En la vibrante media luz que rebotaba del agua en
movimiento, vio una figura que parecía transparente. Tenía un casco, era de
color plateado, con grandes ojos rasgados y una brillante mancha roja en una
banda a lo largo de la frente. Telepáticamente, el extraterrestre le pidió al
teniente coronel Philip J. Corso que desconectara el radar durante 10 minutos;
y Corso le preguntó: ¿Qué ofreces?... UN NUEVO MUNDO, SI LO PUEDEN ACEPTAR
Los extraterrestres… ¿Programan sus contactos con
los seres humanos? Muy probablemente, sí. Como los mismos extraterrestres han
explicado, la casualidad entendida como tal no existe. En realidad, lo que
nosotros concebimos como suerte o azar, se rige por ciertos principios que
“determinan unos resultados finales”. Por ejemplo, cuando el teniente
coronel Philip J. Corso tuvo un encuentro con un extraterrestre,
siendo por aquel entonces comandante de una Estación de Lanzamiento de
Misiles del Ejército, en Red Canyon, Nuevo México (USA)
no podía imaginar que su filosofía vital, forjada en la rigidez de la milicia,
iba a cambiar radicalmente. Al parecer, cuando las ondas de un radar altamente
energético chocan contra algunas naves extraterrestres, les provocan averías en
sus sistemas de vuelo, llegando incluso a provocar su estrellamiento. En el
caso que tratamos, un extraterrestre pidió Philip J. Corso que mantuviese
apagados los radares durante diez minutos y Corso le pregunto ¿a cambio de qué?
La respuesta descolocó al teniente coronel: Un nuevo mundo, si lo pueden
aceptar.
Pero… ¿Por qué precisamente esa respuesta y
casualmente, dada a un militar de prestigio como Corso?Se intuye que nada es
casual y tal vez los extraterrestres eligieran a una personalidad militar de
prestigio entre el estamento militar difícilmente revocable ni cuestionable;
todo ello para inculcar una idea básica: El miedo nunca debe ser una
barrera frente a filosofías o visiones de otras sociedades distintas y más
evolucionadas que la terrestre. Tal vez, los extraterrestres eligiesen
a Corso, porque desde su visión militar de la realidad solo existían dos
conceptos básicos: amigo o enemigo. Una dualidad, evidentemente, difícil
de manejar porque muchas veces lo distinto se confunde con lo enemigo.
Y si lo llevásemos a una analogía, se entiende que esas “sociedades
extraterrestres” siendo distintas, necesariamente no son enemigas de los seres
humanos.
Si sacásemos alguna conclusión, diríamos que el
miedo en la psique humana hace verdaderos estragos desde el subconsciente: El
miedo “desenfoca la realidad” porque muchos seres humanos
prefieren negar unos hechos (la presencia extraterrestre) antes que plantearse
si su propia filosofía de la vida es la correcta y de otro modo, si no deberían cambiarla por
otra más evolucionada (en este apartado caben los políticos y su afán de poder;
las jerarquías religiosas y su exclusiva mediación por lo divino; los militares
buscando incansablemente enemigos a quien abatir; así como los grandes poderes
empresariales y financieros, dominados por una avaricia insaciable y desmedida
hacia los bienes materiales).
En este contexto… ¿Qué pueden hacer los
extraterrestres para darse a conocer? Lógicamente, promover avistamientos con
sus naves y enviar mensajes mediante personas, tal vez minuciosamente elegidas
y a quienes en la Tierra llamamos contactados (me refiero a quienes
verdaderamente lo son)
Según explicó el mismo, el teniente coronel Philip
J Corso pudo ver con sus propios ojos a
un tripulante de aquello que se
conoce como OVNIs; incluso tocó con sus manos una nave
extraterrestre, coincidiendo en su descripción con uno de los grandes
contactados de todos los tiempos, me refiero a Daniel W. Fry
quien por casualidades del destino, trabajó como ingeniero en el Campo de
Pruebas de White Sands, Nuevo Mexico, en la misma región
donde Philip J. Corso contactó telepáticamente con un
extraterrestre.
El ingeniero Daniel W. Fry decía lo
siguiente en su libro El incidente de White Sands:
Esta es la historia verdadera de un hecho único.
Algunos creerán en ella exactamente como está escrita. Deseo expresarles mi
gratitud por ello. Otros sonreirán y dirán: suena interesante pero yo no lo
creo. Sin embargo, créase o no, en la larde del 4 de julio de 1950, tuve la
experiencia de ver, tocar y volar en una cápsula espacial de control remoto
, no piloteada, que aterrizó cerca del Campo de Pruebas de White Sands
en las afueras de la ciudad de Las Cruces en Nuevo Méjico.
Pronto me di cuenta que este asombroso vehículo
había sido, obviamente, creado por una tecnología considerablemente más
avanzada que ninguna otra conocida sobre la Tierra. En esa época no se hizo
reportaje público del hecho, en parte porque el United States Missile Proving Ground
donde yo trabajaba estaba operando en el mayor secreto.
Además la naturaleza del acontecimiento era tan increíble para la mayoría, que parecía improbable que fuese considerado más que producto de fa fantasía. En 1954 sin embargo, fui persuadido de hacer un reportaje público de este hecho.
Por la gran significación social y tecnológica que
tiene la llegada de estos artefactos extraterrestres, se me indujo a creer que
el público tenía derecho a conocer lo que había ocurrido. Y estaba convencido
que debería tener acceso a los datos técnicos y científicos ofrecidos por el
piloto de la cápsula espacial. Desgraciadamente, factores involucrados en las
reglas de seguridad militar, prohibieron la publicación de una gran cantidad de
los datos específicos que yo recibí.
Doce años han transcurrido y los factores que
impedían la publicación completa del hecho en aquel momento han desaparecido, y
toda la historia puede ser narrada en mayor detalle.
………………………………………………………………………………
Analizando ambos casos, el del teniente coronel Philip
J. Corso y el ingeniero Daniel
W. Fry encontramos muchas coincidencias que hacen verosímiles sus
relatos: Vieron y tocaron con sus propias manos una nave extraterrestre (Incluso
Daniel W. Fry subió a una de ellas). Ambos recibieron un mensaje,
que finalmente transmitieron a los seres humanos: una advertencia sobre
la irresponsabilidad de los habitantes de este planeta. Tanto Philip
J. Corso, como Daniel W. Fry eran personas altamente
cualificadas y dudaron antes de dar ese paso de transmitir el mensaje
extraterrestre, porque los dos sabían que su reputación podría quedar dañada, o
tal vez, sufrir represalias de sus superiores. (He incluido al final de esta
entrada, el relato del ingeniero Daniel W. Fry donde explica ese
momento, en el cual, una nave extraterrestre aterriza muy cerca de él)
El teniente coronel Philip J. Corso |
…………………………………………………………………….
A continuación he traido un pequeño extracto del
libro La guerra secreta, el manuscrito
oculto* del teniente coronel Philip J. Corso, donde este
militar de prestigio nos explica su experiencia vital relacionada con los
extraterrestres que visitan la Tierra y como cambió radicalmente su modo de entender
la realidad, donde las elites de poder que administran las naciones del mundo,
engañan y ocultan la existencia de los seres de las estrellas en este planeta.
Del libro La guerra secreta, el manuscrito oculto* del coronel Philip
J. Corso
*(Este manuscrito
fue escrito en los últimos años de su vida por el teniente coronel Philip J. Corsoy entregado a sus amigos
italianos Mauricio Baitata y a
la periodista Paola Harris
para que lo publicaran en Italia,
país donde vivió algunos años al final de la II Guerra Mundial; posteriormente este manuscrito fue publicado
en México por la editorial Planeta, de la mano del
investigador mexicano Jaime Maussan.
- (una vez, entregado a sus amigos, Corso murió
misteriosamente de infarto en Estados Unidos)-. Señalar que
durante el tiempo que Corso residió en Italia, fue responsable de la seguridad de las fuerzas aliadas
de ocupación en Roma)
UN NUEVO MUNDO, SI LO PUEDEN ACEPTAR.
Mientras estuve al mando de la Estación de
Lanzamiento de Misiles del Ejército en Red Canyon, tenía
un problema muy molesto. El campo era parte del complejo White Sands.
Yo no podía disparar un misil a menos de que me dieran lo que se llamaba un “tiempo
verde”. Esta coordinación era necesaria para que no
hubiera interferencia de radar. A veces me dejaban esperando durante
horas, con cientos de hombres aguardando.
Un cálido día, durante una de esas esperas, yo
estaba en el campo con dos de mis sargentos (mi puesto de comando era una
caseta blanca en lo alto de una colina que dominaba el campo). Red Canyon
estaba sólo a unos kilómetros de Roswell y de Los Álamos.
El sargento primero Willis me preguntó
si me gustaría visitar una mina de oro, sólo a unos cuantos kilómetros del
campo. Fuimos, y a kilómetro y medio más o menos del sitio de lanzamientos de
la Batería D, salimos del polvoriento camino del desierto y dimos
vuelta en lo que parecía un “dique lunar”.
Oscuras rocas a ambos lados, luego un área en
declive con una oscura silueta como un acantilado. Nos detuvimos y caminamos
cerca de 100 metros hasta un estanque de agua que se evaporaba. En el área del
acantilado había una apertura, por donde entramos en el tiro de la mina. Hilos
de agua corrían por el suelo a la entrada. Mis hombres me dijeron que
antílopes, burros, coyotes, conejos, aves e incluso grandes serpientes
cascabel, llegaban aquí a disfrutar del agua fresca. Era como un oasis en el
desierto. Había poca vegetación ya que el área era casi por completo rocas
oscuras tipo lava.
Una semana más tarde, más o menos, estaba en mi caseta de comando durante una de esas esperas generadas por White Sands. Decidí tomar un jeep y visitar la mina de oro yo solo. Cuando llegué, algunos animales estaban alrededor del estanque.
Llegué hasta la apertura y me senté a refrescarme
en el aire acondicionado natural. El sonido del suave goteo del agua era casi
hipnótico.
Me adormecí.
Como me dijeron los italianos en Roma,
mi sexta capa dimensional (?), el instinto, se hizo cargo. Mi mano derecha se
fue acercando poco a poco a la funda de mi pistola. Saqué mi .45 y quité el
seguro. (Cada tercer cartucho tenía un tipo de perdigón que se usaba para
dispararle a las víboras.) En esta estructura tipo cueva, no podría fallar.
Saqué mi pistola y me rodé de lado.
De pronto, registré una palabra en mi cabeza:
-“No”.
En telepatía mental respondí:
-“Amigo o enemigo”.
Llegó la respuesta:
-“Ninguno”.
Estaba impresionado.
En la vibrante media luz que rebotaba del agua en
movimiento, vi una figura que parecía transparente. Tenía un casco, era de
color plateado, con grandes ojos rasgados y una brillante mancha roja en una
banda a lo largo de la frente.
El mensaje continuó mientras nuestros ojos se
encontraban en la semiluz:
-“¿Me darás 10 minutos sin radar después del tiempo
verde?”
Yo respondí con el pensamiento:
-“10 minutos puede ser una eternidad, ¿qué
ofreces?”
-“Un nuevo mundo, si lo pueden aceptar”.
Me puse de pie, regresé mi pistola a su funda,
caminé hasta el jeep y llamé por radio a los cuarteles del campo.
-Capitán Williams, ¿ya le dieron tiempo verde?
-No señor, pero White Sands dijo que en los
siguientes 15 minutos.
-Voy en camino. Cuando le den “tiempo verde”
asegúrese de que los radares estén apagados y permanezcan así durante 10
minutos.
Arranqué el jeep, miré hacia atrás y vi una figura
en la vibrante luz de la apertura de la mina. Saludé militarmente y me fui.
Cuando llegué al cuartel general del campo, el Cap.
Williams reportó:
-Señor, la Batería D se acopló durante 60 segundos
a un objeto que viajaba a 4 mil 800 km/h a 80 kilómetros de distancia.
-Pídale a la Batería D que me envíe la cinta.
Los radares apagados deben haber permitido una
apertura para dejar pasar un OVNI avistado. ¿Captó a mi recién adquirido amigo?
¿O enemigo?
RELATO ALTERNATIVO DEL MISMO ACONTECIMIENTO
Por instinto, busqué mi pistola .45. Cada tercera
bala era un casquillo .45 con una punta de perdigones, como en los rifles de
postas. Les disparábamos a las víboras con ellas. Las víboras de cascabel eran
inmensas. Se enrollaban a lo largo del camino, la cabeza erguida al centro, el
cascabel al final. Ellas no podían atacar en esta posición.
Al tirarme pecho tierra y sacar mi .45 la apunté
hacia la parte de atrás de una saliente. Vi algo enroscado o un casco con algo
envuelto sobre los hombros de un EBE. No disparé porque en un
área cerrada de rocas, los perdigones podían rebotar.
Entonces llegó el pensamiento “No dispares”.
La luz vibraba en las ondas del agua. Creí ver ojos
sobre el enroscado y un posible casco ovalado. Como habíamos conjeturado que posiblemente
un radar causó el impacto Roswell, enfundé mi .45 y pensé: “Después
del tiempo verde, 10 minutos sin radares”. Yo tenía los medios y la
autoridad para dar esa orden. Al salir de la cueva, hacia mi jeep, pensé que
daría esa orden. En el camino de regreso seguía pensando: ¿Qué obtuve, si es que
obtuve algo, de esa alucinación? Subconscientemente, ¿hubo un trato? “Un
nuevo mundo, si lo puedes aceptar”.
En los siguientes años, esta frase se repetía una y
otra vez en mi mente. En cuando a la serpiente enroscada (caduceo) es el
símbolo de la curación. Reunimos una gran lista de subproductos médicos y otros
avances de nuestra l&D. ¿La conversación mental? En ese
momento la descarté como productos de mi imaginación. En 1960 descubrí
que sin cuerdas vocales, posiblemente ellos se comunicaran mediante telepatía.
El “No [dispares]” - una inclinación natural de mi parte, una
serpiente enroscada no podría atacar y los rebotes [de balas] podrían ser
peligrosos. El intercambio “Amigo o enemigo” - esto lo hemos
discutido varias veces. Mi inclinación siempre fue “enemigo”.
Pero ¿por qué no habían atacado? ¿O lo habrían
hecho en otro nivel, no militar, como nosotros conocemos la guerra? Por otro
lado, pensé, si un superintelecto está involucrado, ¿por qué deberían pensar en
nuestros términos? “Ninguno”, es lo más lógico de su parte. Reflexioné:
era una buena respuesta.
¿Era parte de mis propios pensamientos o algo
plantado en mí? Quizá, las dos cosas.
Luego: “Al momento del tiempo verde, dejar 10
minutos sin radares”. Términos normales para un intercambio de
pensamientos en el momento y lugar.
En mi mente estaba incrustado que el radar causó la
pérdida de control y el impacto. Un desarrollo lógico en mi mente o
intercambio: “Dejar 10 minutos”. Nuevamente, lo lógico es que yo
pidiera algo a cambio. El tiempo es relativo, yo agregué: “10 minutos puede ser
una eternidad, ¿qué ofreces?” Mi modo de pensar y analizando si hubo un
intercambio mental, tendría que ser (la respuesta).
“Un nuevo mundo, si lo puedes aceptar”. No había
otra respuesta posible. Los escombros, la l&D, nuevos conceptos, etc., no
eran nada más que el inicio del desafío: “Si lo pueden aceptar”. Muchos hombres
han asumido el reto. Nuevos desarrollos están llegando tan rápido, después de
un inicio lento (1947-1960), que apenas nos podemos mantener al día con ellos.
Si la alternativa es la destrucción estamos progresando bien hacia “aceptarlo”.
Como dijo Hermán Oberth, “Hemos
sido ayudados por seres del espacio exterior”. Mucho de lo que yo hice
durante mi estancia en l&D fueron sólo conceptos, pero muchos están
funcionando. ¿Podría ser que recuperáramos nuestro mundo y ellos nos
dejarían en paz y se irían?
Al regresar del vuelo sobre el área en que el OVNI había aterrizado, decidí tomar mi carro de comando y visitar el sitio. Mi carro no era bueno en el desierto. No podía salir de los caminos de tierra y el polvo entraba incluso por el piso. Le pedí al Ft. Bliss que me enviara un viejo carro de comando de la Segunda Guerra Mundial. Estaba construido muy por encima del suelo, tenía grandes llantas y tracción en las cuatro ruedas. Era ideal para atravesar el terreno del desierto y no requería caminos. Así que me fui por el área a cerca de 20 kilómetros de los sitios del campo de lanzamiento, muy al fondo del área bajo mi jurisdicción. Decidí ir solo. Llevé mi cinturón con pistola y cantimplora, un mapa, una brújula, un contador geiger de los que usábamos para probar voltajes perdidos en la conexión entre el propulsor y el misil.
Al regresar del vuelo sobre el área en que el OVNI había aterrizado, decidí tomar mi carro de comando y visitar el sitio. Mi carro no era bueno en el desierto. No podía salir de los caminos de tierra y el polvo entraba incluso por el piso. Le pedí al Ft. Bliss que me enviara un viejo carro de comando de la Segunda Guerra Mundial. Estaba construido muy por encima del suelo, tenía grandes llantas y tracción en las cuatro ruedas. Era ideal para atravesar el terreno del desierto y no requería caminos. Así que me fui por el área a cerca de 20 kilómetros de los sitios del campo de lanzamiento, muy al fondo del área bajo mi jurisdicción. Decidí ir solo. Llevé mi cinturón con pistola y cantimplora, un mapa, una brújula, un contador geiger de los que usábamos para probar voltajes perdidos en la conexión entre el propulsor y el misil.
Ahora me adelantaré a 1960 para contar lo que vi y
mis pensamientos. Estaba en mi oficina, la División de Tecnología
Extranjera de la Oficina del Jefe de Investigación y Desarrollo.
Sentados ante mí estaban dos científicos alemanes, miembros de mi equipo de
inspección.
Le recordé a Hans la noche después de
que vimos la alineación de moléculas/átomos en el metal, y él dijo: Si creyera
en todo lo que escuché hoy, posiblemente tendría que desaprender todo lo que he
aprendido. Hans, ¿recuerdas mi respuesta? “Posiblemente tendrás
que hacerlo”.
Ahora, quiero que escuchen una historia y luego que
me digan lo que piensan. Puede que tenga que embarcarme en una nueva curva de
aprendizaje.
En 1957 me adentré en el desierto de Nuevo
México yo solo. Había volado sobre mi destino esa misma mañana. Cuando
llegué al sitio que había marcado en mi mapa, no había nada más que desierto.
Me senté en mi carro de comando y vigilé el área
con binoculares. Finalmente vi algo que brillaba como una onda de calor.
Yo podía ver a través de las vibrantes olas. De repente se materializó. Parecía
un objeto de metal del tipo de un plato como el que su científico Víctor
Schauberger había construido para Alemania. Pasaron unos segundos y
abruptamente desapareció.
Me acerqué más. Me detuve y esperé. Luego
nuevamente, después de 10 minutos, se materializó de la misma manera vibrante,
y luego desapareció rápidamente.
Tomé el tiempo de sus apariciones (48 segundos).
Nuevamente, después de 12 minutos, volvió a aparecer. Levanté una piedra
del desierto y la lancé al objeto que parecía de metal sólido. La piedra rebotó
pero no hizo ruido. Nuevamente desapareció. Coloqué una piedra grande
en el lugar y algunas hierbas. Cuando volvió a aparecer, aplastó tanto la
piedra como las hierbas. Por el intervalo de tiempo que había calculado, tuve
un total de cinco minutos para observar el objeto en su estado sólido. En
esta aparición reuní valor, me acerqué y coloque mi mano sobre él. En el cálido
sol del desierto, estaba fresco, la superficie era suave y se sentía como una
mesa muy bien barnizada.
No tenía orillas burdas, ni soldaduras, tornillos o
remaches. Cuando desapareció, regresé a mi carro de comando y me senté a
observar la secuencia de ahora lo ves, ahora no lo ves. Cada vez parecía
sacudirse, pero era más como una vibración o temblor.
De pronto, en la siguiente aparición, mi brújula
comenzó a dar vueltas y mi contador geiger empezó a fluctuar. Yo pensé: la
discreción es la mejor parte del valor. Arranqué el motor, puse el carro en
reversa y aceleré. Después de unos 300 metros el motor se paró. El objeto se
levantó suavemente, se volvió sobre un lado y desapareció en un rayo. Parecía
como si una burbuja gigante se cerrara alrededor de un túnel. Luego, no había
nada más que cielo y desierto. El rayo de color brillante, al desaparecer,
quedó grabado en mi memoria.
Arranqué el motor e hice cuatro o cinco círculos
amplios alrededor del sitio. Me detuve y descendí y creí ver unas huellas en el
suelo. Parecían haber sido hechas con un mocasín suave. Coloqué mi pie al lado,
yo calzo del 8, las huellas eran aproximadamente de la mitad del tamaño. Coloqué las
puntas del contador geiger en una de ellas, no hubo reacción. Coloqué mi
brújula, apuntaba al este, hacia los sitios de mi lanzamiento de misiles, a
unos 10 km de distancia.
Miré a mis dos amigos, individuos muy serios,
inteligentes y disciplinados, y dije:
-Me da mucho gusto observar en sus caras que no
piensan que estoy loco.
Hans habló:
-Por el contrario, me complace mucho escuchar
una historia tan maravillosa y te quiero agradecer la confianza que nos tienes.
Me reí y dije:
-Bienvenidos a bordo, hermanos chiflados.
Debemos ser una raza única. Ahora, caballeros, seriamente, ¿qué fue lo que vi y
con lo que me topé? Confío en su juicio.
Hans habló primero:
-Yo creo que te topaste con una máquina para viajar
en el tiempo. Por alguna razón, su mecanismo de viaje en el tiempo funcionó mal
y se estaba ajustando. Eso explica las apariciones y desapariciones. Estaba
entrando y saliendo de nuestro marco de tiempo. Fuiste testigo del más notable
fenómeno. Me siento eufórico sólo de pensar que tal cosa es posible.
Luego Max habló:
-El objeto estaba volando mediante campos
artificiales de gravedad, lo que explica la luminosidad, y se estaba yendo. Eso
también explica los fuertes campos eléctricos ymagnéticos captados por tu
brújula y tu contador geiger. Estos campos pueden producir velocidades mayores
a la de la luz, lo que hace posible el viaje en el tiempo.
Luego me puse de pie y dije:
-Gracias, caballeros. Continuaremos con nuestras
conversaciones. Podemos hacer mucho bien incluso si no entendemos todo lo que
vemos o escuchamos. Y como lo ha dicho su asociado, el Dr. HermánOberth: “Hemos
recibido ayuda”.
Una vez el Tte. Gral. Arthur G. Trudeau
me dijo: “Si es posible, nosotros podemos hacerlo”. Quizá en el futuro algún
joven y emprendedor oficial del ejército encontrará un reporte anónimo en los
archivos, con el que pueda desarrollar un nuevo concepto del viaje en el
tiempo.
El teniente coronel Philip Corso quien
sirvió en la Administración de Eisenhower y posteriormente estuvo
al frente del Foreign TecnhnologyDesk (Unidad de Tecnología
Extranjera, léase: Unidad de Tecnología Extraterrestre) en el Departamento
de Investigación y Desarrollo de la Armada Americana. Corso afirma
haber visto un extraterrestre de la tipología de los Grises muerto proveniente del
accidente en Roswell, Nuevo México en 1947. Corso sirvió
a la Armada durante 21 años y recibió 19 medallas y
condecoraciones de honor. Después de más de 30 años de silencio Corso revela en
su libro The Day After Roswell, en 1997, cómo lideró un
programa clandestino top secret para reinvertir tecnología extraterrestre
rescatada del accidente en Roswell. En su libro escribe que desarrolló
exitosamente múltiples proyectos para reinvertir esta tecnología e insertarla
en empresas civiles patentándola como si hubiesen sido éstas las que hubiesen
desarrollado la tecnología. Algunas de las empresas que se beneficiaron son IBM,
Hughes Aircraft, Bell Labs y Dow Corning. Corso afirma que el rápido
desarrollo de tecnología en los años 50 como la fibra óptica, los
chips con circuitos integrados, equipamiento de visión nocturna,
fibras súper resistentes como el Kevlar fueron el
resultado de estos proyectos clandestinos. Su libro es su testimonio.
(FUENTE: “A Reportonthe Motivations and
Activities of ExtraterrestrialRaces - A Typology of
the Most Significant Extraterrestrial Races Interactingwith Humanity”, Michael
Salla, Ph.D.).
…………………………………………………………………….
El ingeniero.Daniel W. Fry |
(He incluido una pequeña parte del libro El incidente de White Sands, del
ingeniero Dr. Daniel W. Fry,
en cual narra la llegada de una extraña nave, volando silenciosamente y tras
dudar, se convenció finalmente de que era una nave extraterrestre. Puede
decirse, que Daniel “aguantó el tirón que
provoca el miedo inicial a lo desconocido” y como su “curiosidad
científica” lo llevó a tocar aquella nave prodigiosa…)
El incidente de White Sans-Dr. Daniel W.Fry
El objeto estaba ahora a menos de cien pies de
distancia. Empezó a moverse más lentamente, a no más de diez a quince millas por
hora y pareció disminuir la velocidad a un ritmo tal que pararía antes de
alcanzar el suelo. También pude ver que su forma era esferoide, achatada en los
polos, de aproximadamente 30 pies de diámetro en el ecuador o parte más ancha.
Algo tranquilizado por su movimiento más lento,
permanecí donde estaba, observando cómo se deslizaba, tan liviano como una
semilla de cardo flotando en la brisa. Se posó en tierra a unos setenta pies sin
el menor golpe o sacudida.
Salvo el crujido de los matorrales debajo de él, no
hizo ningún sonido. Por casi un minuto permanecí sin movimiento. Una fantástica
sensación me sobrecogió, y permanecí mirando el objeto, desconcertado y hechizado
como un niño que estuviera observando una representación insólita en el circo.
Durante muchos años había estado empleado en el
campo del diseño de naves aéreas y espaciales, y había colaborado en el
desarrollo de muchos proyectiles guiados (dirigidos). A través de mi trabajo en White Sands Proving Grounds y
otros centros de desarrollo, me había familiarizado con la mayoría de los
adelantos recientes en aeronáutica. Pero aquél artefacto era tan adelantado con
respecto a cualquier cosa que yo hubiese jamás oído, que me sentí como aquel
granjero de la zona selvática que, cuando vio por primera vez una jirafa dijo: “Yo
lo veo, pero no lo creo”.
Mi primer pensamiento consciente fue “Este aparato
extraño podría ser alguna cosa diseñada secretamente por la unión Soviética”.
Nosotros sabíamos que Rusia clamaba estar a la
cabeza en el desarrollo de los grandes cohetes, pero esto obviamente no era un
cohete. Reflexioné un momento, y quedé convencido que este no podía ser un dispositivo
creado por la Unión Soviética o en cualquier otro lugar de la Tierra.
La inteligencia y la tecnología que había diseñado y construido esa nave,
había encontrado la respuesta a muchas preguntas que nuestros mejores físicos no
habían todavía aprendido a preguntar.
La maniobra de la nave fue silenciosa. Ninguna
hélice azotó el aire. No vi el destello ni oí el estruendo de gas incandescente
lanzado desde las toberas para producir empuje. La nave simplemente se deslizó
silenciosamente y se asentó suavemente sobre la tierra.
Antes de aterrizar había disminuido su velocidad a
pocas millas por hora, sin embargo no mostró signos de caída. Solamente un
helicóptero o una nave más liviana que el aire podrían duplicar este hecho.
Pero en este vehículo no había hélices. Y el hecho de que los matorrales fuesen
aplastados debajo de él cuando se asentó en la tierra, probaba concluyentemente
que no era una nave más liviana que el aire.
Cualquier cosa que este vehículo pudiese ser, podía
operar eficientemente y sin esfuerzo, violando las leyes de gravedad. Cuando
todo esto atravesaba mi mente, me aproximé lentamente a la nave. Mi instinto y
mi razón me decían sin embargo, que debía poner la mayor distancia posible
entre mí y ese desconocido e impredecible artefacto. Como la mayoría de los
científicos ocupados en la investigación, había sido dotado desde niño con una
vehemente y activa curiosidad. Cuando el objeto de esta curiosidad era de
naturaleza científica, especialmente cuando parecía tratarse de un adelanto
importante de la tecnología, la curiosidad se transformaba en una fuerza impulsora
que barría con todas las razones.
Me aproximé a pocos pasos de la nave, y me detuve
para mirar y escuchar si algún signo de vida o sonido salía de su interior.
Nada sucedió. Mientras la nave estaba detenida silenciosa e inmóvil sobre la
arena, di vueltas a su alrededor y la examiné cuidadosamente. Era un esferoide considerablemente
aplanado en sus extremos superior e inferior. Su dimensión en sentido vertical
era de aproximadamente dieciséis pies, y su diámetro horizontal de unos treinta
pies en su parte más ancha, la cual estaba a unos siete pies del suelo.
Su curvatura era tal, que vista desde abajo y a
unos 45 grados de la vertical, parecía tener la forma de platillo, aunque en
realidad se parecía más a un plato de sopa invertido sobre una fuente.
El color azul oscuro que había presentado al
principio, había desaparecido. Una inspección más minuciosa demostró que la
superficie metálica estaba muy pulida y de un color plateado con un ligero
violeta iridiscente. Caminé alrededor de la nave sin ver ninguna señal de
abertura o juntas. “Si hay alguien adentro, pensé, debe entrar a través del
extremo superior o inferior”.
Me detuve luego para mejor evaluar mi situación. ¿Qué
debería hacer? ¿Debería volver a la base e informar la llegada de la extraña nave?
Al principio esto me pareció la cosa más lógica,
pero luego otro pensamiento intervino: Me
tomaría unos tres cuartos de hora por lo menos para regresar a la
base,encontrar alguien autorizado y volver con otros observadores.
¿Y si el aparato se iba mientras tanto? Sólo
quedaría un parche de pastos aplastados para corroborar mi historia. ¿Quién me
creería? Y si alguien me creyera,¿estaría dispuesto a admitirlo?
Había leído que el ridículo había cubierto a
aquellos que habían afirmado haber visto objetos voladores no identificados en
el aire. Mucho más me hubiesen criticado a mí si afirmaba haber visto uno en
tierra, y haber estado tan cerca como para tocarlo Y sin embargo, no tenía
pruebas del hecho salvo unos matorrales aplastados.
Cuando me di cuenta de esto, aunque yo había estado
suficientemente cerca para tocar la nave por espacio de varios minutos, sin
embargo no lo había hecho.
Quizás pudiese por el tacto, aprender alguna cosa
respecto al material de que estaba construido. De todas maneras, podría apreciar
la temperatura.
Me acerqué y
cuidadosamente toqué la superficie metálica. Era apenas unos pocos grados más
que la temperatura del aire e increíblemente suave.Es difícil describir el
grado de suavidad. Si pasara su dedo por encima de una perla cubierta por una
fina película de jabón, podría tener la sensación en alguna manera similar a la
que yo sentí cuando toqué el metal de la nave Froté la nave con la palma de mi
mano, y sentí un ligero pero definido hormigueo en la punta de mis dedos y en
el talón de mi mano.
Luego percibí una voz crispada en el aire, a mi
lado:
-Mejor no toque el casco, compañero, ¡todavía está
caliente!
Yo no me había dado cuenta bajo que enorme tensión
estaba, hasta que la voz rompió repentinamente el silencio. Di un salto hacia
atrás, tropecé con unas matas y caí en la arena cuan largo era. Percibí algo
parecido a una risa ahogada, y luego volví a oír la voz en un tono algo más
amistoso.
-Tómelo con calma, compañero, está entre amigos.
La humillación por mi poco graciosa postura,
combinado con el suave tono de la voz y sus frases familiares, sirvieron para
barrer el miedo que yo sentía y reemplazarlo por una ligera irritación. Me
levanté, sacudí mis ropas y me arranqué un abrojo que se había guarecido entre
mis cabellos.
Miré de donde podía proceder la voz, pero no vi
ninguna persona ni artefacto.
-Podía haber
bajado el volumen- rezongué- No necesita reventarme los oídos de esa manera.
Ud. me ha espantado para toda una semana.
- ¿Reventarme los oídos? -la voz dudó-
Oh,
¿Ud. quiere decir que la amplitud de volumen de la advertencia fue muy grande? Lo
siento, pero Ud. estaba a punto de
matarse y no había tiempo que perder regulando los controles.
-¿Quiere Ud.
significar que el casco es altamente radioactivo? –Pregunté- Si es así, yo estoy todavía demasiado cerca.
-No, no es radiactivo, -fue la
respuesta. -Usé el término “caliente” porque creo
que es el que mejor puede expresar la condición en su lenguaje. El casco
tiene un campo a su alrededor, que rechaza toda materia. Sus físicos lo
describirían como el “anti” aspecto de la fuerza de atracción del átomo.
Cuando ciertos elementos como el platino son
adecuadamente preparados y expuestos hasta la saturación, a una corriente de
fotones de muy elevada energía, las partículas de la fuerza de atracción se
generarán por fuera del núcleo. Como las partículas tienden a rechazarse unas a
otras como hace toda la materia, ellas lo mismo que el electrón, tienden a
migrar a la superficie del metal donde se manifiestan como fuerza repelente.
Las partículas tienen una vida media de varias
semanas de vuestro tiempo, así que la radiación cósmica normal recibida por la
nave mientras está en el espacio, es suficiente para mantener una carga
efectiva. El campo es muy poderoso a distancias moleculares pero disminuye en
relación a la séptima potencia de la distancia, así que la fuerza se vuelve insignificante
a unos pocos micrones del casco.
Quizás Ud. notó que la superficie parecía suave y
resbaladiza. Esto es porque en realidad su mano no tocó el metal, sino que fue
mantenida a corta distancia de la superficie por el campo de repulsión. El uso
de este campo protege el casco de ser raspado o dañado durante el aterrizaje.
También disminuye tremendamente la fricción del aire cuando se viaja a altas
velocidades a través de la atmósfera.
-Pero, ¿cómo
podría esto matarme? -pregunté. -Yo
toqué el casco y solamente sentí un ligero cosquilleo en mi mano. Y ¿qué quiso
Ud. significar con su observación sobre mi lenguaje? Si Ud. no es americano,
pues entonces yo nunca he escuchado a uno.
-A su primera pregunta, -replicó
la voz-, no lo hubiese matado inmediatamente.En realidad podría haber tomado
varios meses, pero hubiese sido tan cierto como si lo hubiese hecho en forma
instantánea.
La mejor manera que puedo explicarlo es decir que
la exposición de la piel humana a la fuerza del campo que está alrededor de la
nave produce lo que Uds. llaman “anticuerpos” en la corriente sanguínea. Por
alguna razón que todavía no es completamente conocida, estos anticuerpos son
absorbidos por el hígado cuya función altera, provocando el agrandamiento y la
congestión, del mismo.
Cuando la piel es expuesta por un minuto o más, la
muerte es prácticamente cierta. En su caso, yo no creo que haya estado expuesto
tiempo suficiente para un daño mayor, aunque indudablemente Ud. sentirá algún efecto
más tarde o más temprano, siempre que sus funciones biológicas sean idénticas a
las nuestras y nosotros tenemos muchas razones para creer que esto es así.
A su segunda pregunta, yo no soy un americano como
Ud., aunque mi actual misión requiere que yo me transforme en uno. El hecho que
Ud. me creyera uno de sus compatriotas es testimonio de mi éxito en el esfuerzo
que he gastado en estos dos últimos años, para aprender y practicar el uso de
su lenguaje e idioma.
La verdad es que nunca he puesto un pie sobre su
planeta. Requerirá cuatro años más para adaptarme a la atmósfera y a la
gravedad, e inmunizarme a sus agentes biológicos (microorganismos).
Estuve parado silenciosamente por lo que me pareció
largo tiempo, tratando de asimilar el completo significado e implicaciones de
sus palabras.
Por fin dije lentamente:
-“Si no
hubiese visto a este aparato con mis propios ojos, venir y aterrizar, hubiese
concluido que había estado leyendo demasiado novelas de ciencia ficción. Pero
mi entrenamiento científico y años de estudio sobre el espacio, me han
preparado para admitir la posibilidad de casi cualquier cosa. Además, desde que
el hecho de que yo esté aquí y de que lo haya visto aterrizar es completamente
accidental, es obvio que mi credulidad o mi escepticismo no deben tener la
menor importancia para Ud.
-Por el contrario, -replicó
la voz-. Es importante para nosotros de que Ud. tenga la oportunidad de conocer
los hechos y que se forme su propia opinión al respecto. Uno de los principales
propósitos de esta expedición, es determinar la adaptabilidad básica de
aquellos que habitan la tierra, y particularmente su habilidad para adaptar sus
mentes serena y rápidamente a concepciones que son completamente extrañas a sus
costumbres y a su modo de pensar.
Las expediciones previas de nuestros antecesores en
un período de muchas centurias, se encontraron con un fracaso casi total en
este aspecto. Esta vez hay la esperanza de que seremos capaces de encontrar
mentes más entrenadas y más receptivas para que nosotros podamos ayudarlos en
el progreso de su raza. En su propio caso, su conducta me ha gustado y ha
sobrepasado nuestra mejor expectación.
-Puedo ver, -dije-, que su raza, cualquiera que ella sea, y la
nuestra, tienen por lo menos una cosa en común; que el sarcasmo es la principal
forma de humor: Sin embargo Ud. no me puede molestar de esta manera. He sido
satirizado (tomado el pelo) por expertos.
Me doy
cuenta que todo lo que hice desde el primer momento ha sido erróneo. En primer
lugar, si yo hubiese tenido sentido común, hubiese escapado cuando lo vía acercarse,
en vez de esperar y correr el riesgo de ser aplastado.
Cuando Ud.
aterrizó, en vez de irme o permanecer por lo menos a cierta distancia, me puse a
husmear alrededor de la nave. Luego cuando su voz de alarma llegó a través del
parlante o de lo que sea,
en vez de aceptar la advertencia con calma y rápidamente, salté como un conejo
asustado y aterricé en la arena en una posición tan indigna y ridícula como se
pueda imaginar.
Por último y no lo menos importante, Ud.
aparentemente supone que yo creo las afirmaciones que Ud. ha hecho. Como dije
antes, yo estoy preparado para considerar la posibilidad de que sean verdad.
También estoy preparado para considerar la posibilidad de que no lo sean.
-Precisamente, -replicó la voz-, permítame explicarle mi posición. No hubo la menor intención de sarcasmo. Yo quise decir exactamente lo que dije. En primer lugar Ud. manifestó que la curiosidad lo empujó a investigar la nave, sometiéndose a riesgos desconocidos, en vez de buscar seguridad con la huida.
Esto representa la lucha entre el deseo de
conocimiento y el deseo de la propia seguridad. Creo que es un viejo dicho
entre Uds. que la propia conservación es la primera ley de la naturaleza. Es estimulante
notar que su deseo de conocimiento puede ocasionalmente sobreponerse al
instinto animal básico.
Cuando le di la voz de alarma, su reacción no fue
de miedo como Ud. parece pensar. La verdadera reacción de miedo lo hubiera
inmovilizado por lo menos por un momento. En cambio Ud. reaccionó
inmediatamente y de manera adecuada.
El hecho es que, a pesar de hallarse en
circunstancias completamente únicas en su experiencia, Ud. escuchó
tranquilamente mi voz y replicó en forma lógica. Esta es la mejor evidencia que
su mente es del tipo que nosotros esperamos encontrar.
-Gracias por
sus cumplidos, -dije-. Me
gustaría creer que los merezco; pero su afirmación implica que Ud. se propone
usarme en algún proyecto, que involucra adelanto científico para el pueblo que
vive ahora en la Tierra. ¿Por qué a mí? ¿Porque yo estaba accidentalmente aquí
cuando Ud. aterrizó? Podría ponerlo en contacto, aquí en el campo de pruebas de
cohetes, con varios hombres dignos de confianza que son considerados
científicamente más avanzados que yo.
-Cuando Ud. dice que estaba aquí por mera casualidad, subestima nuestra habilidad para seleccionar a quienes deseamos hablar, -fue la respuesta-. Los cerebros de muchos terráqueos transmiten fácilmente, pero Ud. es uno de esos raros individuos cuyo cerebro también recibe bien.
Hemos investigado cuidadosamente la mente de muchos
de sus científicos eminentes. En todos los casos encontramos que sus mentes se
habían endurecido en un molde basado en sus concepciones presentes. Sus mentes
han avanzado hasta un grado tal que ellos creen que lo conocen casi todo en el
mundo científico. Así ellos encuentran difícil cambiar sus puntos de vista o
formarse nuevas opiniones.
Yo quiero aclarar lo que quiero significar, mediante una analogía. Un hombre que busca conocimiento científico es como una hormiga que está subiendo por un árbol. Ella sabe que está desplazándose hacia arriba, pero su visión es corta, y es incapaz de abarcar todo el tronco. El resultado es que puede desviarse a una rama inferior sin darse cuenta que se ha alejado del tronco principal.
Todo va bien por un tiempo. Todavía puede subir más
arriba y recoger unos pocos frutos de su progreso; pero pronto comienza o
confundirse cuando la sólida rama que creyó el tronco, empieza a subdividirse
en millares de pequeñas ramitas y hojas: que apuntan todas en distintas
direcciones.
Así, el buscador de conocimiento encuentra que la “gran
ley fundamental” que creía inamovible, ahora empieza a subdividirse y a apuntar
en direcciones opuestas.
Como resultado de esta confusión, los científicos llegan a la conclusión deque están llegando al límite del conocimiento concebible y que todas las leyes físicas se vuelven en última instancia, puramente estadísticas.
Cuando ellas alcanzan este punto, la única manera
de que puedan hacer posteriormente progresos es siguiendo la línea del
razonamiento matemático abstracto. Es como viajar en un tren subterráneo. Uno
puede llegar a su destino pero no sabe por dónde va. Así que no hay manera
de saber si podía haber elegido un camino más corto o más fácil para llegar al
mismo lugar. “Su ciencia está ahora en esta situación”.
……..……………………………………………………….
DATOS DEL AUTOR DR. DANIEL FRY
El Dr. Daniel W. Fry es un científico
de prestigio internacional, investigador e ingeniero electrónico, reconocido
por muchos como uno de los científicos del mundo mejor informado en espacio y
viajes espaciales. Es conocido por millones de gente a través de los Estados
Unidos, Canadá y Europa por sus conferencias y aparición en cientos de
estaciones de radio y televisión.
Dr. Fry tiene el título de Ph. D. del St. Andrews College de Londres,
Inglaterra. Su tesis de doctorado fue “Pasos a las Estrellas”.
Y fue miembro fundador del NICAP (National lnvestígating Committee on Aerial Phenomena,
Washington D.C.).
Es autor de varios libros importantes en el campo
de la física y espacio exterior, y figura en el libro “¿Quién es quién en el OESTE?”
desde 1961. También es Presidente Internacional de “UNDERSTANDING”,
Inc.
Mientras el Dr. Fry era Vicepresidente a cargo de
investigaciones en la Crescent Engineering Company en California,
desarrolló ciertas partes para el sistema de guía del cohete Atlas.
Antes de su asociación con la Crescent Engineering and Research,
el Dr.
Fry estuvo empleado por la Aerojet General Corporation. Trabajó
para Aerojet
en el White Sands Proving Ground, cerca de Las Cruces, Nuevo
Méjico donde estaba a cargo de la instalación de instrumentos para el
control y guía de los proyectiles. Además estuvo empleado como consultor en el Institute
of Technology de California.
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