Del suelo, en el interior del OVNI, surgió una plataforma circular con lente receptora de energía: Ante nosotros y bajo ese arco energético, la
figura imponente de un hombre muy alto se estaba terminando de formar. Era un
ser resplandeciente de cabellos plateados. Sobre el pecho lucía un emblema que
consistía en un círculo dentro del cual había un triángulo invertido. Sus ojos,
de un azul intensísimo, destacaban sobre su piel increíblemente blanca.
¿Se puede
contactar con los extraterrestres? Evidentemente sí, como precisamente lo
atestiguan muchos testimonios a lo largo de todos los tiempos. Entonces alguien
diría… ¿Pero de qué forma puede establecerse esa comunicación, si acaso para la
gran mayoría le es imposible…? Buena pregunta y sin duda es una cuestión que a
muchos les deja un poso de desasosiego, ya que ciertamente son numerosos los
que han visto esas naves prodigiosas surcar los cielos, volando en completo
silencio en una actitud aparentemente de indiferencia con respecto a los seres
humanos… sin embargo, mi intuición me dice que estaríamos fallando en lo
fundamental, en el enfoque hacia un hecho de tal relevancia, me refiero a recibir
información de civilizaciones millones de años mas evolucionadas que los seres
humanos. Por ello, antes de caer en frustraciones erróneas deberíamos hacernos
una simple pregunta… ¿Por qué realmente queremos contactar con los seres de las
estrellas y cuál sería su finalidad? ¿Estamos realmente preparados para asimilar
la información que pudieran darnos?... y tal vez porque muchos de nuestros
componentes sociales, creencias religiosas, educación y cultura adquirida podrían
caer por el precipicio de la indeterminación. Es en ese punto donde deberíamos
pararnos y meditar por un momento…
O tal vez sería bueno estudiar cómo han actuado
otros frente a estas cuestiones relevantes, por ejemplo el Grupo Aztlan, que allá
por los años 70 inicio su “propia búsqueda” para contactar con seres
extraterrestres. El grupo lo conformaban diferentes profesionales a quienes el
destino, ó mejor dicho, un manuscrito recibido 25 años antes por un veterinario
cambió radicalmente el rumbo de su existencia. Según explicó el veterinario Baldomero a su nieto Alberto, en aquellos manuscritos estaba contenida toda la historia
de la humanidad, la explicación a todo cuanto los seres humanos aspiraban
conocer.
De este modo, Baldomero supo que los seres humanos
y todo cuanto existe se halla dentro de un orden, una escala por la cual se va
ascendiendo hasta tener la máxima comprensión de la propia existencia, es
decir, de la Suprema Fuerza Creadora. Según le explicaron los extraterrestres
en primer lugar se encuentra la materia, en el segundo peldaño las plantas,
subiendo al tercero los animales, en el cuarto los seres humanos, llegando al
quinto las entidades energéticas ó astrales, en el sexto aquellos que habitan
el universo mental y en el séptimo, los seres espirituales. Esos son los siete
escalones que comprendería la evolución dentro del Universo y un octavo
agruparía todos los demás. También le dijeron que cada escalon estaría
subdividido en otros siete y que los seres humanos de la Tierra se hallan en el
4.3 de esa escala.
Según los extraterrestres, la “Rueda de las
Reencarnaciones” guarda una lógica y cometido en ese engranaje de evolución ya
que "permite a los seres conscientes existir el tiempo suficiente para
vivenciar todo tipo de sentimientos y situaciones necesarias para una
comprensión superior”; por ejemplo, cuando Geenom, uno de los extraterrestres y
Hermanos Mayores al servicio del Consejo de los 24 Ancianos Gobernadores de la
Galaxia explica que tras mucho tiempo y muchas vidas, es ahora cuando esta a
punto de dar ese salto y convertirse en un ser, llamémoslo “energético” situado
en la escala 5ª de la evolución, un ser capaz de “recordar todas las vidas
anteriores y que le llevara precisamente a convertirse en alguien consciente de una comprensión
mayor”
Por hacer una pequeña síntesis, los componentes del Grupo Aztlan, una vez viajaron hasta el pueblo de Burón (provincia de León, España) para recoger ese manuscrito decidieron hacer todo lo posible por contactar con seres extraterrestres en grado de evolución superior con la esperanza de recoger sus enseñanzas y conocimientos. Al principio contactaron con Isthar, del planeta Venus, también con Artax un ser de evolución 4.4 ; en otras ocasiones con Xaloc extraterrestre que otorgaba guias a grupos de seres humanos deseosos de ascender en niveles de conocimiento, hasta finalmente establecer contacto con a Alcael, de nivel 4.5 y habitante del planeta Apu, de la estrella Alfa B en la Constelación de Centauro. Desde el Grupo Aztlan utilizaron principalmente la ouija como medio de comunicación y todo ello con un gran esfuerzo; incluso se produjeron “interferencias” al colarse desencarnados en sus sesiones de contacto.
Por hacer una pequeña síntesis, los componentes del Grupo Aztlan, una vez viajaron hasta el pueblo de Burón (provincia de León, España) para recoger ese manuscrito decidieron hacer todo lo posible por contactar con seres extraterrestres en grado de evolución superior con la esperanza de recoger sus enseñanzas y conocimientos. Al principio contactaron con Isthar, del planeta Venus, también con Artax un ser de evolución 4.4 ; en otras ocasiones con Xaloc extraterrestre que otorgaba guias a grupos de seres humanos deseosos de ascender en niveles de conocimiento, hasta finalmente establecer contacto con a Alcael, de nivel 4.5 y habitante del planeta Apu, de la estrella Alfa B en la Constelación de Centauro. Desde el Grupo Aztlan utilizaron principalmente la ouija como medio de comunicación y todo ello con un gran esfuerzo; incluso se produjeron “interferencias” al colarse desencarnados en sus sesiones de contacto.
Sistema estelar de Alfa Centauro |
He traído para esta nueva entrada al blog una parte
importante y sintetizada del libro, variando en parte el orden de los hechos y
como preámbulo, un pequeño resumen, muy bien realizado en un artículo del
periódico El Norte de Castilla
………………………………………………………………………………………….
Contacto extraterrestre
Durante casi 30 años el grupo Aztlán ha asegurado
contactar con entidades paranormales, cuyo único propósito es salvaguardar a la
Tierra de peligros inminentes
ÁNGEL DEL POZO/VALLADOLID
No era la primera vez que el abuelo Baldomero
acudía al bosquecillo de hayas. Visitaba este lugar cuando necesitaba relajarse
o buscar solución a algún problema -como precisamente era el caso esa gris
mañana de otoño-. La preocupación del veterinario estaba justificada, las vacas
de los alrededores estaban aquejadas de un extraño mal, al cual no había
conseguido poner remedio.
Allí en un pequeño claro, descubrió a un hombre que parecía que estaba examinando una de las viejas hayas; intrigado se acercó para saludarle y no se dio cuenta de su extraño atuendo hasta que estuvo muy cerca -vestía una especie de traje de tela blanca que le cubría desde el cuello hasta los pies-. De su cinturón colgaba una especie de escafandra, por lo que Baldomero imaginó que podía ser un apicultor. Era un hombre alto y delgado, de piel blanca y pelo rubio, facciones bien dibujadas y la serenidad reflejada en su rostro, donde destacaban dos ojos verdes muy límpidos.
Enseguida entabló conversación con aquel extraño
forastero, que por lo visto tenía un gran conocimiento sobre las hierbas y
plantas del lugar, aconsejando al veterinario que suministrara a las vacas un
cocimiento a base de mezcla de raíces, hierbas y cortezas de árboles. Se
despidió de aquel enigmático personaje y preparó de inmediato la receta
proporcionada obteniendo resultados muy satisfactorios. Fue al día siguiente
cuando Baldomero comenzó a pensar que existían piezas que no encajaban, sobre
todo después de encontrar en sus pertenencias un medallón de metal plateado,
recordando vagamente que aquel personaje se lo había entregado. Además, comenzó
a cuestionarse algunas cosas de aquel extraño encuentro: en la zona no tenía constancia
de que se hubiese instalado ninguna colmena y un escalofrío recorrió su cuerpo
cuando recordó que en ningún momento le había visto mover los labios durante la
agradable conversación que habían mantenido. No podía ser un sueño o una
alucinación porque allí delante de él estaba un extraño objeto: el sensor, como
le llamó aquel personaje.
Encuentro en la nave
Transcurridos varios días y a través de los sueños,
comenzó a obtener claves simbólicas que le condujeron a un encuentro físico con
esos seres. Sucedió un 22 de junio, en un paraje aislado, donde comenzó a
observar cómo en la estrellada noche destacaba una luz que fue agrandándose
hasta convertirse en un disco de dimensiones gigantescas y situarse justo
encima suyo. En esa nave mantuvo un encuentro con esos seres, unos terrestres,
según le aseguraron, y otros denominados Hermanos Mayores que le explicaron que
todo aquello obedecía a un plan: el futuro de nuestro Planeta y de la Humanidad
iba a pasar una serie de graves dificultades, todos ellos estaban involucrados
en un programa de ayuda al Planeta y necesitaban personas de la Tierra que
estuvieran dispuestas a intentar cambiar el rumbo de las cosas.
Baldomero acepto y recibió de manos de aquellos seres una serie de manuscritos -recopilados en un libro que contenían la historia de la Humanidad-. De esta manera, se lo contaba a su nieto Alberto, a quien pasó el testigo poco antes de fallecer: «Ahí estaba contenida la historia de la vida, el nacimiento del Planeta, de los hombres, de las civilizaciones que lo han poblado, pero, sobre todo, de lo que el hombre ha venido a hacer a este pequeño planeta. Ahí, Alberto, estaban contenidas muchas En definitiva, toda una filosofía de vida. Aquellos seres me dieron una clave para contactar con ellos y mantener comunicaciones telepáticas ».
Baldomero acepto y recibió de manos de aquellos seres una serie de manuscritos -recopilados en un libro que contenían la historia de la Humanidad-. De esta manera, se lo contaba a su nieto Alberto, a quien pasó el testigo poco antes de fallecer: «Ahí estaba contenida la historia de la vida, el nacimiento del Planeta, de los hombres, de las civilizaciones que lo han poblado, pero, sobre todo, de lo que el hombre ha venido a hacer a este pequeño planeta. Ahí, Alberto, estaban contenidas muchas En definitiva, toda una filosofía de vida. Aquellos seres me dieron una clave para contactar con ellos y mantener comunicaciones telepáticas ».
Esta resumida historia que acaban de leer la pueden
encontrar narrada con maestría en el libro 'Los Manuscritos de Geenom (I)'.
Para conocer los entresijos de estos sorprendentes hechos, hemos puesto rumbo a
la capital de España, donde residen dos de los fundadores del grupo Aztlán.
Luis Arribas y María del Pinar Merino |
Una novela muy real
Luis Arribas y María del Pinar Merino me reciben
con amabilidad en su propia casa. Les pregunto sobre la veracidad de los hechos
narrados anteriormente y esta es su respuesta: «Esa historia es novelada pero
tiene mucho de realidad, ya que el personaje Baldomero es una refundición de
dos abuelos de personas del grupo; uno de ellos poseía capacidades
extrasensoriales y el otro había mantenido comunicaciones con seres de otros
planetas». En el libro siguen narrando que después de leerse los manuscritos
comienzan a realizar pruebas de comunicación con esas entidades extraterrestres
con resultados positivos. Estas consisten en la práctica de la “Ouija”, la
psicografía y las inducciones telepáticas.
María del Pinar asegura que, efectivamente, hay
cuadernos y documentos escritos de esas comunicaciones con seres
extraterrestres heredados del abuelo y que, desde luego, ellos fueron los
primeros en cuestionarse la realidad del fenómeno, no en vano el nivel cultural
está fuera de toda duda ya que ella es Psicóloga y Luis es licenciado en
Economía. «Pasaron casi 17 años hasta que decidimos publicar en un libro
-continúa su explicación María del Pinar- el fruto de nuestra experiencia; el
primer año nos lo pasamos realizando pruebas de todo tipo para determinar la
realidad del fenómeno y, sobre todo, contrastábamos las informaciones que nos
llegaban. Lo curioso es que muchas de ellas aparecían tiempo después publicadas
en prensa como ha ocurrido con algunos descubrimientos científicos. Nosotros
siempre hemos preferido centrarnos en el mensaje, ya que la realidad del
fenómeno la tenemos perfectamente asumida, debido a nuestras experiencias».
……………………………………………………………………………………
UN ENCUENTRO DIFERENTE
Por primera vez el abuelo Baldomero levantó su
vista del fuego y se incorporó mirándome. Yo desde el sillón, le miraba con el
más vivo interés. No me sorprendían sus razonamientos ni nada de lo que me
estaba contando, ya habíamos hablado muchas veces de esas cosas. Yo conocía muy
bien la filosofía del abuelo, estaba asentada sobre unos pilares muy sólidos:
los de la experiencia. No tenía ante mi a un hombre que hablaba de las teorías
de tal o cual filósofo, sino a alguien que hablaba de sí mismo, de sus
procesos, de la resolución de sus dudas, alguien a quien su impulso
investigador, le había llevado a unas conclusiones de las que ahora hablaba con
claridad y con fuerza.
Sin embargo sí me sorprendía su actitud, yo
sospechaba que aquella no era una conversación como la de otras veces, algo en
la actitud del abuelo me hacía notar una especial trascendencia. Quise decirle
todo esto pero no pude.
Me dio miedo romper la emoción del momento y
únicamente le miré tratando de reflejar el calor y la admiración que sentía por
él.
Burón, provincia de León (España) |
El abuelo volvió a sentarse, pero esta vez frente a
mí. Con los codos apoyados sobre las rodillas y ambas manos rodeando la taza de
té de peña, de la que daba pequeños sorbos. Cada vez que hablaba con el abuelo
yo perdía totalmente la consciencia del tiempo, era un gran conversador y en
especial aquella noche una sensación muy peculiar de misterio flotaba en el
ambiente desde que comenzamos a hablar.
—He de decirte, como preámbulo, que si he llegado a algunas conclusiones no ha sido solo. He contado con la ayuda inestimable de seres que me han ido enseñando a encontrar lo auténtico de las cosas, que me han ayudado a decantarme y a decidir mi propia escala de valores.
Voy a contarte algunas cosas que seguramente te
sorprenderán. Por favor, escúchalas con atención y no te dejes guiar por la
primera impresión. Te lo digo por experiencia. Tómate tiempo para meditarlas.
Ya las comentaremos más adelante, si quieres.
Asentí.
—Hace mucho tiempo tuve un encuentro insólito,
una experiencia que al principio pareció una simple casualidad y que sin
embargo, a la vuelta de unos pocos meses, daría un giro trascendental a mi
vida.
Fue una mañana en que me dirigía hacia el
bosquecillo de hayas. Siempre que me encontraba aturdido o preocupado, o
simplemente necesitaba reflexionar a solas acudía a aquel lugar. Lo recordarás
porque hemos ido muchas veces juntos en los veranos que pasabas aquí. Allí,
entre las viejas hayas, había encontrado muchas respuestas, habían despertado
intuiciones que después, cuando llegaba el momento de ponerlas en práctica,
daban buenos resultados. Según mi costumbre caminaba con firmeza mirando
obstinadamente al suelo mientras apartaba la hojarasca caída durante el otoño.
Recuerdo que hacía frío. Estaba preocupado,
hacía varios días que las vacas estaban aquejadas de algún mal extraño. Había
examinado una y otra vez a los animales y a pesar de todos los síntomas no
había encontrado una solución que acabase con el problema. Había aplicado
diferentes remedios pero ninguno había sido lo suficientemente efectivo.
Como tú bien sabes, la mayor parte de las
familias de Burón dependían, por aquel entonces, del ganado. Que muriese algún
animal era algo grave, pues cada uno era el resultado de muchos sacrificios. Yo
lo sabía y, como veterinario, ponía el máximo empeño en ayudar a esas buenas
gentes.
De pronto me paré sorprendido. Al otro lado de
un pequeño claro del hayedo descubrí a un hombre que parecía examinar la
corteza de un gran haya. Vi que tenía un objeto metálico en las manos, pues un
tibio rayo de sol había reflejado un destello. Me acerqué intrigado. A esa hora
de la mañana nadie acostumbraba a visitar aquel solitario lugar. Los hombres
del pueblo estaban afanados en sus tareas y las mujeres en sus quehaceres
cotidianos, por eso era raro ver alguien por allí.
—Será un forastero —pensé mientras me
acercaba.
El hombre pareció notar mi presencia, pues se
volvió y dejó de manipular la corteza del árbol, quedándose allí, de pie,
esperando que yo llegara. A medida que iba aproximándome reparé en la extraña
ropa de aquel personaje. Vestía una especie de traje de una pieza que le cubría
desde los pies hasta el cuello, era de una tela muy blanca. Cuando estuve más
cerca me di cuenta de que algo colgaba de su cinturón. Era una especie de
escafandra con un visor de cristal; realmente era un atuendo poco usual. Pensé
que debía tratarse de un apicultor.
Me sentí muy satisfecho con mi razonamiento al
tiempo que apresuraba el paso, deseoso de encontrarme con aquel hombre.
Me detuve a unos pasos de él, notando cómo unos
ojos verdes y límpidos se quedaban fijos en los míos. Un escalofrío de emoción
me recorrió la espina dorsal. Al llegar frente al forastero su figura pareció
aún más imponente. Era un hombre alto y delgado, con facciones bien dibujadas y
la serenidad reflejada en el rostro, de piel muy blanca y pelo rubio.
Recuerdo que bajé instintivamente la mirada
hasta encontrarme con las manos del desconocido, esperando que éste hiciera
algún ademán de saludo, pero el hombre no se movió. Una de sus manos sostenía
una especie de regla o varilla metálica con la que había estado hurgando en la
corteza del árbol.
Jamás olvidaría aquellas manos. Eran increíblemente
blancas, de dedos largos y rectos. Al principio llegué a pensar que llevaba
guantes pero después, al fijarme más detenidamente, observé que no era así.
Cuando alcé los ojos me encontré nuevamente con su mirada.
Sin saber muy bien por qué sentí que ante
aquellos ojos mis recelos se desvanecían y que una sensación de tranquilidad me
invadía, anulando definitivamente la inquietud y extrañeza que en un primer
momento me habían dominado. En realidad no fue en ese momento cuando me di
cuenta de estos detalles, sino varías horas después cuando reviví la escena y
traté de encontrar explicación a algunas piezas que no encajaban.
Nunca podré explicar muy bien los siguientes
instantes, sólo que al cabo de algunos minutos había ya entablado con aquel
desconocido una animada charla. Sin saber muy bien cómo me encontré contándole
mis preocupaciones sobre la extraña enfermedad del ganado.
El parecía tener un gran conocimiento sobre
hierbas y sus propiedades curativas. Hablamos largo rato acerca de los beneficios
de tal o cual hierba y sobre otros temas que días más tarde fueron tomando la
importancia debida.
Finalmente me aconsejó que suministrara a las
vacas un cocimiento a base de mezcla de varías raíces, hierbas y cortezas de
árboles. Fue una charla agradable y el tiempo pasó volando. El sol ya estaba en
su cénit. Como si tomase consciencia de la realidad en aquel mismo instante, me
despedí del desconocido y a toda prisa volví a casa. Mientras preparaba el
cocimiento de hierbas me di cuenta de que ni siquiera le había preguntado su
nombre. Lamenté mi olvido pero no me preocupó demasiado pensando que ya tendría
más oportunidades de hablar con mi nuevo amigo y seguir intercambiando
experiencias y conocimientos.
Al cabo de algunas horas las vacas afectadas empezaban
a mostrar los primeros síntomas de recuperación y las terneras más jóvenes
tomaban ya alimento. Había sido una larga noche y un largo día también.
Empezaba a anochecer y el cansancio por la tensión sufrida en las últimas horas
comenzaba a dejarse notar.
Cuando por fin, ya en casa, apoyé la cabeza en
la almohada y relajé mi mente, empezaron a aflorarme dudas y preguntas. Las
deseché sin contemplaciones deseoso de enganchar ese sueño reparador que tanto necesitaba.
Ya tendría tiempo al día siguiente de pensar.
La mañana amaneció húmeda y plateada. Una lluvia
persistente proporcionaba un brillo singular a los tejados y las calles. Aquel
día no tenía ningún aviso pendiente salvo ir al matadero a última hora de la
tarde, decidí quedarme en casa ordenando papeles. Cogí el maletín y empecé a
hacer un rápido inventario del contenido con la intención de reponer lo que
faltase. Fui dejando en la mesa el instrumental, varios frascos de cristal de
diferentes tamaños, el cuaderno de notas y recetas... De pronto me paré
sorprendido. En el fondo del maletín un objeto redondo brillaba. Lo cogí y lo
acerqué a la luz del flexo que iluminaba mi mesa de trabajo.
— ¿De dónde ha salido esto? —Me pregunté
extrañado. A punto estaba de llamar a la abuela para preguntarle, cuando
comencé a recordar... Como entre una neblina apareció en mi mente el recuerdo
del extraño encuentro que la mañana anterior había vivido en el viejo hayedo...
—¡Aquel hombre! —exclamé en voz alta—
sí, él me lo dio.
Un tropel de recuerdos se amontonaba en mi mente
y eso era algo que me ponía muy nervioso. Respiré profundamente y me senté
junto al ventanal sin dejar de mirar aquel medallón de metal plateado. Tenía
unos extraños dibujos haciendo una especie de espiral; era bastante ligero y
colgaba de una cadena. Le di varias vueltas pero no había ninguna inscripción.
De forma ordenada, empecé a rememorar la escena.
Recordé al extraño individuo y la sorpresa y
curiosidad que me causó verle allí, vestido de aquella forma. Le había tomado
por un apicultor, pero... ni en el hayedo, ni en las proximidades había
instalada ninguna colmena. Yo conocía bien la zona y lo sabía con certeza.
—Tal vez hayan puesto alguna en estos últimos
días —pensé sin demasiada convicción. En el pueblo todo se sabía en
seguida, y yo no había oído ningún comentario al respecto.
Seguí cavilando sobre las posibles razones de la
presencia de aquel hombre en el hayedo.
—El caso es que cuando pensé que era un
apicultor la idea me pareció lógica. De cualquier modo, podía haberle
preguntado para salir de dudas.
Recuerdo que pensé en ello, pero se me olvidó en
seguida. Tal vez fue mipropia preocupación, estaba pensando en otras cosas —me
justifiqué algo incómodo conmigo mismo, mientras daba vueltas al medallón
buscando una y otra vez alguna señal de algún tipo.
Aquel hombre me inspiró confianza. Por eso a los
pocos minutos estaba hablando con él como si le conociese de antes. Pero,
¿hablando? Yo sí hablaba, pero ahora recuerdo su cara fija como una fotografía.
¡El no despegó los labios! —terminé en un diálogo conmigo mismo, dando
un respingo en el asiento al darme cuenta de lo que acababa de decir.
Sin embargo, yo oía con claridad las respuestas
a mis preguntas. Se estableció un diálogo entre nosotros. ¿Lo habré soñado todo
o habrá sido una alucinación producto del cansancio o la preocupación del
momento? —me preguntaba una y otra vez mientras una cierta desazón me
invadía—. No puede ser una alucinación. Tengo aquí el medallón, el
«sensor» como lo llamó él.
Me explicó que se trataba de un receptor de
energía y que además tenía la facultad de potenciar la que tenemos los seres
humanos.
Ahora recuerdo cómo aquel hombre me lo entregó.
Lo llevaba colgado de su cuello y muy despacio se lo quitó y lo puso en mis
manos. Me di cuenta de que al rememorar la escena las imágenes pasaban ante mis
ojos como una película, recordando hasta los más pequeños detalles que antes me
habían pasado desapercibidos.
A partir de ahí no recordaba nada más. La
siguiente vez que había visto ese «sensor» había sido en el fondo del maletín.
¿Cómo había llegado allí? Seguramente lo había puesto yo mismo, pero ¿cuándo?
No recordaba en absoluto haberlo hecho.
Me mordí el labio. Me molestaba dejar cabos
sueltos pero por más que ahondaba en mi memoria, no lograba ningún resultado
para resolver el enigma del medallón. Finalmente decidí seguir avanzando. Instintivamente
me acerqué a la mesa y, sacando unos folios en blanco, comencé a escribir.
Había demasiados descubrimientos, demasiadas ideas revueltas en mi cabeza y
necesitaba ordenar los pensamientos. No comprendía muy bien el alcance de la
experiencia que había vivido, pero algo en mi interior me decía que había sido muy
importante y que debía reflejar punto por punto mis percepciones ahora que aún
estaban frescas en la memoria.
Así fui rellenando folios y folios describiendo
al individuo. Me sorprendí al recordar hasta los más mínimos detalles sobre la
fisonomía de aquel hombre, como si los tuviese grabados en mi cerebro y
estuviese mirando una fotografía. Incluso hice varios dibujos, uno del rostro y
otro de cuerpo entero.
Recordé el extraño símbolo que el desconocido
llevaba impreso sobre su traje blanco en el centro del pecho. Era un círculo
cruzado por una línea transversal inclinada.
Escribí varias notas sobre recetas naturales, fórmulas curativas aprovechando los recursos de la tierra y también algo que me había interesado desde que ingresara en una Orden Hermética en mis tiempos de estudiante: el descubrimiento y manejo de las energías, sobre todo de la energía del hombre.
Escribí varias notas sobre recetas naturales, fórmulas curativas aprovechando los recursos de la tierra y también algo que me había interesado desde que ingresara en una Orden Hermética en mis tiempos de estudiante: el descubrimiento y manejo de las energías, sobre todo de la energía del hombre.
Escribía deprisa, como si temiese que de un
momento a otro todo fuese a desaparecer de mi cabeza. Más tarde me preocuparía
de buscar los porqués, pero ahora sólo deseaba agrupar toda la información que
pudiese sobre el suceso. Una y otra vez miraba aquel «sensor» que era la prueba
evidente para mí de que no había sido un sueño, de que en verdad aquello había sucedido.
Cuando por fin levanté la cabeza de los papeles
era ya mediodía. Pensé rápidamente en acercarme al hayedo.
—¿Cómo no se me ha ocurrido antes? A lo mejor
vuelve por allí, o quizá encuentre algún indicio de su presencia.
No lo pensé dos veces. Salí de la casa como una
exhalación y a toda carrera me dirigí hacia el bosquecillo. Una bruma pegajosa
se había adueñado de aquel lugar. Hacía frío pero no lo sentí. Sólo quería
llegar cuanto antes al claro. Me detuve reconociendo el lugar. Sí, allí había
sido.
Caminé despacio hacia el haya vieja donde había
tenido tan particular encuentro, tratando de recuperar el aliento. Miraba
alrededor esperando encontrar algo. Pero aquel lugar, como de costumbre, estaba
totalmente solitario, ni siquiera los pájaros cantaban a esas horas. La lluvia
y la niebla, o quizá el haber sido testigos de algún hecho extraordinario, les
había hecho enmudecer.
Sacudí la cabeza pensando que eso ya eran
desvaríos. Un par de pasos más y ya estaba junto al tronco. Con dedos
temblorosos rocé la corteza del árbol. Allí, tal y como esperaba había una
profunda hendidura, la corteza había sido raspada. Sí, era cierto, alguien se
había llevado un trozo, ¿una muestra?
No sabía si alegrarme por el hallazgo. Se
entremezclaban por un lado la decepción de no encontrar más pruebas del suceso
y por el otro la comprobación una vez más de que yo había estado allí con
alguien.
Caminé en amplios círculos buscando afanosamente
alguna prueba, algún objeto, algo raro que no estuviera antes en el bosque,
pero todo fue inútil. Tampoco hallé resto alguno de colmenas por allí, aunque
eso ya lo daba por sentado.
Sentí frío. Con las prisas había salido de la
casa en mangas de camisa y la temperatura era bastante baja. Hundí las manos en
los bolsillos y a paso rápido me dirigí de nuevo hacia el pueblo.
En días sucesivos y obedeciendo a un impulso
interno, me sentaba ante la mesa del despacho y pasaba varías horas escribiendo
mis recuerdos de aquel día. Era como si, en alguna parte de mi cerebro tuviese
almacenada información y que por algún extraño mecanismo esa información fuera
saliendo progresivamente al exterior...
Aquel encuentro me dejó bastante inquieto. No tenía
todas las piezas del rompecabezas y eso me disgustaba. Continuamente me
sorprendía tratando de encontrar explicaciones a los hechos. Miraba una y otra
vez aquel extraño medallón sin encontrar ninguna pista.
Con el paso de los días las cosas se fueron reposando
y comencé a soñar deforma asidua con una serie de escenas y lugares que se
repetían una vez y otra. Me veía volando a gran velocidad por encima de un
paisaje montañoso, pasando muy cerca de las copas de los árboles y los picachos
de los montes.
Durante el sueño tenía la sensación de que debía
ir a algún sitio, pero en lugar de eso daba vueltas y vueltas sobre el mismo
sector del terreno. No lograba reconocer el lugar pues la velocidad me impedía
distinguir el paisaje con nitidez. Era como si pasaran una película ante mis
ojos a gran velocidad.
Durante varios días estuve inquieto. Allí debía
haber algo que me atraía poderosamente, pero ¿qué era? Al despertar siempre me
quedaba la sensación de que no había logrado el objetivo.
Una noche, antes de dormirme, concentré mi
pensamiento cuanto pude en una sola idea: si volvía a soñar lo mismo
descendería hasta ver el lugar donde me encontraba. Hasta que el sueño me
venció martilleé mi cerebro una y otra vez con ese único pensamiento.
De pronto me vi como protagonista de mi propio
sueño. Como en ocasiones anteriores, allá abajo podía ver los picachos blancos
con las últimas nieves del invierno. Reinaba la luz del atardecer y el sol
teñía de tonos violetas los bosques y las montañas.
Las piedras blancas de los impresionantes
farallones de los Picos de Europa resplandecían, erigiéndose como gigantes
plateados al recibir los últimos rayos del sol.
Tardé un poco en darme cuenta de que estaba
volando despacio. ¡Había reconocido las montañas! Efectivamente, podía contemplar
a placer el paisaje porque me deslizaba como una pluma dejándose mecer por una
suave brisa.
Valle de Valdeón, provincia de León (España) |
Al instante reconocí aquellos parajes. Desde mi
altura, el Valle de Valdeón dejaba ver toda su belleza. Me sentía libre y
henchido de maravillosas sensaciones. Sabía que estaba soñando y quería vivir
el sueño con toda intensidad. Parecía como si el tiempo y el mundo se hubiesen detenido.
Todo era quietud, hasta el discurrir rápido del río parecía amortiguar su
murmullo para no romper aquella paz.
De pronto me vi envuelto en un torbellino. Giré a gran velocidad como en una especie de espiral. Me di cuenta en seguida de que ya no estaba en el mismo lugar. El sueño había cambiado repentinamente y me encontré de cara al firmamento. Un cielo oscuro tachonado con miles de estrellas me hizo sentir un extraño vacío en el estómago perdido en aquella inmensidad. El horizonte de 180 grados a mi alrededor me causó una profunda impresión y los ojos se me humedecieron.
De pronto me vi envuelto en un torbellino. Giré a gran velocidad como en una especie de espiral. Me di cuenta en seguida de que ya no estaba en el mismo lugar. El sueño había cambiado repentinamente y me encontré de cara al firmamento. Un cielo oscuro tachonado con miles de estrellas me hizo sentir un extraño vacío en el estómago perdido en aquella inmensidad. El horizonte de 180 grados a mi alrededor me causó una profunda impresión y los ojos se me humedecieron.
Al cabo de unos segundos un grupo de estrellas
llamaron poderosamente mi atención. Formaban una especie de amplia
circunferencia y dentro parecía estar contenido un triángulo isósceles dividido
por la mitad. Conté, sin saber muy bien por qué, las estrellas de cada uno de
los lados del triángulo.
Me parecía estar ante un jeroglífico que debía
descifrar. No encontré relación alguna entre los números que salían de la suma
de aquel conjunto de estrellas.
De pronto el firmamento se volvió negro y las
estrellas desaparecieron. Fue una impresión tan fuerte que me encontré
repentinamente sentado en la cama, inmerso en la oscuridad del dormitorio.
Hasta varios segundos después no comprendí que todo había sido un sueño y que
había terminado bruscamente, sin darme tiempo a reaccionar.
A la mañana siguiente, mientras trabajaba en el
despacho, me sorprendí reproduciendo el dibujo geométrico que había visto en mi
sueño tratando de hallar alguna relación.
Hice varios dibujos hasta que uno de ellos me
pareció una fiel réplica de la imagen que había visto en sueños. Coloqué los
números resultantes de la suma de los lados del triángulo y puse unos números
de forma inconsciente.
De manera instintiva comencé a dar vueltas a
aquella secuencia de números y al final llegué a la conclusión de que se podía
tratar de una fecha: 22/6.
Estuve varias semanas dándole vueltas al tema.
Discurría el mes de mayo y aquella fecha se acercaba sin que yo tuviera claro
si estaba volviéndome loco buscando explicaciones y misterios donde no los
había o si, por el contrario, aquello tenía una cierta lógica. Tenía muchas
dudas y en ocasiones evitaba conscientemente pensar en el tema, pero era algo
que me obsesionaba.
Un buen día, consultando unos antiguos mapas de
la zona, me fijé con detenimiento en el Valle de Valdeón. Siguiendo el curso
del río se llegaba a unas praderas de forma circular que la gente de por allí
conocía por Corona.
Yo tenía señalados varios invernales... —al
ver mi gesto interrogante por ignorancia, aclaró— los invernales son unas
cabañas de piedra donde se guarda el ganado y los pastos durante el invierno.
Curiosamente esas construcciones formaban un círculo. Una imagen se quedó
grabada en mi retina; busqué rápidamente el dibujo de las estrellas, intenté
colocarlo de varias formas y finalmente comprobé que haciendo coincidir el vértice
superior del triángulo con una pequeña ermita, el resto de las estrellas
encajaban perfectamente con la posición de los invernales.
¿Sería aquella la clave? ¿Era ese el lugar?¿Qué
había allí? Había estado durante tantos días sin entender nada que ahora, ante
la posibilidad de haber resuelto el enigma, tenía que contenerme para no salir
corriendo hacia Corona.
El siguiente fin de semana viajé hasta allí.
Estaba emocionado. Reconocí el lugar al que había ido en más de una ocasión. Recorrí
palmo a palmo el terreno. Con mi dibujo en la mano verifiqué la distribución
del lugar y comprobé que era una fiel réplica en cuanto a proporciones y
medidas de aquel lugar. Busqué algún indicio de algo extraño, algo que no
encajara en aquel ambiente. No era fácil pues no sabía lo que buscaba en
realidad. Al cabo de un rato de dar vueltas y vueltas desistí decepcionado.
Aquello no me conducía a nada.
Volví malhumorado por haber puesto demasiadas
esperanzas en un par de coincidencias que en el mejor de los casos podían ser
meras especulaciones alentadas por mi imaginación. Durante el camino de regreso
recapacité y volví a pensar en lo curioso de esas coincidencias.
Fue en aquel momento cuando decidí quemar mi último cartucho. Dentro de unas semanas sería 22 de Junio. Yo estaría en ese lugar ese día. Si no ocurría algo me prometí a mí mismo olvidar el asunto. Una vez tomada esta decisión me quedé más tranquilo. El tiempo que me separaba de aquella fecha pasó muy rápido. Recuerdo que la víspera preparé mi mochila como un ritual y me encaminé hacia Corona decidido a acampar allí esa noche. El día transcurrió muy despacio.
Fue en aquel momento cuando decidí quemar mi último cartucho. Dentro de unas semanas sería 22 de Junio. Yo estaría en ese lugar ese día. Si no ocurría algo me prometí a mí mismo olvidar el asunto. Una vez tomada esta decisión me quedé más tranquilo. El tiempo que me separaba de aquella fecha pasó muy rápido. Recuerdo que la víspera preparé mi mochila como un ritual y me encaminé hacia Corona decidido a acampar allí esa noche. El día transcurrió muy despacio.
Encontré algunos aldeanos de Cordiñanes, el
pueblo más cercano, que segaban los pastos ya altos por aquellas fechas.
Aproveché la jornada para recolectar hierbas, hice una buena provisión de tila
y otras plantas que yo utilizaba a menudo. Un día claro y despejado hacía
prever una noche diáfana. Poco a poco la oscuridad fue cayendo sobre el lugar.
Había una hermosa luna que bañaba de plata la pradera, —¡Qué bien se
está aquí! —pensé disfrutando del momento.
Me tumbé sobre una manta y cara al cielo paseé
mi mirada por las múltiples lucecitas que parpadeaban inquietas. No sé cuánto
tiempo pasó, pero de pronto tuve una extraña sensación. No pude ver nada pero
percibí cómo los mil ruidos de la noche desaparecían. El silencio era absoluto.
Me incorporé sobre los codos pensando que tal vez algún lobo se estaba acercando.
Mientras aguzaba el oído comencé a percibir un ligerísimo zumbido muy lejano.
Intenté averiguar de dónde provenía y al darme la vuelta hacia el Este, noté
cómo una luz, al principio pequeña como una estrella, iba moviéndose y
agrandándose más y más. Había aparecido por detrás de las montañas, en el lado
opuesto a la luna que ya se había ocultado.
Cordiñanes, León |
Me puse de pie sin apartar los ojos de aquella
luz que continuaba aumentando de tamaño, acercándose de forma constante. Antes
de que me diera cuenta tenía sobre mi cabeza un disco de dimensiones
gigantescas.
UN VIAJE INCREÍBLE
La aceleración de mi pulso en aquel momento
debió sobrepasar todos los límites. Oía los latidos de mi corazón con más
intensidad que el leve zumbido que se escapaba de aquel artefacto luminoso.
La visión de aquella enorme máquina me dejó
boquiabierto y paralizado. Estaba tan asustado que ni siquiera podía moverme.
Sin ninguna duda aquella fue la impresión más fuerte de mi vida.
De repente, sin saber cómo, me vi envuelto en
una especie de pompa de jabón gigantesca. En ese momento perdí la consciencia y
me sentí flotar y elevarme suavemente.
Cuando abrí los ojos me encontré recostado sobre
una especie de sillón esponjoso. Con la vista todavía nublada, parpadeé varias
veces tratando de acostumbrarme a la luminosidad que reinaba en aquel lugar.
Muchas veces había leído que ante experiencias insólitas de viajes a extraños
lugares los protagonistas siempre se preguntaban: ¿me habré muerto? Yo me había
reído de esas expresiones pensando que eran ridículas. Te aseguro que en aquel momento
la posibilidad de estar muerto fue lo primero que me cruzó por la cabeza.
Descubrí un destello luminoso frente a mí y me
froté los ojos. Al retirar mis manos vi un medallón exactamente igual al que yo
había recibido del «apicultor». Al alzar la vista vi que pendía del cuello de
un hombre joven, de unos 30 años, moreno, que estaba ligeramente inclinado
sobre mí, observándome.
—Bienvenido.
La voz del desconocido sonaba suave y armoniosa.
Me incorporé, abrí la boca dispuesto a responder al saludo pero en vez de eso
un montón de atropelladas preguntas salieron incontenibles.
El desconocido sonrió y me pidió con un gesto
que tuviera paciencia.
—Tranquilízate Baldomero. No te ha ocurrido nada
y nada te ocurrirá. En seguida vendrán a explicarte el motivo de tu presencia.
No obstante, te diré que yo estoy aquí como intermediario. Como tú, soy un
hombre de la Tierra. Un día emprendí un largo viaje para servir de apoyo a una
Misión de ayuda a nuestro planeta. Como yo hay bastantes personas en distintos
lugares del Sistema Solar que están colaborando con los Hermanos Mayores para ayudarles
a llevar a cabo su tarea.
Apenas entendí lo que me quería decir sobre
misiones, terrestres y Hermanos Mayores.
—¿Tú eres de la Tierra? —pregunté
asombrado, mirando el entorno que le rodeaba.
—Así es, aunque ahora no vivo en ella —respondió
con tranquilidad el desconocido— mi nombre es Jon.
—Pero... no entiendo nada, ¿cómo puedes ser
terrestre y viajar en este aparato?, ¿y qué es eso de la Misión?, ¿quiénes son
los Hermanos Mayores?, ¿por qué me habéis traído aquí?, ¿qué tengo yo que ver
en todo esto?
—Ten un poco de calma, por favor—insistió
Jon— no te inquietes; no va a ocurrirte nada. Si tienes paciencia
entenderás en seguida de qué se trata todo esto. Comprendo que estés asustado y
sorprendido, pero ten confianza y no te preocupes; nadie te va a causar mal
alguno.
Poco a poco la seguridad y el aplomo de Jon y
sobre todo su voz tranquila y serena me fueron infundiendo confianza. Mi
cerebro funcionaba a toda velocidad. Me parecía un sueño lo que estaba
viviendo, pero no, no lo era; allí, frente a mí estaba Jon tan real como yo
mismo, mirándome y sonriendo como si esperase a alguien, y allí estaba yo;
podía moverme, tenía tacto y vista, estaba vivo y consciente de cuanto me
rodeaba.
Miré alrededor. Por primera vez me fijé con
detenimiento en el lugar en que me encontraba. Era una amplia sala abovedada en
la que no había ángulos o aristas; todas las formas eran suavemente
redondeadas. Las paredes, de color marfil, permitían que a través de ellas se
filtrase una luz blanco-azulada. No vi ninguna abertura de ventanas o puertas.
En el centro de la estancia había una gran mesa circular sobre la que pendía
una esfera multifacética. Alrededor de la mesa pude contar siete sillas del
mismo material que el sillón donde yo me encontraba. Tenían apariencia
metálica, sin embargo su tacto era suave y esponjoso.
A la izquierda pude ver una serie de paneles y pantallas con gráficos en continuo movimiento. Una gran pantalla central permitía ver indistintamente el firmamento estrellado y la Tierra a gran altura. Podía distinguir claramente Europa, África y parte de Asia Occidental, aunque no totalmente, pues las masas de nubes cubrían parte de la superficie del planeta. Una sensación de miedo me recorrió la espina dorsal poniendo erizado todo el vello de mi piel. ¡Estábamos en el espacio!, ¡pero eso era imposible! Nadie había conseguido subir tan arriba. Me fijé en la pantalla tratando de descubrir si se trataba tan sólo de una fotografía.
A la izquierda pude ver una serie de paneles y pantallas con gráficos en continuo movimiento. Una gran pantalla central permitía ver indistintamente el firmamento estrellado y la Tierra a gran altura. Podía distinguir claramente Europa, África y parte de Asia Occidental, aunque no totalmente, pues las masas de nubes cubrían parte de la superficie del planeta. Una sensación de miedo me recorrió la espina dorsal poniendo erizado todo el vello de mi piel. ¡Estábamos en el espacio!, ¡pero eso era imposible! Nadie había conseguido subir tan arriba. Me fijé en la pantalla tratando de descubrir si se trataba tan sólo de una fotografía.
Como si adivinara mis pensamientos, Jon me dijo:
—Hemos tenido que ascender para no ser
descubiertos y no provocar trastornos;
queremos pasar desapercibidos —explicó.
—¿De qué planeta vienes? —le pregunté.
—Vivimos en un satélite del planeta Júpiter
llamado Ganímedes — respondió Jon, dispuesto a satisfacer mi curiosidad.
—Jon, —me sorprendí llamándole por su
nombre— yo tengo un medallón igual al que tú llevas. Me lo entregó un
hombre extraño que encontré por casualidad hace algún tiempo ¿qué es
exactamente y para qué sirve?
Jon tocó el medallón con sus dedos.
—Se trata de un «sensor», un acumulador de
energías. Llevándolo sobre el plexo solar concentra una serie de energías
beneficiosas para el cuerpo y la mente, sobre todo a determinadas horas del día
y de la noche.
Iba a preguntarle más cosas sobre ese «sensor»
pero él continuó hablando.
—Algunos hermanos tienen la responsabilidad de
recoger muestras de la flora y fauna del planeta. Sabemos de tu encuentro y
desde entonces hemos observado con interés tus procesos hasta el día de hoy.
—¿Quieres decir que todo ese asunto de los
sueños y las claves, de las estrellas, del jeroglífico, ha sido provocado por
ti? —le pregunté molesto ante la idea de que alguien pudiera estar
manipulando mi mente.
—No, no he sido yo. Sólo soy un terrestre como
tú y no tengo poder para comunicarme mentalmente. Los Hermanos Mayores te han
inducido telepáticamente una serie de imágenes y sueños con el único propósito
de que este encuentro tuviera lugar, pero eso no ha interferido en tu libre
albedrío, si es eso lo que te preocupa Los Hermanos Mayores son seres humanos
de mayor grado de evolución. Su tasa vibratoria es muy elevada y su
conocimiento y dominio de la mente está a años luz del nuestro. Ellos pueden
transmitir y recibir mensajes telepáticos incluso de un planeta a otro.
—¿Quiénes son esos Hermanos Mayores? —pregunté
intrigado.
—Son hombres parecidos a nosotros físicamente.
Pronto vendrá uno de ellos para explicarte el objeto de tu presencia aquí
Nuevamente tuve que tragar saliva y pasarme la
mano por la frente para no dudar de lo que estaba viviendo. Era real y me
estaba ocurriendo a mí.
Pensé en ello y después comprendí que mi
aparente tranquilidad era consecuencia de no saber calibrar el alcance de la
experiencia. O tal vez fuera la tranquilidad de Jon, o la paz que se respiraba
en aquel lugar, o la profundidad del espacio que rodeaba a la nave. Lo cierto
es que al poco de estar allí ya no tenía miedo y confiaba en aquel hombre de
mirada tranquilizadora.
Vestía un traje muy similar al de mi amigo el
«apicultor», aunque no llevaba escafandra. Tenía los ojos pardos y al hablar,
su acento delataba su ascendencia vasca.
Estaba enfrascado en estos pensamientos cuando,
por el cambio de expresión de Jon, me di cuenta de que algo estaba sucediendo a
mi espalda. Giré en redondo y siguiendo la dirección de su mirada me encontré
con que una puerta corredera se había abierto y tres hombres habían hecho su aparición.
Me quedé bastante sorprendido. Al principio pensé que eran iguales los tres,
después al fijarme con más detenimiento, noté algunas diferencias. Su estatura,
peso y formas físicas eran, yo diría que idénticas. Sus cabellos rubios y algo
largos tenían el mismo color, su piel y el color de sus ojos también. No
obstante, tenían rasgos que les diferenciaban ligeramente.
Eran bastante altos, yo diría que sobrepasaban
los dos metros, pero perfectamente proporcionados. Todos ellos vestían traje
blanco de una sola pieza y en el pecho lucían un escudo con una especie de
dibujo de un planeta cruzado por una línea transversal, parecido a las
representaciones que hacemos de Saturno, en seguida reconocí que era
exactamente igual al del «apicultor».
Cuando entraron en la sala y la puerta se cerró
tras ellos sentí un escalofrío. De inmediato me di cuenta de que eran
diferentes a nosotros, de que ante Jon yo no había tenido en ningún momento esa
sensación que me recorría la espina dorsal, haciendo que todos mis sentidos estuvieran
alerta. En seguida pensé que esos seres no eran de la Tierra. Mi cerebro
luchaba por ordenar el cúmulo de sensaciones que me embargaban. Pero
curiosamente no sentí miedo, sino emoción.
Ganimedes |
—Baldomero, estos son tres hombres de Ganímedes
que han colaborado conmigo trayéndonos en su nave y que ahora nos ayudarán para
recibir a nuestro Hermano Mayor.
Me dirigieron una leve inclinación de cabeza y
dentro de mí pude percibir tres saludos distintos provenientes de cada uno de
ellos. Sin embargo, ninguno de los tres despegó los labios. Únicamente
mostraron una leve sonrisa.
Miré a Jon y éste debió notar mi asombro, porque
inmediatamente explicó:
—Ellos están un peldaño por encima de nosotros
en la escala de la evolución y tienen dominio de la telepatía, por eso pueden
llegar a comunicarse mentalmente contigo.
Les observé increíblemente tranquilo. Aquellos
hombres irradiaban paz, pero la situación no dejaba de ser lo suficientemente
extraña como para asombrarme. En el suelo del extremo opuesto al que nos
encontrábamos se produjo una abertura circular como de 3 metros de diámetro,
por la que emergió de un piso inferior un extraño artefacto. Se trataba de un
círculo metálico que tenía a ambos lados, enfrentándose, como dos pantallas
cóncavas de unos 2 metros de altura por 1 de anchura. Del centro geométrico de
cada pantalla salía una especie de antena. Parecían radares rectangulares.
Detrás de cada pantalla había un complejo cuadro de mandos con muchos botones luminosos.
—Vamos a prepararnos —dijo Jon mientras
me invitaba a ponerme de pie—. Antes quiero explicarte algo. Este ser
que ahora vas a ver está muy evolucionado; de hecho se encuentra un peldaño más
arriba que estos otros que nos ayudan, es decir, está dos escalones por encima
de ti y de mí. La diferencia de vibración entre él y nosotros es tan grande que
no podemos, sin preparación previa, soportar su presencia. Desgraciadamente no
tenemos tiempo para esa preparación, por eso él va a venir hasta aquí en
proyección energética, en una energía que nosotros llamamos astral. Gracias a
la avanzada tecnología de esta nave podremos visualizarle bajo esa especie de arco
energético que está situado sobre la plataforma circular que actuará como lente
receptora o condensadora de energía. Veremos una imagen energética en tres
dimensiones pero tan real como tú y como yo. ¿Me comprendes?
A pesar de no haberme enterado muy bien de las
explicaciones asentí, moviendo la cabeza arriba y abajo. La verdad es que ya no
me cabía mayor asombro y estaba, por momentos, mas ansioso de ver a aquel ser.
Los tres hombres dejaron de manipular sobre los
paneles de cada pantalla y se dirigieron hacia nosotros hasta quedar a nuestro
lado. Todos estábamos a la misma distancia del aparato. El hombre que estaba en
el centro de los otros dos nos dirigió una mirada y su pensamiento nos llegó
con claridad:
—Vamos a concentrar nuestras mentes e intentemos
al unísono emitir la llamada.
Todos cerraron los ojos e inclinaron ligeramente
la cabeza. Yo hice lo mismo y apenas cerré los ojos percibí un sonido mantenido
y armonioso en mi cerebro, emitido por los allí presentes:
—¡OOOOOOOMMMMMMMMMMMM...!
Era un sonido que yo conocía bien por las
enseñanzas de la Orden, un mantra, como dicen los orientales, que se podía
utilizar con dos fines: para armonizar la mente o para emitir una llamada a
entidades superiores. Sin embargo en aquella sala tuvo una vibración especial
que se extendió por toda la estancia, impregnando cada partícula del aire. Tal
vez fuera por estar en medio del espacio o porque aquellos hombres eran capaces
de emitir una gran armonía, lo cierto es que a pesar de que yo había repetido
ese sonido muchas veces, nunca había sentido a nivel físico lo que en aquellos
segundos pude sentir: el discurrir de la sangre por mis venas, el circular del
aire por mis pulmones y todas mis células llenas de vida. Al mismo tiempo, una
luz de color verde eléctrico parecía inundar el interior de mi cabeza e
intentaba escapar a través de mis párpados cerrados.
De pronto aquella vibración cesó y el color
verde desapareció. Abrí los ojos sorprendido y me quedé mudo por el asombro.
Ante nosotros y bajo ese arco energético, la figura imponente de un hombre muy
alto se estaba terminando de formar. Me quedé sobrecogido. Era un ser
resplandeciente; toda su imagen desprendía luz. Sus cabellos plateados le
rozaban los hombros. Sobre el pecho lucía un emblema que consistía en un
círculo dentro del cual había un triángulo invertido. Desde sus hombros se
deslizaba una capa blanca que llegaba hasta el suelo. Sus ojos, de un azul
intensísimo, destacaban sobre su piel increíblemente blanca.
No pude por menos que parpadear, turbado ante
esa mirada limpia y clara La sensación de algo grande me embargaba y me henchía
el pecho hasta sentir que me iba a estallar. Una especie de energía intensa nos
envolvió a todos los presentes, una energía especial que producía un sentimiento
de hermandad y amor. Me sentía inundado por sentimientos que no podría explicar
hasta varios meses después.
Una voz clara y segura resonó en mi interior:
—Gracias, hermanos, por vuestra colaboración.
Después dirigió su mirada hacia mí y, tras una
leve pausa prosiguió.
—Baldomero, por favor escucha con atención; mi
mensaje va dirigido especialmente a ti.
Me sentí como un niño pequeño ante alguien muy
superior en todos los sentidos y sólo pude tragar saliva y parpadear en señal
de asentimiento.
Durante un buen rato, no podría precisar cuanto,
aquel hombre habló fundamentalmente del futuro de nuestra humanidad y del
planeta. Nuestro mundo iba a pasar por una serie de graves dificultades y
parecía que los hombres de la Tierra no estábamos preparados para afrontarlas.
Ese hombre, y otros muchos, estaban involucrados
en programas de ayuda a nuestro planeta, y para llevarlos a cabo necesitaban
personas de la Tierra que estuvieran dispuestas a intentar cambiar el rumbo de
las cosas.
El abuelo inspiró profundamente y los ojos se le
humedecieron por la emoción. El recuerdo de aquella escena hacía revivir
sentimientos que surgían de lo más profundo de su ser. Su voz vibraba mientras
narraba con voz lenta y ronca aquellas vivencias ocurridas hacía tantos años.
Se abstraía y, mirando las llamas, parecía revivir mentalmente cuanto estaba
contando.
Yo permanecía mudo por el asombro y por la emoción
de aquel momento. Quería respetar el ritmo del abuelo, sus silencios, sus
pausas. Me daba cuenta de que aquel hombre estaba abriéndome su corazón y
depositaba en mí una confianza que no había tenido en nadie. Mil preguntas se atropellaban
en mi cerebro, pero callé a la espera de que él continuase. La narración era
tan completa, tan descriptiva que yo no tenía que hacer ningún esfuerzo para
visualizar lo que el abuelo contaba.
Después de la breve pausa, retomó su narración.
—Alberto, no puedo darte, por ahora, más
detalles sobre la información que recibí; no obstante, voy a terminar de
contarte el resto de lo que ocurrió aquella noche inolvidable de junio.
Después de oír a aquel ser, tomé la decisión de
colaborar con ellos. Tenía ante mí algo que ni siquiera hubiera podido soñar y
lo acepté.
Antes de marchar, aquel hombre se despidió
diciendo:
—He de retirarme ya. Espero que esta energía
inicial que te anima vaya creciendo con el tiempo, y algún día te sirva para
encontrar la razón de tu existencia.
Poco a poco la imagen tridimensional que se
había formado bajo el arco energético fue diluyéndose hasta desaparecer. Yo no
me atreví a dar ni un paso. Me quedé allí, mirando al vacío donde antes había
estado ese ser luminoso. Dentro de mí sentía una inexplicable alegría, al
tiempo que una sensación de irrealidad me hacía dudar si todo lo que me estaba
ocurriendo no sería un sueño.
Jon me sacó de mi abstracción devolviéndome a la
realidad.
—Baldomero, debes regresar a la Tierra. Ya está
preparada la burbuja energética que te dejará en el mismo lugar que te
recogimos. Tengo algo para ti —dijo dándose la vuelta y acercándose
hacia un extremo de la sala.
Cuando volvió traía en sus manos un libro.
—Son unos «manuscritos» que debes leer
para tener una idea completa de la gran interrelación que existe entre todos
los seres del Universo.
«Conserva este libro como un tesoro, pues lo
es. Haz buen uso de la información que contiene: son muchos datos sobre la
historia del hombre. Léelos y pon tu mente en disposición de aprender y
asimilar cosas nuevas».
Yo permanecía quieto, impresionado aún por todo
lo que había ocurrido. Jon, con movimientos pausados y casi ceremoniosos, me
ofreció «un grueso libro de pastas blancas». Extendí mis brazos y lo
cogí mirando el emblema que había en la portada. Era un dibujo de la galaxia
rodeada por 24 estrellas.
Seguía mirando aquel emblema cuando de pronto me
encontré de nuevo en el suelo. Mis pies se hundían en la hierba de la pradera y
sentí una brisa fresca que me despejó totalmente. Instintivamente miré hacia el
cielo con el tiempo justo de ver como una rueda luminosa giraba a gran
velocidad, haciéndose cada vez más pequeña hasta desaparecer perdida en
el firmamento infinito como una estrella más.
Me dejé caer y sentado en el centro de la
pradera, con el libro apretado fuertemente contra mí, como si temiera que de un
momento a otro fuera a desaparecer como había ocurrido con la nave, comencé a
llorar. Era tal el cúmulo de emociones que en aquel momento me embargaba, que
sólo podían tener salida con el llanto, un llanto suave pero incontenible que
fue calmándome poco a poco.
Por mucho que lo pensara no me cabía en la
cabeza que una cosa semejante pudiera haberme sucedido a mí. ¿Quién era
yo? ¿Por qué habían confiado a un pobre veterinario toda esa información?
Por otra parte, el hecho de haber vivido una
experiencia tan asombrosa me hacía sentirme extraño, como si no terminara de
creérmelo. ¿Sería realmente cierto que había viajado al espacio con seres de
otros mundos? Nadie había conseguido volar tan alto y mucho menos tan rápido,
al menos yo no tenía noticia de ello. Hacía un par de años, cuando acabó la
Segunda Guerra Mundial, se hablaba de que pronto el hombre podría poner un
satélite artificial en órbita, pero lo que yo había presenciado era algo
infinitamente más avanzado, no sólo por el hecho de haber viajado al espacio,
sino también por el vehículo en el que fui, una nave espacial tecnológicamente
a miles de años de distancia de la más avanzada técnica terrestre.
Pensé en la abuela ¿qué diría ella de todo esto?
Seguro que pensaría que había sufrido alguna alucinación, pero afortunadamente
tenía una prueba: el libro que Jon me había entregado.
Me sentía tremendamente feliz. Había vivido algo
reservado a muy pocos hombres, algo muy importante, tanto como para no
guardármelo sólo para mí; pero al mismo tiempo sentí miedo a la incredulidad de
la gente, a que no me creyeran y me tildaran de loco. El resto de la noche no
pude dormir, mirando sin cesar el inmenso cielo estrellado con la secreta
esperanza de que
«ellos» volvieran otra vez.
El abuelo calló, pude ver como rodaba una lágrima
por su mejilla.
—Tal vez tú, Alberto, algún día, puedas
comprender lo que te estoy diciendo.
Sentí como el corazón se me estrujaba. El abuelo
continuó después de
unos cuantos carraspeos:
—A la mañana siguiente regresé a casa y comencé
a leer aquellos manuscritos. Ahí estaba contenida la historia de la vida, el
nacimiento del planeta, de los hombres, de las civilizaciones que lo han
poblado, pero sobre todo de lo que el hombre ha venido a aprender a hacer aquí,
en este pequeño planeta. Ahí, Alberto, estaban contenidas muchas, muchas
respuestas... en definitiva, toda una filosofía de vida. Aquellos seres me
dieron una clave para contactar con ellos y mantener comunicaciones
telepáticas. En seguida comencé con las prácticas; fue una época muy dura,
sobre todo al comienzo, pues los esfuerzos me parecían muchos y los resultados
pocos. Me sentía poseedor de un gran tesoro. Mi deseo era compartirlo,
comunicárselo a todo el mundo. Ese afán me llevó a cometer algunos errores que
luego pesaron grandemente en mi ánimo.
Se levantó de su asiento y caminó hacia el amplio
ventanal. La luz de la luna llena derramaba una claridad casi diurna. De
espaldas a mi y escudriñando el cielo prosiguió como si estuviera pasando una
nueva página de su vida.
Ejemplo: Simbologia de la Orden Hermética del Alba Dorada |
—Gracias a un amigo, en mis tiempos de
estudiante yo había entrado en contacto con una antigua Orden Hermética que
parecía conservar intacta la enseñanza tradicional, el saber desde el principio
de los tiempos. Durante muchos años he bebido de esa fuente, y aún hoy sigo con
ellos. Fue la necesidad de canalizar mis inquietudes lo que me llevó a ingresar
en esa Orden. Periódicamente recibía información que yo estudiaba con mucho interés.
Cuando tuve esta experiencia con los «extraterrestres» se abrieron ante mí nuevas
puertas, nuevas posibilidades, e intenté incorporarlas en mi vida. Las
enseñanzas contenidas en los manuscritos, así como las comunicaciones que iba
teniendo, me proporcionaban una visión más amplia de lo que la Orden me
ofrecía. Cuando me sentí un poco más seguro de lo que tenía me di cuenta
de que la nueva filosofía no contradecía la de la Orden, sino que le daba una
dimensión mayor. Me puse en contacto por carta con algunos miembros con el afán
de intercambiar información. Mis mejores ímpetus y energías se volcaron en
contrastar los datos que para mí habían sido tan reveladores. En aquella época
todas las actividades de este tipo estaban censuradas, y resultaba muy difícil
ponerse en contacto con otros miembros.
Finalmente, me dirigí con mis flamantes
descubrimientos a la Sede Central. La respuesta de las altas jerarquías no se
hizo esperar. La manipulación, el elitismo y la falta de visión de los
dirigentes fueron sembrando el miedo y el desconcierto y poco apoco me fueron
cerrando todas las puertas. Empezaron a llegar comunicaciones de la Sede
Central sobre el peligro de dar cabida a nuevas injerencias que no harían sino
desvirtuar el verdadero sentido y saber de la antigua y tradicional Orden.
Sufrí una tremenda decepción; hubo momentos muy difíciles de superar. La
impotencia, la frustración y la angustia me hacían sentirme incapaz de llevar a
cabo mi objetivo.
Por otro lado me encontraba solo. A pesar de que
las comunicaciones con los guías extraterrestres llegaron a ser muy fluidas, el
no tener a nadie para contrastarlas me hacía sentirme inseguro en muchos
momentos y sobre todo, era una responsabilidad que me pesaba como una losa. En
las comunicaciones yo recibía datos tan concretos y explicaciones tan
racionales a mis preguntas, a los que ni la lógica más aplastante podía
plantear la más mínima objeción. Había mucho de desmitificación y de claridad
en esas teorías, mucho de luchar contra la institucionalización de todas las
ideas, que es el verdadero cáncer de la sociedad. La Orden, a lo largo de los
años, se había ido cargando con elementos manipuladores. Mi filosofía se vio fuertemente
atacada por unos pocos que, como los antiguos sacerdotes, no querían perder los
privilegios del poder y el reconocimiento.
Con el paso del tiempo mis fuerzas fueron
mermándose y tuve que admitir mi fracaso en el intento de difundir lo
aprendido. Diversas enfermedades me mantuvieron apartado durante mucho tiempo
de cualquier actividad exterior, salvo las de mi profesión. La quietud y el
retiro obligados me hicieron comprender que no podría jugar el papel que me
había propuesto.
El abuelo volvió a tomar asiento junto a mí y
continuó hablando con nostalgia.
—Cuando me entregaron los manuscritos, me dieron
también una serie de consejos y recomendaciones. Entonces no entendí algunas
cosas que el tiempo se ha encargado de desvelarme. Ahora veo claramente que
ellos sabían que yo no podría llegar hasta el final. Sé que pensaban en alguien
más, en un posible sucesor y creo que tenían un plan perfectamente estructurado.
Hizo una pausa, interrumpiendo su relato. Volvió a
bucear con su mirada en mí. En aquellos momentos yo estaba ya totalmente en
tensión, esperando que el abuelo, de alguna forma, me diera entrada, me
invitara a romper el silencio. Pero él parecía sumido en un mar de recuerdos.
Por fin me decidí a hablar.
—Abuelo, lo que me has contado me ha dejado
absolutamente boquiabierto. Si no viniera de ti pensaría que me estaban tomando
el pelo. Ahora no sé qué pensar. ¿Te das cuenta de lo que me has contado? ¡Un
viaje espacial en ovni y con extraterrestres! ¡Si parece una historia de
ciencia ficción! Además, lo que el ser energético te contó debió ser muy
importante, porque si no, no te habrían transportado físicamente.
Tengo muchísimas cosas que preguntarte, abuelo,
pero hay algo que me inquieta, ¿por qué me lo has contado a mí? ¿Por necesidad
de contarle a alguien tu secreto, o por algo que se relaciona conmigo?
Por primera vez su voz sonó cansada.
—Ya no voy a contarte nada más, pero si quieres
información la tendrás. Sólo necesito oírte decir que ese interés que
manifiestas es algo más que curiosidad, que deseas conocer más para descubrir
esa filosofía de vida de la que te he hablado. El tiempo apremia y los
acontecimientos que se avecinan son muy graves.
Las últimas palabras resonaron cargadas de
tristeza.
—Realmente tengo una curiosidad enorme, siempre me
han atraído los temas de ciencia ficción, de civilizaciones del futuro, de
otros planetas... pero no es sólo eso; también quiero conocer esa filosofía de
vida que te enseñaron.
Me gustaría saber el porqué de las cosas, de la
vida y la muerte, en fin, de la razón por la que he venido a este mundo. Por
otra parte, me gusta tu forma de ser, y si es fruto de esas enseñanzas, pues
con mayor motivo. Sí abuelo, quiero conocer más.
Me pareció percibir que se le aflojaban los
músculos al abuelo mientras me oía. Fue como si se le soltasen las amarras o
como si hubiese entregado una pesada carga. Se sintió feliz, su expresión había
cambiado. Lentamente se levantó y salió del salón. Sorprendido por su reacción
me puse en pie sin saber qué hacer ¿dónde había ido? Notaba un hormigueo
constante en las piernas y, como siempre que me emocionaba o vivía algo
importante, sentía el estómago atenazado por los nervios.
A los pocos minutos el abuelo reapareció trayendo
en sus manos un sobre grande. Se colocó frente a mí y me miró muy serio. En sus
ojos descubrí dos lágrimas que pugnaban por no caer. No dijo nada, abrió el
sobre y extendió sus dos manos hacía mi ofreciéndome su regalo. «Un grueso
libro de pastas blancas con un dibujo de la galaxia rodeada por estrellas», que
aunque no conté estaba seguro de que serían veinticuatro, esperaba ser recogido
por una mano amiga que diera vida a cada una de sus páginas.
La carretera serpenteaba entre los montes. Estaba
comenzando a oscurecer y los árboles que flanqueaban el camino movidos por el
viento, proyectaban sobre el asfalto sombras extrañas. Había comenzado a
llover.
Mientras conducía el coche, tratando de concentrar
la atención y no apartar los ojos de la carretera iba rememorando una y otra
vez lo que había vivido durante el fin de semana en casa de los abuelos. Hacía
tan sólo 24 horas que había hecho el camino en sentido inverso, respondiendo a
una llamada escueta del abuelo: «Necesito hablarte, ven en cuanto te sea
posible». Ese cortísimo mensaje telefónico fue suficiente para movilizarme de
inmediato, yo le conocía bien y sabía que sólo podía tratarse de algo
importante.
Pero las conversaciones mantenidas durante el fin
de semana habían superado todas mis expectativas. Había convivido con los
abuelos desde niño durante todos los veranos, sentía por ellos un gran cariño y
admiración y su figura para mí era la representación de la coherencia y el buen
hacer.
Muchas veces habíamos contrastado ideas y filosofías. Yo era una de las pocas personas que conocía su vinculación con la Orden desde que se fuera a estudiar Veterinaria a Madrid. Aquellas enseñanzas que recogían el saber oculto de la humanidad desde los tiempos del antiguo Egipto habían sido para él un auténtico manantial que calmó durante muchos años su sed de conocimiento. Él siempre me decía que aquella semilla era auténtica y que aunque admitía mis criticas sobre la «comercialización» de ese saber, no obstante ahí había grano, sólo había que hacer la labor de separar la paja del trigo, pero el que de verdad tenía ansias de búsqueda lograba encontrar respuestas.
Yo nunca me sentí atraído por la Orden, veía
demasiado la inmensa estructura jerárquica en la que se había convertido por su
afán en difundir y divulgar sus enseñanzas. Era de nuevo una gran institución
con un organigrama que se diferenciaba muy poco del de cualquier multinacional.
Hasta ese momento había pensado que todo el bagaje
del abuelo había surgido de sus estudios en la Orden, ¿cómo era posible que
hubiera mantenido su secreto durante tantos años? Me parecía increíble, a pesar
de que él decía que el tronco era común, a mí me costaba trabajo admitir la
interrelación que podía existir entre una Escuela Hermética muy antigua y unos
seres de otros planetas involucrados en unas supuestas misiones de ayuda a la
Tierra, seres cuya tecnología estábamos aún muy lejos de alcanzar.
Cierto es que desde que me casé, hacía dos años,
nos habíamos distanciado un poco y las visitas nunca eran tan prolongadas como
en el pasado. Sin embargo, raro era el mes que no nos acercábamos por Burón
para pasar con ellos un fin de semana. Y el abuelo todos esos años guardando celosamente
esa increíble experiencia...
Miraba de vez en cuando al asiento de al lado donde
descansaba el manuscrito. Allí estaba, patentizándome, que todo había sido
verdad.
A medida que transcurría el tiempo iba dándome
cuenta de que había creído la historia del abuelo más de lo que pensaba, de que
a pesar de lo insólito de los hechos, estos encajaban como piezas irregulares
de un puzzle.
Y ahí me encontraba, camino de León, donde Teresa
me esperaba. Tendría que contárselo todo, el abuelo me había hecho prometer que
compartiría con ella la lectura del manuscrito. ¿Qué pensaría? ¿Cómo iba a reaccionar
cuando le contara que nuestro abuelo Baldomero había viajado hacía más de 25
años en una nave tripulada por seres extraterrestres y que desde entonces había
mantenido contactos esporádicos a nivel telepático con ellos?
A partir de ese momento, mi preocupación durante el
resto del viaje fue tratar de hallar el modo de transmitirle a Teresa la
historia de la forma más verosímil posible. Teníamos que leer el libro y tratar
de aplicar en todo momento la lógica y el razonamiento, entre los dos
lograríamos una mayor objetividad. Cuando termináramos volveríamos a Burón para
hablar con el abuelo, él nos esperaba con el resto de la información que —yo no
sabía muy bien por qué— ahora se había callado.
La reacción primera de Teresa fue, como era de
esperar, de sorpresa. Yo intentaba reproducir el relato del abuelo de la manera
más fiel que era capaz, aunque me daba cuenta de que me faltaba la seguridad
con que él me lo había dicho. Había cosas que incluso a mi me costaba creer y
eso se traslucía en mis palabras. Al final, después de varias horas de
conversación nos encontramos ante el momento que ambos esperábamos con
expectación: enfrentarnos a la lectura de los manuscritos.
En aquel momento ninguno de los dos podíamos
imaginar lo importante que iba a ser aquel libro en nuestras manos, el cambio
que de una forma progresiva se iba a producir en nuestras vidas.
Admitir la posibilidad de que la historia del
abuelo fuese real era una revolución en muchos de nuestros esquemas mentales,
pero el contenido de ese libro iba a suponer una revolución aún mayor.
Contactados con extraterrestres del planeta Apu
EL ABUELO
MUERE
…Una semana más tarde recibimos un lacónico
telegrama de la abuela Rosario: «El abuelo se nos va. Está agonizando. Si
podéis, venid a su lado cuanto antes».
Nos pusimos inmediatamente en camino; el viaje se
hizo especialmente largo. El tiempo era muy malo; el viento, el agua y el
granizo nos acompañaron todo el camino. Parecía que la carretera se empeñaba en
prolongarse más y más impidiéndonos llegar a nuestro destino.
Cuando llegamos a Burón encontramos el pueblo
cubierto por la nieve. Las farolas, adosadas a las fachadas de las casas,
vertían aquí y allá un chorro de luz amarillenta que se estrellaba contra la
blancura del suelo. Era ya noche cerrada y entre espesos nubarrones de vez en
cuando aparecía la luz brillante de la luna que arrancaba destellos plateados
al chocar contra las estalactitas heladas que pendían de los aleros de los
tejados.
Una serenidad especial reinaba en el pueblo, sólo
rompían el silencio unas campanadas lentas, graves, espaciadas, que se perdían
valle abajo. Tragué saliva, yo conocía muy bien ese sonido y el mensaje que
encerraba. El camino hacia la casa era un continuo ir y venir de gente; negras siluetas
silenciosas que contrastaban sobre la blancura de la nieve. Iban a casa de D.
Baldomero, su buen veterinario, su fiel amigo, pues eso había sido para ellos
el anciano.
…Después de las bendiciones, entre varios, alzamos
el féretro sobre los hombros y nos encaminamos hacia la iglesia precedidos por
el párroco y los monaguillos. Al paso de la comitiva algunos niños se paraban y
quitándose los gorros se santiguaban inclinando la cabeza. Me sorprendió lo
familiarizados que esos chiquillos estaban con la muerte; seguramente desde muy
pequeños habían visto pasar muchas comitivas como aquella y eso les había hecho
considerarlo como un suceso más de su vida cotidiana, sin miedos y sin aspavientos,
sin mitos.
Iglesia de Burón, León |
Llegamos a la plaza y subimos los escalones de
entrada a la iglesia. El frío de los siglos parecía haberse colado en el
interior, las paredes de grandes bloques de piedra viva, parecían de hielo;
hacía allí más frío que fuera. Colocamos el ataúd sobre una mesa en el centro
del pasillo, junto al altar mayor. Enseguida comenzó la celebración. Yo apenas
lo oía, al principio presté atención pero después las palabras del sacerdote en
lugar de ofrecer consuelo y esperanza abundaban en el dolor y el sufrimiento.
…Decidimos acostarnos temprano aquella noche, a la
mañana siguiente saldríamos hacia León. Sin embargo, antes de retirarnos la
abuela nos avisó que tenía algo para Teresa y para mí. Al cabo de unos minutos
salió del despacho del abuelo con un sobre grande y blanco en las manos. Se
dirigió al salón seguida por nosotros dos. —Pocos días antes de morir el abuelo
me dejó este sobre y me pidió que os lo entregara después de su muerte. El
sabía muy bien que se iba, preparó todas sus cosas dejando solucionados hasta
los más pequeños detalles. Algunas personas mueren angustiadas pensando en lo
que aún les queda por hacer, puedo aseguraros que con el abuelo no ha sido así,
parecía que lo tenía todo previsto.
Yo sé bien que ha habido cosas en su vida que no ha
podido llevar a cabo por ser empresas demasiado grandes y encontrarse solo,
tenía mi apoyo y mi comprensión, pero no fue suficiente. Eran proyectos muy
ambiciosos los del abuelo y hubiera sido preciso la colaboración de muchos para
sacarlo adelante. Las enfermedades y la falta de medios le impidieron lograr
algunos de sus objetivos. El abuelo, vosotros lo sabéis, tenía algo de mucho
valor: siempre creía con mucha fuerza en las cosas que hacía, por eso se
entregó tanto, lo mismo en su profesión que con las personas.
Sólo deseo que en este sobre encontréis lo que
buscáis y que sea para vuestro bien, proporcionándoos tantos ratos de plenitud
como a vuestro abuelo. El confiaba en vosotros y yo también.
Emocionada calló cuando ya empezaba a quebrársele
la voz. Me entregó el sobre y la abracé sorprendido. La abuela salió del salón
con la tranquilidad del que ha llevado a buen término una tarea encomendada.
…El primer folio era una carta del abuelo dirigida
a ambos, la letra, irregular en ocasiones, denotaba que había sido escrita en
varias etapas, probablemente coincidiendo con momentos de mejoría física de los
últimos días.
Comencé a leer en voz alta, las palabras escritas
por Baldomero tenían una fuerza tal en aquel salón que nos parecía estar
escuchando su voz grave, un poco ronca cuando hablaba de estos temas, denotando
una emoción contenida.
«Mis queridos Alberto y Teresa:
Ha llegado el momento en que debo marchar, mi vida
aquí se acaba, el plazo que se me dio para hacer o deshacer en esta vida, 75
años, llega a su fin, lo hecho, hecho está y lo pendiente quedará para una
nueva existencia donde tenga la oportunidad de seguir aprendiendo y
experimentando.
En estos años he comprendido que la muerte física
es una realidad objetiva, sin embargo no es la única que ocurre en el hombre,
el renunciar a los propios valores es también una muerte, y lo es por
despreciar el trabajo realizado, por creerlo inútil.
El hombre que quiere vivir debe pensar que la VIDA
es un conjunto de vidas que a su vez integran más vidas y éstas se componen de
vivencias. He aprendido que el conocimiento es un medio para alcanzar la
sabiduría que es la manera correcta de aplicar este conocimiento. Se adquiere
cuando existe deseo de ello, pero solo preguntando y aplicando se logra la
verdadera fuente del saber, que siempre mana y a la que se acercan los que
tienen sed.
El hombre del futuro en la Tierra deberá ser un hombre abierto de mente, que no se quede anclado en lo conocido. Cuando el hombre se queda anclado surgen los dogmas como necesidad de explicar su postura. La ciencia se replantea sus postulados constantemente y el hombre que está naciendo ahora ya no se asombra de los avances tecnológicos, solo el que está conforme totalmente con lo hecho, dándole un valor inamovible se quedará anclado, el que parte de lo hecho como plataforma para mejorarlo y ampliarlo estará en condiciones de vivir de acuerdo a su tiempo. El hombre que constantemente se replantea sus logros no está orientado al futuro, sino al pasado, pues es del pasado de quien duda.
El hombre del futuro en la Tierra deberá ser un hombre abierto de mente, que no se quede anclado en lo conocido. Cuando el hombre se queda anclado surgen los dogmas como necesidad de explicar su postura. La ciencia se replantea sus postulados constantemente y el hombre que está naciendo ahora ya no se asombra de los avances tecnológicos, solo el que está conforme totalmente con lo hecho, dándole un valor inamovible se quedará anclado, el que parte de lo hecho como plataforma para mejorarlo y ampliarlo estará en condiciones de vivir de acuerdo a su tiempo. El hombre que constantemente se replantea sus logros no está orientado al futuro, sino al pasado, pues es del pasado de quien duda.
Alberto, Teresa, en los últimos tiempos insistíais
mucho en que os dijese cómo se podía comunicar con los extraterrestres, pues
bien, ha llegado el momento para vosotros igual que en su día llegó para mí. Al
final de esta carta encontraréis la clave de contacto, os ruego que hagáis uso
en conciencia de ella.
No es nada complicado, sino más bien algo de
constancia y perseverancia, habréis de tener fuerza de voluntad al principio
pues los resultados primeros pueden pareceros defraudantes, sin embargo, no
cejéis en el empeño, sé por experiencia que merece la pena el esfuerzo.
He de pediros algo que ya os he dicho muchas veces:
tenéis que trabajar en equipo, también por experiencia sé que solo no se puede
llegar al final, buscad gente que comparta vuestras ideas, con los que os
sintáis en sintonía y forjaos juntos los objetivos, la fuerza de todos os hará
llegar a la meta final.
Deberéis buscar y experimentar y después difundir
el resultado de vuestras investigaciones. Recordad lo que dicen los Maestros:
«TODO LO QUE SE RECIBE ES PARA DAR».
Yo os pedí que confiarais en mí y en mi historia
sin daros a cambio ninguna confirmación, y es más, me guardé información que os
hubiera ayudado a comprender un poco mejor. Siento que en algún momento lo
hayáis pasado mal pero debía hacerlo así, no era por falta de confianza en
vosotros, sino porque era necesario que a pesar de todas esas dificultades, que
surgiera en vosotros la necesidad de saber y la capacidad de dar cabida a otra
forma de entender las cosas.
Hubo una parte de mi experiencia en el ovni aquella
noche del 22 de Junio que silencié a propósito, se trata del mensaje que recibí
del Hermano Mayor. Recuerdo la escena y sus palabras como si las tuviera
grabadas en alguna parte de mi cerebro por la que no pasa el tiempo ni el
olvido, cuando la rememoro es un fiel retrato de lo que allí ocurrió.
Aquel ser me habló de una forma que hizo que mi
vida y mis objetivos cambiaran:
«A comienzos de vuestro siglo el Consejo de los
24 Ancianos gobernadores de la Galaxia, se reunió ante la necesidad de elaborar
un plan de ayuda al planeta Tierra. Estos Maestros son responsables del
equilibrio que debe reinar en el Universo y habían venido observando y
analizando el proceso evolutivo de este planeta igual que el de otros muchos.
Su gran capacidad mental les permitió extrapolar para comienzos del próximo
siglo el fin de vuestra humanidad si antes no se operaba algún cambio, no sólo
en los habitantes sino también a nivel geológico del propio planeta.
En aquella reunión se encontraban también 12
Hermanos Mayores cuya presencia había sido requerida para esta misión y a
quienes dieron información sobre el futuro de la Tierra, las guerras que la
asolarían, las armas nucleares y químicas, la contaminación y las luchas por el
poder, que harían de ella un planeta dolorido y masacrado en un plazo no muy
largo.
Asimismo, se mostró cómo iban a variar las
condiciones telúricas produciendo movimientos sísmicos de gran envergadura.
Muchos volcanes entrarían en erupción y las tierras y los mares se tendrían que
asentar de nuevo.
Todo esto sucedería lentamente, sin que apenas
los terrestres se apercibieran de ello. Pero la Tierra llegaría progresivamente
a un punto en que el ser humano ya no tendría donde apoyarse, habría perdido la
fe en sí mismo y en sus semejantes. Las instituciones caerían por su base y
los valores en que se asentaba la sociedad se perderían en la noche de los
tiempos.
El poder económico y político dominaría la
Tierra y los más poderosos aplastarían a los más débiles. Para entonces el ser
humano habría perdido el Norte y la razón de ser de su existencia y no sabría
dónde encontrar respuestas a tantas preguntas.
Por todo ello decidieron poner en marcha un plan
general de acción con ayuda de los 12 Hermanos Mayores a los que se les
encomendaría un misión muy concreta: crear grupos que sirvieran de
referencia a todos aquellos que buscaran la verdad en su interior. Para ello
sería necesario entrar en contacto con seres humanos terrestres que estuvieran
dispuestos a implicarse en esta misión.
Cuando se avecinase la catástrofe estos grupos
de personas permanecerían unidos y para entonces deberían haber alcanzado un
grado de consciencia de las cosas y una capacidad de ayuda y comprensión que
les hiciese dar referencias y serenidad a una humanidad que ya estaría
al borde de la locura.
Pero antes de todo esto, comenzarían su trabajo
como núcleo de expansión para difundir el mensaje a todo aquel que se acercase
a ellos en busca de respuestas. Tendrían que compartir con sus semejantes todo
lo que aprendieran, desmitificar las instituciones, utilizar la mente con el
mayor provecho posible y conocerse un poco más cada día para poder
conocer y entender a sus semejantes. Tendrían que romper sus estructuras
mentales para dar cabida a nuevos conceptos de convivencia, trabajo y
entendimiento entre los seres humanos, con objeto de formar núcleos
cohesionados de hombres que compartieran una filosofía de vida entre ellos y
con los demás, y al a vez diseminar todo lo que aprendieran de sus guías,
siguiendo la máxima: TODO LO QUE SE RECIBE ES PARA DAR.
La necesidad de este cambio en el hombre de la
Tierra tiene también otro propósito y que va emparejado con la evolución del
propio planeta: La Tierra va a sufrir una serie de cataclismos provocados en
gran parte por la negligencia de los terrestres en cuanto a las continuas
agresiones que sufre el subsuelo por las explosiones nucleares, y en parte
también por la invasión del sistema solar por un planeta/río de grandes
proporciones. La Tierra va a cambiar. El planeta debe estar en consonancia y
armonía con los seres que lo habitan y cuando se recupere de esta catástrofe
alojará a seres como los que has encontrado en esta nave, seres humanos que
estarán ya un peldaño más arriba en la escala evolutiva»
Me sentía abrumado por la cantidad de información
que estaba recibiendo. No obstante podía notar cómo mi cerebro estaba receptivo
y grababa cada palabra de aquel ser que a pesar de las extrapolaciones tan trágicas
que estaba haciendo, seguía manteniendo la misma serenidad.
«Baldomero, hermano, comprendo muy bien cómo te
sientes en estos momentos. Sé que cuanto estás oyendo es difícil de asimilar,
pero sabemos que tú eres un hombre que busca la verdad y queremos pedir tu
colaboración para trabajar juntos en este empeño en favor de la Tierra y su
humanidad.
Aparte de esta misión que apenas te he esbozado
hay otras muchas que involucran a hombres de otros planetas que realizan todo
tipo de trabajos, desde recoger muestras de la flora y fauna de la Tierra hasta
el cuidado y vigilancia para que no se produzcan grandes catástrofes
compensando las fuerzas geológicas o ayudando a que la Tierra pierda parte de
su presión interna provocando la aparición de nuevos volcanes, etc.
También hay terrestres como Jon que colaboran
con nosotros ayudando en realidad a sus hermanos. Se han establecido diferentes
colonias fuera de vuestro planeta y están aprendiendo a vivir como vivirá el
nuevo hombre de la Tierra. En ocasiones como ésta, por ejemplo, viajan hasta
aquí con distintos propósitos: evitar acontecimientos bélicos, apoyar los
movimientos humanistas.
Miré a Jon que me sonrió mientras me lanzaba una
mirada de afecto y apoyo. Me sentía cada vez más inquieto, estaba muy nervioso
y me parecía que no estaba comprendiendo nada de lo que me decían, que se me
escapaban las cosas.
«Tranquilízate, nada se te pedirá que no puedas
hacer. Necesitamos que vayan fraguándose grupos de hombres y mujeres en todo el
planeta, que estén dispuestos a intentar la experiencia de conocer, asimilar y
vivir la filosofía de vida que habéis perdido con el tiempo. Una forma de
volver al origen, de reencontrar el camino descubriendo los verdaderos valores
de las cosas. Aprendiendo el significado de palabras como compartir, confiar,
amistad, sinceridad, humildad... Todo ello entre varias personas que tendrán,
con el tiempo, la ayuda de un guía, de un Hermano Mayor que les enseñará y les
ayudará a andar aunque no andará por ellos».
Durante unos minutos reinó el silencio en la
estancia. Todos aquellos seres tenían puestos sus ojos en mí, esperando una
respuesta. Sentí cómo me decían que me necesitaban, que había un trabajo que
debíamos hacer los terrestres y que, sin nosotros, sin nuestra colaboración, no
podría llevarse a cabo la misión.
De pronto reaccioné y el miedo desapareció. Me di
cuenta de lo que me estaban ofreciendo y sentí como se me ponía la piel de
gallina: seres superiores a mí en evolución me pedían colaborar en una misión
en la que aprendería y encontraría respuestas, donde tendría la oportunidad de
dar un paso adelante en el conocimiento y en la propia evolución espiritual. El
proyecto se me antojaba muy ambicioso, y por si eso fuera poco estaba la implicación
con los momentos que iba a atravesar la Tierra, la situación era muy grave como
para no sentir la responsabilidad sobre los hombros. ¡Había que hacer algo,
había que hacerlo!, ¿qué duda cabía?
—Yo no sé muy bien si voy a seros útil. Mi
intención es ayudar en la medida de mis posibilidades, avisando sobre los
riesgos que conlleva nuestra actitud. No obstante no sé cómo hacerlo, si cuento
esto no me creerán...
Terminé mirándole, esperando sus directrices. Pude
ver la alegría reflejada en sus ojos.
«No te preocupes, aún no debes hablar. Dices
bien, no te creerían, y además te falta mucha información; debes prepararte
bien antes de empezar a difundir. Te entregaremos unos manuscritos que han sido
dictados por uno de nuestros Maestros. Jon ha trabajado mucho
transcribiéndolos. Debes leer esa información con mucha atención, analizarla y
contrastarla con tus ideas y las de los demás, aunque en principio sin
descubrir su origen.
Al mismo tiempo comenzarás a hacer algunos ejercicios
de concentración para poder facilitar la comunicación telepática con nosotros y
podrás preguntarnos cuantas dudas te surjan. Contarás con nuestra ayuda siempre
que lo pidas. Intentaremos que se abran los canales de comunicación, pero tú
debes poner de tu parte para que no haya interferencias y la comunicación sea
clara y puedas confiar en los mensajes recibidos».
Ese es el relato que completa mi experiencia en las
praderas de Corona. Sólo hay una cosa más que queda pendiente. En estos tiempos
de mitificación, de misterios, de enseñanzas rebuscadas y complicadas, donde surgen
ideologías, sectas, filosofías, que aparecen hoy y desaparecen al día siguiente,
tendréis una labor importante que hacer. Debéis desenmascarar esa mitificación
y los manipuladores que la alimentan en todos los lugares donde vayáis. Pero
existe un compromiso que yo, desgraciadamente, no pude llevar a cabo. Se trata
de realizar ese trabajo en concreto en la Orden, confío en que vosotros,
aprovechando vuestra juventud y vuestros medios, podáis lograrlo.
Yo me siento comprometido porque allí di mis
primeros pasos y me gustaría que el conocimiento y las experiencias que por
esta otra vía alcancéis revierta de alguna forma en la Orden.
Entre estos escritos encontraréis instrucciones sobre
cómo utilizar la clave de contacto, también algunos consejos basados en mis
experiencias positivas y negativas, sobre cuál es el mejor método de los que
existen, qué necesitáis, cómo se realiza la comunicación...
Finalmente quiero deciros unas palabras recibidas
de un guía para que recordéis algo que debéis tener presente siempre:
«Los hombres están unidos por un sentimiento
religioso y se desunen por la interpretación razonada de ese sentimiento. Sin
embargo no olvides que para cualquier empeño que el hombre se proponga siempre
le mueve un sentimiento religioso, aunque lo llame de mil formas diferentes.
Ese impulso le hará tender a unirse a otros hombres».
No perdáis nunca el interés y los deseos de
evolucionar y «ellos» siempre estarán con vosotros. Abrid vuestros ojos y
vuestro cerebro a esta oportunidad que se os brinda, no la dejéis pasar, es
importante para vosotros y puede serlo para más gente.
Dejé la carta y el resto de los papeles sobre la mesa.
Me temblaba ligeramente la mano. Allí estaba lo que tanto habíamos buscado, con
esa clave se cerraba una etapa y comenzaba una nueva mucho más rica y
prometedora.
Leímos varias veces la clave de comunicación y no
le encontramos sentido, seguramente tendríamos que leer todas las instrucciones
sobre cómo utilizarla. Lo haríamos en León. Los dos a la vez pensamos en
ponernos en contacto con nuestros mejores amigos, Fernando y Pilar, les
dejaríamos leer los manuscritos y les contaríamos todo, para ver la posibilidad
de empezar a trabajar juntos, estábamos seguros de que la idea les atraería
tanto como a nosotros.
Esa noche dormimos plácidamente, estábamos agotados
por el cansancio y las vivencias de esos días y además por primera vez teníamos
la sensación de haber encontrado un punto de partida, sabíamos ya de dónde
había que arrancar y cómo, solamente nos quedaba por decidir el cuando.
Aquella noche a las 10 en punto sonó el timbre de
la puerta. Teresa dio un respingo sobresaltada. Eran nuestros amigos, esta vez
habían sido extrañamente puntuales.
Llegaban helados de frío, la ciudad estaba desde
hacía tres días cubierta por la nieve. Se quitaron los abrigos y se acercaron a
la chimenea, un suave calor se extendía por el salón. Todos estábamos
nerviosos, esa era la noche del intento y la inquietud hacía presa en nosotros,
no sabíamos cómo iba a salir, por un lado deseábamos tener la experiencia, pero
por otro un cierto recelo o tal vez un inconfesado miedo al fracaso nos hacía
retrasar el momento de comenzar el experimento.
Durante el último mes Fernando y Pilar habían leído
los manuscritos y nos habíamos reunido muchas noches para hablar sobre ellos.
El tema les interesó desde el principio. Los posibles recelos se desvanecían
cuando pensaban que éramos nosotros, sus amigos de toda la vida, quienes les
estaban contando aquella alucinante historia. A nosotros nos conocían, sabían
que no éramos ningunos locos, el que nosotros lo creyéramos les daba una cierta
garantía.
A través de las notas del abuelo, pudimos saber con
todo lujo de detalles, de qué modo se realizaba la comunicación telepática con los
extraterrestres, cuáles eran los métodos y cuáles las ventajas e inconvenientes
de cada uno.
Basado en su experiencia, nos sugería que
utilizásemos como medio de contacto algo parecido a la ouija. Siguiendo sus
instrucciones preparamos un tablero redondo de fórmica blanca, pegamos en
círculo todas las letras del alfabeto y los números del 0 al 9, y como
receptáculo de la energía utilizamos un vaso de cristal que debíamos colocar
boca abajo sobre el tablero.
Recomendaba también que hiciésemos el ejercicio
usando una mesa de madera, evitando los metales que, parecía ser, desviaban la
energía.
Su decantación por ese sistema se basaba en una
razón fundamental: era una fórmula para trabajar en grupo, la recepción era
múltiple, por tanto se contaba con varias mentes a través de las cuales llegaba
el mensaje. Nos daría, además, la oportunidad de aprender a unificar criterios
concentrándonos los cuatro en emitir la misma idea, la longitud de las ondas
mentales, al armonizarse, llegaría más lejos y sería capaz de recibir con más
facilidad. Una de las desventajas era la lentitud de la recepción, pero era una
pega mínima si se comparaba con una mayor fiabilidad para evitar en lo posible
interferencias.
Los otros métodos eran individuales: la psicografía
y la inducción telepática.
En la psicografía o escritura automática el mensaje
era recibido por uno solo de los presentes que, relajando su brazo, conseguía
al cabo de algún tiempo escribir de forma involuntaria, mientras los demás
permanecían en estado de relajación para no interferir o bien intentaban, a su
vez, recibir el mensaje. Este sistema a pesar de ser más rápido en la
recepción, podía tener algunos problemas de protagonismos, al no tener todo el
mundo la misma facilidad, e incluso podía ser una puerta abierta a las
interferencias ya que el mensaje era captado por una sola mente, y podía verse
desvirtuado al atravesar los filtros mentales del receptor.
Los filtros representaban una auténtica trampa en
las comunicaciones. El abuelo los llamaba así porque los comparaba con
cristales coloreados que cada persona tenía y a través de los cuales veía el
mundo que le rodeaba. Entre ellos estaba la educación, los convencionalismos sociales,
los hábitos... Por otra parte, al ser una sola la mente receptora era muy
difícil separar lo recibido del exterior de lo generado por la propia mente
subconsciente.
El había utilizado la psicografía en sus
comunicaciones con los guías, sin embargo y basado en su experiencia nos
recomendó el trabajo en grupo como salvaguarda de muchos de los inconvenientes
que él encontró.
La inducción telepática, se recibía también a
través de una de las personas que en estado de relajación transmitía en voz
alta el mensaje al resto, aunque a nivel subconsciente era recibido por todos.
Esta práctica producía una beneficiosa apertura de canales en todos los
participantes, pero tenía también el mismo tipo de inconvenientes que la
psicografía al ser un método individual, lo que podía crear dependencia del
grupo hacia uno de sus miembros.
Sabíamos, no obstante, que en las primeras
comunicaciones un porcentaje muy elevado de lo recibido seria fruto de nuestro
subconsciente, pero el abuelo nos anticipaba que ese porcentaje iría
decreciendo con la práctica. Debíamos aprender a no interferir el mensaje que
se nos enviaba. También nos advertía que un método similar era utilizado por el
espiritismo. Sin embargo, la diferencia era muy grande, mientras nosotros pretendíamos
la comunicación con seres humanos físicamente vivos y de una superior
evolución; el espiritismo era contacto con desencarnados y casi siempre
aparecían espíritus que se encontraban en el mismo grado de evolución que las
personas que contactaban.
Por eso debíamos concentrarnos en pensamientos
altruistas que nos harían elevar la vibración, traspasando así los estratos
inferiores de la mente y evitando sintonizar con seres de bajo nivel de
evolución.
La luz de la lámpara chocaba contra la blancura del
tablero. Todos lanzábamos miradas furtivas a la mesa sin atrevernos a dar el
paso. Finalmente fue Fernando quien interrumpió la conversación sobre la enorme
nevada caída y pronunció las palabras que de algún modo todos esperábamos.
—Bueno, vamos a intentarlo.
Nos sentamos alrededor de la mesa. Verbalicé las
instrucciones que todos conocíamos. Debíamos relajarnos durante unos minutos
para después empezar a generar pensamientos positivos.
Todos cerramos los ojos y tratamos de relajar el
cuerpo mientras concentrábamos la mente cuanto podíamos. Después de unos
minutos pusimos el dedo índice de la mano derecha sobre el vaso, apoyando
suavemente las yemas sin ejercer presión.
Con tono que, muy a mi pesar sonó trascendente,
emití en voz alta la llamada para que los demás pudieran concentrarse sobre la
misma idea.
—Queremos comunicar con Hermanos Mayores, seres
humanos físicamente vivos y de evolución mayor a la nuestra, que deseen
ayudarnos a evolucionar. Nos guía el deseo de aprender.
La voz no salió de entre aquellas cuatro paredes,
sin embargo, los pensamientos viajaron por el espacio a una velocidad increíble
buscando encontrar la nota de resonancia en alguna estrella lejana, en algún
apartado planeta donde otros hombres pudieran captar la llamada y enviar su
respuesta.
PRIMERAS EXPERIENCIAS
Pasaron varias semanas y cada viernes seguíamos
reuniéndonos en casa e intentábamos una y otra vez el contacto. Sin embargo, a
pesar de que seguíamos al pie de la letra las recomendaciones del abuelo los
resultados no eran muy halagüeños.
Percibíamos en algunos momentos una energía que
movía el vaso deslizándolo por el tablero de una a otra letra pero no pasábamos
de ahí. A veces parecía que se conformaba una palabra, pero inmediatamente
después aparecían letras sin ningún sentido. Nos turnábamos intentado descubrir
si alguna de las combinaciones resultaba más efectiva, mientras tres de
nosotros colocábamos el dedo sobre el vaso otro tomaba nota de las letras que
se iban marcando. El desencanto y la frustración estaban a punto de hacer mella
en nuestro ya tambaleante ánimo, sólo nos mantenía la confianza que el abuelo parecía
tener en aquel método.
La primera dificultad que tuvimos que salvar fue
que nuestros pensamientos atravesaran el mundo de los desencarnados.
Efectivamente, cuando el vaso comenzaba a moverse de forma involuntaria y hacía
amplios círculos sobre el tablero era un claro indicio de que allí había algún
tipo de energía. A la pregunta de quién eres, se correspondían las respuestas
más variopintas, habíamos leído sobre el espiritismo y las injerencias de los «espíritus
burlones» que intentaban comunicar en cuanto veían un canal abierto. A los
pocos minutos, cuando detectábamos que no era la comunicación que buscábamos lo
dejábamos para reanudarla con una nueva llamada pasados unos momentos. Teníamos
muy claro que no queríamos comunicar con desencarnados, sino con hombres
físicamente vivos, y que por su evolución superior pudieran aportarnos alguna
enseñanza.
En las notas que el abuelo dejó se hacía referencia
al espiritismo como una práctica muy antigua y bastante usual desde los albores
de la humanidad. Sin embargo también advertía que en el noventa y cinco por
ciento de los casos la comunicación no se realizaba con desencarnados, sino con
el subconsciente del presunto médium.
De cualquier modo fuera el propio subconsciente o
algún espíritu, lo cierto es que no conseguíamos ninguna frase coherente. En
ningún momento sentimos miedo, las notas del abuelo hablaban bastante sobre las
energías que nos rodean, energías que son inofensivas y no interfieren en el
mundo físico. Siempre que estuviésemos armonizados, emitiendo vibraciones
positivas y sobre todo tomándonos en serio lo que estábamos haciendo no había prácticamente
posibilidades de interferencias.
Habíamos oído historias sobre experiencias
paranormales, algunas sorprendentes, y en alguna ocasión se nos pasó por la
cabeza la posibilidad de que nos ocurriera a nosotros, pero recordábamos las
palabras del abuelo y sus consejos:
«Sólo si
deseáis abrir la puerta al mundo de los desencarnados permitiréis con vuestro
consentimiento y responsabilidad la interferencia de un mundo con otro, pero
liberaréis energías difíciles de controlar, y que a la larga crean necesidades y dependencias recíprocas.
Recordad que vuestro objetivo está más allá de este tipo de experiencias.
Elevad vuestro tono vibratorio y dirigid la llamada a los Hermanos Mayores,
ellos si que pueden controlar las energías».
Desde el principio teníamos clara una cosa: la
mente era algo muy delicado para jugar con ella. Había que saber en cada
momento qué se estaba persiguiendo y para qué; el control debía mantenerse a
toda costa y para ello su consciente actuaba como un filtro perfecto desechando
cuanto no tuviera visos de coherencia.
El paso de los días fue haciendo que un cierto
desánimo se apoderara de casi todos; sólo yo me empeñaba en mantener la ilusión
pese a quien fuera. Mi objetivo era bien claro: Había que seguir adelante hasta
conseguirlo. Pocas veces a lo largo de mi vida me había obcecado tanto en una
idea, pero desde que descubrí el tema algo especial resonó muy dentro. Es una
sensación que se tiene muy pocas veces en la vida, pero te da el íntimo
convencimiento de que eso es importante y debes perseguirlo.
Al cabo de algún tiempo tuvimos lo que consideramos
un pequeño premio a la constancia. Una de las noches de reunión, después de
hacer la relajación y emitir la llamada notamos claramente que el vaso daba
vueltas de una forma más uniforme, los movimientos eran suaves y mantenidos.
Todos percibimos que se trataba de una energía distinta.
Emitimos la pregunta de rigor:
—¿Quién eres?
—¿Quién eres?
El vaso fue deslizándose sin titubeos seguidos por
los dedos de Teresa, Pilar y Alberto; Fernando tomaba nota, fue escribiendo las
letras que el vaso marcaba.
—Soy Isthar.
— ¿Eres un desencarnado?
—No. Vivo.
— ¿Estás físicamente vivo?
—Sí.
— ¿Dónde estás ahora?
—Viajo en nave.
El corazón nos dio un vuelco. Desde luego las
respuestas eran casi telegráficas, la comunicación era lenta, distaba mucho de
lo que el abuelo nos había dicho que se podía llegar a conseguir, pero sin
embargo, no había interferencias, las letras se marcaban de forma decidida y
clara. Durante unos minutos surgió el desconcierto y la sorpresa en el grupo.
¿Lo habíamos logrado? —nos preguntábamos sin atrevernos a creerlo después de
tantos intentos fallidos.
Ese pequeño desbarajuste hizo que se perdiera la
onda y hubo que concentrarse de nuevo para recuperar la comunicación.
— ¿Vives en un planeta? ¿Cuál es el nombre de tu
planeta?
—Si. Venus.
—Pero si Venus no está habitado, no puede haber
vida, los científicos dicen que está rodeado por una capa de gases que hacen la
atmósfera irrespirable y no es posible el desarrollo de la vida humana —Comentó
Fernando que era quien formulaba las preguntas en voz alta para que todos nos
concentrásemos sobre la misma idea.
Por toda respuesta el vaso marcó un signo de interrogación.
Por toda respuesta el vaso marcó un signo de interrogación.
— ¿Hay vida en Venus, vida humana? Confírmanos por
favor.
—SI.
Entonces a Fernando se le ocurrió algo que venía
rondándole por la cabeza desde que comenzara la comunicación.
— ¿Puedes darnos una prueba de que estamos
contactando contigo, que no es producto de nuestra propia mente?
—Lo intentaré.
Al cabo de unos segundos el vaso marcó las
siguientes letras.
—Conectad la radio. Onda corta 7.3 Mhz.
Fernando se levantó y encendió el aparato. Fijó el
dial en el punto indicado y volvió a la mesa con los demás. Todos estábamos
expectantes y el corazón desde hacía diez minutos nos latía a ritmo acelerado. En
ese punto del dial únicamente se oía el típico ruido parásito, no se captaba
ninguna onda, de pronto, por encima de ese ruido se alzó claramente un pitido
agudo. El vaso se deslizó sin que mediara pregunta verbalizada.
—Soy yo.
— ¿Quieres decir que tú estás produciendo ese
sonido mantenido?
—Sí.
Fernando no se dejó convencer tan fácilmente y casi
desafiante dijo.
—Hazlo intermitente.
Inmediatamente el pitido prolongado se tornó corto
e intermitente. El cerebro de Fernando funcionaba a velocidad de vértigo. No
daba tiempo a los demás a que formuláramos ninguna pregunta.
—Hazlo más grave.
Al momento el sonido se volvió grave y mantenido
nuevamente.
—Ahora más agudo.
El sonido nuevamente fue como el que habían
escuchado la primera vez. Nos miramos unos a otros buscando en los ojos de los
demás la confirmación de lo que cada uno pensábamos: ¡¡¡era verdad!!!
Volvió a organizarse un pequeño revuelo, todos
queríamos preguntar y cada uno algo distinto, no lográbamos ponernos de
acuerdo. Fernando intentó poner un poco de orden anotando algunas preguntas y
comenzando un improvisado cuestionario.
— ¿Cómo es la vida en tu planeta?
—Debo irme, lo siento, sólo puedo comunicar unos
minutos. Amor, adiós.
Y dicho esto el vaso se quedó materialmente clavado
en el centro del tablero. Evidentemente la energía, no sabían muy bien de qué
tipo, que lo había movido, había desaparecido. A pesar de los esfuerzos por
concentrarse y recuperar el contacto no lo logramos. Eran las tres de la
madrugada y estábamos tan entusiasmados con lo que acabábamos de vivir que no
podíamos creerlo. Sin embargo nuestra curiosidad no estaba saciada ni mucho
menos, teníamos cientos de preguntas en el tintero, pero una cosa era cierta,
habíamos conseguido algo importante,
Por primera vez teníamos la confirmación de que era
posible contactar telepáticamente con alguien coherente. Aquella noche
disfrutamos plenamente del hito logrado. En los días que siguieron nos vimos
dominados por las dudas, ¿sería nuestra propia mente?, ¿algún elemental, como
llamaban a los seres desencarnados, que gastaban bromas a los crédulos vivos?,
¿cabía la posibilidad de que hubiéramos contactado con algún otro terrestre que
nos había transmitido telepáticamente esas frases?, después de todo eran
cortas, casi monosílabos, ¿podría haberlas enviado alguien como un experimento?
...
Durante toda la semana formulamos mil conjeturas,
sin embargo, sobre todas las especulaciones reinaba un hecho claro: La
experiencia de la radio era inequívoca, habíamos captado una señal que variaba
según nuestras indicaciones, a ese hecho resultaba más difícil encontrarle
explicación, era como una nota discordante que nos hacía dudar.
¿Y si todo hubiese sido verdad?, ¿Y si el tal
Isthar existiese y hubiéramos estado «hablando» con un ser de otro planeta
durante unos minutos?
El abuelo nos había advertido que las primeras
comunicaciones serían cortas y que correspondían a una etapa en la que era
necesario pulir la longitud de onda... Nos encontrábamos inmersos en un mar de
dudas y apenas podíamos esperar que llegara el próximo viernes para confirmar
el logro o descubrir el engaño.
En esos días leímos cuanto cayó en nuestras manos
sobre el fenómeno OVNI, y sobre los contactos extraterrestres, había una vasta
literatura, a veces fiable y otras puramente especulativa. Nos enteramos a
través de un libro de J.J. Benítez: «OVNIS S.O.S. a la humanidad» que un
grupo de personas en Perú aseguraba mantener contactos telepáticos con seres de
otros planetas. Los métodos que seguían eran similares a los nuestros.
Preparamos a conciencia la siguiente reunión;
hicimos un amplísimo cuestionario a modo de guión, teníamos además una petición
final: queríamos una cita, un avistamiento.
Esta idea nos creaba en el fondo un poco de
inquietud pero necesitábamos confirmación de la veracidad de las comunicaciones
por todos los medios y ese nos parecía el más definitivo. Si nos citaban en un
lugar y a una hora determinada y veíamos una nave... no cabría ya duda. El
miedo a lo desconocido luchaba en nuestro interior con los deseos por descubrir
la verdad.
Durante las siguientes semanas pasamos por diversas
experiencias de comunicaciones que nos llevaron desde la máxima ilusión al más
profundo desánimo. Hubo noches enteras de esos viernes, en las que no sacábamos
nada en claro. Las interferencias se sucedían, las comunicaciones eran
esporádicas y duraban sólo unos minutos. Se alternaban los contactos con
extraterrestres que siempre parecían ir de paso por la Tierra, ocupados en
algún trabajo, con intentos de los elementales por captar la onda mental que
les permitiera comunicarse o manifestarse al mundo de los encarnados. Fueron
dos meses en los que aprendimos varias cosas:
El resultado del contacto dependía en gran medida
de nuestro estado de ánimo, comprobamos por experiencia que cuando nosotros
estábamos más cargados emocionalmente, más alterados, más desarmónicos en
definitiva, la longitud de onda que emitíamos no debía tener la suficiente
fuerza para traspasar la barrera de los elementales y esa noche nos íbamos a la
cama de vacío, sin ni siquiera haber cosechado uno de esos contactos cortos
pero que resultaban tan gratificantes.
Aprendimos también a no tenerle miedo al mundo de
lo invisible, de las energías, a poder controlar las interferencias, muchas
veces involuntarias, de los desencarnados. Les tratábamos con respeto pero con
firmeza, pidiéndoles no interferir, pues nuestro objetivo era comunicar con
seres humanos vivos de otros planetas; en la mayoría de los casos la petición
era atendida y la interferencia ya no volvía a producirse.
Con la práctica era más fácil concentrarse y
observar pequeños progresos en la recepción cuando teníamos algún comunicante.
Aprendimos a reconocer enseguida una buena comunicación de las que buscábamos,
se notaba claramente diferente a las otras en cuanto a coherencia, continuidad,
falta de interferencias, etc.
Casi siempre una petición saltaba al tablero de
forma persistente: ¿Puedes darnos una cita? ¿Podríamos ver tu nave?
Normalmente las respuestas eran una negativa
amable:
Sin embargo, algunas veces conseguíamos arrancar al
comunicante un lugar y una hora. Con los ánimos exaltados cogíamos el coche y
nos poníamos en marcha hacia el lugar indicado, las estrellas y la oscuridad de
la noche fueron mudos testigos de estas idas y venidas infructuosas. Mirábamos
al cielo con obstinación esperando ver el punto luminoso que se desplazase
veloz,
pero todo era en vano, la bóveda celeste permanecía
inmutable ante nuestros ojos ansiosos. Al final, cansados y helados de frío
volvíamos a casa la mayoría de las veces con las manos vacías. Cuando
intentábamos comunicar de nuevo recibíamos respuestas como: «No nos habéis
visto por las condiciones climatológicas». «Íbamos a mucha altura». En más de
una ocasión llegábamos tarde al lugar de la cita, entonces nos reconcomía la
duda ¿lo hubiéramos visto de haber llegado a tiempo?
A todos nos contrariaban lo que considerábamos
«tomaduras de pelo», pero el que peor lo llevaba era Fernando, no entendía por
qué era tan difícil verlos cuando continuamente aparecían noticias de
avistamientos fortuitos y había cientos de libros con testimonios de testigos
presenciales de las evoluciones de los supuestos OVNIS. Gente que se tropezaba
con ellos mientras que nosotros que manifestábamos un claro interés por el tema
no acumulábamos más que una decepción tras otra.
Decidíamos no salir más, pero después de unos días,
cuando surgía la posibilidad volvíamos a pedir nuevamente la cita, era la
esperada prueba definitiva y ante la quimera de esa confirmación sucumbíamos
muchos viernes.
Tiempo después descubrimos que muchas de aquellas
comunicaciones correspondían a interferencias propias, la inexperiencia del
principio, unida a nuestros deseos por lograr un avistamiento eran los ingredientes
perfectos para que se dieran ese tipo de comunicaciones. Una vez más la
paciencia debía imponerse sobre el apresuramiento.
Las comunicaciones que manteníamos no eran desde
luego las que esperábamos. Contactos de diálogos abiertos y continuados donde
no se interrumpiera la comunicación y se pudiesen hacer preguntas y pedir aclaraciones
como cuando tienes una conversación con alguien de tú a tú.
Recibíamos retazos de información interesante pero
la comunicación era tan corta, cinco minutos apenas, que no permitía mantener
un hilo de continuidad, y apenas lográbamos formular media docena de preguntas.
Los interlocutores eran distintos aunque a veces surgía algún «viejo conocido»,
alguien que ya había aparecido en alguna otra ocasión, notábamos entonces que
la comunicación era más fluida. Queríamos conseguir establecer contacto con la
misma persona pero aparentemente eso resultaba bastante difícil, no sólo por el
corto tiempo que duraba sino porque se establecía aprovechando viajes de esos
hombres a la Tierra, viajes esporádicos y que no siempre coincidían con los
días de reunión del grupo.
Por otra parte en alguna ocasión
nos decían que a esos hombres no les permitían comunicar largamente con los
terrestres, sus misiones eran otras. Algunos de los comunicantes confirmaron
incluso su posición, eran seres humanos (4a. dimensión) en el cuarto peldaño de
la escala evolutiva (4.4). Algunos de los supuestos extraterrestres con los que
comunicamos nos confirmaban su colaboración en misiones de ayuda a la Tierra,
pero exclusivamente a niveles físicos y tecnológicos como recogida de muestras,
trabajos geológicos en el subsuelo, etc.
Durante todo este tiempo luchamos con verdadera
constancia por mantener el espíritu de equipo, los deseos de avanzar, la fuerza
de voluntad ...
Y así a comienzos del mes de Abril, cuando la
primavera estallaba en los campos regándolo todo con una nueva luz que hacía
parecer los colores recién estrenados, un tibia noche, una noche especial que
siempre recordaríamos, lanzamos una vez más esperanzados la consabida llamada
al espacio esperando ser escuchados.
—Queremos comunicar con seres humanos
físicamente vivos, de evolución superior a la nuestra. Nos guía el deseo de
aprender.
ARTAX. PRIMER CONTACTO
—Soy Artax. Os saludo terrestres.
— ¿De qué dimensión eres? —verbalizó Fernando.
—4.
—¿Y en qué peldaño de la cuarta dimensión estás?
—4.
—Confírmanoslo con letras.
—CUATRO.
Cruzamos
miradas significativas. Parecía una buena comunicación. Más animados seguimos
adelante con el cuestionario que teníamos preparado para aquella noche del
viernes. Las respuestas eran cortas pero claras. La energía del contacto se
mantenía y pudimos establecer una comunicación fluida y sin interferencias.
— ¿Por qué has acudido a nuestra llamada?
—Me gustáis.
— ¿Por qué?
—Queréis aprender.
— ¿En qué lugar habitas?
— Dino.
— ¿Es un planeta de nuestra galaxia?
—Sí. Muy lejano, a 3 años luz.
— ¿Cuantos años necesitaríamos para alcanzar
vuestra evolución?
—400
— ¿Dónde te encuentras ahora?
—En una nave, en el espacio, cerca de la Tierra.
— ¿Qué has venido a hacer en la Tierra?
—Investigación, estamos catalogando las especies
vegetales de vuestro sistema solar. Recogemos semillas para implantarlas en
nuestro planeta.
— ¿Podríamos ver una nave tuya?
—Tal vez cuando tenga misión en España.
— ¿Podremos comunicar contigo otro día?
—Intentadlo el próximo viernes. Dentro de 7 días
volveré a la Tierra. Ahora he de irme. Amor, adiós, hermanos.
—Adiós Artax.
Una vez más
habíamos ganado la batalla al sueño con las armas del entusiasmo, teníamos por
primera vez una cita para comunicar la próxima semana, era un nuevo paso que
nos acercaba un poco más a nuestro objetivo, un pequeño avance que para
nosotros representaba mucho. Habían transcurrido varias semanas desde nuestro
primer encuentro con Artax. Desde entonces la estrella de la buena suerte
empezó a brillar para nosotros. Las comunicaciones con ese nuevo interlocutor
habían llegado a ser bastante fluidas y siempre, antes de acabar el contacto
pedíamos confirmación para la siguiente comunicación.
A lo largo
de ese tiempo, de la mano de Artax nos habíamos asomado a la etapa
inmediatamente superior a la nuestra. Descubrimos el mundo de los avances
tecnológicos, de la utilización de la razón y la lógica empleados para el bien
común. De alguna manera fue tomando forma algo que en la escala evolutiva que
encontraron en los manuscritos sólo eran unos simples números: 4.4.
Nos
sentíamos bastante satisfechos de los resultados que habíamos obtenido hasta el
momento, pues aunque no fueran muy espectaculares al menos eran coherentes. Sin
embargo, había una inquietud constante y compartida por todos que nos mantenía
unidos desde el principio, por eso, aquella calurosa noche del mes de Agosto,
después de haberlo comentado ampliamente entre los cuatro, incluimos en el
cuestionario una pregunta especial.
Cuando
Artax respondió a la llamada le planteamos enseguida nuestras intenciones: Queríamos comunicar con un Hermano Mayor
alguien que estuviera en el mismo grado de evolución que los Maestros que
contactaron con el abuelo en su día. Le pedíamos su ayuda para lograrlo.
Durante
unos segundos que nos parecieron interminables el vaso no se movió. Después,
como si Artax hubiese estado meditando su respuesta fue señalando muy despacio:
—Existe un organismo que es la Confederación de
Mundos Habitados de la Galaxia, está formado por 24 ancianos Maestros que rigen
los destinos de los planetas que están bajo su influencia. La Tierra lo está.
Ellos son los que determinan la intervención de otras civilizaciones. Sé que
hay planes de ayuda a vuestro planeta dadas las especiales circunstancias que
atraviesa. Mi capacidad de información es limitada, pero si vosotros lo deseáis
puedo intentar emitir una llamada para ver si los Hermanos Mayores la captan y pueden
contactar con vosotros.
La
respuesta del grupo no se hizo esperar. ¡SI! Estábamos entusiasmados, parecía
que por fin íbamos a lograrlo, eran los últimos metros antes de alcanzar la
cima. Permanecimos allí, expectantes, esperando que algo, no sabíamos muy bien
qué, sucediera.
—Esperad durante un minuto en concentración, por
favor.
Cerramos
los ojos intentando centrar nuestras mentes en una sola idea: Comunicar con un
Hermano Mayor.
Nuevamente
pareció que el tiempo, jugándonos una mala pasada, se alargaba. Transcurridos
unos segundos el vaso comenzó a girar con rapidez alrededor de las letras del
tablero marcando amplios círculos. Y apareció un nuevo comunicante.
—Soy Xaloc, amor, hermanos. He captado la
llamada de Artax y me ha transmitido vuestro deseo de entrar en contacto con
algún guía destinado a misiones de ayuda a la Tierra establecidas por la
Confederación. Mi función es otorgar guías para grupos en formación. Debéis
llamar utilizando vuestro método habitual de contacto y repitiendo la clave que
os daré a continuación.
En aquel
momento sentí que una emoción no controlada recorría mi espina dorsal haciendo
que el vello se me erizara. Miré a los demás y me di cuenta de que algo
parecido les ocurría a ellos. Conteníamos la respiración como si temiéramos que
en cualquier momento fuera a interrumpirse la comunicación. Sin embargo, de
forma clara apareció:
—WWW 3 A 5 ACAEL.
En el salón
se organizó un pequeño revuelo. Estábamos tan excitados, tan eufóricos, había sido
aparentemente tan fácil que no terminábamos de creérnoslo. Cada viernes
vivíamos intensamente las emociones de los avances logrados, pero después
durante el resto de la semana la parte racional se imponía y las reflexiones se
poblaban de dudas: ¿Y si todo fuese una jugarreta de nuestra mente? ¿Y si sin
darnos cuenta estábamos creando una historia irreal que sólo existía para
nosotros? ¿Y si fuesen mensajes de partes muy profundas de nuestra mente? ¿Y
si...? Las conjeturas eran infinitas ¡cabían tantas posibilidades! ¡Era un
mundo tan desconocido! ¡Había tan pocas oportunidades de contrastar! Al final,
después de encarnizadas luchas mentales sólo nos quedaba una actitud por
adoptar: era claro que ni la información que recibíamos, ni la experiencia que
estábamos teniendo ocasionaba ningún perjuicio, por tanto, seguiríamos adelante
intentando en cada momento tener los pies bien fijos en la tierra y admitiendo
solamente lo que pudiera tener contrastación, lo demás sería considerado como
hipótesis de trabajo.
Este pacto
era asumido por todos y después de cada comunicación desmenuzábamos su
contenido buscando posibles incongruencias con informaciones anteriores.
No
obstante, aquella noche se nos antojaba diferente. Intentamos recuperar el
contacto con Artax para darle las gracias por su ayuda. Fue en vano,
seguramente ya estaría muy lejos. A pesar de todo nos concentramos durante unos
minutos y pensando en él emitimos mentalmente un «gracias» que estábamos
seguros podría viajar por el espacio hasta los lugares más recónditos de la
galaxia para alcanzarle. Le estábamos agradecidos. A lo largo de los contactos
que habíamos mantenido con él había ido mostrándonos una personalidad que ya
nos era familiar, como cuando te carteas con alguien que no conoces. Que Artax
se brindase como intermediario portavoz del mensaje había supuesto una ayuda
inestimable. Sin ella nos habría resultado mucho más difícil conseguirlo, o por
lo menos habríamos tardado bastante más. Una corriente afectiva unió desde
entonces a seres tan dispares y durante muchos años el grupo fue consciente del
papel fundamental que había jugado ese hombre en sus vidas. Fue para nosotros
el primer exponente de la colaboración entre los seres humanos independientemente
del lugar que ocupen en el Cosmos.
ACAEL EL GUIA
Y por fin
llegó el día. Era el 6 de Agosto de 1977. Sentados en la terraza esperábamos la
llegada de nuestros amigos, disfrutando de una agradable noche de verano. Se
oían cantar los grillos en el jardín, el cielo estaba cuajado de estrellas,
podía verse la Vía Láctea con toda nitidez. Permanecíamos mudos hundiendo las
pupilas en el firmamento, ni Teresa ni yo queríamos romper el silencio, sólo
limitarnos a disfrutar de aquellos momentos de soledad y quietud.
Yo
reflexionaba sobre las vivencias de los últimos meses, y hacía balance. Ni
siquiera había pasado un año desde que fuimos a Burón y el abuelo nos hizo
depositarios de su tesoro ¡cuántas cosas habíamos vivido desde entonces!
¡Cuántas habían cambiado! No pude por menos de sonreír ante un pensamiento que
cruzó por mi mente: hace un año ni siquiera sabíamos que estas cosas existían y
ahora cualquiera que nos viera hablando con un vaso pensaría que estamos locos.
Recordé el
sentimiento de ridículo que teníamos al principio, y que aún nos embargaba de
vez en cuando, cuando nos dábamos cuenta de que estábamos, de alguna forma,
dirigiendo preguntas al vaso.
Ya nos
habíamos acostumbrado a esa sensación y empezábamos a admitirlo como normal,
como que se trataba de un simple medio de comunicación como otro cualquiera.
¿Qué nos depararía el futuro? ¿En qué terminaría esa aventura en la que sin
saber cómo nos habíamos visto envueltos?
Me encogí
de hombros. El afán de profundizar y de llegar al final se imponía sobre los
demás sentimientos. Al fin y al cabo únicamente debíamos preocuparnos por no
«colgarnos» del tema, sino darle la importancia justa, y en ese propósito
estábamos los cuatro firmemente asentados. Entretanto nos limitaríamos a vivir
la experiencia. Después de todo, desde el punto de vista meramente personal era
enriquecedor y eso era lo más importante por el momento.
Con mi
acostumbrada forma de enfocar los acontecimientos me encontré ya mentalmente
pensando en futuro, intentando intuir cuales serían los siguientes pasos.
¿Quién
sería Acael? ¿Respondería a la llamada? ¿Qué iba a significar para nosotros esa
nueva comunicación que habíamos buscado de forma intuitiva? ¿Representaría
algún compromiso? Me sentía inquieto, por un lado había deseado y esperado que
llegase esa noche, por otro un cierto desasosiego me invadía.
Cuando
comencé esta aventura nunca pensé que el tema me atraería tanto, fue con el
paso del tiempo cuando me di cuenta de que con cada paso adelante mis fibras
latían y en alguna parte de mi cerebro las teorías resonaban familiares.
Había
encontrado en Teresa, Fernando y Pilar partes complementarias de mí mismo. Eso
se manifestaba en que de forma natural cada uno adoptaba una función en el
grupo dependiendo de sus potencialidades o de sus tendencias. Así,
aprovechábamos el empuje de Fernando y su personalidad inquisitiva, la capacidad
reflexiva de Teresa que nos obligaba a desmenuzar todos los temas hasta estar
seguros de que nada se escapaba y todos los entendían y el escepticismo de
Pilar, que no entorpecía la marcha del resto sino más bien al contrario, pues
tenía una orientación positiva haciéndoles permanecer con los pies bien firmes
en la tierra. Yo aportaba la ilusión y el no rendirnos ante las dificultades,
era como si estuviese sustentado por una mano invisible que aún en los momentos
de desánimo general me hacía subir por encima de las circunstancias y contagiar
a los demás la confianza de que tarde o temprano alcanzaríamos nuestro
objetivo.
Cuando
llegaron Fernando y Pilar me di cuenta de que en todos había una excitación
mayor de lo habitual, aunque intentábamos simular que se trataba de una noche
como tantas otras. Había un cierto aire de trascendencia que se respiraba en el
ambiente, bromeábamos especulando sobre la posibilidad de que Acael no
apareciera y la clave simplemente hubiera sido una interferencia inconsciente
provocada por nuestros propios deseos. Sólo había una manera de salir de dudas:
intentarlo.
Nos
sentamos alrededor de la mesa y practicamos el ejercicio acostumbrado. Durante
la relajación me pregunté por qué estábamos allí. Yo sabía mis razones, intuía
las de Teresa e intentaba adivinar qué era lo que había enganchado tanto a
Fernando y Pilar. De cualquier modo, aunque los motivos fueran distintos en
todos, había un denominador común: teníamos interés por descubrir la verdad y
ese era el caldo de cultivo que nos permitía aunar esfuerzos para generar
pensamientos altruistas y emitir una llamada uniforme y clara, que rebotó entre
las cuatro paredes del salón pero no se quedó ahí, sino que se fue
transmitiendo por el espacio en busca de un interlocutor lejano que respondiera
a su demanda.
—Somos un
grupo de personas de la Tierra que queremos comunicarnos con un Hermano Mayor.
3 a 5 Acael, 3 a 5 Acael, 3 a 5 Acael...
Con una
honda emoción se dispuso a responder a la llamada. Al notar que el vaso
comenzaba a deslizarse por el tablero abrimos los ojos. Fuimos leyendo las
letras mentalmente y una respuesta clara apareció ante nosotros con una gran
fuerza.
—WWW, 5 a 3 Acael os saluda, amor, hermanos.
Por primera
vez desde que comenzamos con los contactos nos quedamos mudos. Olvidamos el
cuestionario y no acertamos a pronunciar palabra. Durante unos minutos nos
miramos unos a otros sin saber que decir. La comunicación se produjo de una
forma muy rápida. Apenas habíamos tardado tres minutos en establecer contacto y
muy en el fondo temíamos que no apareciera el interlocutor.
El vaso fue
deslizándose con seguridad por el tablero seguido por nuestros dedos. En aquel
momento éramos Teresa, Pilar y yo quienes manejábamos el vaso, mientras
Fernando recomponía las cuartillas y se preparaba para anotar:
—Buenas noches hermanos. He sido informado
por Xaloc que me esperabais. Pertenezco a un grupo de hombres 4.5 que tienen la
misión de ayudar a los habitantes de la Tierra para que alcancen un grado de
evolución superior, dados los acontecimientos que el planeta va a atravesar.
Aproveché
el momentáneo respiro para lanzar una pregunta.
—Entonces, ¿va a haber una autodestrucción en la
Tierra?
—Todo dependerá de la marcha de los
acontecimientos. En este momento los parámetros actuales indican un gran riesgo
de cambios traumáticos que culminarán en el año 2.014. El planeta volverá a ser
habitado unos cuarenta años después por los nuevos hombres de una nueva generación
que estén dispuestos a afrontar el reto de crear una sociedad armónica. Antes
de continuar he de formularos una pregunta.
Un silencio
casi sólido se extendió por el salón. Roto únicamente por el deslizarse del vaso
sobre el tablero.
— ¿Estáis dispuestos a modificar los esquemas
mentales prefijados, siempre que se os demuestre que estabais equivocados?
Íbamos de
sorpresa en sorpresa. Estábamos acostumbrados a hacer nosotros las preguntas
pero Acael claramente dirigía la comunicación por unos derroteros desconocidos.
Recordé entonces que al abuelo también le habían hecho una pregunta similar
cuando estuvo en Corona.
—Antes de que contestéis quiero explicaros
algo. El trabajo del grupo tendrá un objetivo muy concreto: acceder a las zonas
internas del ser a partir del consciente. No será algo fácil y en ocasiones
será necesario la catarsis personal para llegar al resquebrajamiento de esos
esquemas mentales.
—Segunda pregunta: ¿Sabéis o intuís los
riesgos que conlleva el trabajo de grupo en cuanto a lo que vosotros llamáis
rotura de esquemas mentales mediante «catarsis»?
Durante
unos minutos meditamos la respuesta. Uno a uno fuimos respondiendo con una
cierta dosis de inseguridad.
—Sí. Sí. Sí. Sí.
—Bien, entonces hemos de sentar algunas
premisas de funcionamiento: Nada de hegemonías Nada de desconfianzas Nada de
mentiras Nada de cetros y mitras Nada de prejuicios Y mucho de amor, humildad,
justicia y caridad, que serán los cuatro puntos cardinales del grupo ¿de
acuerdo?
—Sí.
—Otra cosa, todo lo que se manifieste
públicamente en el grupo debe ser cumplido, y nada a partir de ahora, que sea
explícitamente confidencial, podrá ser dicho fuera del grupo.
—De acuerdo —verbalicé mientras los demás
asentían con un movimiento de cabeza.
—Durante el primer año la preparación será
fundamentalmente psicológica, debéis destruir barreras estructurales que os
separan. Cada uno de vosotros tiene una personalidad conformada por sus
experiencias, que son distintas en cada caso. Debemos trabajar en unificar
criterios y desmitificar aquellas cosas de vosotros mismos que corresponden a
cuestiones de imagen y de funcionamientos puramente mecánicos.
Fernando
apuntó:
— ¿Podemos divulgar nuestras experiencias?
—Cuando podáis hablar yo os lo diré, ahora no
os creerían.
— ¿Puede venir más gente?
—No de momento. Es mejor esperar un poco a
que nos conozcamos mejor. Después, cuando la base esté firme y sólidamente
asentada, será el momento de pensar en ampliaciones.
—Detecto a través de la luminosidad de
vuestro astral que estáis ligeramente conturbados. Por esta noche dejaremos
aquí el contacto, pero antes de irme he de deciros que no os preocupéis, no se
os pedirá nada que no seáis capaces de llevar a cabo, no habrá ninguna
interferencia en vuestras vidas ni en vuestras mentes. Vuestro libre albedrío
tomará siempre las decisiones que le parezcan oportunas. La evolución debe ser
natural y consciente, YO OS AYUDARÉ A ANDAR PERO NO ANDARÉ POR VOSOTROS.
—Nosotros no somos dioses, sólo seres humanos
que intentamos evolucionar igual que vosotros y también necesitamos ayuda de
dimensiones superiores y a veces inferiores. Vosotros me ayudáis al permitirme
que os ayude.
En aquellos
instantes por mi cabeza cruzaban ideas controvertidas que no terminaban de conformarse.
Suponía que a los demás les ocurría lo mismo.
Acael
continuó imparable.
—Tened fe en vosotros mismos y seguid
alimentando vuestro deseo de descubrir la luz de la verdad allí donde se
encuentre. —El próximo viernes seguiremos. Amor 5 a 3 adiós.
El silencio
que se había mantenido durante la comunicación se rompió por cuatro sitios
diferentes al irrumpir todos en exclamaciones de sorpresa. Hablábamos todos a
la vez y apenas terminábamos las frases, cada uno comentaba lo que consideraba
más chocante pero ni siquiera esperaba la respuesta del otro.
Después de
un buen rato de desahogo y cuando se hubieron tranquilizado un poco los ánimos
comenzamos a releer las notas. Éramos incapaces de hacer un análisis
pormenorizado de lo que habíamos recibido, pero sí nos pusimos de acuerdo en
unos cuantos puntos.
Aquella
comunicación era claramente distinta a cuantas habíamos recibido hasta
entonces. Acael había mostrado una «personalidad» definida y claramente
detectable a través de sus palabras. Nos parecía difícil pensar que aquellas
frases pudieran haber arrancado de nuestro propio subconsciente.
Nosotros
habíamos sido los primeros sorprendidos por la coherencia, rapidez y falta de
interferencias desde el primer momento. Además la propuesta de Acael de
trabajar en el grupo era algo que ni siquiera sabíamos cómo iba a funcionar. Lo
buscábamos inconscientemente siguiendo los consejos del abuelo, pero nunca
habríamos podido concretar las expectativas en unos puntos tan claros como los
que ahí se reflejaban.
Por otra
parte, nos dimos cuenta de la clara dirección de la comunicación. Era una
invitación a participar en un trabajo que parecía estar perfectamente definido,
como si estuviésemos apuntándonos a recibir clases en un curso organizado con
un programa desarrollado y pormenorizado.
La
imaginación de unos y otros volaba especulando sobre las posibilidades que eso
tendría. Un ser a ese nivel de evolución sería un auténtico maestro. Ante
nosotros se extendía un camino que se perdía en el horizonte, un camino que en
ocasiones sería llano y fácil y otras tortuoso y pedregoso ¿dónde conduciría?
Apenas se vislumbraba el comienzo, el resto habría que ir descubriéndolo
avanzando paso a paso y estábamos dispuestos a afrontar el reto.
La sombra
de la duda se interponía constantemente y volvían a aparecer los viejos
fantasmas que nunca terminaban de irse, ¿Y si todo fuera un engaño? ¿Y si
estuviéramos siguiéndole el juego a alguien que no tuviese buenas intenciones?
¿Y si...? Apartamos esas inquietudes que de momento no conducían a nada y
decidimos esperar a tener más contactos para hacer una evaluación completa.
No
obstante, aquella era nuestra noche para vivir la ilusión, más adelante ya
vendrían las dudas y las inquietudes. Ahora queríamos dejarnos inundar por el
sentimiento de felicidad que nos embargaba. A altas horas de la madrugada brindamos
por el futuro, nos sentíamos afortunados por tener esa oportunidad. Habíamos alcanzado el primer objetivo:
comunicar con un hombre 4.5. Era todo un hito en nuestras vidas pero no
podíamos pararnos ahí. Eso era sólo el comienzo, la puerta de entrada.
Un firme
propósito y voluntad de continuar arraigó en el ánimo de todos y pactamos
conscientemente que mientras encontrásemos congruencia en la comunicación
seguiríamos adelante.
A millones
de kilómetros de distancia, y según supimos más adelante, Acael* se unía a
nuestro pacto aportando su deseo de guiarnos mientras encontrase en nosotros
deseos de evolucionar.
*(Muy
lejos de la Tierra, fuera de nuestro sistema solar existe un planeta llamado Apu, es un astro radiante. Su atmósfera se encuentra permanentemente
inundada de luz, como si cada partícula del aire fuese una pequeña antorcha
diminuta. Todos los espacios interatómicos tienen esa particularidad, hasta los
más recónditos rincones están impregnados de una luminosidad permanente.
El amanecer
de un nuevo día es un momento especialmente bello. El cielo entero se cubre con
innumerables ráfagas luminosas de distintos colores semejando inmensas auroras
boreales.
La mayoría
de los habitantes del planeta contemplan cada mañana ese maravilloso
espectáculo que la Naturaleza les ofrece.
Mersan es una de las muchas localizaciones o
enclaves de convivencia que se encuentran en las zonas más fértiles del
planeta. Tiene alrededor de 10.000 habitantes y cuenta con todos los servicios
necesarios.
Acael,
Alna y sus dos hijos Oprun y Tork observan desde una
pequeña terraza circular situada sobre su casa cómo paulatinamente los juegos
de luces van extinguiéndose para dar paso a los rayos dorados y cálidos de la
estrella Alfa B de la Constelación del
Centauro, que cada mañana hace que la ciudad comience a activarse.)
.............................................................................
(Donde leer el libro completo Los manuscritos de Geenom (I) -Terrestres ésta es la historia ): http://es.scribd.com/doc/98220533/Los-Manuscritos-de-Geenom-I-Terrestres-esta-es-la-historia
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LOS MANUSCRITOS
IIIa. Introducción
«Ahora, cuando siento que la energía que constituye mi cuerpo físico se está transformando, cuando sé que mi paso por la vida humana está tocando a su fin, cuando he comprendido y asimilado lo que es el dolor, la muerte, el amor, la incomprensión, la desarmonía, el odio, la paciencia, la humildad, la soberbia, cuando sé que he conocido y manejado todos los aspectos físicos de la vida, ahora debo dar un paso más, un paso hacia adelante. No necesito que nadie me lo diga. Lo sé.
»En estos
momentos en que me voy para quedarme, quiero hacer, no obstante, un último
repaso a aquello que constituye mi bagaje, mi experiencia, mi razón de partir y
mi llegada. Quiero que se cumpla también en mí, como postrer tributo de un
hombre a otros hombres, la máxima que ha sido mi referencia constante: "TODO
LO QUE SE RECIBE ES PARA DAR".
«Como
conclusión final de mi existencia humana, he comprendido que sólo es complicado
aquello que nosotros lo hacemos complicado. Que el hombre lleva dentro de sí
las respuestas a todas sus
preguntas. Que no se puede poner límites a su propia imaginación, a sus deseos,
a su consciencia. Que crear instituciones para que el hombre aprenda lo que ya
sabe es reducir la capacidad humana de conocerse a sí mismo.
»He vivido
muchos años y muchas vidas y de todas ellas siempre he aprendido algo. He sido
sordo y luego he sabido escuchar. He sido ciego y luego he sabido ver y mirar.
He sufrido en propia carne mis propios errores, pero también he sabido
levantarme y continuar mi camino.
»E1 hombre
que piensa que no necesita a nadie, aquel que se autoproclama constructor de sí
mismo, es como la abeja herida que gira y gira sobre sí misma. Todos,
invariablemente, necesitamos a los demás y esta lección tendremos también, invariablemente,
que aprenderla.
»El
conocimiento, aplicado a la evolución del ser humano, produce armonía, y al
hablar de armonía no sólo se habla de un bienestar ambiental, se habla sobre
todo de la perfecta interrelación de todo lo existente, visible e invisible.
»El hombre,
desde sus primeras etapas hasta las últimas, recorre un camino que no es ajeno
a su propio estado físico. La armonía paraél es saber, en cada momento de su
evolución, cuál es su etapa física, para adaptarse a ella y saber así interrelacionarse
armónicamente con su entorno.
»Se dice
que el Universo es mental. Esto no significa que sea una ilusión, un espejismo,
sino que todo ES y se MANIFIESTA gracias a la mente. Nada existe que no
obedezca a un por qué, a una razón, a un proceso mental.
«Cuando el
hombre es casi un primate su centro mental está en la tierra, causa de su
preocupación. A medida que evoluciona va trasladando su centro mental hacia
arriba, pasando por el sexo, el estómago, el corazón y finalmente en el
cerebro. Los hombres de la Tierra tienen su centro mental situado entre el
corazón y el cerebro, entre los sentimientos y las sensaciones, entre el querer
y el poder. La experiencia, el dolor, el amor y la propia vida, hará que su
centro mental se traslade hasta el cerebro, donde todo se genera, donde todo se
entiende, donde todo ES. El cerebro es nuestra terminal cósmica, cuya capacidad
y uso hoy, por fin, he comprendido. ¡Qué mal hemos aprendido! ¡Qué mal hemos
enseñado! Nos centramos en el cuerpo y cuando éste se hace viejo nos damos
cuenta que el órgano menos desarrollado es el que tiene las claves de la vida.
»Esta
historia que hoy, al final de mis días como ser humano, voy a contaros, no es
una biografía, pues sería demasiado exhaustivo y además no os serviría de
mucho, pues es sólo una vida, no LA VIDA. Por el contrario, trataré de
transmitir aquellas cosas que son las que hoy me van a permitir dar este nuevo
paso. Aquellas cosas que el hombre busca y por las cuales vive, lucha y muere
cientos de veces.
Lo hago
porque SÉ QUE DEBO HACERLO, porque una fuerza que ya ha empezado a formar parte
de mí, así me lo exige.
»Os hablaré
del hombre, del papel que desempeña en la Creación. De cómo siendo parte
integrante de la Naturaleza, llegó a agredirla, para luego cuidarla y protegerla.
De cómo, sólo la consciencia, puede hacer identificar a la Naturaleza como una
madre. Al principio se depende de ella como un recién nacido depende de su
madre. Luego el hombre adolescente se rebela contra ella y la repudia y agrede,
pensando que él lo puede hacer mejor. Sólo cuando es adulto el hombre vuelve su
mirada y ve a una madre que le ha dado todo, su sangre, su casa, su leche, su calor...
y siente amor nuevamente por ella.
Vosotros,
hombres de la Tierra, sois adolescentes, unos más y otros menos, pero aún
pensáis que podéis enmendar errores producidos por el Cosmos.
«Vuestro
siguiente paso es volver la vista a vuestra madre y vivir con ella y para ella,
porque un día, al igual que yo hoy, tendréis que decir adiós para volver a ser
parte de ella, de su energía, de su fuerza. Para volver a ser, como paradoja
repetida en tantas encarnaciones, padre y madre de vuestra madre. Cuando
aprendáis a amar a vuestra anciana madre, a cuidarla y protegerla, cuando
hayáis comprendido que ella os necesita, os convertiréis en su fuerza vital,
para que en ella sigan viviendo vuestros hijos y los hijos de vuestros hijos».
«Soy Geenom, un ser humano que ha
recorrido un largo camino por el sendero de la evolución, un duro aprendizaje
me ha ido llevando a través de milenios hasta el punto en que hoy me encuentro,
próximo ya a trascender del plano físico. He pasado por todos los estadios de
la etapa humana, desde la manifestación más burda hasta la más sutil, desde la
inconsciencia y la duda, a la consciencia y la seguridad, desde la intuición a
la certeza de saber, al fin, para que he sido creado.
«Mis
palabras son para vosotros, hombres de la Tierra, vosotros que os trazáis un
camino muy corto, que os adelantáis como todos los adolescentes al futuro del
hombre, os quedan aún miles y miles de años para alcanzar lo que llamáis la
sabiduría, QUE NO ES OTRA COSA QUE LA CONSCIENCIA DEL ORDEN QUE DEBE TENER VUESTRO
MUNDO, y cuando hablo de mundo me refiero a esa porción de Universo que el
hombre debe conocer paso a paso, vida tras vida, generación tras generación.
«Uno de los
hitos que el ser humano se encuentra al llegar al punto donde estáis, es
conocer su situación exacta. De dónde viene, dónde está y hacia dónde va.
«Conocer
someramente las etapas del camino evolutivo, nos hace afrontar con más
seguridad el programa evolutivo de cada vida, conocer los logros y los fracasos
adquiridos y en definitiva, aumentar la CONSCIENCIA que es el mejor indicativo
del avance.
«Cuando decimos que el hombre no está solo en su Universo, no sólo hablamos de la existencia de otros mundos similares, sino que también hacemos referencia a su origen y a su futuro.
«Si pusiéramos escalones hipotéticos a la manifestación del Universo desde su principio hasta su reintegración, veríamos que el primer capítulo de la historia, el primer escalón lo constituye la primera manifestación de la materia, el mundo material o reino mineral como vosotros lo llamáis. Abarcaría desde las partículas atómicas más simples hasta la organización mineral más compleja.
»En el
siguiente escalón o capítulo, aparecerían las plantas, plano o reino vegetal,
desde las manifestaciones más simples, como ciertos líquenes, conviviendo
juntos en una simbiosis perfecta, casi confundiéndose, hasta las plantas o
vegetales casi con autonomía, plantas que más parecen animales primitivos, con
cierta inteligencia para sobrevivir y alimentarse, como es el caso de algunas
plantas marinas.
»El tercer
escalón lo ocuparían los animales, desarrollando poco a poco una estructura
cerebral capaz de especializar funciones vitales. Animales que empezarían
siendo autónomos, con movilidad, tan simples como un protozoo o el plancton
marino, hasta llegar a la complejidad de los mamíferos, donde aparece esa mueca
de ser humano que es un primate, el traje perfecto para entrar en el CUARTO
ESCALÓN: El ser humano, antropomórficamente casi igual en
todos los rincones del Universo. Erguido, piernas para andar, manos, cabeza y
tronco. Dotado de sentidos y cerebro para coordinar todas sus funciones
vitales, y lo que es más importante, cerebro para servir de puente entre ese
espíritu original y su propia consciencia que aparece, al individualizarse en
cada ser, por primera vez en este escalón.
»Hasta
ahora, los planos inferiores o escalones, en todas sus manifestaciones, estaban
regidas por espíritus colectivos que regulaban por especies su interrelación,
su ecología y su existencia.
Ahora ha
nacido el futuro Regente de todo lo que hay debajo de él, cuya existencia sólo
tiene razón de ser si él existe. Planos, recursos y medios que están puestos a
disposición del hombre para su supervivencia. Sólo evolucionarán en la medida
que sean útiles al hombre y éste sólo lo hará en la medida que sepa utilizar
todo eso correctamente para el beneficio de sus inferiores, él mismo y sus
semejantes.
«Este
escalón, el cuarto de la escalera evolutiva, tiene una importancia
trascendental, pues a partir de ahí, el hombre toma las riendas de su evolución
y sólo aprenderá de sus errores y sus aciertos, del uso que haga de su libre albedrío.
»Los
siguientes peldaños, corresponden, el quinto al mundo de las energías astrales,
el sexto al de las energías mentales y el séptimo al de las energías
espirituales, peldaños no materiales, cuya función es la de vitalizar,
coordinar y dirigir respectivamente los peldaños que tienen por debajo.
Completar el ciclo evolutivo, donde todos juntos formarían un octavo que los
englobaría a todos y que es el origen y el fin de todo lo creado.
«Permitidme
que os hable más profundamente de como es vuestro y nuestro escalón humano, ese
que he recorrido desde el principio hasta ahora que estoy próximo a integrarme
en el mundo de las energías, de liberarme de este cuerpo que tan útil me ha
sido y salir de la rueda de reencarnaciones a que está sujeto todo ser humano
para su propio beneficio.
«Si esta
hipotética escalera de la evolución tiene siete grandes peldaños, es porque la
observamos desde lejos, al acercarnos, veremos en cada uno, siete instantáneas
o peldaños más pequeños y en el caso del hombre, siete etapas dentro de su
cuarto gran peldaño como ser humano.
Siete
grados de evolución que van desde el hombre primitivo (4.1), al hombre
supraconsciente (4.7), pasando por el hombre inconsciente (4.2), el hombre
consciente (4.3) (punto en el cual, el hombre tiene el cien por cien de las
riendas de su evolución), peldaño en el cual os encontráis los seres humanos
del planeta Tierra.
«Estáis
próximos a dar un gran salto, el que os llevará al siguiente escalón: El hombre
de la Nueva Era (4.4). El paso siguiente es el peldaño de los Maestros (4.5), y lo son, por ser los primeros del
escalón humano con capacidad (garantía de uso del libre albedrío hacia lo
positivo) para servir de referencia a sus hermanos del peldaño 4.3. Y así
llegaríamos al 4.6, Maestros de los 4.4 y a los 4.7, (los "últimos"
humanos, que serán, a su vez, los "primeros" en formar
parte del primer escalón del plano energético o quinto gran peldaño).
»Si he
utilizado este símil de la escalera, es por su sencillez y claridad para
retenerlo mentalmente. Sólo es una forma de dividir y razonar el camino de la
evolución.
»Es
agradable verme reflejado en cada rellano del pasado, no os podéis imaginar el
camino que os queda para llegar al final de vuestro trayecto como seres
humanos, como tampoco os imagináis las maravillas que os aguardan esperando ser
descubiertas por vosotros a lo largo de LA VIDA.
»Me
gustaría, como un primer paso, contaros cómo nació vuestro planeta y cómo
surgió en él la vida. Las hipótesis manejadas por vuestros científicos se van
aproximando cada día más a la realidad, pero aún les falta mucha humildad para
hallar la verdadera razón de la vida, porque no se trata sólo de un proceso físico,
sino fundamentalmente energético. Es la energía vital la que permite a un ser
inerte vivir. Sin esa energía, los cuerpos, antes vivos, se descomponen, les
invade el caos. La vida es armonía, la muerte caos. Mirad a vuestro alrededor y
veréis que todo es energía. Cuando esa energía se pone al servicio de la
evolución, surge la vida. Estoy hablando de la más sutil de las energías: el
amor.
«Vuestro
planeta, la Tierra, nació de una forma similar a como nacen todos los planetas
en el Universo: partiendo de su estrella, de su sol. Una liberación de energía
positiva que al compensarse con energías de signo contrario dio lugar a una
masa incandescente que tomó una órbita alrededor del astro que la generó. Se
había creado el primer peldaño de la escala evolutiva, el Reino mineral, Cuando
la masa se enfrió, su atmósfera compuesta por carbono e hidrógeno permitió que,
por la acción de las múltiples radiaciones solares, los elementos químicos
depositados en la corteza fueran el caldo de cultivo que a lo largo de milenios
diera lugar a lo que llamamos vida.
«Todo lo
que acabo de deciros responde a un plan, todo tiene un porqué, una razón y una
explicación que sólo necesita de tres elementos para ser comprendida: humildad,
paciencia y deseos de conocer, de saber, en definitiva curiosidad».
………………………………………………………………………………………..
IIIb. Primera manipulación genética
«Pasaron millones de años durante los cuales realizamos visitas frecuentes, tanto para observar el desarrollo del sistema ecológico del planeta, como para incorporar nuevas especies vegetales y animales que complementaran el equilibrio del sistema ecológico de la Tierra.
La
Confederación de Mundos Habitados de la Galaxia había estado observando la
evolución del joven planeta y consideraron que había llegado el momento de dar
un nuevo paso adelante: colaborar al despertar de la vida inteligente.
»Eso
ocurrió hace mucho, mucho tiempo, aproximadamente tres millones de años de
vuestra era. Yo tuve el privilegio de participar en esa misión.
«Buceo en
mis recuerdos y visualizo, como si lo estuviese viviendo, aquella maravillosa
experiencia:
«Nuestra
nave atraviesa el espacio a velocidades que sólo podríais admitir en vuestros
sueños, cada uno de los componentes de la expedición sabe muy bien cual es su
función y la realiza en
silencio.
«Por fin
aparece ante nosotros el objetivo: LA TIERRA, es una pequeña esfera, poco
brillante, sin satélite alguno y que se mueve lentamente en una amplia órbita
alrededor del sol.
«Lo que va
a suceder en este planeta ya ha sucedido cientos de veces en otros tantos
planetas. Sin embargo, no por haber sucedido tantas veces es menos importante.
Creo que es necesario para el hombre asomarse a la ventana de su pasado. Es por
eso que os quiero hacer partícipes de esta experiencia.
«Pero
volvamos a la Tierra. La noche es fría. Fría y clara. Las aguas tranquilas de
la laguna devuelven como un espejo la imagen de un firmamento profundo,
tachonado con miles de estrellas parpadeantes. Está poblada de cientos de
ruidos y gritos que salen de todas partes. La agitación entre los animales es
inusitada, como presagio de nuestra llegada.
«Entre
ellos, unos primates especialmente asustados observan temerosos las imágenes de
un acontecimiento que sobrecogería incluso a seres mucho más inteligentes que
ellos. Se juntan y
amontonan
para darse fuerza, pero son incapaces de reaccionar.
«Hay algo
más que comprensión hacia estos animales, ellos son el objetivo de nuestro
viaje.
«Lentamente
nuestra nave se desplaza por detrás de las montañas hasta colocarse en la
vertical de la laguna. Quieta, inmóvil y en silencio la gigantesca nave plateada
parece desafiar las leyes de la gravedad y en el transcurso de unos minutos
todo se torna en silencio, paz y tranquilidad. Es nuestro deseo alejar
cualquier sentimiento de miedo o temor de la mente de esos animales, y así
emitimos pensamientos tranquilizadores.
«El
ambiente se inunda de una mágica vibración que les inspira confianza y
bienestar. Instantes después la nave va apagándose suavemente mientras
repentinamente, de su centro, sale proyectado hacia el suelo un haz de luz
intensamente brillante y densa, casi sólida. Una compuerta se abre lentamente y
la luz parpadea por contraste en el medio de su abertura. Dos hombres
descienden suspendidos por el rayo de luz hasta depositarse con absoluta suavidad
sobre la hierba.
«Nadie se
ha movido y observan sin el menor asombro la escena que se desarrolla ante
ellos. Una vez en el suelo se aproximan a la manada de simios y en especial a
una pareja que anteriormente fue observada con detenimiento. Los dos hombres
extienden sus manos y los simios imitan el gesto, juntos regresan al haz de luz
y los cuatro ascienden hasta penetrar en la nave. La compuerta se cierra y la
luz se apaga de golpe. Como si esa fuera la señal, toda la naturaleza comienza
a moverse, vuelven los ruidos, los gruñidos, los animales se dispersan sin
dejar de observar sobrecogidos el disco plateado que sigue suspendido en el
aire. Minutos después, como si la nave formara parte del paisaje, todo vuelve a
la normalidad pero imperceptiblemente.
«Como si
hubiera perdido todo su aparente peso va ascendiendo poco a poco como un globo
lleno de gas que se deja llevar por la brisa de la noche. Pronto está a varios
miles de kilómetros de la superficie, inmóvil y suspendida como si se tratase
de un satélite que el planeta no tiene.
»El tiempo
se ha detenido para todos nosotros. La nave abandonada al rumbo que le marca el
planeta, gira suavemente en una amplia órbita a su alrededor recordándonos que
allí está el centro de nuestra atención. En el interior de la nave hay una
suave luz que invade y tiñe de azul toda la sala, el ambiente está
agradablemente iluminado. Mis compañeros ya se encuentran reunidos en la sala circular,
situada en el centro de la bóveda de la nave, en torno a la mesa donde están
tumbados los dos simios.
«Todo está
dispuesto. En el centro, nuestro Maestro sostiene en sus manos una brillante
esfera metalizada y transparente. Sus ojos permanecen fijos en ella; con paso
lento se dirige hacia la mesa. Un ambiente de trascendencia y respeto invade
toda la estancia. Mientras trato de imaginar los sentimientos del Maestro, yo
me siento estremecido y agradecido al Cosmos por darme la oportunidad de estar
allí y ser útil, ayudando a unos hermanos en su camino de evolución, ¿Qué
sentirá él que ha sido elegido por sus Maestros para coordinar y provocar uno
de los acontecimientos más importantes en la historia evolutiva del hombre? Su
rostro refleja paz y serenidad, pero sobre todo seguridad.
»El Maestro
ha colocado la esfera plateada en la vertical sobre la cabeza del macho. Todos
los presentes se recogen en meditación, esperando, mientras el techo de la
bóveda se abre lentamente dejando ver un firmamento sobrecogedor. Al cabo de
unos minutos un amplio haz de luz se hace visible al entrar por la abertura,
mientras que la esfera, a modo de reductor, la concentra en un rayo finísimo
que se proyecta sobre la frente del animal que tiene ahora sus ojos cerrados.
Permanece
así durante unos segundos, después la esfera, suspendida en el aire, se
traslada sobre la cabeza de la hembra y de nuevo un penetrante rayo de luz
vuelve a proyectarse sobre el centro de su frente achatada.
»La trascendencia cósmica de este momento viene marcada por el paso de animal irracional a incipiente ser humano. La labor consciente de estos Hermanos que se prestan como medio para que se cumpla LA LEY tiene un valor determinante para todos los seres humanos, pues
»La trascendencia cósmica de este momento viene marcada por el paso de animal irracional a incipiente ser humano. La labor consciente de estos Hermanos que se prestan como medio para que se cumpla LA LEY tiene un valor determinante para todos los seres humanos, pues
de esta
manera tiene lugar, energéticamente, una modificación genética, que hará que
sus cerebros de primates puedan albergar cuerpos mentales cada vez más sutiles
y que comiencen a caminar por el sendero de la CONCIENCIA.
»De ahora
en adelante sus mentes podrán formularse preguntas y, mediante la observación,
llegarán a la reflexión. El soporte físico ha sido manipulado para poder
desarrollar la capacidad futura de raciocinio, que será la antesala del libre
albedrío en sus siguientes generaciones. Y todo esto es posible gracias al
compromiso que han adquirido otros seres, dotados de consciencia, que han
querido servir de medio en esta tarea. Nuestros rostros están bañados de una
luz que todo lo invade sin producir sombras y un solo pensamiento se trasluce en todas
las mentes: "TODO LO QUE SE RECIBE ES PARA DAR".
Esta máxima
cósmica impregna cada átomo de la estancia y cada estrella del firmamento.
Porque todos, en estos momentos, nos sentimos parte de un Plan Cósmico
gigantesco y esto forma parte de él.
»Cesa la
vibración. El Maestro se acerca para recoger la esfera y se retira
resplandeciente de energía. Ahora mis compañeros dejarán sobre el suelo del
planeta a los dos animales. La primera parte de nuestro trabajo está a punto de
concluir. Esta experiencia será repetida con varias parejas más para asegurar
el éxito de la misión.
«Deseo
explicaros lo que aquí ha tenido lugar y que os he ido narrando como un
espectador más:
«Dentro de
la evolución es a veces necesaria la ayuda de otros seres para avanzar un paso
adelante en la escala cósmica. La Naturaleza utiliza a sus propias criaturas
para realizar su obra y el hombre, como parte de la ecología del planeta,
regula su entorno. Era necesario que en la Tierra apareciera la especie humana
y se plantara esa semilla. El Maestro ha sido el encargado de hacerlo y
nosotros de ser su soporte, de ayudarle. Se ha hecho una modificación genética
en esos animales al objeto de que sus descendientes cuenten ya con un cerebro
más desarrollado, capaz de alojar en su día a un espíritu individualizado. Pero
no sólo sus hijos, también esta pareja ha sido afectada por la energía cósmica
y sus comportamientos tenderán a modificarse progresivamente, inculcándoles en
la parte más profunda de su cerebro la idea de la evolución, idea que llevarán
impresa en cada una de sus células y que transmitirán de generación en generación.
Para ello se les han infundido las imágenes correspondientes al nacimiento de
su planeta. Cómo sucedió, cómo ha ido transformándose y evolucionando lo que
ahora les sirve de soporte físico.
«Pero
volvamos con nuestra misión. La nave sigue suspendida a media altura, hemos de
observar el comportamiento de los simios que estuvieron en ella. Amanece. El
planeta entero despierta a su apogeo de vida. Todo respira energía, armonía y
fecundidad. Es un planeta joven, aún no ha nacido el dueño para el que fue
creado. Es un regalo del Cosmos para que el hombre lo reconozca átomo a átomo,
no importa el tiempo que necesite.
«Todos los
habitantes del planeta, incapaces de tener voluntad para levantar su
consciencia vuelven a perderse una vez más el impresionante espectáculo que se
forma en el cielo. La luz que empieza a inundar la Tierra devuelve a la
atmósfera un azul turquesa infinitamente pálido y transparente. El planeta
despierta de su sueño y al respirar impregna de oxígeno el aire mientras la
brisa remueve el perfume dormido de la vegetación.
«Los animales
que buscaron durante la noche su protección al calor de la tierra, abren sus
ojos al día mientras se estiran para que la energía que nace despierte todas y
cada una de sus células. Lo que sucede al planeta, el milagro de cada nuevo día
es sencillamente natural para sus habitantes. El cielo es muy grande para poder
detenerse y captar todo lo que en su fondo se va dibujando. Un mar de arco iris
flota en el espacio difuminándose poco a poco, es la aurora del nuevo día que
anuncia un tiempo limpio, cálido y luminoso. Apenas hay nubes y el horizonte se
tiñe de fuego. El planeta está vivo.
«Animales
de todas clases se acercan al borde de la laguna para saciar su sed y jugar con
sus aguas. Observo atentamente a nuestra pareja. Permanecen dormitando aún en una
gruesa rama. El macho está empezando a despertarse, salta a tierra y se dirige
hacia la laguna. De pronto se para como aturdido al ver el movimiento de su
sombra sobre el suelo, agita sus largos brazos de arriba abajo y de uno a otro
lado observando cómo ésta se transforma según sus deseos. De un manotazo
intenta borrar su propia sombra sin conseguirlo. Ahora mira la tierra que ha
quedado en su mano y una extraña sensación recorre su espina dorsal. Aquello es
diferente, lo siente de una forma muy especial, es una nueva sensación tan
fuerte que apenas la puede resistir. Fija la vista en su mano, después en la tierra,
en su sombra, en la vegetación. Sus ojos empiezan a adquirir una expresión
interrogante. Vuelve a fijarse en su mano y de un nuevo manotazo coge otro
puñado de tierra. La observa largo rato a pocos centímetros de sus ojos. En
alguna parte de su cerebro una escena se está representando como respuesta a
esa muda interrogante que por primera vez se ha creado en su cabeza: ¿Qué es
esto?
»El simio tiene sus ojos cerrados mientras, como si de una película se tratase, las imágenes se van sucediendo a velocidad vertiginosa, visualizando en un segundo lo que en realidad había
tardado
millones de años en producirse: Las convulsiones del planeta, la creación de
grandes cordilleras, la aparición de los mares, los primeros vestigios de vida
orgánica, las plantas y los animales, todo lo que existió y existe pasa por la
mente de aquel pobre animal. La fascinación se entremezcla con el miedo. Está
adquiriendo una nueva dimensión de cuanto le rodea, todo él responde de forma
diferente ante algo con lo que lleva mucho tiempo conviviendo. Sus músculos se
tensan y su garganta empieza a emitir gritos y rugidos, tiene miedo.
¿Qué ha
pasado? Algo le ha abandonado para siempre y algo ha aparecido, pero ¿Qué es?
Cae a tierra. Sólo cuando siente su cuerpo pegado a esa tierra, que momentos
antes con sólo mirarla le había producido la sensación más nueva y desbordante
de su vida, empieza a sentirse protegido, se hunde más en el lecho de tierra
que su cuerpo ha moldeado y empieza a sentir el calor y la protección de esa
madre que siempre estuvo allí: la Tierra.
»La hembra,
que había permanecido inmóvil en la rama mirando a su compañero desciende del
árbol y se acerca al él. Se echa a su lado para darle su propio calor, su
protección y comienza a acariciarle como nunca antes lo había hecho. También
ella está desbordada por nuevas
sensaciones. Se miraron y se vieron diferentes. Así estuvieron mucho tiempo. Ya
nada sería igual para esta pareja, algo en su mente había empezado a cambiar y
eso les mantenía unidos y confusos. El resto de los animales, incluso los
simios de su manada rehuían su presencia.
Eran distintos.
»La
manipulación genética a que fueron sometidos los dos primates no implicaba una
diferencia física apreciable a simple vista, se activó su glándula pituitaria y
se cambió la composición cromosómica de sus células sexuales, de tal manera que
sus descendientes tuvieran potencial-mente una capacidad menta ilimitada para
ir desarrollándose progresivamente. Al implantarles una necesidad de evolución
mental, sus comportamientos iban dirigidos a satisfacer dicha necesidad. De esa
forma se cambió la ecología de la Tierra, con la aparición de unos seres que no
basaban su supervivencia únicamente en lo físico, sino en lo mental. Los descendientes
de aquella pareja llevarían impreso en su código genético las cualidades y
características de un ser humano, aunque lógicamente muy rudimentario. Esos
seres formaban parte de la Naturaleza, estaban ligados al planeta que fue su
primera razón de ser, su soporte. Sufrieron grandes penalidades para adaptarse
al entorno. Antes se sentían protegidos, ahora empezaban a observar, aunque de forma
semi-inconsciente, los efectos que producían sus actos.
«Mientras
nosotros cumplíamos nuestra misión con aquella manada, en otros lugares del
Universo ocurría lo mismo, muchos primates recibieron el influjo de energía
cósmica capaz de producir esos cambios en sus genes».
……………………………………………………………………………………….
«.. .Desde
hace tiempo los animales de la Tierra se han acostumbrado a nuestras
esporádicas visitas. Como siempre, nuestra atención va dirigida a la manada de
simios. Cada vez que nos acercamos se sienten sobrecogidos y a la vez atraídos
por la irradiación de nuestra nave. A veces, además de observarles desde lejos,
les invitamos a entrar. Es entonces cuando tenemos la oportunidad de mirarles a
los ojos y profundizar en el naciente mundo de sus sentimientos y sus deseos,
de calibrar su desarrollo físico y psíquico. A medida que les hemos ido
observando comprobamos las primeras consecuencias de su alteración genética.
Así,
resulta curioso ver cómo hechos sencillos que antes pasaban desapercibidos a
estos seres, ahora les sorprenden. Saltar de una rama baja al suelo y ver cómo
ésta se mueve al quedar libre de su peso, es un acontecimiento lo
suficientemente importante como para repetirlo hasta la saciedad. Coger una
piedra o una rama de un sitio y dejarla en otro es algo mágico, pues ahora se
dan cuenta de que pueden hacerlo desaparecer de un sitio y aparecer en otro.
Dar un
golpe a un semejante es algo sorprendente y debe ser muy divertido, pues éste responde
con un gruñido y a cada nuevo golpe se sucede un nuevo gruñido. Es un proceso
de aprendizaje donde todo es motivo para captar nuevas sensaciones.
«Hemos
estado atentos al paso de los años y hemos visto ir naciendo a las nuevas
criaturas. Es sorprendente y curioso verlos y percibir que con cada nuevo
nacimiento se ha dado un paso adelante con relación a los padres.
»Han
comenzado a hacer cosas que los primates no hacían, por ejemplo aprender unos
de otros. La lluvia, el calor del sol, los movimientos de los animales, todo es
motivo de su observación. Y así ocurre que cuando un hecho vuelve a repetirse
lo asocian con el anterior. Están empezando a acumular experiencias y eso,
además de diferenciarles, les hace más aptos para la supervivencia. Poco a poco
y a medida que los años han ido pasando se han ido autoseleccionando de alguna
forma. Sí, los "nuevos hombres" no tardaron mucho tiempo en
sentirse distintos de los primates con los que habían convivido hasta entonces.
Sin saber por qué, impulsados por la propia Naturaleza han ido creando un
núcleo aparte dentro de la manada. Cada vez la convivencia es más difícil y se
están viendo abocados a tomar caminos separados...
»...El
macho líder de los primates anda merodeando por la zona donde se encuentran las
nuevas criaturas, les gruñe amenazadoramente y nadie responde a su gruñido. Por
fin se acerca a una de las hembras, su abultado abdomen indica que está
esperando un hijo. El primate se abalanza sobre ella tratando de arrebatarle
por la fuerza la comida, él no ha logrado saciar su hambre y su estómago vacío
le hace saltar los resortes de la agresividad.
»La
respuesta del grupo no se hace esperar. Mientras la hembra lucha por defender
lo que es suyo, varios machos se lanzan para defenderla del ataque del enorme
simio. Ante tal demostración de fuerza, éste sale huyendo volviendo la cabeza
amenazadoramente.
»De entre
aquel grupo de homínidos se destaca uno que mirando alternativamente hacia el
primate que huía, hacia la hembra preñada y hacia el resto de sus compañeros
emite un gruñido sordo y profundo dirigido a los demás. Estos se sienten
sorprendidos y asustados.
Nunca
habían visto una demostración de fuerza, un enfrenta-miento tan claro de
aquellos miembros de la manada que siempre habían sido los más pacíficos y
tranquilos.
«Pero
nuestro homínido, en vez de enfrentarse al macho líder, como todos esperaban,
para disputarle su liderazgo, dio media vuelta sobre sí mismo y a empujones
comenzó a reunir a todas las nuevas criaturas, eran unos diez en total. Cuando dudarlo.
Se alejan de la manada seguidos de sus crías, van a emprender un nuevo camino
hacia un futuro desconocido e incierto.
Nunca más
volvieron a convivir con los primates...
»...Así fue
cómo los descendientes de aquella pareja que un día no muy lejano vinieron a
nuestra nave y que se llevaron dentro de sí la semilla del cambio, abandonaron
la horda de primates. Ahora viven con sus crías en un valle cercano a las
montañas. Allí se refugian en una cueva de las inclemencias del tiempo y por
las noches duermen todos juntos para darse calor.
«Para estos
hombres primitivos, lo más importante es sobrevivir. La glaciación ha comenzado
y el frío y la falta de alimentos agudizan su ingenio. La vida es dura para ellos.
Antes vivían en los árboles y se alimentaban de lo que encontraban, ahora
tienen que cazar si quieren comer y a veces hay que caminar mucho para
encontrar comida.
»El líder
sale a cazar con otros machos, mientras las hembras quedan al cuidado de las
crías. No tienen armas para luchar contra los animales así que utilizan piedras
que les arrojan en su huida. Suelen cazar conejos o pájaros. Otras veces
encuentran restos que las fieras han dejado sin devorar y los arrastran hasta
el campamento...
».. .La más
absoluta calma reina en el paisaje. Cerca de la ladera de la montaña unas ramas
comienzan a agitarse, están amontonadas como de forma accidental cubriendo la
entrada de una gran cueva.
Dentro se
cobija un grupo de homínidos. Son unos treinta y todos ellos van vestidos con
pieles. Durante la noche cubren la entrada de su cueva con ramas para
protegerse mejor del frío y de sus enemigos y ahora al comenzar el día salen de
su guarida para acercarse al lago a beber. Van todos juntos y marchan de forma
establecida: en el centro las hembras y las crías, rodeándoles los machos más
jóvenes y fuertes, a la cabeza del grupo marcha el más anciano, en sus ojos ya
se ven acumuladas algunas experiencias. Mira atentamente a su alrededor para
prever cualquier peligro.
»La
superficie del lago está helada. No obstante, el anciano la escudriña y se
dirige hacia una zona donde la capa de hielo es más fina y ofrece menor
resistencia. Con una gruesa estaca sobre la que se apoya golpea el hielo con
energía, haciéndolo saltar en pedazos y dejando ver las aguas claras del lago.
Se acercan todos a beber mientras parte del grupo permanece vigilando hasta que
son relevados por los que ya han saciado su sed.
»Ha
comenzado a nevar. Algunos comienzan a urgir a sus compañeros para que se
apresuren a regresar a su cueva. Emprenden el camino de vuelta. El anciano sabe
que muy pronto los copos formarán una cortina tan espesa que les impedirá ver
hacia dónde se dirigen y sabe también que el viento que ha comenzado a soplar
se puede convertir en un terrible enemigo que les impida avanzar. Es por eso que
quiere llevar cuanto antes a su grupo entre las paredes seguras del refugio.
»Por fin
llegan, se introducen en el fondo de la cueva, las crías se amontonan unas con
otras y sus madres les proporcionan el calor de su cuerpo. Los más pequeños
están envueltos en pieles que cubren también el suelo del fondo de la guarida.
»La noche
está empezando a caer, las estrellas brillan en el cielo limpio y negro. El
blanco de la nieve refleja una luz brillante. La entrada de la cueva ha sido
nuevamente cubierta con el ramaje, todos duermen. No, todos no. Unos ojos
observan, unos oídos se agudizan, es el anciano que presiente algún peligro.
Asoma su cabeza por entre las ramas y mira hacia lo alto de la montaña que les
cobija. Un destello brilla en sus ojos, parece haber comprendido algo. Rápidamente
comienza a despertar a los suyos recibiendo como respuesta gruñidos
amenazadores. No obstante, algunos le siguen hacia la entrada y miran lo que
les muestra el anciano. Un ruido lejano, lejano, muy lejano, se está apoderando
de la noche. Miran a lo alto de la montaña, allá arriba en la cima está
sucediendo algo. Algunos comprenden y empiezan a empujar fuera de la cueva a
los que todavía permanecían dentro.
»El ruido
se va acercando, es como si la montaña entera temblase y se removiese. El
anciano encabezando de nuevo al grupo comienza a correr. Sus pobres piernas ya
no pueden moverse tan deprisa como antes. Va quedándose atrás. Otro macho trata
de ayudarle mientras no deja de gritar a los demás para que sigan corriendo,
alejándose cuanto antes de la montaña que ya ha empezado a desmoronarse. Un
tremendo alud esta bajando de las cumbres y se desliza veloz por la ladera
arrastrando a su paso cuanto encuentra. Árboles y vegetación son arrasados por
la ingente cantidad de nieve y piedras.
»El anciano
ofrece su estaca a aquél que se ha quedado a su lado para ayudarle y le ordena
con gestos enérgicos que se reúna con el resto. Tras un momento de duda el macho
comienza a correr para alcanzar a los suyos que huyen despavoridos. Alguien
debe guiarlos tratando de que no se dispersen. Unidos serán fuertes, uno sólo
no podría sobrevivir y él lo sabe.
»La entrada
de la cueva ha quedado totalmente sepultada bajo los enormes bloques de hielo y
nieve. El anciano ha perecido. La tribu está a salvo, están formando una apretada
piña contra unas rocas esperando que amanezca. Tienen un nuevo jefe en el que
confiar, quien deberá encontrarles un nuevo refugio, un lugar seguro para que todos
puedan seguir sobreviviendo un día más...
«...Con el
paso del tiempo el cerebro de estos hombres se ha desarrollado más y más. Ya no
es el más fuerte el que guía el grupo, sino aquél que gracias a su habilidad,
más situaciones ha conseguido dominar, por eso la figura del anciano (35-40
años) es algo que ellos saben que han de cuidar. El protagonista de la historia
ha tenido un rasgo muy rudimentario de reflexión, ha pensado en la tribu y en
la necesidad de conservar al anciano que siempre les ha ayudado.
Mientras
que sus compañeros se han dejado arrastrar por el pánico, él ha reaccionado
adecuadamente. En unos, el impulso de supervivencia les ha hecho huir
despavoridos, en él, ese mismo impulso le ha llevado a querer salvaguardar lo
que consideraba más válido: la experiencia del anciano.
»No es
fácil convivir en grupo. A veces surgen disputas, generalmente por el agua, las
hembras o los alimentos, pero ellos saben que uno sólo tiene escasas
oportunidades de sobrevivir y permanecen unidos. La enfermedad, la muerte y el
dolor físico, son cosas que no les extrañan porque forman parte de su vida. Los
más débiles son también aceptados en el grupo, mientras no supongan un obstáculo
en la marcha; cuando así ocurre, son abandonados.
»La
glaciación hace que las condiciones de supervivencia sean cada vez más
difíciles, el alimento escasea y el frío les acosa. Aprovechan las pieles de
los animales para abrigarse y se trasladan de un lugar a otro en busca de
nuevos territorios menos hostiles.
»La lucha
por la vida y la observación del entorno les ocupa la mayor parte de su tiempo.
No obstante algunas veces les gusta mirar al cielo en las noches estrelladas.
Cuando miran las estrellas, pasa fugazmente por sus cerebros la visión de una
extraña nave inundada de luz, como si intentasen recordar algo de un pasado
ancestral. Pero sólo dura unos instantes y enseguida vuelven a quedarse
silenciosos, observando los puntos luminosos con interés. Desgraciadamente, pocos
son los momentos en que pueden relajar su mente y disfrutar del paisaje, pues
enseguida, su fino oído capta el ruido de algún animal que puede andar cerca y
se ponen en tensión. De nuevo la supervivencia ocupa toda su atención.
»La
glaciación está en su apogeo, el paisaje entero está cubierto por un inmenso
manto de armiño. La nieve y el hielo han bajado de las montañas y se han
asentado como reyes invasores en los valles. Las praderas parecen más grandes,
interminables, hasta el infinito. Las montañas muestran sus aristas afiladas
como queriendo detener los vientos que soplan fuertes, trayendo tras de sí una
estela de copos blancos que revolotean sin rumbo. Los árboles simulan grandes agujas
puntiagudas clavadas en tierra pero tratando de hundir sus ramas en el cielo
gris, claro y brillante.
«Estos
hombres, parientes cercanos de los simios y aún lejanos de vosotros, tenían
como única razón de existir la supervivencia. Pero no la supervivencia como la
buscan inconscientemente los animales, sino la supervivencia de la especie.
Algo en su interior les dice que son diferentes a los demás animales, algo que
les hace permanecer unidos y avanzar para hallar refugio y aquel que está más
preparado no duda en ofrecer su vida para que sus hermanos se encuentren a
salvo. Algo le dice que él no es importante, que lo importante es el grupo.
«Claramente
se han establecido determinadas funciones dentro del grupo que podríamos llamar
tribu. Las funciones han venido dadas por las características de cada
individuo. Así, la pauta de la autoridad la marca el anciano quien gracias a su
experiencia conducirá a la tribu a la seguridad y a la supervivencia. Existe el
grupo de los cazadores o de los encargados de proveer alimento y pieles,
también están los encargados de defender al resto. Las hembras se ocupan de las
crías. Se comunican por medio de gruñidos y jadeos, que forman un código base
para expresar sus sentimientos y sus intenciones.
«Los nuevos
hombres saben de sus limitaciones. Como especie animal es de las más débiles;
no tiene garras, ni potentes mandíbulas. No puede volar y el agua es un elemento
extraño en el que no puede desenvolverse. Mientras las crías de los animales
que les rodean están en poco tiempo en condiciones de valerse por sí mismas,
sus hijos son más frágiles y necesitan mayor protección.
«Todo
parece estar en su contra y en su incipiente consciente empieza a surgir cada
vez con más fuerza, que es en la naturaleza donde puede estar la solución a sus
problemas. Ese es su hábitat, pero tiene que ganarse el derecho de estar allí.
En alguna parte de su cerebro se sabe diferente. Él es un hombre y está llamado
a conocer, regular y cuidar a esa naturaleza que hoy le es hostil.
«Hombres y
mujeres se relacionan sexualmente sin preferencias, el sentimiento de comunidad
es tan fuerte que no da lugar al de pareja. Únicamente la necesidad de
supervivencia hace que empiecen a surgir diferenciaciones entre los individuos.
Así los machos más fuertes, los más hábiles, los que consiguen sobrevivir más
tiempo son a los que las hembras dirigen sus preferencias, pues el instinto les
dice que los hijos que nazcan de estos hombres serán mejores, tendrán más posibilidades.
«La procreación
es importante. Cada nuevo ser que nace en la pequeña comunidad es una
oportunidad, una esperanza de continuidad. La mujer que va a tener un hijo
también adquiere una importancia especial. Su abultado vientre indica que hay
una nueva vida en su interior, que necesita protección aún antes de nacer, pues
la madre está pesada y torpe y su limitación física es un riesgo más para
ambos.
»A partir
de la manipulación genética, los cambios físicos que se produjeron en estas
mujeres fueron muy importantes. La activación de la glándula pituitaria trajo
como consecuencia la excitación de otra serie de glándulas regidas por ésta,
entre ellas las glándulas sexuales (ovarios).
»Los
cambios fueron paulatinos y progresivos, imperceptibles al principio, pero poco
a poco las diferencias hormonales se dejaron notar: hubo un considerable
aumento de la apetencia sexual y se llegó a tener un celo cada mes.
«Todas
estas modificaciones tendían a un solo fin: la supervivencia de la especie en
sus dos vertientes, física y mental. Física por la necesidad de reproducirse
más rápidamente al ser más
indefensos,
y mental porque como los conocimientos y experiencias se transmiten (en ellos)
genéticamente, no por encarnación, es necesario que nazcan más individuos para
que la especie pueda evolucionar. No se trata aquí de evolución del espíritu,
sino únicamente del soporte físico (cerebro), lo que les permitirá ampliar su
capacidad mental, comenzando a desarrollarse un incipiente consciente, en el
que se van registrando sus sensaciones y experiencias que son archivadas en la
memoria, pero sólo cuando se repiten quedan fijadas definitivamente. Esto
provoca a su vez mayores acercamientos entre los individuos ya que, ante los
estímulos externos, tienen una respuesta común y diferente a los primates y a
los otros
animales.
»La tarea de este hombre es perfeccionar su físico para ser soporte de un cerebro más perfecto. Es con su ingenio, como va superando las dificultades, modelando su cuerpo físico y haciendo evolucionar su cerebro. «Estos seres aún no tienen libertad para decidir y continúan conectados con la mente de su colectivo. Su manifestación mental es casi totalmente inconsciente. Sin embargo, en alguna parte muy profunda de su ser sabían que su deber era avanzar, evolucionar, que sus hijos y los hijos de sus hijos se verían beneficiados por sus experiencias, por sus reflexiones y sus descubrimientos. Todo su bagaje se transmitiría a sus descendientes por herencia genética. Cada hijo recibirá en sí los logros de los padres. Esa idea de continuidad estaba impresa en cada una de sus células»
………………………………………………………………………………………………
IIId. Hombres inconscientes (Hombres 4.2)
«Hace
muchos miles de años que el hombre existe sobre el planeta Tierra, las
experiencias de todos esos años se han ido acumulando, no sólo en el
inconsciente, como en los simios, sino también en el incipiente consciente,
ampliándolo cada vez más.
»El hombre
ya ha dado un paso adelante en su evolución. Cuando vivió la manipulación
genética se colocó en el primer peldaño de la escala humana. Ahora, después de
milenios, ya se encuentra en el segundo peldaño. Este avance viene marcado por
su desarrollo cerebral.
«Observa la
Naturaleza que le rodea y va fabricando, con piedra y huesos, armas y herramientas
que le facilitan la supervivencia. Cada cosa que descubre o fabrica le hace un
poco más fuerte, más hábil, más sabio.
«Este
conocimiento se transmite genéticamente de padres a hijos. Cuando un hombre de
esta época hace una estaca puntiaguda, sus hijos, en el futuro, serán capaces
de construir una lanza, porque sus experiencias han sido legadas y sus
sucesores podrán partir de ellas, entendiendo a "priori" su
utilidad.
»El
concepto de núcleo familiar aún no existe. Los hijos son todos de la tribu y el
jefe tiene derecho a relacionarse con todas las mujeres, asegurándose así que
el más hábil es el que engendra mayor descendencia. Es un sentimiento
inconsciente que les conducirá a mejorar la especie.
»En caso de
que el jefe y otro hombre de la tribu deseen a la misma mujer, no hay duda, es
al jefe al que le corresponde el derecho a estar con ella. Este derecho no es
exigido ni utilizado despóticamente, no corresponde a un hombre, sino a una
función, y es otorgado voluntariamente por la tribu que, sabiendo cuánto
depende su supervivencia del hombre que la conduce no duda en ofrecerle lo mejor
que tiene.
»Al no
relacionar aún conscientemente el acto sexual con la concepción, el nacimiento
de un niño es un hecho misterioso que escapa a la comprensión de estos hombres
y mujeres. Una mujer joven de la tribu observará un día que algo ha variado en
ella, no sabe qué es, sigue siendo la misma y sin embargo se siente distinta.
Como ha hecho siempre alimentará y cuidará junto con las otras mujeres a los
niños. Pero a partir de ahora lo hará de una forma distinta. Antes era algo
rutinario, aunque a veces resultara divertido correr y jugar con los pequeños.
Ahora siente algo nuevo y cálido cuando los tiene cerca. A veces se sorprende
mirando largamente a una madre que amamanta a su hijo. Cuando consuela a un
niño que se ha lastimado, lo abraza fuerte, como si quisiera librarle del dolor
y del miedo que siente.
»Este nuevo
sentimiento maternal de las hembras, arranca desde el comienzo de la
manipulación genética y se va desarrollando progresivamente, haciéndose más
patente a medida que evolucionan los individuos. Es el origen de algo que
desembocará, cuando adquieran la consciencia, en el sentimiento familiar.
Además hay una necesidad psicológica de las hembras de ser útiles a la
comunidad, protegiendo y cuidando a los que más adelante serán la tribu. Sin
esa protección el índice de mortandad sería muchísimo mayor y se correría el
riesgo de desaparecer como especie...
»...Los
días pasan. Bajo las pieles la figura de la mujer también va cambiando. Su
vientre ha crecido indicando claramente que dentro de poco la tribu tendrá un
miembro más. Los senos han duplicado su tamaño; son como una promesa de que
cuando nazca el hijo, la naturaleza le procurará alimento a través de su madre.
«Esta
mujer, como las otras, pasará varias veces por esta experiencia. No saben por
qué, pero todas esperan ese día en que la vida pase en silencio a su lado y les
roce suavemente el vientre.
»Desde ese
momento aumentará su utilidad e importancia para la tribu. Serán mujeres y
serán madres. Estarán cumpliendo con la parte que les corresponde en el cuidado
y continuidad de la tribu. La paternidad se adjudicará al jefe, ya que es él el
responsable de la seguridad...
»Otro de
los hitos importantes en la vida de los hombres primitivos fue el
descubrimiento del fuego, porque acarreó una serie de avances psicológicos muy
sutiles e igualmente importantes.
«Todavía
viven en cuevas. A veces pintan en las paredes cosas sencillas como manos,
lanzas o peces. Son trazos simples como los de un niño. Cuando consiguen
mantener un recuerdo de algo, lo pintan, o cuando tienen una parte de su
anatomía dañada la pintan también, creyendo que así se curará. Siguen siendo
nómadas, aunque algo ha cambiado: han descubierto el fuego...
«...Aquel
era un día especialmente desapacible, las nubes negras, los constantes
relámpagos, el ruido de los truenos, hacían que la tribu se mantuviera dentro
de la cueva. Hacía frío.
»No lejos
de su refugio, una luz vivísima, acompañada de un fuerte trueno, arrojó al
suelo, por efecto de la onda expansiva, a los hombres y mujeres más próximos a
la entrada. Un rayo había caído provocando un incendio en unos matorrales. Como
si de una señal se tratara, varios hombres salieron de la cueva y corriendo se
aproximaron al borde del matorral incendiado. Tratando de no quemarse,
consiguieron coger algunas ramitas y con sumo cuidado las introdujeron en la
cueva entre el alborozo de grandes y pequeños. De un rincón extrajeron ramas
secas que tenían reservadas y amontonándolas en el centro de la estancia
formaron una hoguera.
Por fin el frío desaparecería y los animales salvajes no les atacarían por la
noche. Ahora era cuestión de localizar más ramas para que el fuego no se
apagara. Antes de que se extinguiera por efecto de la lluvia, un grupo de
hombres se acercó a él y rodeando al arbusto en llamas, comenzaron una especie
de danza que tenía por objeto agradecer al rayo y al propio fuego el don de su
presencia...
«...En
realidad, el hombre no aprenderá a hacer fuego hasta muchos años después,
frotando piedras y palos. Por el momento, se limita a buscarlo y conservarlo
como un tesoro.
«A partir
de ahora la vida en la tribu cambiará, se sentirán más seguros, podrán
ahuyentar a los animales, podrán calentarse. Sentados alrededor del fuego surge
una rudimentaria comunicación; son expresiones en lenguaje onomatopéyico
imitando los ruidos de la naturaleza; poco a poco van logrando transmitirse sus
experiencias entre gestos y ruidos. El fuego da una posibilidad de comodidad
impensada hasta ahora, que hará que el hombre se asiente cada vez con más
estabilidad. Y con esa estabilidad, con esa seguridad, conseguirá tiempo para
observar, para mirar a su alrededor, para disfrutar de la sensación de
descubrir que él es algo distinto de lo que le rodea. Poder empezar a mirar al
cielo, a la tierra, al mar, empezar a ser observador de esos fenómenos
inexplicables como son los rayos, las tormentas, los movimientos sísmicos o
simplemente la lluvia, y empezar a tenerles miedo, tanto miedo, tanto respeto
que llegaría a creer que son producto de algo muy superior a ellos, de algo impensable
que tiene poder y lo puede utilizar. Con esa sensación empezará su incipiente
pensamiento simbólico.
»Una nueva
etapa se abre ante ellos, nuevas sensaciones y experiencias ocuparán sus vidas
a partir de ahora...
».. .El
planeta ha experimentado grandes cambios, sólo comparables a los cambios
sufridos por los hombres que lo pueblan. Había zonas en las que todo era verde
y tupido. Extensos bosques
cubrían
gran parte de la superficie, la naturaleza entera ofrecía un increíble
espectáculo, todos los tonos imaginables de verde estaban representados por
alguna especie vegetal. Los rayos del sol producían una lluvia de estrellas
multicolores y brillantes al atravesar las tenues nubecillas
producidas por la humedad.
»Sus ojos
miraban complacidos este espectáculo. Era un macho joven y fuerte, le gustaba
mucho observar cuanto le rodeaba. Cuando se echaba a descansar entrecerraba
apenas los ojos, miraba al cielo azul y las nubes blancas que se perseguían
unas a otras sin lograr darse alcance. Sus ojos adquirían expresiones
interrogativas al ver cómo "esas cosas" cambiaban de forma, de
tamaño... A veces parecían un mamut gigantesco, otras un ave enorme con sus alas extendidas,
y a veces semejaban sus compañeros cazadores luchando con alguna presa. ¿Qué
hacían allí arriba los mamuts, las aves, los guerreros? Miró al sol, aquella
luz enorme que les daba el calor, la luz, la vida. Era su amigo puesto que les
procuraba el bien.
Habían
aprendido que cuando él no estaba hacía frío y tenían menos posibilidades en la
caza. Sabían que si el sol no aparecía tras las montañas donde vivían, otros
vendrían: el viento huracanado, las fuertes lluvias, el desbordamiento de los
ríos.
»Ellos no
sabían defenderse muy bien de estos enemigos, por eso, cada mañana, unos ojos
observaban la llegada del sol; cuando lo veían aparecer respiraban aliviados,
sintiéndose seguros y protegidos bajo su luz. Por la noche, en torno a la
hoguera, el joven miraba el fuego y recordaba
al sol, los dos le daban calor, miró a la columna de humo que se elevaba y
recordó las nubes que rodeaban al sol. En aquel instante algo se unió en su
cabeza, miró al fuego de forma diferente a como lo había mirado hasta ahora:
tenían dentro de la cueva una parte del sol y debían protegerlo para ser a su
vez protegidos.
Se quedó
dormido mirando al fuego y poco a poco se sumió en un sueño profundo que le
revelaría nuevos misterios. Escenas de la vida, de su propia vida, tomaban
cuerpo en su cerebro.
Durante la
noche gruñó en más de una ocasión. Su rostro formaba muecas y gestos mientras
su cuerpo se revolvía entre las pieles. Cerca ya del amanecer, su respiración
adquirió mayor profundidad y sus músculos y facciones se distendieron como no
lo habían hecho hasta entonces. Al poco, se vio a sí mismo en el borde del río
grande que había no demasiado lejos de la cueva y cerca del cual había pasado
en alguna de sus expediciones. Tenía un palo puntiagudo en la mano y estaba
observando atentamente el curso del agua. Lanzó un grito, el palo salió
disparado hacia el lecho del río y el hombre se abalanzó detrás. Cuando lo sacó
del agua en su punta se agitaba uno de aquellos animales sin patas. Era
escurridizo y le costaba trabajo sujetarlo entre las manos. Pero de todas
formas estaba contento y daba gritos mostrando su alegría por tener algo más
que comer.
»Así, de
pie sobre las pieles, dando saltos y gritando se descubrió a sí mismo cuando
terminó de despertarse, y se sorprendió cuando se vio en el interior de la
cueva y no al borde del río. No entendía nada. Si estaba en el río ¿cómo es que
estaba en la cueva?; y si estaba en la cueva ¿cómo es que había estado en el
río?
»La luz del
amanecer y el recuerdo de la sensación de que el animal del agua daba fuerza y
vida al comerlo, hicieron que se disiparan las dudas de su cabeza. La cosa
estaba clara. Ordenó que
unos
cuantos le siguieran con sus útiles de caza y palos puntiagudos y se encaminó
hacia el bosque camino del río grande.
«Aquella
noche, además de la caza que encontraron, los habitantes de la cueva probaron
el sabor del pescado por primera vez. Hasta entonces no se habían visto en la
necesidad de comer pescado. Tenían a su disposición abundancia de caza y frutos
silvestres, los peces siempre les habían resultado difíciles de coger y además
tenían que meterse en el agua para pescarlos, lo cual no les hacía mucha
gracia...
«Este
hombre empieza a manifestar ya su capacidad de abstracción,
es capaz de tener pensamientos simbólicos. En su consciente ha logrado unir dos
conceptos y crear un tercero, ese es el hito que le ha hecho subir al segundo
peldaño de la escala evolutiva.
En ese
momento se empiezan a despertar otras áreas cerebrales que hacen activarse las
glándulas pineal y pituitaria, transmitiéndose información de tipo mental, no
puramente físico a nivel hormonal, como venía sucediendo hasta ahora.
»En el
momento en que el cerebro empieza a reflexionar de forma asidua, está
desarrollándose más velozmente el área del subconsciente.
El objetivo
final es que el hombre alcance un desarrollo cerebral que le permita alojar a
los tres cuerpos mentales: consciente, inconsciente y subconsciente. Una vez
que este proceso evolutivo del cerebro se haya completado, el hombre estará en condiciones
de alcanzar el libre albedrío ... Pero aún queda mucho tiempo por delante hasta
lograrlo.
«Ahora debe
concentrar toda su energía en solucionar sus problemas, superar las
dificultades y aclarar sus dudas para seguir evolucionando.
»Es capaz
de responder con sentimientos a los estímulos tanto externos como internos.
Son reacciones que se producen en el subconsciente y que se reflejan en el
consciente en forma de actitudes.
«Los sueños
son otro de los hitos en su evolución. Cuando sueñan están recibiendo información
de los planos superiores. Son sueños provocados por los seres del mundo de la
mente y que tienen por objeto ayudar a que evolucionen más rápidamente. Así,
los sueños responden a sus necesidades vitales, pero también a sus necesidades psicológicas,
producidas por la reflexión y la observación, más o menos consciente, de su
realidad y de la que les rodea.
«Cuando
recuerdan un sueño tienen la necesidad de probar si funciona lo que han soñado,
y al experimentarlo queda grabado como una experiencia más...
«...Aquella
noche vivió una de esas extrañas escenas que sólo sucedían cuando dormía y que
siempre le ayudaron a solucionar sus problemas: Vio cómo de un nido situado
sobre una rama caía un pajarillo que aún no sabía volar. Al poco rato llegó la
madre para alimentar a los polluelos, dio de comer a todos menos a aquél que se
encontraba en el suelo piando y revoloteando. Esta situación se repitió en
varías ocasiones durante el día y mientras los pajarillos del nido estaban
llenos de fuerza y vigor, el del suelo cada vez piaba menos, se movía menos,
hasta que al anochecer dejó de hacerlo definitivamente...
«...Hasta
ahora no había asociado el concepto hambre al de muerte. Esta era un
acontecimiento que se daba con frecuencia y había aprendido a aceptarlo con
naturalidad. Pero llegó un momento en que la supervivencia de la tribu estaba
amenazada pues el índice de mortalidad
era muy elevado. Este hecho no dejaba de sorprender al jefe de la tribu que veía
cómo cada día la muerte se llevaba a varios miembros de la tribu. Si no eran
atacados por las fieras, ni estaban enfermos ¿Por qué morían?
»El hambre
era la llamada de alarma de la vida, un mecanismo para sobrevivir, no una
molestia que había que calmar. La caza era la vida. La muerte física había sido
algo cotidiano y misterioso que sólo podían llegar a entender si era violenta,
no si era por inanición o enfermedad. Este hombre ha sido capaz de unir el
concepto "falta de alimentos" al concepto "muerte"
y crear como resultante el concepto "caza".
«Crear un concepto
significa dar sentido a una cosa que en este caso se hacía de forma intuitiva,
sólo para saciar el hambre. El sentido de la caza es el de la supervivencia, no
el de saciar el hambre, y eso fue una de las cosas que, reflexionando, llegaron
a descubrir estos hombres.
«Este paso
fue muy importante. Sería la antesala de los ritos funerarios y de cuestionarse
por primera vez la vida y la muerte. Sus vidas tienen ya una nueva dimensión».
…………………………………………………………………………………..
IIIe. Segunda manipulación genética. Hombres conscientes (Hombres 4.3)
«Ahora
llegamos a través de este viaje por el pasado a una página muy importante para
vosotros, es un hito en la historia de vuestro mundo, algo que sólo sucede una
vez en cada planeta y que es de una gran trascendencia para el Cosmos.
»Los
hombres primitivos que poblaban la Tierra, como habéis podido observar, han ido
avanzando paso a paso y han llegado al punto de necesitar la ayuda de Hermanos superiores
para dar un nuevo salto en su camino evolutivo. Su cuerpo físico ya está
preparado para alojar a un espíritu individualizado, ya desligado de planos
superiores, y es capaz de utilizar el consciente en un porcentaje mucho mayor,
lo que les facilitará el uso de su libre albedrío, de su libertad.
«Ved conmigo cómo sucedió esto:
Nos
encontramos en el planeta Apu perteneciente a la estrella Alfa B de la
Constelación del Centauro. Es un planeta brillante, luminoso. Está situado a
4.3 años luz de vuestro Sol. Sin embargo, a pesar de la distancia, hay un
planeta del Sistema solar entrañablemente cercano para los habitantes de Apu:
La Tierra.
Durante
miles de años estos hombres han estado velando por el joven planeta y sus
pobladores.
»EL Consejo
de los 24 Ancianos de la Confederación de Mundos Habitados de la Galaxia ha
organizado una nueva misión. El objetivo es efectuar una sutil modificación
genética en los hombres primitivos de la Tierra que posibilite que en este
planeta se desarrollen seres humanos conscientes.
»La tarea
ha sido asignada a hombres de Apu. Su preparación fue larga y
exhaustiva. Serán supervisados y dirigidos en sus funciones por Maestros.
»Todos los
que componen la expedición llevan mucho tiempo desarrollando un plan intensivo
de adaptación al nuevo medio en el que vivirán durante casi 300.000 años. Han
realizado continuos viajes de exploración al planeta y han observado entre los
seres humanos que lo pueblan, a un grupo capaz de alcanzar cotas más altas en
su estructura cerebral. Saben que estos seres, por sí mismos, tardarían millones
de años en aumentar sus potencialidades por limitación de su capacidad
cerebral. Los hombres de Apu conocen las causas biogenéticas que atan el
desarrollo de estos seres y son capaces de modificarlas con absoluta garantía,
siempre regidos por
el respeto a la Naturaleza.
»Ha pasado
el tiempo de aprendizaje, estudio y observación. El planeta Apu vive una
época de grandes cambios evolutivos. El esfuerzo y el trabajo de sus habitantes
pronto se verá recompensado con el comienzo de una nueva era, que traerá como
consecuencia la posibilidad de que sus habitantes suban un peldaño en la escala
evolutiva; esto dependerá de su voluntad y su trabajo.
»Su
civilización ha alcanzado un grado de evolución tal que la materia apenas tiene
secretos para ellos. Recogieron de los Maestros la sabiduría suficiente para
manipularla, aunque siempre con la consciencia de la trascendencia de sus actos
y los efectos que éstos pudieran provocar, incluso, más allá de sus propias
vidas.
»Las
ciencias son estudiadas bajo criterios de concepción moral y espiritual.
Conocedores del mundo visible de la materia profundizan ahora sobre las leyes
que rigen el mundo de las energías.
«Disponen
de una estructura mental altamente equilibrada gracias a que han logrado
conexionar en un alto porcentaje sus diferentes cuerpos mentales: el que rige
su consciencia (consciente), el que les une a su pasado y a su futuro
(subconsciente), y el que rige su cuerpo físico (inconsciente).
«Sus
conocimientos sobre el funcionamiento de la mente les permiten fundamentar una
auténtica Ciencia del Conocimiento y su concepción espiritual sobre el Universo
les permite establecer con bastante claridad, los límites de su existencia. Un
pueblo de seres humanos entregados al servicio de los demás y de su entorno, conscientes
del papel que juegan en la gran escala de la evolución humana.
»La
sociedad del planeta Apu vive en perfecta armonía; hace milenios que dejó de
someterse a instituciones políticas, religiosas y económicas. En realidad
descubrió el auténtico sentido de la interacción
social y decidió practicarla. Supo que el poder estaba en el más sabio, pero al
mismo tiempo se dio cuenta que la sabiduría no practica el poder, sino el
deber, fundamentado en un conocimiento de las leyes que rigen el Universo:
"Un
Universo equilibrado debe tener unas leyes justas, universales y eternas y sólo
el hombre con su ignorancia puede alterar el orden y desequilibrar el mundo en
el que vive. Pero afortunadamente el Universo es infinito y las atrocidades de
toda la vida de un hombre, de una sociedad sobre un planeta, desencadenan los
mecanismos de regulación del Cosmos y, ese hombre, esa sociedad, tendrá que compensar sus
errores".
«Para todos
los seleccionados, formar parte de la expedición a la Tierra es muy importante.
No obstante, para los que se queden, hay otros trabajos que hacer en apoyo de
la expedición. El esfuerzo realizado durante la preparación se ve ahora
recompensado.
«Hace algún
tiempo que se suspendieron las clases prácticas. Todos los conocimientos
necesarios se han adquirido tras largos años de dedicación. Ya no viajarán a la
Tierra para observar y recoger datos, sino para establecerse y trabajar
"in situ". Les ha llegado el momento de poner en práctica uno de los
axiomas que repetidamente recibieron de sus Maestros: “TODO LO QUE SE RECIBE ES
PARA DAR”.
»La
expedición está compuesta por expertos en bioquímica y bioenergética, botánica,
geología, sociología, psicología y otras especializaciones que se han
considerado útiles para la misión. Todos están listos para embarcar junto con
sus Maestros.
»Su
preparación mental ha sido igualmente exhaustiva. Han tenido que aprender los
principios que rigen la vida en la Tierra, su historia, su evolución, sus
mutaciones genéticas naturales que han convertido a los peces en anfibios, a
éstos en reptiles, a éstos a su vez en aves, para desembocar, algunos de ellos,
en mamíferos. Tienen también un profundo conocimiento de la biología terrestre,
de la estabilidad telúrica, de su estructura geológica, de la ecología.
»Sin embargo,
es a hombres que se encuentran en el último eslabón de la cadena humana, a
quienes se encomienda la tarea de producir mutaciones genéticas
"especiales" que alteran la vida de un planeta.
«Observando
los trabajos que realizan, siento una gran nostalgia cuando recuerdo mis pasos
por esa etapa de la evolución. El trabajo primordial era el aprendizaje de la
Moral, aprender a utilizar correctamente el libre albedrío, teniendo como
parámetro principal el DEBER. Aplicar las leyes que rigen el Cosmos y que hombres
más sabios nos enseñaban. Saber que nada ocurre que no obedezca a una razón, a
un por qué, y tratar de descubrir ese por qué sin prejuicios.
Conocer los
beneficios de la paciencia y de la humildad. En definitiva esa etapa es una
experiencia apasionante que te lleva poco a poco hacia el interior del
diamante, de esa piedra filosofal de los alquimistas que llamamos MENTE.
«Veo cómo
se afanan en aplicar los conocimientos adquiridos para lograr llevar a buen
término su trabajo. Hace casi tres millones de años yo preparaba mi primer
viaje a la Tierra con la misma ilusión que hoy les embargaba a ellos. Los
enormes contenedores del material que será transportado a la Tierra ya están
listos para ser embarcados. Con él construirán la Gran Pirámide que les servirá
de morada y laboratorio una vez lleguen a su destino.
»En los
grandes invernaderos se acumulan gran diversidad de especies vegetales que se
aclimatarán al planeta y alimentarán a sus habitantes. También se acomodará en
la Tierra una amplia variedad de especies animales, genéticamente preparadas
para sobrevivir en el nuevo medio. Todo está meticulosamente calculado para que
la misión tenga una consecución adecuada a los deseos del Orden Superior.
»Un aspecto
importante a tener en cuenta es la duración. Está estimada en cerca de 300.000
años terrestres. Dado que la vida media es de aproximadamente 1.200 años
terrestres, hubo que decidir cual era el método más idóneo para que los hombres
de Apu pudieran "sobrevivir" tanto tiempo en la Tierra.
Finalmente se optó por la solución más natural: las sucesivas encarnaciones. De
esa forma podría participar más gente en la misión y además podrían gozar de
periodos de “descanso” en el otro plano, para reflexionar tanto sobre lo
realizado hasta el momento, como para revisar lo que quedase aún por hacer.
»Otro
aspecto importante era la designación de los individuos que serían sometidos a
la manipulación genética. Como una selección por su parte sería interferir en
la evolución de esos hombres de una forma directa, dejaron que ellos mismos se
autoseleccionarán en base a una mayor
evolución cerebral que les distinguiera del resto. La pieza clave para
diferenciarlos venía dada por la manifestación de su curiosidad, es decir, que
aquéllos que mostraran mayor curiosidad serían lógicamente los que antes
establecieran contacto con los extraños visitantes.
«Entre
tanto, por un lateral de la Gran Pirámide estaban terminando de entrar los
contenedores con semillas cereales (trigo, maíz, etc.), además de compuestos
vegetales que se producirían en los invernaderos, como ciertas clases de hongos
que serían, a partir de un momento determinado, la fuente principal de
subsistencia de nuestros expedicionarios. Cereales adaptados genéticamente a
las condiciones terrestres y que más tarde quedarían como legado a los
pobladores del planeta.
»En Apu conocen
bien los resortes del espacio y del tiempo. Manejan estas dimensiones
sabiamente lo que les permite trasladarse físicamente, casi a la velocidad de
la mente, desde su planeta a cualquier lugar del Universo. Sin embargo, el
traslado de la gran pirámide requerirá un poco más de esfuerzo, una unión
mental más profunda. Es gracias a la fuerza mental como se pueden recorrer 4.3 años
luz en unos minutos cargados de una ciudad entera. La fuerza de propulsión
mediante carburantes quedó atrás hace millones de años. Hoy es la fuerza de la
mente la que domina, por fin, el mundo físico.
«Todos
esperan con emoción la partida; concentran sus mentes en los componentes de la
expedición quienes muy despacio, comienzan a entrar en la gigantesca nave que
les transportará a la Tierra.
«Situados
en sus puestos de trabajo, los expedicionarios reciben telepáticamente las
últimas instrucciones. Es una concienciación colectiva sobre la finalidad y
trascendencia de su trabajo.
«Para Apu
casi no existe la noche, y menos hoy que miles de luces multicolores de la
gran ciudad flotante empiezan a activarse. Es un día de alegría y felicidad.
Por fin rumbo a la Tierra, en un viaje sin apenas tiempo ni espacio.
«Todos
unidos, concentran su mente para ponerla en conexión con los sistemas vitales
de navegación. Apoyados por su avanzada tecnología logran la expansión de los
espacios interatómicos de la materia que constituye la gran pirámide y todo lo
que alberga en su interior, sin perder por ello su fuerza de cohesión. Así
podrán trasladarse a la Tierra en pocos minutos para, una vez allí, reducir los
espacios interatómicos a su posición natural, es decir, constituyendo nuevamente
materia visible...
«...La
Tierra hace 250.000 años.
«Amanecía,
el cielo se iba iluminando poco a poco con una luz difusa, aún brillaban
algunas estrellas como testigos perezosos que parecían negarse a marchar.
Primero se dejaron ver los perfiles de las montañas, después las siluetas de
los árboles recortándose en el horizonte... poco a poco la batalla entre la luz
y la oscuridad llegaba a su fin. El sol apareció bañando de dorados reflejos
todo el paisaje.
«Estamos en
una zona conocida por vosotros como Iraq. Hace 250.000 años que la gran nave de
Apu llegó a la Tierra y se asentó en este lugar. Se eligió este
emplazamiento porque reunía las condiciones más propicias para el desarrollo de
la vida humana consciente.
»Sí, los
pobladores de Apu habían estudiado la configuración de los continentes.
Sabían que los grandes cataclismos geológicos y las prolongadas glaciaciones no
habían dado facilidades a los pobladores de la Tierra. Era en esta zona, entre
los ríos Tigris y Éufrates, donde se reunieron mayor número de hombres de los
que llamamos inconscientes.
»La Ciudad,
una enorme edificación piramidal, tenía una altura de 3000 metros y un
perímetro en su base de 60 kms. Sus paredes eran opacas pero dejaban pasar la
luz. Por la noche iluminaba un amplio radio a su alrededor.
«Aparte de
servir como vivienda, constaba de importantes instalaciones, invernaderos,
incubadoras de fauna y flora (muchas especies animales y vegetales estaban
siendo tratadas y adaptadas a la nueva Tierra).
«Atraídos
por la luz que desprendía la Ciudad Prohibida fueron asentándose en sus
alrededores gran cantidad de grupos de hombres venidos de las zonas más
próximas. De entre ellos, había dos tribus que estaban demostrando un síntoma
claro de mayor evolución cerebral: LA CURIOSIDAD.
«Este
impulso les hacía acercarse cada vez más a la ciudad. El resto había aprendido
a aceptarla como parte integrante del paisaje. Sin embargo, estas dos tribus se
sentían cada vez más atraídas por aquella cosa extraña e incluso buscaban la
forma de introducirse en ella.
»Por fin
llegó el gran día. Todas las instalaciones funcionaban correctamente. Sabíamos
la importancia de todos y cada uno de los componentes del equipo y deseábamos
vivamente que todo saliese a la perfección.
«Se emitió
la llamada de atención para que todos ocupasen sus puestos. La puerta de la
Ciudad se abrió lentamente. Varias decenas de ojos miraban con asombro sin
atreverse a entrar. Uno de ellos se decidió y tras él fueron pasando algunos de
los integrantes de las dos tribus seleccionadas por su curiosidad.
«Penetraron
en una sala circular. Pasado el primer momento de decisión, se sentían un tanto
sobrecogidos, lo que les hacía apretujarse unos contra otros buscando la propia
seguridad en el contacto físico con los demás.
»La luz que
había estado iluminando la sala se atenuó hasta casi desaparecer. Los hombres
primitivos aguzaban sus oídos. No se oía el más leve ruido, sin embargo,
percibían una ligera vibración bajo sus pies y en las paredes, era como si todo
se moviera. Sintieron cómo una fuerza desconocida para ellos les atraía hacia el
suelo haciéndoles caer y permanecer pegados a él, sin conseguir levantarse
apenas a pesar de sus esfuerzos.
«Ellos no
podían entenderlo, pero se encontraban a bordo de una pequeña nave que, dentro
de la pirámide, realizaba las maniobras de despegue para salir al espacio
exterior. Por fin la vibración cesó y comenzaron a incorporarse. Pasados unos
pocos segundos se fue perfilando una puerta en uno de los extremos de la sala.
Por ella aparecieron varios tripulantes. Eran altos, rubios, de pelo casi
albino, de ojos rasgados y de un azul muy claro. Vestían monos blancos muy
ceñidos, calzaban botas de media caña, ancho cinturón y guantes casi hasta el
codo. Sobre el centro de su pecho llevaban impresa una circunferencia y dentro
de ella un triángulo equilátero con el vértice invertido.
«El miedo
que sintieron en un principio los individuos de la tribu, desapareció de
inmediato y poco a poco fueron embargándoles sentimientos de tranquilidad y
contento. Yo me encuentro entre los Maestros seleccionados para el gran acontecimiento
que va a tener lugar en este recinto. Durante muchos años hemos estado
preparándonos para ampliar nuestro grado de consciencia, para ser canales
transmisores de uno de los hechos más trascendentales que suceden en el Cosmos:
la individualización del espíritu y su integración en el ser humano.
«Nuestros
Maestros, seres pertenecientes a la dimensión astral o energética, han querido
que fuese yo en esta ocasión, el que sirviera de vértice energético. Mientras
mis seis compañeros formarán un círculo energético para la recepción de la
energía cósmica.
«Percibo
que me están esperando en la gran sala circular. Una puerta se abre y aparece
ante mí un nutrido grupo de hombres inconscientes y varios hombres de Apu. Estos,
al verme, inclinan la cabeza en señal de respeto. He de deciros que el gesto de
inclinar la cabeza ante alguien tiene una explicación ancestral. Es por el
centro de la frente por donde se emiten los pensamientos, mientras que es por
el centro superior de la bóveda craneana por donde se reciben. Al inclinar la
cabeza reconocemos que lo que podamos emitir es inferior a lo que podemos recibir,
reconociendo así mayor capacidad evolutiva al interlocutor, a quien autorizamos
para aconsejarnos, mientras que nosotros no podríamos emitir conceptos tan
elevados.
«Entre mis
manos ha aparecido una esfera multifacética de unos 25 cms. de diámetro. Es la
resultante de la concentración de mis hermanos que, en círculo, me envían su
fuerza mental. Al ver a aquellos hombres primitivos, mirando sin comprender, aturdidos,
cogiéndose unos a otros, se empieza a generar desde el centro de cada una de
mis células, de mi mente, de mi espíritu, un profundo sentimiento de piedad. La
emoción del momento es indescriptible. Los sentimientos parten del espíritu y
ese es un camino que sólo hemos empezado a recorrer. Dominamos la materia, conocemos
las energías y las aplicamos, hemos profundizado hasta el límite de nuestra
capacidad cerebral en el mundo de la mente, pero aún no hemos hecho sino
empezar en el mundo de los sentimientos. Es posible que sólo cuando seamos
dioses podamos conocer este mundo tan maravilloso; entre tanto, nos dejamos
llevar por sus influjos.
»El
sentimiento de amor profundo que me embarga es la clave que abre las compuertas
a la energía cósmica. Veo en ellos siglos de dolor y sufrimiento, etapas por
las que yo he pasado y me siento hermanado con ellos formando una cadena sin
privilegios. Concentro mi mirada en la esfera y, a los pocos segundos, del
círculo formado por mis seis hermanos surge un rayo de luz verde eléctrico que,
entrando por mis fontanelas, vuelve a salir por mi frente incidiendo sobre la
esfera multifacética, la cual se ha ido elevando, quedando suspendida en el aire
a pocos metros sobre la cabeza de los hombres primitivos. De cada una de las
facetas parte un rayo verde que se dirige al centro de su bóveda craneana. A
pesar de que no es visible para ellos permanecen en completo silencio y
quietud.
»A partir
de ese momento, el código genético de esos seres se verá modificado. La doble
espiral de la cadena genética correspondiente a sus células reproductoras verá
alterada su estructura de una forma aparentemente poco notable pero, sin
embargo, esta modificación tendrá con el tiempo una importancia fundamental,
sus descendientes llevarán impresas genéticamente las claves para el desarrollo
completo del cerebro y de los dispositivos mentales. Su capacidad de razonar
les llevará a crear culturas y su capacidad de intuir les hará crear
estructuras sociales basadas, en un principio, en informaciones de índole
superior que llevarán impresas en su subconsciente, ya en fase expansiva. Sus
hijos tendrán en funcionamiento coordinado las dos glándulas más importantes de
su organismo, la pituitaria y la pineal, que servirán de enlace perfecto a los
diferentes cuerpos mentales: consciente, inconsciente y subconsciente.
»La cúpula
de la nave, de material transparente que había estado mostrando un firmamento
tachonado de estrellas, mudos testigos del hecho, se tornó opaca, al tiempo que
una voz inaudible para los hombres primitivos, pero oída por los hombres de Apu,
partía de mi mente:
"Gracias
os doy Grandes Maestros del Mundo de la Luz, por haberme utilizado como
vehículo de transmisión de vuestra energía. Deseo que estos hombres que hoy
empiezan su andadura consciente busquen la Sagrada Referencia en lo más
profundo de su alma, porque sólo allí encontrarán el Agua que calmará su sed y
la Luz que les llevará, como hoy a mí, a formar parte consciente del mundo de
lo visible. Que así se cumpla".
«Al emitir
este pensamiento la luminosidad del rayo aumentó mientras nadie osaba levantar
la vista del suelo en señal de respeto. Después la emisión energética cesó y la
esfera se concentró sobre sí misma hasta desaparecer. Salí de la estancia y la
nave se puso nuevamente en marcha emprendiendo el regreso a la Ciudad. Enseguida
estuvimos allí. Los hermanos de Apu indicaron con amables gestos a los
hombres primitivos que fuesen saliendo de la nave. Por un largo pasillo
desembocaron en el bosque. El aire perfumado de la noche les hizo llenar los
pulmones con ansiedad... ya nunca más volvieron a ser “inocentes” los seres
humanos de la Tierra.
«Fueron
expulsados del paraíso de la inconsciencia y tendrían que aprender por dolor o
por comprensión. Cada una de sus experiencias sería registrada en su memoria
para que la raza humana siguiera avanzando hacia su lejana meta en pos de la CONSCIENCIA.
«Durante
los 300.000 años de estancia en la Tierra, los hombres de Apu realizaron
una amplia labor de ingeniería genética desde Iraq hasta Europa, Asia y África.
Repoblaron amplias zonas devastadas de flora y fauna, implantaron cereales como
el maíz y el trigo. Los mares, que también habían sufrido las convulsiones
telúricas, recibieron asimismo ayuda para que en sus aguas floreciese la vida.
En
determinadas zonas el índice de salinidad y las temperaturas rigurosas impedían
el desarrollo continuado de las especies marinas, por lo que tuvieron que
adaptarlas a este hábitat.
«Pasado el
tiempo, cuando el consejo de la Confederación consideró que el trabajo había
concluido, los hombres de Apu fueron requeridos para abandonar la
Tierra. No obstante continuaron haciendo viajes cada vez menos frecuentes y
siempre intentando no ser observados para no interferir en la evolución de los
hombres de la Tierra. Ellos fueron testigos mudos a través de los años de los cambios
que se iban operando a través de las generaciones y de los cambios que el
propio hombre producía en su entorno.
»Un buen
día descubrieron con extrañeza que la gran pirámide luminosa había
desaparecido. Pasaron los años y muchos todavía recordaban la Ciudad habitada
por los dioses. De generación en generación fueron transmitiéndose fantásticos
relatos sobre los hombres altos y rubios, unos aún los buscaban, otros miraban
al cielo esperando ver aparecer aquella ciudad flotante de la que les hablaban sus
mayores, algunos construyeron pequeñas pirámides tratando de imaginarse cómo
fue aquella primera...»
……………………………………………………………………………………………….
IIIf. Las Generaciones de la Tierra. La Escala
Cósmica
«Todo en el
Cosmos está relacionado, así, cada uno de los planetas del Universo cumple una
función muy importante que sólo él puede cubrir. Los planetas son seres vivos
que nacen, crecen, se desarrollan, enferman y algún día mueren. Durante su
larga vida distintas civilizaciones ocuparán ese planeta y se establecerá una simbiosis
entre él y la humanidad que lo puebla. Si el hombre evoluciona, el planeta
también lo hará, pues al ser respetadas las leyes de la
Naturaleza ésta se desarrollará en toda su plenitud y armonía.
«Pero,
volvamos a la Tierra. El hermoso planeta azul es muy joven aún, sin embargo
puede ya contarnos una vasta historia al albergar a lo largo de su existencia a
tres generaciones de seres humanos.
»Una
generación de un planeta es un colectivo de personas o espíritus que deciden
realizar una tarea común durante un periodo de tiempo, al cabo del cual, si en
su mayoría han alcanzado el objetivo se produce el cambio de generación de esa
mayoría a una etapa superior en la
escala evolutiva. Si no lo han logrado pasarán únicamente aquellos que hayan
realizado durante sucesivas encarnaciones un esfuerzo mantenido, con lo que su
ser integral tendrá una vibración acorde a la nueva etapa.
«Cada
generación tiene un plazo previsto por el colectivo. En el caso del planeta
Tierra ese plazo suele ser de 25.000 años, que es el tiempo que tarda vuestro
Sol en dar la vuelta alrededor de la estrella Alción de la constelación
de las Pléyades.
»En la Tierra hay vestigios de vida humana que se remontan a unos 600 millones de años. Desde esa época, aproximadamente, la evolución del planeta permitiría la vida de seres humanos en algunas zonas de su corteza, por lo que hombres de Apu transportaron en sus naves pequeñas comunidades de hombres de distintos grados de evolución, cuyos planetas de origen estaban sufriendo cambios que los hacían inhabitables, indefinida o temporalmente. Estos hombres encontraron en la Tierra un sitio donde vivir durante un tiempo hasta que pudieron ser llevados a planetas en condiciones de albergarlos definitivamente. Esta es la razón de las llamadas “huellas erráticas”, denominación que los arqueólogos y antropólogos han asignado a aquellos vestigios que, según la cronología establecida académicamente, "no podían estar ahí". Valga como ejemplo el descubrimiento que realizó Stanley Taylor, de la Filmsfor Christ Association, en las orillas del río Paluxy, en Estados Unidos, donde encontró huellas humanas junto a las de dinosaurios, cuando la antropología sitúa la desaparición de estos animales hace más de 250 millones de años y faltaban aún 247 millones de años para la aparición del primer protohomínido.
«Hace
aproximadamente 3 millones de años fue realizada la primera modificación
genética en unos primates que vuestra ciencia denomina como australopithecus.
Como consecuencia de esta modificación surgieron, después de varios miles de
años, una nueva especie de seres llamados pithecantropus con características claramente
protohumanas. Por propio desarrollo y asimilación de sus experiencias. El
pithecantropus pasó a convertirse en el ser al que se denomina neanderthal u
homo sapiens, con características ya claramente humanas. Estos seres fueron
sometidos a una segunda modificación genética, que dio como resultado la
aparición del primer ser humano consciente autóctono de la Tierra: el hombre de
Cro-Magnon u homo-sapiens-sapiens. Esta nueva modificación afectó al desarrollo
del cerebro de los hombres de Neanderthal, especialmente a la conexión entre el
neocórtex y el hipotálamo, lo que les posibilitó para ampliar su capacidad
intelectual. Apareció el lenguaje, se activaron una serie de centros y
glándulas que permitieron al hombre luchar contra la adversidad utilizando cada
vez más áreas cerebrales.
«Aunque ya nos hemos detenido anteriormente en estos acontecimientos, es importante hacer constar que debido a la larga estancia de los hombres de Apu en la Tierra, se consideró al periodo de 300.000 años que permanecieron en el planeta como la PRIMERA GENERACIÓN de seres humanos que la ha poblado. Cuando se marcharon transportaron en sus naves a tribus o colectivos de pithecantropus y neanderthales primitivos que coexistían con el homo-sapiens-sapiens y les llevaron a planetas acordes con su grado de evolución. En la Tierra quedaron los homo-sapiens-sapiens o Cro-Magnon quienes durante 150.000 años habitaron el planeta intentando desarrollar sus potencialidades.
»Su trabajo
consistiría en aprender a reconocerse a sí mismos como seres independientes,
intentando controlar su entorno, ampliando su capacidad de consciencia, para
que estuvieran preparados
para la siguiente etapa: la vida en comunidades sociales.
Hace
aproximadamente 50.000 años comenzó la SEGUNDA GENERACIÓN de habitantes de la
Tierra. Estuvo compuesta por una parte por los homo-sapiens terrestres ya
capacitados para contrastar sus experiencias con otros hombres formando
comunidades, y por otra por hombres del planeta Urano, que por entonces se
había hecho inhabitable debido a trastornos ecológicos y gravitacionales. Estos
trastornos fueron provocados por la invasión de la órbita de Urano por otro
planeta desconocido hasta entonces. También la acción de los propios uranitas
sobre su planeta, alterando el equilibrio ecológico y haciendo irrespirable la
atmósfera, provocó que un gran número de ellos tuvieran que ser trasladados en
naves de la Confederación de Mundos Habitados de la Galaxia a otro planeta de
similar evolución: la Tierra.
»Estos
hechos marcaron el final de la generación de Urano. Así, los uranitas que
habían alcanzado el suficiente grado de evolución pasaron a formar parte de una
generación un peldaño superior en otro planeta, y los que fueron traídos a la
Tierra tuvieron que repetir la experiencia
no superada y permanecer en el mismo grado de evolución. Los más adelantados
intelectualmente se instalaron en un continente llamado Atlántida que se
encontraba en el océano Atlántico, y del que algunos restos son las islas
Canarias y las Azores.
Los más
retrasados intelectualmente se instalaron en Europa, Asia y África. Este grupo
de uranitas se mezcló con los homo-sapiens terrestres enseñándoles, entre otras
cosas, el uso del fuego.
«Por
último, hubo una tercera expedición que completó la segunda generación de la
Tierra; estuvo formada por hombres traídos de Marte y de un planeta llamado
Lemurt. Fueron transportados por naves de los Hermanos Mayores e instalados en
el continente que se conocía como Lemuria y del que son restos las islas de la
Polinesia y Japón.
»El
continente americano no fue habitado en esas fechas a causa de la inestabilidad
telúrica. 25.000 años duró esta generación. La pauta la marcaron los atlantes
que condicionaron la evolución del planeta y sus habitantes con su filosofía de
vida. Crearon una sociedad teocrática, tecnológica y colonizadora, orientada a
la explotación de los otros pueblos menos desarrollados, controlando el
conocimiento, las materias primas, la religiosidad y la economía del planeta.
»Su
tecnología dominaba la energía atómica y por otro lado utilizaban sectores de
la mente que hoy consideraríamos como paranormales. El final de la generación
estuvo marcado por la utilización de la energía nuclear en guerras internas y
un desequilibrio ecológico a gran escala. Se provocaron cambios climatológicos
tales que la temperatura del globo aumentó, los hielos se fundieron y se
generaron los grandes cataclismos geológicos que las diferentes tradiciones nos
han hecho llegar como Diluvio Universal.
»Los
cambios geológicos que marcaron el final de la generación atlante modificaron
masas continentales y borraron casi en su totalidad los vestigios de esa
generación. Atlántida y Lemuria desaparecieron bajo las aguas y los continentes
se reconfiguraron al aspecto en que hoy los conocéis. Sin embargo, estos
acontecimientos no sucedieron de la noche a la mañana. Su comienzo ocurrió hace
25.000 años y su final hace aproximadamente 12.000. Durante ese tiempo, naves
de la Confederación de Mundos Habitados de la Galaxia fueron recogiendo
especies animales y vegetales para salvaguardarlas del cataclismo y poder
reintegrarlas a su hábitat natural una vez hubiera pasado todo.
»De la
misma forma, muchos hombres que habían alcanzado un grado de evolución acorde
con el de sociedades armónicas que pueblan otros planetas, fueron llevados a
ellos para seguir su ascenso evolutivo.
Por el contrario, quienes no alcanzaron ese grado de evolución tuvieron que repetir sus experiencias nuevamente en la Tierra, dando lugar a la TERCERA GENERACIÓN, la actual, la cual está constituida por tres tipos de razas humanas diferentes:
Por el contrario, quienes no alcanzaron ese grado de evolución tuvieron que repetir sus experiencias nuevamente en la Tierra, dando lugar a la TERCERA GENERACIÓN, la actual, la cual está constituida por tres tipos de razas humanas diferentes:
»La raza
blanca, compuesta por los terrestres que sobrevivieron al cataclismo y que no
habían alcanzado el nivel evolutivo suficiente para acceder al siguiente
escalón en la escala evolutiva. Eran los descendientes de los uranitas que
habían sido traído hacia 25.000 años.
»La raza
negra, procedente de un planeta que sufrió alteraciones en la órbita alrededor
de su sol, como consecuencia de las cuales se vio modificada su masa y su
atmósfera, lo que provocó que sus habitantes tuvieran que ser trasladados a la
Tierra.
»La raza
amarilla, procedente de un satélite de Saturno ya desaparecido. Al parecer, la
causa de la desaparición fue la incorrecta utilización de la energía atómica,
que provocó, al estallar, el cinturón de asteroides y polvo que forman los
conocidos anillos de Saturno. La raza roja es el resultado de un mestizaje
ocurrido en ese planeta.
»Junto a
todos estos hombres vinieron algunos terrestres de la generación atlante que
antes del cataclismo habían sido sacados de la Tierra por los Hermanos Mayores
y llevados a colonias donde se ocuparon en aprender y practicar un modo de vida
basado en el respeto y el equilibrio. Estos hombres vinieron a la Tierra como Patriarcas
y dieron referencias sobre cuál era el objetivo a lograr, a la nueva generación
que comenzaba.
»El
objetivo era el mismo que el de cualquier generación de cualquier planeta:
aprender a construir sociedades armónicas, basadas en relaciones de intercambio
justo entre todos los hombres. Aprender a regular las dimensiones inferiores,
vegetal y animal, basándose en el equilibrio ecológico. Aprender a no
interferir en la evolución del hombre y del planeta que le sirve de soporte».
PRÓLOGO
Conozco a
los miembros del grupo Aztlán desde hace varios años y no albergo duda
alguna acerca de su honestidad. La historia que el lector podrá leer en estas
páginas podrá resultar o no creíble, pero puedo dar fe de que no está inventada
ni es fruto de la imaginación. Al menos en lo que se refiere a la información
recibida. He comprobado, eso si, que algunas cosas han sido noveladas para dar
agilidad al relato y que han sido cambiados algunos de los nombres reales por
otros ficticios. Pero me consta que el contenido del libro responde con
exactitud a lo que ha sido trasmitido y no hay en él, por tanto, fabulación
consciente alguna.
No estoy en
condiciones, por supuesto, de confirmar que lo que el grupo lleva recibiendo
desde hace dieciséis años proceda realmente de un ser extraterrestre. Ni creo
que ellos, ni nadie en situación similar, pueda ofrecer pruebas tangibles
distintas a las de su propia vivencia personal o a la que supone, per se, la
documentación recibida durante los últimos tres lustros.
Debo añadir
que en esta época de finales de siglo que vivimos es para mí absolutamente
innecesario convencer a nadie de que en nuestro inmenso Universo tiene que
haber, y sin duda así es, multitud de mundos habitados, muchos de ellos
tecnológicamente más avanzados que el nuestro por meras razones de antigüedad.
Y que siendo esto así, resulta absurdo plantearse si esas civilizaciones pueden
estar o no en situación de comunicarse de alguna forma con nosotros o, incluso,
de viajar por el espacio y llegar a nuestro planeta.
Argumentar
que ello no es posible porque los terrestres no sabemos cómo hacerlo resulta,
simplemente, infantil. Y sólo una actitud de orgullo desmedido puede hacernos pensar
que los hombres de la Tierra estamos a la cabeza del más que previsible
conjunto de mundos habitados del Cosmos.
Consecuentemente,
y sin entrar a valorar si ello está o no teniendo lugar, debo afirmar que a mi
juicio la comunicación con seres de otros planetas es hoy, cuando menos,
posible, si no probable.
Debo, en
todo caso, expresar mis reservas en cuanto al método de comunicación utilizado
-la ouija- por cuanto cualquier estudioso conoce la complejidad del mismo y, en
especial, la dificultad de discernir la fuente, el origen del mensaje, y, por
ende, la validez de su contenido. Pero tengo que añadir, en honor a la verdad,
que estas mismas dudas razonables se las planteó el propio grupo desde el
inicio mismo del contacto y así lo manifiestan en la narración de los hechos,
explicando las razones que les llevaron con posterioridad a tener la certeza de
que el contacto era auténtico.
En todo
caso, al lector más informado no dejarán de sorprenderle las coincidencias
existentes entre algunas de las informaciones recibidas por el grupo Aztlán y
las trasmitidas a otros contactados de diversos lugares de nuestro planeta.
Ello obliga a pensar que la fuente es evidentemente la misma, sea esta cual sea
(el subconsciente o la memoria genética de uno o varios de los miembros del
grupo, el inconsciente colectivo del que hablara Jung, el "registro
akhásico" de los esoteristas y la tradición oriental, el campo unificado
propuesto por el físico David Bhom o el "campo mórfico" o "campo
morfogenético" que menciona Rupert Sheldrake) si queremos buscar una explicación
convencional o más ortodoxa a la experiencia vivida por el grupo, constatable y
absolutamente real. La otra alternativa, por supuesto, es aceptar la realidad
de que la información procede efectivamente de seres extraterrestres y de ahí
la sorprendente similitud del contenido de muchos mensajes -algunos muy
concretos en sus detalles- que vienen trasmitiéndose desde hace décadas a
contactados de todo el planeta.
En todo
caso, quiero expresar mi satisfacción por la decisión de los miembros del grupo
Aztlán de dar a conocer esta primera obra, a la que –estoy seguro y así lo
deseo- seguirán otras entregas, y felicitarles por su valentía al hacerlo
arrostrando las previsibles burlas de otras personas con menor apertura de
consciencia. Porque, en última instancia, ello nos permitirá ampliar nuestra visión
de nosotros mismos y del mundo y nos hará reflexionar sobre la grandeza del ser
humano y la inmensidad del Universo.
JOSÉ
ANTONIO CAMPOY
Director
de la revista «MÁS ALLÁ DE LA CIENCIA»
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