Pedro Cortezo, año
1910: El «forastero» le dijo que nuestro planeta era custodiado y protegido por
seres de otros mundos desde hacía milenios. “Tuvimos que destruir el cometa
Biela que iba a impactar contra vuestro mundo” “Uno de estos rayos alcanzó el planeta
en la zona de Siberia, destruyendo un
enorme terreno de bosque”.
Los seres humanos…
¿son un plan preconcebido por los extraterrestres? Muy probablemente, si. Y
tal vez, desde nuestra propia óptica, si mirásemos hacia el albor de los
tiempos resultaría inconcebible; incluso fantasioso pensar que civilizaciones
extraterrestres hayan sido capaces de trazar una hoja de ruta para un periodo
de tiempo tan prolongado y en planetas
previamente seleccionados: Se necesita acondicionar astros de naturaleza rocosa
donde el agua es un componente vital para luego y bajo esas condiciones
favorables, las civilizaciones
extraterrestres lleven a cabo el experimento más importante y de mayor
responsabilidad: Dar nacimiento a seres inteligentes que en un futuro
relativamente lejano, ayudaran a interpretar “una realidad de infinitas
posibilidades”.
Sin embargo, aquellas civilizaciones estelares en sus mundos
y utilizando una tecnología mágica desde nuestra propia perspectiva, den por
hecho como algo éticamente aceptable la posibilidad de desarrollar seres
inteligentes como “herramienta para impulsar sus propios conocimientos”. Pero
que mejor explicación a estos conceptos que un ejemplo aplicado a nosotros
mismos: Con total seguridad, llegara el día que los seres humanos logremos
construir robots extremadamente desarrollados. Frente a este hecho los
terrestres hallaran en esas creaciones cibernéticas una inestimable oportunidad
de conocimiento y sería lógico deducir que los humanos interrogaran en esas
circunstancias a tales “seres de inteligencia creada” respecto a cuestiones
transcendentales; tal como el modo para dominar la comunicación telepatía o tal
vez, la formulación química utilizada para derrotar definitivamente el envejecimiento
celular que irremediablemente termina llevándonos a la muerte.
Y es posible que esos mismos robots diseñados por seres
humanos, poseerán una visión de la realidad muy distinta a como la entendemos
los habitantes del planeta Tierra. Tal vez “las inteligencias cibernéticas” definirán
de una forma natural cual es la estructura real de aquellos mundos
dimensionales tan difíciles de entender para nosotros los seres humanos. Y si extendiéramos
aún más todas estas posibilidades que nos brindarían inteligencias
artificiales, se llegara a definir en un futuro relativamente cercano el mundo
espiritual sobre unos conceptos que a primera vista pudieran parecernos
extraños (Ahora entendemos la realidad de un modo lineal a nivel biológico, es
decir, vivimos y dejamos de existir en un periodo de tiempo concreto, un
segmento temporal limitado, mientras la propia Creación se mueve en lo
atemporal). No es por tanto descabellado pensar que esas creaciones robóticas
se atreverán “sin ningún rubor” a describir en un amplio concepto la idea Dios,
“la Suprema Fuerza Creadora”, tal vez desde un punto de vista estadístico como
una mera probabilidad de su existencia.
Esta pequeña introducción viene al hilo del contacto, allá
por 1910, acaecido en Ojén (Málaga), cuando un humilde cabrero tuvo la suerte
de conversar con un ser extraterrestre. Al poco de comenzar el siglo XX, Pedro
Cortezo, un hombre de cualidades humanas extraordinarias, entabló conversación
con un ser que le habló de los albores del planeta Tierra; de como su
civilización ayudó a crear las condiciones de vida para que la Tierra llegase a
lo que finalmente conocemos hoy en día.
Resulta curioso que aquel ser extraterrestre le diese a
Pedro Cortezo, el humilde cabrero, una versión de lo ocurrido en Tunguska,
Siberia, en las proximidades del rio Podkamennaya en el año 1908, cuando una
gigantesca explosión aérea provocó el incendio y derribo de arboles en un área
de 2.150 km2 .Fue aquella explosión
parecida, aunque muy superior en intensidad, a las armas termonucleares
y sus efectos se hicieron notar a 400 km de distancia, haciendo caer gente al suelo y rompiendo ventanas a esa
distancia. Pasados unos años, en 1921, la Academia Soviética de Ciencias envió una expedición al epicentro de la explosión dirigida por el minerologo
Leonid Alekseyevich Kulik, quien hallaría un área de devastación de 60 km de
diámetro, pero curiosa y sorprendentemente, ningún cráter; un hecho que
descartaría la teoría oficial que relacionaba el incidente con algún asteroide
o cometa formado por hielo que habría impactado sobre la tundra siberiana.
Por el contrario, otras teorías oficiosas hablan de este fenómeno como la implosión de una nave nodriza extraterrestre que previendo su irremediable final, el comandante de la nave hubiese elegido aquel apartado lugar de Siberia para no provocar víctimas humanas llegado el inexorable momento. Se calcula que la explosión equivaldría a una bomba termonuclear de 30 megatones (30 millones de toneladas de TNT (trinitrotolueno) y comparativamente, para darnos una idea de la gigantesca explosión de Tunguska, las bombas de Hiroshima y Nagasaki fueron de entre 15 o 20 mil de TNT. (Fuente de la información Wikipedia).
Por el contrario, otras teorías oficiosas hablan de este fenómeno como la implosión de una nave nodriza extraterrestre que previendo su irremediable final, el comandante de la nave hubiese elegido aquel apartado lugar de Siberia para no provocar víctimas humanas llegado el inexorable momento. Se calcula que la explosión equivaldría a una bomba termonuclear de 30 megatones (30 millones de toneladas de TNT (trinitrotolueno) y comparativamente, para darnos una idea de la gigantesca explosión de Tunguska, las bombas de Hiroshima y Nagasaki fueron de entre 15 o 20 mil de TNT. (Fuente de la información Wikipedia).
He recogido el relato de la Revista Año Cero, un artículo
escrito por Esteban Palomo, quien hace una investigación exhaustiva respecto de
aquel contacto con seres extraterrestres. Solo añadir lo que en otras ocasiones
he dicho: Los extraterrestres, por
alguna razón, eligen a personas en muchas ocasiones humildes y de gran bondad y
humanidad; sin preocuparles si acaso su mensaje llegara algún día a ser
extensivo de conocimiento público. Alguien podría decir ¿Pero por qué no
eligen a un periodista, por ejemplo, para impulsar una publicidad mayor de esos
seres estelares? Se nos olvida lógicamente, que frente a estas cuestiones
transcendentales utilizamos “nuestra lógica humana ante cuestiones de
alcance extraterrestre”. Contrariamente a ello y en oposición a esos argumentos
terrestres… ¿Qué ocurriría si esos mensajes se transmitiesen a individuos cuya
moralidad fuese la más pura ambición, aunque se tratase de personajes con
cierta publicidad mediática, es decir, famosos? Pues que seguramente esos
mensajes extraterrestres llegarían a ser manipulados, tergiversados o
silenciados y finalmente, como dice el refrán, sería peor el remedio que la
enfermedad…
CONTACTO
EXTRATERRESTRE EN 1910
SERES EXTRATERRESTRES REVELARON HECHOS FUTUROS A UN PASTOR
DE OJÉN (MÁLAGA)
Pedro Cortezo, el
pastor de la localidad malagueña de Ojén, mantuvo contactos con seres de otros
mundos a principios del siglo XX. Lo sorprendente es que estos le confiaron
varias profecías que se cumplieron, además de proporcionarle ciertas
capacidades psíquicas. Muchos vecinos de la población todavía recuerdan al
Bueno de Pedro, más conocido por el apodo de «El
sabio». Esta es la historia…
Existe una pequeña población en la provincia de Málaga
que sirvió de escenario para una serie de acontecimientos milagrosos, prodigiosos
y enigmáticos de los que aún hoy se habla. Situado entre la sierra Blanca
y la sierra de la Alpujarra se
encuentra Ojén, un pueblo en medio de montañas, de casas blancas y calles
angostas, donde sigue resonando, en el legado de su memoria, la figura de Pedro
Cortezo, más recordado como Pedro «el Sabio».
Nuestro protagonista trazó su vida entre la segunda mitad
del siglo
XIX y principios del XX. Era un hombre de campo, un
cabrero que durante las jornadas dedicadas al pastoreo de sus animales solía
perderse en la sierra que lo vio nacer y que conocía a la perfección. Gozaba de
buena reputación ante los vecinos de Ojén, pues tenía fama de afable pese
a su fornida condición física y mirada sufrida.
Vivió la mayor parte de su vida junto a su mujer sin llegar
a tener descendencia, y tampoco tenía
hermanos. Hombre de fe, solía frecuentar la iglesia y
siempre compartía lo poco que ostentaba,
ya que su oficio le proporcionaba lo justo para vivir. Pedro
Cortezo llevaba una vida tranquila, aunque no exenta de esfuerzo y
sacrificio. No obstante, su rutina se vería quebrantada por un acontecimiento que
cambiaría su vida para siempre.
«HEMOS EVITADO EL FIN
DE LA TIERRA»
Era un pastor acostumbrado a la naturaleza, así que sus
sentidos estaban bien agudizados y era capaz de percibir cualquier alimaña que
se aproximase a él o a sus animales. Sin embargo, no pudo sentir la llegada de
un extraño individuo que pareció surgir de la nada. Llamaba la atención su
figura estilizada y una vestimenta pegada al cuerpo. Según narró Pedro a varios
amigos, «aquel forastero vestía como nunca
antes había visto a nadie». El desconocido visitante entabló conversación
con el atónito hombre, y comenzó a narrarle una increíble historia sobre la Tierra
que atrapó inevitablemente la curiosa atención de éste. El «forastero» le dijo que nuestro planeta era custodiado y protegido
por seres de otros mundos desde hacía milenios.
Cortezo, aunque curioso y atento gastaba de ingenuo, y su
primer pensamiento es que se trataba de un individuo que «no
estaba bien de la cabeza». Ni corto ni perezoso, así se lo hizo saber a su
interlocutor, quien respondió que no estaba hablando con ningún demente, sino que
pertenecía a «una raza muy culta y de
moral perfecta». Pedro y aquel sujeto charlaron
durante horas, mientras compartían algunas naranjas, un poco de queso y algo de
pan que el pastor portaba en su viejo y deteriorado zurrón.
LOS ALIEN
habrían disparado potentes rayos desde Deimos –un satélite de Marte- para
partir en dos a un cometa que iba a impactar contra la Tierra, revelaron los
«visitantes» a Pedro «el sabio».
Marte y sus dos satélites, Fobos y Deimos (el mas pequeño) |
En aquella conversación, el «forastero» le reveló que en el más remoto pasado «ellos» cambiaron
el ángulo de rotación del planeta de 90° a
113°, modificando también la
trayectoria
de un gigantesco
objeto cósmico para que impactase en la Tierra,
dando lugar de este modo a las cuatro estaciones. También le contó que tuvieron
que destruir un satélite de la Tierra
para hacerla más habitable, y que hacia algunos años el cometa Biela Iba a
impactar contra nuestro mundo, de modo que un equipo de científicos
extraterrestres disparó unos rayos desde Deimos
–el más pequeño de los satélites de Marte-
para partir el cometa en dos y evitar una catástrofe que habría provocado la
extinción de la especie humana y de otros animales. Sin embargo, uno de estos
rayos alcanzó el planeta en la zona de Siberia,
destruyendo un enorme terreno de bosque. El individuo le dijo a Pedro que ellos observaron cómo el
Gobierno ruso se puso en contacto «con los sabios de la Sorbona y cómo éstos buscaron sin éxito alguno el cono de un
uranolito (resto de bólido)» Sin duda, se estaba refiriendo al conocido evento Tunguska, que tuvo lugar en 1908 pero no
se documentó hasta 1921, mucho después de la experiencia de Pedro. ¿Cómo pudo conocer nuestro protagonista
tal suceso en un pueblo de Málaga en
1910?
En esa primera conversación, el visitante también reveló que tuvieron que destruir estrellas que
emitían grandes cantidades de radiación que alcanzaban la Tierra, entre otras acciones con el fin de protegernos. Dicho
esto, el misterioso individuo abandonó el lugar, no sin antes advertirle que
volverían a verse.
PROFECÍAS CUMPLIDAS
Aquel encuentro resultó ser el preludio de otros tantos, en
los cuales el extraño forastero transmitía al cabrero retazos de una ciencia
impensable para la época. Según se recuerda, Pedro Cortezo comenzó a
frecuentar la iglesia de una forma más asidua y su actitud impregnaba de
sosiego, paz y sabiduría a todos los que le rodeaban. El hombre empezó a vaticinar acontecimientos futuros de los que afirmaba
ser conocedor gracias a los seres con los que hablaba, porque el primer
visitante dio paso a otros de similares características. En principio los
vecinos lo convirtieron en epicentro de sus burlas, aunque el tiempo terminó
demostrando que muchos de los eventos que pronosticó acabaron sucediendo. De
modo que pasaron de reírse de él a llamarlo «el sabio», seudónimo por
el que se le sigue recordando tras más de un siglo de aquel primer encuentro.
Los mayores de Ojén todavía rememoran las profecías
de Pedro
que se hicieron realidad, como cuando aseguró que el fuego iba a rodear el
pueblo. Todos esperaban que se desencadenase un gran incendio, pero en realidad
sucedió que en los siguientes años se produjeron pequeños fuegos que
ciertamente formaron un círculo alrededor de la población, tal como había
vaticinado «el sabio». También predijo que las montañas que rodean a Ojén,
algunas de unos 1.000 metros de altura y completamente escarpadas, serían escalonadas
hasta sus cumbres.
Esto era algo inaudito para un pastor de montaña que vivió
entre finales del siglo XIX y principios del XX, ya que el conocimiento
tecnológico de la época no daba para tanto. Sin embargo, en la década de los 90
se puso en marcha un plan de reforestación de la zona, y se escalonaron todos
los montes aledaños a la localidad con el objetivo de repoblarlos.
También predijo una riada que llegaría a través de una de
las calles que cruza el pueblo y que arrasaría con todo a su paso. Pocos le
creyeron, pero al poco tiempo una fuerte tormenta provocó un movimiento de
tierra que desvió un gran torrente de agua hacia la calle señalada por Pedro,
provocando, tal y como había anunciado, graves daños.
Pero nuestro protagonista también era capaz de adivinar
muertes y nacimientos, tal como recuerdan los mayores del lugar.
«ME IRÉ CON LOS COSMONAUTAS»
Los encuentros de «el sabio» con los extraños
visitantes se hicieron cada vez más asiduos, pero pasado un tiempo dejó de
compartir con sus vecinos estas experiencias, a la vez que daba muestras de
nuevas capacidades aparte de las proféticas, como las sanadoras. Esto le proporcionó
una enorme fama no solo en su pueblo, sino también en otros aledaños. Muchos
acudían al humilde pastor para que pusiera fin o al menos disminuyera la
gravedad de sus males. Desde Guaro, Monda, Coín, Alhaurín el Grande,
lstán o Mijas, entre otros, visitaban a Pedro aquellos que sufrían alguna
enfermedad.
Éste los atendía, siempre sin descuidar su oficio de
cabrero, porque no quiso enriquecerse con
sus capacidades. Hizo de consejero, profeta y sanador,
aunque jamás llegó a satisfacer la duda que todos le planteaban: ¿Quiénes eran
esos seres con los que se comunicaba? ¿Se trataba de ángeles o de habitantes de
otro planeta?
Pedro «el sabio» se
mantuvo siempre firme, defendiendo sin tapujos la existencia de estos
guardianes de la Tierra que le
transmitían su amor por la naturaleza, el planeta y el universo. Como
explicamos, su historia traspasó las fronteras que trazan las montañas de Ojén.
“El periódico malagueño Sur publicó un reportaje en 1968 sobre las aventuras del cabrero” |
En la hemeroteca encontramos un viejo artículo dedicado a su
figura, publicado en el diario Sur de Málaga el 26 de enero de
1968. En el reportaje, basado en las declaraciones de aquellos vecinos que
recordaban las andanzas de «el sabio», leemos lo siguiente: «Y éste habló en cierta ocasión a sus
familiares de un largo viaje que iba a emprender con los desconocidos
cosmonautas ... Él, quizá, no retornase jamás a la Tierra, pero (decía) que
nadie llorase, porque en el infinito todo es posible».
UN AMIGO EXTRATERRESTRE
Casi un siglo después del primer encuentro de Pedro
con el enigmático individuo, Ojén volvió a ser epicentro de una
aparición insólita. En este caso, el protagonista fue Marino Amaya, un
prestigioso escultor leonés afincado en la localidad malagueña.
Ocurrió el 26 de septiembre de 1996 aproximadamente a las nueve
de la noche, cuando Marino
enjaulaba a los perros en un terreno de su propiedad. De
repente, observó una extraña luminaria que cruzaba el cielo nocturno sobre la
serranía. Momentos después de aquel avistamiento comenzó a percibir un ruido,
señal inequívoca de que «algo» estaba dentro de su propiedad.
La zona es frecuentada por jabalíes, zorros, jinetas y otras
alimañas, pero aquel sonido logró que el escultor se estremeciese. Incluso pensó
que se trataba de alguien con no muy buenas intenciones. A pesar del miedo, el
escultor decidió aproximarse lenta y prudentemente hacia los arbustos de donde
procedían los ruidos. En cierto
instante, Marino se giró, porque una potente
y cegadora luz llamó su atención. De aquella luminosidad emergió un diminuto
ser de unos noventa centímetros de estatura, muy delgado y cuyos largos brazos
le llegaban hasta las rodillas.
Aparentemente, la
figura carecía de ropas, sus pies eran grandes y planos, su piel rojiza
brillaba en mitad de la noche y en su inexpresivo rostro resaltaban dos grandes
ojos azules.
Acto seguido, el ser se desplazó levitando hasta una roca
cercana a Marino y comenzó a revelarle el porqué de su visita. Dijo que
se había presentado ante el escultor por su naturaleza buena y bondadosa.
Además, al igual que en el caso de Pedro «el sabio», aseguró que
procedía de una cultura lejana que se preocupaba profundamente por el planeta Tierra.
Tras aquel encuentro, que no se alargó más de media hora, Marino
volvió a establecer contacto con el humanoide en repetidas ocasiones. Este le revelaba mensajes referidos al
cuidado de la Tierra y algunas predicciones como la de un terrible atentado que
iba a tener lugar en España en 2004, y que muchos vinculan con el ocurrido el
11 de marzo de ese año en la madrileña estación de trenes de Atocha.
Como recuerdo de su misterioso interlocutor, Marino
Amaya decidió realizar una escultura de «mi amigo alíen», tal como grabó en una placa a los pies de la
talla. Aquella figura despertó ciertas discrepancias en el pueblo de Ojén.
Lamentablemente, nuestro protagonista falleció en
2014, llevándose el secreto de sus asombrosas experiencias.
El escultor Marino Amaya junto a la escultura dedicada al extraterrestre |
ESCULTURA ALIENIGENA
Resulta curioso que la historia de Marino Amaya (a la
derecha), ocurrida en 1996, es menos recordada que la de Pedro «el
sabio»,
que data de 1910. Lo que sí tienen presente los vecinos de Ojén es el conflicto
generado por la escultura del extraño visitante que realizó Amaya
y que se colocó a la entrada del pueblo junto a una placa con el título de «El
ángel que vino del cielo», y en la que también se podía leer el
siguiente mensaje: «A mi amigo alíen, que vino a mí en la noche del 26 de septiembre de
1996, en estas montañas de Ojén».
La escultura descansó en el mirador
de la localidad, pero no todos estuvieron de acuerdo. No pasó demasiado tiempo
hasta que desapareció. Sin embargo, Marino Amaya, empeñado en mostrar a
la criatura con la que compartía un incomprensible vínculo, volvió a realizar
otro molde de similares características para exhibirlo de nuevo en el
municipio. Lamentablemente, también robaron esa segunda figura, fiel reflejo
del humanoide con el que Marino Amaya estableció contacto. A día
de hoy, el paradero de ambas estatuas sigue siendo desconocido.
El investigador Esteban Palomo, autor de este reportaje de la Revista Año Cero, en el lugar donde estuvo la escultura dedicada por Marino Amaya al extraterrestre con quien contactó. |
Paco Manuel Vazquez (antiguo alcalde de Ojén, Malaga) |
ASOMBROSAS
CAPACIDADES
Paco
Manuel Vázquez, antiguo alcalde de Ojén,
conoció durante su mandato a Marino Amaya, con quien conversaba
sobre sus asombrosos encuentros con el enigmático y pequeño ser. El exregidor
recuerda que Marino acudió a su despacho con la idea de realizar una
escultura del pequeño visitante para donarla al pueblo. Manuel enseguida vinculó
este hecho con el de Pedro «el sabio», del que tanto le
habían hablado su madre y sus tíos. Le contaban que su abuela sufría una grave
dolencia a la que nadie encontraba solución, así que acabaron acudiendo a Pedro
Cortezo, no sin ciertas dudas, aunque eran muchos los vecinos que
avalaban las extraordinarias dotes de «el sabio». Paco Manuel rememora para
nosotros aquella historia: «Mi familia
buscó la ayuda de Pedro Cortezo, y él, sin que nadie pudiese explicarlo, sanó a
mi abuela de su enfermedad. He crecido con este relato, al igual que con aquellos
sobre sus profecías, y que con el paso del tiempo se han ido cumpliendo ante la
mirada de mis paisanos».
magnifica y absolutamente creible historia
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