Los
extraterrestres en la Biblia – Enoc y los viajes espacio-temporales (Segunda
Parte)
Leyendo en detalle, se trataba de un lavado de
cerebro colectivo, tal vez con la finalidad de convertir a los seres humanos en
sirvientes fieles de una de las muchas civilizaciones extraterrestres que han
llegado a la Tierra durante todos los tiempos; muchas de ellas con oscuros
propósitos y muy posiblemente, el profeta antediluviano Enoc, lidió
con una civilización procedente de Orión que huyó tal vez por las guerras desencadenadas
en Vega
y Lyra
entre humanos pleyadianos y razas reptilianas que se disputaban un mismo
espacio vital; información que deduzco de aquello que le explicó Semjase
(mujer pleyadiana) al contactado suizo Eduard Billy Meier.
Representación artística de Semjase, mujer pleyadiana que contactó con Billy Meier. |
Por otro lado, algunos investigadores como Salvador
Freixedo nos hablan de razas extraterrestres que se alimentan del
psiquismo humano. En su libro La granja humana, Salvador
Freixedo entre otras cosas, dice lo siguiente:
…En el orden
de las ideas trascendentes, los hombres creemos lo que ellos nos han hecho creer
—y éste es el origen y la esencia de todas las religiones— y en cuanto a
nuestros conocimientos de la Naturaleza, sabemos lo que ellos nos han dejado
saber.
…En la
actualidad, las cosas han cambiado radicalmente en este particular. La raza
humana se ha liberado de muchos tabúes que los «dioses» le habían hecho creer
—precisamente para que no avanzase— y desentraña por sí misma los secretos de
la materia y de la Naturaleza.
…Una
circunstancia importante, que hay que tener en cuenta en esta tesis, es que
estos misteriosos seres que nos dominan desde las sombras no son buenos ni
malos de por sí: simplemente nos usan, al igual que nosotros usamos a los
animales.
…Ciertas
especies de «dioses» dan la impresión de ser benévolos para los humanos o por
lo menos para algunos individuos, mientras que otros actúan de una manera muy
negativa o, cuando menos, peligrosa e ilógica.
…Y como no
quiero repetir lo ya escrito, únicamente dejaré claro, por considerarlo de gran
importancia para la recta concepción de esta nueva manera de entender el mundo,
que no todos estos seres son iguales. La diversidad entre ellos es enorme y
mucho mayor de la que se da entre los humanos. Si entre éstos nos encontramos
con blancos y negros, altos y bajos, europeos y asiáticos, varones y hembras, etc.,
etc., entre los «dioses» las variedades son muchísimo mayores, ya que nuestras
diferencias sólo atañen a cualidades externas y no esenciales —puesto que todos
somos seres humanos pertenecientes a la misma especie—, mientras que las de ellos
se extienden a la esencia misma de sus «personas». Muchos de ellos son
radicalmente diferentes entre sí y lo único que tienen en común es el ser
inteligentes, aunque en esto mismo tenemos que decir que muchos aspectos de su
inteligencia se escapan a nuestra comprensión.
Retomando la figura del profeta Enoc
y su longevidad, si buscamos una explicación a este hecho, podríamos encontrarla
en los viajes espacio-temporales una vez
se alcanza la velocidad de la luz, donde el tiempo se detiene tal como se
postula en la Teoría de la Relatividad de
Albert Einstein. Intuyo que los
extraterrestres habrían utilizado esa dilatación espacio-temporal para asegurar
durante distintas generaciones la presencia de Enoc en la Tierra
y dar una continuidad reafirmando sus ideas sobre los seres humanos: “Adorar
a Yahvé como Señor de los Cielos”. Solamente quedaría la incógnita de
porque, una vez cumplida la misión, decidieron “hacer desaparecer a Enoc”,
quizás como premio por sus servicios…
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A continuación, he traído un artículo escrito por
el investigador David Parcevisa en la revista digital Año Cero.
FUENTE: http://www.xn--revistaaocero-pkb.com/secciones/ovnis-vida-extraterrestre/vigilantes-humanidad
LOS VIGILANTES DE LA HUMANIDAD
El profeta Enoc está considerado uno
de los primeros contactados de la historia. Mantuvo comunicación y recibió
instrucciones de unas deidades que mostraban un increíble desarrollo
tecnológico, y sus aventuras quedaron plasmadas en cuatro libros que incluso
relatan su viaje interestelar en una de las naves de dichas «entidades
celestiales». Estos Vigilantes actuaban como auténticos custodios de la
humanidad, manipulando a nuestros antepasados. Sin embargo, algunos de ellos se
rebelaron contra sus jefes, poniéndose de parte de los seres humanos… Por David
Parcerisa
A BORDO DE UNA NAVE INTERESTELAR
Si hacemos caso a la Biblia, Enoc
vivió hace 12.000 años en la época en que los Vigilantes o Custodios
del Señor descendieron a la Tierra para mantener
relaciones lujuriosas con las hijas de los hombres. «En los días de Yared,
mi padre, (los ángeles) transgredieron la palabra del Señor. He
aquí que pecaron, transgredieron la ley del Señor, la cambiaron para ir
con mujeres y pecar con ellas…» (Enoc 106: 13-16).
En sus textos, Enoc no se refiere a Dios
como Yahvé sino como el Señor, y designa a los
ángeles como sus Custodios o Vigilantes. La
descripción que realiza el profeta de su ascenso a los cielos constituye uno de
los relatos más ricos y reveladores que existen en el mundo antiguo, puesto que
ofrece interesantes detalles sobre la naturaleza de esas entidades «celestiales».
El relato reúne casi todos los ingredientes
característicos de un moderno episodio de abducción extraterrestre,
aportando elementos absolutamente asombrosos para cualquier lector mínimamente
avezado. Enoc se encontraba durmiendo en su cama cuando recibió
la visita de dos seres a los que describió como «hombres enormes»,
quienes le llamaron por su nombre y le pidieron que les acompañara para
ascender a los cielos.
«He ahí que se me aparecieron dos hombres
tremendamente altos –leemos en el Libro de Enoc–,
tanto así que no había visto nada semejante en la Tierra. Sus rostros
brillaban como el Sol, sus ojos también eran como luz ardiente y de sus labios
salía fuego surgiendo con la ropa y el canto de diversos tipos en apariencia
púrpura; sus alas brillaban más que el oro, sus manos más blancas que la
nieve».
Los ángeles le ordenaron a Enoc que
antes de partir dejara una nota dirigida a sus hijos –Matusalén, Regim
y Gaidad– para que no lo buscaran por ningún lugar y esperasen
pacientemente a que el Señor lo trajera de regreso. Enoc narra que dos ángeles
lo hicieron subir al carro del espíritu, experiencia que describe como «estar
a bordo de un palacio capaz de surcar los cielos», y luego dicho «carro»
lo transporta a otro lugar mucho más majestuoso, al que el profeta denomina «el
Cielo de los Cielos». Mi interpretación es que una aeronave lo desplazó
a otra de mayor envergadura, en cuyo interior la luz emanaba de todas partes.
«Él trasladó mi espíritu dentro del Cielo de los Cielos –escribe Enoc–,
y vi que allí había una edificación de cristal, y entre esos cristales, lenguas
de fuego vivo. Mi espíritu vio un círculo que rodeaba de fuego esta edificación
y en sus cuatro esquinas había fuentes de fuego vivo». Nuestro protagonista
deja claro que un círculo de fuego envuelve toda la edificación. ¿Está acaso
refiriéndose a un poderoso campo magnético que envuelve la nave nodriza?
El Libro de Enoc acabó siendo excluido de la
compilación bíblica, ya que los jerarcas de la Iglesia católica sentenciaron
que su libro no había sido revelado por Dios. Solo la Iglesia Abisinia, en
Etiopía, lo incluyó en su Antiguo Testamento
UN VIAJE POR EL COSMOS
Cuando Enoc entró en aquel complejo
acristalado, describió un suelo transparente que reflejaba estrellas y cuerpos
celestes. La inmensidad del cosmos se movía bajo sus pies, mientras la aeronave
se desplazaba alejándose de la Tierra. Nuestro protagonista se refiere a «un
primer cielo, un segundo cielo, un tercer cielo…», y así sucesivamente.
Precisamente tal y como un astronauta describiría las diferentes capas
ascendentes de la atmósfera hasta alcanzar el espacio.
«Yo vi un fuego ardiente –continúa Enoc
relatando–, y más allá de esas montañas está una región donde termina la
gran Tierra, y ahí culminan los cielos. Luego me fue mostrado un profundo
abismo entre columnas de fuego celeste, y vi en él columnas de fuego que
descendían al fondo y cuya altura y profundidad eran inconmensurables; y más
allá de este abismo vi un sitio sobre el
cual no se extendía el firmamento, bajo el cual no había tampoco cimientos de
la tierra; sobre el que no había ni agua ni pájaros, sino que era un lugar
desierto y terrible. Allí vi siete estrellas parecidas a grandes montañas, que
ardían, y cuando pregunté sobre esto, el ángel me dijo: ‘Este sitio es el final
del cielo y de la Tierra; ha llegado a ser la prisión de las estrellas y de los
poderes del cielo’».
Enoc penetró en estancias plagadas de
árboles frutales y manantiales que daban miel, vino, leche y aceite,
maravillándose ante lo que contemplaban sus ojos. Pero más sorprendente es que
en su interior vio a unos doscientos ángeles. Uno de ellos le reveló que aquel
lugar estaba reservado para los justos y los que servían al Señor.
Sin embargo, el profeta no tardó en pasar del júbilo al terror, puesto que
acabó entrando en «salas infernales» donde observó a ángeles
sometidos a crueles torturas. Así describe la escena el Libro de Enoc:
«Desde allí pasé a otro lugar más terrible que el anterior y vi algo
horrible: había allá un gran fuego ardiendo y flameando, y el lugar tenía
grietas hasta el abismo, llenas de columnas descendentes de fuego, pero no pude
ver ni sus dimensiones ni su magnitud ni haría conjeturas… …Entonces dije: “¡Qué
espantoso y terrible es mirar este lugar!”.
Contestándome, Uriel, el Vigilante
y el Santo, que estaba conmigo, me dijo: “Enoc, ¿por qué estás
tan atemorizado y espantado?”. Le respondí: “Es por este lugar terrible
y por el espectáculo del sufrimiento”. Y él me dijo: “Este sitio es la
prisión de los ángeles y aquí estarán prisioneros por siempre”».
CONOCIMIENTOS SECRETOS
Enoc preguntó qué habían hecho para
merecer ese castigo; la respuesta fue desobedecer las órdenes del Señor
por haber revelado secretos al hombre: «Estos son los Vigilantes que
descendieron sobre la Tierra y le revelaron a los humanos lo que era secreto y
los indujeron a pecar». Luego, los Vigilantes le confiesan el
nombre de algunos de esos ángeles rebeldes: «El nombre del cuarto es Panamu’el;
éste mostró a los hijos de los hombres lo amargo y lo dulce y les reveló todos
los secretos de su sabiduría: les enseñó a los humanos a escribir con tinta y
papiros y son muchos los que se han descarriado a causa de ello, desde el
comienzo hasta este día. Porque los hombres no han sido traídos al mundo con el
propósito de afianzar su creencia en la tinta y el papel» (1-Enoc:
8-10).
En este pasaje encontramos una revelación
importante: en contra de la opinión generalizada, los ángeles no son castigados
por aparearse con las mujeres terrestres, sino por revelarles conocimientos y
secretos divinos solo accesibles a los dioses, lo cual significa que no todas
estas entidades mantienen la misma actitud hacia el hombre. Ahora bien, parece
claro que alguna clase de deidad superior había dado órdenes expresas a los Vigilantes
para que no transmitieran ninguna clase de saber al ser humano, con el fin de
mantenerlo esclavizado bajo su tiranía. Sin embargo, algunos de estos ángeles
acabaron contraviniendo dicho mandato, revelando a los terrestres la «ciencia
secreta».
Enoc se muestra incapaz de asimilar
tantas y tan intensas visiones, y sufre un shock desplomándose exhausto.
Entonces aparece el arcángel Gabriel, que le ayuda a incorporarse
y le conduce ante la presencia del Señor, con quien mantiene un largo diálogo: «Y
el Señor me convocó y me dijo: “Enoc, siéntate a mi derecha con Gabriel”. Y yo
me incliné en reverencia ante el Señor, y el Señor me dijo: “Amado Enoc, todo
lo que ves, todas las cosas que están de pie, te digo, incluso antes del
principio, todo lo he creado desde el no-ser, y las cosas visibles de lo
invisible. Escucha Enoc estas mis palabras, ni a mis ángeles les he contado mi
secreto, ni les he contado su origen, ni mi dimensión infinita, ni han
entendido ellos mi creación, la cual te cuento a ti hoy”» (2-Enoc 24: 1-3).
El Señor prohíbe el conocimiento para
los seres humanos y castiga a aquellos de los suyos que lo revelan, sin embargo
encomienda a sus ángeles que instruyan a Enoc en la escritura y
las ciencias celestes. Por lo tanto, ese Dios que no quiere
transmitir su sabiduría a los mortales, enseña a Enoc aquellas
destrezas que le interesan, movido por unos propósitos que en la actualidad
podríamos definir como ingeniería social o control de las masas.
TECNOLOGÍA PARA VER EL FUTURO
Enoc aprende a escribir, y el Señor
le pide que muestre al mundo lo que ha visto y lo que se le ha dictado: «Y
dijo el señor: “Desciende a la Tierra y dile a tus hijos todo lo que yo
te he dicho, y todo lo que tú has visto. Entrégale a ellos los libros
manuscritos, y ellos los leerán y me conocerán como el creador de todas las
cosas, y ellos entenderán que no hay más Dios que yo”» (2-Enoc
33: 2-9). En ese instante, el Todopoderoso le dice a Enoc
que va a llevarlo de vuelta a la Tierra. Tendrá un plazo de 30
días para dar a conocer el mensaje de Dios mediante sus escritos.
Pasado ese tiempo, el Señor nuevamente «arrebatará» al profeta a
los cielos, esta vez para no regresar jamás.
Cuando Enoc vuelve a nuestro mundo,
compila todo lo aprendido y se convierte en un patriarca del saber: «Este
fue el primero del género humano nacido sobre la Tierra que aprendió la
escritura, la doctrina y la sabiduría, y escribió en un libro las señales del
cielo, según el orden de sus meses, para que conocieran los hombres las
estaciones de los años, según su orden, por sus meses. Él fue el primero que
escribió una revelación y dio testimonio al género humano en la estirpe
terrenal».
Enoc incluso cita el nombre del ángel
que le instruye: «Porque los signos, los tiempos, los años y los días me los
mostró Uriel, el Vigilante, a quien el Señor de Gloria ha
encargado de todas las luminarias del cielo y en el mundo, para que reinen
sobre la faz del cielo, sean vistas desde la Tierra y sean las
guías del día y de la noche, así el Sol, la Luna, las estrellas y todas
las criaturas auxiliares que recorren sus órbitas en los carros del cielo»
(1-Enoc: 75: 3).
«La visión del Santo de los cielos me fue
revelada y oí todas las palabras de los Vigilantes y de los Santos –leemos en
el Libro de Enoc–, y porque las escuché, he aprendido todo de ellos y he
comprendido que no hablaré para esta generación, sino para una lejana que está
por venir».
Conforme pasaban los días, un ángel instruía a Enoc
sobre el modo de transcribir toda la información que fluía a través de
una Tablilla Celestial, un artefacto tecnológico con un poder
asombroso, pues era capaz de calcular eventos futuros. ¿Se trataba acaso de una
computadora cuántica capaz de pronosticar líneas espacio temporales de
probabilidades futuras?
GUERRAS ENTRE DIOSES
Enoc dejó escrito aquello que el
ángel le transmitía: «Me dijo: “Mira Enoc estas tablillas celestiales, lee
lo que está escrito allí y señala cada dato”. Miré las tablillas celestiales y
leí todo lo que estaba escrito y lo comprendí todo; leí el libro de todas las
acciones de la humanidad y de todos los hijos de la carne que están sobre la
Tierra, hasta las generaciones remotas» (1-Enoc 81: 1-2).
El «elegido de los cielos» confió
todos los documentos a su hijo Matusalén: «Preserva hijo mío, Matusalén,
el libro de la mano de tu padre y entrégalo a las generaciones del mundo. Te he
dado sabiduría a ti y a tus hijos para que ellos la entreguen a sus hijos por
generaciones, sabiduría que está por encima de sus pensamientos» (1-Enoc
82: 1).
Los textos sumerios ya describen estas «tablillas
mágicas» como unos codiciados objetos de poder, puesto que aquellos
ángeles o dioses que se hicieran con ellas, tendrían la capacidad de gobernar
el mundo. En un relato llamado El Mito de Zu leemos como uno de
los súbditos del poderoso Enlil, un Anunnaki
–deidad sumeria y acadia– llamado Pazuzu o Zu, que
significa «Aquel que Sabe», consigue robar las Tablillas
Celestiales y pone en jaque a todo el Consejo Anunnaki,
desatándose una guerra sin tregua. Cuando Zu se hace con las
tablillas, se cree con la capacidad de hacer cualquier cosa: «Tomaré la
Celestial Tablilla de los Destinos, gobernaré los decretos de los dioses,
estableceré mi trono, seré el amo de los decretos celestiales, comandaré a los Igigi
–dioses menores de la tradición sumeria– en su espacio».
Mediante las Tablillas Celestiales, Enoc
puede experimentar visiones de sucesos que acontecerían cientos y miles de años
en el futuro. En sus textos llegó a vaticinar la construcción de la Torre
de Babel, el ascenso al cielo del profeta Elías en un
carro de fuego, e incluso el Gran Diluvio Universal que se
cerniría sobre la Tierra 1.000 años después. Cuando hubieron transcurrido esos
treinta días, Enoc se preparó para partir y 2.000 individuos se
reunieron para despedirlo: «Cuando Enoc había hablado con las
personas, el Señor envió oscuridad sobre la superficie de la Tierra,
y había oscuridad, y ésta cubrió a aquellos hombres que estaban de pie junto a Enoc,
y ellos tomaron a Enoc y lo llevaron hacia el Cielo, donde se
encuentra el Señor; y él lo recibió y lo colocó delante de su rostro, y
la oscuridad se disipó de la Tierra, y la luz regresó» (2-Enoc
67: 1).
ÁNGELES REBELDES
Como guinda final, y siempre siguiendo las
instrucciones del Señor, en el lugar donde Enoc
había sido arrebatado hacia lo alto se rindieron varios sacrificios de animales:
«Matusalén y sus hermanos, y todos los hijos de Enoc, se
dieron prisa y erigieron un altar en el sitio llamado Achuzan, desde
donde Enoc fue tomado hacia el cielo. Y ellos sacrificaron bueyes y
convocaron a todas las personas, y compartieron el sacrificio delante
del rostro del Señor» (2-Enoc 68: 6-7).
La más reveladora profecía de Enoc,
la referida a un diluvio sobre la Tierra, llegaría después de
tres generaciones más de su estirpe. Sin embargo, un problema latente dentro de
la jerarquía de Yahvé seguía haciendo estragos: sus ángeles
descendían a la Tierra para copular con las terrestres, cegados por su
belleza y deseos de procrear. Los secretos de la gran deidad peligraban día
a día, pues estos Vigilantes revelaban a las esposas que habían
tomado unos conocimientos prohibidos que podrían elevar a los hombres a la
categoría de dioses. Y eso era algo que Enlil-Yahvé no podía
permitir. Sólo a través de una solución drástica solventaría el conflicto. Una
solución que acabaría con la vida de la especie humana sobre la Tierra…
En el Libro 1 de Enoc leemos que un total
de 200 ángeles se rebelaron. Incluso se citan los nombres de estos Vigilantes
que tomaron por esposas a las terrestres: «Vayamos y escojamos mujeres de
entre las hijas de los hombres y engendremos hijos». Pero Shemihaza,
que era su jefe, les dijo: «Temo que no queráis cumplir con esta acción y
sea yo el único responsable de un gran pecado».
Ellos le respondieron: «Hagamos todos un
juramento y comprometámonos todos bajo un anatema a no retroceder en este
proyecto hasta ejecutarlo realmente». Entonces, los doscientos juraron
unidos bajo anatema, y todos ellos descendieron sobre la cima de un monte que
llamaron Hermón. «Estos son los nombres de sus jefes:
Shemihaza, quien era el principal, y en orden con relación a él, Ar’taqof,
Rama’el, Kokab’el, –‘el, Ra’ma’el, Dani’el, Zeq’el, Baraq’el, ‘Asa’el, Harmoni,
Matra’el, ‘Anan’el, Sato’el, Shamsi’el, Sahari’el, Tumi’el, Turi’el, Yomi’el, y
Yehadi’el. Estos son los jefes de decena» (1-Enoc 6: 1-8).
De la unión entre estos ángeles y las mujeres
nacieron gigantes, los llamados Nefilim, que en hebreo significa «caídos»
o «derribados».
En traducciones griegas se le da el significado de gigantes, al igual que en
arameo. Sin embargo, ciertos eruditos defienden que Nefilim procede del término
arameo NEPHILA, que significa «Aquellos que son de Orión», ya que
en arameo Orión es Nephila. ¿Acaso procedían los Anunnaki
de la Constelación de Orión tal y como propone el investigador Robert
Bauval, quien defiende la teoría de que las pirámides egipcias están
alineadas siguiendo dicha constelación?
CUANDO LOS NEFILIM DOMINARON LA TIERRA
El caso es
que en varias excavaciones en Oriente
Medio han sido encontrados diversos esqueletos de grandes dimensiones, lo
cual significa que estos gigantes realmente existieron, aunque no
necesariamente tendrían que ser los restos de los Nefilim, sino más bien de seres humanos con reminiscencias
genéticas de estos seres. Los Nefilim y Anunnaki medían entre
tres y seis metros, de modo que el hallazgo de un esqueleto de estas
características supondría un antes y un después en la forma de concebir la
historia humana. Volviendo al relato que nos ocupa, o que más enfureció a Yahvé
fue que los ángeles revelaran secretos a sus esposas terrestres: «Shemihaza enseñó encantamientos y a cortar
raíces; Hermoni a romper hechizos,
brujería, magia y habilidades afines; Baraq’el
los signos de los rayos; Kokab’el los
presagios de las estrellas; Zeq’el
los de los relámpagos; –‘el enseñó
los significados; Ar’taqof enseñó las
señales de la Tierra; Shamsi’el los presagios del Sol; y Sahari’el los de la Luna,
y todos comenzaron a revelar secretos a sus esposas» (1-Enoc 8: 3).
Restos de gigantes 1 |
Restos de gigantes 2 |
Restos de gigantes 3 |
Restos de gigantes 4 |
CASTIGO ETERNO PARA LOS INSURRECTOS
Enoc es claramente víctima de un «lavado
de cerebro», puesto que no se le permite dudar lo más mínimo de que la Ley
del Señor es incuestionable. Cualquier oposición a la misma significa
la muerte. Sólo la sumisión y la ferviente fidelidad constituye el único camino
de la salvación. Así expresa Enoc la táctica amenazante de su Dios
para con los hombres y los ángeles pecadores: «El Dios eterno andará sobre
la Tierra, sobre el monte Sinaí aparecerá con su gran ejército y
surgirá en la fuerza de su poder desde lo alto de los cielos. Y todos los Vigilantes temblarán y serán castigados
en lugares secretos, y todas las extremidades de la Tierra se resquebrajarán, y el temor y un gran temblor se
apoderarán de ellos hasta los confines de la Tierra. Las altas montañas se
resquebrajarán y derrumbarán, y las colinas se rebajarán y fundirán como la
cera ante la llama. Y la Tierra se
dividirá y todo lo que está sobre la Tierra
perecerá y habrá un juicio sobre todos».
Sin duda, toda una apología de terror y amenaza al
servicio de un falso Dios que se proclama único y todopoderoso. Para capturar a
esos doscientos ángeles rebeldes, Yahvé disponía de siete
lugartenientes, de entre los cuales destacaban cuatro: Miguel, Sariel, Rafael y Gabriel.
El Señor
les encomendó que castigaran duramente a los ángeles caídos, pero especialmente
interesante resulta la orden que transmitió al arcángel Miguel: «Y a Miguel
le dijo el Señor: “Ve y anuncia a Shemihaza y a todos sus cómplices que se
unieron con mujeres y se contaminaron con ellas en su impureza, ¡que sus hijos
perecerán y ellos verán la destrucción de sus queridos! Encadénalos durante
setenta generaciones en los valles de la Tierra
hasta el gran día de su juicio”» (1-Enoc 10: 11-12).
El Diluvio Universal |
La palabra «Infierno», presente en el párrafo
de Pedro
anteriormente citado, viene del término griego Tartaroo, que se traduce
como «El
abismo más profundo del Hades». ¿A qué lugar se refiere exactamente el
citado texto? ¿Estamos ante una exageración fruto de la desbordante imaginación
de los autores? Es curioso que, incluso en la mitología romana, Tártaro
es el lugar a donde van a parar los enemigos de los dioses. En su obra La
Eneida, el poeta romano Virgilio describe este Infierno
como un espacio gigantesco en el punto más profundo del Inframundo, siempre
envuelto por un río en llamas al que designa como Phlegethon, y sellado por
paredes triples para que sus cautivos no puedan escapar.
DESENMASCARANDO A LOS DIOSES
Teniendo en cuenta que conocemos el aspecto
reptiliano de estas «entidades celestiales» gracias a las figuras y
representaciones de distintas culturas, nos preguntamos por qué los «ángeles
buenos» se muestran con el mismo aspecto de un ser humano. La respuesta es
simple. Si usted quisiera manipular a una colonia de hormigas para ganarse su
confianza e infiltrarse en su nido, ¿se presentaría ante estos animalillos con
forma humana o de hormiga?
Todos estos dioses Anunnaki tenían una pinta muy
parecida: atributos reptilianos, elevada estatura y piel escamosa.
Gracias a su psiquismo pudieron engañar a nuestros ancestros, mostrándose bajo
la apariencia que se les antojaba en función de sus intereses. Si querían
infundir miedo, su aspecto era grotesco y reptiliano; pero si deseaban seducir
y engañar, aparecían como bellos humanos.
Así es como estas entidades, erróneamente elevadas
a la categoría de dioses, consiguieron que sólo los vencedores escribieran la
historia. Pero ¿qué fue de los vencidos? ¿De aquellos de entre sus filas que
quisieron ayudar a salir al ser humano de la Matrix Holográfica en la
que vivimos? Como es de suponer, el mal acaba siempre por delatarse a sí mismo,
con sus amenazas y ambiciones. Quizás aún estemos a tiempo de reescribir la
historia con la ayuda de los vencidos, desenmascarando a los vencedores…
Este reportaje fue publicado en la revista AÑO CERO
nº310
El investigador David Parcerisa |
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Del libro Los grandes contactados, de Manuel
Navas Arcos.
...Enoc vivió en total trescientos sesenta y cinco
años y anduvo en la presencia de Dios; después no fue visto más,
porque Dios se lo llevó. (Génesis
5‑22,24).
ENOC
El relato bíblico sobre el personaje de Enoc
es muy corto. Pero sí lo suficiente explícito, para que cualquier investigador,
pueda intuir las vivencias ufológicas que con claras connotaciones
extraterrestres se dan en este personaje de la antigüedad llamado Enoc.
Veamos: (Génesis 5‑21 al 24) Enoc,
a la edad de sesenta y cinco años, engendró a Matusalén y, después de
haber engendrado a Matusalén, anduvo en la presencia de Dios trescientos años y
engendro hijos e hijas. Enoc vivió en total trescientos
sesenta y cinco años y anduvo en la presencia de Dios; después no fue
visto más porque Dios se lo llevo.
Leído y meditado este texto del Génesis,
se puede deducir lo siguiente:
Enoc, después de haber engendrado a Matusalén
mantiene una serie de contactos con Dios, o sea Yavé. Todo esto durante
un período de tiempo de trescientos años. Estos contactos entre Enoc
y Yavé
se efectúan cara a cara. Pues el texto es bien explícito: anduvo en la presencia de Dios.
El contacto entre ambos personajes no dura trescientos años seguidos, sino que
durante este tiempo Enoc es sacado de la Tierra varias veces, para posteriormente ser
regresado a ella. Así se explica el que pudiera seguir engendrando
hijos e hijas.
A la edad de trescientos sesenta y cinco años, Enoc
ya no regresa a la Tierra. Así lo afirma el texto bíblico: ...después no fue visto más, porque Dios
se lo llevo. ¿Vivo? Está claro que así fue. Porque si
observamos a los personajes antecesores y posteriores a Enoc, veremos cómo el
texto bíblico nos confirma la muerte de cada uno de ellos. Observen:
Gen. 5‑8 ...Set vivió en total novecientos doce
años y murió.
Gen. 5‑11
...Enos
vivió en total novecientos cinco años y murió.
Gen. 5‑14
...Cainán
vivió en total novecientos diez años y murió.
Gen. 5‑17
...Malaleel
vivió en total ochocientos noventa y cinco años y murió.
Gen. 5‑20
...Jared
(padre de Enoc) vivió en total novecientos sesenta y dos años y murió.
Gen. 5‑27
...Matusalén
(Hijo de Enoc) vivió en total novecientos sesenta y nueve años y murió.
Gen. 5‑31
...Lamec
vivió en total setecientos setenta y siete años y murió.
Como vemos, aquí se nos confirma la muerte de estos
Patriarcas
de la Antigüedad. No ocurre así en el caso de Enoc, donde
a la edad de trecientos sesenta y cinco años no fue visto más, o sea
que no hubo defunción, porque Dios se lo llevo. ¿Como? ¿A dónde?
¿Por qué?
Existe un texto apócrifo titulado El
Libro de Henoch, traducido del etíope al inglés por el arzobispo
Lawrence en el año 1.821, que puede aportar cierta luz a nuestras interrogantes.
Efectivamente, El Libro de Henoch aun
siendo posiblemente un libro iniciático, misterioso, profético o incluso
sagrado, contiene algunas visiones o experiencias de Henoch, donde se dan unas
claras connotaciones ufológicas y extraterrestres.
Veamos: Cap.
XIV‑8 Así, pues, la visión me
apareció así, he aquí que unas nubes me llamaron en la visión, y una nube me
llamo; y el curso de las estrellas y de los rayos me hicieron apresurar y me
desearon; y los vientos, en la visión me hicieron volar, me llevaron a lo alto
(y me hicieron entrar en los cielos). Si del texto anterior, cambiamos la
palabra nubes por OVNIS o naves, podremos deducir lo siguiente:
Henoch, observa una escuadrilla de
nubes, o sea de OVNIS. Y una nube me llamó, ósea fue subido a un OVNI.
Me hicieron volar, el OVNI se puso en marcha. Me llevaron
a lo alto, la nave ascendió. Y me hicieron entrar en los cielos; lo que es lo
mismo, la nave entró en las dimensiones superiores, donde existen planetas
sublimados con humanidades (ángeles) más avanzadas que el hombre.
Cap. XIV‑24
...Y Yo, hasta este momento, estaba
sobre mi rostro tapado, temblando, y el Señor, por su propia boca, me llamó y
me dijo: “Ven aquí, Henoch y escucha mi
palabra”.
En este pasaje Henoch, ante la presencia física del
Señor
(Yavé) se cubre el rostro y se pone a temblar. Pero el Señor
lo tranquilizó llamándole por su nombre: “Ven
aquí, Henoch y escucha mi palabra”; o sea el Señor es un ser con unas
características físicas más o menos sublimadas pero que emite palabras. Similar
experiencia vivió Moisés como veremos más adelante en el pasaje de la zarza
ardiente.
Cap. XX ‑3
...En
ese tiempo, un torbellino de viento me arrancó de la faz de la Tierra y me
depositó en la extremidad de los cielos.
Concreto, y sencillo de trasladar este texto
antiguo a la lógica de nuestro tiempo: En ese momento, un OVNI me sacó de la
superficie de la Tierra y me llevó a otro lugar del Cosmos.
Can. XL‑2 Los
Cuatro Arcángeles: Miguel, Rafael, Gabriel y Fanuel ...Después miré y vi, a los
cuatro lados del Señor de los Espíritus, cuatro rostros diferentes de los que
no duermen, y aprendí sus nombres que medió a conocer el ángel que andaba
conmigo y me hacía conocer todos los secretos.
Aquí podemos observar como Henoch es conducido por
el ángel (extraterrestre) a la presencia del Señor de los Espíritus (La
Conciencia Crística) y ve de una forma real a los cuatro Arcángeles: Miguel,
Rafael, Gabriel y Fanuel. Curiosamente la religión cristiana también hace
referencia de estos cuatro Arcángeles. Pero es digno de reseñar
como miles años antes Henoch es llevado a la propia morada de la Jerarquía Celeste.
Cap. XVII‑1
...Después
me llevaron a un lugar cuyos habitantes son como un fuego ardiente, y que
aparecen, cuando quieren, como hombres.
De nuevo nuestro personaje Henoch, es conducido a
otra morada celeste, cuyos habitantes ya han sublimado sus vehículos físicos, o
sea son
Astrales. Estos seres tienen la facultad de desdoblarse, o sea pueden
estar operando en su real dimensión con toda su luminosidad y magnificencia y a
su vez materializar un cuerpo físico y proyectarlo a una dimensión terrestre
como la nuestra.
Cap. LXX‑1.2 ...Y llegó después que su nombre de
Henoch fue elevado, en vida, cerca de este Hijo del Hombre y cerca del Señor de
los Espíritus, lejos de los que habitan sobre el árido. Y fue elevado sobre el
carro del viento, y el nombre de Henoch desapareció de entre ellos (de los que
habitan sobre el árido).
Profundas y reveladoras estas palabras de
este texto antiguo. Por fin, podemos intuir a dónde fue llevado Henoch
finalmente. Y cómo fue llevado. El texto dice: “Fue elevado, en vida o sea en
cuerpo, alma y espíritu”. Cerca de este Hijo del Hombre, o lo que
es lo mismo, cerca de Jesús. Y sigue el texto: “Y
cerca del Señor de los Espíritus”, o sea cerca de la Conciencia
Crística, lejos de los que habitan sobre el árido, es decir, lejos de
la Tierra.
En este texto apócrifo del Libro
de Henoch, le es comunicado a nuestro personaje por los ángeles
(ciencia extraterrestre) el funcionamiento de nuestro Sistema Solar. Como el Sol
y la Luna
rigen el día y la noche, el curso de las estaciones y el de los años. Así mismo
le comunican, cómo nuestro Sistema Solar no está solo en el Universo,
sino que está conectado a través de las Doce Puertas o signos zodiacales con el
espacio exterior (Macro Ser) de donde recibe las distintas corrientes energéticas
que todo el Sistema Solar debe experimentar e influenciando al propio hombre.
Tal como nos lo confirma la Astrología. Tan de moda hoy día.
Particularmente, pienso que Henoch
es el primer personaje de la Historia antigua, que por mediación extraterrestre
tiene acceso a visiones proféticas. Y que es instruido en las grandes
verdades cosmogónicas. Así mismo es el primer viviente sacado de la Tierra.
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CONTACTOS
EXTRATERRESTRES EN LA BIBLIA
encuentros
con OVNIs y humanoides en el antiguo testamento
Articulo de Miguel Pedrero. (Revista Año
Cero numero 12-269, año 2012)
¿Y si los
dioses y ángeles descritos en la Biblia fuesen las mismas entidades que hoy se
presentan como seres extraterrestres? En apariencia parece una teoría
descabellada, pero si interpretamos los Textos Sagrados a la luz de los
conocimientos tecnológicos y aeronáuticos actuales, la cuestión cambia. Y es
que el Antiguo Testamento está plagado de descripciones de objetos voladores,
poderosas armas destructoras y enviados de los cielos, cuyas características
son clavadas a las que refieren hoy en día aquellos que protagonizan encuentros
cercanos con los tripulantes de los OVNIs…
Entonces dijo Elohim “Hagamos al hombre a nuestra
imagen, conforme a nuestra semejanza” leemos en un pasaje del Génesis,
primer volumen de los que componen el Antiguo Testamento. Tal operación es
descrita en dicho libro sagrado del siguiente modo: “Entonces formó Elohim al hombre
del polvo del suelo, e insuflando en sus narices el aliento de vida, quedó
constituido el hombre como alma viviente”. Si hemos de hacer caso al Génesis,
Elohim
creó a los seres humanos a semejanza de ellos, pues, aunque no sea un
dato muy divulgado, Elohim no quiere decir «Dios», como suele traducirse, sino
que es un nombre plural que viene a significar «fuertes» o «poderosos».
De hecho, en la cita del Génesis a la que nos hemos referido
anteriormente, queda claro que Elohim son varias entidades, pues
utiliza el verbo de la tercera persona del plural «hagamos».
Este hecho ha traído de cabeza a teólogos y
exégetas durante cientos de años, pues no deja de ser contradictorio que el plural
Elohim aparezca citado 2500 veces en el Antiguo Testamento, obra cuyo
principal objetivo es mostrar que únicamente existe un solo Dios.
El término más conocido de Yahvé –que podría traducirse por «el
que es»
es como se autodenominó Dios ante Moisés, cuando se
apareció frente a éste en forma de llama de fuego en medio de una zarza, aunque
sospechosamente la planta no se quemaba. ¿Acaso estamos ante la descripción de
alguna clase de vehiculó que desprendía luz? Luego volveremos sobre este
enigmático asunto.
Por otro lado, si somos «a imagen y semejanza» de los Elohim,
parece claro que éstos eran seres vivientes, muy alejados del concepto de Dios
como algo abstracto, inimaginable y todopoderoso. Ejemplos encontramos de sobra
en el Génesis. Veamos una muestra: «He aquí que el hombre ha llegado a ser como
uno de nosotros, conociendo el bien y el mal…». De nuevo el verbo
plural “nosotros”.
Pero, ¿Quiénes eran estos Elohim? Difícil respuesta,
aunque como veremos más adelante, los emisarios de los Elohim –y los propios Elohim-
solían presentarse en forma humana, ataviados con trajes resplandecientes. Pero
no adelantemos acontecimientos. Centrémonos en la primera vez que la divinidad
se presenta ante una persona, el afortunado fue Abraham, “padre”
del pueblo hebreo. Para nuestra sorpresa, Dios se muestra ante Abraham
en forma de objetos voladores resplandecientes. Si interpretamos el siguiente
versículo del Génesis de modo literal, sin apriorismo, es difícil ofrecer
otra explicación. Veamos: «Y sucedió que, puesto ya el sol, apareció
en medio de densas nieblas un horno humeante y una antorcha de fugo que pasó
por entre los animales divididos (sacrificados por Abraham). En aquel día, hizo
Yahvé alianza con Abraham diciendo: “A tu descendencia he dado esta tierra
desde el rio de Egipto hasta el rio grande del Éufrates”»
Dios le ordena a Abraham que abandone su
tierra y se dirija «a la que yo te buscare», leemos en el Génesis, que también dice
así: «Y
yo haré de ti una gran nación y te bendeciré. (…) Porque yo te daré toda esta
tierra que estás viendo a ti y a tu descendencia para siempre» El hijo
de este profeta, Isaac, engendró a Esaú y a Jacob. Este último tuvo
doce vástagos, que darían lugar a las doce tribus de Israel.
¿HIBRIDOS ALIENIGENAS?
Sin duda, los pasajes más extraños del Génesis
son los que narran el cruce entre «los hijos de Dios» y «las
hijas de los hombres», lo que dio lugar al nacimiento de seres de gran
estatura. En uno de los mismos leemos: “Viendo los hijos de Dios que las hijas de
los hombres eran hermosas, tomaron para sí mujeres, escogiendo entre ellas a
voluntad…”. Según el libro sagrado, “los gigantes aparecieron en la Tierra
cuando los hijos de Dios se unieron a
las hijas de los hombres para tener hijos con ellas. (…) El Señor vio que era demasiada la maldad del hombre. (…) Dijo: “Voy
a borrar de la Tierra al hombre que
he creado, y también a los animales domésticos. (…) Yo voy mandar un diluvio
que inundará la tierra y destruirá todo”.
Lot, primo de Abraham, es uno de los
personajes bíblicos que se topó con unos emisarios divinos demasiado parecidos
físicamente a nosotros. En el Génesis se cuenta lo siguiente:
“Empezaba a anochecer cuando los dos ángeles llegaron a Sodoma. Lot
estaba sentado a la entrada de la ciudad, que era el lugar donde se reunía la
gente. Cuando los vio, se levantó a recibirlos, se inclinó hasta tocar el suelo
con la frente”. Nuestro protagonista invitó a ambos señores celestiales a su
casa, donde cenaron como cualquier ser
humano. Sin embargo, la paz se vio truncada por la furia de “todos los hombres
de la ciudad de Sodoma”, que rodearon la casa con intención de abusar
sexualmente de los “bellos” invitados del primo de Abraham.
Cuando la turba quiso echar la puerta abajo,
los ángeles los dejaron a todos ciegos, y luego recomendaron a Lot y
a su familia que abandonaran la ciudad cuanto antes, “porque vamos a destruir este
lugar”. Cuando los afortunado se hubieron refugiado en la ciudad de
Soar, “Yahvé hizo llover sobre Sodoma
y sobre Gomorra azufre y fuego de
parte de Yahvé desde los cielos:
destruyó las ciudades, y toda a aquella llanura, con todos los moradores de
aquellas ciudades y el fruto de la tierra”.
Según el relato bíblico, a la mujer de Lot le
pudo la curiosidad y, contraviniendo las recomendaciones de los enviados
celestes, miró atrás, convirtiéndose de inmediato en estatua de sal. Al día
siguiente, Lot se acercó al lugar en el que había contemplado por vez primera
a los ángeles, viendo que por todo el valle “subía humo como si fuera un horno”.
ARMAS
NUCLEARES HACE MILES DE AÑOS
Según ciertos autores que han estudiado el asunto de la destrucción
de ambas ciudades, en el emplazamiento en el que se supone que se erigían, se
han hallado cristales verdosos –un fusión silícea- bajo tierra, propios de las
zonas donde se han desarrollado pruebas con armas nucleares. De hecho, son legión
los investigadores que han querido ver en este pasaje bíblico la utilización de
armamento atómico hace miles de años por parte de alguna civilización
extraterrestre. Por otro lado, ciertos estudios arqueológicos llevado a cabo en
la zona, como el dirigido por W.F.Albright y P. Harland, muestran que el
área quedó despoblada bruscamente en el siglo XXI a. C., no volviendo a ser
habitada hasta cientos de años después.
Pero, ¿Cómo eran estos dioses venidos de los
cielos? En Daniel 10: 4-6 se describe
a uno de estos ángeles que pudo contemplar dicho profeta: “Y el día
veinticuatro del mes primero estaba yo a la orilla del gran rio Hidekel. Y alcé
mis ojos y miré, y he aquí un varón vestido de lino y ceñidos sus lomos de oro
de Ufaz. Su cuerpo era como de berilio, y su rostro parecía un relámpago, y sus
ojos como antorchas de fuego, y sus brazos y sus pies como de color de bronce
bruñido, y el sonido de sus palabras como el estruendo de una multitud”. Que
cada cual saque sus propias conclusiones…
YAHVÉ ERA
UNA AERONAVE
Según el
Éxodo, Dios avanzaba sobre el pueblo elegido, de día como “columna de nube” y
de noche a modo de “columna de fuego”.
Pero si existe un libro perteneciente al Antiguo
Testamento en el cual la presencia de objetos voladores es constante,
ese es el Éxodo, que narra la huida de Egipto del pueblo hebreo
y su búsqueda de la Tierra Prometida. El mismísimo Dios (Yahvé) eligió a Moisés
para llevar a cabo tal cometido. Este mantenía permanente contacto con Dios,
que avanzaba delante del pueblo elegido, abriendo el camino. Lo verdaderamente
sorprendente es que, si analizamos lo narrado en el Éxodo con ojos de un
habitante del mundo en pleno siglo XXI, no tendremos más remedio
que llegar a la conclusión de que Yahvé en realidad era… ¡un
objeto volador!
El primer encuentro de Moisés con Yahvé
ya da que pensar. Según el Éxodo, el profeta se encontraba
cuidando su rebaño, cuando ocurrió lo siguiente: “El ángel de Yahvé se le
apareció en forma de llama de fuego, en medio de una zarza. Vio que la zarza
estaba ardiendo, pero que la zarza no se consumía. Dijo pues Moisés:
“Voy a ver este extraño caso; porque no se consume la zarza”. Cuando vio Yahvé
que Moisés
se acercaba para mirar, le llamó desde la zarza, diciendo: “Moisés,
Moisés”. El respondió: “Aquí me tienes”. Le dijo: “No te acerques mas al lugar; quita las sandalias de tus pies, porque el
lugar en el que estás es tierra sagrada” Y añadió: “Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el
Dios de Jacob”.
Luego, Yahvé le encarga la misión de liberar a los hebreos de la esclavitud. Moisés intenta evitar tal cometido, argumentando todo tipo de excusas, pero Dios le asegura que mostrará su poder ante la tribu hebrea y el faraón egipcio, de modo que este no tendrá más remedio que dejar marchar al pueblo elegido. Pero detengámonos brevemente en el pasaje anterior. Moisés se sorprende porque observa un fuego entre una zarza y esta no se consume. Obviamente , el profeta nada podía saber sobre la luz artificial, porque parece que de eso se trataba. O al menos así podemos interpretarla, analizada la escena a varios milenios vista.
Una vez que Moisés consigue sacar a
su gente de Egipto, comienza un largo y penoso peregrinaje a través del desierto
en pos de la Tierra Prometida, siempre bajo la protección de Yahvé,
que es descrito en el Éxodo de un modo más que
sorprendente: “E iba Yahvé al frente de ellos, de día en una
columna de nube para guiarles en el camino y durante la noche en una columna de
fuego para alumbrarlos, a fin de que pudiesen marchar de día y de noche. La
columna de nube no se retiraba del pueblo durante el día ni la columna de fuego
de noche”. A caso no es licito concluir que Yahvé era una aeronave
que se mantenía a cierta altura, guiando al pueblo elegido tanto de día como de
noche, pues emitía luz para que los caminantes pudiesen ver por dónde pisaban?
EL
TRANSMISOR DEL ARCA DE LA ALIANZA
Ahora bien, todavía más explicito al respecto
es el Libro de los Números, la cuarta obra contenida en el Antiguo
Testamento. En la misma se narra la presencia de Yahvé sobre el Tabernáculo
o Tienda
del Testimonio cada tarde, «tomando
aspecto de fuego hasta la mañana». El Tabernáculo era el santuario móvil
construido con los hebreos, siguiendo las precisas instrucciones ofrecidas por Yahvé
a Moisés.
Dicho espacio sagrado, de forma rectangular, tenía treinta codos de largo (unos
13 metros) y 10 de ancho y de altura (unos 4 metros), y estaba dividido en dos
salas. La primera, de veinte codos de largo, era conocida por el nombre de Lugar
Santo. Allí se guardaban el candelabro de oro de siete brazos (Menorá),
la mesa de los panes de la proposición u ofrenda y el altar en que quemaban los
perfumes o inciensos. En otra estancia, el Sancta Sanctorum o Lugar
Santísimo, se encontraba el Arca de la Alianza, que contenía las
reliquias del Éxodo: las Tablas de la Ley y la vara
de Aarón.
El Arca también constituía una especie
de transmisor, mediante el cual Moisés se comunicaba con Yahvé,
«que le hablaba desde encima del
propiciatorio, puesto sobre el Arca del Testimonio, entre los querubines» (Números, 7:89). Tiempo habrá de volver
sobre ese «mágico» artilugio, pero regresemos a la presencia de Yahvé
sobre la Tienda del Testimonio.
ATERRIZAJE
OVNI EN EL SINAÍ
En el Libro de los Números, capitulo IX y
versículo 15, leemos: «El día en que se erigió
el Tabernáculo, la Nube cubrió el Tabernáculo,
la Tienda del Testimonio. Por la
tarde se quedaba sobre el Tabernáculo,
tomando aspecto de fuego hasta la mañana. Así sucedía permanentemente: La Nube lo cubría y por la noche tenia
aspecto de fuego. Cuando se levantaba la Nube
de encima de la tienda, los hijos de Israel levantaban el campamento, y en el
lugar en el que se paraba la nube, acampaban los hijos de Israel. A la orden de Yahvé
partían los hijos de Israel y a la
orden de Yahvé acampaban. Quedaban
acampados todos los días que la Nube
estaba posada sobre el Tabernáculo.
Si se detenía muchos días la Nube
sobre el Tabernáculo, los hijos de Israel cumplían el ritual de culto a Yahvé y no partían…»
En el Éxodo –capitulo 19, versículo 9 y
siguientes- se narra lo que a todas luces semeja el descenso de una aeronave
sobre el monte Sinaí: «Dijo Yahvé a Moisés: Mira, voy a
presentarme a ti en densa nube para que el pueblo me oiga hablar contigo y así
te de crédito para siempre. (…) Ve a donde el pueblo y haz que se purifiquen
hoy y mañana; que laven sus vestidos y estén preparados para el tercer día,
porque el día tercero descenderá Yahvé a la vista de todo el pueblo sobre el
monte Sinaí. Deslinda el contorno de la montaña y diles: Guardaos de subir al monte y aun
de tocar sus laderas porque todo aquel que toque el monte morirá: pero
nadie tocara al culpable, sino que este será lapidado o asaeteado; sea hombre o
bestia no quedara con vida. Cuando resuene el cuerno, entonces subirán ellos al
monte. (…)
Al tercer día, al rayar el alba, hubo truenos
y relámpagos y una densa nube sobre el monte y un poderoso resonar de trompeta;
y todo el pueblo que estaba en el campamento se echó a temblar. (…) Todo el
monte Sinaí humeaba porque Yahvé había descendido sobre él en
forma de fuego; subía humo como un horno y todo el monte temblaba con violencia.
El sonar de la trompeta se hacía cada vez más fuerte; Moisés le hablaba y Yahvé
le respondía con el trueno, Yahvé bajó al Sinaí, a la cumbre del Monte;
llamó Yahvé a Moisés a la cumbre de la montaña y Moisés
subió; dijo Yahvé a Moisés: “Baja y conjura al pueblo, que no traspase los lindes para ver a Yahvé, porque morirán muchos de ellos…»
Como dice el refrán: «A buen entender pocas
palabras bastan». La escena del descenso de Yahvé en forma de fuego, al tiempo
que ascendía humo del Sinaí, recuerda demasiado al
aterrizaje de un objeto volador, cuya fuerza de propulsión o toberas
provocarían una nube de polvareda. En cuanto al «sonar de trompeta» que
iba aumentando de potencia a medida que Yahvé se posaba sobre la montaña,
¿de qué forma sino podrían describir los hombres de hace miles de años el ruido
de motores?
Mención aparte merece la prohibición por parte
de Yahvé
para que nadie –excepto Moisés, el elegido, y su ayudante Josué-
ascendiera o se acercase al Sinaí, pues perdería la vida. ¿Acaso
la nave emitía alguna clase de radiación mortal de necesidad? Esta hipótesis se
ve reforzada por la advertencia de que ninguna persona o animal debía acercarse
al desdichado que se «contaminara» por aproximarse demasiado
al Sinaí,
pues también moriría. Dice Yahvé: «Pero nadie tocará al
culpable, sino que este será lapidado o asaeteado (matado mediante el
lanzamiento de saetas, un arma arrojadiza compuesta de una asta delgada con una
punta afilada en uno de sus extremos). En otras palabras: que no se debía tocar
al «contagiado» bajo ningún concepto, tal y como ocurre con aquellos individuos
expuestos a altos niveles de radiación, que deben permanecer aislados para no
contaminar a las personas a su alrededor.
OVNIS-TOP SECRET: ENTREVISTA A MIGUEL PEDRERO (Por David Parcerisa)
DENTRO DE UN NO IDENTIFICADO
Moisés
penetró en la “gloria de Yahvé”, en realidad una luminosa nube voladora, donde
permaneció cuarenta días.
Finalmente, Moisés y su fiel ayudante
Josué
ascendieron al monte, y el primero acabó penetrando dentro de la aeronave
posada sobre la cima. El siguiente pasaje, perteneciente al capítulo 24 del Éxodo,
no puede ser mas descriptivo: «La nube
cubrió el monte. La Gloria de Yahvé descansó
sobre el monte Sinaí y la Nube lo cubrió por seis días. Al séptimo
día, llamó Yahvé a Moisés de en medio de la Nube. La Gloria de Yahvé aparecía a la vista de los hijos de Israel como fuego devorador sobre la
cumbre del monte. Y permaneció Moisés
en el monte cuarenta días y cuarenta noches»
¿Qué le ocurrió a Moisés dentro de la Nube-Gloria
de Yahvé durante esos cuarenta días? El éxodo no es muy explicito, pero
si deja claro que Moisés y Josué recibieron las Tablas
de la Ley, «escritas por el dedo
de Dios»; que Yahvé les mostró unos planos de cómo debían erigir la Tienda
del Testimonio o Tabernáculo, donde debía guardarse,
entre otras reliquias, el Arca de la Alianza; y que también
fueron depositarios de todo un conjunto de normas y leyes de obligatorio
cumplimiento para el pueblo elegido. Es más, el Éxodo dedica nada menos
que quince capítulos a los acontecimientos en torno a la edificación del Tabernáculo
y el Arca
de la Alianza, ofreciendo detalles tan concretos como la ornamentación
de la Tienda, las vestiduras de los sacerdotes, etc. Cuando después
de cuarenta días en el interior de la aeronave, Moisés bajó del Sinaí
con las Tablas de la Ley en sus manos, su cara se había vuelto radiante
«por
haber hablado con Yahvé. (…) Los hijos de Israel veían entonces que
el rostro de Moisés irradiaba…» (Éxodo 34: 29)
¿UN
REACTOR ATOMICO?
“Aquellos
que se aproximaban demasiado al Arca, fallecían a causa de una rara dolencia,
muy parecida a la temida lepra”.
La historia de la ufología está plagada de
casos en los que los testigos que se aproximan demasiado a un OVNI,
acaban sufriendo quemaduras en su piel. ¿Acaso el líder del pueblo elegido, a
pesar de la protección que obligatoriamente recibió para evitar las
radiaciones, sufrió alguna clase de quemaduras, aunque no demasiado graves?
Yahvé ofrece indicaciones más que precisas
para la construcción de la reliquia más misteriosa de toda la cristiandad –cuyo
paradero actual se desconoce-, incluidos sus materiales: Harás el Arca
de madera de acacia que tenga de longitud dos codos y medio, codo y medio de
anchura y codo y medio de altura. La revestirás de oro por dentro y por fuera,
y encima labraras una cornisa de oro alrededor. La pondréis cuatro anillos, uno
en cada ángulo del Arca. (…) Tendrán los querubines sus dos alas extendidas
hacia arriba, cubriendo con ellas el propiciatorio, estando sus rostros uno
frente al otro…» (Éxodo, 25:10)
El Antiguo Testamento describe el Arca
como el único objeto sagrado dotado de energías sobrenaturales. De hecho, el capítulo
25 del Éxodo contiene no sólo las instrucciones concretas para construir el
enigmático receptáculo, sino también para manipularlo. Nadab y Abiú,
hijos del sumo sacerdote Aarón, penetraron en el Sancta Sanctorum del Tabernáculo,
donde se guardaba el Arca, portando incensarios de metal,
algo expresamente prohibido por Yahvé. De inmediato, partió de la reliquia una llamarada que
«los devoró, dejándolos muertos». Tras este luctuoso episodio, Yahvé
advierte a Moisés: “Di a tu hermano
Aarón que no entre nunca en el
santuario a la parte inferior del velo, delante del propiciatorio que está
sobre el Arca, no sea que muera, pues
yo me muestro en la nube del propiciatorio (Levítico, 16: 1-2)”.
El Arca desprendía luz en forma de
chispazos, hasta el punto de que podía causar ceguera por la «ardiente
energía celestial» que emitía. A aquellos que se aproximaran demasiado,
la tocaban o la abrían, terminaban falleciendo a causa de una especie de «lepra»
(¿Cómo por efecto de radiaciones?). Solo podían permanecer junto a la reliquia
los sacerdotes, siempre protegidos por unos ropajes especiales, cuya
composición había sido indicada por el mismísimo Yahvé. Estas vestimentas
eran una especie de protectores aislantes, pues estaban constituidas por
determinados metales.
De hecho, ciertos autores creen que dicho
artilugio era una especie de reactor atómico, cuyos escapes en forma de vapor,
en realidad eran gases que podían provocar la muerte. Recordemos el pasaje en
el que Yahvé advierte de la peligrosidad de acercarse al
propiciatorio, pues allí se muestra en forma de nube. Precisamente desde la
cima de este propiciatorio hablaba Dios a Moisés, según leemos en Números, 7:89, de modo que mucho se ha
especulado respecto a que el Arca contendría, entre otros
aparatos, un radiotransmisor. Por tanto, los dos querubines del Arca serían
unos sofisticados micrófonos.
ENCUENTRO
EN LA TERCERA FASE
Son varios los profetas que no sólo fueron
testigos del paso de objetos volantes –descritos habitualmente en el Antiguo
Testamento como carros de fuego que se desplazaban por los aires-, sino
que acabaron siendo «abducidos» por los mismos, penetrando en el interior de estas
misteriosas aeronaves. Uno de los casos que más ha dado que hablar es el
protagonizado por Ezequiel. En el Libro de Ezequiel leemos una
detallada descripción del aparato volador que se presentó ante el profeta: «Y sucedió que en el año treinta, en el mes
cuarto, a cinco del mes, estando yo en medio de los cautivos, junto al rio Kebar, se abrieron los cielos y
contemplé visiones de parte de Dios.
(…) Miré, y he aquí que venia del septentrión un viento impetuoso, una nube
densa, y en torno a la cual resplandecía un remolino de fuego, que en medio
brillaba como bronce en ignición». ¿No parece evidente que está
describiendo el cuerpo central de un objeto metálico que emite luz?
Y continúa el Libro de Ezequiel: «En el
centro de la nube había semejanza de cuatro seres vivientes, cuyo aspecto era
este: tenían semejanza de hombre, pero cada uno tenía cuatro aspectos, y cada
uno cuatro alas. Sus pies eran rectos. (…) Por debajo de las alas, a los cuatro
lados, salían brazos de hombre; todos los cuatro tenían el mismo semblante y
las mismas alas…». No hace falta darle demasiadas vueltas para concluir que Ezequiel
se está refiriendo a las cuatro patas idénticas de un tren de aterrizaje, que
se mueven al unísono, pues forman parte de la nave: «Cuando avanzaban,
marchaban hacia los cuatro lados, y no se volvían al caminar».
Entonces truenan los motores de la nave, que
el profeta explica del siguiente modo: «Oía
el ruido de las alas como el ruido de rio caudaloso, como voz del Omnipotente, cuando marchaban, como
estruendo de campamento; cuando se detenían, plegaban las alas». No hay
lugar para la imaginación: la aeronave plegaba las alas cuando se detenía. Así
de claro y rotundo.
«Y la voz
hendió el firmamento que estaba sobre sus cabezas
–continuamos leyendo en el Libro de Ezequiel- (…) En el firmamento que estaba sobre sus
cabezas había una piedra de apariencia de zafiro a modo de trono, y sobre la
semejanza del trono, en lo alto, una figura semejante a un hombre que se erguía
sobre él. Y de lo que él aparecía, de la cintura arriba, era como el fulgor de
un metal resplandeciente, y de cintura abajo, como el resplandor del fuego, y todo
en derredor suyo resplandecía. Esta era la apariencia de la imagen de la gloria
de Yahvé. A tal vista caí rostro en
tierra, pero oí la voz de uno que me hablaba».
CONSTRUYEN
EL OVNI DE EZEQUIEL
Parece evidente que Ezequiel describe la
escotilla superior de la aeronave, donde asoma la figura del piloto o un
pasajero, ataviado con una especie de traje refulgente, curiosamente tal como
suelen ser descrito los tripulantes de los OVNIS por miles y miles de testigos
que se han topado con ellos.
Joseph F. Blumrich, antiguo
ingeniero jefe de la Oficina Técnica de Proyectos de la Nasa,
quedó tan impactado tras leer el Libro de Ezequiel, que se impuso el
reto de construir un diseño de la aeronave visitada por el profeta, basándose
en las descripciones ofrecidas en dicha obra sagrada. Blumrich tuvo un papel
destacado en la construcción del cohete espacial Saturno V y en la
creación de numerosos artilugios empleados en diferentes naves de la agencia espacial
estadounidense. De hecho, en 1972 fue condecorado por la NASA, en agradecimiento a
los servicios prestado. Su obra, Las naves del espacio de Ezequiel,
se convirtió en un éxito de ventas, pues en la misma muestra las
características y forma del objeto volador observado por el profeta bíblico.
Otro texto que no necesita de interpretaciones
es el ascenso del profeta Elías a una aeronave. En el Antiguo Testamento (2 Reyes, 2:11) leemos: «Y aconteció que, cuando quiso Jehová alcanzar a Elías en un torbellino al cielo, Elías venía con Eliseo de
Gilgal. (…) Y aconteció que iban caminando y conversando cuando, de pronto,
los separó un carro de fuego con caballos de fuego, y Elías subió al cielo en medio de un torbellino». Mucho más
sorprendente es lo que semeja el viaje de Enoc –padre de Matusalén y bisabuelo de Noé-
al espacio. En el Génesis 5:24 se
dice: «Enoc anduvo con Dios, y
desapareció porque Dios se lo llevó».
EL VIAJE
ESPACIAL DE UN PROFETA
Sin embargo, es en el Libro de Enoc, que no es
aceptado como canónico –inspirado por Dios- por la Iglesia Católica, pero
que nada tiene que envidiar a otros sí admitidos, donde se ofrece una
descripción bastante precisa de la referida «excusión espacial». En
el mismo se puede leer: «Condujeronme a
los cielos. Entré, hasta detenerme, frente a un muro, que parecía hecho de
sillares de cristal y estaba rodeado por lenguas de fuego -¿la nave
espacial?- (…) Atravesé las lenguas de
fuego (…) y me vi ante un gran palacio hecho de cristal labrado. (…) Un océano
de fuego rodeaba las paredes y las puertas también ardían de resplandor.
El suelo
era de fuego (…) y el techo de vivas llamaradas - ¿está
describiendo la luz que desprendían las paredes, techos y suelos de la nave espacial?
- Allí divisé un trono muy alto. Parecía
como constelado de roció y relucía todo alrededor como el sol del mediodía. (…)
En el trono estaba sentada la gran Majestad; sus ropas relucían más que el Sol
y eran más blancas que la nieve pura - ¿se está refiriendo a uno de los
tripulantes del artilugio volador, sentado en su cabina de mando? - Luego, la
nave asciende y Enoc observa lo que sigue: «Vi
el nacimiento de todas las aguas de la Tierra
y el nacimiento de los abismos. (…) Vi los vientos que arrastran las nubes
sobre la Tierra. (…)
Vi un
lugar donde no existía la fortaleza del firmamento, ni la tierra firme abajo,
ni el océano; era un lugar desierto y temeroso - ¿no es
esta una gráfica descripción del espacio? - Allí vi siete estrellas como siete montañas terribles - ¿los planetas?
- Cuando pregunté que era aquel lugar,
el ángel me dijo: “Este es el confín donde terminan el cielo y la tierra”. Y
pasé adelante hasta llegar a un lugar donde no había nada. Y había en él un
fuego que llameaba, inextinguible - ¿el Sol? -, y aparecía cortado por los abismos sin fondo, en donde se precipitaban
grandes columnas de llamas».
JESÚS, UN
ENVIADO DE «OTRO MUNDO»
¿un mesías
protegido por una civilización extraterrestre?
Y al sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado
por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret,
a una virgen desposada con un hombre que se llamaba José, de los
descendientes de David; y el nombre de la virgen era María. Y entrando el ángel,
le dijo: «¡Alégrate, llena de gracia! El Señor está contigo». (Lucas
1:26-28). El ángel informa a María de que concebirá al «elegido» por obra del Espíritu
Santo, hecho que turba a su esposo, quien se plantea la posibilidad de
repudiar a su prometida en secreto, para no ponerla en evidencia delante de sus
vecinos. Pero Dios le hace conocer sus designios mediante un sueño: «José,
hijo de David, no temas tomar contigo
a María, tu mujer, porque lo
engendrado en ella es del Espíritu Santo.
Dara a luz un hijo, y tú le pondrás el nombre de Jesús, porque el salvara al pueblo de sus pecados.» (Mateo
1:20-21)
LA
AERONAVE DE CRISTO
Mucho se ha escrito sobre la milagrosa
concepción de Jesús, sobre todo a partir de los años 70 del pasado siglo,
cuando un buen puñado de autores, como J.J.Benitez, Salvador Freixedo o el
desaparecido Andreas Faber-Kaiser –todos ellos estudiosos del fenómeno
OVNI-, plantearon la «fantástica» posibilidad de que los
genes del Mesías fueran implantados en el seno de María mediante un proceso
de inseminación artificial. De hecho, según informan ciertos Evangelios
apócrifos –que la Iglesia Católica considera no inspirados por Dios,
en base a razones más relacionadas con la fe que con la razón-, María
también había sido concebida de un modo milagroso (ver recuadro).
Ahora bien, no caben dudas de que las «nubes»
y objetos voladores resplandecientes, tan recurrentes en el Antiguo
Testamento, también hicieron acto de presencia en torno a la vida de Jesús
de Nazaret. Es conocido que, cuando nace, una estrella guía a una serie
de magos –se cree que eran unos sabios procedentes de Babilonia- hasta el lugar
de su venida al mundo. Si interpretamos los Evangelios textualmente,
no hay lugar para demasiadas especulaciones.
El bautismo de Jesús, pintura de 1710 que se muestra a un OVNI sobre el Mesías |
En el Evangelio de san Mateo leemos: «En tiempos del rey Herodes, unos magos que venían del Oriente se presentaron en Jerusalén
diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su
estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle. (…) Entonces, Herodes llamó aparte a los magos y, por
sus datos, precisó el tiempo de la aparición de la estrella. (…) Ellos, después
de oír al rey, se pusieron en camino, y he aquí que la estrella que habían
visto en el Oriente iba delante de
ellos, hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño. Al
ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría».
EL OVNI DE
LA TRANSFIGURACION
Muchas hipótesis se han planteado a lo largo
de la historia para ofrecer una respuesta al enigma de la “estrella de Belén”:
desde un meteorito a una supernova, pasando por una conjunción planetaria. Pero
los Evangelios son tozudos: la citada «estrella» guiaba el camino de los
magos, «hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño».
Otro pasaje del Nuevo Testamento, incluso más enigmático, es el de la Transfiguración
de Jesús. El citado J.J.Benitez llega a relacionar dicha
escena con un encuentro cercano de OVNIs. En el Evangelio de san Lucas
leemos que tomó Jesús a Pedro, Juan y Santiago, y ascendieron a
un monte a rezar. Entonces, sucedió lo que sigue: «Mientras oraba (Jesús), el
aspecto de su rostro se mudó, y sus vestidos eran de una blancura fulgurante, y
he aquí que conversaban con él dos hombres, que eran Moisés y Elías. (…) Pedro
y sus compañeros estaban cargados de sueño, pero permanecieron despiertos, y
vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Y sucedió que, al
separarse ellos de él, dijo Pedro a Jesús: “Maestro, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una
para ti, otra para Moisés y otra para
Elías”, sin saber lo que decía.
Estaba diciendo estas cosas, cuando se formó una nube y los cubrió con su
sombra; y al entrar en la nube, se llenaron de temor. Y vino una voz desde la
nube que decía: “Este es mi Hijo, mi Elegido, escuchadle”».
De nuevo, un ingenio volador que «los
cubrió con su sombra» y «emitió» un mensaje. Lo que no queda
claro es si escucharon a la «nube» desde tierra o bien
accedieron al interior de la misma, aunque parece más acertada la segunda
opción, pues Lucas apunta que «al entrar en la nube, se llenaron de temor».
Mención aparte merecen la radiante blancura de las vestimentas y el rostro del Mesías
- ¿quizá a causa de la luz que emitía la aeronave?- y la aparición de los
profetas Moisés y Elías. Este último, según el Antiguo
Testamento, desapareció de la Tierra cuando fue llevado a los
cielos por un «carro de fuego» …
ASTRONAUTAS
JUNTO AL SEPULCRO
En el Evangelio de san Mateo nos topamos
con otro desconcertante pasaje, relacionado con uno de los dogmas más
importantes del cristianismo: la Resurrección de Jesús. «Pasado el sábado, al alborear del primer día
de la semana, María Magdalena y la otra María, fueron a ver el sepulcro. De
pronto, se produjo un gran terremoto, pues el ángel del Señor bajó del cielo,
corrió la piedra y se sentó encima. Su aspecto era como un rayo y su vestido
blanco como la nieve. (…). El emisario dijo a las mujeres: “No tengáis miedo
vosotras; ya sé que buscáis a Jesús,
el crucificado. No está aquí, ha resucitado”» (Mateo 28:2-6).
San Lucas
directamente se refiere a los hombres, no ángeles: «Entraron (las dos Marías), pero
no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.
Estaban perplejas por esto, cuando se les presentaron dos hombres con
vestiduras resplandecientes» (Lucas
24: 1-6). En las anteriores citas, extraídas de dos Evangelios aceptados por
la Iglesia,
se
narra la intervención de «hombres» ataviados con ropajes resplandecientes.
Seguro que muchos ufólogos de nuestros días no dudarían en identificar a estos
seres con los humanoides que suelen presentarse junto a los OVNIs,
y que han sido contemplados por miles de testigos en todos los rincones del
planeta.
En el apócrifo Evangelio de Pedro leemos
una interesante versión de la Resurrección de Jesús, que «humaniza»
todavía más a los dos ángeles que aparecieron junto al sepulcro del Mesías.
Todo indica que no eran seres evanescentes, sino tan materiales como cualquiera
de nosotros. Veamos lo que nos dice el Evangelio de Pedro: «Empero, en la noche tras la cual se abre
el domingo, mientras los soldados en facción montaban dos a dos guardia, una
gran voz se hizo oír en las alturas. Y vieron los cielos abiertos, y dos
hombres resplandecientes de luz se aproximaban al sepulcro.
Y la
enorme piedra que se había colocado en la puerta, se movió por sí misma,
poniéndose a un lado, y el sepulcro se abrió. Y los dos hombres penetraron en
él. Y, no bien hubieran visto esto, los soldados despertaron al centurión y a
los ancianos, porque ellos también hacían guardia. Y apenas los soldados
refirieron lo que habían presenciado, de nuevo vieron salir de la tumba a tres
hombres, y a dos de ellos sostener a uno…». Extraña resurrección esta. Más bien
semeja que los «enviados» se llevaron a cuestas el cuerpo sin vida de Jesús.
ASCENSIÓN
A UN «SOL VOLADOR»
«Jesús se
elevó hacia un llamativo objeto luminoso que se desplazaba por los aires, ante
la turbación de sus discípulos»
Uno de los hechos más transcendentes del dogma
cristiano –junto al de la Resurrección- es el de la Ascensión
a los cielos de Jesús, al igual que les había sucedido miles de años atrás a
los profetas Elías y Enoc, según narra el Antiguo
Testamento. Los Evangelios reconocidos por la
Iglesia no son muy explícitos al respecto: «Mientras
los bendecía (a los Apóstoles), se separó de ellos y fue llevado al cielo» (Lucas); o «así pues, el Señor Jesús, después de haberles hablado, fue llevado al cielo» (Marcos).
Son como de costumbre, los Evangelios
apócrifos los que aportan mayor exactitud: «Y mientras hablaban así, Jesús estaba sentado un poco aparte. (…) El Sol, alzándose en su carrera ordinaria,
emitió una luz incomparable. (…) Y vino sobre Jesús y lo rodeó completamente. Y
estaba algo alejado de sus discípulos y brillaban de un modo sin igual. Y los
discípulos no veían a Jesús, porque
los cegaba la luz que los envolvía. Y no sólo veían los haces de luz. Y éstos
no eran iguales entre sí, y la luz no era igual, y se dirigía en varios
sentidos de abajo hacia arriba, y el resplandor de esta luz alcanzaba de la
tierra a los cielos. Y los discípulos, viendo aquella luz, sintieron gran
turbación y gran espanto. Y ocurrió que un gran resplandor luminoso llegó sobre
Jesús y lo envolvió lentamente. Y Jesús se elevó en el espacio, y los
discípulos miraron hasta que subió al cielo, y todos quedaron silenciosos» (Evangelio de Valentino 1: 14-28).
Un «sol» que lanzaba luces hacia Jesús
y sus discípulos, «alzándose en su carrera ordinaria» -es decir, deslizándose
sobre los cielos-, y que finalmente envolvió con un resplandor al Maestro,
«que
se elevó en el espacio» -hacia el «sol volador»-, y desapareció en lo
alto… Da que pensar. Quizá, como apunta mi admirado J.J.Benitez, en su libro El Enviado
(Planeta, 1979), «Jesús de Nazaret fue “ayudado”, o “acompañado” o “asistido”
de alguna manera por todo un “equipo”
de seres que hoy podríamos etiquetar como “astronautas”.
(…) Seres en un avanzadísimo estado
evolutivo –tanto espiritual como tecnológico- y que pueden poblar muchos de los
miles de millones de galaxias que forman los distintos universos, pudieron “colaborar” en ese formidable “plan” de la redención de la humanidad».
INTELIGENCIAS DE OTRAS DIMENSIONES, por Miguel Pedrero
SERES DE OTRAS DIMENSIONES, por Miguel Pedrero
El investigador Miguel Pedrero con uno de sus últimos libros Dios Existe |
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