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martes, 20 de noviembre de 2012

Sol do Naro: Una mision en el planeta Tierra

Sol do Naro: Una mision en el planeta Tierra


Superficie del planeta Venus
A Sol do Naro se le  encomendó una misión en el Planeta Tierra. Iría y viviría como un ser humano cualquiera y de hecho se convertiría en un uno de ellos para tomar la información necesaria y transmitir determinados mensajes a los seres humanos. Lo iba a hacer ocupando el cuerpo de un habitante de la Tierra. Fue justamente el 22 de Febrero de 1922 , en Brooklyn, Nueva York, cuando inicio su andadura por este planeta: Un niño de un año llamado Howard Menger había muerto y Sol do Naro, conscientemente, tomo su cuerpo.

A primera vista esta es una historia fantástica, pero son muchos los testimonios de contactados, tales como Sixto Paz Wells,  a los cuales se les explica por parte de los extraterrestres  que la muerte es solo un tránsito del alma de un cuerpo a otro y que como tal no existe. Según le explicaron a Sixto Paz Wells, en los primeros tránsitos (reencarnaciones) el alma como tal no puede elegir el cuerpo que ocupara, simplemente alternara las veces necesarias para alcanzar una cierta perfección. Solamente al final del ciclo de reencarnaciones, el alma tiene conciencia de sí misma y puede elegir qué cuerpo ocupar. Y este es el caso que tratamos: Howard Menger, justo al año de nacer fue ocupado por otro ser llamado Sol do Naro, originario de Venus. 

Sirva como explicación, que la ciencia actual de la Tierra tiene indicios sobrados sobre esta cualidad del alma y que al parecer todos poseemos, describiéndose en libros tales como Vida después de la Vida, de Raymond Moody, un medico internista que recoge las experiencias de pacientes que han “regresado desde el otro lado”. Hay otra corriente de estudio en la actualidad, se trata de la TCI (transcomunicacion instrumental) en la cual se utilizan aparatos electrónicos para “escuchar y comunicar” con aquellos que nos han dejado y que se encuentran en estado de alma. Pero si le preguntamos a la “ciencia oficial” posiblemente lo lleven al terreno del esoterismo o ciencias ocultas ya que es una cuestión que les incomodada sobradamente, lo mismo que la cuestión extraterrestre. La ciencia oficial, por miedo a las críticas de otros colegas o bien, temiendo que les retiren la financiación de sus proyectos, apartan estos temas del estudio, aunque en privado tomen constancia y los reconozcan como existentes.

Por ello, cuando a Howard Menger, los habitantes de Venus le explican que en realidad es uno de ellos y que lo visitarían a lo largo de su vida, el famoso contactado empieza a encontrar una explicación a todos aquellos acontecimientos que le habían ocurrido desde la niñez.

He copiado una parte del libro  Los grandes contactados,  del autor  Manuel Navas Arcos, pagina 40 donde se narran los acontecimientos vitales de Howard Menger y su historia en este planeta:

HOWARD MENGER
He seleccionado un artículo publicado por el escritor David Tansley para ilustrar el tema, ya que no existe bibliografía de este contactado en habla castellana.

Howard Menger fue un contactado que se hizo famoso en los años cincuenta. Su libro From Outer Space (Del Espacio Exterior) recuerda un poco a un cuento de hadas, por su gentileza y fantasía, mostrando claramente que Menger es una persona de naturaleza eminentemente psíquica, característica de muchos de los que tienen esa clase de contactos. Nació en Brooklyn, Nueva York, el 17 de Febrero de 1.922, más adelante afirmó ser de Venus y haber ocupado el cuerpo de un niño que había sufrido una muerte aparente para recuperarse después milagrosamente. Muy joven se fue a vivir al campo, a New Jersey, donde él y su hermano pasaban muchas horas jugando en los bosques. Durante esos años los dos vieron frecuentemente discos volantes.

A los diez años. Menger se sintió un día atraído a su rincón favorito del bosque, donde se encontró con una aparición que nunca habría de olvidar. Dice en su libro:

Allí, sentada en una roca junto a un arroyo, estaba la mujer más exquisita que mis infantiles ojos hubieran jamás contemplado. La cálida luz del sol se prendía en los reflejos de su largo cabello dorado que caía como una cascada en torno a su rostro y sobre sus hombros Las curvas de su cuerpo, delicadamente torneadas, se revelaban a través del material translúcido de su ropa, que me recordó los trajes de los esquiadores. Me quedé parado, y con el aliento entrecortado por un instante. No estaba asustado, pero un asombro abrumador me había dejado como congelado en el sitio.

Menger recuerda que aquella mujer irradiaba una increíble sensación de paz. Describió sus ojos como discos de oro tornasolados. Ella le llamó por su nombre y le dijo que había venido de muy lejos para verle y hablarle, solo años más tarde encontró sentido a unas palabras de ella: Estamos poniéndonos en contacto con los nuestros. Por fin. después de hablar con él durante mucho tiempo de cosas muy por encima del caletre de un niño pequeño, la mujer se despidió, pero no sin prometer volver. Todo esto fue demasiado para Menger, que salió del bosque a la carrera y sollozando.


La Luna y Venus
En 1.942. cuando estaba en el ejército, la gente del espacio intentó de nuevo comunicar con él, y Menger encontró a un hombre en Juárez. Cuando iba por la calle se le acercó un taxi. Un hombre que iba en el asiento de atrás, y que tenía el cutis bronceado y cabellos rubios que le llegaban a los hombros, le pidió que se fuese con él. Menger se negó y solo más adelante recordó que la chica le había dicho: Siempre estarán a tu alrededor ..,vigilándote.., guiándote. Entonces empezó a producirse una serie de encuentros en los que se le avisó de acontecimientos futuros de su vida. Todas las predicciones resultaron ciertas, y parecía claro que recibía una orientación misteriosa.

En la primera semana de Abril de 1.945 desembarcó en Okinawa, tal como le habían dicho, y sobrevivió al combate, pero sufrió daños en los ojos durante la batalla. Durante su estancia en el hospital de la base se dio cuenta que una de las enfermeras parecía una persona del espacio.

Después de su recuperación, Menger fue despertado una noche por una voz que le llamaba insistentemente por su nombre, y se dio cuenta al momento de que estaba recibiendo la llamada por telepatía. Vistiéndose, pidió prestado un jeep y se dirigió a un sitio donde se había encontrado anteriormente con gente del espacio. Allí le esperaba un hombre vestido de caqui. Se pusieron a hablar, y el hombre dijo que no existía la muerte, que sólo se abandonaba la envoltura física, pero que la vida interior continuaba. Menger quedó sorprendido al ver que el hombre del espacio sabía que recientemente había matado a tres japoneses en un combate cuerpo a cuerpo, hecho que había perturbado su sensible naturaleza. También le dijo que la guerra terminaría pronto, y que en Navidad estaría ya de vuelta. en América, como así fue. Aquel hombre dijo proceder de Venus, y cuando Menger le preguntó cómo había llegado hasta la Tierra le respondió:

En una nave. Una nave que no se parece a nada que hayas podido ni soñar. Será difícil; y probablemente imposible, que llegues a comprender su fuerza motriz. Es una fuerza electromagnética, no muy diferente de la que mantiene en sus órbitas, a los planetas, soles e incluso galaxias enteras. Esta fuerza es una ley natural, que nos ha sido dada por nuestro Infinito Creador para que la usemos con buenos fines.

En este párrafo sobre la energía que usan las naves espaciales venusianas suena una nota familiar que se parece mucho a las fuerzas pránicas mencionadas una y otra vez en las doctrinas mistéricas, o a la orgona de Reich. Todos hablan de ella como de la fuerza que mantiene a los planetas en sus órbitas.

De vuelta; a la vida civil. Menger se establece como pintor de rótulos y empieza a trabajar en una creciente cantidad de encargos. En Junio de 1.946 recibió un fuerte impulso de volver al rincón del bosque donde había encontrado por primera vez a la mujer de la roca. El sitio era más o menos el mismo que antes, pero había perdido el encanto que tenía a los ojos del niño. Cuando pensaba en aquella diferencia, sintió un repentino y tremendo chispazo de luz y una sensación de calor en la nuca. Al volverse, vio una enorme bola de fuego que se dirigía a gran velocidad hacia él:

Parecía un inmenso sol que giraba, brillaba, parpadeaba y cambiaba de colores. Voló sobre el campo, mientras yo lo observaba, como traspuesto.
Los palpitantes cambios de color disminuyeron, y la bola de fuego se convirtió en un vehículo de aspecto metálico, rodeado de ventanillas.
Descendió lentamente al suelo. Cuando estaba casi en tierra, pude distinguir claramente su forma. Parecía tener forma de campana, y el sol se reflejaba en él como en un espejo. Me di cuenta de que aquello no era una máquina hecha por nadie de este mundo.

La descripción de Menger es muy parecida a la de Adamski. Pronto se encontrará frente a unos personajes también de aspecto similar vestidos con unos uniformes de un gris azulado parecidos a trajes de esquiar. Tenían largos cabellos rubios, hombros anchos y notable belleza física. La nave aterrizó por fin, y de ella salió una hermosa mujer, vestida con un traje parecido, que llevaba flojo sobre su armonioso cuerpo. Su tejido era semitranslúcido y parecía luminoso, con suaves tonalidades pastel. Menger se dio cuenta de pronto que era la misma mujer que viera de niño, y que no había cambiado nada. Cuando comenta esto, ella se echa a reír y le dice que tiene quinientos años de edad, añadiendo:

Cuando vivimos respetando las leyes de nuestro Creador, somos bendecidos con el don de la longevidad. Pero no es este el más importante; es sólo un subproducto de nuestras bienaventuranzas.

Menger se entera entonces de que tiene que cumplir una misión en la Tierra, extendiendo la nueva de la fraternidad y el amor de la gente del espacio, pero le dicen que no haga nada hasta fines del verano de 1.957, en que podrá dar a conocer su historia por diversos medios de comunicación. A partir de entonces, le dicen que su vida no va a ser fácil, y que tendrá que sufrir muchas críticas.

Desde ese momento sus experiencias se van ajustando al patrón clásico de los contactos. La gente del espacio lo visita a todas horas del día y de la noche, unas veces físicamente y otra comunicándose por vía telepática. La necesidad imperiosa de ir a determinado sitio siempre termina en uno de estos encuentros, bien con personajes o con una nave espacial.

Menger viaja a la Luna mucho antes que nuestros cosmonautas y fotografía algunas bases de allí. Sus descripciones y fotografías de los vehículos espaciales venusianos son idénticas a las de Adamski. En otra ocasión, un poder extraño se hace cargo de su coche y lo conduce, como les sucedió al matrimonio rhodesiano. Termina el viaje en una cabina, donde se encuentra a tres hombres del espacio, uno de ellos un Liberance saturnino que transmite a Menger su habilidad para tocar el piano. A partir de aquel día sabe tocar el instrumento y hace grabaciones de música del espacio con destino al público.

Entonces aparece su media naranja venusiana y Menger, como muchos otros contactados, se divorcia de su mujer para casarse con su amor del espacio. Sobre esto escribe:
En Venus, nuestro amor fue intenso y avasallador; pero estaba escrito que no podríamos permanecer juntos, ya que yo sabía que tenía que regresar a la Tierra y llevar a buen término una misión que estaba proyectada a partir de la fecha de mi nacimiento en aquel planeta.
Recuerdo claramente el día en que la dejé. Los dos tratábamos de hacernos los valientes. María bromeaba y trataba de reír musicalmente; pero apenas podía contener las lagrimas que se mezclaban con su risa.
Cuando me volví a mirarla por última vez, le hice una promesa: algún día, en algún lugar, la volvería a encontrar. En el momento en que llegue a los umbrales de la Tierra, un niño de un año llamado Howard Menger acaba de morir. Su cuerpo fue llevado a toda prisa a una iglesia luterana a que lo bautizasen y rezasen sobre él las oraciones de rigor. Yo, Sol do Naro, observé, y entre en comunicación con el alma que salía del pequeño cadáver. Por mútuo acuerdo, y por mi propia y libre voluntad, entré en su cuerpo. Mientras sus parientes rezaban, el pequeño resucitó milagrosamente.


Howard Menger


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