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domingo, 6 de mayo de 2018

Los extraterrestres en la Biblia – Enoc y los viajes espacio-temporales (Segunda Parte)


Los extraterrestres en la Biblia – Enoc y los viajes espacio-temporales (Segunda Parte)


 ¿Cómo ponerse en la mentalidad de los seres humanos que vivieron hace muchos miles de años? Difícilmente… algunos de ellos fueron designados como profetas, tal como le sucedió a Enoc, a quienes se les encomendó una misión de preparación, mentalización y convencimiento: Los extraterrestres, según se recoge en los Evangelios Apócrifos, necesitaron transmitir la idea de Jehová como Dios único, Señor de los Cielos que todos los humanos deberían obedecer y adorar ciegamente…


Leyendo en detalle, se trataba de un lavado de cerebro colectivo, tal vez con la finalidad de convertir a los seres humanos en sirvientes fieles de una de las muchas civilizaciones extraterrestres que han llegado a la Tierra durante todos los tiempos; muchas de ellas con oscuros propósitos y muy posiblemente, el profeta antediluviano Enoc, lidió con una civilización procedente de Orión que huyó tal vez por las guerras desencadenadas en Vega y Lyra entre humanos pleyadianos y razas reptilianas que se disputaban un mismo espacio vital; información que deduzco de aquello que le explicó Semjase (mujer pleyadiana) al contactado suizo Eduard Billy Meier.

Representación artística de Semjase, mujer pleyadiana que contactó con Billy Meier.
Por otro lado, algunos investigadores como Salvador Freixedo nos hablan de razas extraterrestres que se alimentan del psiquismo humano. En su libro La granja humana, Salvador Freixedo entre otras cosas, dice lo siguiente:

En el orden de las ideas trascendentes, los hombres creemos lo que ellos nos han hecho creer —y éste es el origen y la esencia de todas las religiones— y en cuanto a nuestros conocimientos de la Naturaleza, sabemos lo que ellos nos han dejado saber.

…En la actualidad, las cosas han cambiado radicalmente en este particular. La raza humana se ha liberado de muchos tabúes que los «dioses» le habían hecho creer —precisamente para que no avanzase— y desentraña por sí misma los secretos de la materia y de la Naturaleza.

…Una circunstancia importante, que hay que tener en cuenta en esta tesis, es que estos misteriosos seres que nos dominan desde las sombras no son buenos ni malos de por sí: simplemente nos usan, al igual que nosotros usamos a los animales.

…Ciertas especies de «dioses» dan la impresión de ser benévolos para los humanos o por lo menos para algunos individuos, mientras que otros actúan de una manera muy negativa o, cuando menos, peligrosa e ilógica.

…Y como no quiero repetir lo ya escrito, únicamente dejaré claro, por considerarlo de gran importancia para la recta concepción de esta nueva manera de entender el mundo, que no todos estos seres son iguales. La diversidad entre ellos es enorme y mucho mayor de la que se da entre los humanos. Si entre éstos nos encontramos con blancos y negros, altos y bajos, europeos y asiáticos, varones y hembras, etc., etc., entre los «dioses» las variedades son muchísimo mayores, ya que nuestras diferencias sólo atañen a cualidades externas y no esenciales —puesto que todos somos seres humanos pertenecientes a la misma especie—, mientras que las de ellos se extienden a la esencia misma de sus «personas». Muchos de ellos son radicalmente diferentes entre sí y lo único que tienen en común es el ser inteligentes, aunque en esto mismo tenemos que decir que muchos aspectos de su inteligencia se escapan a nuestra comprensión.


 Dicho todo esto, puede quedársenos una idea negativa de los extraterrestres si miramos hacia los tiempos que le toco vivir al profeta Enoc; pero mi opinión personal es distinta y quiero pensar que, después de los acontecimientos del Diluvio Universal, una catástrofe a nivel planetario  tal vez provocada por aquellos mismos extraterrestres que vieron como su obra se venía al traste porque 200 Vigilantes de la Tierra transmitieron información a los seres humanos; tal vez desde ese Consejo de los 24 Ancianos que tutelan nuestra Galaxia hubiesen decidido tomar cartas en el asunto: La Tierra necesitaba reconducirse, retomar el papel que le correspondía, modificar “verdaderamente el concepto de Dios”, de “la Suprema Fuerza Creadora como una Entidad cuyo motor es precisamente, el amor” y por ello, se necesitó dar un nuevo impulso a través de la figura de Jesús de Nazaret

Retomando la figura del profeta Enoc y su longevidad, si buscamos una explicación a este hecho, podríamos encontrarla en los viajes espacio-temporales una vez se alcanza la velocidad de la luz, donde el tiempo se detiene tal como se postula en la Teoría de la Relatividad de Albert Einstein. Intuyo que los extraterrestres habrían utilizado esa dilatación espacio-temporal para asegurar durante distintas generaciones la presencia de Enoc en la Tierra y dar una continuidad reafirmando sus ideas sobre los seres humanos: “Adorar a Yahvé como Señor de los Cielos”. Solamente quedaría la incógnita de porque, una vez cumplida la misión, decidieron “hacer desaparecer a Enoc”, quizás como premio por sus servicios…

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A continuación, he traído un artículo escrito por el investigador David Parcevisa en la revista digital Año Cero.



LOS VIGILANTES DE LA HUMANIDAD

El profeta Enoc está considerado uno de los primeros contactados de la historia. Mantuvo comunicación y recibió instrucciones de unas deidades que mostraban un increíble desarrollo tecnológico, y sus aventuras quedaron plasmadas en cuatro libros que incluso relatan su viaje interestelar en una de las naves de dichas «entidades celestiales». Estos Vigilantes actuaban como auténticos custodios de la humanidad, manipulando a nuestros antepasados. Sin embargo, algunos de ellos se rebelaron contra sus jefes, poniéndose de parte de los seres humanos… Por David Parcerisa

A BORDO DE UNA NAVE INTERESTELAR

Si hacemos caso a la Biblia, Enoc vivió hace 12.000 años en la época en que los Vigilantes o Custodios del Señor descendieron a la Tierra para mantener relaciones lujuriosas con las hijas de los hombres. «En los días de Yared, mi padre, (los ángeles) transgredieron la palabra del Señor. He aquí que pecaron, transgredieron la ley del Señor, la cambiaron para ir con mujeres y pecar con ellas…» (Enoc 106: 13-16).
En sus textos, Enoc no se refiere a Dios como Yahvé sino como el Señor, y designa a los ángeles como sus Custodios o Vigilantes. La descripción que realiza el profeta de su ascenso a los cielos constituye uno de los relatos más ricos y reveladores que existen en el mundo antiguo, puesto que ofrece interesantes detalles sobre la naturaleza de esas entidades «celestiales».

El relato reúne casi todos los ingredientes característicos de un moderno episodio de abducción extraterrestre, aportando elementos absolutamente asombrosos para cualquier lector mínimamente avezado. Enoc se encontraba durmiendo en su cama cuando recibió la visita de dos seres a los que describió como «hombres enormes», quienes le llamaron por su nombre y le pidieron que les acompañara para ascender a los cielos.
«He ahí que se me aparecieron dos hombres tremendamente altos –leemos en el Libro de Enoc–, tanto así que no había visto nada semejante en la Tierra. Sus rostros brillaban como el Sol, sus ojos también eran como luz ardiente y de sus labios salía fuego surgiendo con la ropa y el canto de diversos tipos en apariencia púrpura; sus alas brillaban más que el oro, sus manos más blancas que la nieve».


 La descripción que ofrece Enoc de estas entidades coincide con la que nos encontramos en la Biblia cuando detalla las características de los ángeles: seres brillantes y de ojos relucientes. Incluso dicen de sí mismos que nacieron de madre virgen. ¿Acaso eran fruto de una inseminación artificial para crear híbridos con genética extraterrestre? Soy consciente de que muchos lectores pensaran que voy demasiado lejos, pero continuemos con el relato de los hechos.
Los ángeles le ordenaron a Enoc que antes de partir dejara una nota dirigida a sus hijos –Matusalén, Regim y Gaidad– para que no lo buscaran por ningún lugar y esperasen pacientemente a que el Señor lo trajera de regreso. Enoc narra que dos ángeles lo hicieron subir al carro del espíritu, experiencia que describe como «estar a bordo de un palacio capaz de surcar los cielos», y luego dicho «carro» lo transporta a otro lugar mucho más majestuoso, al que el profeta denomina «el Cielo de los Cielos». Mi interpretación es que una aeronave lo desplazó a otra de mayor envergadura, en cuyo interior la luz emanaba de todas partes. «Él trasladó mi espíritu dentro del Cielo de los Cielos –escribe Enoc–, y vi que allí había una edificación de cristal, y entre esos cristales, lenguas de fuego vivo. Mi espíritu vio un círculo que rodeaba de fuego esta edificación y en sus cuatro esquinas había fuentes de fuego vivo». Nuestro protagonista deja claro que un círculo de fuego envuelve toda la edificación. ¿Está acaso refiriéndose a un poderoso campo magnético que envuelve la nave nodriza?

El Libro de Enoc acabó siendo excluido de la compilación bíblica, ya que los jerarcas de la Iglesia católica sentenciaron que su libro no había sido revelado por Dios. Solo la Iglesia Abisinia, en Etiopía, lo incluyó en su Antiguo Testamento



UN VIAJE POR EL COSMOS

Cuando Enoc entró en aquel complejo acristalado, describió un suelo transparente que reflejaba estrellas y cuerpos celestes. La inmensidad del cosmos se movía bajo sus pies, mientras la aeronave se desplazaba alejándose de la Tierra. Nuestro protagonista se refiere a «un primer cielo, un segundo cielo, un tercer cielo…», y así sucesivamente. Precisamente tal y como un astronauta describiría las diferentes capas ascendentes de la atmósfera hasta alcanzar el espacio.
«Yo vi un fuego ardiente –continúa Enoc relatando–, y más allá de esas montañas está una región donde termina la gran Tierra, y ahí culminan los cielos. Luego me fue mostrado un profundo abismo entre columnas de fuego celeste, y vi en él columnas de fuego que descendían al fondo y cuya altura y profundidad eran inconmensurables; y más allá de este abismo  vi un sitio sobre el cual no se extendía el firmamento, bajo el cual no había tampoco cimientos de la tierra; sobre el que no había ni agua ni pájaros, sino que era un lugar desierto y terrible. Allí vi siete estrellas parecidas a grandes montañas, que ardían, y cuando pregunté sobre esto, el ángel me dijo: ‘Este sitio es el final del cielo y de la Tierra; ha llegado a ser la prisión de las estrellas y de los poderes del cielo’».

Enoc penetró en estancias plagadas de árboles frutales y manantiales que daban miel, vino, leche y aceite, maravillándose ante lo que contemplaban sus ojos. Pero más sorprendente es que en su interior vio a unos doscientos ángeles. Uno de ellos le reveló que aquel lugar estaba reservado para los justos y los que servían al Señor. Sin embargo, el profeta no tardó en pasar del júbilo al terror, puesto que acabó entrando en «salas infernales» donde observó a ángeles sometidos a crueles torturas. Así describe la escena el Libro de Enoc: «Desde allí pasé a otro lugar más terrible que el anterior y vi algo horrible: había allá un gran fuego ardiendo y flameando, y el lugar tenía grietas hasta el abismo, llenas de columnas descendentes de fuego, pero no pude ver ni sus dimensiones ni su magnitud ni haría conjeturas… …Entonces dije: “¡Qué espantoso y terrible es mirar este lugar!”.
Contestándome, Uriel, el Vigilante y el Santo, que estaba conmigo, me dijo: “Enoc, ¿por qué estás tan atemorizado y espantado?”. Le respondí: “Es por este lugar terrible y por el espectáculo del sufrimiento”. Y él me dijo: “Este sitio es la prisión de los ángeles y aquí estarán prisioneros por siempre”».


CONOCIMIENTOS SECRETOS

Enoc preguntó qué habían hecho para merecer ese castigo; la respuesta fue desobedecer las órdenes del Señor por haber revelado secretos al hombre: «Estos son los Vigilantes que descendieron sobre la Tierra y le revelaron a los humanos lo que era secreto y los indujeron a pecar». Luego, los Vigilantes le confiesan el nombre de algunos de esos ángeles rebeldes: «El nombre del cuarto es Panamu’el; éste mostró a los hijos de los hombres lo amargo y lo dulce y les reveló todos los secretos de su sabiduría: les enseñó a los humanos a escribir con tinta y papiros y son muchos los que se han descarriado a causa de ello, desde el comienzo hasta este día. Porque los hombres no han sido traídos al mundo con el propósito de afianzar su creencia en la tinta y el papel» (1-Enoc: 8-10).
En este pasaje encontramos una revelación importante: en contra de la opinión generalizada, los ángeles no son castigados por aparearse con las mujeres terrestres, sino por revelarles conocimientos y secretos divinos solo accesibles a los dioses, lo cual significa que no todas estas entidades mantienen la misma actitud hacia el hombre. Ahora bien, parece claro que alguna clase de deidad superior había dado órdenes expresas a los Vigilantes para que no transmitieran ninguna clase de saber al ser humano, con el fin de mantenerlo esclavizado bajo su tiranía. Sin embargo, algunos de estos ángeles acabaron contraviniendo dicho mandato, revelando a los terrestres la «ciencia secreta».

Enoc se muestra incapaz de asimilar tantas y tan intensas visiones, y sufre un shock desplomándose exhausto. Entonces aparece el arcángel Gabriel, que le ayuda a incorporarse y le conduce ante la presencia del Señor, con quien mantiene un largo diálogo: «Y el Señor me convocó y me dijo: “Enoc, siéntate a mi derecha con Gabriel”. Y yo me incliné en reverencia ante el Señor, y el Señor me dijo: “Amado Enoc, todo lo que ves, todas las cosas que están de pie, te digo, incluso antes del principio, todo lo he creado desde el no-ser, y las cosas visibles de lo invisible. Escucha Enoc estas mis palabras, ni a mis ángeles les he contado mi secreto, ni les he contado su origen, ni mi dimensión infinita, ni han entendido ellos mi creación, la cual te cuento a ti hoy”» (2-Enoc 24: 1-3).

El Señor prohíbe el conocimiento para los seres humanos y castiga a aquellos de los suyos que lo revelan, sin embargo encomienda a sus ángeles que instruyan a Enoc en la escritura y las ciencias celestes. Por lo tanto, ese Dios que no quiere transmitir su sabiduría a los mortales, enseña a Enoc aquellas destrezas que le interesan, movido por unos propósitos que en la actualidad podríamos definir como ingeniería social o control de las masas.


TECNOLOGÍA PARA VER EL FUTURO

Enoc aprende a escribir, y el Señor le pide que muestre al mundo lo que ha visto y lo que se le ha dictado: «Y dijo el señor: “Desciende a la Tierra y dile a tus hijos todo lo que yo te he dicho, y todo lo que tú has visto. Entrégale a ellos los libros manuscritos, y ellos los leerán y me conocerán como el creador de todas las cosas, y ellos entenderán que no hay más Dios que yo”» (2-Enoc 33: 2-9). En ese instante, el Todopoderoso le dice a Enoc que va a llevarlo de vuelta a la Tierra. Tendrá un plazo de 30 días para dar a conocer el mensaje de Dios mediante sus escritos. Pasado ese tiempo, el Señor nuevamente «arrebatará» al profeta a los cielos, esta vez para no regresar jamás.

Cuando Enoc vuelve a nuestro mundo, compila todo lo aprendido y se convierte en un patriarca del saber: «Este fue el primero del género humano nacido sobre la Tierra que aprendió la escritura, la doctrina y la sabiduría, y escribió en un libro las señales del cielo, según el orden de sus meses, para que conocieran los hombres las estaciones de los años, según su orden, por sus meses. Él fue el primero que escribió una revelación y dio testimonio al género humano en la estirpe terrenal».



Enoc incluso cita el nombre del ángel que le instruye: «Porque los signos, los tiempos, los años y los días me los mostró Uriel, el Vigilante, a quien el Señor de Gloria ha encargado de todas las luminarias del cielo y en el mundo, para que reinen sobre la faz del cielo, sean vistas desde la Tierra y sean las guías del día y de la noche, así el Sol, la Luna, las estrellas y todas las criaturas auxiliares que recorren sus órbitas en los carros del cielo» (1-Enoc: 75: 3).
«La visión del Santo de los cielos me fue revelada y oí todas las palabras de los Vigilantes y de los Santos –leemos en el Libro de Enoc–, y porque las escuché, he aprendido todo de ellos y he comprendido que no hablaré para esta generación, sino para una lejana que está por venir».
Conforme pasaban los días, un ángel instruía a Enoc sobre el modo de transcribir toda la información que fluía a través de una Tablilla Celestial, un artefacto tecnológico con un poder asombroso, pues era capaz de calcular eventos futuros. ¿Se trataba acaso de una computadora cuántica capaz de pronosticar líneas espacio temporales de probabilidades futuras?



GUERRAS ENTRE DIOSES

Enoc dejó escrito aquello que el ángel le transmitía: «Me dijo: “Mira Enoc estas tablillas celestiales, lee lo que está escrito allí y señala cada dato”. Miré las tablillas celestiales y leí todo lo que estaba escrito y lo comprendí todo; leí el libro de todas las acciones de la humanidad y de todos los hijos de la carne que están sobre la Tierra, hasta las generaciones remotas» (1-Enoc 81: 1-2).

El «elegido de los cielos» confió todos los documentos a su hijo Matusalén: «Preserva hijo mío, Matusalén, el libro de la mano de tu padre y entrégalo a las generaciones del mundo. Te he dado sabiduría a ti y a tus hijos para que ellos la entreguen a sus hijos por generaciones, sabiduría que está por encima de sus pensamientos» (1-Enoc 82: 1).

Los textos sumerios ya describen estas «tablillas mágicas» como unos codiciados objetos de poder, puesto que aquellos ángeles o dioses que se hicieran con ellas, tendrían la capacidad de gobernar el mundo. En un relato llamado El Mito de Zu leemos como uno de los súbditos del poderoso Enlil, un Anunnaki –deidad sumeria y acadia– llamado Pazuzu o Zu, que significa «Aquel que Sabe», consigue robar las Tablillas Celestiales y pone en jaque a todo el Consejo Anunnaki, desatándose una guerra sin tregua. Cuando Zu se hace con las tablillas, se cree con la capacidad de hacer cualquier cosa: «Tomaré la Celestial Tablilla de los Destinos, gobernaré los decretos de los dioses, estableceré mi trono, seré el amo de los decretos celestiales, comandaré a los Igigi –dioses menores de la tradición sumeria– en su espacio».

Mediante las Tablillas Celestiales, Enoc puede experimentar visiones de sucesos que acontecerían cientos y miles de años en el futuro. En sus textos llegó a vaticinar la construcción de la Torre de Babel, el ascenso al cielo del profeta Elías en un carro de fuego, e incluso el Gran Diluvio Universal que se cerniría sobre la Tierra 1.000 años después. Cuando hubieron transcurrido esos treinta días, Enoc se preparó para partir y 2.000 individuos se reunieron para despedirlo: «Cuando Enoc había hablado con las personas, el Señor envió oscuridad sobre la superficie de la Tierra, y había oscuridad, y ésta cubrió a aquellos hombres que estaban de pie junto a Enoc, y ellos tomaron a Enoc y lo llevaron hacia el Cielo, donde se encuentra el Señor; y él lo recibió y lo colocó delante de su rostro, y la oscuridad se disipó de la Tierra, y la luz regresó» (2-Enoc 67: 1).


ÁNGELES REBELDES

Como guinda final, y siempre siguiendo las instrucciones del Señor, en el lugar donde Enoc había sido arrebatado hacia lo alto se rindieron varios sacrificios de animales: «Matusalén y sus hermanos, y todos los hijos de Enoc, se dieron prisa y erigieron un altar en el sitio llamado Achuzan, desde donde Enoc fue tomado hacia el cielo. Y ellos sacrificaron bueyes y convocaron a todas las personas, y compartieron el sacrificio delante del rostro del Señor» (2-Enoc 68: 6-7).

La más reveladora profecía de Enoc, la referida a un diluvio sobre la Tierra, llegaría después de tres generaciones más de su estirpe. Sin embargo, un problema latente dentro de la jerarquía de Yahvé seguía haciendo estragos: sus ángeles descendían a la Tierra para copular con las terrestres, cegados por su belleza y deseos de procrear. Los secretos de la gran deidad peligraban día a día, pues estos Vigilantes revelaban a las esposas que habían tomado unos conocimientos prohibidos que podrían elevar a los hombres a la categoría de dioses. Y eso era algo que Enlil-Yahvé no podía permitir. Sólo a través de una solución drástica solventaría el conflicto. Una solución que acabaría con la vida de la especie humana sobre la Tierra

En el Libro 1 de Enoc leemos que un total de 200 ángeles se rebelaron. Incluso se citan los nombres de estos Vigilantes que tomaron por esposas a las terrestres: «Vayamos y escojamos mujeres de entre las hijas de los hombres y engendremos hijos». Pero Shemihaza, que era su jefe, les dijo: «Temo que no queráis cumplir con esta acción y sea yo el único responsable de un gran pecado».



Ellos le respondieron: «Hagamos todos un juramento y comprometámonos todos bajo un anatema a no retroceder en este proyecto hasta ejecutarlo realmente». Entonces, los doscientos juraron unidos bajo anatema, y todos ellos descendieron sobre la cima de un monte que llamaron Hermón. «Estos son los nombres de sus jefes: Shemihaza, quien era el principal, y en orden con relación a él, Ar’taqof, Rama’el, Kokab’el, –‘el, Ra’ma’el, Dani’el, Zeq’el, Baraq’el, ‘Asa’el, Harmoni, Matra’el, ‘Anan’el, Sato’el, Shamsi’el, Sahari’el, Tumi’el, Turi’el, Yomi’el, y Yehadi’el. Estos son los jefes de decena» (1-Enoc 6: 1-8).

De la unión entre estos ángeles y las mujeres nacieron gigantes, los llamados Nefilim, que en hebreo significa «caídos» o «derribados». En traducciones griegas se le da el significado de gigantes, al igual que en arameo. Sin embargo, ciertos eruditos defienden que Nefilim procede del término arameo NEPHILA, que significa «Aquellos que son de Orión», ya que en arameo Orión es Nephila. ¿Acaso procedían los Anunnaki de la Constelación de Orión tal y como propone el investigador Robert Bauval, quien defiende la teoría de que las pirámides egipcias están alineadas siguiendo dicha constelación?


La gran revelación de Enoc y los Vigilantes, vídeo de David Parcerisa

CUANDO LOS NEFILIM DOMINARON LA TIERRA

El caso es que en varias excavaciones en Oriente Medio han sido encontrados diversos esqueletos de grandes dimensiones, lo cual significa que estos gigantes realmente existieron, aunque no necesariamente tendrían que ser los restos de los Nefilim, sino más bien de seres humanos con reminiscencias genéticas de estos seres. Los Nefilim y Anunnaki medían entre tres y seis metros, de modo que el hallazgo de un esqueleto de estas características supondría un antes y un después en la forma de concebir la historia humana. Volviendo al relato que nos ocupa, o que más enfureció a Yahvé fue que los ángeles revelaran secretos a sus esposas terrestres: «Shemihaza enseñó encantamientos y a cortar raíces; Hermoni a romper hechizos, brujería, magia y habilidades afines; Baraq’el los signos de los rayos; Kokab’el los presagios de las estrellas; Zeq’el los de los relámpagos; –‘el enseñó los significados; Ar’taqof enseñó las señales de la Tierra; Shamsi’el los presagios del Sol; y Sahari’el los de la Luna, y todos comenzaron a revelar secretos a sus esposas» (1-Enoc 8: 3).


Restos de gigantes 1

Restos de gigantes 2

Restos de gigantes 3

Restos de gigantes 4
Los conocimientos prohibidos también incluían armas para defenderse, por lo que hemos de suponer que prácticamente todos los secretos de la herrería y la fundición fueron revelados por estos seres, tanto para aprender a utilizarlos en defensa propia como para artesanía y decoración: «Y Asa’el enseñó a los hombres a fabricar espadas de hierro y corazas de cobre y les mostró cómo se extrae y se trabaja el oro hasta dejarlo listo, y en lo que respecta a la plata a repujarla para brazaletes y otros adornos. A las mujeres les enseñó sobre el antimonio, el maquillaje de los ojos, las piedras preciosas y las tinturas. Y entonces creció mucho la impiedad y ellos tomaron los caminos equivocados y llegaron a corromperse en todas las formas». Como el lector puede apreciar, a Enoc le dictaron que cualquier conocimiento dado al ser humano es malicioso, oscuro y pecaminoso. Básicamente, el Señor condena todo avance técnico o moral que la humanidad pueda desarrollar por sí misma.

CASTIGO ETERNO PARA LOS INSURRECTOS

Enoc es claramente víctima de un «lavado de cerebro», puesto que no se le permite dudar lo más mínimo de que la Ley del Señor es incuestionable. Cualquier oposición a la misma significa la muerte. Sólo la sumisión y la ferviente fidelidad constituye el único camino de la salvación. Así expresa Enoc la táctica amenazante de su Dios para con los hombres y los ángeles pecadores: «El Dios eterno andará sobre la Tierra, sobre el monte Sinaí aparecerá con su gran ejército y surgirá en la fuerza de su poder desde lo alto de los cielos. Y todos los Vigilantes temblarán y serán castigados en lugares secretos, y todas las extremidades de la Tierra se resquebrajarán, y el temor y un gran temblor se apoderarán de ellos hasta los confines de la Tierra. Las altas montañas se resquebrajarán y derrumbarán, y las colinas se rebajarán y fundirán como la cera ante la llama. Y la Tierra se dividirá y todo lo que está sobre la Tierra perecerá y habrá un juicio sobre todos».

Sin duda, toda una apología de terror y amenaza al servicio de un falso Dios que se proclama único y todopoderoso. Para capturar a esos doscientos ángeles rebeldes, Yahvé disponía de siete lugartenientes, de entre los cuales destacaban cuatro: Miguel, Sariel, Rafael y Gabriel. El Señor les encomendó que castigaran duramente a los ángeles caídos, pero especialmente interesante resulta la orden que transmitió al arcángel Miguel: «Y a Miguel le dijo el Señor: “Ve y anuncia a Shemihaza y a todos sus cómplices que se unieron con mujeres y se contaminaron con ellas en su impureza, ¡que sus hijos perecerán y ellos verán la destrucción de sus queridos! Encadénalos durante setenta generaciones en los valles de la Tierra hasta el gran día de su juicio”» (1-Enoc 10: 11-12).

El Diluvio Universal
Lo mismo leemos en 2 Pedro: «Dios no sólo no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que, arrojándoles al infierno, los entregó a prisiones de oscuridad para ser reservados al juicio». Los ángeles del Señor, tras una escaramuza contra los rebeldes, los apresan encerrándolos en un mundo paralelo, una especie de «zona de destierro» donde permanecen en estado latente –muertos en vida, por así decirlo– mientras esperan su sentencia en el Día del Juicio Final.
La palabra «Infierno», presente en el párrafo de Pedro anteriormente citado, viene del término griego Tartaroo, que se traduce como «El abismo más profundo del Hades». ¿A qué lugar se refiere exactamente el citado texto? ¿Estamos ante una exageración fruto de la desbordante imaginación de los autores? Es curioso que, incluso en la mitología romana, Tártaro es el lugar a donde van a parar los enemigos de los dioses. En su obra La Eneida, el poeta romano Virgilio describe este Infierno como un espacio gigantesco en el punto más profundo del Inframundo, siempre envuelto por un río en llamas al que designa como Phlegethon, y sellado por paredes triples para que sus cautivos no puedan escapar.

DESENMASCARANDO A LOS DIOSES

Teniendo en cuenta que conocemos el aspecto reptiliano de estas «entidades celestiales» gracias a las figuras y representaciones de distintas culturas, nos preguntamos por qué los «ángeles buenos» se muestran con el mismo aspecto de un ser humano. La respuesta es simple. Si usted quisiera manipular a una colonia de hormigas para ganarse su confianza e infiltrarse en su nido, ¿se presentaría ante estos animalillos con forma humana o de hormiga?

Todos estos dioses Anunnaki tenían una pinta muy parecida: atributos reptilianos, elevada estatura y piel escamosa. Gracias a su psiquismo pudieron engañar a nuestros ancestros, mostrándose bajo la apariencia que se les antojaba en función de sus intereses. Si querían infundir miedo, su aspecto era grotesco y reptiliano; pero si deseaban seducir y engañar, aparecían como bellos humanos.
Así es como estas entidades, erróneamente elevadas a la categoría de dioses, consiguieron que sólo los vencedores escribieran la historia. Pero ¿qué fue de los vencidos? ¿De aquellos de entre sus filas que quisieron ayudar a salir al ser humano de la Matrix Holográfica en la que vivimos? Como es de suponer, el mal acaba siempre por delatarse a sí mismo, con sus amenazas y ambiciones. Quizás aún estemos a tiempo de reescribir la historia con la ayuda de los vencidos, desenmascarando a los vencedores…

Este reportaje fue publicado en la revista AÑO CERO nº310

El investigador David Parcerisa

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Del libro Los grandes contactados, de Manuel Navas Arcos.

...Enoc vivió en total trescientos sesenta y cinco años y anduvo en la presencia de Dios; después no fue visto más, porque Dios se lo llevó. (Génesis 5‑22,24).



ENOC
El relato bíblico sobre el personaje de Enoc es muy corto. Pero sí lo suficiente explícito, para que cualquier investigador, pueda intuir las vivencias ufológicas que con claras connotaciones extraterrestres se dan en este personaje de la antigüedad llamado Enoc. Veamos: (Génesis 5‑21 al 24) Enoc, a la edad de sesenta y cinco años, engendró a Matusalén y, después de haber engendrado a Matusalén, anduvo en la presencia de Dios trescientos años y engendro hijos e hijas. Enoc vivió en total trescientos sesenta y cinco años y anduvo en la presencia de Dios; después no fue visto más porque Dios se lo llevo.

Leído y meditado este texto del Génesis, se puede deducir lo siguiente:
Enoc, después de haber engendrado a Matusalén mantiene una serie de contac­tos con Dios, o sea Yavé. Todo esto durante un período de tiempo de trescientos años. Estos contactos entre Enoc y Yavé se efectúan cara a cara. Pues el texto es bien explícito: anduvo en la presencia de Dios. El contacto entre ambos personajes no dura trescientos años seguidos, sino que durante este tiempo Enoc es sacado de la Tierra varias veces, para posteriormente ser regresado a ella. Así se explica el que pudiera seguir engendrando hijos e hijas.


A la edad de trescientos sesenta y cinco años, Enoc ya no regresa a la Tierra. Así lo afirma el texto bíblico:  ...después no fue visto más, porque Dios se lo llevo. ¿Vivo? Está claro que así fue. Porque si observamos a los personajes antecesores y posteriores a Enoc, veremos cómo el texto bíblico nos confirma la muerte de cada uno de ellos. Observen:
Gen. 5‑8    ...Set vivió en total novecientos doce años y murió.
Gen. 5‑11 ...Enos vivió en total novecientos cinco años y murió.
Gen. 5‑14 ...Cainán vivió en total novecientos diez años y murió.
Gen. 5‑17 ...Malaleel vivió en total ochocientos noventa y cinco años y murió.
Gen. 5‑20 ...Jared (padre de Enoc) vivió en total novecientos sesenta y dos años y murió.
Gen. 5‑27 ...Matusalén (Hijo de Enoc) vivió en total novecientos sesenta y nueve años y murió.
Gen. 5‑31 ...Lamec vivió en total setecientos setenta y siete años y murió.

Como vemos, aquí se nos confirma la muerte de estos Patriarcas de la Antigüedad. No ocurre así en el caso de Enoc, donde a la edad de trecientos sesenta y cinco años no fue visto más, o sea que no hubo defunción, porque Dios se lo llevo. ¿Como? ¿A dónde? ¿Por qué?
Existe un texto apócrifo titulado El Libro de Henoch, traducido del etíope al inglés por el arzobispo Lawrence en el año 1.821, que puede aportar cierta luz a nuestras interrogantes.
Efectivamente, El Libro de Henoch aun siendo posiblemente un libro iniciático, misterioso, profético o incluso sagrado, contiene algunas visiones o experiencias de Henoch, donde se dan unas claras connotaciones ufológicas y extraterrestres.


Veamos: Cap. XIV‑8 Así, pues, la visión me apareció así, he aquí que unas nubes me llamaron en la visión, y una nube me llamo; y el curso de las estrellas y de los rayos me hicieron apresurar y me desearon; y los vientos, en la visión me hicieron volar, me llevaron a lo alto (y me hicieron entrar en los cielos). Si del texto anterior, cambiamos la palabra nubes por OVNIS o naves, podremos deducir lo siguiente:
Henoch, observa una escuadrilla de nubes, o sea de OVNIS. Y una nube me llamó, ósea fue subido a un OVNI. Me hicieron volar, el OVNI se puso en marcha. Me llevaron a lo alto, la nave ascendió. Y me hicieron entrar en los cielos; lo que es lo mismo, la nave entró en las dimensiones superiores, donde existen planetas sublimados con humanidades (ángeles) más avanzadas que el hombre.

Cap. XIV‑24 ...Y Yo, hasta este momento, estaba sobre mi rostro tapado, temblan­do, y el Señor, por su propia boca, me llamó y me dijo: “Ven aquí, Henoch y escucha mi palabra”.
En este pasaje Henoch, ante la presencia física del Señor (Yavé) se cubre el rostro y se pone a temblar. Pero el Señor lo tranquilizó llamándole por su nombre: “Ven aquí, Henoch y escucha mi palabra”; o sea el Señor es un ser con unas características físicas más o menos sublimadas pero que emite palabras. Similar experiencia vivió Moisés como veremos más adelante en el pasaje de la zarza ardiente.

Cap. XX ‑3 ...En ese tiempo, un torbellino de viento me arrancó de la faz de la Tierra y me depositó en la extremidad de los cielos.
Concreto, y sencillo de trasladar este texto antiguo a la lógica de nuestro tiempo: En ese momento, un OVNI me sacó de la superficie de la Tierra y me llevó a otro lugar del Cosmos.

Can. XL‑2 Los Cuatro Arcángeles: Miguel, Rafael, Gabriel y Fanuel ...Después miré y vi, a los cuatro lados del Señor de los Espíritus, cuatro rostros diferentes de los que no duermen, y aprendí sus nombres que medió a conocer el ángel que andaba conmigo y me hacía conocer todos los secretos.
Aquí podemos observar como Henoch es conducido por el ángel (extraterrestre) a la presencia del Señor de los Espíritus (La Conciencia Crística) y ve de una forma real a los cuatro Arcángeles: Miguel, Rafael, Gabriel y Fanuel. Curiosamente la religión cristiana también hace referencia de estos cuatro Arcángeles. Pero es digno de reseñar como miles años antes Henoch es llevado a la propia morada de la Jerarquía Celeste.


Cap. XVII‑1 ...Después me llevaron a un lugar cuyos habitantes son como un fuego ardiente, y que aparecen, cuando quieren, como hombres.
De nuevo nuestro personaje Henoch, es conducido a otra morada celeste, cuyos habitantes ya han sublimado sus vehículos físicos, o sea son Astrales. Estos seres tienen la facultad de desdoblarse, o sea pueden estar operando en su real dimensión con toda su luminosidad y magnificencia y a su vez materializar un cuerpo físico y proyectarlo a una dimensión terrestre como la nuestra.

Cap. LXX‑1.2 ...Y llegó después que su nombre de Henoch fue elevado, en vida, cerca de este Hijo del Hombre y cerca del Señor de los Espíritus, lejos de los que habitan sobre el árido. Y fue elevado sobre el carro del viento, y el nombre de Henoch desapareció de entre ellos (de los que habitan sobre el árido).
Profundas y reveladoras estas palabras de este texto antiguo. Por fin, podemos intuir a dónde fue llevado Henoch finalmente. Y cómo fue llevado. El texto dice: “Fue elevado, en vida o sea en cuerpo, alma y espíritu”. Cerca de este Hijo del Hombre, o lo que es lo mismo, cerca de Jesús. Y sigue el texto: “Y cerca del Señor de los Espíritus”, o sea cerca de la Conciencia Crística, lejos de los que habitan sobre el árido, es decir, lejos de la Tierra.



En este texto apócrifo del Libro de Henoch, le es comunicado a nuestro personaje por los ángeles (ciencia extraterrestre) el funcionamiento de nuestro Sistema Solar. Como el Sol y la Luna rigen el día y la noche, el curso de las estaciones y el de los años. Así mismo le comunican, cómo nuestro Sistema Solar no está solo en el Universo, sino que está conectado a través de las Doce Puertas o signos zodiacales con el espacio exterior (Macro Ser) de donde recibe las distintas corrientes energéticas que todo el Sistema Solar debe experimentar e influenciando al propio hombre. Tal como nos lo confirma la Astrología. Tan de moda hoy día.
Particularmente, pienso que Henoch es el primer personaje de la Historia antigua, que por mediación extraterrestre tiene acceso a visiones proféticas. Y que es instruido en las grandes verdades cosmogónicas. Así mismo es el primer viviente sacado de la Tierra.


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CONTACTOS EXTRATERRESTRES EN LA BIBLIA
encuentros con OVNIs y humanoides en el antiguo testamento

Articulo de Miguel Pedrero. (Revista Año Cero numero 12-269, año 2012)

¿Y si los dioses y ángeles descritos en la Biblia fuesen las mismas entidades que hoy se presentan como seres extraterrestres? En apariencia parece una teoría descabellada, pero si interpretamos los Textos Sagrados a la luz de los conocimientos tecnológicos y aeronáuticos actuales, la cuestión cambia. Y es que el Antiguo Testamento está plagado de descripciones de objetos voladores, poderosas armas destructoras y enviados de los cielos, cuyas características son clavadas a las que refieren hoy en día aquellos que protagonizan encuentros cercanos con los tripulantes de los OVNIs…

Entonces dijo Elohim “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza” leemos en un pasaje del Génesis, primer volumen de los que componen el Antiguo Testamento. Tal operación es descrita en dicho libro sagrado del siguiente modo: “Entonces formó Elohim al hombre del polvo del suelo, e insuflando en sus narices el aliento de vida, quedó constituido el hombre como alma viviente”. Si hemos de hacer caso al Génesis, Elohim creó a los seres humanos a semejanza de ellos, pues, aunque no sea un dato muy divulgado, Elohim no quiere decir «Dios», como suele traducirse, sino que es un nombre plural que viene a significar «fuertes» o «poderosos». De hecho, en la cita del Génesis a la que nos hemos referido anteriormente, queda claro que Elohim son varias entidades, pues utiliza el verbo de la tercera persona del plural «hagamos».

Este hecho ha traído de cabeza a teólogos y exégetas durante cientos de años, pues no deja de ser contradictorio que el plural Elohim aparezca citado 2500 veces en el Antiguo Testamento, obra cuyo principal objetivo es mostrar que únicamente existe un solo Dios. El término más conocido de Yahvé –que podría traducirse por «el que es» es como se autodenominó Dios ante Moisés, cuando se apareció frente a éste en forma de llama de fuego en medio de una zarza, aunque sospechosamente la planta no se quemaba. ¿Acaso estamos ante la descripción de alguna clase de vehiculó que desprendía luz? Luego volveremos sobre este enigmático asunto.
Por otro lado, si somos «a imagen y semejanza» de los Elohim, parece claro que éstos eran seres vivientes, muy alejados del concepto de Dios como algo abstracto, inimaginable y todopoderoso. Ejemplos encontramos de sobra en el Génesis. Veamos una muestra: «He aquí que el hombre ha llegado a ser como uno de nosotros, conociendo el bien y el mal…». De nuevo el verbo plural “nosotros”.
Pero, ¿Quiénes eran estos Elohim? Difícil respuesta, aunque como veremos más adelante, los emisarios de los Elohim –y los propios Elohim- solían presentarse en forma humana, ataviados con trajes resplandecientes. Pero no adelantemos acontecimientos. Centrémonos en la primera vez que la divinidad se presenta ante una persona, el afortunado fue Abraham, “padre” del pueblo hebreo. Para nuestra sorpresa, Dios se muestra ante Abraham en forma de objetos voladores resplandecientes. Si interpretamos el siguiente versículo del Génesis de modo literal, sin apriorismo, es difícil ofrecer otra explicación. Veamos: «Y sucedió que, puesto ya el sol, apareció en medio de densas nieblas un horno humeante y una antorcha de fugo que pasó por entre los animales divididos (sacrificados por Abraham). En aquel día, hizo Yahvé alianza con Abraham diciendo: “A tu descendencia he dado esta tierra desde el rio de Egipto hasta el rio grande del Éufrates”»

Dios le ordena a Abraham que abandone su tierra y se dirija «a la que yo te buscare», leemos en el Génesis, que también dice así: «Y yo haré de ti una gran nación y te bendeciré. (…) Porque yo te daré toda esta tierra que estás viendo a ti y a tu descendencia para siempre» El hijo de este profeta, Isaac, engendró a Esaú y a Jacob. Este último tuvo doce vástagos, que darían lugar a las doce tribus de Israel.


¿HIBRIDOS ALIENIGENAS?

Sin duda, los pasajes más extraños del Génesis son los que narran el cruce entre «los hijos de Dios» y «las hijas de los hombres», lo que dio lugar al nacimiento de seres de gran estatura. En uno de los mismos leemos: “Viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron para sí mujeres, escogiendo entre ellas a voluntad…”. Según el libro sagrado, “los gigantes aparecieron en la Tierra cuando los hijos de Dios se unieron a las hijas de los hombres para tener hijos con ellas. (…) El Señor vio que era demasiada la maldad del hombre. (…) Dijo: “Voy a borrar de la Tierra al hombre que he creado, y también a los animales domésticos. (…) Yo voy mandar un diluvio que inundará la tierra y destruirá todo”.

Lot, primo de Abraham, es uno de los personajes bíblicos que se topó con unos emisarios divinos demasiado parecidos físicamente a nosotros. En el Génesis se cuenta lo siguiente: “Empezaba a anochecer cuando los dos ángeles llegaron a Sodoma. Lot estaba sentado a la entrada de la ciudad, que era el lugar donde se reunía la gente. Cuando los vio, se levantó a recibirlos, se inclinó hasta tocar el suelo con la frente”. Nuestro protagonista invitó a ambos señores celestiales a su casa, donde cenaron como  cualquier ser humano. Sin embargo, la paz se vio truncada por la furia de “todos los hombres de la ciudad de Sodoma”, que rodearon la casa con intención de abusar sexualmente de los “bellos” invitados del primo de Abraham.



Cuando la turba quiso echar la puerta abajo, los ángeles los dejaron a todos ciegos, y luego recomendaron a Lot y a su familia que abandonaran la ciudad cuanto antes, “porque vamos a destruir este lugar”. Cuando los afortunado se hubieron refugiado en la ciudad de Soar, Yahvé hizo llover sobre Sodoma y sobre Gomorra azufre y fuego de parte de Yahvé desde los cielos: destruyó las ciudades, y toda a aquella llanura, con todos los moradores de aquellas ciudades y el fruto de la tierra”.
Según el relato bíblico, a la mujer de Lot le pudo la curiosidad y, contraviniendo las recomendaciones de los enviados celestes, miró atrás, convirtiéndose de inmediato en estatua de sal. Al día siguiente, Lot se acercó al lugar en el que había contemplado por vez primera a los ángeles, viendo que por todo el valle “subía humo como si fuera un horno”.

ARMAS NUCLEARES HACE MILES DE AÑOS

Según ciertos autores  que han estudiado el asunto de la destrucción de ambas ciudades, en el emplazamiento en el que se supone que se erigían, se han hallado cristales verdosos –un fusión silícea- bajo tierra, propios de las zonas donde se han desarrollado pruebas con armas nucleares. De hecho, son legión los investigadores que han querido ver en este pasaje bíblico la utilización de armamento atómico hace miles de años por parte de alguna civilización extraterrestre. Por otro lado, ciertos estudios arqueológicos llevado a cabo en la zona, como el dirigido por W.F.Albright y P. Harland, muestran que el área quedó despoblada bruscamente en el siglo XXI a. C., no volviendo a ser habitada hasta cientos de años después.
Pero, ¿Cómo eran estos dioses venidos de los cielos? En Daniel 10: 4-6 se describe a uno de estos ángeles que pudo contemplar dicho profeta: “Y el día veinticuatro del mes primero estaba yo a la orilla del gran rio Hidekel. Y alcé mis ojos y miré, y he aquí un varón vestido de lino y ceñidos sus lomos de oro de Ufaz. Su cuerpo era como de berilio, y su rostro parecía un relámpago, y sus ojos como antorchas de fuego, y sus brazos y sus pies como de color de bronce bruñido, y el sonido de sus palabras como el estruendo de una multitud”. Que cada cual saque sus propias conclusiones…


YAHVÉ ERA UNA AERONAVE

Según el Éxodo, Dios avanzaba sobre el pueblo elegido, de día como “columna de nube” y de noche a modo de “columna de fuego”.

Pero si existe un libro perteneciente al Antiguo Testamento en el cual la presencia de objetos voladores es constante, ese es el Éxodo, que narra la huida de Egipto del pueblo hebreo y su búsqueda de la Tierra Prometida. El mismísimo Dios (Yahvé) eligió a Moisés para llevar a cabo tal cometido. Este mantenía permanente contacto con Dios, que avanzaba delante del pueblo elegido, abriendo el camino. Lo verdaderamente sorprendente es que, si analizamos lo narrado en el Éxodo con ojos de un habitante del mundo en pleno siglo XXI, no tendremos más remedio que llegar a la conclusión de que Yahvé en realidad era… ¡un objeto volador!

El primer encuentro de Moisés con Yahvé ya da que pensar. Según el Éxodo, el profeta se encontraba cuidando su rebaño, cuando ocurrió lo siguiente: “El ángel de Yahvé se le apareció en forma de llama de fuego, en medio de una zarza. Vio que la zarza estaba ardiendo, pero que la zarza no se consumía. Dijo pues Moisés: “Voy a ver este extraño caso; porque no se consume la zarza”. Cuando vio Yahvé que Moisés se acercaba para mirar, le llamó desde la zarza, diciendo: “Moisés, Moisés”. El respondió: “Aquí me tienes”. Le dijo: “No te acerques mas al lugar; quita las sandalias de tus pies, porque el lugar en el que estás es tierra sagrada” Y añadió: “Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”.


Luego, Yahvé le encarga la misión de liberar a los hebreos de la esclavitud. Moisés intenta evitar tal cometido, argumentando todo tipo de excusas, pero Dios le asegura que mostrará su poder ante la tribu hebrea y el faraón egipcio, de modo que este no tendrá más remedio que dejar marchar al pueblo elegido. Pero detengámonos brevemente en el pasaje anterior. Moisés se sorprende porque observa un fuego entre una zarza y esta no se consume. Obviamente , el profeta nada podía saber sobre la luz artificial, porque parece que de eso se trataba. O al menos así podemos interpretarla, analizada la escena a varios milenios vista.

Una vez que Moisés consigue sacar a su gente de Egipto, comienza un largo y penoso peregrinaje a través del desierto en pos de la Tierra Prometida, siempre bajo la protección de Yahvé, que es descrito en el Éxodo de un modo más que sorprendente: “E iba Yahvé al frente de ellos, de día en una columna de nube para guiarles en el camino y durante la noche en una columna de fuego para alumbrarlos, a fin de que pudiesen marchar de día y de noche. La columna de nube no se retiraba del pueblo durante el día ni la columna de fuego de noche”. A caso no es licito concluir que Yahvé era una aeronave que se mantenía a cierta altura, guiando al pueblo elegido tanto de día como de noche, pues emitía luz para que los caminantes pudiesen ver por dónde pisaban?

EL TRANSMISOR DEL ARCA DE LA ALIANZA

Ahora bien, todavía más explicito al respecto es el Libro de los Números, la cuarta obra contenida en el Antiguo Testamento. En la misma se narra la presencia de Yahvé sobre el Tabernáculo o Tienda del Testimonio cada tarde, «tomando aspecto de fuego hasta la mañana». El Tabernáculo era el santuario móvil construido con los hebreos, siguiendo las precisas instrucciones ofrecidas por Yahvé a Moisés. Dicho espacio sagrado, de forma rectangular, tenía treinta codos de largo (unos 13 metros) y 10 de ancho y de altura (unos 4 metros), y estaba dividido en dos salas. La primera, de veinte codos de largo, era conocida por el nombre de Lugar Santo. Allí se guardaban el candelabro de oro de siete brazos (Menorá), la mesa de los panes de la proposición u ofrenda y el altar en que quemaban los perfumes o inciensos. En otra estancia, el Sancta Sanctorum o Lugar Santísimo, se encontraba el Arca de la Alianza, que contenía las reliquias del Éxodo: las Tablas de la Ley y la vara de Aarón.

El Arca también constituía una especie de transmisor, mediante el cual Moisés se comunicaba con Yahvé, «que le hablaba desde encima del propiciatorio, puesto sobre el Arca del Testimonio, entre los querubines» (Números, 7:89). Tiempo habrá de volver sobre ese «mágico» artilugio, pero regresemos a la presencia de Yahvé sobre la Tienda del Testimonio.

ATERRIZAJE OVNI EN EL SINAÍ

En el Libro de los Números, capitulo IX y versículo 15, leemos: «El día en que se erigió el Tabernáculo, la Nube cubrió el Tabernáculo, la Tienda del Testimonio. Por la tarde se quedaba sobre el Tabernáculo, tomando aspecto de fuego hasta la mañana. Así sucedía permanentemente: La Nube lo cubría y por la noche tenia aspecto de fuego. Cuando se levantaba la Nube de encima de la tienda, los hijos de Israel levantaban el campamento, y en el lugar en el que se paraba la nube, acampaban los hijos de Israel. A la orden de Yahvé partían los hijos de Israel y a la orden de Yahvé acampaban. Quedaban acampados todos los días que la Nube estaba posada sobre el Tabernáculo. Si se detenía muchos días la Nube sobre el Tabernáculo, los hijos de Israel cumplían el ritual de culto a Yahvé y no partían…»

En el Éxodo –capitulo 19, versículo 9 y siguientes- se narra lo que a todas luces semeja el descenso de una aeronave sobre el monte Sinaí: «Dijo Yahvé a Moisés: Mira, voy a presentarme a ti en densa nube para que el pueblo me oiga hablar contigo y así te de crédito para siempre. (…) Ve a donde el pueblo y haz que se purifiquen hoy y mañana; que laven sus vestidos y estén preparados para el tercer día, porque el día tercero descenderá Yahvé a la vista de todo el pueblo sobre el monte Sinaí. Deslinda el contorno de la montaña y diles: Guardaos de subir al monte y aun de tocar sus laderas porque todo aquel que toque el monte morirá: pero nadie tocara al culpable, sino que este será lapidado o asaeteado; sea hombre o bestia no quedara con vida. Cuando resuene el cuerno, entonces subirán ellos al monte. (…)



Al tercer día, al rayar el alba, hubo truenos y relámpagos y una densa nube sobre el monte y un poderoso resonar de trompeta; y todo el pueblo que estaba en el campamento se echó a temblar. (…) Todo el monte Sinaí humeaba porque Yahvé había descendido sobre él en forma de fuego; subía humo como un horno y todo el monte temblaba con violencia. El sonar de la trompeta se hacía cada vez más fuerte; Moisés le hablaba y Yahvé le respondía con el trueno, Yahvé bajó al Sinaí, a la cumbre del Monte; llamó Yahvé a Moisés a la cumbre de la montaña y Moisés subió; dijo Yahvé a Moisés: “Baja y conjura al pueblo, que no traspase los lindes para ver a Yahvé, porque morirán muchos de ellos…»
Como dice el refrán: «A buen entender pocas palabras bastan». La escena del descenso de Yahvé en forma de fuego, al tiempo que ascendía humo del Sinaí, recuerda demasiado al aterrizaje de un objeto volador, cuya fuerza de propulsión o toberas provocarían una nube de polvareda. En cuanto al «sonar de trompeta» que iba aumentando de potencia a medida que Yahvé se posaba sobre la montaña, ¿de qué forma sino podrían describir los hombres de hace miles de años el ruido de motores?




Mención aparte merece la prohibición por parte de Yahvé para que nadie –excepto Moisés, el elegido, y su ayudante Josué- ascendiera o se acercase al Sinaí, pues perdería la vida. ¿Acaso la nave emitía alguna clase de radiación mortal de necesidad? Esta hipótesis se ve reforzada por la advertencia de que ninguna persona o animal debía acercarse al desdichado que se «contaminara» por aproximarse demasiado al Sinaí, pues también moriría. Dice Yahvé: «Pero nadie tocará al culpable, sino que este será lapidado o asaeteado (matado mediante el lanzamiento de saetas, un arma arrojadiza compuesta de una asta delgada con una punta afilada en uno de sus extremos). En otras palabras: que no se debía tocar al «contagiado» bajo ningún concepto, tal y como ocurre con aquellos individuos expuestos a altos niveles de radiación, que deben permanecer aislados para no contaminar a las personas a su alrededor.



OVNIS-TOP SECRET: ENTREVISTA A MIGUEL PEDRERO (Por David Parcerisa)


DENTRO DE UN NO IDENTIFICADO

Moisés penetró en la “gloria de Yahvé”, en realidad una luminosa nube voladora, donde permaneció cuarenta días.

Finalmente, Moisés y su fiel ayudante Josué ascendieron al monte, y el primero acabó penetrando dentro de la aeronave posada sobre la cima. El siguiente pasaje, perteneciente al capítulo 24 del Éxodo, no puede ser mas descriptivo: «La nube cubrió el monte. La Gloria de Yahvé descansó sobre el monte Sinaí y la Nube lo cubrió por seis días. Al séptimo día, llamó Yahvé a Moisés de en medio de la Nube. La Gloria de Yahvé aparecía a la vista de los hijos de Israel como fuego devorador sobre la cumbre del monte. Y permaneció Moisés en el monte cuarenta días y cuarenta noches»

¿Qué le ocurrió a Moisés dentro de la Nube-Gloria de Yahvé durante esos cuarenta días? El éxodo no es muy explicito, pero si deja claro que Moisés y Josué recibieron las Tablas de la Ley, «escritas por el dedo de Dios»; que Yahvé les mostró unos planos de cómo debían erigir la Tienda del Testimonio o Tabernáculo, donde debía guardarse, entre otras reliquias, el Arca de la Alianza; y que también fueron depositarios de todo un conjunto de normas y leyes de obligatorio cumplimiento para el pueblo elegido. Es más, el Éxodo dedica nada menos que quince capítulos a los acontecimientos en torno a la edificación del Tabernáculo y el Arca de la Alianza, ofreciendo detalles tan concretos como la ornamentación de la Tienda, las vestiduras de los sacerdotes, etc. Cuando después de cuarenta días en el interior de la aeronave, Moisés bajó del Sinaí con las Tablas de la Ley en sus manos, su cara se había vuelto radiante «por haber hablado con Yahvé. (…) Los hijos de Israel veían entonces que el rostro de Moisés irradiaba…» (Éxodo 34: 29)

¿UN REACTOR ATOMICO?

“Aquellos que se aproximaban demasiado al Arca, fallecían a causa de una rara dolencia, muy parecida a la temida lepra”.

La historia de la ufología está plagada de casos en los que los testigos que se aproximan demasiado a un OVNI, acaban sufriendo quemaduras en su piel. ¿Acaso el líder del pueblo elegido, a pesar de la protección que obligatoriamente recibió para evitar las radiaciones, sufrió alguna clase de quemaduras, aunque no demasiado graves?
Yahvé ofrece indicaciones más que precisas para la construcción de la reliquia más misteriosa de toda la cristiandad –cuyo paradero actual se desconoce-, incluidos sus materiales: Harás el Arca de madera de acacia que tenga de longitud dos codos y medio, codo y medio de anchura y codo y medio de altura. La revestirás de oro por dentro y por fuera, y encima labraras una cornisa de oro alrededor. La pondréis cuatro anillos, uno en cada ángulo del Arca. (…) Tendrán los querubines sus dos alas extendidas hacia arriba, cubriendo con ellas el propiciatorio, estando sus rostros uno frente al otro…» (Éxodo, 25:10)

El Antiguo Testamento describe el Arca como el único objeto sagrado dotado de energías sobrenaturales. De hecho, el capítulo 25 del Éxodo contiene no sólo las instrucciones concretas para construir el enigmático receptáculo, sino también para manipularlo. Nadab y Abiú, hijos del sumo sacerdote Aarón, penetraron en el Sancta Sanctorum del Tabernáculo, donde se guardaba el Arca, portando incensarios de metal, algo expresamente prohibido por Yahvé. De inmediato, partió de la reliquia una llamarada que «los devoró, dejándolos muertos». Tras este luctuoso episodio, Yahvé advierte a Moisés: “Di a tu hermano Aarón que no entre nunca en el santuario a la parte inferior del velo, delante del propiciatorio que está sobre el Arca, no sea que muera, pues yo me muestro en la nube del propiciatorio (Levítico, 16: 1-2)”.

El Arca desprendía luz en forma de chispazos, hasta el punto de que podía causar ceguera por la «ardiente energía celestial» que emitía. A aquellos que se aproximaran demasiado, la tocaban o la abrían, terminaban falleciendo a causa de una especie de «lepra» (¿Cómo por efecto de radiaciones?). Solo podían permanecer junto a la reliquia los sacerdotes, siempre protegidos por unos ropajes especiales, cuya composición había sido indicada por el mismísimo Yahvé. Estas vestimentas eran una especie de protectores aislantes, pues estaban constituidas por determinados metales.
De hecho, ciertos autores creen que dicho artilugio era una especie de reactor atómico, cuyos escapes en forma de vapor, en realidad eran gases que podían provocar la muerte. Recordemos el pasaje en el que Yahvé advierte de la peligrosidad de acercarse al propiciatorio, pues allí se muestra en forma de nube. Precisamente desde la cima de este propiciatorio hablaba Dios a Moisés, según leemos en Números, 7:89, de modo que mucho se ha especulado respecto a que el Arca contendría, entre otros aparatos, un radiotransmisor. Por tanto, los dos querubines del Arca serían unos sofisticados micrófonos.


ENCUENTRO EN LA TERCERA FASE

Son varios los profetas que no sólo fueron testigos del paso de objetos volantes –descritos habitualmente en el Antiguo Testamento como carros de fuego que se desplazaban por los aires-, sino que acabaron siendo «abducidos» por los mismos, penetrando en el interior de estas misteriosas aeronaves. Uno de los casos que más ha dado que hablar es el protagonizado por Ezequiel. En el Libro de Ezequiel leemos una detallada descripción del aparato volador que se presentó ante el profeta: «Y sucedió que en el año treinta, en el mes cuarto, a cinco del mes, estando yo en medio de los cautivos, junto al rio Kebar, se abrieron los cielos y contemplé visiones de parte de Dios. (…) Miré, y he aquí que venia del septentrión un viento impetuoso, una nube densa, y en torno a la cual resplandecía un remolino de fuego, que en medio brillaba como bronce en ignición». ¿No parece evidente que está describiendo el cuerpo central de un objeto metálico que emite luz?
Y continúa el Libro de Ezequiel: «En el centro de la nube había semejanza de cuatro seres vivientes, cuyo aspecto era este: tenían semejanza de hombre, pero cada uno tenía cuatro aspectos, y cada uno cuatro alas. Sus pies eran rectos. (…) Por debajo de las alas, a los cuatro lados, salían brazos de hombre; todos los cuatro tenían el mismo semblante y las mismas alas…». No hace falta darle demasiadas vueltas para concluir que Ezequiel se está refiriendo a las cuatro patas idénticas de un tren de aterrizaje, que se mueven al unísono, pues forman parte de la nave: «Cuando avanzaban, marchaban hacia los cuatro lados, y no se volvían al caminar».

Entonces truenan los motores de la nave, que el profeta explica del siguiente modo: «Oía el ruido de las alas como el ruido de rio caudaloso, como voz del Omnipotente, cuando marchaban, como estruendo de campamento; cuando se detenían, plegaban las alas». No hay lugar para la imaginación: la aeronave plegaba las alas cuando se detenía. Así de claro y rotundo.
«Y la voz hendió el firmamento que estaba sobre sus cabezas –continuamos leyendo en el Libro de Ezequiel- (…) En el firmamento que estaba sobre sus cabezas había una piedra de apariencia de zafiro a modo de trono, y sobre la semejanza del trono, en lo alto, una figura semejante a un hombre que se erguía sobre él. Y de lo que él aparecía, de la cintura arriba, era como el fulgor de un metal resplandeciente, y de cintura abajo, como el resplandor del fuego, y todo en derredor suyo resplandecía. Esta era la apariencia de la imagen de la gloria de Yahvé. A tal vista caí rostro en tierra, pero oí la voz de uno que me hablaba».



CONSTRUYEN EL OVNI DE EZEQUIEL

Parece evidente que Ezequiel describe la escotilla superior de la aeronave, donde asoma la figura del piloto o un pasajero, ataviado con una especie de traje refulgente, curiosamente tal como suelen ser descrito los tripulantes de los OVNIS por miles y miles de testigos que se han topado con ellos.
Joseph F. Blumrich, antiguo ingeniero jefe de la Oficina Técnica de Proyectos de la Nasa, quedó tan impactado tras leer el Libro de Ezequiel, que se impuso el reto de construir un diseño de la aeronave visitada por el profeta, basándose en las descripciones ofrecidas en dicha obra sagrada. Blumrich tuvo un papel destacado en la construcción del cohete espacial Saturno V y en la creación de numerosos artilugios empleados en diferentes naves de la agencia espacial estadounidense. De hecho, en 1972 fue condecorado por la NASA, en agradecimiento a los servicios prestado. Su obra, Las naves del espacio de Ezequiel, se convirtió en un éxito de ventas, pues en la misma muestra las características y forma del objeto volador observado por el profeta bíblico.

Otro texto que no necesita de interpretaciones es el ascenso del profeta Elías a una aeronave. En el Antiguo Testamento (2 Reyes, 2:11) leemos: «Y aconteció que, cuando quiso Jehová alcanzar a Elías en un torbellino al cielo, Elías venía con Eliseo de Gilgal. (…) Y aconteció que iban caminando y conversando cuando, de pronto, los separó un carro de fuego con caballos de fuego, y Elías subió al cielo en medio de un torbellino». Mucho más sorprendente es lo que semeja el viaje de Enoc –padre de Matusalén y bisabuelo de Noé- al espacio. En el Génesis 5:24 se dice: «Enoc anduvo con Dios, y desapareció porque Dios se lo llevó».

EL VIAJE ESPACIAL DE UN PROFETA

Sin embargo, es en el Libro de Enoc, que no es aceptado como canónico –inspirado por Dios- por la Iglesia Católica, pero que nada tiene que envidiar a otros sí admitidos, donde se ofrece una descripción bastante precisa de la referida «excusión espacial». En el mismo se puede leer: «Condujeronme a los cielos. Entré, hasta detenerme, frente a un muro, que parecía hecho de sillares de cristal y estaba rodeado por lenguas de fuego -¿la nave espacial?- (…) Atravesé las lenguas de fuego (…) y me vi ante un gran palacio hecho de cristal labrado. (…) Un océano de fuego rodeaba las paredes y las puertas también ardían de resplandor. 
El suelo era de fuego (…) y el techo de vivas llamaradas - ¿está describiendo la luz que desprendían las paredes, techos y suelos de la nave espacial? - Allí divisé un trono muy alto. Parecía como constelado de roció y relucía todo alrededor como el sol del mediodía. (…) En el trono estaba sentada la gran Majestad; sus ropas relucían más que el Sol y eran más blancas que la nieve pura - ¿se está refiriendo a uno de los tripulantes del artilugio volador, sentado en su cabina de mando? - Luego, la nave asciende y Enoc observa lo que sigue: «Vi el nacimiento de todas las aguas de la Tierra y el nacimiento de los abismos. (…) Vi los vientos que arrastran las nubes sobre la Tierra. (…)
Vi un lugar donde no existía la fortaleza del firmamento, ni la tierra firme abajo, ni el océano; era un lugar desierto y temeroso - ¿no es esta una gráfica descripción del espacio? - Allí vi siete estrellas como siete montañas terribles - ¿los planetas? - Cuando pregunté que era aquel lugar, el ángel me dijo: “Este es el confín donde terminan el cielo y la tierra”. Y pasé adelante hasta llegar a un lugar donde no había nada. Y había en él un fuego que llameaba, inextinguible - ¿el Sol? -, y aparecía cortado por los abismos sin fondo, en donde se precipitaban grandes columnas de llamas».


JESÚS, UN ENVIADO DE «OTRO MUNDO»

¿un mesías protegido por una civilización extraterrestre?

Y al sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre que se llamaba José, de los descendientes de David; y el nombre de la virgen era María. Y entrando el ángel, le dijo: «¡Alégrate, llena de gracia! El Señor está contigo». (Lucas 1:26-28). El ángel informa a María de que concebirá al «elegido» por obra del Espíritu Santo, hecho que turba a su esposo, quien se plantea la posibilidad de repudiar a su prometida en secreto, para no ponerla en evidencia delante de sus vecinos. Pero Dios le hace conocer sus designios mediante un sueño: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María, tu mujer, porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dara a luz un hijo, y tú le pondrás el nombre de Jesús, porque el salvara al pueblo de sus pecados.» (Mateo 1:20-21)

LA AERONAVE DE CRISTO

Mucho se ha escrito sobre la milagrosa concepción de Jesús, sobre todo a partir de los años 70 del pasado siglo, cuando un buen puñado de autores, como J.J.Benitez, Salvador Freixedo o el desaparecido Andreas Faber-Kaiser –todos ellos estudiosos del fenómeno OVNI-, plantearon la «fantástica» posibilidad de que los genes del Mesías fueran implantados en el seno de María mediante un proceso de inseminación artificial. De hecho, según informan ciertos Evangelios apócrifos –que la Iglesia Católica considera no inspirados por Dios, en base a razones más relacionadas con la fe que con la razón-, María también había sido concebida de un modo milagroso (ver recuadro).
Ahora bien, no caben dudas de que las «nubes» y objetos voladores resplandecientes, tan recurrentes en el Antiguo Testamento, también hicieron acto de presencia en torno a la vida de Jesús de Nazaret. Es conocido que, cuando nace, una estrella guía a una serie de magos –se cree que eran unos sabios procedentes de Babilonia- hasta el lugar de su venida al mundo. Si interpretamos los Evangelios textualmente, no hay lugar para demasiadas especulaciones.

El bautismo de Jesús, pintura de 1710 que se muestra a un OVNI sobre el Mesías
Si en el Antiguo Testamento la presencia de objetos voladores es más que evidente, la vida de Jesús de Nazaret, sin duda el personaje más influyente de todos los tiempos, tampoco está exenta de ésta y otras enigmáticas circunstancias. Son legión los autores que en los últimos tiempos, a tenor de las evidencias aportadas por los Evangelios canónicos y apócrifos, defienden que el Mesías era en realidad el «enviado» de una civilización extraterrestre, cuyo cometido era cambiar el destino de la humanidad sumida en la violencia y la maldad…

En el Evangelio de san Mateo leemos: «En tiempos del rey Herodes, unos magos que venían del Oriente se presentaron en Jerusalén diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle. (…) Entonces, Herodes llamó aparte a los magos y, por sus datos, precisó el tiempo de la aparición de la estrella. (…) Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría».


EL OVNI DE LA TRANSFIGURACION

Muchas hipótesis se han planteado a lo largo de la historia para ofrecer una respuesta al enigma de la “estrella de Belén”: desde un meteorito a una supernova, pasando por una conjunción planetaria. Pero los Evangelios son tozudos: la citada «estrella» guiaba el camino de los magos, «hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño». Otro pasaje del Nuevo Testamento, incluso más enigmático, es el de la Transfiguración de Jesús. El citado J.J.Benitez llega a relacionar dicha escena con un encuentro cercano de OVNIs. En el Evangelio de san Lucas leemos que tomó Jesús a Pedro, Juan y Santiago, y ascendieron a un monte a rezar. Entonces, sucedió lo que sigue: «Mientras oraba (Jesús), el aspecto de su rostro se mudó, y sus vestidos eran de una blancura fulgurante, y he aquí que conversaban con él dos hombres, que eran Moisés y Elías. (…) Pedro y sus compañeros estaban cargados de sueño, pero permanecieron despiertos, y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Y sucedió que, al separarse ellos de él, dijo Pedro a Jesús: “Maestro, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”, sin saber lo que decía. Estaba diciendo estas cosas, cuando se formó una nube y los cubrió con su sombra; y al entrar en la nube, se llenaron de temor. Y vino una voz desde la nube que decía: “Este es mi Hijo, mi Elegido, escuchadle”».

De nuevo, un ingenio volador que «los cubrió con su sombra» y «emitió» un mensaje. Lo que no queda claro es si escucharon a la «nube» desde tierra o bien accedieron al interior de la misma, aunque parece más acertada la segunda opción, pues Lucas apunta que «al entrar en la nube, se llenaron de temor». Mención aparte merecen la radiante blancura de las vestimentas y el rostro del Mesías - ¿quizá a causa de la luz que emitía la aeronave?- y la aparición de los profetas Moisés y Elías. Este último, según el Antiguo Testamento, desapareció de la Tierra cuando fue llevado a los cielos por un «carro de fuego»


ASTRONAUTAS JUNTO AL SEPULCRO

En el Evangelio de san Mateo nos topamos con otro desconcertante pasaje, relacionado con uno de los dogmas más importantes del cristianismo: la Resurrección de Jesús. «Pasado el sábado, al alborear del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María, fueron a ver el sepulcro. De pronto, se produjo un gran terremoto, pues el ángel del Señor bajó del cielo, corrió la piedra y se sentó encima. Su aspecto era como un rayo y su vestido blanco como la nieve. (…). El emisario dijo a las mujeres: “No tengáis miedo vosotras; ya sé que buscáis a Jesús, el crucificado. No está aquí, ha resucitado”» (Mateo 28:2-6).

San Lucas directamente se refiere a los hombres, no ángeles: «Entraron (las dos Marías), pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Estaban perplejas por esto, cuando se les presentaron dos hombres con vestiduras resplandecientes» (Lucas 24: 1-6). En las anteriores citas, extraídas de dos Evangelios aceptados por la Iglesia, se narra la intervención de «hombres» ataviados con ropajes resplandecientes. Seguro que muchos ufólogos de nuestros días no dudarían en identificar a estos seres con los humanoides que suelen presentarse junto a los OVNIs, y que han sido contemplados por miles de testigos en todos los rincones del planeta.

En el apócrifo Evangelio de Pedro leemos una interesante versión de la Resurrección de Jesús, que «humaniza» todavía más a los dos ángeles que aparecieron junto al sepulcro del Mesías. Todo indica que no eran seres evanescentes, sino tan materiales como cualquiera de nosotros. Veamos lo que nos dice el Evangelio de Pedro: «Empero, en la noche tras la cual se abre el domingo, mientras los soldados en facción montaban dos a dos guardia, una gran voz se hizo oír en las alturas. Y vieron los cielos abiertos, y dos hombres resplandecientes de luz se aproximaban al sepulcro.
Y la enorme piedra que se había colocado en la puerta, se movió por sí misma, poniéndose a un lado, y el sepulcro se abrió. Y los dos hombres penetraron en él. Y, no bien hubieran visto esto, los soldados despertaron al centurión y a los ancianos, porque ellos también hacían guardia. Y apenas los soldados refirieron lo que habían presenciado, de nuevo vieron salir de la tumba a tres hombres, y a dos de ellos sostener a uno…». Extraña resurrección esta. Más bien semeja que los «enviados» se llevaron a cuestas el cuerpo sin vida de Jesús.


ASCENSIÓN A UN «SOL VOLADOR»

«Jesús se elevó hacia un llamativo objeto luminoso que se desplazaba por los aires, ante la turbación de sus discípulos»

Uno de los hechos más transcendentes del dogma cristiano –junto al de la Resurrección- es el de la Ascensión a los cielos de Jesús, al igual que les había sucedido miles de años atrás a los profetas Elías y Enoc, según narra el Antiguo Testamento. Los Evangelios reconocidos por la Iglesia no son muy explícitos al respecto: «Mientras los bendecía (a los Apóstoles), se separó de ellos y fue llevado al cielo» (Lucas); o «así pues, el Señor Jesús, después de haberles hablado, fue llevado al cielo» (Marcos).

Son como de costumbre, los Evangelios apócrifos los que aportan mayor exactitud: «Y mientras hablaban así, Jesús estaba sentado un poco aparte. (…) El Sol, alzándose en su carrera ordinaria, emitió una luz incomparable. (…) Y vino sobre Jesús y lo rodeó completamente. Y estaba algo alejado de sus discípulos y brillaban de un modo sin igual. Y los discípulos no veían a Jesús, porque los cegaba la luz que los envolvía. Y no sólo veían los haces de luz. Y éstos no eran iguales entre sí, y la luz no era igual, y se dirigía en varios sentidos de abajo hacia arriba, y el resplandor de esta luz alcanzaba de la tierra a los cielos. Y los discípulos, viendo aquella luz, sintieron gran turbación y gran espanto. Y ocurrió que un gran resplandor luminoso llegó sobre Jesús y lo envolvió lentamente. Y Jesús se elevó en el espacio, y los discípulos miraron hasta que subió al cielo, y todos quedaron silenciosos» (Evangelio de Valentino 1: 14-28).

Un «sol» que lanzaba luces hacia Jesús y sus discípulos, «alzándose en su carrera ordinaria» -es decir, deslizándose sobre los cielos-, y que finalmente envolvió con un resplandor al Maestro, «que se elevó en el espacio» -hacia el «sol volador»-, y desapareció en lo alto… Da que pensar. Quizá, como apunta mi admirado J.J.Benitez, en su libro El Enviado (Planeta, 1979), «Jesús de Nazaret fue “ayudado”, o “acompañado” o “asistido” de alguna manera por todo un “equipo” de seres que hoy podríamos etiquetar como “astronautas”. (…) Seres en un avanzadísimo estado evolutivo –tanto espiritual como tecnológico- y que pueden poblar muchos de los miles de millones de galaxias que forman los distintos universos, pudieron “colaborar” en ese formidable “plan” de la redención de la humanidad».




INTELIGENCIAS DE OTRAS DIMENSIONES, por Miguel Pedrero



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