notas del abuelo hablaban bastante sobre las energías que nos rodean, energías que son inofensivas y no interfieren en el mundo físico. Siempre que estuviésemos armonizados, emitiendo vibraciones positivas y sobre todo tomándonos en serio lo que estábamos haciendo no había prácticamente posibilidades de interferencias.


Habíamos oído historias sobre experiencias paranormales, algunas sorprendentes, y en alguna ocasión se nos pasó por la cabeza la posibilidad de que nos ocurriera a nosotros, pero recordábamos las palabras del abuelo y sus consejos:
 «Sólo si deseáis abrir la puerta al mundo de los desencarnados permitiréis con vuestro consentimiento y responsabilidad la interferencia de un mundo con otro, pero liberaréis energías difíciles de controlar, y que a la larga crean necesidades y dependencias recíprocas. Recordad que vuestro objetivo está más allá de este tipo de experiencias. Elevad vuestro tono vibratorio y dirigid la llamada a los Hermanos Mayores, ellos si que pueden controlar las energías».

Desde el principio teníamos clara una cosa: la mente era algo muy delicado para jugar con ella. Había que saber en cada momento qué se estaba persiguiendo y para qué; el control debía mantenerse a toda costa y para ello su consciente actuaba como un filtro perfecto desechando cuanto no tuviera visos de coherencia.

El paso de los días fue haciendo que un cierto desánimo se apoderara de casi todos; sólo yo me empeñaba en mantener la ilusión pese a quien fuera. Mi objetivo era bien claro: Había que seguir adelante hasta conseguirlo. Pocas veces a lo largo de mi vida me había obcecado tanto en una idea, pero desde que descubrí el tema algo especial resonó muy dentro. Es una sensación que se tiene muy pocas veces en la vida, pero te da el íntimo convencimiento de que eso es importante y debes perseguirlo.
Al cabo de algún tiempo tuvimos lo que consideramos un pequeño premio a la constancia. Una de las noches de reunión, después de hacer la relajación y emitir la llamada notamos claramente que el vaso daba vueltas de una forma más uniforme, los movimientos eran suaves y mantenidos. Todos percibimos que se trataba de una energía distinta.

Emitimos la pregunta de rigor:
—¿Quién eres?
El vaso fue deslizándose sin titubeos seguidos por los dedos de Teresa, Pilar y Alberto; Fernando tomaba nota, fue escribiendo las letras que el vaso marcaba.
—Soy Isthar.
— ¿Eres un desencarnado?
—No. Vivo.
— ¿Estás físicamente vivo?
—Sí.
— ¿Dónde estás ahora?
—Viajo en nave.

El corazón nos dio un vuelco. Desde luego las respuestas eran casi telegráficas, la comunicación era lenta, distaba mucho de lo que el abuelo nos había dicho que se podía llegar a conseguir, pero sin embargo, no había interferencias, las letras se marcaban de forma decidida y clara. Durante unos minutos surgió el desconcierto y la sorpresa en el grupo. ¿Lo habíamos logrado? —nos preguntábamos sin atrevernos a creerlo después de tantos intentos fallidos.

Ese pequeño desbarajuste hizo que se perdiera la onda y hubo que concentrarse de nuevo para recuperar la comunicación.
— ¿Vives en un planeta? ¿Cuál es el nombre de tu planeta?
—Si. Venus.
—Pero si Venus no está habitado, no puede haber vida, los científicos dicen que está rodeado por una capa de gases que hacen la atmósfera irrespirable y no es posible el desarrollo de la vida humana —Comentó Fernando que era quien formulaba las preguntas en voz alta para que todos nos concentrásemos sobre la misma idea.


Por toda respuesta el vaso marcó un signo de interrogación.
— ¿Hay vida en Venus, vida humana? Confírmanos por favor.
—SI.

Entonces a Fernando se le ocurrió algo que venía rondándole por la cabeza desde que comenzara la comunicación.
— ¿Puedes darnos una prueba de que estamos contactando contigo, que no es producto de nuestra propia mente?
—Lo intentaré.

Al cabo de unos segundos el vaso marcó las siguientes letras.
—Conectad la radio. Onda corta 7.3 Mhz.

Fernando se levantó y encendió el aparato. Fijó el dial en el punto indicado y volvió a la mesa con los demás. Todos estábamos expectantes y el corazón desde hacía diez minutos nos latía a ritmo acelerado. En ese punto del dial únicamente se oía el típico ruido parásito, no se captaba ninguna onda, de pronto, por encima de ese ruido se alzó claramente un pitido agudo. El vaso se deslizó sin que mediara pregunta verbalizada.
—Soy yo.
— ¿Quieres decir que tú estás produciendo ese sonido mantenido?
—Sí.
Fernando no se dejó convencer tan fácilmente y casi desafiante dijo.
—Hazlo intermitente.

Inmediatamente el pitido prolongado se tornó corto e intermitente. El cerebro de Fernando funcionaba a velocidad de vértigo. No daba tiempo a los demás a que formuláramos ninguna pregunta.
—Hazlo más grave.

Al momento el sonido se volvió grave y mantenido nuevamente.
—Ahora más agudo.

El sonido nuevamente fue como el que habían escuchado la primera vez. Nos miramos unos a otros buscando en los ojos de los demás la confirmación de lo que cada uno pensábamos: ¡¡¡era verdad!!!

Volvió a organizarse un pequeño revuelo, todos queríamos preguntar y cada uno algo distinto, no lográbamos ponernos de acuerdo. Fernando intentó poner un poco de orden anotando algunas preguntas y comenzando un improvisado cuestionario.
— ¿Cómo es la vida en tu planeta?
—Debo irme, lo siento, sólo puedo comunicar unos minutos. Amor, adiós.

Y dicho esto el vaso se quedó materialmente clavado en el centro del tablero. Evidentemente la energía, no sabían muy bien de qué tipo, que lo había movido, había desaparecido. A pesar de los esfuerzos por concentrarse y recuperar el contacto no lo logramos. Eran las tres de la madrugada y estábamos tan entusiasmados con lo que acabábamos de vivir que no podíamos creerlo. Sin embargo nuestra curiosidad no estaba saciada ni mucho menos, teníamos cientos de preguntas en el tintero, pero una cosa era cierta, habíamos conseguido algo importante,


Por primera vez teníamos la confirmación de que era posible contactar telepáticamente con alguien coherente. Aquella noche disfrutamos plenamente del hito logrado. En los días que siguieron nos vimos dominados por las dudas, ¿sería nuestra propia mente?, ¿algún elemental, como llamaban a los seres desencarnados, que gastaban bromas a los crédulos vivos?, ¿cabía la posibilidad de que hubiéramos contactado con algún otro terrestre que nos había transmitido telepáticamente esas frases?, después de todo eran cortas, casi monosílabos, ¿podría haberlas enviado alguien como un experimento? ...
Durante toda la semana formulamos mil conjeturas, sin embargo, sobre todas las especulaciones reinaba un hecho claro: La experiencia de la radio era inequívoca, habíamos captado una señal que variaba según nuestras indicaciones, a ese hecho resultaba más difícil encontrarle explicación, era como una nota discordante que nos hacía dudar.

¿Y si todo hubiese sido verdad?, ¿Y si el tal Isthar existiese y hubiéramos estado «hablando» con un ser de otro planeta durante unos minutos?
El abuelo nos había advertido que las primeras comunicaciones serían cortas y que correspondían a una etapa en la que era necesario pulir la longitud de onda... Nos encontrábamos inmersos en un mar de dudas y apenas podíamos esperar que llegara el próximo viernes para confirmar el logro o descubrir el engaño.


En esos días leímos cuanto cayó en nuestras manos sobre el fenómeno OVNI, y sobre los contactos extraterrestres, había una vasta literatura, a veces fiable y otras puramente especulativa. Nos enteramos a través de un libro de J.J. Benítez: «OVNIS S.O.S. a la humanidad» que un grupo de personas en Perú aseguraba mantener contactos telepáticos con seres de otros planetas. Los métodos que seguían eran similares a los nuestros.
Preparamos a conciencia la siguiente reunión; hicimos un amplísimo cuestionario a modo de guión, teníamos además una petición final: queríamos una cita, un avistamiento.

Esta idea nos creaba en el fondo un poco de inquietud pero necesitábamos confirmación de la veracidad de las comunicaciones por todos los medios y ese nos parecía el más definitivo. Si nos citaban en un lugar y a una hora determinada y veíamos una nave... no cabría ya duda. El miedo a lo desconocido luchaba en nuestro interior con los deseos por descubrir la verdad.

Durante las siguientes semanas pasamos por diversas experiencias de comunicaciones que nos llevaron desde la máxima ilusión al más profundo desánimo. Hubo noches enteras de esos viernes, en las que no sacábamos nada en claro. Las interferencias se sucedían, las comunicaciones eran esporádicas y duraban sólo unos minutos. Se alternaban los contactos con extraterrestres que siempre parecían ir de paso por la Tierra, ocupados en algún trabajo, con intentos de los elementales por captar la onda mental que les permitiera comunicarse o manifestarse al mundo de los encarnados. Fueron dos meses en los que aprendimos varias cosas:

El resultado del contacto dependía en gran medida de nuestro estado de ánimo, comprobamos por experiencia que cuando nosotros estábamos más cargados emocionalmente, más alterados, más desarmónicos en definitiva, la longitud de onda que emitíamos no debía tener la suficiente fuerza para traspasar la barrera de los elementales y esa noche nos íbamos a la cama de vacío, sin ni siquiera haber cosechado uno de esos contactos cortos pero que resultaban tan gratificantes.
Aprendimos también a no tenerle miedo al mundo de lo invisible, de las energías, a poder controlar las interferencias, muchas veces involuntarias, de los desencarnados. Les tratábamos con respeto pero con firmeza, pidiéndoles no interferir, pues nuestro objetivo era comunicar con seres humanos vivos de otros planetas; en la mayoría de los casos la petición era atendida y la interferencia ya no volvía a producirse.

Con la práctica era más fácil concentrarse y observar pequeños progresos en la recepción cuando teníamos algún comunicante. Aprendimos a reconocer enseguida una buena comunicación de las que buscábamos, se notaba claramente diferente a las otras en cuanto a coherencia, continuidad, falta de interferencias, etc.
Casi siempre una petición saltaba al tablero de forma persistente: ¿Puedes darnos una cita? ¿Podríamos ver tu nave?
Normalmente las respuestas eran una negativa amable:
«No estáis preparados aún». «Estoy trabajando». «No puedo desviarme». «Lo siento, no es posible».


Sin embargo, algunas veces conseguíamos arrancar al comunicante un lugar y una hora. Con los ánimos exaltados cogíamos el coche y nos poníamos en marcha hacia el lugar indicado, las estrellas y la oscuridad de la noche fueron mudos testigos de estas idas y venidas infructuosas. Mirábamos al cielo con obstinación esperando ver el punto luminoso que se desplazase veloz,
pero todo era en vano, la bóveda celeste permanecía inmutable ante nuestros ojos ansiosos. Al final, cansados y helados de frío volvíamos a casa la mayoría de las veces con las manos vacías. Cuando intentábamos comunicar de nuevo recibíamos respuestas como: «No nos habéis visto por las condiciones climatológicas». «Íbamos a mucha altura». En más de una ocasión llegábamos tarde al lugar de la cita, entonces nos reconcomía la duda ¿lo hubiéramos visto de haber llegado a tiempo?

A todos nos contrariaban lo que considerábamos «tomaduras de pelo», pero el que peor lo llevaba era Fernando, no entendía por qué era tan difícil verlos cuando continuamente aparecían noticias de avistamientos fortuitos y había cientos de libros con testimonios de testigos presenciales de las evoluciones de los supuestos OVNIS. Gente que se tropezaba con ellos mientras que nosotros que manifestábamos un claro interés por el tema no acumulábamos más que una decepción tras otra.
Decidíamos no salir más, pero después de unos días, cuando surgía la posibilidad volvíamos a pedir nuevamente la cita, era la esperada prueba definitiva y ante la quimera de esa confirmación sucumbíamos muchos viernes.

Tiempo después descubrimos que muchas de aquellas comunicaciones correspondían a interferencias propias, la inexperiencia del principio, unida a nuestros deseos por lograr un avistamiento eran los ingredientes perfectos para que se dieran ese tipo de comunicaciones. Una vez más la paciencia debía imponerse sobre el apresuramiento.
Las comunicaciones que manteníamos no eran desde luego las que esperábamos. Contactos de diálogos abiertos y continuados donde no se interrumpiera la comunicación y se pudiesen hacer preguntas y pedir aclaraciones como cuando tienes una conversación con alguien de tú a tú.

Recibíamos retazos de información interesante pero la comunicación era tan corta, cinco minutos apenas, que no permitía mantener un hilo de continuidad, y apenas lográbamos formular media docena de preguntas. Los interlocutores eran distintos aunque a veces surgía algún «viejo conocido», alguien que ya había aparecido en alguna otra ocasión, notábamos entonces que la comunicación era más fluida. Queríamos conseguir establecer contacto con la misma persona pero aparentemente eso resultaba bastante difícil, no sólo por el corto tiempo que duraba sino porque se establecía aprovechando viajes de esos hombres a la Tierra, viajes esporádicos y que no siempre coincidían con los días de reunión del grupo.

Por otra parte en alguna ocasión nos decían que a esos hombres no les permitían comunicar largamente con los terrestres, sus misiones eran otras. Algunos de los comunicantes confirmaron incluso su posición, eran seres humanos (4a. dimensión) en el cuarto peldaño de la escala evolutiva (4.4). Algunos de los supuestos extraterrestres con los que comunicamos nos confirmaban su colaboración en misiones de ayuda a la Tierra, pero exclusivamente a niveles físicos y tecnológicos como recogida de muestras, trabajos geológicos en el subsuelo, etc.

Durante todo este tiempo luchamos con verdadera constancia por mantener el espíritu de equipo, los deseos de avanzar, la fuerza de voluntad ...
Y así a comienzos del mes de Abril, cuando la primavera estallaba en los campos regándolo todo con una nueva luz que hacía parecer los colores recién estrenados, un tibia noche, una noche especial que siempre recordaríamos, lanzamos una vez más esperanzados la consabida llamada al espacio esperando ser escuchados.
Queremos comunicar con seres humanos físicamente vivos, de evolución superior a la nuestra. Nos guía el deseo de aprender.



ARTAX. PRIMER CONTACTO

—Soy Artax. Os saludo terrestres.
— ¿De qué dimensión eres? —verbalizó Fernando.
—4.
—¿Y en qué peldaño de la cuarta dimensión estás?
—4.
—Confírmanoslo con letras.
—CUATRO.
Cruzamos miradas significativas. Parecía una buena comunicación. Más animados seguimos adelante con el cuestionario que teníamos preparado para aquella noche del viernes. Las respuestas eran cortas pero claras. La energía del contacto se mantenía y pudimos establecer una comunicación fluida y sin interferencias.
— ¿Por qué has acudido a nuestra llamada?
—Me gustáis.
— ¿Por qué?
—Queréis aprender.
— ¿En qué lugar habitas?
— Dino.
— ¿Es un planeta de nuestra galaxia?
—Sí. Muy lejano, a 3 años luz.
— ¿Cuantos años necesitaríamos para alcanzar vuestra evolución?
—400
— ¿Dónde te encuentras ahora?
—En una nave, en el espacio, cerca de la Tierra.
— ¿Qué has venido a hacer en la Tierra?
—Investigación, estamos catalogando las especies vegetales de vuestro sistema solar. Recogemos semillas para implantarlas en nuestro planeta.
— ¿Podríamos ver una nave tuya?
—Tal vez cuando tenga misión en España.
— ¿Podremos comunicar contigo otro día?
—Intentadlo el próximo viernes. Dentro de 7 días volveré a la Tierra. Ahora he de irme. Amor, adiós, hermanos.
—Adiós Artax.

Una vez más habíamos ganado la batalla al sueño con las armas del entusiasmo, teníamos por primera vez una cita para comunicar la próxima semana, era un nuevo paso que nos acercaba un poco más a nuestro objetivo, un pequeño avance que para nosotros representaba mucho. Habían transcurrido varias semanas desde nuestro primer encuentro con Artax. Desde entonces la estrella de la buena suerte empezó a brillar para nosotros. Las comunicaciones con ese nuevo interlocutor habían llegado a ser bastante fluidas y siempre, antes de acabar el contacto pedíamos confirmación para la siguiente comunicación.

A lo largo de ese tiempo, de la mano de Artax nos habíamos asomado a la etapa inmediatamente superior a la nuestra. Descubrimos el mundo de los avances tecnológicos, de la utilización de la razón y la lógica empleados para el bien común. De alguna manera fue tomando forma algo que en la escala evolutiva que encontraron en los manuscritos sólo eran unos simples números: 4.4.

Nos sentíamos bastante satisfechos de los resultados que habíamos obtenido hasta el momento, pues aunque no fueran muy espectaculares al menos eran coherentes. Sin embargo, había una inquietud constante y compartida por todos que nos mantenía unidos desde el principio, por eso, aquella calurosa noche del mes de Agosto, después de haberlo comentado ampliamente entre los cuatro, incluimos en el cuestionario una pregunta especial.
Cuando Artax respondió a la llamada le planteamos enseguida nuestras intenciones: Queríamos comunicar con un Hermano Mayor alguien que estuviera en el mismo grado de evolución que los Maestros que contactaron con el abuelo en su día. Le pedíamos su ayuda para lograrlo.


Durante unos segundos que nos parecieron interminables el vaso no se movió. Después, como si Artax hubiese estado meditando su respuesta fue señalando muy despacio:

—Existe un organismo que es la Confederación de Mundos Habitados de la Galaxia, está formado por 24 ancianos Maestros que rigen los destinos de los planetas que están bajo su influencia. La Tierra lo está. Ellos son los que determinan la intervención de otras civilizaciones. Sé que hay planes de ayuda a vuestro planeta dadas las especiales circunstancias que atraviesa. Mi capacidad de información es limitada, pero si vosotros lo deseáis puedo intentar emitir una llamada para ver si los Hermanos Mayores la captan y pueden contactar con vosotros.

La respuesta del grupo no se hizo esperar. ¡SI! Estábamos entusiasmados, parecía que por fin íbamos a lograrlo, eran los últimos metros antes de alcanzar la cima. Permanecimos allí, expectantes, esperando que algo, no sabíamos muy bien qué, sucediera.

—Esperad durante un minuto en concentración, por favor.

Cerramos los ojos intentando centrar nuestras mentes en una sola idea: Comunicar con un Hermano Mayor.
Nuevamente pareció que el tiempo, jugándonos una mala pasada, se alargaba. Transcurridos unos segundos el vaso comenzó a girar con rapidez alrededor de las letras del tablero marcando amplios círculos. Y apareció un nuevo comunicante.

—Soy Xaloc, amor, hermanos. He captado la llamada de Artax y me ha transmitido vuestro deseo de entrar en contacto con algún guía destinado a misiones de ayuda a la Tierra establecidas por la Confederación. Mi función es otorgar guías para grupos en formación. Debéis llamar utilizando vuestro método habitual de contacto y repitiendo la clave que os daré a continuación.

En aquel momento sentí que una emoción no controlada recorría mi espina dorsal haciendo que el vello se me erizara. Miré a los demás y me di cuenta de que algo parecido les ocurría a ellos. Conteníamos la respiración como si temiéramos que en cualquier momento fuera a interrumpirse la comunicación. Sin embargo, de forma clara apareció:

—WWW 3 A 5 ACAEL.
—Tened fe en vosotros mismos. Que la paz y el Amor Cósmico os guíen. Amor, adiós.


En el salón se organizó un pequeño revuelo. Estábamos tan excitados, tan eufóricos, había sido aparentemente tan fácil que no terminábamos de creérnoslo. Cada viernes vivíamos intensamente las emociones de los avances logrados, pero después durante el resto de la semana la parte racional se imponía y las reflexiones se poblaban de dudas: ¿Y si todo fuese una jugarreta de nuestra mente? ¿Y si sin darnos cuenta estábamos creando una historia irreal que sólo existía para nosotros? ¿Y si fuesen mensajes de partes muy profundas de nuestra mente? ¿Y si...? Las conjeturas eran infinitas ¡cabían tantas posibilidades! ¡Era un mundo tan desconocido! ¡Había tan pocas oportunidades de contrastar! Al final, después de encarnizadas luchas mentales sólo nos quedaba una actitud por adoptar: era claro que ni la información que recibíamos, ni la experiencia que estábamos teniendo ocasionaba ningún perjuicio, por tanto, seguiríamos adelante intentando en cada momento tener los pies bien fijos en la tierra y admitiendo solamente lo que pudiera tener contrastación, lo demás sería considerado como hipótesis de trabajo.

Este pacto era asumido por todos y después de cada comunicación desmenuzábamos su contenido buscando posibles incongruencias con informaciones anteriores.
No obstante, aquella noche se nos antojaba diferente. Intentamos recuperar el contacto con Artax para darle las gracias por su ayuda. Fue en vano, seguramente ya estaría muy lejos. A pesar de todo nos concentramos durante unos minutos y pensando en él emitimos mentalmente un «gracias» que estábamos seguros podría viajar por el espacio hasta los lugares más recónditos de la galaxia para alcanzarle. Le estábamos agradecidos. A lo largo de los contactos que habíamos mantenido con él había ido mostrándonos una personalidad que ya nos era familiar, como cuando te carteas con alguien que no conoces. Que Artax se brindase como intermediario portavoz del mensaje había supuesto una ayuda inestimable. Sin ella nos habría resultado mucho más difícil conseguirlo, o por lo menos habríamos tardado bastante más. Una corriente afectiva unió desde entonces a seres tan dispares y durante muchos años el grupo fue consciente del papel fundamental que había jugado ese hombre en sus vidas. Fue para nosotros el primer exponente de la colaboración entre los seres humanos independientemente del lugar que ocupen en el Cosmos.

ACAEL EL GUIA

Y por fin llegó el día. Era el 6 de Agosto de 1977. Sentados en la terraza esperábamos la llegada de nuestros amigos, disfrutando de una agradable noche de verano. Se oían cantar los grillos en el jardín, el cielo estaba cuajado de estrellas, podía verse la Vía Láctea con toda nitidez. Permanecíamos mudos hundiendo las pupilas en el firmamento, ni Teresa ni yo queríamos romper el silencio, sólo limitarnos a disfrutar de aquellos momentos de soledad y quietud.

Yo reflexionaba sobre las vivencias de los últimos meses, y hacía balance. Ni siquiera había pasado un año desde que fuimos a Burón y el abuelo nos hizo depositarios de su tesoro ¡cuántas cosas habíamos vivido desde entonces! ¡Cuántas habían cambiado! No pude por menos de sonreír ante un pensamiento que cruzó por mi mente: hace un año ni siquiera sabíamos que estas cosas existían y ahora cualquiera que nos viera hablando con un vaso pensaría que estamos locos.
Recordé el sentimiento de ridículo que teníamos al principio, y que aún nos embargaba de vez en cuando, cuando nos dábamos cuenta de que estábamos, de alguna forma, dirigiendo preguntas al vaso.

Ya nos habíamos acostumbrado a esa sensación y empezábamos a admitirlo como normal, como que se trataba de un simple medio de comunicación como otro cualquiera. ¿Qué nos depararía el futuro? ¿En qué terminaría esa aventura en la que sin saber cómo nos habíamos visto envueltos?
Me encogí de hombros. El afán de profundizar y de llegar al final se imponía sobre los demás sentimientos. Al fin y al cabo únicamente debíamos preocuparnos por no «colgarnos» del tema, sino darle la importancia justa, y en ese propósito estábamos los cuatro firmemente asentados. Entretanto nos limitaríamos a vivir la experiencia. Después de todo, desde el punto de vista meramente personal era enriquecedor y eso era lo más importante por el momento.
Con mi acostumbrada forma de enfocar los acontecimientos me encontré ya mentalmente pensando en futuro, intentando intuir cuales serían los siguientes pasos.

¿Quién sería Acael? ¿Respondería a la llamada? ¿Qué iba a significar para nosotros esa nueva comunicación que habíamos buscado de forma intuitiva? ¿Representaría algún compromiso? Me sentía inquieto, por un lado había deseado y esperado que llegase esa noche, por otro un cierto desasosiego me invadía.
Cuando comencé esta aventura nunca pensé que el tema me atraería tanto, fue con el paso del tiempo cuando me di cuenta de que con cada paso adelante mis fibras latían y en alguna parte de mi cerebro las teorías resonaban familiares.


Había encontrado en Teresa, Fernando y Pilar partes complementarias de mí mismo. Eso se manifestaba en que de forma natural cada uno adoptaba una función en el grupo dependiendo de sus potencialidades o de sus tendencias. Así, aprovechábamos el empuje de Fernando y su personalidad inquisitiva, la capacidad reflexiva de Teresa que nos obligaba a desmenuzar todos los temas hasta estar seguros de que nada se escapaba y todos los entendían y el escepticismo de Pilar, que no entorpecía la marcha del resto sino más bien al contrario, pues tenía una orientación positiva haciéndoles permanecer con los pies bien firmes en la tierra. Yo aportaba la ilusión y el no rendirnos ante las dificultades, era como si estuviese sustentado por una mano invisible que aún en los momentos de desánimo general me hacía subir por encima de las circunstancias y contagiar a los demás la confianza de que tarde o temprano alcanzaríamos nuestro objetivo.

Cuando llegaron Fernando y Pilar me di cuenta de que en todos había una excitación mayor de lo habitual, aunque intentábamos simular que se trataba de una noche como tantas otras. Había un cierto aire de trascendencia que se respiraba en el ambiente, bromeábamos especulando sobre la posibilidad de que Acael no apareciera y la clave simplemente hubiera sido una interferencia inconsciente provocada por nuestros propios deseos. Sólo había una manera de salir de dudas: intentarlo.

Nos sentamos alrededor de la mesa y practicamos el ejercicio acostumbrado. Durante la relajación me pregunté por qué estábamos allí. Yo sabía mis razones, intuía las de Teresa e intentaba adivinar qué era lo que había enganchado tanto a Fernando y Pilar. De cualquier modo, aunque los motivos fueran distintos en todos, había un denominador común: teníamos interés por descubrir la verdad y ese era el caldo de cultivo que nos permitía aunar esfuerzos para generar pensamientos altruistas y emitir una llamada uniforme y clara, que rebotó entre las cuatro paredes del salón pero no se quedó ahí, sino que se fue transmitiendo por el espacio en busca de un interlocutor lejano que respondiera a su demanda.

—Somos un grupo de personas de la Tierra que queremos comunicarnos con un Hermano Mayor. 3 a 5 Acael, 3 a 5 Acael, 3 a 5 Acael...

Con una honda emoción se dispuso a responder a la llamada. Al notar que el vaso comenzaba a deslizarse por el tablero abrimos los ojos. Fuimos leyendo las letras mentalmente y una respuesta clara apareció ante nosotros con una gran fuerza.

—WWW, 5 a 3 Acael os saluda, amor, hermanos.

Por primera vez desde que comenzamos con los contactos nos quedamos mudos. Olvidamos el cuestionario y no acertamos a pronunciar palabra. Durante unos minutos nos miramos unos a otros sin saber que decir. La comunicación se produjo de una forma muy rápida. Apenas habíamos tardado tres minutos en establecer contacto y muy en el fondo temíamos que no apareciera el interlocutor.
El vaso fue deslizándose con seguridad por el tablero seguido por nuestros dedos. En aquel momento éramos Teresa, Pilar y yo quienes manejábamos el vaso, mientras Fernando recomponía las cuartillas y se preparaba para anotar:

—Buenas noches hermanos. He sido informado por Xaloc que me esperabais. Pertenezco a un grupo de hombres 4.5 que tienen la misión de ayudar a los habitantes de la Tierra para que alcancen un grado de evolución superior, dados los acontecimientos que el planeta va a atravesar.

Aproveché el momentáneo respiro para lanzar una pregunta.
—Entonces, ¿va a haber una autodestrucción en la Tierra?
—Todo dependerá de la marcha de los acontecimientos. En este momento los parámetros actuales indican un gran riesgo de cambios traumáticos que culminarán en el año 2.014. El planeta volverá a ser habitado unos cuarenta años después por los nuevos hombres de una nueva generación que estén dispuestos a afrontar el reto de crear una sociedad armónica. Antes de continuar he de formularos una pregunta.

Un silencio casi sólido se extendió por el salón. Roto únicamente por el deslizarse del vaso sobre el tablero.
— ¿Estáis dispuestos a modificar los esquemas mentales prefijados, siempre que se os demuestre que estabais equivocados?

Íbamos de sorpresa en sorpresa. Estábamos acostumbrados a hacer nosotros las preguntas pero Acael claramente dirigía la comunicación por unos derroteros desconocidos. Recordé entonces que al abuelo también le habían hecho una pregunta similar cuando estuvo en Corona.


—Antes de que contestéis quiero explicaros algo. El trabajo del grupo tendrá un objetivo muy concreto: acceder a las zonas internas del ser a partir del consciente. No será algo fácil y en ocasiones será necesario la catarsis personal para llegar al resquebrajamiento de esos esquemas mentales.
—Segunda pregunta: ¿Sabéis o intuís los riesgos que conlleva el trabajo de grupo en cuanto a lo que vosotros llamáis rotura de esquemas mentales mediante «catarsis»?

Durante unos minutos meditamos la respuesta. Uno a uno fuimos respondiendo con una cierta dosis de inseguridad.
—Sí. Sí. Sí. Sí.
—Bien, entonces hemos de sentar algunas premisas de funcionamiento: Nada de hegemonías Nada de desconfianzas Nada de mentiras Nada de cetros y mitras Nada de prejuicios Y mucho de amor, humildad, justicia y caridad, que serán los cuatro puntos cardinales del grupo ¿de acuerdo?
—Sí.
—Otra cosa, todo lo que se manifieste públicamente en el grupo debe ser cumplido, y nada a partir de ahora, que sea explícitamente confidencial, podrá ser dicho fuera del grupo.
—De acuerdo —verbalicé mientras los demás asentían con un movimiento de cabeza.
—Durante el primer año la preparación será fundamentalmente psicológica, debéis destruir barreras estructurales que os separan. Cada uno de vosotros tiene una personalidad conformada por sus experiencias, que son distintas en cada caso. Debemos trabajar en unificar criterios y desmitificar aquellas cosas de vosotros mismos que corresponden a cuestiones de imagen y de funcionamientos puramente mecánicos.

Fernando apuntó:
— ¿Podemos divulgar nuestras experiencias?
—Cuando podáis hablar yo os lo diré, ahora no os creerían.
— ¿Puede venir más gente?
—No de momento. Es mejor esperar un poco a que nos conozcamos mejor. Después, cuando la base esté firme y sólidamente asentada, será el momento de pensar en ampliaciones.
—Detecto a través de la luminosidad de vuestro astral que estáis ligeramente conturbados. Por esta noche dejaremos aquí el contacto, pero antes de irme he de deciros que no os preocupéis, no se os pedirá nada que no seáis capaces de llevar a cabo, no habrá ninguna interferencia en vuestras vidas ni en vuestras mentes. Vuestro libre albedrío tomará siempre las decisiones que le parezcan oportunas. La evolución debe ser natural y consciente, YO OS AYUDARÉ A ANDAR PERO NO ANDARÉ POR VOSOTROS.
—Nosotros no somos dioses, sólo seres humanos que intentamos evolucionar igual que vosotros y también necesitamos ayuda de dimensiones superiores y a veces inferiores. Vosotros me ayudáis al permitirme que os ayude.

En aquellos instantes por mi cabeza cruzaban ideas controvertidas que no terminaban de conformarse. Suponía que a los demás les ocurría lo mismo.

Acael continuó imparable.
—Tened fe en vosotros mismos y seguid alimentando vuestro deseo de descubrir la luz de la verdad allí donde se encuentre. —El próximo viernes seguiremos. Amor 5 a 3 adiós.
—Adiós Acael


El silencio que se había mantenido durante la comunicación se rompió por cuatro sitios diferentes al irrumpir todos en exclamaciones de sorpresa. Hablábamos todos a la vez y apenas terminábamos las frases, cada uno comentaba lo que consideraba más chocante pero ni siquiera esperaba la respuesta del otro.
Después de un buen rato de desahogo y cuando se hubieron tranquilizado un poco los ánimos comenzamos a releer las notas. Éramos incapaces de hacer un análisis pormenorizado de lo que habíamos recibido, pero sí nos pusimos de acuerdo en unos cuantos puntos.

Aquella comunicación era claramente distinta a cuantas habíamos recibido hasta entonces. Acael había mostrado una «personalidad» definida y claramente detectable a través de sus palabras. Nos parecía difícil pensar que aquellas frases pudieran haber arrancado de nuestro propio subconsciente.
Nosotros habíamos sido los primeros sorprendidos por la coherencia, rapidez y falta de interferencias desde el primer momento. Además la propuesta de Acael de trabajar en el grupo era algo que ni siquiera sabíamos cómo iba a funcionar. Lo buscábamos inconscientemente siguiendo los consejos del abuelo, pero nunca habríamos podido concretar las expectativas en unos puntos tan claros como los que ahí se reflejaban.

Por otra parte, nos dimos cuenta de la clara dirección de la comunicación. Era una invitación a participar en un trabajo que parecía estar perfectamente definido, como si estuviésemos apuntándonos a recibir clases en un curso organizado con un programa desarrollado y pormenorizado.
La imaginación de unos y otros volaba especulando sobre las posibilidades que eso tendría. Un ser a ese nivel de evolución sería un auténtico maestro. Ante nosotros se extendía un camino que se perdía en el horizonte, un camino que en ocasiones sería llano y fácil y otras tortuoso y pedregoso ¿dónde conduciría? Apenas se vislumbraba el comienzo, el resto habría que ir descubriéndolo avanzando paso a paso y estábamos dispuestos a afrontar el reto.
La sombra de la duda se interponía constantemente y volvían a aparecer los viejos fantasmas que nunca terminaban de irse, ¿Y si todo fuera un engaño? ¿Y si estuviéramos siguiéndole el juego a alguien que no tuviese buenas intenciones? ¿Y si...? Apartamos esas inquietudes que de momento no conducían a nada y decidimos esperar a tener más contactos para hacer una evaluación completa.

No obstante, aquella era nuestra noche para vivir la ilusión, más adelante ya vendrían las dudas y las inquietudes. Ahora queríamos dejarnos inundar por el sentimiento de felicidad que nos embargaba. A altas horas de la madrugada brindamos por el futuro, nos sentíamos afortunados por tener esa oportunidad. Habíamos alcanzado el primer objetivo: comunicar con un hombre 4.5. Era todo un hito en nuestras vidas pero no podíamos pararnos ahí. Eso era sólo el comienzo, la puerta de entrada.

Un firme propósito y voluntad de continuar arraigó en el ánimo de todos y pactamos conscientemente que mientras encontrásemos congruencia en la comunicación seguiríamos adelante.
A millones de kilómetros de distancia, y según supimos más adelante, Acael* se unía a nuestro pacto aportando su deseo de guiarnos mientras encontrase en nosotros deseos de evolucionar.


*(Muy lejos de la Tierra, fuera de nuestro sistema solar existe un planeta llamado Apu, es un astro radiante. Su atmósfera se encuentra permanentemente inundada de luz, como si cada partícula del aire fuese una pequeña antorcha diminuta. Todos los espacios interatómicos tienen esa particularidad, hasta los más recónditos rincones están impregnados de una luminosidad permanente.
El amanecer de un nuevo día es un momento especialmente bello. El cielo entero se cubre con innumerables ráfagas luminosas de distintos colores semejando inmensas auroras boreales.
La mayoría de los habitantes del planeta contemplan cada mañana ese maravilloso espectáculo que la Naturaleza les ofrece.
Mersan es una de las muchas localizaciones o enclaves de convivencia que se encuentran en las zonas más fértiles del planeta. Tiene alrededor de 10.000 habitantes y cuenta con todos los servicios necesarios.
Acael, Alna y sus dos hijos Oprun y Tork observan desde una pequeña terraza circular situada sobre su casa cómo paulatinamente los juegos de luces van extinguiéndose para dar paso a los rayos dorados y cálidos de la estrella Alfa B de la Constelación del Centauro, que cada mañana hace que la ciudad comience a activarse.)

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(Donde leer el libro completo Los manuscritos de Geenom (I) -Terrestres ésta es la historia )http://es.scribd.com/doc/98220533/Los-Manuscritos-de-Geenom-I-Terrestres-esta-es-la-historia


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LOS MANUSCRITOS

IIIa. Introducción

«Ahora, cuando siento que la energía que constituye mi cuerpo físico se está transformando, cuando sé que mi paso por la vida humana está tocando a su fin, cuando he comprendido y asimilado lo que es el dolor, la muerte, el amor, la incomprensión, la desarmonía, el odio, la paciencia, la humildad, la soberbia, cuando sé que he conocido y manejado todos los aspectos físicos de la vida, ahora debo dar un paso más, un paso hacia adelante. No necesito que nadie me lo diga. Lo sé.

»En estos momentos en que me voy para quedarme, quiero hacer, no obstante, un último repaso a aquello que constituye mi bagaje, mi experiencia, mi razón de partir y mi llegada. Quiero que se cumpla también en mí, como postrer tributo de un hombre a otros hombres, la máxima que ha sido mi referencia constante: "TODO LO QUE SE RECIBE ES PARA DAR".
«Como conclusión final de mi existencia humana, he comprendido que sólo es complicado aquello que nosotros lo hacemos complicado. Que el hombre lleva dentro de sí las respuestas a todas sus preguntas. Que no se puede poner límites a su propia imaginación, a sus deseos, a su consciencia. Que crear instituciones para que el hombre aprenda lo que ya sabe es reducir la capacidad humana de conocerse a sí mismo.

»He vivido muchos años y muchas vidas y de todas ellas siempre he aprendido algo. He sido sordo y luego he sabido escuchar. He sido ciego y luego he sabido ver y mirar. He sufrido en propia carne mis propios errores, pero también he sabido levantarme y continuar mi camino.
»E1 hombre que piensa que no necesita a nadie, aquel que se autoproclama constructor de sí mismo, es como la abeja herida que gira y gira sobre sí misma. Todos, invariablemente, necesitamos a los demás y esta lección tendremos también, invariablemente, que aprenderla.

»El conocimiento, aplicado a la evolución del ser humano, produce armonía, y al hablar de armonía no sólo se habla de un bienestar ambiental, se habla sobre todo de la perfecta interrelación de todo lo existente, visible e invisible.
»El hombre, desde sus primeras etapas hasta las últimas, recorre un camino que no es ajeno a su propio estado físico. La armonía paraél es saber, en cada momento de su evolución, cuál es su etapa física, para adaptarse a ella y saber así interrelacionarse armónicamente con su entorno.
»Se dice que el Universo es mental. Esto no significa que sea una ilusión, un espejismo, sino que todo ES y se MANIFIESTA gracias a la mente. Nada existe que no obedezca a un por qué, a una razón, a un proceso mental.
«Cuando el hombre es casi un primate su centro mental está en la tierra, causa de su preocupación. A medida que evoluciona va trasladando su centro mental hacia arriba, pasando por el sexo, el estómago, el corazón y finalmente en el cerebro. Los hombres de la Tierra tienen su centro mental situado entre el corazón y el cerebro, entre los sentimientos y las sensaciones, entre el querer y el poder. La experiencia, el dolor, el amor y la propia vida, hará que su centro mental se traslade hasta el cerebro, donde todo se genera, donde todo se entiende, donde todo ES. El cerebro es nuestra terminal cósmica, cuya capacidad y uso hoy, por fin, he comprendido. ¡Qué mal hemos aprendido! ¡Qué mal hemos enseñado! Nos centramos en el cuerpo y cuando éste se hace viejo nos damos cuenta que el órgano menos desarrollado es el que tiene las claves de la vida.

»Esta historia que hoy, al final de mis días como ser humano, voy a contaros, no es una biografía, pues sería demasiado exhaustivo y además no os serviría de mucho, pues es sólo una vida, no LA VIDA. Por el contrario, trataré de transmitir aquellas cosas que son las que hoy me van a permitir dar este nuevo paso. Aquellas cosas que el hombre busca y por las cuales vive, lucha y muere cientos de veces.
Lo hago porque SÉ QUE DEBO HACERLO, porque una fuerza que ya ha empezado a formar parte de mí, así me lo exige.

»Os hablaré del hombre, del papel que desempeña en la Creación. De cómo siendo parte integrante de la Naturaleza, llegó a agredirla, para luego cuidarla y protegerla. De cómo, sólo la consciencia, puede hacer identificar a la Naturaleza como una madre. Al principio se depende de ella como un recién nacido depende de su madre. Luego el hombre adolescente se rebela contra ella y la repudia y agrede, pensando que él lo puede hacer mejor. Sólo cuando es adulto el hombre vuelve su mirada y ve a una madre que le ha dado todo, su sangre, su casa, su leche, su calor... y siente amor nuevamente por ella.
Vosotros, hombres de la Tierra, sois adolescentes, unos más y otros menos, pero aún pensáis que podéis enmendar errores producidos por el Cosmos.

«Vuestro siguiente paso es volver la vista a vuestra madre y vivir con ella y para ella, porque un día, al igual que yo hoy, tendréis que decir adiós para volver a ser parte de ella, de su energía, de su fuerza. Para volver a ser, como paradoja repetida en tantas encarnaciones, padre y madre de vuestra madre. Cuando aprendáis a amar a vuestra anciana madre, a cuidarla y protegerla, cuando hayáis comprendido que ella os necesita, os convertiréis en su fuerza vital, para que en ella sigan viviendo vuestros hijos y los hijos de vuestros hijos».

«Soy Geenom, un ser humano que ha recorrido un largo camino por el sendero de la evolución, un duro aprendizaje me ha ido llevando a través de milenios hasta el punto en que hoy me encuentro, próximo ya a trascender del plano físico. He pasado por todos los estadios de la etapa humana, desde la manifestación más burda hasta la más sutil, desde la inconsciencia y la duda, a la consciencia y la seguridad, desde la intuición a la certeza de saber, al fin, para que he sido creado.

«Mis palabras son para vosotros, hombres de la Tierra, vosotros que os trazáis un camino muy corto, que os adelantáis como todos los adolescentes al futuro del hombre, os quedan aún miles y miles de años para alcanzar lo que llamáis la sabiduría, QUE NO ES OTRA COSA QUE LA CONSCIENCIA DEL ORDEN QUE DEBE TENER VUESTRO MUNDO, y cuando hablo de mundo me refiero a esa porción de Universo que el hombre debe conocer paso a paso, vida tras vida, generación tras generación.

«Uno de los hitos que el ser humano se encuentra al llegar al punto donde estáis, es conocer su situación exacta. De dónde viene, dónde está y hacia dónde va.
«Conocer someramente las etapas del camino evolutivo, nos hace afrontar con más seguridad el programa evolutivo de cada vida, conocer los logros y los fracasos adquiridos y en definitiva, aumentar la CONSCIENCIA que es el mejor indicativo del avance.

«Cuando decimos que el hombre no está solo en su Universo, no sólo hablamos de la existencia de otros mundos similares, sino que también hacemos referencia a su origen y a su futuro.

«Si pusiéramos escalones hipotéticos a la manifestación del Universo desde su principio hasta su reintegración, veríamos que el primer capítulo de la historia, el primer escalón lo constituye la primera manifestación de la materia, el mundo material o reino mineral como vosotros lo llamáis. Abarcaría desde las partículas atómicas más simples hasta la organización mineral más compleja.

»En el siguiente escalón o capítulo, aparecerían las plantas, plano o reino vegetal, desde las manifestaciones más simples, como ciertos líquenes, conviviendo juntos en una simbiosis perfecta, casi confundiéndose, hasta las plantas o vegetales casi con autonomía, plantas que más parecen animales primitivos, con cierta inteligencia para sobrevivir y alimentarse, como es el caso de algunas plantas marinas.

»El tercer escalón lo ocuparían los animales, desarrollando poco a poco una estructura cerebral capaz de especializar funciones vitales. Animales que empezarían siendo autónomos, con movilidad, tan simples como un protozoo o el plancton marino, hasta llegar a la complejidad de los mamíferos, donde aparece esa mueca de ser humano que es un primate, el traje perfecto para entrar en el CUARTO ESCALÓN: El ser humano, antropomórficamente casi igual en todos los rincones del Universo. Erguido, piernas para andar, manos, cabeza y tronco. Dotado de sentidos y cerebro para coordinar todas sus funciones vitales, y lo que es más importante, cerebro para servir de puente entre ese espíritu original y su propia consciencia que aparece, al individualizarse en cada ser, por primera vez en este escalón.

»Hasta ahora, los planos inferiores o escalones, en todas sus manifestaciones, estaban regidas por espíritus colectivos que regulaban por especies su interrelación, su ecología y su existencia.
Ahora ha nacido el futuro Regente de todo lo que hay debajo de él, cuya existencia sólo tiene razón de ser si él existe. Planos, recursos y medios que están puestos a disposición del hombre para su supervivencia. Sólo evolucionarán en la medida que sean útiles al hombre y éste sólo lo hará en la medida que sepa utilizar todo eso correctamente para el beneficio de sus inferiores, él mismo y sus semejantes.
«Este escalón, el cuarto de la escalera evolutiva, tiene una importancia trascendental, pues a partir de ahí, el hombre toma las riendas de su evolución y sólo aprenderá de sus errores y sus aciertos, del uso que haga de su libre albedrío.

»Los siguientes peldaños, corresponden, el quinto al mundo de las energías astrales, el sexto al de las energías mentales y el séptimo al de las energías espirituales, peldaños no materiales, cuya función es la de vitalizar, coordinar y dirigir respectivamente los peldaños que tienen por debajo. Completar el ciclo evolutivo, donde todos juntos formarían un octavo que los englobaría a todos y que es el origen y el fin de todo lo creado.

«Permitidme que os hable más profundamente de como es vuestro y nuestro escalón humano, ese que he recorrido desde el principio hasta ahora que estoy próximo a integrarme en el mundo de las energías, de liberarme de este cuerpo que tan útil me ha sido y salir de la rueda de reencarnaciones a que está sujeto todo ser humano para su propio beneficio.

«Si esta hipotética escalera de la evolución tiene siete grandes peldaños, es porque la observamos desde lejos, al acercarnos, veremos en cada uno, siete instantáneas o peldaños más pequeños y en el caso del hombre, siete etapas dentro de su cuarto gran peldaño como ser humano.

Siete grados de evolución que van desde el hombre primitivo (4.1), al hombre supraconsciente (4.7), pasando por el hombre inconsciente (4.2), el hombre consciente (4.3) (punto en el cual, el hombre tiene el cien por cien de las riendas de su evolución), peldaño en el cual os encontráis los seres humanos del planeta Tierra.
«Estáis próximos a dar un gran salto, el que os llevará al siguiente escalón: El hombre de la Nueva Era (4.4). El paso siguiente es el peldaño de los Maestros  (4.5), y lo son, por ser los primeros del escalón humano con capacidad (garantía de uso del libre albedrío hacia lo positivo) para servir de referencia a sus hermanos del peldaño 4.3. Y así llegaríamos al 4.6, Maestros de los 4.4 y a los 4.7, (los "últimos" humanos, que serán, a su vez, los "primeros" en formar parte del primer escalón del plano energético o quinto gran peldaño).



»Si he utilizado este símil de la escalera, es por su sencillez y claridad para retenerlo mentalmente. Sólo es una forma de dividir y razonar el camino de la evolución.
»Es agradable verme reflejado en cada rellano del pasado, no os podéis imaginar el camino que os queda para llegar al final de vuestro trayecto como seres humanos, como tampoco os imagináis las maravillas que os aguardan esperando ser descubiertas por vosotros a lo largo de LA VIDA.
»Me gustaría, como un primer paso, contaros cómo nació vuestro planeta y cómo surgió en él la vida. Las hipótesis manejadas por vuestros científicos se van aproximando cada día más a la realidad, pero aún les falta mucha humildad para hallar la verdadera razón de la vida, porque no se trata sólo de un proceso físico, sino fundamentalmente energético. Es la energía vital la que permite a un ser inerte vivir. Sin esa energía, los cuerpos, antes vivos, se descomponen, les invade el caos. La vida es armonía, la muerte caos. Mirad a vuestro alrededor y veréis que todo es energía. Cuando esa energía se pone al servicio de la evolución, surge la vida. Estoy hablando de la más sutil de las energías: el amor.

«Vuestro planeta, la Tierra, nació de una forma similar a como nacen todos los planetas en el Universo: partiendo de su estrella, de su sol. Una liberación de energía positiva que al compensarse con energías de signo contrario dio lugar a una masa incandescente que tomó una órbita alrededor del astro que la generó. Se había creado el primer peldaño de la escala evolutiva, el Reino mineral, Cuando la masa se enfrió, su atmósfera compuesta por carbono e hidrógeno permitió que, por la acción de las múltiples radiaciones solares, los elementos químicos depositados en la corteza fueran el caldo de cultivo que a lo largo de milenios diera lugar a lo que llamamos vida.
«Todo lo que acabo de deciros responde a un plan, todo tiene un porqué, una razón y una explicación que sólo necesita de tres elementos para ser comprendida: humildad, paciencia y deseos de conocer, de saber, en definitiva curiosidad».


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IIIb. Primera manipulación genética

«Pasaron millones de años durante los cuales realizamos visitas frecuentes, tanto para observar el desarrollo del sistema ecológico del planeta, como para incorporar nuevas especies vegetales y animales que complementaran el equilibrio del sistema ecológico de la Tierra.
La Confederación de Mundos Habitados de la Galaxia había estado observando la evolución del joven planeta y consideraron que había llegado el momento de dar un nuevo paso adelante: colaborar al despertar de la vida inteligente.
»Eso ocurrió hace mucho, mucho tiempo, aproximadamente tres millones de años de vuestra era. Yo tuve el privilegio de participar en esa misión.


«Buceo en mis recuerdos y visualizo, como si lo estuviese viviendo, aquella maravillosa experiencia:
«Nuestra nave atraviesa el espacio a velocidades que sólo podríais admitir en vuestros sueños, cada uno de los componentes de la expedición sabe muy bien cual es su función y la realiza en
silencio.
«Por fin aparece ante nosotros el objetivo: LA TIERRA, es una pequeña esfera, poco brillante, sin satélite alguno y que se mueve lentamente en una amplia órbita alrededor del sol.
«Lo que va a suceder en este planeta ya ha sucedido cientos de veces en otros tantos planetas. Sin embargo, no por haber sucedido tantas veces es menos importante. Creo que es necesario para el hombre asomarse a la ventana de su pasado. Es por eso que os quiero hacer partícipes de esta experiencia.
«Pero volvamos a la Tierra. La noche es fría. Fría y clara. Las aguas tranquilas de la laguna devuelven como un espejo la imagen de un firmamento profundo, tachonado con miles de estrellas parpadeantes. Está poblada de cientos de ruidos y gritos que salen de todas partes. La agitación entre los animales es inusitada, como presagio de nuestra llegada.

«Entre ellos, unos primates especialmente asustados observan temerosos las imágenes de un acontecimiento que sobrecogería incluso a seres mucho más inteligentes que ellos. Se juntan y
amontonan para darse fuerza, pero son incapaces de reaccionar.
«Hay algo más que comprensión hacia estos animales, ellos son el objetivo de nuestro viaje.
«Lentamente nuestra nave se desplaza por detrás de las montañas hasta colocarse en la vertical de la laguna. Quieta, inmóvil y en silencio la gigantesca nave plateada parece desafiar las leyes de la gravedad y en el transcurso de unos minutos todo se torna en silencio, paz y tranquilidad. Es nuestro deseo alejar cualquier sentimiento de miedo o temor de la mente de esos animales, y así emitimos pensamientos tranquilizadores.
«El ambiente se inunda de una mágica vibración que les inspira confianza y bienestar. Instantes después la nave va apagándose suavemente mientras repentinamente, de su centro, sale proyectado hacia el suelo un haz de luz intensamente brillante y densa, casi sólida. Una compuerta se abre lentamente y la luz parpadea por contraste en el medio de su abertura. Dos hombres descienden suspendidos por el rayo de luz hasta depositarse con absoluta suavidad sobre la hierba.
«Nadie se ha movido y observan sin el menor asombro la escena que se desarrolla ante ellos. Una vez en el suelo se aproximan a la manada de simios y en especial a una pareja que anteriormente fue observada con detenimiento. Los dos hombres extienden sus manos y los simios imitan el gesto, juntos regresan al haz de luz y los cuatro ascienden hasta penetrar en la nave. La compuerta se cierra y la luz se apaga de golpe. Como si esa fuera la señal, toda la naturaleza comienza a moverse, vuelven los ruidos, los gruñidos, los animales se dispersan sin dejar de observar sobrecogidos el disco plateado que sigue suspendido en el aire. Minutos después, como si la nave formara parte del paisaje, todo vuelve a la normalidad pero imperceptiblemente.

«Como si hubiera perdido todo su aparente peso va ascendiendo poco a poco como un globo lleno de gas que se deja llevar por la brisa de la noche. Pronto está a varios miles de kilómetros de la superficie, inmóvil y suspendida como si se tratase de un satélite que el planeta no tiene.
»El tiempo se ha detenido para todos nosotros. La nave abandonada al rumbo que le marca el planeta, gira suavemente en una amplia órbita a su alrededor recordándonos que allí está el centro de nuestra atención. En el interior de la nave hay una suave luz que invade y tiñe de azul toda la sala, el ambiente está agradablemente iluminado. Mis compañeros ya se encuentran reunidos en la sala circular, situada en el centro de la bóveda de la nave, en torno a la mesa donde están tumbados los dos simios.

«Todo está dispuesto. En el centro, nuestro Maestro sostiene en sus manos una brillante esfera metalizada y transparente. Sus ojos permanecen fijos en ella; con paso lento se dirige hacia la mesa. Un ambiente de trascendencia y respeto invade toda la estancia. Mientras trato de imaginar los sentimientos del Maestro, yo me siento estremecido y agradecido al Cosmos por darme la oportunidad de estar allí y ser útil, ayudando a unos hermanos en su camino de evolución, ¿Qué sentirá él que ha sido elegido por sus Maestros para coordinar y provocar uno de los acontecimientos más importantes en la historia evolutiva del hombre? Su rostro refleja paz y serenidad, pero sobre todo seguridad.
»El Maestro ha colocado la esfera plateada en la vertical sobre la cabeza del macho. Todos los presentes se recogen en meditación, esperando, mientras el techo de la bóveda se abre lentamente dejando ver un firmamento sobrecogedor. Al cabo de unos minutos un amplio haz de luz se hace visible al entrar por la abertura, mientras que la esfera, a modo de reductor, la concentra en un rayo finísimo que se proyecta sobre la frente del animal que tiene ahora sus ojos cerrados.
Permanece así durante unos segundos, después la esfera, suspendida en el aire, se traslada sobre la cabeza de la hembra y de nuevo un penetrante rayo de luz vuelve a proyectarse sobre el centro de su frente achatada.


»La trascendencia cósmica de este momento viene marcada por el paso de animal irracional a incipiente ser humano. La labor consciente de estos Hermanos que se prestan como medio para que se cumpla LA LEY tiene un valor determinante para todos los seres humanos, pues
de esta manera tiene lugar, energéticamente, una modificación genética, que hará que sus cerebros de primates puedan albergar cuerpos mentales cada vez más sutiles y que comiencen a caminar por el sendero de la CONCIENCIA.

»De ahora en adelante sus mentes podrán formularse preguntas y, mediante la observación, llegarán a la reflexión. El soporte físico ha sido manipulado para poder desarrollar la capacidad futura de raciocinio, que será la antesala del libre albedrío en sus siguientes generaciones. Y todo esto es posible gracias al compromiso que han adquirido otros seres, dotados de consciencia, que han querido servir de medio en esta tarea. Nuestros rostros están bañados de una luz que todo lo invade sin producir sombras y un solo pensamiento se trasluce  en todas las mentes: "TODO LO QUE SE RECIBE ES PARA DAR".
Esta máxima cósmica impregna cada átomo de la estancia y cada estrella del firmamento. Porque todos, en estos momentos, nos sentimos parte de un Plan Cósmico gigantesco y esto forma parte de él.

»Cesa la vibración. El Maestro se acerca para recoger la esfera y se retira resplandeciente de energía. Ahora mis compañeros dejarán sobre el suelo del planeta a los dos animales. La primera parte de nuestro trabajo está a punto de concluir. Esta experiencia será repetida con varias parejas más para asegurar el éxito de la misión.
«Deseo explicaros lo que aquí ha tenido lugar y que os he ido narrando como un espectador más:
«Dentro de la evolución es a veces necesaria la ayuda de otros seres para avanzar un paso adelante en la escala cósmica. La Naturaleza utiliza a sus propias criaturas para realizar su obra y el hombre, como parte de la ecología del planeta, regula su entorno. Era necesario que en la Tierra apareciera la especie humana y se plantara esa semilla. El Maestro ha sido el encargado de hacerlo y nosotros de ser su soporte, de ayudarle. Se ha hecho una modificación genética en esos animales al objeto de que sus descendientes cuenten ya con un cerebro más desarrollado, capaz de alojar en su día a un espíritu individualizado. Pero no sólo sus hijos, también esta pareja ha sido afectada por la energía cósmica y sus comportamientos tenderán a modificarse progresivamente, inculcándoles en la parte más profunda de su cerebro la idea de la evolución, idea que llevarán impresa en cada una de sus células y que transmitirán de generación en generación. Para ello se les han infundido las imágenes correspondientes al nacimiento de su planeta. Cómo sucedió, cómo ha ido transformándose y evolucionando lo que ahora les sirve de soporte físico.

«Pero volvamos con nuestra misión. La nave sigue suspendida a media altura, hemos de observar el comportamiento de los simios que estuvieron en ella. Amanece. El planeta entero despierta a su apogeo de vida. Todo respira energía, armonía y fecundidad. Es un planeta joven, aún no ha nacido el dueño para el que fue creado. Es un regalo del Cosmos para que el hombre lo reconozca átomo a átomo, no importa el tiempo que necesite.
«Todos los habitantes del planeta, incapaces de tener voluntad para levantar su consciencia vuelven a perderse una vez más el impresionante espectáculo que se forma en el cielo. La luz que empieza a inundar la Tierra devuelve a la atmósfera un azul turquesa infinitamente pálido y transparente. El planeta despierta de su sueño y al respirar impregna de oxígeno el aire mientras la brisa remueve el perfume dormido de la vegetación.


«Los animales que buscaron durante la noche su protección al calor de la tierra, abren sus ojos al día mientras se estiran para que la energía que nace despierte todas y cada una de sus células. Lo que sucede al planeta, el milagro de cada nuevo día es sencillamente natural para sus habitantes. El cielo es muy grande para poder detenerse y captar todo lo que en su fondo se va dibujando. Un mar de arco iris flota en el espacio difuminándose poco a poco, es la aurora del nuevo día que anuncia un tiempo limpio, cálido y luminoso. Apenas hay nubes y el horizonte se tiñe de fuego. El planeta está vivo.

«Animales de todas clases se acercan al borde de la laguna para saciar su sed y jugar con sus aguas. Observo atentamente a nuestra pareja. Permanecen dormitando aún en una gruesa rama. El macho está empezando a despertarse, salta a tierra y se dirige hacia la laguna. De pronto se para como aturdido al ver el movimiento de su sombra sobre el suelo, agita sus largos brazos de arriba abajo y de uno a otro lado observando cómo ésta se transforma según sus deseos. De un manotazo intenta borrar su propia sombra sin conseguirlo. Ahora mira la tierra que ha quedado en su mano y una extraña sensación recorre su espina dorsal. Aquello es diferente, lo siente de una forma muy especial, es una nueva sensación tan fuerte que apenas la puede resistir. Fija la vista en su mano, después en la tierra, en su sombra, en la vegetación. Sus ojos empiezan a adquirir una expresión interrogante. Vuelve a fijarse en su mano y de un nuevo manotazo coge otro puñado de tierra. La observa largo rato a pocos centímetros de sus ojos. En alguna parte de su cerebro una escena se está representando como respuesta a esa muda interrogante que por primera vez se ha creado en su cabeza: ¿Qué es esto?


»El simio tiene sus ojos cerrados mientras, como si de una película se tratase, las imágenes se van sucediendo a velocidad vertiginosa, visualizando en un segundo lo que en realidad había
tardado millones de años en producirse: Las convulsiones del planeta, la creación de grandes cordilleras, la aparición de los mares, los primeros vestigios de vida orgánica, las plantas y los animales, todo lo que existió y existe pasa por la mente de aquel pobre animal. La fascinación se entremezcla con el miedo. Está adquiriendo una nueva dimensión de cuanto le rodea, todo él responde de forma diferente ante algo con lo que lleva mucho tiempo conviviendo. Sus músculos se tensan y su garganta empieza a emitir gritos y rugidos, tiene miedo.
¿Qué ha pasado? Algo le ha abandonado para siempre y algo ha aparecido, pero ¿Qué es? Cae a tierra. Sólo cuando siente su cuerpo pegado a esa tierra, que momentos antes con sólo mirarla le había producido la sensación más nueva y desbordante de su vida, empieza a sentirse protegido, se hunde más en el lecho de tierra que su cuerpo ha moldeado y empieza a sentir el calor y la protección de esa madre que siempre estuvo allí: la Tierra.

»La hembra, que había permanecido inmóvil en la rama mirando a su compañero desciende del árbol y se acerca al él. Se echa a su lado para darle su propio calor, su protección y comienza a acariciarle como nunca antes lo había hecho. También ella está desbordada por nuevas sensaciones. Se miraron y se vieron diferentes. Así estuvieron mucho tiempo. Ya nada sería igual para esta pareja, algo en su mente había empezado a cambiar y eso les mantenía unidos y confusos. El resto de los animales, incluso los simios de su manada rehuían su presencia. Eran distintos.

»La manipulación genética a que fueron sometidos los dos primates no implicaba una diferencia física apreciable a simple vista, se activó su glándula pituitaria y se cambió la composición cromosómica de sus células sexuales, de tal manera que sus descendientes tuvieran potencial-mente una capacidad menta ilimitada para ir desarrollándose progresivamente. Al implantarles una necesidad de evolución mental, sus comportamientos iban dirigidos a satisfacer dicha necesidad. De esa forma se cambió la ecología de la Tierra, con la aparición de unos seres que no basaban su supervivencia únicamente en lo físico, sino en lo mental. Los descendientes de aquella pareja llevarían impreso en su código genético las cualidades y características de un ser humano, aunque lógicamente muy rudimentario. Esos seres formaban parte de la Naturaleza, estaban ligados al planeta que fue su primera razón de ser, su soporte. Sufrieron grandes penalidades para adaptarse al entorno. Antes se sentían protegidos, ahora empezaban a observar, aunque de forma semi-inconsciente, los efectos que producían sus actos.
«Mientras nosotros cumplíamos nuestra misión con aquella manada, en otros lugares del Universo ocurría lo mismo, muchos primates recibieron el influjo de energía cósmica capaz de producir esos cambios en sus genes».

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IIIc. Hombres primitivos (Hombres 4.1)




«.. .Desde hace tiempo los animales de la Tierra se han acostumbrado a nuestras esporádicas visitas. Como siempre, nuestra atención va dirigida a la manada de simios. Cada vez que nos acercamos se sienten sobrecogidos y a la vez atraídos por la irradiación de nuestra nave. A veces, además de observarles desde lejos, les invitamos a entrar. Es entonces cuando tenemos la oportunidad de mirarles a los ojos y profundizar en el naciente mundo de sus sentimientos y sus deseos, de calibrar su desarrollo físico y psíquico. A medida que les hemos ido observando comprobamos las primeras consecuencias de su alteración genética.
Así, resulta curioso ver cómo hechos sencillos que antes pasaban desapercibidos a estos seres, ahora les sorprenden. Saltar de una rama baja al suelo y ver cómo ésta se mueve al quedar libre de su peso, es un acontecimiento lo suficientemente importante como para repetirlo hasta la saciedad. Coger una piedra o una rama de un sitio y dejarla en otro es algo mágico, pues ahora se dan cuenta de que pueden hacerlo desaparecer de un sitio y aparecer en otro.

Dar un golpe a un semejante es algo sorprendente y debe ser muy divertido, pues éste responde con un gruñido y a cada nuevo golpe se sucede un nuevo gruñido. Es un proceso de aprendizaje donde todo es motivo para captar nuevas sensaciones.

«Hemos estado atentos al paso de los años y hemos visto ir naciendo a las nuevas criaturas. Es sorprendente y curioso verlos y percibir que con cada nuevo nacimiento se ha dado un paso adelante con relación a los padres.
»Han comenzado a hacer cosas que los primates no hacían, por ejemplo aprender unos de otros. La lluvia, el calor del sol, los movimientos de los animales, todo es motivo de su observación. Y así ocurre que cuando un hecho vuelve a repetirse lo asocian con el anterior. Están empezando a acumular experiencias y eso, además de diferenciarles, les hace más aptos para la supervivencia. Poco a poco y a medida que los años han ido pasando se han ido autoseleccionando de alguna forma. Sí, los "nuevos hombres" no tardaron mucho tiempo en sentirse distintos de los primates con los que habían convivido hasta entonces. Sin saber por qué, impulsados por la propia Naturaleza han ido creando un núcleo aparte dentro de la manada. Cada vez la convivencia es más difícil y se están viendo abocados a tomar caminos separados...

»...El macho líder de los primates anda merodeando por la zona donde se encuentran las nuevas criaturas, les gruñe amenazadoramente y nadie responde a su gruñido. Por fin se acerca a una de las hembras, su abultado abdomen indica que está esperando un hijo. El primate se abalanza sobre ella tratando de arrebatarle por la fuerza la comida, él no ha logrado saciar su hambre y su estómago vacío le hace saltar los resortes de la agresividad.
»La respuesta del grupo no se hace esperar. Mientras la hembra lucha por defender lo que es suyo, varios machos se lanzan para defenderla del ataque del enorme simio. Ante tal demostración de fuerza, éste sale huyendo volviendo la cabeza amenazadoramente.

»De entre aquel grupo de homínidos se destaca uno que mirando alternativamente hacia el primate que huía, hacia la hembra preñada y hacia el resto de sus compañeros emite un gruñido sordo y profundo dirigido a los demás. Estos se sienten sorprendidos y asustados.
Nunca habían visto una demostración de fuerza, un enfrenta-miento tan claro de aquellos miembros de la manada que siempre habían sido los más pacíficos y tranquilos.
«Pero nuestro homínido, en vez de enfrentarse al macho líder, como todos esperaban, para disputarle su liderazgo, dio media vuelta sobre sí mismo y a empujones comenzó a reunir a todas las nuevas criaturas, eran unos diez en total. Cuando dudarlo. Se alejan de la manada seguidos de sus crías, van a emprender un nuevo camino hacia un futuro desconocido e incierto.
Nunca más volvieron a convivir con los primates...
»...Así fue cómo los descendientes de aquella pareja que un día no muy lejano vinieron a nuestra nave y que se llevaron dentro de sí la semilla del cambio, abandonaron la horda de primates. Ahora viven con sus crías en un valle cercano a las montañas. Allí se refugian en una cueva de las inclemencias del tiempo y por las noches duermen todos juntos para darse calor.
«Para estos hombres primitivos, lo más importante es sobrevivir. La glaciación ha comenzado y el frío y la falta de alimentos agudizan su ingenio. La vida es dura para ellos. Antes vivían en los árboles y se alimentaban de lo que encontraban, ahora tienen que cazar si quieren comer y a veces hay que caminar mucho para encontrar comida.

»El líder sale a cazar con otros machos, mientras las hembras quedan al cuidado de las crías. No tienen armas para luchar contra los animales así que utilizan piedras que les arrojan en su huida. Suelen cazar conejos o pájaros. Otras veces encuentran restos que las fieras han dejado sin devorar y los arrastran hasta el campamento...
».. .La más absoluta calma reina en el paisaje. Cerca de la ladera de la montaña unas ramas comienzan a agitarse, están amontonadas como de forma accidental cubriendo la entrada de una gran cueva.
Dentro se cobija un grupo de homínidos. Son unos treinta y todos ellos van vestidos con pieles. Durante la noche cubren la entrada de su cueva con ramas para protegerse mejor del frío y de sus enemigos y ahora al comenzar el día salen de su guarida para acercarse al lago a beber. Van todos juntos y marchan de forma establecida: en el centro las hembras y las crías, rodeándoles los machos más jóvenes y fuertes, a la cabeza del grupo marcha el más anciano, en sus ojos ya se ven acumuladas algunas experiencias. Mira atentamente a su alrededor para prever cualquier peligro.
»La superficie del lago está helada. No obstante, el anciano la escudriña y se dirige hacia una zona donde la capa de hielo es más fina y ofrece menor resistencia. Con una gruesa estaca sobre la que se apoya golpea el hielo con energía, haciéndolo saltar en pedazos y dejando ver las aguas claras del lago. Se acercan todos a beber mientras parte del grupo permanece vigilando hasta que son relevados por los que ya han saciado su sed.
»Ha comenzado a nevar. Algunos comienzan a urgir a sus compañeros para que se apresuren a regresar a su cueva. Emprenden el camino de vuelta. El anciano sabe que muy pronto los copos formarán una cortina tan espesa que les impedirá ver hacia dónde se dirigen y sabe también que el viento que ha comenzado a soplar se puede convertir en un terrible enemigo que les impida avanzar. Es por eso que quiere llevar cuanto antes a su grupo entre las paredes seguras del refugio.
»Por fin llegan, se introducen en el fondo de la cueva, las crías se amontonan unas con otras y sus madres les proporcionan el calor de su cuerpo. Los más pequeños están envueltos en pieles que cubren también el suelo del fondo de la guarida.
»La noche está empezando a caer, las estrellas brillan en el cielo limpio y negro. El blanco de la nieve refleja una luz brillante. La entrada de la cueva ha sido nuevamente cubierta con el ramaje, todos duermen. No, todos no. Unos ojos observan, unos oídos se agudizan, es el anciano que presiente algún peligro. Asoma su cabeza por entre las ramas y mira hacia lo alto de la montaña que les cobija. Un destello brilla en sus ojos, parece haber comprendido algo. Rápidamente comienza a despertar a los suyos recibiendo como respuesta gruñidos amenazadores. No obstante, algunos le siguen hacia la entrada y miran lo que les muestra el anciano. Un ruido lejano, lejano, muy lejano, se está apoderando de la noche. Miran a lo alto de la montaña, allá arriba en la cima está sucediendo algo. Algunos comprenden y empiezan a empujar fuera de la cueva a los que todavía permanecían dentro.

»El ruido se va acercando, es como si la montaña entera temblase y se removiese. El anciano encabezando de nuevo al grupo comienza a correr. Sus pobres piernas ya no pueden moverse tan deprisa como antes. Va quedándose atrás. Otro macho trata de ayudarle mientras no deja de gritar a los demás para que sigan corriendo, alejándose cuanto antes de la montaña que ya ha empezado a desmoronarse. Un tremendo alud esta bajando de las cumbres y se desliza veloz por la ladera arrastrando a su paso cuanto encuentra. Árboles y vegetación son arrasados por la ingente cantidad de nieve y piedras.

»El anciano ofrece su estaca a aquél que se ha quedado a su lado para ayudarle y le ordena con gestos enérgicos que se reúna con el resto. Tras un momento de duda el macho comienza a correr para alcanzar a los suyos que huyen despavoridos. Alguien debe guiarlos tratando de que no se dispersen. Unidos serán fuertes, uno sólo no podría sobrevivir y él lo sabe.
»La entrada de la cueva ha quedado totalmente sepultada bajo los enormes bloques de hielo y nieve. El anciano ha perecido. La tribu está a salvo, están formando una apretada piña contra unas rocas esperando que amanezca. Tienen un nuevo jefe en el que confiar, quien deberá encontrarles un nuevo refugio, un lugar seguro para que todos puedan seguir sobreviviendo un día más...

«...Con el paso del tiempo el cerebro de estos hombres se ha desarrollado más y más. Ya no es el más fuerte el que guía el grupo, sino aquél que gracias a su habilidad, más situaciones ha conseguido dominar, por eso la figura del anciano (35-40 años) es algo que ellos saben que han de cuidar. El protagonista de la historia ha tenido un rasgo muy rudimentario de reflexión, ha pensado en la tribu y en la necesidad de conservar al anciano que siempre les ha ayudado.
Mientras que sus compañeros se han dejado arrastrar por el pánico, él ha reaccionado adecuadamente. En unos, el impulso de supervivencia les ha hecho huir despavoridos, en él, ese mismo impulso le ha llevado a querer salvaguardar lo que consideraba más válido: la experiencia del anciano.
»No es fácil convivir en grupo. A veces surgen disputas, generalmente por el agua, las hembras o los alimentos, pero ellos saben que uno sólo tiene escasas oportunidades de sobrevivir y permanecen unidos. La enfermedad, la muerte y el dolor físico, son cosas que no les extrañan porque forman parte de su vida. Los más débiles son también aceptados en el grupo, mientras no supongan un obstáculo en la marcha; cuando así ocurre, son abandonados.
»La glaciación hace que las condiciones de supervivencia sean cada vez más difíciles, el alimento escasea y el frío les acosa. Aprovechan las pieles de los animales para abrigarse y se trasladan de un lugar a otro en busca de nuevos territorios menos hostiles.
»La lucha por la vida y la observación del entorno les ocupa la mayor parte de su tiempo. No obstante algunas veces les gusta mirar al cielo en las noches estrelladas. Cuando miran las estrellas, pasa fugazmente por sus cerebros la visión de una extraña nave inundada de luz, como si intentasen recordar algo de un pasado ancestral. Pero sólo dura unos instantes y enseguida vuelven a quedarse silenciosos, observando los puntos luminosos con interés. Desgraciadamente, pocos son los momentos en que pueden relajar su mente y disfrutar del paisaje, pues enseguida, su fino oído capta el ruido de algún animal que puede andar cerca y se ponen en tensión. De nuevo la supervivencia ocupa toda su atención.

»La glaciación está en su apogeo, el paisaje entero está cubierto por un inmenso manto de armiño. La nieve y el hielo han bajado de las montañas y se han asentado como reyes invasores en los valles. Las praderas parecen más grandes, interminables, hasta el infinito. Las montañas muestran sus aristas afiladas como queriendo detener los vientos que soplan fuertes, trayendo tras de sí una estela de copos blancos que revolotean sin rumbo. Los árboles simulan grandes agujas puntiagudas clavadas en tierra pero tratando de hundir sus ramas en el cielo gris, claro y brillante.
«Estos hombres, parientes cercanos de los simios y aún lejanos de vosotros, tenían como única razón de existir la supervivencia. Pero no la supervivencia como la buscan inconscientemente los animales, sino la supervivencia de la especie. Algo en su interior les dice que son diferentes a los demás animales, algo que les hace permanecer unidos y avanzar para hallar refugio y aquel que está más preparado no duda en ofrecer su vida para que sus hermanos se encuentren a salvo. Algo le dice que él no es importante, que lo importante es el grupo.

«Claramente se han establecido determinadas funciones dentro del grupo que podríamos llamar tribu. Las funciones han venido dadas por las características de cada individuo. Así, la pauta de la autoridad la marca el anciano quien gracias a su experiencia conducirá a la tribu a la seguridad y a la supervivencia. Existe el grupo de los cazadores o de los encargados de proveer alimento y pieles, también están los encargados de defender al resto. Las hembras se ocupan de las crías. Se comunican por medio de gruñidos y jadeos, que forman un código base para expresar sus sentimientos y sus intenciones.

«Los nuevos hombres saben de sus limitaciones. Como especie animal es de las más débiles; no tiene garras, ni potentes mandíbulas. No puede volar y el agua es un elemento extraño en el que no puede desenvolverse. Mientras las crías de los animales que les rodean están en poco tiempo en condiciones de valerse por sí mismas, sus hijos son más frágiles y necesitan mayor protección.
«Todo parece estar en su contra y en su incipiente consciente empieza a surgir cada vez con más fuerza, que es en la naturaleza donde puede estar la solución a sus problemas. Ese es su hábitat, pero tiene que ganarse el derecho de estar allí. En alguna parte de su cerebro se sabe diferente. Él es un hombre y está llamado a conocer, regular y cuidar a esa naturaleza que hoy le es hostil.
«Hombres y mujeres se relacionan sexualmente sin preferencias, el sentimiento de comunidad es tan fuerte que no da lugar al de pareja. Únicamente la necesidad de supervivencia hace que empiecen a surgir diferenciaciones entre los individuos. Así los machos más fuertes, los más hábiles, los que consiguen sobrevivir más tiempo son a los que las hembras dirigen sus preferencias, pues el instinto les dice que los hijos que nazcan de estos hombres serán mejores, tendrán más posibilidades.
«La procreación es importante. Cada nuevo ser que nace en la pequeña comunidad es una oportunidad, una esperanza de continuidad. La mujer que va a tener un hijo también adquiere una importancia especial. Su abultado vientre indica que hay una nueva vida en su interior, que necesita protección aún antes de nacer, pues la madre está pesada y torpe y su limitación física es un riesgo más para ambos.

»A partir de la manipulación genética, los cambios físicos que se produjeron en estas mujeres fueron muy importantes. La activación de la glándula pituitaria trajo como consecuencia la excitación de otra serie de glándulas regidas por ésta, entre ellas las glándulas sexuales (ovarios).
»Los cambios fueron paulatinos y progresivos, imperceptibles al principio, pero poco a poco las diferencias hormonales se dejaron notar: hubo un considerable aumento de la apetencia sexual y se llegó a tener un celo cada mes.

«Todas estas modificaciones tendían a un solo fin: la supervivencia de la especie en sus dos vertientes, física y mental. Física por la necesidad de reproducirse más rápidamente al ser más
indefensos, y mental porque como los conocimientos y experiencias se transmiten (en ellos) genéticamente, no por encarnación, es necesario que nazcan más individuos para que la especie pueda evolucionar. No se trata aquí de evolución del espíritu, sino únicamente del soporte físico (cerebro), lo que les permitirá ampliar su capacidad mental, comenzando a desarrollarse un incipiente consciente, en el que se van registrando sus sensaciones y experiencias que son archivadas en la memoria, pero sólo cuando se repiten quedan fijadas definitivamente. Esto provoca a su vez mayores acercamientos entre los individuos ya que, ante los estímulos externos, tienen una respuesta común y diferente a los primates y a los otros animales.

»La tarea de este hombre es perfeccionar su físico para ser soporte de un cerebro más perfecto. Es con su ingenio, como va superando las dificultades, modelando su cuerpo físico y haciendo evolucionar su cerebro. «Estos seres aún no tienen libertad para decidir y continúan conectados con la mente de su colectivo. Su manifestación mental es casi totalmente inconsciente. Sin embargo, en alguna parte muy profunda de su ser sabían que su deber era avanzar, evolucionar, que sus hijos y los hijos de sus hijos se verían beneficiados por sus experiencias, por sus reflexiones y sus descubrimientos. Todo su bagaje se transmitiría a sus descendientes por herencia genética. Cada hijo recibirá en sí los logros de los padres. Esa idea de continuidad estaba impresa en cada una de sus células»


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IIId. Hombres inconscientes (Hombres 4.2)

«Hace muchos miles de años que el hombre existe sobre el planeta Tierra, las experiencias de todos esos años se han ido acumulando, no sólo en el inconsciente, como en los simios, sino también en el incipiente consciente, ampliándolo cada vez más.
»El hombre ya ha dado un paso adelante en su evolución. Cuando vivió la manipulación genética se colocó en el primer peldaño de la escala humana. Ahora, después de milenios, ya se encuentra en el segundo peldaño. Este avance viene marcado por su desarrollo cerebral.



«Observa la Naturaleza que le rodea y va fabricando, con piedra y huesos, armas y herramientas que le facilitan la supervivencia. Cada cosa que descubre o fabrica le hace un poco más fuerte, más hábil, más sabio.
«Este conocimiento se transmite genéticamente de padres a hijos. Cuando un hombre de esta época hace una estaca puntiaguda, sus hijos, en el futuro, serán capaces de construir una lanza, porque sus experiencias han sido legadas y sus sucesores podrán partir de ellas, entendiendo a "priori" su utilidad.
»El concepto de núcleo familiar aún no existe. Los hijos son todos de la tribu y el jefe tiene derecho a relacionarse con todas las mujeres, asegurándose así que el más hábil es el que engendra mayor descendencia. Es un sentimiento inconsciente que les conducirá a mejorar la especie.
»En caso de que el jefe y otro hombre de la tribu deseen a la misma mujer, no hay duda, es al jefe al que le corresponde el derecho a estar con ella. Este derecho no es exigido ni utilizado despóticamente, no corresponde a un hombre, sino a una función, y es otorgado voluntariamente por la tribu que, sabiendo cuánto depende su supervivencia del hombre que la conduce no duda en ofrecerle lo mejor que tiene.

»Al no relacionar aún conscientemente el acto sexual con la concepción, el nacimiento de un niño es un hecho misterioso que escapa a la comprensión de estos hombres y mujeres. Una mujer joven de la tribu observará un día que algo ha variado en ella, no sabe qué es, sigue siendo la misma y sin embargo se siente distinta. Como ha hecho siempre alimentará y cuidará junto con las otras mujeres a los niños. Pero a partir de ahora lo hará de una forma distinta. Antes era algo rutinario, aunque a veces resultara divertido correr y jugar con los pequeños. Ahora siente algo nuevo y cálido cuando los tiene cerca. A veces se sorprende mirando largamente a una madre que amamanta a su hijo. Cuando consuela a un niño que se ha lastimado, lo abraza fuerte, como si quisiera librarle del dolor y del miedo que siente.

»Este nuevo sentimiento maternal de las hembras, arranca desde el comienzo de la manipulación genética y se va desarrollando progresivamente, haciéndose más patente a medida que evolucionan los individuos. Es el origen de algo que desembocará, cuando adquieran la consciencia, en el sentimiento familiar. Además hay una necesidad psicológica de las hembras de ser útiles a la comunidad, protegiendo y cuidando a los que más adelante serán la tribu. Sin esa protección el índice de mortandad sería muchísimo mayor y se correría el riesgo de desaparecer como especie...
»...Los días pasan. Bajo las pieles la figura de la mujer también va cambiando. Su vientre ha crecido indicando claramente que dentro de poco la tribu tendrá un miembro más. Los senos han duplicado su tamaño; son como una promesa de que cuando nazca el hijo, la naturaleza le procurará alimento a través de su madre.
«Esta mujer, como las otras, pasará varias veces por esta experiencia. No saben por qué, pero todas esperan ese día en que la vida pase en silencio a su lado y les roce suavemente el vientre.
»Desde ese momento aumentará su utilidad e importancia para la tribu. Serán mujeres y serán madres. Estarán cumpliendo con la parte que les corresponde en el cuidado y continuidad de la tribu. La paternidad se adjudicará al jefe, ya que es él el responsable de la seguridad...
»Otro de los hitos importantes en la vida de los hombres primitivos fue el descubrimiento del fuego, porque acarreó una serie de avances psicológicos muy sutiles e igualmente importantes.
«Todavía viven en cuevas. A veces pintan en las paredes cosas sencillas como manos, lanzas o peces. Son trazos simples como los de un niño. Cuando consiguen mantener un recuerdo de algo, lo pintan, o cuando tienen una parte de su anatomía dañada la pintan también, creyendo que así se curará. Siguen siendo nómadas, aunque algo ha cambiado: han descubierto el fuego...

«...Aquel era un día especialmente desapacible, las nubes negras, los constantes relámpagos, el ruido de los truenos, hacían que la tribu se mantuviera dentro de la cueva. Hacía frío.
»No lejos de su refugio, una luz vivísima, acompañada de un fuerte trueno, arrojó al suelo, por efecto de la onda expansiva, a los hombres y mujeres más próximos a la entrada. Un rayo había caído provocando un incendio en unos matorrales. Como si de una señal se tratara, varios hombres salieron de la cueva y corriendo se aproximaron al borde del matorral incendiado. Tratando de no quemarse, consiguieron coger algunas ramitas y con sumo cuidado las introdujeron en la cueva entre el alborozo de grandes y pequeños. De un rincón extrajeron ramas secas que tenían reservadas y amontonándolas en el centro de la estancia formaron una hoguera. Por fin el frío desaparecería y los animales salvajes no les atacarían por la noche. Ahora era cuestión de localizar más ramas para que el fuego no se apagara. Antes de que se extinguiera por efecto de la lluvia, un grupo de hombres se acercó a él y rodeando al arbusto en llamas, comenzaron una especie de danza que tenía por objeto agradecer al rayo y al propio fuego el don de su presencia...

«...En realidad, el hombre no aprenderá a hacer fuego hasta muchos años después, frotando piedras y palos. Por el momento, se limita a buscarlo y conservarlo como un tesoro.
«A partir de ahora la vida en la tribu cambiará, se sentirán más seguros, podrán ahuyentar a los animales, podrán calentarse. Sentados alrededor del fuego surge una rudimentaria comunicación; son expresiones en lenguaje onomatopéyico imitando los ruidos de la naturaleza; poco a poco van logrando transmitirse sus experiencias entre gestos y ruidos. El fuego da una posibilidad de comodidad impensada hasta ahora, que hará que el hombre se asiente cada vez con más estabilidad. Y con esa estabilidad, con esa seguridad, conseguirá tiempo para observar, para mirar a su alrededor, para disfrutar de la sensación de descubrir que él es algo distinto de lo que le rodea. Poder empezar a mirar al cielo, a la tierra, al mar, empezar a ser observador de esos fenómenos inexplicables como son los rayos, las tormentas, los movimientos sísmicos o simplemente la lluvia, y empezar a tenerles miedo, tanto miedo, tanto respeto que llegaría a creer que son producto de algo muy superior a ellos, de algo impensable que tiene poder y lo puede utilizar. Con esa sensación empezará su incipiente pensamiento simbólico.

»Una nueva etapa se abre ante ellos, nuevas sensaciones y experiencias ocuparán sus vidas a partir de ahora...
».. .El planeta ha experimentado grandes cambios, sólo comparables a los cambios sufridos por los hombres que lo pueblan. Había zonas en las que todo era verde y tupido. Extensos bosques
cubrían gran parte de la superficie, la naturaleza entera ofrecía un increíble espectáculo, todos los tonos imaginables de verde estaban representados por alguna especie vegetal. Los rayos del sol producían una lluvia de estrellas multicolores y brillantes al atravesar las tenues nubecillas producidas por la humedad.
»Sus ojos miraban complacidos este espectáculo. Era un macho joven y fuerte, le gustaba mucho observar cuanto le rodeaba. Cuando se echaba a descansar entrecerraba apenas los ojos, miraba al cielo azul y las nubes blancas que se perseguían unas a otras sin lograr darse alcance. Sus ojos adquirían expresiones interrogativas al ver cómo "esas cosas" cambiaban de forma, de tamaño... A veces parecían un mamut gigantesco, otras un ave enorme con sus alas extendidas, y a veces semejaban sus compañeros cazadores luchando con alguna presa. ¿Qué hacían allí arriba los mamuts, las aves, los guerreros? Miró al sol, aquella luz enorme que les daba el calor, la luz, la vida. Era su amigo puesto que les procuraba el bien.
Habían aprendido que cuando él no estaba hacía frío y tenían menos posibilidades en la caza. Sabían que si el sol no aparecía tras las montañas donde vivían, otros vendrían: el viento huracanado, las fuertes lluvias, el desbordamiento de los ríos.

»Ellos no sabían defenderse muy bien de estos enemigos, por eso, cada mañana, unos ojos observaban la llegada del sol; cuando lo veían aparecer respiraban aliviados, sintiéndose seguros y protegidos bajo su luz. Por la noche, en torno a la hoguera, el joven miraba el fuego y recordaba al sol, los dos le daban calor, miró a la columna de humo que se elevaba y recordó las nubes que rodeaban al sol. En aquel instante algo se unió en su cabeza, miró al fuego de forma diferente a como lo había mirado hasta ahora: tenían dentro de la cueva una parte del sol y debían protegerlo para ser a su vez protegidos.
Se quedó dormido mirando al fuego y poco a poco se sumió en un sueño profundo que le revelaría nuevos misterios. Escenas de la vida, de su propia vida, tomaban cuerpo en su cerebro.
Durante la noche gruñó en más de una ocasión. Su rostro formaba muecas y gestos mientras su cuerpo se revolvía entre las pieles. Cerca ya del amanecer, su respiración adquirió mayor profundidad y sus músculos y facciones se distendieron como no lo habían hecho hasta entonces. Al poco, se vio a sí mismo en el borde del río grande que había no demasiado lejos de la cueva y cerca del cual había pasado en alguna de sus expediciones. Tenía un palo puntiagudo en la mano y estaba observando atentamente el curso del agua. Lanzó un grito, el palo salió disparado hacia el lecho del río y el hombre se abalanzó detrás. Cuando lo sacó del agua en su punta se agitaba uno de aquellos animales sin patas. Era escurridizo y le costaba trabajo sujetarlo entre las manos. Pero de todas formas estaba contento y daba gritos mostrando su alegría por tener algo más que comer.

»Así, de pie sobre las pieles, dando saltos y gritando se descubrió a sí mismo cuando terminó de despertarse, y se sorprendió cuando se vio en el interior de la cueva y no al borde del río. No entendía nada. Si estaba en el río ¿cómo es que estaba en la cueva?; y si estaba en la cueva ¿cómo es que había estado en el río?
»La luz del amanecer y el recuerdo de la sensación de que el animal del agua daba fuerza y vida al comerlo, hicieron que se disiparan las dudas de su cabeza. La cosa estaba clara. Ordenó que
unos cuantos le siguieran con sus útiles de caza y palos puntiagudos y se encaminó hacia el bosque camino del río grande.
«Aquella noche, además de la caza que encontraron, los habitantes de la cueva probaron el sabor del pescado por primera vez. Hasta entonces no se habían visto en la necesidad de comer pescado. Tenían a su disposición abundancia de caza y frutos silvestres, los peces siempre les habían resultado difíciles de coger y además tenían que meterse en el agua para pescarlos, lo cual no les hacía mucha gracia...

«Este hombre empieza a manifestar ya su capacidad de abstracción, es capaz de tener pensamientos simbólicos. En su consciente ha logrado unir dos conceptos y crear un tercero, ese es el hito que le ha hecho subir al segundo peldaño de la escala evolutiva.
En ese momento se empiezan a despertar otras áreas cerebrales que hacen activarse las glándulas pineal y pituitaria, transmitiéndose información de tipo mental, no puramente físico a nivel hormonal, como venía sucediendo hasta ahora.
»En el momento en que el cerebro empieza a reflexionar de forma asidua, está desarrollándose más velozmente el área del subconsciente.
El objetivo final es que el hombre alcance un desarrollo cerebral que le permita alojar a los tres cuerpos mentales: consciente, inconsciente y subconsciente. Una vez que este proceso evolutivo del cerebro se haya completado, el hombre estará en condiciones de alcanzar el libre albedrío ... Pero aún queda mucho tiempo por delante hasta lograrlo.

«Ahora debe concentrar toda su energía en solucionar sus problemas, superar las dificultades y aclarar sus dudas para seguir evolucionando.
»Es capaz de responder con sentimientos a los estímulos tanto externos como internos. Son reacciones que se producen en el subconsciente y que se reflejan en el consciente en forma de actitudes.
«Los sueños son otro de los hitos en su evolución. Cuando sueñan están recibiendo información de los planos superiores. Son sueños provocados por los seres del mundo de la mente y que tienen por objeto ayudar a que evolucionen más rápidamente. Así, los sueños responden a sus necesidades vitales, pero también a sus necesidades psicológicas, producidas por la reflexión y la observación, más o menos consciente, de su realidad y de la que les rodea.
«Cuando recuerdan un sueño tienen la necesidad de probar si funciona lo que han soñado, y al experimentarlo queda grabado como una experiencia más...

«...Aquella noche vivió una de esas extrañas escenas que sólo sucedían cuando dormía y que siempre le ayudaron a solucionar sus problemas: Vio cómo de un nido situado sobre una rama caía un pajarillo que aún no sabía volar. Al poco rato llegó la madre para alimentar a los polluelos, dio de comer a todos menos a aquél que se encontraba en el suelo piando y revoloteando. Esta situación se repitió en varías ocasiones durante el día y mientras los pajarillos del nido estaban llenos de fuerza y vigor, el del suelo cada vez piaba menos, se movía menos, hasta que al anochecer dejó de hacerlo definitivamente...

«...Hasta ahora no había asociado el concepto hambre al de muerte. Esta era un acontecimiento que se daba con frecuencia y había aprendido a aceptarlo con naturalidad. Pero llegó un momento en que la supervivencia de la tribu estaba amenazada pues el índice de mortalidad era muy elevado. Este hecho no dejaba de sorprender al jefe de la tribu que veía cómo cada día la muerte se llevaba a varios miembros de la tribu. Si no eran atacados por las fieras, ni estaban enfermos ¿Por qué morían?

»El hambre era la llamada de alarma de la vida, un mecanismo para sobrevivir, no una molestia que había que calmar. La caza era la vida. La muerte física había sido algo cotidiano y misterioso que sólo podían llegar a entender si era violenta, no si era por inanición o enfermedad. Este hombre ha sido capaz de unir el concepto "falta de alimentos" al concepto "muerte" y crear como resultante el concepto "caza".
«Crear un concepto significa dar sentido a una cosa que en este caso se hacía de forma intuitiva, sólo para saciar el hambre. El sentido de la caza es el de la supervivencia, no el de saciar el hambre, y eso fue una de las cosas que, reflexionando, llegaron a descubrir estos hombres.
«Este paso fue muy importante. Sería la antesala de los ritos funerarios y de cuestionarse por primera vez la vida y la muerte. Sus vidas tienen ya una nueva dimensión».



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IIIe. Segunda manipulación genética. Hombres conscientes (Hombres 4.3)






«Ahora llegamos a través de este viaje por el pasado a una página muy importante para vosotros, es un hito en la historia de vuestro mundo, algo que sólo sucede una vez en cada planeta y que es de una gran trascendencia para el Cosmos.
»Los hombres primitivos que poblaban la Tierra, como habéis podido observar, han ido avanzando paso a paso y han llegado al punto de necesitar la ayuda de Hermanos superiores para dar un nuevo salto en su camino evolutivo. Su cuerpo físico ya está preparado para alojar a un espíritu individualizado, ya desligado de planos superiores, y es capaz de utilizar el consciente en un porcentaje mucho mayor, lo que les facilitará el uso de su libre albedrío, de su libertad.

«Ved conmigo cómo sucedió esto:
Nos encontramos en el planeta Apu perteneciente a la estrella Alfa B de la Constelación del Centauro. Es un planeta brillante, luminoso. Está situado a 4.3 años luz de vuestro Sol. Sin embargo, a pesar de la distancia, hay un planeta del Sistema solar entrañablemente cercano para los habitantes de Apu: La Tierra.
Durante miles de años estos hombres han estado velando por el joven planeta y sus pobladores.
»EL Consejo de los 24 Ancianos de la Confederación de Mundos Habitados de la Galaxia ha organizado una nueva misión. El objetivo es efectuar una sutil modificación genética en los hombres primitivos de la Tierra que posibilite que en este planeta se desarrollen seres humanos conscientes.
»La tarea ha sido asignada a hombres de Apu. Su preparación fue larga y exhaustiva. Serán supervisados y dirigidos en sus funciones por Maestros.

»Todos los que componen la expedición llevan mucho tiempo desarrollando un plan intensivo de adaptación al nuevo medio en el que vivirán durante casi 300.000 años. Han realizado continuos viajes de exploración al planeta y han observado entre los seres humanos que lo pueblan, a un grupo capaz de alcanzar cotas más altas en su estructura cerebral. Saben que estos seres, por sí mismos, tardarían millones de años en aumentar sus potencialidades por limitación de su capacidad cerebral. Los hombres de Apu conocen las causas biogenéticas que atan el desarrollo de estos seres y son capaces de modificarlas con absoluta garantía, siempre regidos por el respeto a la Naturaleza.

»Ha pasado el tiempo de aprendizaje, estudio y observación. El planeta Apu vive una época de grandes cambios evolutivos. El esfuerzo y el trabajo de sus habitantes pronto se verá recompensado con el comienzo de una nueva era, que traerá como consecuencia la posibilidad de que sus habitantes suban un peldaño en la escala evolutiva; esto dependerá de su voluntad y su trabajo.
»Su civilización ha alcanzado un grado de evolución tal que la materia apenas tiene secretos para ellos. Recogieron de los Maestros la sabiduría suficiente para manipularla, aunque siempre con la consciencia de la trascendencia de sus actos y los efectos que éstos pudieran provocar, incluso, más allá de sus propias vidas.

»Las ciencias son estudiadas bajo criterios de concepción moral y espiritual. Conocedores del mundo visible de la materia profundizan ahora sobre las leyes que rigen el mundo de las energías.
«Disponen de una estructura mental altamente equilibrada gracias a que han logrado conexionar en un alto porcentaje sus diferentes cuerpos mentales: el que rige su consciencia (consciente), el que les une a su pasado y a su futuro (subconsciente), y el que rige su cuerpo físico (inconsciente).
«Sus conocimientos sobre el funcionamiento de la mente les permiten fundamentar una auténtica Ciencia del Conocimiento y su concepción espiritual sobre el Universo les permite establecer con bastante claridad, los límites de su existencia. Un pueblo de seres humanos entregados al servicio de los demás y de su entorno, conscientes del papel que juegan en la gran escala de la evolución humana.

»La sociedad del planeta Apu vive en perfecta armonía; hace milenios que dejó de someterse a instituciones políticas, religiosas y económicas. En realidad descubrió el auténtico sentido de la interacción social y decidió practicarla. Supo que el poder estaba en el más sabio, pero al mismo tiempo se dio cuenta que la sabiduría no practica el poder, sino el deber, fundamentado en un conocimiento de las leyes que rigen el Universo:
"Un Universo equilibrado debe tener unas leyes justas, universales y eternas y sólo el hombre con su ignorancia puede alterar el orden y desequilibrar el mundo en el que vive. Pero afortunadamente el Universo es infinito y las atrocidades de toda la vida de un hombre, de una sociedad sobre un planeta, desencadenan los mecanismos de regulación del Cosmos y, ese hombre, esa sociedad, tendrá que compensar sus errores".

«Para todos los seleccionados, formar parte de la expedición a la Tierra es muy importante. No obstante, para los que se queden, hay otros trabajos que hacer en apoyo de la expedición. El esfuerzo realizado durante la preparación se ve ahora recompensado.

«Hace algún tiempo que se suspendieron las clases prácticas. Todos los conocimientos necesarios se han adquirido tras largos años de dedicación. Ya no viajarán a la Tierra para observar y recoger datos, sino para establecerse y trabajar "in situ". Les ha llegado el momento de poner en práctica uno de los axiomas que repetidamente recibieron de sus Maestros: “TODO LO QUE SE RECIBE ES PARA DAR”.

»La expedición está compuesta por expertos en bioquímica y bioenergética, botánica, geología, sociología, psicología y otras especializaciones que se han considerado útiles para la misión. Todos están listos para embarcar junto con sus Maestros.
»Su preparación mental ha sido igualmente exhaustiva. Han tenido que aprender los principios que rigen la vida en la Tierra, su historia, su evolución, sus mutaciones genéticas naturales que han convertido a los peces en anfibios, a éstos en reptiles, a éstos a su vez en aves, para desembocar, algunos de ellos, en mamíferos. Tienen también un profundo conocimiento de la biología terrestre, de la estabilidad telúrica, de su estructura geológica, de la ecología.

»Sin embargo, es a hombres que se encuentran en el último eslabón de la cadena humana, a quienes se encomienda la tarea de producir mutaciones genéticas "especiales" que alteran la vida de un planeta.

«Observando los trabajos que realizan, siento una gran nostalgia cuando recuerdo mis pasos por esa etapa de la evolución. El trabajo primordial era el aprendizaje de la Moral, aprender a utilizar correctamente el libre albedrío, teniendo como parámetro principal el DEBER. Aplicar las leyes que rigen el Cosmos y que hombres más sabios nos enseñaban. Saber que nada ocurre que no obedezca a una razón, a un por qué, y tratar de descubrir ese por qué sin prejuicios.
Conocer los beneficios de la paciencia y de la humildad. En definitiva esa etapa es una experiencia apasionante que te lleva poco a poco hacia el interior del diamante, de esa piedra filosofal de los alquimistas que llamamos MENTE.

«Veo cómo se afanan en aplicar los conocimientos adquiridos para lograr llevar a buen término su trabajo. Hace casi tres millones de años yo preparaba mi primer viaje a la Tierra con la misma ilusión que hoy les embargaba a ellos. Los enormes contenedores del material que será transportado a la Tierra ya están listos para ser embarcados. Con él construirán la Gran Pirámide que les servirá de morada y laboratorio una vez lleguen a su destino.

»En los grandes invernaderos se acumulan gran diversidad de especies vegetales que se aclimatarán al planeta y alimentarán a sus habitantes. También se acomodará en la Tierra una amplia variedad de especies animales, genéticamente preparadas para sobrevivir en el nuevo medio. Todo está meticulosamente calculado para que la misión tenga una consecución adecuada a los deseos del Orden Superior.

»Un aspecto importante a tener en cuenta es la duración. Está estimada en cerca de 300.000 años terrestres. Dado que la vida media es de aproximadamente 1.200 años terrestres, hubo que decidir cual era el método más idóneo para que los hombres de Apu pudieran "sobrevivir" tanto tiempo en la Tierra. Finalmente se optó por la solución más natural: las sucesivas encarnaciones. De esa forma podría participar más gente en la misión y además podrían gozar de periodos de “descanso” en el otro plano, para reflexionar tanto sobre lo realizado hasta el momento, como para revisar lo que quedase aún por hacer.

»Otro aspecto importante era la designación de los individuos que serían sometidos a la manipulación genética. Como una selección por su parte sería interferir en la evolución de esos hombres de una forma directa, dejaron que ellos mismos se autoseleccionarán en base a una mayor evolución cerebral que les distinguiera del resto. La pieza clave para diferenciarlos venía dada por la manifestación de su curiosidad, es decir, que aquéllos que mostraran mayor curiosidad serían lógicamente los que antes establecieran contacto con los extraños visitantes.

«Entre tanto, por un lateral de la Gran Pirámide estaban terminando de entrar los contenedores con semillas cereales (trigo, maíz, etc.), además de compuestos vegetales que se producirían en los invernaderos, como ciertas clases de hongos que serían, a partir de un momento determinado, la fuente principal de subsistencia de nuestros expedicionarios. Cereales adaptados genéticamente a las condiciones terrestres y que más tarde quedarían como legado a los pobladores del planeta.

»En Apu conocen bien los resortes del espacio y del tiempo. Manejan estas dimensiones sabiamente lo que les permite trasladarse físicamente, casi a la velocidad de la mente, desde su planeta a cualquier lugar del Universo. Sin embargo, el traslado de la gran pirámide requerirá un poco más de esfuerzo, una unión mental más profunda. Es gracias a la fuerza mental como se pueden recorrer 4.3 años luz en unos minutos cargados de una ciudad entera. La fuerza de propulsión mediante carburantes quedó atrás hace millones de años. Hoy es la fuerza de la mente la que domina, por fin, el mundo físico.

«Todos esperan con emoción la partida; concentran sus mentes en los componentes de la expedición quienes muy despacio, comienzan a entrar en la gigantesca nave que les transportará a la Tierra.
«Situados en sus puestos de trabajo, los expedicionarios reciben telepáticamente las últimas instrucciones. Es una concienciación colectiva sobre la finalidad y trascendencia de su trabajo.
«Para Apu casi no existe la noche, y menos hoy que miles de luces multicolores de la gran ciudad flotante empiezan a activarse. Es un día de alegría y felicidad. Por fin rumbo a la Tierra, en un viaje sin apenas tiempo ni espacio.
«Todos unidos, concentran su mente para ponerla en conexión con los sistemas vitales de navegación. Apoyados por su avanzada tecnología logran la expansión de los espacios interatómicos de la materia que constituye la gran pirámide y todo lo que alberga en su interior, sin perder por ello su fuerza de cohesión. Así podrán trasladarse a la Tierra en pocos minutos para, una vez allí, reducir los espacios interatómicos a su posición natural, es decir, constituyendo nuevamente materia visible...

«...La Tierra hace 250.000 años.
«Amanecía, el cielo se iba iluminando poco a poco con una luz difusa, aún brillaban algunas estrellas como testigos perezosos que parecían negarse a marchar. Primero se dejaron ver los perfiles de las montañas, después las siluetas de los árboles recortándose en el horizonte... poco a poco la batalla entre la luz y la oscuridad llegaba a su fin. El sol apareció bañando de dorados reflejos todo el paisaje.
«Estamos en una zona conocida por vosotros como Iraq. Hace 250.000 años que la gran nave de Apu llegó a la Tierra y se asentó en este lugar. Se eligió este emplazamiento porque reunía las condiciones más propicias para el desarrollo de la vida humana consciente.

»Sí, los pobladores de Apu habían estudiado la configuración de los continentes. Sabían que los grandes cataclismos geológicos y las prolongadas glaciaciones no habían dado facilidades a los pobladores de la Tierra. Era en esta zona, entre los ríos Tigris y Éufrates, donde se reunieron mayor número de hombres de los que llamamos inconscientes.

»La Ciudad, una enorme edificación piramidal, tenía una altura de 3000 metros y un perímetro en su base de 60 kms. Sus paredes eran opacas pero dejaban pasar la luz. Por la noche iluminaba un amplio radio a su alrededor.
«Aparte de servir como vivienda, constaba de importantes instalaciones, invernaderos, incubadoras de fauna y flora (muchas especies animales y vegetales estaban siendo tratadas y adaptadas a la nueva Tierra).
«Atraídos por la luz que desprendía la Ciudad Prohibida fueron asentándose en sus alrededores gran cantidad de grupos de hombres venidos de las zonas más próximas. De entre ellos, había dos tribus que estaban demostrando un síntoma claro de mayor evolución cerebral: LA CURIOSIDAD.

«Este impulso les hacía acercarse cada vez más a la ciudad. El resto había aprendido a aceptarla como parte integrante del paisaje. Sin embargo, estas dos tribus se sentían cada vez más atraídas por aquella cosa extraña e incluso buscaban la forma de introducirse en ella.
»Por fin llegó el gran día. Todas las instalaciones funcionaban correctamente. Sabíamos la importancia de todos y cada uno de los componentes del equipo y deseábamos vivamente que todo saliese a la perfección.
«Se emitió la llamada de atención para que todos ocupasen sus puestos. La puerta de la Ciudad se abrió lentamente. Varias decenas de ojos miraban con asombro sin atreverse a entrar. Uno de ellos se decidió y tras él fueron pasando algunos de los integrantes de las dos tribus seleccionadas por su curiosidad.

«Penetraron en una sala circular. Pasado el primer momento de decisión, se sentían un tanto sobrecogidos, lo que les hacía apretujarse unos contra otros buscando la propia seguridad en el contacto físico con los demás.
»La luz que había estado iluminando la sala se atenuó hasta casi desaparecer. Los hombres primitivos aguzaban sus oídos. No se oía el más leve ruido, sin embargo, percibían una ligera vibración bajo sus pies y en las paredes, era como si todo se moviera. Sintieron cómo una fuerza desconocida para ellos les atraía hacia el suelo haciéndoles caer y permanecer pegados a él, sin conseguir levantarse apenas a pesar de sus esfuerzos.

«Ellos no podían entenderlo, pero se encontraban a bordo de una pequeña nave que, dentro de la pirámide, realizaba las maniobras de despegue para salir al espacio exterior. Por fin la vibración cesó y comenzaron a incorporarse. Pasados unos pocos segundos se fue perfilando una puerta en uno de los extremos de la sala. Por ella aparecieron varios tripulantes. Eran altos, rubios, de pelo casi albino, de ojos rasgados y de un azul muy claro. Vestían monos blancos muy ceñidos, calzaban botas de media caña, ancho cinturón y guantes casi hasta el codo. Sobre el centro de su pecho llevaban impresa una circunferencia y dentro de ella un triángulo equilátero con el vértice invertido.

«El miedo que sintieron en un principio los individuos de la tribu, desapareció de inmediato y poco a poco fueron embargándoles sentimientos de tranquilidad y contento. Yo me encuentro entre los Maestros seleccionados para el gran acontecimiento que va a tener lugar en este recinto. Durante muchos años hemos estado preparándonos para ampliar nuestro grado de consciencia, para ser canales transmisores de uno de los hechos más trascendentales que suceden en el Cosmos: la individualización del espíritu y su integración en el ser humano.

«Nuestros Maestros, seres pertenecientes a la dimensión astral o energética, han querido que fuese yo en esta ocasión, el que sirviera de vértice energético. Mientras mis seis compañeros formarán un círculo energético para la recepción de la energía cósmica.

«Percibo que me están esperando en la gran sala circular. Una puerta se abre y aparece ante mí un nutrido grupo de hombres inconscientes y varios hombres de Apu. Estos, al verme, inclinan la cabeza en señal de respeto. He de deciros que el gesto de inclinar la cabeza ante alguien tiene una explicación ancestral. Es por el centro de la frente por donde se emiten los pensamientos, mientras que es por el centro superior de la bóveda craneana por donde se reciben. Al inclinar la cabeza reconocemos que lo que podamos emitir es inferior a lo que podemos recibir, reconociendo así mayor capacidad evolutiva al interlocutor, a quien autorizamos para aconsejarnos, mientras que nosotros no podríamos emitir conceptos tan elevados.

«Entre mis manos ha aparecido una esfera multifacética de unos 25 cms. de diámetro. Es la resultante de la concentración de mis hermanos que, en círculo, me envían su fuerza mental. Al ver a aquellos hombres primitivos, mirando sin comprender, aturdidos, cogiéndose unos a otros, se empieza a generar desde el centro de cada una de mis células, de mi mente, de mi espíritu, un profundo sentimiento de piedad. La emoción del momento es indescriptible. Los sentimientos parten del espíritu y ese es un camino que sólo hemos empezado a recorrer. Dominamos la materia, conocemos las energías y las aplicamos, hemos profundizado hasta el límite de nuestra capacidad cerebral en el mundo de la mente, pero aún no hemos hecho sino empezar en el mundo de los sentimientos. Es posible que sólo cuando seamos dioses podamos conocer este mundo tan maravilloso; entre tanto, nos dejamos llevar por sus influjos.

»El sentimiento de amor profundo que me embarga es la clave que abre las compuertas a la energía cósmica. Veo en ellos siglos de dolor y sufrimiento, etapas por las que yo he pasado y me siento hermanado con ellos formando una cadena sin privilegios. Concentro mi mirada en la esfera y, a los pocos segundos, del círculo formado por mis seis hermanos surge un rayo de luz verde eléctrico que, entrando por mis fontanelas, vuelve a salir por mi frente incidiendo sobre la esfera multifacética, la cual se ha ido elevando, quedando suspendida en el aire a pocos metros sobre la cabeza de los hombres primitivos. De cada una de las facetas parte un rayo verde que se dirige al centro de su bóveda craneana. A pesar de que no es visible para ellos permanecen en completo silencio y quietud.

»A partir de ese momento, el código genético de esos seres se verá modificado. La doble espiral de la cadena genética correspondiente a sus células reproductoras verá alterada su estructura de una forma aparentemente poco notable pero, sin embargo, esta modificación tendrá con el tiempo una importancia fundamental, sus descendientes llevarán impresas genéticamente las claves para el desarrollo completo del cerebro y de los dispositivos mentales. Su capacidad de razonar les llevará a crear culturas y su capacidad de intuir les hará crear estructuras sociales basadas, en un principio, en informaciones de índole superior que llevarán impresas en su subconsciente, ya en fase expansiva. Sus hijos tendrán en funcionamiento coordinado las dos glándulas más importantes de su organismo, la pituitaria y la pineal, que servirán de enlace perfecto a los diferentes cuerpos mentales: consciente, inconsciente y subconsciente.

»La cúpula de la nave, de material transparente que había estado mostrando un firmamento tachonado de estrellas, mudos testigos del hecho, se tornó opaca, al tiempo que una voz inaudible para los hombres primitivos, pero oída por los hombres de Apu, partía de mi mente:

"Gracias os doy Grandes Maestros del Mundo de la Luz, por haberme utilizado como vehículo de transmisión de vuestra energía. Deseo que estos hombres que hoy empiezan su andadura consciente busquen la Sagrada Referencia en lo más profundo de su alma, porque sólo allí encontrarán el Agua que calmará su sed y la Luz que les llevará, como hoy a mí, a formar parte consciente del mundo de lo visible. Que así se cumpla".

«Al emitir este pensamiento la luminosidad del rayo aumentó mientras nadie osaba levantar la vista del suelo en señal de respeto. Después la emisión energética cesó y la esfera se concentró sobre sí misma hasta desaparecer. Salí de la estancia y la nave se puso nuevamente en marcha emprendiendo el regreso a la Ciudad. Enseguida estuvimos allí. Los hermanos de Apu indicaron con amables gestos a los hombres primitivos que fuesen saliendo de la nave. Por un largo pasillo desembocaron en el bosque. El aire perfumado de la noche les hizo llenar los pulmones con ansiedad... ya nunca más volvieron a ser “inocentes” los seres humanos de la Tierra.

«Fueron expulsados del paraíso de la inconsciencia y tendrían que aprender por dolor o por comprensión. Cada una de sus experiencias sería registrada en su memoria para que la raza humana siguiera avanzando hacia su lejana meta en pos de la CONSCIENCIA.

«Durante los 300.000 años de estancia en la Tierra, los hombres de Apu realizaron una amplia labor de ingeniería genética desde Iraq hasta Europa, Asia y África. Repoblaron amplias zonas devastadas de flora y fauna, implantaron cereales como el maíz y el trigo. Los mares, que también habían sufrido las convulsiones telúricas, recibieron asimismo ayuda para que en sus aguas floreciese la vida.
En determinadas zonas el índice de salinidad y las temperaturas rigurosas impedían el desarrollo continuado de las especies marinas, por lo que tuvieron que adaptarlas a este hábitat.

«Pasado el tiempo, cuando el consejo de la Confederación consideró que el trabajo había concluido, los hombres de Apu fueron requeridos para abandonar la Tierra. No obstante continuaron haciendo viajes cada vez menos frecuentes y siempre intentando no ser observados para no interferir en la evolución de los hombres de la Tierra. Ellos fueron testigos mudos a través de los años de los cambios que se iban operando a través de las generaciones y de los cambios que el propio hombre producía en su entorno.

»Un buen día descubrieron con extrañeza que la gran pirámide luminosa había desaparecido. Pasaron los años y muchos todavía recordaban la Ciudad habitada por los dioses. De generación en generación fueron transmitiéndose fantásticos relatos sobre los hombres altos y rubios, unos aún los buscaban, otros miraban al cielo esperando ver aparecer aquella ciudad flotante de la que les hablaban sus mayores, algunos construyeron pequeñas pirámides tratando de imaginarse cómo fue aquella primera...»


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IIIf. Las Generaciones de la Tierra. La Escala Cósmica

«Todo en el Cosmos está relacionado, así, cada uno de los planetas del Universo cumple una función muy importante que sólo él puede cubrir. Los planetas son seres vivos que nacen, crecen, se desarrollan, enferman y algún día mueren. Durante su larga vida distintas civilizaciones ocuparán ese planeta y se establecerá una simbiosis entre él y la humanidad que lo puebla. Si el hombre evoluciona, el planeta también lo hará, pues al ser respetadas las leyes de la Naturaleza ésta se desarrollará en toda su plenitud y armonía.

«Pero, volvamos a la Tierra. El hermoso planeta azul es muy joven aún, sin embargo puede ya contarnos una vasta historia al albergar a lo largo de su existencia a tres generaciones de seres humanos.
»Una generación de un planeta es un colectivo de personas o espíritus que deciden realizar una tarea común durante un periodo de tiempo, al cabo del cual, si en su mayoría han alcanzado el objetivo se produce el cambio de generación de esa mayoría a una etapa superior en la escala evolutiva. Si no lo han logrado pasarán únicamente aquellos que hayan realizado durante sucesivas encarnaciones un esfuerzo mantenido, con lo que su ser integral tendrá una vibración acorde a la nueva etapa.

«Cada generación tiene un plazo previsto por el colectivo. En el caso del planeta Tierra ese plazo suele ser de 25.000 años, que es el tiempo que tarda vuestro Sol en dar la vuelta alrededor de la estrella Alción de la constelación de las Pléyades.

»En la Tierra hay vestigios de vida humana que se remontan a unos 600 millones de años. Desde esa época, aproximadamente, la evolución del planeta permitiría la vida de seres humanos en algunas zonas de su corteza, por lo que hombres de Apu transportaron en sus naves pequeñas comunidades de hombres de distintos grados de evolución, cuyos planetas de origen estaban sufriendo cambios que los hacían inhabitables, indefinida o temporalmente. Estos hombres encontraron en la Tierra un sitio donde vivir durante un tiempo hasta que pudieron ser llevados a planetas en condiciones de albergarlos definitivamente. Esta es la razón de las llamadas “huellas erráticas”, denominación que los arqueólogos y antropólogos han asignado a aquellos vestigios que, según la cronología establecida académicamente, "no podían estar ahí". Valga como ejemplo el descubrimiento que realizó Stanley Taylor, de la Filmsfor Christ Association, en las orillas del río Paluxy, en Estados Unidos, donde encontró huellas humanas junto a las de dinosaurios, cuando la antropología sitúa la desaparición de estos animales hace más de 250 millones de años y faltaban aún 247 millones de años para la aparición del primer protohomínido.

«Hace aproximadamente 3 millones de años fue realizada la primera modificación genética en unos primates que vuestra ciencia denomina como australopithecus. Como consecuencia de esta modificación surgieron, después de varios miles de años, una nueva especie de seres llamados pithecantropus con características claramente protohumanas. Por propio desarrollo y asimilación de sus experiencias. El pithecantropus pasó a convertirse en el ser al que se denomina neanderthal u homo sapiens, con características ya claramente humanas. Estos seres fueron sometidos a una segunda modificación genética, que dio como resultado la aparición del primer ser humano consciente autóctono de la Tierra: el hombre de Cro-Magnon u homo-sapiens-sapiens. Esta nueva modificación afectó al desarrollo del cerebro de los hombres de Neanderthal, especialmente a la conexión entre el neocórtex y el hipotálamo, lo que les posibilitó para ampliar su capacidad intelectual. Apareció el lenguaje, se activaron una serie de centros y glándulas que permitieron al hombre luchar contra la adversidad utilizando cada vez más áreas cerebrales.

«Aunque ya nos hemos detenido anteriormente en estos acontecimientos, es importante hacer constar que debido a la larga estancia de los hombres de Apu en la Tierra, se consideró al periodo de 300.000 años que permanecieron en el planeta como la PRIMERA GENERACIÓN de seres humanos que la ha poblado. Cuando se marcharon transportaron en sus naves a tribus o colectivos de pithecantropus y neanderthales primitivos que coexistían con el homo-sapiens-sapiens y les llevaron a planetas acordes con su grado de evolución. En la Tierra quedaron los homo-sapiens-sapiens o Cro-Magnon quienes durante 150.000 años habitaron el planeta intentando desarrollar sus potencialidades.

»Su trabajo consistiría en aprender a reconocerse a sí mismos como seres independientes, intentando controlar su entorno, ampliando su capacidad de consciencia, para que estuvieran preparados para la siguiente etapa: la vida en comunidades sociales.
Hace aproximadamente 50.000 años comenzó la SEGUNDA GENERACIÓN de habitantes de la Tierra. Estuvo compuesta por una parte por los homo-sapiens terrestres ya capacitados para contrastar sus experiencias con otros hombres formando comunidades, y por otra por hombres del planeta Urano, que por entonces se había hecho inhabitable debido a trastornos ecológicos y gravitacionales. Estos trastornos fueron provocados por la invasión de la órbita de Urano por otro planeta desconocido hasta entonces. También la acción de los propios uranitas sobre su planeta, alterando el equilibrio ecológico y haciendo irrespirable la atmósfera, provocó que un gran número de ellos tuvieran que ser trasladados en naves de la Confederación de Mundos Habitados de la Galaxia a otro planeta de similar evolución: la Tierra.

»Estos hechos marcaron el final de la generación de Urano. Así, los uranitas que habían alcanzado el suficiente grado de evolución pasaron a formar parte de una generación un peldaño superior en otro planeta, y los que fueron traídos a la Tierra tuvieron que repetir la experiencia no superada y permanecer en el mismo grado de evolución. Los más adelantados intelectualmente se instalaron en un continente llamado Atlántida que se encontraba en el océano Atlántico, y del que algunos restos son las islas Canarias y las Azores.
Los más retrasados intelectualmente se instalaron en Europa, Asia y África. Este grupo de uranitas se mezcló con los homo-sapiens terrestres enseñándoles, entre otras cosas, el uso del fuego.

«Por último, hubo una tercera expedición que completó la segunda generación de la Tierra; estuvo formada por hombres traídos de Marte y de un planeta llamado Lemurt. Fueron transportados por naves de los Hermanos Mayores e instalados en el continente que se conocía como Lemuria y del que son restos las islas de la Polinesia y Japón.

»El continente americano no fue habitado en esas fechas a causa de la inestabilidad telúrica. 25.000 años duró esta generación. La pauta la marcaron los atlantes que condicionaron la evolución del planeta y sus habitantes con su filosofía de vida. Crearon una sociedad teocrática, tecnológica y colonizadora, orientada a la explotación de los otros pueblos menos desarrollados, controlando el conocimiento, las materias primas, la religiosidad y la economía del planeta.

»Su tecnología dominaba la energía atómica y por otro lado utilizaban sectores de la mente que hoy consideraríamos como paranormales. El final de la generación estuvo marcado por la utilización de la energía nuclear en guerras internas y un desequilibrio ecológico a gran escala. Se provocaron cambios climatológicos tales que la temperatura del globo aumentó, los hielos se fundieron y se generaron los grandes cataclismos geológicos que las diferentes tradiciones nos han hecho llegar como Diluvio Universal.



»Los cambios geológicos que marcaron el final de la generación atlante modificaron masas continentales y borraron casi en su totalidad los vestigios de esa generación. Atlántida y Lemuria desaparecieron bajo las aguas y los continentes se reconfiguraron al aspecto en que hoy los conocéis. Sin embargo, estos acontecimientos no sucedieron de la noche a la mañana. Su comienzo ocurrió hace 25.000 años y su final hace aproximadamente 12.000. Durante ese tiempo, naves de la Confederación de Mundos Habitados de la Galaxia fueron recogiendo especies animales y vegetales para salvaguardarlas del cataclismo y poder reintegrarlas a su hábitat natural una vez hubiera pasado todo.

»De la misma forma, muchos hombres que habían alcanzado un grado de evolución acorde con el de sociedades armónicas que pueblan otros planetas, fueron llevados a ellos para seguir su ascenso evolutivo.



Por el contrario, quienes no alcanzaron ese grado de evolución tuvieron que repetir sus experiencias nuevamente en la Tierra, dando lugar a la TERCERA GENERACIÓN, la actual, la cual está constituida por tres tipos de razas humanas diferentes:

»La raza blanca, compuesta por los terrestres que sobrevivieron al cataclismo y que no habían alcanzado el nivel evolutivo suficiente para acceder al siguiente escalón en la escala evolutiva. Eran los descendientes de los uranitas que habían sido traído hacia 25.000 años.

»La raza negra, procedente de un planeta que sufrió alteraciones en la órbita alrededor de su sol, como consecuencia de las cuales se vio modificada su masa y su atmósfera, lo que provocó que sus habitantes tuvieran que ser trasladados a la Tierra.

»La raza amarilla, procedente de un satélite de Saturno ya desaparecido. Al parecer, la causa de la desaparición fue la incorrecta utilización de la energía atómica, que provocó, al estallar, el cinturón de asteroides y polvo que forman los conocidos anillos de Saturno. La raza roja es el resultado de un mestizaje ocurrido en ese planeta.

»Junto a todos estos hombres vinieron algunos terrestres de la generación atlante que antes del cataclismo habían sido sacados de la Tierra por los Hermanos Mayores y llevados a colonias donde se ocuparon en aprender y practicar un modo de vida basado en el respeto y el equilibrio. Estos hombres vinieron a la Tierra como Patriarcas y dieron referencias sobre cuál era el objetivo a lograr, a la nueva generación que comenzaba.

»El objetivo era el mismo que el de cualquier generación de cualquier planeta: aprender a construir sociedades armónicas, basadas en relaciones de intercambio justo entre todos los hombres. Aprender a regular las dimensiones inferiores, vegetal y animal, basándose en el equilibrio ecológico. Aprender a no interferir en la evolución del hombre y del planeta que le sirve de soporte».


PRÓLOGO

Conozco a los miembros del grupo Aztlán desde hace varios años y no albergo duda alguna acerca de su honestidad. La historia que el lector podrá leer en estas páginas podrá resultar o no creíble, pero puedo dar fe de que no está inventada ni es fruto de la imaginación. Al menos en lo que se refiere a la información recibida. He comprobado, eso si, que algunas cosas han sido noveladas para dar agilidad al relato y que han sido cambiados algunos de los nombres reales por otros ficticios. Pero me consta que el contenido del libro responde con exactitud a lo que ha sido trasmitido y no hay en él, por tanto, fabulación consciente alguna.

No estoy en condiciones, por supuesto, de confirmar que lo que el grupo lleva recibiendo desde hace dieciséis años proceda realmente de un ser extraterrestre. Ni creo que ellos, ni nadie en situación similar, pueda ofrecer pruebas tangibles distintas a las de su propia vivencia personal o a la que supone, per se, la documentación recibida durante los últimos tres lustros.
Debo añadir que en esta época de finales de siglo que vivimos es para mí absolutamente innecesario convencer a nadie de que en nuestro inmenso Universo tiene que haber, y sin duda así es, multitud de mundos habitados, muchos de ellos tecnológicamente más avanzados que el nuestro por meras razones de antigüedad. Y que siendo esto así, resulta absurdo plantearse si esas civilizaciones pueden estar o no en situación de comunicarse de alguna forma con nosotros o, incluso, de viajar por el espacio y llegar a nuestro planeta.

Argumentar que ello no es posible porque los terrestres no sabemos cómo hacerlo resulta, simplemente, infantil. Y sólo una actitud de orgullo desmedido puede hacernos pensar que los hombres de la Tierra estamos a la cabeza del más que previsible conjunto de mundos habitados del Cosmos.

Consecuentemente, y sin entrar a valorar si ello está o no teniendo lugar, debo afirmar que a mi juicio la comunicación con seres de otros planetas es hoy, cuando menos, posible, si no probable.
Debo, en todo caso, expresar mis reservas en cuanto al método de comunicación utilizado -la ouija- por cuanto cualquier estudioso conoce la complejidad del mismo y, en especial, la dificultad de discernir la fuente, el origen del mensaje, y, por ende, la validez de su contenido. Pero tengo que añadir, en honor a la verdad, que estas mismas dudas razonables se las planteó el propio grupo desde el inicio mismo del contacto y así lo manifiestan en la narración de los hechos, explicando las razones que les llevaron con posterioridad a tener la certeza de que el contacto era auténtico.

En todo caso, al lector más informado no dejarán de sorprenderle las coincidencias existentes entre algunas de las informaciones recibidas por el grupo Aztlán y las trasmitidas a otros contactados de diversos lugares de nuestro planeta. Ello obliga a pensar que la fuente es evidentemente la misma, sea esta cual sea (el subconsciente o la memoria genética de uno o varios de los miembros del grupo, el inconsciente colectivo del que hablara Jung, el "registro akhásico" de los esoteristas y la tradición oriental, el campo unificado propuesto por el físico David Bhom o el "campo mórfico" o "campo morfogenético" que menciona Rupert Sheldrake) si queremos buscar una explicación convencional o más ortodoxa a la experiencia vivida por el grupo, constatable y absolutamente real. La otra alternativa, por supuesto, es aceptar la realidad de que la información procede efectivamente de seres extraterrestres y de ahí la sorprendente similitud del contenido de muchos mensajes -algunos muy concretos en sus detalles- que vienen trasmitiéndose desde hace décadas a contactados de todo el planeta.

En todo caso, quiero expresar mi satisfacción por la decisión de los miembros del grupo Aztlán de dar a conocer esta primera obra, a la que –estoy seguro y así lo deseo- seguirán otras entregas, y felicitarles por su valentía al hacerlo arrostrando las previsibles burlas de otras personas con menor apertura de consciencia. Porque, en última instancia, ello nos permitirá ampliar nuestra visión de nosotros mismos y del mundo y nos hará reflexionar sobre la grandeza del ser humano y la inmensidad del Universo.

JOSÉ ANTONIO CAMPOY
Director de la revista «MÁS ALLÁ DE LA CIENCIA»

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