Los
extraterrestres en la Biblia - Moisés (Primera Parte)
¿Han planificado los extraterrestres la Historia de la Humanidad? Evidentemente, sí. Puede decirse, sin ninguna duda, que existe una Hoja de Ruta desde el albor de los tiempos, un plan trazado para con los humanos desde que los seres de las estrellas pusieran los cimientos de vida y propiciaran la aparición de homínidos inteligentes sobre la Tierra.
Según le explicaron extraterrestres
procedentes de las Pléyades, al contactado Enrique Castillo Rincón, fueron
razas extraterrestres quienes crearon a los seres humanos y a su vez, quienes han intervenido sistemáticamente en la Historia para que evolucionasen de “una
forma lógica”.
Si tenemos en cuenta que los hombres primitivos intuyeron
desde hace miles de años “un concepto primitivo de espiritualidad”, adorando a
infinidad de dioses, incluso a la propia Naturaleza, como es el caso del “animismo”:
ríos y montañas eran vistos como lugares sagrados donde habitaban los dioses, podría deducirse que la finalidad ultima de una comprensión mayor respecto a un Dios omnipresente, omnisciente; creador del tiempo y del espacio se alejaba en religiones menores, adoradoras de objetos y fenómenos naturales como la lluvia o el viento.
Llegado a este punto, muy posiblemente, los
extraterrestres necesitaron dar un giro a los acontecimientos que se desviaban
de los planes iniciales; ya que según han explicado a ciertos contactados,
todas las Civilizaciones, deben desarrollarse armónicamente y por igual en
los planos tecnológicos, sociales y espirituales; y si miramos hacia atrás en
la Historia,
la Humanidad
no habría encontrado quizás ese camino lógico hacia una espiritualidad donde solamente
fuese concebible un Dios, una Entidad Única en la cual focalizar
uno de esos tres vértices que Civilizaciones Extraterrestres tendrían
ya asumido desde millones de años.
Entonces, dentro de ese Plan para la Humanidad,
los extraterrestres señalaron a Israel como el territorio donde nacerían,
expandiéndose, dos grandes religiones monoteístas: judaísmo y cristianismo;
un hecho que cambiaría radicalmente muchos conceptos de la propia civilización humana;
tales como el amor hacia nuestros semejantes o la existencia de un Dios
bondadoso, pero que curiosamente, esa idea de una Entidad Superior que
tenemos en la actualidad, no era precisamente la misma que concebían los
primeros patriarcas tales como Abraham, que veían a Yavé
como a un Dios liberador y combativo.
……………………………………………………………….
Del libro Los grandes contactados, de Manuel
Navas Arcos
.... Yavhe les precedía de día en columna de
nube para marcarles el camino, y en columna de fuego de noche para alumbrarles;
así podían caminar tanto de día como de noche. La columna de nube no se apartó
del pueblo de día, ni de noche la de fuego (Éxodo 13‑21,22).
MOISÉS
No es fácil escribir sobre un personaje de la talla
de Moisés, sin caer seducido por la
grandiosa y trascendente misión que este famoso contactado de la antigüedad
protagonizó.
Efectivamente, Moisés fue Elegido por lo Alto
para realizar una Misión Única. El pueblo de Israel o pueblo Judío es señalado y
designado por el Cielo para que sea la fuente de la Revelación. Los Elohim
o extraterrestres que interpretan la jerarquía directiva (no ejecutiva),
contemplaron en los hebreos ciertas características que les hacían más
propicios para un cultivo cósmico, capaz a su vez de engendrar una raza más
evolutiva que el resto.
Es de considerar el señalamiento que se hizo en Noé,
a través de su salvación de las aguas, como depositario de ese código genético
que se diferenciaba de sus contemporáneos. Así mismo, Abraham es designado para
continuar esa selección. Posteriormente pasa a Isaac, después a Jacob,
hasta llegar a José. Este se
establece en Egipto y posteriormente lo hacen sus hermanos.
Moisés, siguiendo las instrucciones de Yave,
saca al pueblo judío de Egipto. Durante 40 años lo hace
caminar por el desierto. En el Monte Sinaí, recibe la LEY, capaz de establecer un orden
perfecto de convivencia y para inculcarle al pueblo la idea del Dios Único.
El posterior asentamiento de las Doce
Tribus de Israel en la Tierra Prometida, obedece a un Plan
perfecto. Si observamos la ubicación geográfica de la Tierra
Prometida, veremos que es paso obligado para todos los Pueblos
que quieran ir de Oriente a Occidente y viceversa. Así, debido a esta
circunstancia geográfica, el pueblo de Israel se convertía en el
portavoz de la idea del Dios Único, para todos los pueblos y naciones.
Diversos autores han tratado de situar el nacimiento
de Moisés,
bien en el seno de la raza hebrea, o bien en la egipcia, debido al tribalismo
propio de todo colectivo. Es lógico que los judíos hicieran de Moisés
un héroe nacional y por tanto, patriota, nacido y parido por una judía, pero
son varios los estudiosos y muchos los entendidos en esoterismo, que
manifiestan el origen materno de Moisés dentro del pueblo egipcio,
que a su vez lo desterró por haberles traicionado.
Exodo 2‑2.3 Concibió
la mujer y dio a luz un hijo; y viendo que era hermoso lo tuvo escondido
durante tres meses, pero no pudiendo ocultarlo ya por más tiempo, tomó una
cestita de papiro, la calafateó con betún y pez, metió en ella al niño y la
puso entre los juncos de la orilla del río. La hermana del niño se apostó a lo
lejos para ver lo que pasaba.
Bajó la hija del
faraón a bañarse en el río, divisó la cestita entre los juncos y envió una
criada suya para que la cogiera. Al abrirla vio que era un niño que lloraba. Se
compadeció de él y exclamó: Es uno de los niños hebreos. Entonces dijo la
hermana a la hija del faraón: ¿Quieres que yo vaya y llame una nodriza de entre
las hebreas para que te crie este niño?... ¡Vete!, le contestó la hija del
faraón. Fue pues la joven y llamó a la madre del niño, y la hija del faraón le
dijo: Toma este niño y críamelo, que yo te pagaré. Tomó la mujer el niño y lo
crió. El niño creció y ella lo llevó entonces a la hija del faraón, que lo tuvo
por hijo y le llamó Moisés.
Curiosamente, esta historia del río y de la cesta se
repite exactamente igual en detalles y formas en la cultura china, asi como en Mesopotamia
con el rey Sargón de Agadé, que fue dejado por su madre en el río, de
igual manera que Moisés. Parece que en estos casos, así como en el de otros
seres decisivos para la Historia, la paternidad de estos
niños no es referida ni localizada.
JUVENTUD DE MOISÉS
Es curioso comprobar, como al igual que Jesús,
Moisés
desaparece anecdóticamente de la Historia en el período de su
juventud, sin que haya trascendido ningún acto relevante. Yo pienso, que este
tiempo de crecimiento está repleto de hechos y de historia, pero no fue
recogida, dado que adquiere volumen su persona cuando acepta la misión de
salvamento del pueblo israelita, que a su vez se encarga de contar y cantar
alabanzas a su héroe, desde el momento que comienza a interesarse por ellos.
Pero la vida de estos genios cósmicos está siempre plagada de anécdotas que,
como en el caso de Jesús, son recogidas por los textos, que se han venido en
llamar apócrifos. Desde estos textos, se comprende y se ve con otra lógica a
los personajes, siendo su actuación menos simple, menos oscura y más profunda
en forma y sustancia.
En Egipto, y en el fondo de la pirámide
de Keops se encuentra el Hierofante, o transmisor, que en el
principio se ubicaba en el vértice o cúspide de la misma y que servía para
captar energía cósmica y como elemento de transmisión o de enseñanza de la
dimensión superior extraterrestre, o padres de nuestra especie, hacia el
hombre, que tanto recibió de estos primeros Dioses.
Sirviendo al Hierofante, existía una casta
sacerdotal, que adoraba al Sol. Y que tenía la misión de
interpretar los símbolos o las señales que se canalizaban a través de este
transmisor de altísimas y sutiles frecuencias. Los sacerdotes habían conservado
el antiguo conocimiento del Templo de Poseidón, que, como
anteriormente hemos visto, presidía la evolución de la sumergida Atlántida.
Antes de desaparecer ésta, el llamado Hermes Trimegisto, trajo las Ensenanzas,
junto con otros supervivientes de la catástrofe. Generación tras generación,
los encargados custodios del culto, rememoraban los antiguos días de esplendor,
cuando los atlantes vivían en un paraíso de cultura sabiduría. En el tiempo del
nacimiento de Moisés, este legado espiritual y cultural había sido disminuido
y mediatizado por la amoralidad de los distintos faraones, que desviaron los
programas celestes y perdieron la genética codificada de sus padres.
Los sacerdotes, intérpretes del conocimiento que
llegaba a través del Hierofante, en un lenguaje de
cuerpos‑pensamientos e ideográficos, sabían que el elegido, o el hombre‑puente
entre su cultura decadente y otro período histórico, había nacido y así lo
reconocieron, tanto por su aspecto, que mostraba una gene diversa a sus contemporáneos,
así como por sus diálogos y ademanes, que sobresalían con mucho del resto. La
casta sacerdotal, había identificado en definitiva, al que, como anteriormente
en el caso de Hermes Trimegisto, debería preservar lo fundamental del
ancestral conocimiento, y ya desde la más tierna infancia, frecuentó estos
ambientes monacales, dada su casta principesca que le hacía acreedor a una
enseñanza de élite.
Para entonces sólo unos pocos podían considerarse
legítimos en sus funciones divinas y mágicas. La mayoría adoraba a un Dios monoteísta,
jerárquico y tirano, siendo solo los iniciados hijos de Amón‑Ra adorar
en secreto la beatífica luz del Sol, como en su día lo hizo Akenhaton.
La casta sacerdotal había degenerado, poniendo su ministerio al servicio del
poder. Solo un anciano religioso, de
barbas blancas, enseñaba a Moisés en
el arte adivinatorio y en la magia traída por los hijos de las estrellas.
En diversas
ocasiones. Moisés fue conducido por
el anciano a la cámara oculta de la pirámide, que estaba guardada por siete
puertas que descendían hacia el punto focal, opuesto al de la superficie y
donde, como hemos dicho, se encontraba el Hierofante.
Ante tal presencia, el espíritu del joven se redimensionaba, estableciendo la
comunicación más pura entre el humano y sus potencias intelectivas, y la Conciencia Omnicreante. Allí supo Moisés que era un mutante, encarnado en
la Tierra, para llevar una misión divina, dirigida por los Elohim, o señores de la luz, capitanes de las fuerzas organizativas
de todo lo que existe bajo la luz del Sol,
que es su morada.
Las medidas del Hierofante, así como su poliédrico
diseño, obedecían a unas claves precisas, traídas por los extraterrestres a la
Tierra, y sus dimensiones y lados interpretaban un código matemático cósmico,
que aún hoy funciona en toda su plenitud. Moisés, copió y aprendió su
funcionamiento y luego le sirvió para la experiencia del Arca de la Alianza, puesto que en su interior se encontraba, junto
con otros objetos de veneración, este radio‑transmisor dinámico programado en
las gamas físicas, psíquicas y espirituales.
MOISÉS MAYOR. HUIDA A MADIAN
PASAJES BÍBLICOS CON CLARAS CONNOTACIONES UFOLÓGICAS
Cuando Moisés ya fue mayor, vio un día como
un egipcio golpeaba a un hebreo. No pudiéndose aguantar Moisés mató al egipcio y
lo ocultó en la arena. Al enterarse el Faraón de este hecho, buscaba a Moisés
para matarle. Entonces Moisés huyó al país de Madián. Allí
conoció a Jetró y se desposó con su hija Séfora.
Éxodo 3‑1 al 7. ...Moisés era pastor del rebaño de Jetró su suegro, sacerdote de Madián. Una vez llevó las ovejas más
allá del desierto; y llegó hasta Horeb,
la montaña de Dios. El ángel de Yavé se le apareció en forma de
llama de fuego, en medio de una zarza. Vio que la zarza estaba ardiendo,
pero la zarza no se consumía. Dijo, pues, Moisés:
voy a acercarme para ver este extraño caso: porque no se consume la zarza.
Cuando vio Yavé que Moisés, se acercaba para mirar, le llamó
en medio de la zarza; diciendo: ¡Moisés!
¡Moisés! El respondió: heme aquí Le dijo: No te acerques aquí; quita las
sandalias de tus pies, porque el lugar en que estás es tierra sagrada. Y
añadió: Yo soy el Dios de tu Padre, el
Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Moisés se cubrió el
rostro, porque temía ver a Dios.
De este texto se desprenden datos a estudio que
necesariamente nos hacen reflexionar en la moderna Ufología. Por un lado, el
ángel de Yavé era absolutamente material, y por lo tanto visto y sentido
por Moisés,
que le ve rodeado de luz. Extraterrestres luminosos, a semejanza de este pasaje
bíblico, son fotografiados en pleno siglo XX como prueba fehaciente de
lo que pudo ver nuestro personaje, están los famosos extraterrestres nocturnos,
fotografiados por Güchi Shiota en Kawanoe (Japón), donde se puede
apreciar sus figuras rodeadas de una luminosidad próxima a la gama de calor
producido por el fuego, así como la barrera magnética protectora con la que se
rodean los pilotos del espacio en sus incursiones y paseos por la Tierra.
Por otro lado, afirmar que estaba ardiendo la llama y no se consumiera es la
mejor forma de explicar para aquella cultura, un fenómeno de naturaleza
lumínica o electromagnética. El ángel de Yavé, es desde luego físico,
puesto que reproduce palabras, y por lo tanto requería de una boca o garganta.
Cuando Moisés es advertido de que debía descalzarse, es porque este
hecho está relacionado con el dinamismo electromagnético humano. Se ha dicho al
respecto, que el hombre es un terminal energético de cuanto vibra y existe en
todo el Cosmos, siendo su polaridad positiva las manos y la negativa
los pies; es decir, las imágenes con las manos al cielo nos traen a la metáfora
del para‑rayos que capta la energía, mientras que los pies podrían ser la toma
de tierra, donde descarga esta energía. Para que en Moisés existiera una
plena integración del momento dinámico que vivía y por lo tanto fuera
perfectamente influenciado por esta beatífica fuerza producida por la
presencia del extraterrestre, se requería de su disponibilidad al respecto, de
ahí que el canal energético pasara felizmente por sus manos, sus pies y su
cabeza, uniéndose con la emanación de la energía del propio extraterrestre o
ángel.
Éxodo 13‑21.22. Yavé iba al frente de ellos, de día en
columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche en columna de fuego
para alumbrarlos, de modo que pudiesen marchar de día y de noche. No se apartó
del pueblo ni la columna de nube por el día, ni la columna de fuego por la
noche.
De lo referenciado precedentemente, se observa en
primer lugar, que Yavé era perfectamente visible, único y tangible, por lo
tanto podemos desterrar la idea de invisibilidad o paranormalidad de la
manifestación. Así mismo, la nube no necesita de mucha cábala para entender que
se trata de un trazador magnético o nave espacial con dos comportamientos
lógicos relacionados con la dirección de noche y de día, técnica ésta, por
cierto, observada en todos los cielos de nuestras naciones y que se consigue
simplemente acelerando la frecuencia vibratoria del trazador, pudiendo pasar de
la tercera dimensión a la cuarta, haciéndose visible e invisible al ojo humano.
Éxodo 14‑19. Se
puso en marcha el ángel de Yavé que iba al frente del ejército de Israel y pasó
a retaguardia. También la columna de nube delante se desplazó de allí y se
colocó detrás, poniéndose entre el campamento de los egipcios y el campamento
de los israelitas. La nube era tenebrosa y transcurrió la noche sin que
pudieran trabar contacto unos con otros.
La nube, sigue siendo la nave, que en este caso
particular nos referencia dos aspectos: primero, que el ángel está separado de
la columna luminosa a sí mismo, que adquiere un mimetismo tenebroso para esta
ocasión, dirigida a la protección del pueblo hebreo. Debemos entender que el
ángel no es otra cosa que el disco o platillo, y que la columna citada, se
refiere al halo magnético de desplazamiento. Este halo ha sido en diversas
ocasiones, materia de advertencia para los pilotos civiles y militares que se
acercan a interceptar los ovnis, sufriendo espectaculares accidentes, como el
caso del famoso héroe americano Tomas Mantell que se desintegró
persiguiendo a una nave extraterrena.
Éxodo 14‑24.25. ...Llegada
la vigilia matutina, miró Yavé desde
la columna de fuego y humo hacia el ejército de los egipcios y sembró la
confusión en el ejército egipcio. Trastornó las ruedas de sus carros, que no
podían avanzar sino con gran dificultad...
Una nueva técnica se pone ahora en marcha por parte
del platillo al ionizar el aire excitando el vapor o humo citado en el
versículo, engañando a sus enemigos, a la vez que magnetiza las ruedas de los
carros para impedir su persecución. Lo mismo ocurre ahora con diversas nubes
aparecidas en los cielos, así como los bloqueos y paradas de los automóviles de
muchos de los casos ovni, recopilados por los estudiosos.
Éxodo 19‑9. ...Dijo
Yavé a Moisés: Mira voy a presentarme a ti en una densa nube para que el pueblo
me oiga hablar contigo, y así te dé crédito para siempre...
De lo que se deduce que Yavé requiere de un vehículo
volador para mostrarse, y además emplea la palabra, por lo tanto, se trata de
un ser tangible, claro y rotundo y no de un espíritu o fantasma.
Éxodo 19‑16. Al
tercer día, al rayar el alba, hubo truenos y relámpagos y una densa nube sobre
el monte y un poderoso sonar de trompeta...
Nuevas manifestaciones electromagnéticas,
acompañadas de elementos sonoros, dirigidas a impresionar a un pueblo ignorante
de la mínima idea de la mecánica o de la electricidad, así como de la
aerodinámica. Hay que entender que aquellos sencillos hombres no concebían para
su tiempo ningún tipo de actividad celeste, que no fueran los fenómenos
naturales, motivo éste por el que atribuían a estas manifestaciones, connotaciones
divinas, puesto que no entraban en sus esquemas mentales o imaginativos.
Éxodo 24‑16.
La gloria de Yavé descansó sobre el
monte Sinaí y la nube lo cubrió por
seis días...
Evidentemente se trata de una nave espacial de
grandísimas dimensiones, capaz de cubrir todo un monte.
Éxodo 24‑17.18. La
gloria de Yavé aparecía a la vista de
los hijos de Israel, como fuego devorador sobre la cumbre del monte. Moisés entró dentro de la nube y subió
al monte...
Que yo sepa, no existe ninguna nube en el mundo que
sea tan espesa y opaca como para sustentar a un ser vivo tranquilamente, sin
caer a la tierra.
Éxodo 14‑21.22. ...Moisés extendió después su mano sobre el
mar y Yavé, por medio de un recio
viento solano, empujó al mar, dejándolo seco y dividiendo las aguas. Los hijos
de Israel penetraron en medio del mar en seco mientras las aguas formaban como
una muralla a ambos lados.
Este es precisamente el milagro más comentado y más
transmitido por la cultura antigua y el centro de poder carismático y milagroso
de Yavé.
No es muy fácil, evidentemente, que las aguas de un mar se abran para que pase
un pueblo, pero sí lo es, no obstante, para una tecnología superior, capaz de
alterar la materia más compacta y estable, como lo es la ciencia
extraterrestre. Dos naves nodrizas de un tamaño impresionante, fueron las que
causaron el citado milagro. Esta tecnología que emplea campos gravitacionales
propios y formas de energía magnética es capaz de alterar en todo momento la
cohesión de los átomos, haciendo del mismo agua, paredes más sólidas que el
acero. De hecho, no es la primera vez que nos han dicho que sus bases
submarinas en nuestro planeta, están hechas de paredes infranqueables de agua
solidificada, que ellos pueden construir aplicando campos científicos
impensables para nosotros. Contactados de nuestro tiempo tales como Sixto
Paz y Enrique Castillo, afirman haber estado en bases submarinas
extraterrestres.
Éxodo 16‑4. Yavé dijo a Moisés: Mira, yo haré llover sobre vosotros pan del cielo; el
pueblo saldrá a recoger cada día la porción diaria; así le pondré a prueba para
ver si anda o no según mi ley.
La lluvia del famoso Maná sobre los israelitas
en el desierto, es una experiencia avalada de nuevo por el ingeniero colombiano
Enrique
Castillo, el cual el día 8 de Noviembre de 1.973 fue llevado dentro de
una nave y le dieron a comer una especie de capullo que parecía una trispeta
(palomita de maíz) de alto contenido energético. Los extraterrestres le
dijeron: con esto fue con lo que alimentamos al pueblo judío durante 40 años en
el desierto.
Por otro lado, el equipo de nueve hombres encabezado
por Kozo
Kawai, un ingeniero japonés, llegó a Sudán en busca de un
grupo de refugiados de Etiopía que, afirman los japoneses,
recibió virtualmente alimentos de un objeto volador no identificado, cuando
cruzaba a pie la frontera sudanesa la noche de Navidad. Estos nueve
hombres representan al cuerpo Especial de Investigación de Ovnis
con base en Tokio.
Éxodo 25‑10 al 22. ...Harás un Arca de madera de acacia, dos codos y medio de largo, codo
y medio de ancho y codo y medio de alto. La cubrirás de oro puro, por dentro y
por fuera, y en torno de ella pondrás una moldura de oro. Fundirás para ella
cuatro anillos de oro, que pondrás en los cuatro ángulos, dos de un lado, dos
de otro. Harás unas barras de madera de acacia, y las cubrirás de oro, y las
pasarás por los anillos de los lados del Arca para que pueda llevarse. Harás un
propiciatorio de oro puro...Pondrás el propiciatorio sobre el Arca, encerrando
en ella el testimonio que yo te daré. Allí me revelaré a tí...
De la lectura del mismo, y en mayor medida de las
palabras finales: Allí me revelaré a ti, se desprende la lógica conclusión de
que estamos ante un transmisor más o menos convencional, que, claro está, que
para aquellos antiguos sería en cualquier caso milagroso, puesto que
permanecían ignorantes de todo vestigio electrónico, que ya nuestra ciencia
puede digerir.
En el Éxodo 25‑40 dice: Mira bien y hazlo fabricar, según el diseño que se te ha propuesto en
el monte. De lo que se deduce que hubo un diálogo a nivel humano, con
dimensiones, medidas y formas capaces de ser entendidas por Moisés.
Todos los indicios escritos en relación al Arca de la Alianza, confirman que se
trataba de un transmisor con una poderosa pila o generador de energía capaz de
producir en ciertos momentos calamidades a quien se acercaba a ella sin saber
de sus características. Tal es el caso de los filisteos que al capturarla,
produjo entre sus filas caídas de cabello, vómitos e incluso la muerte, hasta
que por fin la devolvieron al pueblo hebreo, por haberles causado tantas
desgracias. Algunos autores contemporáneos, consideran el Arca de la Alianza como
una pila atómica capaz de generar una prodigiosa energía, que según se nos
indica en el pasado, producía yagas y enfermedades propias de una afección
atómica moderna. Debemos entender que no era tal la energía que pudiera
producir nuestro maravilloso artefacto, sino más bien de naturaleza electromagnética
o solar.
Sabido es por casuística ovni, que las formas de
desplazamiento de las naves extraterrenas tienen como factor común la
aplicación de la energía electromagnética, iónica y psíquica, puesto que los
seres del espacio son contrarios a la rotura del átomo. En cualquier caso
aceptan reacciones nucleares de fusión; y citan al Sol como ejemplo, pero
nunca de escisión. Ellos dicen que la Fuerza Omnicreante, reside impresa
en el átomo de hidrógeno, de ahí que la energía potencial concentrada en el
mismo sea impresionante y de naturaleza dañina si la dejamos liberar con fines
bélicos, como así hacemos en nuestra civilización.
REVELACION DEL NOMBRE DIVINO
Éxodo 3‑13.14. ...Contestó Moisés a Dios: Si voy a los israelitas y les digo: El Dios de
vuestros padres me ha enviado a vosotros; cuando me pregunten ¿cuál es su
nombre?, ¿que les responderé? Dijo Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y añadió:
Así dirás a los israelitas: YO SOY me ha enviado a vosotros.
Yo soy el que soy; o lo que es lo mismo, el Dios
viviente, que ha autorrealizado la consciencia perfecta con la voluntad de la
Inteligencia operante en cada lugar y en cada instante.
Pasaran miles años, quizás millones. Pero llegará el
día en que cada miembro de esta Humanidad también podrá decir: YO SOY YO.
Porque para entonces habrán autorrealizado la Deidad que todo hombre lleva
dentro de sí. Y podrá encarnar en Primera Persona la Voluntad de la Fuerza
Omnicreante o Inteligencia Creativa.
Deuteronomio 34‑10.11 v 12. No ha vuelto a surgir en Israel profeta semejante a Moisés, con el cual
Yavé había tratado cara a cara, ni en cuanto a los milagros y portentos que por
voluntad de Yavé realizó en la tierra de Egipto contra el Faraón, sus
servidores y todo su territorio, ni en cuanto a su mano poderosa y tantos y
tremendos prodigios como hizo Moisés a los ojos de todo Israel.
Rotundo y definitivo este versículo bíblico a la
hora de describirnos como se había desarrollado el contacto entre Yavé
y Moisés durante toda la misión de éste con el pueblo de Israel.
El versículo afirma: con el cual Yavé había tratado cara a cara.
Hoy la historia se
repite y los extraterrestres siguen contactando cara a cara con los personajes
que ellos consideran idóneos y capaces de llevar su discurso de este tiempo, a
esta doliente humanidad.
Hemos visto como Moisés, es el puente que
une una dimensión superior, con otra dimensión inferior. Es el encargado de
preservar a un pueblo con una determinada genética, para inculcarle la idea del
Dios Único.
Así mismo, en un
transcendental momento en el monte Sinaí,
le fue entregada al pueblo la LEY,
capaz de establecer un orden perfecto de convivencia y la clave para
integrarnos en la Fraternidad Cósmica.
Pero nosotros incapaces de cumplir ni uno solo de estos Mandamientos, hemos degenerado
y roto todos los códigos de comportamiento racional.
Los antes citados y otros muchos más acontecimientos
con claras connotaciones extraterrestres, vivió este gran contactado de la
antigüedad llamado Moisés.
…………………………………………………………………………………………………
Del libro Los extraterrestres en la Biblia, de Abe S. Kreutz
Dios, el Señor de los Ejércitos
La
trayectoria histórica, religiosa, militar y sociopolítica del llamado «pueblo
elegido de Dios» ofrece unas particularidades de lo más singular que
atraen la atención sobre él, observándose unos tremendos altibajos de los
cuales lo menos que puede decirse es que resultan muy asombrosos.
En
efecto, atendiendo a la circunstancia de que su todopoderoso Dios
estableció un pacto con los hijos de Israel para que dominasen sobre los demás
pueblos de la Tierra, extraña verles hambrientos y en la necesidad de marchar a
Egipto, para beneficiarse de la situación privilegiada de José -intérprete de
los sueños del Faraón-tras lo cual acaban convirtiéndose en esclavos sumisos de
los egipcios.
No
es menos sorprendente la forma en que emprenden el éxodo hacia la Tierra
Prometida, donde los ríos manan leche y miel, para alcanzarla después
de un sinnúmero de peripecias, tras mucho guerrear y de sufrir bajas por
cientos de miles, incluso contando con la ayuda de Elohim, el todopoderoso
Jehová y sus ángeles, que, según el relato bíblico, combatieron a su lado en
varias ocasiones para facilitarles la victoria sobre sus más fuertes,
aguerridos y numerosos enemigos.
Tampoco termina en la fértil tierra
de Canaán la permanente contradicción entre las promesas hechas por Elohim
a su pueblo elegido y lo conseguido por éste.
Después de
alcanzar un puesto preeminente entre el concierto de tribus y de naciones
vecinas, luego de llegar a un punto álgido bajo el reinado del gran Salomón,
el rey sabio por excelencia, sigue un período de franca y de total decadencia
que culmina con la destrucción del templo, la deportación, la cautividad, la
desaparición de las diez tribus de Israel y el sometimiento de las dos de Judá.
Por si
esto no fuera aún suficiente, tras la anexión de sus territorios, el tan
cacareado «pueblo elegido» pasa del yugo de los asirios al de los caldeos
y luego a ser dominado por los persas. La victoria de Alejandro I El Grande, rey
de Macedonia, sobre Darío III, que le valió la anexión
del imperio persa, hace que los hebreos sean sometidos a su vez y que después
del gobierno de los Ptolomeos y de ser incorporados al reino sirio, disfruten de un
corto período de independencia al que sigue la ocupación romana, produciéndose
entonces la primera diáspora1.
1. Del
griego «Diasporá», dispersión. Término con el que se designa en la
historia de las religiones la dispersión, a través del mundo antiguo de los
judíos que tuvieron que salir de sus comarcas o se vieron expulsados de ellas.
También se llamó «Diasporá» al conjunto de comunidades hebreas constituidas en el
seno de diversas poblaciones (Babilonia, Egipto, algunos países de
Asia
y, por último, Roma).
El
territorio de Palestina, aquella Tierra Prometida por Jehová
al «pueblo
elegido», pasa a constituir cuatro provincias romanas. El duro yugo
impuesto por el césar a través de su gobernador Florus provoca la
rebelión y alzamiento de los judíos, en el año 64 de nuestra era, que termina
con la victoria de Tito, la destrucción del segundo templo, una sangrienta
represión, otra vez la cautividad y la segunda diáspora que se mantendría a
través de los siglos, sufriendo los hebreos marginación y persecuciones
encarnizadas, pogroms, hasta llegar al terrible genocidio llevado a cabo por
los nazis del III Reich, tras el cual y a través de una lucha continuada se
conseguiría el 14 de mayo de 1942 la creación del nuevo e independiente estado
de Israel.
Es obvio
que los exégetas bíblicos -tanto israelitas como cristianos- han de
ofrecer una explicación a todos esos avatares, al cúmulo de desastres y de
fracasos enjugados por el pretendido «pueblo elegido» de Dios.
Que esta explicación sea o no convincente, eso ya es otra cosa y es lo que
debemos considerar.
Partiendo
de la base de que los caudillos de Israel y de Judá entonaban alabanzas
al belicoso
Dios cuando éste favorecía y ayudaba a sus ejércitos, combatiendo a su
lado o enviando a sus ángeles para que alcanzasen la victoria, es lógico que a
la hora de justificar las derrotas recurriesen a proclamar el disgusto de ese
mismo Dios, su enfado o su cólera contra el pueblo pecador,
prevaricador e infiel, que no cumplía sus leyes o mandatos.
La posición de los veleidosos componentes del
«pueblo elegido» respecto a Jehová quedaba así claramente determinada. Si
obedecía sumisa y puntualmente al Dios Todopoderoso éste le daba la
victoria sobre sus enemigos, por fuertes y numerosos que fueran, ayudándole,
sosteniéndole v colaborando con él para convertirlo en una gran nación. Si por
el contrario, el pueblo se mostraba infiel y adoraba a otros dioses, o
incumplía sus mandatos, era el propio Jehová quien le castigaba, realizando
terribles matanzas, enviando contra él grandes azotes y plagas, o recurriendo
también al concurso de sus enemigos declarados poniéndole a merced de éstos.
A este respecto
Moisés
se expresa con harta claridad:
Sabrás, pues, que el Señor, tu Dios, es el
verdadero Dios, el Dios fiel que guarda su alianza y su amor por mil
generaciones con aquellos que le aman y observan sus mandamientos.
Pero castiga en su propia persona al que le
aborrece; pierde sin dilación al que le odia; le hace sufrir un castigo
personal.
Guarda, pues, los preceptos, leyes y
costumbres, que yo te mando hoy observar.
Si después de oídas estas leyes las guardares
y cumplieres, también el Señor, tu Dios, te guardará el pacto y la misericordia
que juró a tus padres.
Y te amará, y multiplicará, y bendecirá el
fruto de tu vientre, y el fruto de tu labranza, tus granos y vendimia, el
aceite y las vacadas, y los rebaños de tus ovejas en la tierra que juró a tus
padres que te daría.
Bendito
serás entre todos los pueblos; no se verá entre vosotros estéril en ningún
sexo, así en los hombres como en los ganados.
» El Señor alejara de ti toda enfermedad, y no te afligirán a ti estas malignas plagas de Egipto, que tu sabes, sino que las reservara para todos tus enemigos.
» Exterminaras todos los pueblos que el Señor,
tu Dios, pondrá en tus manos. No se
apiaden de ellos tus ojos, ni sirvas a sus dioses, para que no sean
ellos causa de tu ruina.
Tal vez dirás
en tu corazón: Estas naciones son más numerosas que yo, ¿Cómo he de poder
destruirlas?
Mas no las
temas, acuérdate de lo que el Señor, tu Dios hizo con el Faraón y todos los
egipcios.
De aquellas terribles plagas que
vieron tus ojos y de los prodigios y portentos, y de la mano fuerte, y del
brazo extendido con el que te libertó el Señor, tu Dios, lo mismo hará con
todos los pueblos a quienes temes.
Además de esto, el Señor, tu Dios,
enviara tábanos contra ellos hasta consumir y perder a todos los que de ti
escaparen y hubiesen podido esconderse.
No tienes que temerlos, porque el
Señor, tu Dios, Dios grande y terrible, está en medio de ti.
El mismo ira consumiendo a tu vista
las naciones, poco a poco y por partes. No podrás acabar con ellas de un golpe,
a fin de que no se multipliquen contra ti las bestias fieras del país.
El Señor, tu Dios, pondrá a estos
pueblos en tu poder, y los irá destruyendo hasta que del todo desaparezcan.
A sus reyes los entregará en tus
manos, y borraras sus nombres de debajo del cielo; nadie te podrá resistir
hasta que los aniquiles. (Deuteronomio VII, 9-24.)
Tras la
lectura de este texto, mucho más largo y prolijo, detallado al máximo tanto en
lo que hace referencia a beneficios como a penas, queda patente y sin lugar a
dudas el dilema planteado por Jehová al pueblo elegido, a través primero de Moisés
y de sus sucesores después no queda opción posible: o me sirves y te premio, o
me desobedeces y te castigo.
«...Pues yo, el Señor, tu Dios, soy un Dios
celoso que castigo la maldad de los padres en los hijos hasta la tercera y la
cuarta generación de aquellos que me aborrecen.
» y que uso de misericordia hasta la
milésima generación con los que me aman y guardan mis mandamientos.»
(Éxodo XX, 5-6.)
No haremos
hincapié ahora en el anuncio de intervenciones de Dios en favor de sus
elegidos, determinadas por esas alusiones a las que efectuó anteriormente
contra el Faraón y los egipcios, porque de ellas ya hablaremos más adelante.
En cambio,
sí señalaremos la forma despiadada con que Jehová aplicaba sus castigos sobre
sus rebeldes y levantiscos súbditos, lo cual, dicho sea de paso, resulta
bastante incomprensible si se considera la cantidad de prodigios y portentos llevados a cabo por ese Dios
tan celoso con el fin de impresionar a sus incrédulos vasallos.
En este sentido son muchos los ejemplos que se
encuentran en los libros bíblicos. Veamos, pues, algunos de ellos:
«... Se manifestó la gloria del Señor a todos
los hijos de Israel sobre la tienda de la reunión.
» Y dijo el Señor a Moisés: ¿Hasta cuándo ha
de blasfemar de mí ese pueblo? ¿Hasta
cuándo no han de creerme, después de tantos portentos como he hecho a su vista?
» Los heriré, pues, con peste, y acabaré con
ellos; y a ti te haré príncipe de una nación más grande y poderosa que ésta.» (Números XIV, 10-12.)
Obsérvese
que después de indicarse la circunstancia de que se manifiesta la gloria de Dios
a todos los hijos de Israel sobre la tienda de la reunión, es Jehová en persona
quien se lamenta a Moisés de la incredulidad del pueblo que ha elegido y que
llega, incluso, a blasfemar contra él. Y es precisamente ese Dios el que se
queja de no ser creído pese a los muchos portentos por él realizados.
A la vista
de esto cabe pensar, dentro de una lógica realista, que los tales portentos no
impresionaban de modo excesivo a los hebreos -presuntamente incultos y
supersticiosos-, o que éstos se fijaban más en el carácter humano de aquel ser
que exigía ser tratado y reverenciado, no como un dios cualquiera, como uno
más, sino que como el único, el verdadero, el todopoderoso.
Claro está
que en varias ocasiones ese Dios se lamentará de la dureza de corazón de sus
vasallos, de su cerrazón de espíritu, la cual se manifestará no sólo contra él
y sus ángeles, sino también contra sus preclaros enviados, mensajeros y
profetas, que culminará con las muertes violentas de Juan el Bautista y de
Jesús el Galileo.
Pero,
volviendo al punto inicial planteado por las quejas de Dios a su fiel Moisés,
cuya educación en la corte de Faraón como príncipe egipcio le hace merecedor de
que el Señor piense en otorgarle el gobierno de una nación más grande y
poderosa, el texto bíblico sigue con la intercesión del adalid hebreo, cuyos
razonamientos y súplicas bastan para que el todopoderoso Jehová no lleve a cabo
su amenaza en ese momento. Sin embargo, atendiendo a las palabras dichas por el
propio Dios, no hay que olvidar que el arma con que pensaba herir a los
blasfemos e incrédulos era nada menos que la pavorosa peste, uno de los más
grandes azotes de la antigüedad, y de la cual -conviene tenerlo presente-ya
hizo uso contra los egipcios.
De todos
modos, la bondad de Jehová no se hizo extensiva a todos los exploradores que
envió Moisés desde el desierto de Sin hasta Rohob,
a la entrada de Emat.
«En efecto, todos aquellos hombres que Moisés
envió a reconocer la tierra, y a la vuelta hicieron murmurar al pueblo contra
él, publicando falsamente que la tierra era mala.
» Fueron heridos de muerte en la presencia del
Señor.
»
Solamente Josué, hijo de Nun, y Caleb, hijo de Jefone, quedaron con vida de
todos los que fueron a explorar el país» (Números
XIV, 36-38.)
Otro de
los aspectos más reveladores y aleccionador es la virulenta intervención de Jehová
al producirse un motín o cuando su díscolo y levantisco pueblo se manifiesta en
franca rebeldía.
En tales
momentos, el Dios de Abraham y de Jacob acusa una irritación tan grande y
una cólera tal que resulta impropia de un ser presuntamente todopoderoso, para
el cual los seres humanos -sus criaturas, creadas por él no hay que
olvidarlo-debían de ser poco menos que meros gusanos o simples marionetas a los
que le era fácil aplastar con su poder o mover tirando de sus hilos como mejor
le viniese en gana.
Si se
trataba efectivamente del pregonado Dios de dioses, del Sumo Hacedor, del
Eterno, etc., ¿qué podía importarle que hubiese un puñado de incrédulos, los
cuales, pese a sus numerosos portentos y prodigios, continuasen insumisos?
Más
todavía. ¿Es que su amor propio -natural en un terrícola mortal e incluso en
uno extraterrestre-era tan susceptible y sufría tanto cuando le menospreciaban
sus criaturas, esos hombres tardos de comprensión, pero fácilmente
influenciables, que experimentaba la necesidad de matar a los culpables y de aniquilar,
además, junto con ellos, a quienes eran inocentes?
La
rebelión de Coré, de la tribu de Leví, y de Datán y Abirón, hijos
de Eliab, y también Han, de la tribu de Rubén, junto con
otros doscientos cincuenta hombres de los hijos de Israel es un claro exponente
de lo que acabamos de apuntar.
Enfrentados los rebeldes con Moisés,
luego de acusar a éste indebida e injustamente, irritándole hasta el punto de
serle preciso recurrir al propio Jehová para demostrar su inocencia y que no le
había quitado nada a nadie, aquéllos provocan la cólera de Dios que toma una de
esas decisiones punitivas, tan frecuentes en él, que implican el pago de justos
por pecadores.
«El
Señor habló a Moisés y Aarón dijo:»"
Apartaos de en medio de esa facción y en un momento los consumiré.
» Ellos se postraron sobre su rostro, y dijeron:
¡' Oh fortísimo Dios de los espíritus
todos los hombres! ¿Es posible que por el pecado de uno se ha de ensañar
tu ira contra todos?» (Números XVI, 20-22.)
No es sólo
Aarón
sino incluso el propio Moisés, que ha apelado a Dios
pidiendo su ayuda, los que consideran injusto, desproporcionado y excesivo el
castigo que anuncia Jehová. Ellos le reconocen como «fortísimo Dios de los espíritus
de todos los hombres» pero al mismo tiempo apelan en favor de los
inocentes para que éstos no carguen con culpas ajenas y que la ira del
Todopoderoso no se ensañe con ellos.
Lo curioso del caso es no sólo que Dios actúe
tan a la ligera, dejándose llevar de un rapto de genio, impropio de un ser
humano medianamente equilibrado e inconcebible en un ser que se declara
superior a los mortales, sino que dos de éstos logran fácilmente convencerle de
su error, haciéndole rectificar su decisión.
Claro está que deben ser precisamente esos
cambios de humor o de genio los que influyen en los vasallos para no respetarle
tanto como él quisiera.
Sigue a
continuación el castigo de los culpables tan sólo, llevado a cabo por Jehová
a través de su portavoz y representante en la tierra Moisés, el cual empieza
por hacer que se aparten los inocentes que no tienen nada que ver ni participan
en la sedición encabezada por Datán y Abirón.
Y dijo Moisés:
En esto
conoceréis que el Señor me ha enviado a ejecutar todas las cosas que veis, y
que no la he forjado en mi cabeza.
Si estos
murieren de la muerte ordinaria de los hombres y fueren heridos de este azote que suele también herir a los demás, no
me ha enviado el Señor.
» Pero si
él hiciere una cosa nunca vista, de manera que la Tierra, abriendo su boca,
se los trague a ellos y a todas sus casas, y bajen vivos al reino de los
muertos, sabréis que han blasfemado contra el Señor.
»
No bien hubo acabado de hablar, cuando la tierra se hundió debajo de los
pies de aquellos.
»
Y abriendo su boca, se los tragó con sus tiendas y todos sus haberes.
»
Y cubiertos de tierra bajaron vivos al reino de los muertos, y perecieron de
en medio del pueblo.
»AI punto todo Israel, que estaba al contorno,
a los alaridos de los que perecían, echó a huir diciendo: No sea que nos trague
también la tierra a nosotros.
» Y
salió un fuego, enviado por el Señor, y' abrasó a los doscientos cincuenta
hombres que ofrecían el incienso.» (Números XVI, 28-35.)
A pesar de
que Moisés
no lo dice de una manera explícita, a través de este texto puede apreciarse que
él tenía idea de lo que iba a suceder o que sabía sobre poco más o menos cómo
iba a actuar su Dios en esa ocasión, anunciando ya que iba a tratarse de algo
nunca visto. Por esta razón su primera medida se centra en apartar a los
inocentes de los culpables, y los separa valiéndose de un pretexto religioso,
el de que no han de tocarles a ellos ni a sus cosas a fin de no verse envueltos
en sus mismos pecados.
La forma
espectacular que utiliza el proclamado fortísimo Dios para eliminar a los
culpables de rebelión resulta de lo más aparatoso pero también ejemplar, ya que
los testigos de esa punición tan drástica salen huyendo para que la tierra no
se los trague también a ellos.
Pero
todavía hay más.
Vamos a dejar a un lado la cuestión
del fuego celeste que Dios proyecta sobre los doscientos cincuenta hombres,
seguidores de Datán y de Abirón, ya que ese material es tan frecuentemente
empleado por Jehová y sus ángeles, que merece ser considerado en un capítulo
aparte. Lo que merece, en cambio, una atención muy particular es la nueva
fórmula que emplea Elohim para aniquilar a los rebeldes, la cual ha de sorprender
y atemorizar a su pueblo por el hecho de ser inédita hasta ese momento, como
muy bien se encarga de proclamar su portavoz Moisés.
Algunos
autores han enfocado el problema desde un punto de vista que nos parece
demasiado parcial. Los tales señalan que la primera intención manifestada por
Jehová era la de aniquilar definitivamente a su pueblo, juntando en un mismo
saco a inocentes y culpables, atribuyéndole así el conocimiento de que iba a
producirse un pequeño seísmo, un corrimiento de tierras, un temblor de escasa
magnitud, pero lo bastante potente como para acabar con toda aquella gente.
Abonan
esta teoría varias consideraciones, como la de prometer darle a Moisés
el mando sobre otro pueblo, para lo cual, de haber él aceptado, Elohim
sólo tenía que situarle lejos del lugar en que sabía se produciría el
cataclismo.
También
hacen hincapié esos autores en el hecho de que, habiéndose negado a secundar a Jehová
en la anunciada destrucción y suplicado no castigara a justos como a culpables,
lo primero que hace el enviado de Elohim es separar a los unos de los
otros, obedeciendo órdenes superiores, colocando a los inocentes fuera del
alcance del temblor de tierra que su Señor sabe se ha de producir a no tardar
mucho.
No acaba
de convencernos dicha teoría, habida cuenta la imposibilidad física de que los Elohim,
por avanzada que fuera su ciencia, pudiesen llegan hasta el extremo de indicar,
en un espacio no superior a seis kilómetros, cuál sería la zona afectada por el
seísmo y cuál la que se libraría de sus convulsiones.
Aun admitiendo el hecho de que Elohim
previera el inminente seísmo, no cabe imaginar que pudiese evitar la muerte de
los inocentes sin llevárselos a muchos kilómetros de allí, alejándolos por
completo del grupo de amotinados.
Sin
embargo, atendiendo a la circunstancia de que aparece también el famoso fuego
celeste, hay otra explicación que nos parece mucho más lógica y verosímil.
En efecto,
suponiendo que, como de costumbre, Jehová se encontraba en lo alto viendo cuanto sucedía, lo que equivale a decir que
estuviese a bordo de su astronave, no es difícil imaginar que
dispusiera de una especie de lanza-rayos con el que apuntaría a los culpables
dejados a un lado por su servidor Moisés.
En tal situación,
pudiendo hacer blanco en el grupo de los rebeldes, sin alcanzar a ningún justo,
Elohim
puede abrir el fuego ya sin ningún temor. ¿Qué es lo que sucede entonces? ¿Se
abre la tierra primero y brota el fuego después?
A nosotros nos parece que la acción es
en realidad simultánea. La acción
fulgurante de un rayo, más o menos parecido a un lasser actual, no sólo pudo provocar la aparición del tan cacareado
fuego de Dios, sino también el hundimiento de una franja de tierra, algo así
como un enorme socavón, en el que fueron incinerados, destruidos, aniquilados
los rebeldes con todas sus casas. Consideremos el aspecto que debía ofrecer
el hecho a los ojos de los aterrados testigos. De una parte se cuenta con la
amenaza formulada por Moisés y el anuncio de que se abrirá
la tierra. De otra parte se da la circunstancia de que el fuego parece brotar
del suelo, el cual aparece luego como socavado y sin que en su superficie haya
ya rastro de vida humana ni de ninguna cosa que antes se encontraba allí.
¿No es lógico
que los crédulos hebreos, a la vista del resultado, den por buenas y
concluyentes las palabras de Moisés y acepten que la tierra se ha abierto
engullendo a los hombres y que los otros, los «no desaparecidos» han sido
abrasados por el fuego de Dios?
Digamos
aún que si no hubiera quedado el menor rastro de los rebeldes, la creencia
podía ser la de que «todos ellos habían sido tragados por la
tierra». pero como el rayo de Elohim no pulverizó
totalmente a los amotinados y quedaron cenizas de ellos, prevaleció la idea de
que unos, los engullidos por la tierra, fueron a parar vivos al reino de los
muertos, en tanto que los otros eran aniquilados por el fuego vengativo de Dios.
Sea una
teoría la válida, séalo la otra, lo que resulta indudable es que el Todopoderoso
Dios de Abraham, de Jacob y de Moisés no se andaba con chiquitas a la
hora de castigar. Esto lo han reconocido y admitido todos sus vasallos, sus
líderes, reyes y profetas.
«El
obrar impíamente contra las leyes de Dios no queda sin castigo, como se verá en
los tiempos siguientes.» (II Macabeos IV, 17.)
«El Señor no se porta con nosotros como con
las demás naciones, a las cuales sufre con paciencia para castigarlas colmada
que sea la medida de sus pecados;
» No es así con nosotros, sino que nos castiga
sin esperar a que lleguen a su colmo nuestros pecados.
» Y así nunca retira de nosotros su
misericordia, y cuando aflige a su pueblo con adversidades, no lo desampara.» (II Macabeos VI, 14-16.)
Establecida
la dualidad, como dijimos, de que los infractores de las leyes de Elohim eran
merecedores del castigo y que quienes las obedecían eran objeto de sus favores
y ayuda, los mismos vasallos se reconocen culpables cuando se ven abandonados
de la mano de Dios, entregados a sus enemigos, pero manteniendo viva la
esperanza de que, pese a todo, Elohim mantendrá las viejas promesas
hechas a sus padres, con la sola condición de volver al redil de la sumisión y
la obediencia. Y esto resulta de la
mayor importancia para el pueblo de
Israel porque su Dios es un gran
guerrero, el más fuerte, el más poderoso, el que les convierte en invencibles y
que no vacila en ir con ellos, en luchar a su lado y, así, darles el triunfo
sobre sus enemigos.
«Escucha,
Israel: Tú estás hoy día a punto de pasar el Jordán para conquistar naciones grandísimas
y más fuertes que tú, ciudades magníficas y cuyos muros llegan hasta el cielo.»
»
Un pueblo de grande y alta estatura, los hijos de los enaceos, que tú mismo has
visto y cuya fama has oído, y a quienes nadie puede contrarrestar.
»
Pues has de saber hoy, que irá delante de ti el mismo Señor, tu Dios, fuego
devorador y consumidor, que los ha de desmenuzar, y consumir, y disipar,
delante de tus ojos rápidamente, como te lo ha prometido.
» No digas en tu corazón cuando el Señor, tu Dios, los haya desecho
en tu presencia: Por razón de la justicia que ha visto en mí, me ha introducido
el Señor en la posesión de esta tierra; siendo cierto que por sus impiedades
son asoladas estas naciones.
» Porque no por tus virtudes, ni por la
rectitud de corazón entraras a poseer sus tierras; sino porque aquéllas obraron
impíamente, por eso al entrar tú han sido destruidas, y a fin de cumplir Dios
su palabra, que confirmó con juramento
a tus padres Abraham, Isaac y Jacob.» (Deuteronomio IX. 1-5.)
A través
de estas palabras, Elohim no sólo se identifica a sí mismo como «un fuego
devorador y consumidor» que aniquilará a los enemigos de su pueblo, sino que le
hace a éste bien patente que no debe en ningún momento arrogarse el éxito ni
atribuirlo a sus méritos propios ya qué más adelante, Jehová lo califica como
«pueblo de durísima cerviz». Y es por esto que en ocasiones determinadas,
previendo la fatua actitud de sus vasallos. Dios toma sus precauciones.
…………………………………………………………………………………
«Aquella
noche vino el ángel del Señor, y mató en el campamento de los asirios a ciento
ochenta y cinco mil hombres. Y levantándose muy de mañana el rey de los
asirios, Senaquerib, vio todos aquellos cuerpos muertos, y levantó el campo y
se marchó.» (II Reyes XIX, 35.)
Desde
luego resulta indudable, a la vista de cuanto se dice en los libros bíblicos,
que Yahvé
tomaba una parte decisiva en los combates que sostenía su pueblo, el cual, sólo
con su ayuda podía alcanzar la victoria, lo que era no sólo admitido sino
proclamado por sus jefes considerándolo más que una debilidad propia y de su
ejército como una garantía de poder y de fuerza.
Así es, por ejemplo, como lo declara Jonatán,
el segundo de los Macabeos, al dirigirse por carta a sus aliados de Esparta:
«En estas guerras no hemos querido cansaros ni
a vosotros ni a ninguno de los demás aliados y amigos;
» Pues hemos recibido el socorro del cielo,
con el cual hemos sido librados nosotros, y humillados nuestros enemigos» (I
Macabeos XII, 15.).
Sí, el socorro que Elohim enviaba a los
suyos, desde el cielo, se patentizaba de muchas formas distintas. Y eran esas
señales las que esperaban sus fieles para lanzarse con ardor al combate,
seguros entonces de que, con ayuda del Todopoderoso, ellos conseguirían
alcanzar la victoria sobre sus numerosos, enconados e impíos enemigos.
«Y a las señales que aparecieron en el aire a
favor de los que combatían valerosamente por la nación judía, de tal suerte
que, siendo en corto numero, defendieron todo el país y pusieron en fuga a la
muchedumbre de barbaros.» (II
Macabeos II, 22.)
Socorros extraordinarios procedentes del
cielo, señales en el aire para anunciar la ayuda del Señor, siembra del
espíritu de la discordia en el campo enemigo, ceguera en los adversarios que
les llevaba a atacarse entre ellos, hambre, fieras, peste…
¿Puede pedirse algo más?
Sí, y ese más ha dejado constancia en la Biblia.
«El espíritu de Dios todo poderoso se hizo
allí manifiesto con señales bien patentes, en tal conformidad, que, derribados en tierra por una virtud divina
cuantos habían osado obedecer Heliodoro, quedaron como yertos y despavoridos.
» Porque se les apareció montado en un caballo
un personaje de fulminante aspecto, y magníficamente vestido, cuyas armas
parecían de oro, el cual acometió con ímpetu a Heliodoro, y el caballo le pateó
con las patas delanteras.
» Aparecierose también otros dos gallardos y
robustos jóvenes, llenos de majestad y
ricamente vestidos, los cuales, poniéndose uno a cada lado de Heliodoro,
empezaron a azotarle cada uno por su parte, descargando sobre él continuos
golpes.
» Heliodoro cayó luego por tierra envuelto en
densas tinieblas, y habiéndose cogido y puesto en una silla de manos, le
sacaron de allí.
» De esta suerte aquel que habla entrado en el
erario (de Jerusalén) con tanto aparato de guardias y de ministros, era llevado
sin que pudiera valerse a sí mismo, habiéndose manifestado visiblemente la
virtud de Dios;
» Por un efecto de la cual, Heliodoro yacía
sin habla, y, sin ninguna esperanza de vida.
» Por el contrario, los otros bendecían al
Señor, porque había ensalzado con esto la gloria de su lugar, y el templo que
poco antes estaba lleno de confusión y temor, se llenó de alegría y regocijo
luego que hizo ver el Señor su omnipotencia.»
(II
Macabeos III, 24-30.)
Conviene señalar que esta escena, cuyo
desenlace sirve de escarmiento ejemplar, se desarrolla en unos momentos en que
la paz había vuelto a Israel, cuando el templo había sido reconstruido y
purificado por los fieles de Yahvé, a cuya cabeza estuvo Judas Macabeo, de
majestad y ricamente y que las leyes, restablecidas por ese caudillo, se
observaban puntualmente gracias a la piedad del pontífice Onías.
En tales circunstancias, la delación de un tal
Simón,
constituido en prefecto del templo y envidioso de la autoridad del puritano Onías,
movió a que el rey Antíoco ordenase a su ministro de hacienda, Heliodoro, que
debía apoderarse de las riquezas y el dinero guardados en el templo del Señor.
El saqueo amenazaba, pues, una vez más, al templo de Jehová y era éste quien iba a
ser despojado con lo que se haría menosprecio de su nombre y poder. Razones
éstas más que suficientes para que el celoso y orgulloso Elohim enviase a uno de sus arcángeles, secundado por dos ángeles,
para que castigase de modo espectacular y aleccionador a quien osaba desafiarle
hollando su templo.
Hay que
fijarse en la presentación de ese enviado de Dios. El cronista le
describe como un personaje de fulminante aspecto, magníficamente vestido y con
armas que parecían de oro. Quiere esto decir que no era sólo la vestimenta la
que le daba aquel aspecto, sino que en é tenía que haber algo más para que
pareciese fulminante a quienes le veían. Y en relación con sus armas, la
similitud de éstas con el oro nos indica que, no siendo de este metal, debían
brillar tanto como si lo fuesen.
Releyendo el texto se ve que el enviado de Dios
va acompañado por gallardos y robustos jóvenes, llenos de majestad y ricamente
vestidos. Esto nos muestra que había una diferencia de edad y de categoría
entre el primero y sus ayudantes. Y también que la vestimenta de los segundos
impresionaba a los humanos.
Queda un
tanto oscuro el medio de que se valió el espíritu de Dios para derribar en
tierra a todos los presentes, aunque es de suponer que pudo bastar con una
simple bomba de gas paralizante, lo cual viene abonado por el hecho de que a
Heliodoro le cubriesen densas tinieblas, producidas tal vez por una bomba de
humo, que le pusieron a merced de sus atacantes.
A
continuación, reducido a la impotencia el agresivo ministro de Hacienda y
paralizados todos sus soldados, los ángeles pueden ya azotarle impunemente
hasta dejarle tan maltrecho que sea preciso sacarle de allí en camilla, perdida
el habla y sin posibilidad de salvar la vida. Dicho de otro modo, Heliodoro
recibió una paliza tan descomunal, fue torturado de tal manera, que debió
quedar medio muerto.
Pero no
acaba aquí la cosa, puesto que el prudente sumo sacerdote Onías, temiendo
que el rey sospechase que los judíos le habían preparado una emboscada a su
ministro y fuesen cruelmente castigados por ello, terció en su favor cerca de
los ángeles para que no sólo dejaran de torturarle sino pidiéndoles que le
curasen. Y éstos, accediendo a la petición de Onías, le dijeron al
malparado Heliodoro que si salvaba la vida era debido únicamente a la
intercesión del sumo sacerdote cerca del Señor, cuyo poder debía él pregonar en
adelante.
Ni que decir tiene que el «aleccionado» Heliodoro
aceptó cuanto se le exigía para salvar la vida. Y así, después de ofrecer un
sacrificio al Dios de Israel, una vez se hubieron marchado los enviados de
éste, pudo él regresar para informar a su rey de cuanto había sucedido
especificando lo siguiente:
«Si tú tienes algún enemigo, o que atente
contra tu reino, envíales allá, y le verás volver desgarrado a azotes, si es
que logra escapar, porque no se puede dudar que reside en aquel lugar una
cierta virtud divina.
» Pues aquel mismo que tiene su morada en los
cielos, está presente y protege aquel lugar, y castiga y hace perecer a los que
va a hacer allí algún mal.» (II
Macabeos III, 38-39.)
Con estas palabras del asustado ministro de Hacienda del rey Antíoco se
patentiza hasta qué punto fue efectivo el castigo que le aplicaron los ángeles
de Dios. No sólo anunció Heliodoro que cualquiera que fuese a
Jerusalén
y tratase de violar su templo recibiría una paliza de muerte -como le había
sucedido a él- sino que quizás podía no escapar con vida, ya que él sólo lo
había logrado merced a la intercesión del sacerdote Onías.
Pero,
además de eso, Heliodoro reconocía la existencia en aquel lugar de una
cierta virtud divina, llegando hasta el extremo de admitir que el Dios
de Israel tenía la morada en los cielos, aunque hiciese acto de
presencia en el templo alzado en su honor, protegiendo el sitio como cosa
propia y castigando y haciendo perecer a cuantos fuesen allá con malas
intenciones.
Así pues,
el objetivo de Yahvé se había cumplido gracias al trato brutal que sus ángeles
propinaron al desdichado ministro de Hacienda, en cuya carne debieron aprender
los demás.
Estas apariciones de personajes celestes no se
limitan a la que acabamos de señalar.
El Macabeo contó con ayudas espectaculares
propiciadas por ellos en el curso de los combates, gracias a que él y sus
huestes ayunaban y oraban al Señor antes de entablar la pelea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu colaboración expresando un punto de vista sobre este tema. Una vez moderado,tu comentario aparecerá en el blog.